Capítulo 1.
A sus 30 años, Cosima saboreaba el fin de otro año más en la Universidad. El título de Doctora estaba cada vez más cerca, comenzaba el verano, y tan solo le quedaba un año para que ese título fuera suyo. Desde muy pequeña sabía que lo suyo era la ciencia y que quería dedicarse a ello toda la vida, y actualmente realizaba el doctorado en Biología del desarrollo evolutivo.
Estaba tranquilamente en su apartamento revisando el correo en su ordenador portátil cuando, al terminar de eliminar el correo basura, el mensaje de un nuevo e-mail se iluminó en su bandeja de entrada. Oferta de empleo.
– ¿Oferta de empleo? Será algún spam… – dijo en voz alta. Abrió el e-mail para comprobarlo y sonrió al leer "Campamento de verano canadiense" en letras grandes al comienzo del correo.
Contrato de trabajo de dos meses, Julio y Agosto, como monitora en el campamento. Se levantó de un salto y empezó a buscar entre los papeles de la mesa su teléfono móvil.
– ¿Dónde mierda estás? Maldito desorden. – Fue hacia su habitación a ver si estaba allí. Tampoco.
Empezó a perder la paciencia cuando empezó a sonar el tono de llamada y empezó a seguir el sonido hasta llegar a donde estaba.
El baño. ¿En serio?
– Cosima al aparato. – contestó.
– Hola, Cosima.
– Shay. – sonrió. – ¿Qué tal?
– Bien, ¿y tú?
– Genial. ¿A qué debo el placer de tu llamada? – se tumbó en el sofá, quitándose las gafas para descansar la vista.
– Te echo de menos. – la sonrisa de Cosima volvió a su cara. – ¿Te apetece… que nos veamos en un rato en el cine cerca de tu casa?
– Me parece un gran plan. ¿En una hora?
– En una hora.
La llamada finalizó. Shay era una amiga íntima suya. Una amiga con derechos. Amiga con muchos derechos.
Cosima se quedó mirando al techo con sonrisa pícara acordándose de algunos de esos "derechos" cuando sacudió la cabeza, ¿para qué había ido a por el móvil?
– Ah, sí, ¡la oferta de empleo!
Se sentó en el sofá y buscó el teléfono que facilitaban en el email para aceptar o rechazar el trabajo. Marcó el número en la pantalla de su móvil, se presentó formalmente, habló del email recibido, de que aceptaba el trabajo, y se quedó de piedra cuando le dijeron que si podría ir mañana mismo, que ellos se encargaban del avión desde San Francisco a Canadá. Al parecer pasado mañana empezaba a ir los alumnos y por enfermedad algunos de los monitores del campamento se vieron obligados a cancelar su contrato. No pudo decir que no.
Así que mañana iba al Campamento de verano, al mismo al que fue hace quince años pero esta vez como monitora, sonrió con melancolía al pensar en cuando estuvo allí.
Pero eso era mañana, ahora tenía una cita a la que acudir.
– Lo siento, de verdad, Shay. – intentaba controlar su respiración tras la carrera que se había dado desde su casa a los cines. – Ya sabes… siempre tarde…
– "así que siempre disculpándome". – terminó la rubia de ojos claros, y tras decirlo, le sonrió. – Hola.
–Hola. – Cosima sonrió de vuelta observándola de arriba abajo. – Estás increíble.
Shay vestía unos pantalones ceñidos blancos junto a una camiseta de color también claro que le llegaba hasta medio muslo. Su mirada se perdía en los ojos de la chica con gafas mientras se acercaba a ella. Con una mano agarró su barbilla y la besó en los labios, Cosima sonrió en el beso mientras sus brazos rodeaban la estrecha cintura de la chica intentando profundizarlo cuando la rubia se separó ligeramente de ella sonriendo, con sus manos aun en la barbilla de la chica.
– Llegamos tarde al cine, ¿te apetece ir a mi casa? – susurró contra los labios de Cosima, la cual levantó una ceja con una mirada traviesa.
– Directa al grano, ¿no? – Shay rió suavemente mientras asentía levemente con la cabeza, dejando que su mano bajara desde el cuello de la morena hasta su cintura, acariciando todo su costado.
