El regreso de Mikan
Resumen: Han pasado tres años desde que Mikan murió en una misión de la academia. O eso creían todos, porque ahora Mikan ha vuelto, pero muy cambiada. ¿Qué habrá pasado?
¡Kyaaaaaaaaa! ¡Estoy muy emocionada! Este es el último capítulo de El regreso de Mikan. Estoy muy nerviosa, y espero que este último capítulo esté a la altura… Pretendo hacerlo lo mejor, más emocionante y más emotivo posible. No sé si lo conseguiré, la verdad… Quiero que sea más largo de lo que suelo escribir. Como más de 3000 palabras, o de 4000, me atrevería a decir... Eso sí, cuando termine este capítulo inmediatamente me pondré con el epílogo, que espero también que sea de vuestro agrado. Por lo tanto, no tardaré tanto en publicarlo: como unos días o así. Sin llegar a la semana, me parece. Bueno, bueno… Volviendo a la historia. Sé que en el capítulo anterior os deje con la intriga. ¿Quién ha aparecido junto a Mikan y Natsume? Yo creía que lo ibais a adivinar, pero veo que me equivoqué. Supongo que no es tan obvio, jejeje. En fin… ¡disfrutad del capítulo!
NOTA: Gakuen Alice no me pertenece pero la historia es mía y solo mía ;)
(Texto)=comentarios míos
Texto= pensamientos de los personajes
~Texto~= mensajes por telepatía
En el capítulo anterior…
-¡No tan deprisa! *Alguien aparece repentinamente al lado de Mikan y Natsume y los protege con una barrera anti-alice, impidiendo que los ataques del enemigo lleguen hasta ellos.*
-¡Tú! *Mikan está sorprendida y a la vez enfadada* ¿¡Qué diablos haces aquí!?
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Capítulo 18: La batalla que lo acabó todo (Final)
PDV Normal
-¡Tú! ¿¡Qué diablos haces aquí!? ¡Deberías estar en el hospital!
-Así que, al fin y al cabo, esta es tu decisión, Ruka.
Éste no contestó, se limitó a ordenar a los animales que atacaran a los enemigos que los rodeaban mientras les susurraba a sus amigos no-humanos un "lo siento" por obligarlos a hacer tales cosas horribles. No había tiempo en ese momento de hablar, para fastidio de Mikan, que dedujo que su amigo rubio se había escapado con ayuda de algún animal. Ya se había esperado que la desobedeciera, pero aún estaba molesta. Le dirigió una gélida mirada al chico recién llegado como diciendo "ya hablaremos de esto luego" y de nuevo volvió a centrar toda su atención en la pelea.
La repentina aparición de Ruka en escena de alguna forma motivó a Natsume y a Mikan a pelear con aún más fuerza y determinación que antes. Entre los tres, pronto consiguieron dispersar al grupo enemigo que hasta ese momento los tenía rodeados y a punto de matarlos.
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En otra parte...
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Meiko se encontraba en esos momentos peleando junto a un grupo de esbirros de Shihowaito. Tenían como adversarios a una gran cantidad de servidores de Kounji, aunque no eran gran cosa para el conjunto al que Meiko pertenecía, que estaba formado por varios de los subordinados más fuertes de Shihowaito. No les costó demasiado vencerles, tal vez habían perdido alguna que otra persona, pero ninguna baja realmente notoria.
Eso sí, aunque los enemigos a los que se enfrentaban no eran gran cosa en comparación con ellos, poco a poco el grupo se fue reduciendo debido a esas una o dos pérdidas por cada cuadrilla entera que vencían. Al cabo de varias horas, de todo el grupo en el que Meiko era partícipe, solo ella quedaba, y nadie más. Por suerte, para cuando murió su último compañero de cuadrilla, apenas quedaban enemigos que matar en esa zona.
Miró impasible cómo manaba sangre de la herida mortal en su último enemigo por el momento, causada por ella.
