Me ha dado un brote de inspiración así que me he puesto a escribir y esto es lo que ha salido. Es un fic diferente a cómo yo los suelo escribir ya que está narrado en primera persona y además desde el punto de vista de él, de Castle.

No sé cuando volveré a actualizarlo porque tengo que estudiar y demás, a parte de que tengo también otro fic a medias... Igualmente espero no tardar mucho.

Espero que os guste y tanto si es así como si no, agradezco todas las reviews que dejéis :)


Voy caminando perdido en mis pensamientos. Pienso en lo que me ha dicho mi madre: verla no me hará ningún bien. Y yo sé que es cierto, verla solo conseguirá hacerme daño y ya he sufrido bastante durante estos dos años. Sin embargo no lo puedo evitar, necesito verla, necesito saber que está bien. Me gustaría tocarla, acariciar su cara, decirle que todavía la quiero y besarla, y aun sabiendo que eso no va a ocurrir, sigo sintiendo esa necesidad de volver a verla. Por eso ahora me dirijo hacia su apartamento, sin saber si todavía sigue viviendo allí o si al llegar me puedo encontrar con Josh.

Recuerdo la última vez que la vi. Con lágrimas en sus ojos y la expresión más triste que jamás le había visto me dijo que estaba embarazada de Josh. Un pequeño recuerdo del dolor que sentí cuando me lo dijo, vuelve a recorrer mi cuerpo. Lanzo un suspiro al aire. Estos dos años no han sido nada fáciles. Después de la confesión de Kate hui, me largué de su apartamento dando un portazo y sin mirar atrás. No contesté a sus posteriores llamadas, incluso me cambié de móvil, y me fui una temporada a vivir a Europa. Estuve la mayor parte del primer año sin escribir nada, odiando a Kate por lo que había ocurrido. Hasta que comprendí que la quería mucho más que eso y que ese sentimiento no iba a cambiar. Aunque no volviese a verla o saber de ella, Kate Beckett seguiría siendo el amor de mi vida. Y me arrepiento de no haberme quedado a su lado, de no haber intentado comprenderla. Tal vez hubiésemos podido educar juntos a su hijo, aunque Josh también estuviese ahí, hubiese sido un precio que estaría dispuesto a pagar por estar a su lado. Sin embargo no era lo que pensé hace dos años, actúe de otra manera y ahora tengo que pagar por ello.

Cuando llego a su calle avanzó con decisión hacia el portal, pero me detengo antes de llegar. A unos metros de distancia la veo. Avanza con torpeza hacia su portal ya que lleva en brazos a su hijo o hija. Lo sujeta con un solo brazo mientras en la otra mano lleva una caja de pañales. No lo dudo ni un segundo más y avanzo corriendo hacia ella, con la intención de ayudarle. Cuando me ve, tarda unos segundos en procesar que soy yo, y se detiene. La sonrisa de su rostro desaparece con la misma facilidad que apareció cuando me reconoció. Pienso que seguramente sigue enfadada conmigo, no creo que me pueda perdonar por haberla abandonado de la manera en que lo hice. Sin embargo no parece enfadada, su mirada más bien refleja miedo.

-Kate – digo acercándome a ella – Deja que te ayude.

Sin esperar su permiso, cojo la caja de pañales de su mano, liberándola de aquel peso. Ella no dice nada y arrima más el cuerpo de su hijo contra el suyo. Ahora veo que es un niño. No puedo verle la cara, ni siquiera la cabeza, ya que hace frío y lleva un abrigo que cubre su cabeza con el gorro de éste, sin embargo sé que es un niño al ver los pantalones y los zapatos, colgando debajo del brazo de Kate, que lo sostiene con fuerza. La cabeza del niño está apoyada contra el hombro derecho de ella, así que imagino que estará durmiendo. Calculo mentalmente su edad y supongo que ahora debe tener unos dieciséis meses.

-Castle, ¿qué haces aquí?