Una vez llegaron a casa de la rubia los besos no se hicieron esperar, Cosima mantenía contra la pared a la chica cuando sus labios se separaron.
– Cosima… – la llamó Shay, la morena fijó sus ojos en el rostro de la rubia, dándole con un gesto permiso para que siguiera hablando. – Me gustaría hablar de algo contigo.
– Dime. – Shay la agarró de la mano y la guió hasta el sofá, donde se sentaron. – ¿Qué ocurre? – Shay se mordió el labio mientras la observaba nerviosa.
– Me gustaría… Quisiera… – respiró hondo y miró fijamente a Cosima. – Formalicemos nuestra relación.
– ¿Qué?
Shay y Cosima se conocían desde los 17 años, amigas en un principio, Cosima pasaba por un bache en su vida y la amistad que le otorgaba Shay le vino muy bien para poder recuperarse. Shay salió del armario a los 24 años gracias a ella, ya que Cosima sabía que era lesbiana desde que vio a la enfermera que le ayudó a salir del cuerpo de su madre. Bueno, vale, no es del todo cierto, en ese momento no se percató de si la enfermera estaba buena o no. Pero lo que sí es cierto es que ayudó a Shay a auto-descubrirse.
Shay pasaba por un momento por el cual toda mujer ha pasado, le gustaba una compañera del curso que estaba realizando en esos momentos. Cosima no solo la ayudó a auto-descubrirse, sino que le dio los empujones necesarios para que se lanzara a por su chica. Y así fue como Shay empezó a salir con su compañera del curso de masajes. Pero entonces pasó algo que no pudieron controlar.
Cosima y Shay quedaron un día en el piso que tenía antes la morena, Shay angustiada quería hablar de algo en secreto con ella y, claro, para eso estaban las amigas. Ese secreto acabó con Cosima riendo a carcajadas, incluso llorando de la risa, y una Shay avergonzada y al mismo tiempo molesta con la reacción de su amiga. La angustia y miedo de la rubia se podía resumir en una pregunta, una gran pregunta con muy difícil respuesta, que es "¿Cómo lo hacen las lesbianas?". Quién les iba a decir que ese día acabarían acostándose juntas.
La relación de Shay con la chica en cuestión se rompió. Obviamente las pillaron. Sí, la rubia seguía con novia mientras caía una y otra vez en la cama de la morena. Ésta última no se quejaba porque, para qué negarlo, lo pasaban genial juntas y podían hacer entre ellas lo que quisieran ya que, ante todo, eran amigas. El primer día que lo hicieron en casa de Shay fue cuando las descubrieron la novia de la rubia y el hermano de Cosima, Félix. Normalmente lo hacían en casa de la morena, pero la carne es débil y Shay ese día decidió ir vestida un tanto provocativa. Acabo en un gran drama, llevaban tres años de relación, aunque Félix se ríe cada vez que lo recuerda.
Cosima siempre había sido un alma libre, nunca había estado en una relación seria, igual había estado exclusivamente con una mujer un tiempo, pero igual nunca pasó del mes. Se había acostado con otras mujeres a la vez que lo hacía con Shay, y cuando dice a la vez es incluso al mismo tiempo.
Experimentar con Shay, con su mejor amiga, así había sido hasta ahora. Y ahora su mejor amiga quería formalizar la relación a pesar de saber que Cosima no quería formalizar nunca nada con nadie.
Volviendo al presente, Shay se mostraba más nerviosa con el silencio de Cosima.
– Shay… – Cosima se acercó a ella y acarició su pelo. – Por favor, no me hagas esto…
– Creo… creo que estoy ena… – Cosima agarró su cara y presionó sus labios con los de la rubia. No podía escucharlo, no quería.
– Shay, no lo digas, por favor. – Cosima abrió sus ojos y se encontró con unos ojos azules lleno de lágrimas. – No llores, entiéndeme. Esto que tenemos, es muy importante para mí, y lo sabes. Nuestra amistad se puede ir a la mierda por intentar tener una relación que sabes que no voy a poder hacer que dure. Vamos a romper y todo se perderá, todo lo que hemos construido entre las dos. Me encanta estar contigo, me encanta tener sexo contigo, – observó como sonreía ligeramente. – pero sobre todo me encanta tenerte de amiga. No puedo perderte, Shay.