De repente, notó cómo le recorría la espalda desde la nuca la desagradable pero conocida sensación de que la estaban observando. Se dio rápidamente la vuelta y miró a su alrededor buscando el origen de aquella sensación.
Frente a ella y a unos diez metros de distancia vio que se encontraba un hombre de aspecto siniestro, al que reconoció en el acto como el torturador a órdenes del fundador, jefe y director de la OYS.
¿De dónde demonios ha salido éste? Pensó poniéndose aún más tensa de lo que estaba antes, si eso era siquiera posible.
Era un hombre de unos treinta años, de pelo negro que casi le tapaba los ojos con el flequillo. Sus ojos, de un color a medio camino entre el azul cielo y el verde, refulgían con un brillo sádico, aunque su rostro estaba totalmente tranquilo y sin ninguna expresión determinada, cosa que le daba un aspecto un tanto escalofriante.
Tenía unos músculos bien esculpidos, y era bastante alto. Como vestimenta, llevaba una camisa sin mangas de color negro, unos pantalones anchos de color plateado (Yo: Sí, plateado, como leéis), unas botas enormes negras que quedaban sobre los pantalones y dos brazaletes iguales (uno en cada mano) hechos de lo que parecía una especie de cuerda trenzada plateada.
-Koromaru –dijo Meiko con cautela-. No te veía desde hacía un tiempo.
No le convenía andar diciendo cosas innecesarias frente a él, para evitar que se molestara por alguna razón estúpida y lo pagara con ella. A nadie, en realidad. A aquel tipo se le acababa la paciencia demasiado rápido, y cuando su humor se veía turbado por alguien (alguien que no fuera su jefe, Shihowaito), le solía hacer pagar a esa persona por medio de alguna de sus cientos y cientos de técnicas que tenía para torturar a la gente, tanto física como psicológicamente.
Koromaru era alguien más fuerte que Meiko. Por eso, en situaciones normales siempre procuraba tener cuidado con el moreno que tenía en ese momento frente a ella.
En situaciones normales, recalco. Ya que aquella no era una situación normal. Aquella era una situación excepcional para la que Meiko llevaba mentalizándose apenas un día.
Había decidido buscarle las cosquillas.
Había decidido pelear con él.
Había decidido matarle.
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En un lugar distinto a los dos anteriores...
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El director de la escuela primaria, Kounji, estaba postrado en su cama totalmente indefenso y débil, incapaz de defenderse por sí mismo de cualquier ataque enemigo debido a su enfermedad provocada por esa mujer de la que ya se había vengado, tres años atrás.
Sin embargo, confiaba en que nadie que quisiera le conseguiría hacer siquiera un rasguño. Solo dentro del enorme y lujoso cuarto donde se encontraba en esos momentos había, vigilando y protegiéndole aun a costa de su vida, diez guardaespaldas grandullones contratados por él mismo, que además eran en su mayoría propietarios de un alice.
En el pasillo en el que se encontraba la puerta a su cuarto, había otros diez, en toda la planta, cincuenta. Y en todo el edificio, unos cien guardaespaldas demasiado bien pagados estaban asegurándose de que nadie pudiera llegar hasta él. Alrededor de un 70% de ellos eran alices, y los demás estaban bien entrenados en defensa personal y artes marciales.
Y por esa razón de peso, Kounji estaba absolutamente tranquilo, viendo el desarrollo de la batalla a través de un gigantesco monitor ligado a una serie de cámaras de vigilancia que grababan en directo y con una calidad excepcional cada zona en el que había gente luchando (gente de su bando, gente de la OYS y alumnos y profesores varios que solo querían lo mejor para la escuela y sus habitantes).
Sonrió de lado. Tras machacar a los de la organización enemiga, la OYS, y a su jefe planeaba mandar a que secuestraran a Mikan Yukihara, la última portadora del alice del robo, heredado de su difunta madre.
