Disclaimer: si lo reconoces es pura casualidad o casualmente no es mío.
::CUARENTENA::
Hola.
Capítulo cero.
Me llamo Isabella Swan, tengo 24 años y me encuentro en mi último año de carrera, haciendo el servicio social. Estudio medicina, así es, suena mejor de lo que es. Vivo en Nueva York y si creen que la vida es salvaje aquí habrá que apuntarle vivir a una hora del hospital en el que trabajas, salir cansada de una majestuosa pero agotadora guardia y claro, tener que estar en veinte minutos en la boda de tu mejor amiga, Alice Brandon, después de hoy conocida como Alice Cullen.
Casi sonreí cuando me tocó otro semáforo en rojo, tamborile en el volante con mis uñas mal pintadas por una de mis pacientes a cargo mientras intentaba relajarme n el caótico tráfico. Miré por la ventana. Una pareja se besaba descaradamente debajo de un espectacular, el cual llamó mi atención por la conocida cara de la portada. Entonces sonó mi teléfono. Edward Cullen se leía en la pantalla. Sonreí.
–Acabo de ver tu espantoso rostro en un espectacular, Cullen–. Procuraré llevar algo para que lo firmes, porque vienes a la boda de tu hermano, ¿no es así?
Escuché unas carcajadas al otro lado del teléfono que llegaron hasta mis propios labios curvados en mi sonrisa Edward Cullen.
–Te veré allá Swan, te firmare esa burlona cabezota. Llamaba porque tengo un invitado de última hora y Alice mencionó que tu pediste invitación para dos...
–Calla, la chica puede venir pero tendrá que cambiar el lugar conmigo en la mesa al cenar.
–Gracias Bella–. Y colgó
El tráfico se apiadó de mi en lo que el destino se burlaba, haciendo posible mi llegada a tiempo a la iglesia.
Primero, hablemos de ese pasé para dos que acabo de ceder al hombre del año para el New York Times, mortalmente conocido como Edward Cullen. Hace siete meses, cuando Alice realizó la lista de invitados yo salía con un extrovertido abogado que se rompió la nariz y me enamoró en urgencias, mortalmente conocido como Jacob Black. Consiguió mi numeró tres visitas después, comenzó a enviar regalitos a recepción y a invitarme a fantásticas citas. Entonces me enamoré. Los siguientes tres meses de relación fueron una tortura/placer. ¿Es cierto que tener algo es mejor que nada? Jacob me hacia sentir especial, deseada, increíble, importante, hermosa y única. También me hacia sentir insuficiente, menos, torpe, ingenua, tonta y fea la mayoría del tiempo. Con palabras me tenía encima de todas sus admiradoras, con acciones yo me colocaba por debajo de la más zorra y fea.
Hasta qué me cansé, estaba queriendo convertir al chico malo en el bueno. Y si alguna vez llegó un chico bueno a mi puerta, le abrí, lo dejé sentarse en mi sillón a esperarme y jamás me acerqué a él. Así qué me aleje de Jacob, tuvimos mi primera gran pelea de amor, lloré, juré que no me importaba tanto, aburrí a mis amigas con razones por las cuales yo estaba encima de ello, lo acosé cada día en cada red social, me emborraché, canté canciones que juraba hablaban de nosotros y cada vez que él regresaba con un lo siento; atrapaba a mi corazón con el puño y lo mandaba lejos. A mi corazón y a Jacob. Hasta que se aburrió de disculparse, de decir que yo sería inolvidable, de felicitarme en mi cumpleaños con un "te necesito" de marcarme a media noche y cantarme ebrio. Fue el fin de mi pequeña, patética e infeliz primer historia de amor.