Una sensación extraña recorre mi cuerpo al volver a oír su voz. Suena asombrada todavía, pero dura.

-Yo… - dudo unos segundos, seguramente ella no quiera volver a saber nada de mí, pero al final hablo – Quería saber cómo estás, quería volver a verte.

Ella me mira, veo la desconfianza en sus ojos. Aquellos ojos verde avellana que tanto he echado de menos. Seguramente no entienda que yo vuelva ahora, diciéndole que quiero volver a verla, después de la manera en que me fui y eliminé todo tipo de contacto con ella.

Ambos nos quedamos unos segundos en silencio, hasta que el niño comienza a arremolinarse en los brazos de Kate. Ella le calma rápidamente, susurrando algo de manera dulce en su oído y acariciando su espalda, y el niño parece volver a relajarse. Se me hace tremendamente extraño ver a Kate con un niño, sobre todo con un niño que no es mío.

-¿Puedo subir? – digo yo finalmente, rompiendo el silencio, mientras señalo con el dedo hacia su apartamento.

-No sé si es lo mejor.

-Por favor – Le suplico. No puedo irme sin decirle que lo siento, sin pedirle perdón. No ahora que estoy tan cerca.

Ella gira la cabeza hacia su hijo, pensándoselo y al final asiente con pesar, poniendo rumbo hacia el portal.

-Gracias – le digo yo, agradecido. Probablemente no le hace ninguna gracia que yo esté allí, ahora que seguramente ella habrá rehecho su vida y será feliz al lado de Josh, con la que ahora es su familia.

Subimos en silencio en el ascensor, ella se separa de mí. La miro y noto que está nerviosa. Cuando me ve que la estoy mirando abraza más a su hijo y por algún extraño motivo siento que está intentando protegerlo de mí, como si yo fuese a hacerle daño. Rápidamente quito ese pensamiento de mi mente, seguramente solo se esté comportando como una madre normal, abrazando a su hijo.

Cuando las puertas del ascensor se abren ella sale primero y se adelanta a abrir la puerta de su casa. Cuando me paro detrás suya puedo ver un poco la cara del niño. Tiene los mofletes regordetes. Apenas puedo verlo, pero diría que sus labios y su nariz son iguales a los de su madre. Me asombro al ver un trozo de pelo asomando por debajo del gorro, pues lo había imaginado con el pelo negro, al igual que Josh, sin embargo su cabello es castaño claro. Más claro que el pelo de Kate.

Cuando entramos al apartamento veo cómo ha cambiado todo. Por todas partes hay cosas del niño. En el salón una manta de juegos, un andador y varios juguetes esparcidos por el sofá. En la cocina un biberón y una pequeña jarra con dibujos animados encima de la encimera.

De pronto me doy cuenta de que llevo unos segundos perdido en mis pensamientos y Kate me está llamando, señalándome la caja de pañales con la mano que tiene libre.

-Perdona, ¿qué? - le digo, todavía confuso.

-Dame la caja – dice ella, repitiéndomelo pausadamente.

Dudo unos segundos, me gustaría decirle que yo mismo puedo colocarla en la habitación de su hijo o donde ella me diga, pero comprendo que ya he invadido bastante su espacio y que ella ya ha hecho bastante con dejarme subir. Pero antes de que le entregue la caja, el niño vuelve a removerse entre los brazos de su madre y ésta vez levanta la cabeza. Kate se tensa inmediatamente.

-Abelo – dice el pequeño con una dulce voz.

-No cariño, ya estás con mamá – le dice Kate, agarrándolo más. Si no fuese porque se trata de Kate y porque seguramente yo estoy muy confuso, diría que ella está tratando de impedir que el bebé se giré hacia mí. – Voy a… - dice, haciendo un gesto hacia donde recuerdo que está su dormitorio. Yo asiento.