Hecho esto, planeaba ordenar que la torturasen hasta que aceptase extraer de su cuerpo las piedras alice incompatibles de él. Para así poder recuperar su forma adulta original, su poder y su fuerza original. Sería muchísimo más poderoso que antes, y podría estar mucho más cerca de dominar el mundo que antes.
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Otro lado...
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Riusaki se encontraba peleando contra gente de la OYS. En ese momento había escogido usar las artes marciales.
Esquivó el puñetazo de un tipo con facilidad y le agarró por el cuello mientras le pagaba un efectivo puñetazo en el estómago que lo dejó inconsciente. Oyó a alguien acercársele demasiado por detrás y le echó al hombre sin sentido que aún sujetaba con la mano encima, tirándolo al suelo. Inmediatamente después le pegó una patada en la cara, también consiguiendo que perdiera el sentido. Lanzó una patada ascendente y otra lateral a dos hombres y los agarró por el pelo a los dos chocando sus frentes con fuerza.
Siguió peleando así hasta que ya no quedaron enemigos en la zona, y entonces recibió un aviso de que alguien estaba intentando comunicarse con él por telepatía.
~Riusaki~ Era Yoko, otra persona de confianza de Shihowaito, pero que estaba por debajo de Riusaki. ~Shihowaito-sama ordena que te presentes frente a él. Deja lo que quiera que estés haciendo en estos momentos y ve inmediatamente a su despacho~ ~Entendido, de todas formas ya había terminado por esta zona~
Rápidamente y sin perder más tiempo, Riusaki cortó la conexión con Yoko y se transformó en un pequeño gorrión para pasar desapercibido más fácilmente y salió volando en dirección a fuera de la academia.
No salió de la ciudad, sino que fue a parar a un lujoso hotel de cinco estrellas no muy lejos de donde se encontraba la Gakuen Alice. Sabía exactamente en qué piso, en qué cuarto y tras qué ventana, que se encontraba abierta, se había alojado el director y fundador de la OYS.
Entró por la ventana y se posó en el suelo. Menos de un segundo después volvía a ser un joven con cara de emo deprimido.
-Ordenó que me llamaran, ¿verdad, señor? ¿Quiere algo?
-Riusaki, tu trabajo en la academia Alice ha terminado por el momento. Ahora te encargarás de ser mi guardaespaldas, por si acaso.
-De acuerdo, señor.
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En algún lugar de la academia…
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Meiko y Koromaru se encontraban el uno frente al otro. La una se preparaba para lo peor, y el otro la miraba con curiosidad y expectación. Intuía que en ese lugar y en ese momento ocurría algo con la chica, y simplemente esperó a que ella dijera algo.
-Hey, Koromaru –empezó a decir Meiko con un notorio tono de burla-. Menuda mañanita, ¿eh? Hay muchos enemigos, aunque no nos necesitamos más que a nosotros mismos. ¿Cómo tú por aquí? ¿No deberías estar jugando con alguno de esos cuchillitos tuyos con algún desafortunado en un cuarto oscuro?
Para fortuna o desgracia de la chica con el pelo lila, Koromaru no tardó en dar muestras de enfado e irritación. Sus ojos azules o verdes se tornaron aún más fríos, sus puños se cerraron con fuerza, su ceño frunció, su mandíbula se tensó y sus dientes rechinaron de forma desagradable.
-¿Es que quieres pelea, chica?
-Exacto, eso es justamente lo que busco: pelear contigo. Ya sabes por qué, ¿verdad?
-¿Quieres vengarte de mí? –preguntó Koromaru soltando una carcajada burlona- ¿Ahora, después de tanto tiempo?
-Sí, después de tanto tiempo. He decidido que quiero matarte.
-Pues, chica, acabas de cometer un grave error.
Y, así, comenzó la pelea.
De algún lugar llegó volando una gran viga de acero desprendida de algún edificio cercano. Mientras se acercaba a los dos presentes, la viga se fue convirtiendo en una peligrosa lanza muy puntiaguda y filosa de acero.