– Perdón, soy una estúpida, no debería haber dicho nada. – Shay secó sus lágrimas con el dorso de su mano mientras miraba a Cosima sonriendo, pero ésta podía leer la tristeza en su cara. – Me encuentro un poco mal, ¿dejamos esto para otro día?
– Lo siento, Shay…
Un "no pasa nada" silencioso fue lo único que dijo la rubia antes de que Cosima se levantara para volver a su casa.
Cuando llegó a su casa no paraba de darle vueltas a la cabeza, una y otra vez. Sacó su teléfono y abrió la aplicación de Whatsapp pulsando la conversación con Félix.
¿En serio, Félix? ¿Te has puesto de imagen tu culo?
¿Te gusta? Ha salido de escándalo, un gran fotógrafo. Sí, señor.
Shay se me ha declarado.
– No contestó, vio que dejaba de estar en línea cuando su pantalla se iluminó enseñando todo el careto de Félix. Llamada.
– No jodas, Cosima. – Fue lo que dijo nada más descolgó.
– Así es.
– Cuéntamelo todo.
– Hoy nos íbamos a ver y yo pensaba que habíamos quedado para lo de siempre. Ya sabes, tío…
– Follar. – la cortó.
– Bueno, sí. – respiró hondo antes de seguir. – En el camino hacia su casa me para y me dice que quiere que formalicemos la relación.
– Hostia puta… ¿y qué le dices?
– Pues que no creo que vaya a funcionar, que ya sabe que no formalizo relaciones…
– Que zorra eres.
– Que imbécil eres. – le suelta un poco molesta. – Tú también sabes cómo soy.
– Cosima, si Shay ha decidido dar el paso igual siente que podía darlo, ¿no? A lo mejor le has dado ilusiones en cualquier momento.
– No creo que lo haya hecho, siempre la he tratado como una amiga. Lo que es.
– Una amiga que te tiras. Tarde o temprano pasaría, admitámoslo. Aunque yo creía que ibas a ser tú la que iba a dar el paso.
– ¡¿Yo?!
– Sí, bueno, perdí la apuesta. Una lástima.
– ¿Has apostado que esto pasaría? ¡Félix!
– Cambiando de tema. – evitó hablar de la apuesta, pero Cosima se lo apuntó. – Podrías darle una oportunidad a esto, ya sabes, sois amigas, hay demasiada confianza, si sale mal, igual podéis salvarlo. – Cosima suspiró. Igual tiene razón. No quiso darle más vueltas a la conversación con Félix.
– Mañana voy a Canadá, me han ofrecido trabajo en el Campamento de verano.
– ¿Campamento de verano? Donde…
– Cállate. – escuchó la risa de Félix por el auricular.
– Que romántico… – se burló su hermano.
– Pues eso, volveré en Septiembre. Ya hablaremos entonces. Cuídate, hermano.
– Cuídate tú también.
Suspiró cuando colgó y volvió su mente a Shay. Llevaban trece año de amistad y, siendo claros, seis follando. ¿Y si funciona? Algún día tendría que encontrar a esa media naranja de la que todo el mundo habla… ¿Y si era Shay?
– ¡A la mierda! – gritó comenzando a escribir a Shay.
Se me olvidó decírtelo antes.
Me voy a Canadá mañana.
Oferta de trabajo en el Campamento de verano, ya te hablé de él.
En Septiembre vuelvo.
Eso es genial.
Cuando vuelva, te daré una respuesta a lo que me has propuesto.
¿En serio?
En serio, me lo pensaré.
Gracias, Cos.
No creo que podamos hablar este verano.
Ya sabes, campamento significa adiós móviles.
Jajaja, Pásatelo bien en el campamento.
Te quiero.
A eso le contestó con un emoticono de un corazón.