Ahora hablemos de la boda, los protagonistas son dos de mi mejores amigos, Alice y Jasper. Conocí a Alice a los ocho años cuando su madré empezó a salir con mi padre y nos hicimos hermanas ese mismo día. Jasper fue algo incluso más fácil de encontrar, o debería atribuirlo al destino. Fue una de esas locas aventuras que Alice y yo creíamos tomar; un viaje de ocho horas a Forks. Alistamos el entretenimiento, la comida, los turnos al volante, las atracciones turísticas en el camino, incluso cargamos al estéreo audio libros para sentirnos estudiantes responsables... Todo, menos la gasolina. Así qué a dos horas de la gasolinera más cercana Alice y yo fuimos rescatadas por Jasper Cullen, quien no se enamoró inmediatamente de mi hermanastra ya que se despidió sin dejar su nombre completo, número o email. Falta decir que ese verano Alice se la pasó hablándome del guapo héroe de la carretera hasta que se le olvidó. Dos años después lo encontramos en un pequeño viaje que tuvimos a la ciudad que nunca duerme, el lugar donde yo próximamente haría mi servicio y Alice ignauraría su pastelería. Sólo que esta vez mantuvieron el contacto, con llamadas, mensajes y esporádicas visitas. Tres años después, todos asistíamos a la gran boda.
❤️
–Te ves hermosa–. Fue el juicio de Ángela mientras sobaba su pancita de embarazaba en este bonito vestido lila que Alice escogió para sus damas de honor.
–Estoy lista–. Los emotivos ojos de mi hermana se enfocaron en los míos y las puertas de la iglesia se abriendo, dando paso a un llorón Charlie y una preciosa Alice.
El resto de la ceremonia fue para recordar toda una vida. Vi feliz a mi querida Alice, Jasper estaba tan nervioso que se equivocó al tomar el anillo de Alice, tomando el suyo pero al final, salieron por esas puertas como marido y mujer.
Las siguientes horas las pasamos en uno de los terrenos que pertenecía a los Cullen, se encontraba a las afueras de la ciudad y Jasper, un excelente arquitecto de paisajes, se había encargado de convertirlos en un lugar mágico. Alice sólo pidió algunas modificaciones hace algún tiempo para poder tener la recepción a la boda ahí.
–Cánada será un buen cambio–. Intentaba convencerse Jessica.
Mike le sonrío mientras todos asentíamos en apoyo a nuestra amiga, víctima del traslado de su esposo que cambiaría toda su vida por amor.
Alice había dejado una mesa para nuestros viejos amigos de Forks que no tendrían con nadie más con quien hablar más que conmigo y entre ellos.
–Perdón por llegar tarde–. Escuché una voz conocida detrás de mi.
Me giré hacia una guapa rubia, ceñida por un entallado vestido rojo para matar, mortalmente conocida como Rosalie Hale.
–Siéntate y respira, mujer –. Indiqué su lugar a mi lado derecho. –Rosalie trabaja conmigo en el hospital, antes vivía en Canadá–. Les presenté a todos y antes de que Jessica la bombardeara con preguntas, añadí más bajo: –nos cambiaremos de mesa en un momento, Edward trajo una cita y les cederé mis lugares.
–¿Una cita a la boda de su hermano? Sería algo muy serio para nuestro Playboy.
Rodé los ojos.
–Edward no es un Playboy.
Rose río.
–Claro y yo conoceré al amor de vida en esta fiesta que me salvara de los sábados de frituras y televisión por cable.
Esta vez me reí yo.
–Ok, en ese caso Edward se casó este fin de semana y acaba de traer a su dichosa esposa a la boda de su hermano para presentarla con toda la familia.
La cara de Rosalie perdió color mientras miraba un punto detrás de mi y entonces mi propio rostro perdía color al girarme. Edward y un chico alto y corpulento se encontraban detrás de mí. El primero con las cejas levantadas y el segundo con la más divertida sonrisa del mundo estampada en su rostro, se acercó a mi y extendió su mano.
–Emmett McCarty–. Dijo. –O De Cullen debería añadir, la cita de Edward.
El aludido le dió una palmada en la espalda.
–La muda actual que siempre es una bocona es Bella Swan–. Me presentó Edward. –Y la guapa rubia a su lado es Rosa...
–No necesito que me presentes, idiota–. Interrumpió Rosalie. –Me llamo Rosalie Hale y lamento que ya no estés disponible para el mercado.
Emmett levantó la cejas y una sonrisa se extendió por su rostro. Yo, aún algo apenada por mi comentario anterior, no me sorprendió el comentario de Rose. Ella siempre iniciaba las cosas con los hombres que le gustaran.
–Edward ve a saludar a tus padres, yo me quedo con tus amiga.