Sin que Meiko tuviera que mover un solo músculo, la ahora lanza fue directa hacia Koromaru, quien la esquivó con pasmosa facilidad.
En el suelo, a unos metros más allá, se encontraba una enorme bolsa en la que la chica no había reparado antes. De allí salieron unas cuantas rocas puntiagudas que fueron directos a Meiko. Al parecer, Koromaru (quien tampoco necesitaba moverse un milímetro para usar su alice) las estaba controlando con telequinesis.
Pronto, se dio una lucha bastante curiosa de ver, en la que los dos adversarios no movían un músculo (ni siquiera parpadeaban) mientras lanzaban objetos peligrosos a su oponente con la mente mientras de defendían con otros objetos, controlados esos también con la mente.
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En otra parte…
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Narumi-sensei caminaba con decisión hacia la entrada del edificio. Sabía perfectamente la situación en la que se encontraba: poco a poco, la batalla había ido avanzando. Los esbirros de Kounji iban disminuyendo de cuando en cuando, y a veces un grupo pequeño de guardaespaldas (alices) no tenía más remedio que salir a ayudar a los de su bando.
Nunca volvían.
Poco a poco, el número de guardaespaldas se reducía, y ahora quedaban apenas un cuarto del número original. Todos los que quedaban (excepto los de dentro del cuarto de Kounji) no poseían un alice, así que sería realmente fácil sin contar con los diez restantes protegiendo a Kounji en su mismo dormitorio.
Kounji, por supuesto, no era tonto. Sabía que su personal estaba reduciéndose en número y calidad. Pero estaba muy enfermo y débil, además de que no había cámaras en el interior del edificio. No era consciente de que Narumi-sensei estaba aturdiendo con su alice y/o matando a los guardaespaldas que quedaban en el recinto.
Por eso al rubio se le hizo tan fácil, aunque no se confió. Cuando llegó a la puerta tras la cual se encontraba el director de la escuela primaria, se preparó mentalmente para lo que se le venía a continuación. Sabía que contaba con el factor sorpresa.
Respiró honde y se dispuso a entrar echando la puerta debajo de una potente y efectiva patada.
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De vuelta al lugar anterior…
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La pelea estaba llegando a su fin. Tanto Meiko como Koromaru lo sabían. Por cada segundo que pasaba, la chica estaba cada vez más determinada a matar a aquel tipo que le arruinó la vida. No solo la suya, sino también la de sus seres queridos.
Ella no había usado en ningún momento su otro alice, el del miedo. Sabía perfectamente que a él no le afectaba en lo más mínimo, ya que los alices modificados por él no le hacían efecto.
Entonces, Meiko sintió que había alguien más observándolos a los dos. Por suerte, Mikan y Natsume se encontraban escondidos tras unos matorrales justo de espaldas al torturador de la OYS.
Vio como Natsume permanecía impasible mientras que Mikan la miraba con un poco de preocupación. De alguna manera, dedujo sus intenciones y, sin perder el tiempo, les mandó a los dos un mensaje a través de la telepatía.
~Mikan, Natsume. Por favor, no interfiráis. Esto es entre él y yo~ ~Pero pareces necesitar ayuda. Tanto tú como yo sabemos que Koromaru es alguien muy peligroso y que hay que tener mucho cuidado con él~ ~He dicho que no interfieras, Mikan. Esto lo he elegido yo. Quiero matar a este tipo con mis propias manos. O, mejor dicho, con mi propia mente~
Mikan suspiró, exasperada. Sabía que aquello no iba a durar mucho más tiempo. En cualquier momento, uno de los dos moriría sin remedio. Pero lo dejó estar, y solo se dispuso a ver qué ocurría a continuación.
Tanto Meiko como Koromaru respiraban con pesadez, cubiertos con múltiples heridas hechas por su adversario. Aquel era el momento. El momento decisivo que lo cambiaría todo.