5 horas en avión hasta Toronto. 5 horas en autobús hasta Temagami, donde estaba el campamento. Pensó que se iba a volver loca en ambos vehículos encerrada tanto tiempo, y encima no pudo quedarse dormida para hacer más ameno el viaje.
No hace falta decir que cuando llegó al campamento estaba rendida, pero igualmente le trajo muchos recuerdos de cuando era pequeña, bueno, una adolescente inocente de quince años. Sonrió al ver las cabañas y se quedó mirando una en concreto, aquella donde dormía ella el verano que fue por primera vez. Vio en la cabaña principal un hombre de unos cuarenta años que le sonreía, sería con quien tendría que hablar, así que arrastró su maleta tras ella mientras caminaba hacia él.
– Hey, soy Cosima. – saludó la morena con un movimiento de mano devolviendo la sonrisa.
– Cosima… Bienvenida de nuevo. Mi nombre es James, soy compañero monitor tuyo. – dijo mientras sacaba un cigarrillo y se lo ponía en la boca. – ¿Fumas? – le ofreció la cajetilla, pero Cosima negó con la mano.
– Oh, no, no fumo tabaco.
– ¿No fumas tabaco? – levantó una ceja divertido, Cosima le sonrió de vuelta sabiendo que lo había entendido. – Hay que aprovechar mientras no están los alumnos, ya sabes, debemos dar buena imagen. Todos tenemos vicios. Aunque me apuesto que estos niños saben más que nosotros. – empezó a andar hacia la puerta que le quedaba detrás. – Ven, pasa.
– Entraron a la cabaña y la chica tuvo que firmar unos papeles para el contrato.
– Bueno, los monitores se encargaran de cinco alumnos cada uno y hacemos competiciones entre nosotros en las diferentes actividades. Habrá un tablón en esta misma cabaña en el porche donde se irán poniendo las puntuaciones de los equipos y al final habrá un vencedor. ¿Qué se ganará? No te lo puedo decir. – se rió. – Los monitores también ganan y, la verdad, no lo sé yo tampoco.
– ¿Cuántos monitores somos?
– Somos tres monitores, la idea de hacer grupos pequeños es que sea algo más íntimo y os conozcáis bien en el mismo grupo. Bueno, Cosima, ahora seremos compañeros y rivales. – Ambos rieron.
– Prepárate para perder…
– Ya veremos… – Volvieron a reír. –Creo que estarás cansada después del viaje, te enseñaré cuál es tu cabaña y donde están los baños.
– Los baños donde siempre, ¿no? – Cosima le sonrió y empezó a andar hacia la puerta.
– Los baños donde siempre. – James dejó pasar a la morena por la puerta mientras una mirada curiosa repasaba el cuerpo de la recién llegada.
Cosima ya había dejado su cabaña en orden antes de coger sus cosas para darse una ducha rápida antes de acostarse, ya que mañana llegaban los alumnos y tenía ganas de conocerlos.
Ropa para cambiarse, su toalla, las zapatillas para las duchas… ya se sabe qué dicen de las duchas de los campamentos.
Cuando entró a la cabaña de las duchas escuchó que una de ellas estaba funcionando, y empezó a andar hacia esa dirección para meterse en la que siguiera de esa, así le saldría el agua caliente antes.
No se dio cuenta que el suelo estaba mojado, con tan mala suerte que resbaló cayendo al suelo con un golpe seco.
– Oh, mierda. – Cayó justo frente a la ducha que se estaba usando, y esa persona paró el agua. Su intención fue levantarse del suelo, rápidamente, empezaba a notar su ropa húmeda, pero algo la frenó.
– ¿Cosima? – Su cuerpo quedó helado, su nombre pronunciado de esa manera no lo había escuchado desde que estuvo por última vez en ese mismo campamento, hace quince años.
No puede ser…
Su mirada se fijó en esa ducha, observando los pies que se podían ver bajo la cortina de baño. Entonces lo vio, el tatuaje de la flor de lis, en el tobillo izquierdo, y antes de poder realizar cualquier otra acción pudo ver a la dueña de ese tatuaje.
Unos ojos y unos rizos rubios increíbles asomaron al echar la cortina levemente hacia un lado. Cosima quedó sin respiración.
– Delphine…