Sin embargo cuando se da la vuelta en dirección a su dormitorio, el niño gira la cabeza hacia mí y la caja de pañales que todavía sostengo, se me cae de entre las manos. Kate se detiene en seco, sin darse la vuelta, mientras el pequeño mira la caja de pañales en el suelo y después emite una sonora carcajada, enseñándome su sonrisa con esos minúsculos dientes de leche.

Mi corazón late deprisa, tan deprisa que necesito sentarme. Me dirijo hasta el sofá y me siento. Veo de reojo cómo Kate le quita el abrigo al niño y deja al pequeño en el suelo. Éste rápidamente corretea torpemente hacia su manta de juegos y se sienta allí, balbuceando cosas que para mí en estos momentos no tienen ningún sentido. Porque en estos momentos nada tiene sentido, esto no puede ser real. Pero lo que he visto ha sido muy real, los ojos azules del pequeño son exactamente iguales que los que veo al verme reflejado en un espejo. Ahora entiendo por qué el niño tiene el pelo de color castaño claro, ni de Kate ni de Josh, sino mío. Porque ese niño es mi hijo, y no me cabe la menor duda después de haber visto sus ojos, ni de haber visto la manera en que sonríe.

No sé cuánto tiempo llevo allí sentado, sin decir nada, ni sé en qué momento Kate se ha sentado a mi lado, pero alzo la cabeza cuando siento cómo tiembla y escucho sus sollozos. Yo todavía estoy muy confundido, pero no puedo verla así. Me acerco a ella y rodeo su cuerpo con mis brazos, la aprieto fuertemente hacia a mí. Ella solloza en mi hombro durante varios segundos, yo intento que se calme pero no lo hace, en lugar de eso comienza a balbucear algo, lo repite una y otra vez pero no consigo entenderla.

-Por favor – es lo único que logro entender cuando levanta la cabeza de mi hombro y la veo mirarme, suplicando, con sus ojos ya enrojecidos y encharcados, mientras un montón de lágrimas caen por sus mejillas, perdiéndose al borde de su barbilla.

-Kate, no te entiendo. Cálmate y habla más despacio – le digo yo, despacio, intentando hacer que se calme.

-No me quites a Allan, por favor no te lo lleves.

Yo miro al pequeño, comprendiendo que así es como se llama. Allan. Pero rápidamente vuelvo a mirar a Kate. Comprendo entonces por qué se ha puesto a llorar de esa manera, comprendo su miedo a que yo me acercase al niño y descubriese que es mi hijo. Sin embargo no es así como yo me siento. Un hijo con Kate era algo que siempre había deseado. Estoy muy confuso porque no sé cómo ha ocurrido, hace dos años estaba completamente seguro de que ese bebé era de Josh, y Kate también debía creerlo porque fue eso lo que ella me dijo. Lo único que yo quiero en estos momentos es saber la verdad, saber cómo puede ser que ese niño sea mi hijo y si lo es, hacerme cargo de él, junto a Kate, no separándolo de ella. De repente recuerdo que quizás ella esté con Josh, quizás él está ejerciendo de padre con el niño aunque no lo sea realmente. Muchas dudas asaltan mi mente, pero sé que lo primero que debo hacer es tranquilizar a Kate, que todavía está mirándome suplicante y no deja de repetirme una y otra vez que no le separe de su hijo.

-No voy a hacer eso – le digo. Ella me mira confusa, creo que no sabe si ha escuchado bien lo que le he dicho así que se lo repito – No voy a separarte de él.

Nuevas lágrimas comienzan a caer por sus mejillas y de repente siento sus brazos alrededor de mi cuello y escucho cómo me susurra un sincero gracias en mi oído.

Yo la aparto despacio, necesito que aclare mis dudas.

-Es… mi hijo – pronuncio yo, en apenas un susurro, mientras yo mismo me hago a la idea.

Ella mira al pequeño, que está arrastrando un camión de juguete por el suelo, ajeno a nosotros. Y finalmente asiente. Ese pequeño es nuestro hijo, mío y de Kate.