Entonces ocurrió: todo sucedió muy deprisa. Una lanza gigantesca hecha de metal se clavó directamente en el corazón de Koromaru y atravesándolo de lado a lado. Murió en el acto.
Meiko apenas tuvo tiempo para celebrar su victoria y su venganza, porque sus piernas comenzaron a desfallecer y dejaron de sujetar su cuerpo. En el momento en el que comenzó a caer, Mikan, que se había levantado para ayudarla, se vio absorbida por una especie de fuerza que tiraba de su ser. De repente, Mikan se vio ante una serie de imágenes que pasaban cerca de ella velozmente, aunque Mikan por alguna razón podía ver perfectamente el contenido de cada imagen.
En algún lugar fuera de la academia, pero dentro de la misma ciudad de Tokyo, Riusaki tuvo la misma visión que su alumna. Sin saber qué estaba pasando, solo quedó en silencio, esperando...
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Una mujer de cabello lila y ojos castaños está vaciando rápidamente un armario y unos cuantos cajones para después meter su contenido en una gran maleta de color rosa.
Por encima del sonido que produce el desenfrenado frenesí de la mujer sin nombre, se puede oír de fondo lo que parece un hombre intentando darle de comer a un bebé. Aunque no se podría decir con exactitud, parece que al hombre le está costando lo suyo hacer que el bebé coma sin escupirle la comida a la cara.
La mujer ha terminado de hacer la maleta. De manera silenciosa, sale de la casa en la que se encuentra. Parece que no volverá, nunca más.
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Dos niños pequeños de unos tres años (un niño y una niña) juegan felizmente en el patio trasero de lo que parece ser su casa. El niño tiene los ojos castaños y el pelo de un rojo furioso, al igual que la niña a su lado. Ríen y juegan mientras el niño alza un brazo y lo que parece una bola de metal del tamaño de una mano se convierte en un bonito caballo de juguete, hecho también de metal. La niña también alza su brazo, pero éste no se detiene. Sigue extendiéndose hasta llegar al tejado, de cuyo borde se agarra fuertemente. La niña usa su otro brazo (extrañamente moldeable) para impulsarse y subirse así al tejado de la casa.
Al fondo, junto a la puerta trasera, se encuentran otra niña, esta vez de unos diez años, y un hombre de mediana edad. La niña tiene los ojos verdes y el pelo lila, mientras que el hombre, ojos castaños y pelo rojo intenso.
Los dos miran con cariño a los pequeños, sin preocuparse en absoluto de si lo que están haciendo es peligroso o no. Saben que su alice no se volverá en su contra.
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El mismo niño pequeño de la anterior visión se encuentra solo. Sale del jardín de su casa persiguiendo una mariposa a la que intenta atrapar con un cazamariposas. Sale de la casa despreocupado y se encuentra en la calle, pero no parece darse cuenta.
En ese momento la niña de diez años sale de la casa y ve al niño en la calle. Se apresura a salir para prevenirlo, pero no se da cuenta de que un coche llega a toda velocidad en dirección a su hermano.
Para cuando lo ve, ya es demasiado tarde. El conductor, muy asustado, ya ha visto al pequeño he intenta frenar, pero no lo puede hacer a tiempo y su coche lo golpea irremediablemente.
El niño no se mueve.
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Es un hospital. Un doctor con pinta de estar triste les explica algunas cosas a un hombre desolado y una niña muy callada, que lleva sujeto un carricoche doble en el que solo hay una niña pequeña durmiendo. Al fondo, el que parece el conductor de la visión anterior está sentado en una silla con la cabeza agachada mientras se agarra la cabeza con las dos manos.
Parece que el niño, llamado Kenshin, ha sobrevivido de milagro, pero ha quedado tetrapléjico y nunca más podrá mover su cuerpo. Además de que parece que ese "milagro" no permanecerá durante mucho más tiempo. Kenshin solo con mucha suerte llegará a la adolescencia.