Rodé los ojos, al parecer Rosalie tendría diversión en esta fiesta.
Me levanté para que Emmett se sentará en mi lugar y acompañé a Edward.
–Nada personal, perdón, pensé que traerías a una chica. ¿Por qué llegaste tarde?
–Porque acabo de casarme en Atlantic City el fin de semana y estoy resolviendo como poner fin a este loco matrimonio, así que pasé por Emmett para que conozca a mi familia pero le lleva más horas arreglarse que a cualquier chica que conozca.
Rodé los ojos por su estúpido chiste.
–¡Aquí están ustedes dos!
Una borracha Alice nos abrazó por detrás, Jasper la seguía cuidando que no se tropezara con el largo vestido de novia.
–Alice cariño, debemos irnos–. Instaba mi, ahora, cuñado.
–Pero Jazzyyyyy–. Arrastró su nombre–. ¡Estoy con mi hermana y mi cuñado favorito! ¿Saben que si ustedes dos fueran pareja, Edward y yo seríamos cuñados doblemente? Sería algo así como cuñados al cuadrado pero Bella sería también mi concuña... ¡Seríamos concuhermanas!
Ok, a Alice se le habían pasado mucho las copas. Se río como loca, antes de bailotear e ir a bromear con otros invitados delante de un preocupado Jasper.
–Deberíamos ayudar–. Susurré mientras veía como Alice sostenía la peluca de algún desconocido en la mano.
–O divertirnos–. Propuso Edward al tiempo que pasaba un mesero y le pedía dos bebidas, me extendió una–. Si la novia ya esta ebria, faltan las damas.
El resto de la fiesta, aún no lo recuerdo bien. Recuerdo haber bailado con Edward, luego ambos cambiamos parejas y terminamos peleando por saber quien había conseguido al más atractivo. Algunos de mis compañeros se despidieron de mí, esperando que volviéramos a vernos durante su estancia en NY, antes de regresar a Forks. Luego Edward dijo que no podíamos conducir, ya que los dos habíamos disfrutado de las copas, así que llamó a su chofer.
–¿A dónde?
Le indicó mi dirección pero supongo haberme quedado dormida en el camino. Sólo desperté cuando Edward me llevaba cargada por las escaleras. Abrí los ojos mientras la borrachera sólo me hacía pensar que Edward tenía perfectamente definido los triángulos del cuello, hasta podría pedirle que me sirviera como modelo anatómico para alguna demostración a los nuevos. Bajó la mirada hacia mi cuando iba a dejarme sobre mi cama.
–Eres la más divertida de las citas, Swan.
Gire sobre mí y le aventé una de mis almohadas.
–No sabes nada de citas Cullen, cállate.
Se río un poco antes de sentarse a mi lado.
–Debería darte mis referencias, estas muy equivocada.
Dejé caer mi cabeza sobre sus piernas.
–¿Emmett es un buen tipo?
Edward me miró sorprendido mientras levantaba las cejas.
–Se fue con Rosalie y aunque ella sabe cuidarse sola, si Emmett le gustó de verdad mañana me preguntara sobre él y sólo podré decirle si es de los de tu tipo o no lo es.
Me dio una sonrisa de lado y pensé que tal vez no debía decir las cosas tan directas.
–No, él no es para nada como yo–, negó para añadir: –es decente.
Rodé los ojos, en otra situación tal vez me hubiera disculpado.
––Somos tan patéticos que aquí estamos, en mi habitación hablando de la decencia de otro–. Solté–. Deberíamos de tener sexo y hacer otra de esas ridículas comedias románticas donde dos amigos se enamoran por sexo sin compromiso.
Solté un risita.
–Guau, tranquila Swan, invítame a salir primero.
–No puedo, entonces saldrías huyendo y jamás llegaríamos a la parte en la que estamos sudados en mi cama.
Edward se río un poco, sostuvo mi cabeza mientras se acomoda mejor.
–Claro que no, a diferencia de ti, seré un buen amigo y diré que eres una persona bastante decente.
Sonreí a mi estilo patético.
–Tú... Podrías ser decente. ¡serías más que decente!
–¡Tú podrías ser la Reyna de las citas!
–No, tú lo serías.
–No, tú.
Ok, tal vez ahora estábamos con el mismo raciocinio que Alice, mi concuhermana.
Suspiré.
–En Forks éramos cinco chicas que solíamos hacer todo juntas, nunca me lleve bien con las demás niñas pero Alice era más social y creamos un club–. Agité la mano para borrarle importancia. Edward Sonrió. –El día que la madre de Alice y Charlie se casaron el club se reunió en la fiesta, todas querían hablar de como sería su propia boda, todas menos yo, les dije que no quería casarme nunca, que no haría algo tan soso como eso...
Me callé, normalmente le contaba todo y aún no entendía por qué. Él también calló, no insistió en que continuara y su estúpido silencio hizo que continuara.
–Ese club éramos Alice, Ángela, Jessica, Marie y yo. Marie no pudo venir porque su embarazo se tornó delicado y le prohibieron los viajes, Áng acaba de pedirme que este presente en su cesárea, Jessica se mudará a Canadá con su esposo y hoy, Alice acaba de casarse y yo, bueno yo–, tartamudee.
–Estas conmigo–. Me acomodó en sus brazos a modo de abrazo.
–No, sabes a lo que me refiero–, negué sin poder evitar respirar su aroma y sentir el calorcito de su pecho en mi espalda. No podía negar el atractivo de Edward, nunca. –Me gustaría haber llevado a alguien a la boda de mi hermana, no haberme puesto ebria y venir a mi casa, mientras tonteábamos con la idea de una boda.
Alcé mi cabeza para asegurarme de que mo se estuviera burlando de mi en tal estado pero me sorprendió. Tal vez fuera la emoción de toda la noche, el hecho de que no haber visto a Edward en casi dos semanas, lo que es mucho en comparación, pero me observó como no lo había hecho antes. Eso antes de acercarse más hacia una petrificada Bella Swan y besarla, besarme.
Comenzó atrapando mi labio inferior suavemente, acariciando lo entré los suyos, humedeciendolo un poco antes de separarse apenas y darme castos besos pequeños. Estaba quieta mientras disfrutaba tras la eternidad que parecía desde la última vez que alguien me había besado. Después de un momento comenzó a separarse y la fantasía empezó a alejarse de mi arañandome un poco, me negué. Cuando se separó por completo, tomé de su cuello y volví a acercarlo a mi. No supe en que momento dejé de pensar en lo normal, que no debía de estarme besando con Edward en mi cama, que no era buena ida. Oh si. Fue cuando dejo de besar mis labios para mudarse a mi cuello. Crucé mis manos detrás de su cuello olvidando lo normal hasta que sonó un teléfono. El suyo. Me separé
–¿Si?
¿La voz de Edward estaba ronca? ¿Y yo estaba entre sus brazos? Me separé aún más. Colgó.
–Es el chofer–. Señaló su teléfono. –Se preguntaba si me quedaría aquí para poder irse.
–Oh.
–Ya es algo tarde, así que me iré–. Se levantó.
–Ah.
Asentí cual retardada.
–Buenas noches–. Se despidió tras desaparecer por mi puerta.
❤️
Sentía que mi cabeza estallaría en cualquier momento, pasé comprando un suero antes de llegar al hospital. Apenas entrando fui directo a recepción para firmar mi entrada; veintitrés horribles minutos tarde. A pesar de haberme despertado una hora antes de lo usual, el día de hoy el tráfico y mi resaca se habían hecho amigos para complicarme la mañana. Buenas únicas noticias de esto: ahora que Alice era una mujer casada y se iría a vivir con Jasper, ya venderíamos el departamento que compartíamos y podría conseguir un lugar más cerca para vivir. Eso casi hizo que firmara mi retraso con una media sonrisa antes de verlo.
Fruncí el ceño, Erick se veía especialmente hermoso hoy, tomó un poco más de su café americano con una pequeña cucharada de azúcar sintética, agitado sólo una vez porque decía que así podía sentir pequeños granitos de azúcar en la lengua cuando llegaba al último sorbo. Metió la pluma MontBlack en una de las bolsas de su bata mientras cerraba el historial de su último paciente y suspiraba, sentí un cosquilleo en el estómago. Entonces, levantó la mirada y sus ojos de color zafiro-podría verlos todas las mañanas de mi vida sobre mi almohada- se fijaron en los míos, que otra vez, lo estaban viendo como una colegiala enamorada.