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La casa está en silencio. Hasta hacía un momento se podía escuchar la voz de Meiko entonar una nana para su hermana, la pequeña Hanabi. Sale de su cuarto tras haber dormido a la niña. Piensa en cómo hasta hacía tan solo dos meses en la habitación se podían encontrar dos camas, y no una, como ahora.
Entra a la sala de al lado y mira a Kenshin, ya dormido, en una cama especial conectada a muchos aparatos y máquinas evitan que haya algún problema. Aun así, Meiko y su padre se turnan para pasar la noche en el pequeño colchón inflable del suelo. Hoy le toca a ella.
Se dispone a acostarse en él antes de echarle un pequeño vistazo a su hermano.
De repente, se oye un fuerte golpe proveniente de la estrada de la casa. Alguien ha entrado a la casa por la fuerza. Su padre y ella salen de donde se encontraban para ver qué ocurre, y un cuchillo sale volando en dirección al pelirrojo.
Meiko ve cómo el cuchillo se hunde en el pecho de su padre, pero no puede hacer nada: está en estado de shock.
Un hombre, que Mikan y Riusaki reconocen como Koromaru, la mira con crueldad y la lleva en volandas hasta la habitación de Kenshin, mientras otro hombre aparece con una Hanabi dormida (tal vez inconsciente) en brazos.
Como en un sueño (o en una pesadilla), Meiko ve cómo una extraña mujer, que Mikan reconoció no sin sorpresa como su madre, se teletransporta en el cuarto y, sin una palabra, escucha la misión que Koromaru tiene para ella.
Parece que Kenshin, en su estado, no les sirve para nada, ya que no puede efectuar su alice (el alice del metal, con el poder de modificar y controlar a su antojo los objetos hechos con ese material) correctamente, por lo que Yuka debe robárselo e insertar la piedra alice obtenida en el cuerpo de Meiko.
Eso es exactamente lo que hace Yuka. Su rostro permanece imperturbable e indiferente. Cuando termina, Koromaru saca una pistola de quién sabe dónde y le pega un tiro al pequeño. El rostro de Yuka deja de parecer una estatua y pone una expresión de tristeza.
A continuación, alguien le entrega un fajo de billetes, y se vuelve a teletransportar fuera del lugar.
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Meiko está atada a una silla por unas cadenas que rodeaban su cuerpo. No sabe nada de Hanabi. No sabe si sigue viva o no, no sabe qué le han hecho, o si le han hecho algo, siquiera. Solo espera que no la hayan matado como han hecho con su mellizo, el pobre Kenshin.
El cuarto en el que se encuentra está oscuro, y no puede ver nada. Pero de repente escucha a alguien abrir una puerta y es capaz de ver una sombra hacer un movimiento extraño.
La luz inunda de pronto la habitación, obligándola a cerrar los ojos por unos minutos. Cuando los ha abierto, Koromaru ya se encuentra frente a ella con mirada calculadora.
Con voz tranquila, el hombre siniestro le explica que a partir de ahora trabajará para ellos, para una organización llamada la OYS. Meiko le pregunta temblorosa qué han hecho con Hanabi, pero él no responde. En su lugar, le dice que hará misiones para ellos. Pero, al parecer, aparte de su recién adquirido alice del metal (que aún no puede controlar sin agotarse totalmente), no tiene ningún alice que valga la pena para hacer misiones. El alice de la ilusión con el que nació no suele ser muy adecuado para las misiones, que digamos.
Por eso, explica Koromaru, él está ahí. Él posee, aparte de la telequinesis, un alice único en el mundo: el alice de la modificación, cuyo poder le permite modificar el alice de una persona para crear uno nuevo a partir del original, para hacerlo más efectivo en las misiones, más peligroso.