Me sonrío y se formaron unas pequeñas arruguitas a los lados de sus ojos, antes de inclinar la cabeza en despedida y desaparecer en camino a salvar otra vida.
-Chica, si no respiras, no llegarás ni al final del día para pasarle el bisturí.
Menos distraída pero aún con el espantoso dolor de cabeza no me reí del pequeño chiste Sara, una enfermera de 64 años que debería de dar de alta mi salida en lugar de hacer chistes sobre mi tonto enamoramiento con Erick Sherman.
–Bella que bueno que llegas–. Rose se apareció por el pasillo. –Susan me ha asignado a uno de tus pacientes pero la señora Platt se niega a recibir la quimio de alguien que no seas tú, se ha puesto como una loca incluso con sólo buscar su ficha.
La señora Platt era una de mis pacientes más difícil, había perdido la memoria hace cuatro meses en un accidente de autos, recibió un fuente golpe que es demasía complicado de tratar por su edad. El Dr. Sherman hizo un gran trabajo, los siguientes días todos los involucrados buscamos alguna forma de hallar a su familia pero lo único que encontramos fue una gran mancha en el pulmón derecho, estudios después, la mujer escucho por segunda vez en su vida que tenía cáncer, sólo que esta vez, en etapa terminal. Los meses siguientes hemos administrado la quimio para mejorar su estancia.
–Buenos días señora Platt –La saludé por el nombre o apellido que tenía en un collares cuando llegó. Rose entró detrás de mi.
–Doctora Swan, ya le he explicado a la rubia que no me dejaré picar por ella.
–Vieja caprichosa, si sigue así, Susan la castigará y vendrá a picarla ella misma.
La a señora Platt río.
–Sólo quería que me contarás como fue la boda de Alice.
Rose y to sonreímos. Dado que su memoria no había vuelto más que por locos sueños con un tal Carlos, muchas veces me había pedido que le contará cosas de mi vida hasta que terminó siendo mi diario personal.
–Debriamos preguntarle a la doctora Hale en ese caso–. Señalé mientras retiraba el empaque de un catéter y le indicaba a Rose que se acercara para hacerlo ella–. Después de todo, fue ella la que consiguió una cita ahí mismo.
Los ojos, ya un poco arrugado de la mujer, se iluminaron un poco.
–Seguramente era muy guapo, como mi Carlos–. Suspiró.
–No fue una cita–. Se defendió Rose al salir de la habitación–, sólo no divertí...
–¿Se volverán a ver?
La interrumpí.
–Sí, tal vez... Mientras esta aquí acordamos que sería divertíos vernos otra vez–. Actuó como sí no fuera la gran cosa pero Rosalie Hale no tenía segundas citas a la ligera–. Cuando termine de ayudar a Edward, se irá y ya.
–¿Ayudando a Edward?
Se encogió de hombros.
–Es su abogado.
–Pero si trabaja e la empresa aquí, ¿ no tendría por que irse?
Rose rodó los ojos.
–No lo sé Bella, estoy trabajando, no pensando en hombres. Deberías hacer lo mismo.
Ouch, deje que se fuera antes de darme cuenta lo que había insinuado pero no era esa mi verdadera pregunta. Sino más bien, ¿por qué necesitaría Edward un abogado ajeno al bufete que trabaja para el mismo?
Resultó que Rosalie tenía razón, el resto del día no pude pensar nada más que no equivocarmede expediente, no caerme por los pasillo ni matar a nadie en el intento de sobrevivir al día.
Era a viernes después de todo y Rose y yo habíamos planeado una noche de frituras y televisión por cable para las dos. Alice llamó al terminar mi turno para informarme de su mágica luna de miel. Le entregué unos papeles a Susan que me había pedido y manejé para no llegar tan tarde a la de Rose.
Cuando por fin llegué a su departamento en la parte norte de la ciudad me extrañó un poco el auto estacionado en la entrada, Rose odiaba manejar en la ciudad, razón por la cual su casa se encontraba a diez minutos caminando del hospital.
Al tocar la puerta me sorprendí por quien la abrió, nada menos que el mortalmente conocido como Edward Cullen.
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