Y así, comienza su trabajo. Coloca la palma de su mano sobre la cabeza de Meiko y empieza a cambiar su alice a placer. Antes de entrar al lugar, ya había decidido con anterioridad el alice que le pondría a la chica, el alice del terror.
Mientras, ella no deja de gritar. La modificación de alice es un proceso muy doloroso. A pesar de los múltiples gritos, Koromaru ni se inmuta (ya está demasiado acostumbrado a ello); sigue con los ojos cerrados, de pie frente a ella y con la palma de la mano sobre su cabeza.
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Meiko está, cuatro años después, en la academia escondida tras unos árboles y observando cómo los amigos de Mikan son entrenados por ella y por Riusaki. ¿Por qué lo hacen? No hay nada que se pueda hacer para solucionar ese problema, salvo morir irremediablemente. O al menos eso era lo que pensaba ella antes.
Porque, al ver la interminable determinación de Mikan, llegó a la conclusión de que en la vida no había que rendirse a la primera de cambio.
Sí, ahora Meiko ha cambiado de opinión, y ese cambio de parecer será la perdición que cause la muerte de Koromaru, se dice a sí misma.
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Cuando Mikan y Riusaki volvieron en sí, se dieron cuenta de que aún seguían de pie, y que para los demás a su alrededor no había pasado el tiempo.
Mikan corrió hacia Meiko, tras haberle sido revelada la verdad. Pero, para cuando ya estaba junto a ella, la chica de pelo lila ya estaba muerta.
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En otra parte...
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Narumi-sensei abrió la puerta con una patada decidida. Usando en parte su alice y en parte sus habilidades físicas, logró vencer a los diez guardaespaldas que protegían al director enfermo (no hay que olvidar que Narumi-sensei una vez fue un peligroso alumno con mucho talento, como Natsume).
Kounji, mientras, veía cómo sus agentes caían uno a uno. Obligados a pegarse entre ellos o siendo noqueados por el profesor rubio. Su expresión era de ira absoluta, pues no quería aceptar que su vida terminaría allí y en ese momento. Aún tenía mucho por hacer, se decía. Aún le faltaba mundo por dominar, se lamentaba. Pero no podía moverse, siquiera.
Nada lo salvaría del odio de Narumi. No esta vez.
Con una tranquilidad y frialdad nada propia de él, sacó un cuchillo de su bolsillo. Y, antes de acercarse a Kounji lo suficiente, sonrió.
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En otro lugar...
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Yuki Shihowaito veía alarmado a la pantalla que le mostraba el cadáver del que había sido el único propietario del alice de la modificación, que se perdería para siempre. Tras él, Riusaki lo miraba con gravedad.
-Ya no tendré esa ventaja de poseer alices únicos en el mundo en mi poder –masculló, sin darse cuenta de que lo decía en voz alta.
Detrás de él, Riusaki estaba tranquilamente sacando su pistola del cinturón y quitándole el seguro. Apuntó a la cabeza de su jefe.
-Al igual que ya no tendrás la ventaja de seguir con vida –dijo.
Y apretó el gatillo.
Abcdefg
¡Yaaaaaaaay! ¡Ya solo falta el epílogo! Es la primera vez que escribo el capítulo final de un fanfic largo. ¡Estoy muy emocionada! Espero que os haya gustado este capítulo final y que os guste también el epílogo, que subiré mañana. O posiblemente, hoy, si me da tiempo.
Quiero daros las gracias por el apoyo de la historia, que como es mi primer fanfic largo, pienso que deja muchísimo que desear, sobre todo el principio. Por eso me he esforzado al máximo escribiendo este último capítulo antes del epílogo. ¿Qué os ha parecido?
Gracias también a las personas que dejaron su review en el capítulo anterior, que son OkamiDan, Nivi Shina, Nis-chan1114 y AmiSakura. ¡Muchas gracias!
Bueno, ¡adiós! ¡Nos vemos en el epílogo! ¡Viana D'Ascolli se despide!