Hola gente de FanFiction ! Sí, sí, ya sé que dije que el anterior sería el último capítulo y -en orden cronológico- lo es, pero decidí darle gusto a un Guest que me pidió un capítulo adicional de su primera noche juntos.
Y me dije a mi misma: mi misma, por qué no? seguro que te encantará escribirlo. Y pues aquí lo tienen.
Como verán no todo conmigo requiere amplio convencimiento, innumerables reviews o ambas. Algunas veces simplemente me alegra el día complacer las peticiones amables de mis lectores.
Les aviso que cambié el rating del fic a M por este capítulo y que es algo explícito, no excesivamente (creo) pero un poco sí. Así que si no les gustan ese tipo de escenas lo siento :(
Todos los errores son míos y solo míos, mi madre lo leyó y me corrigió algunos que se me pasaron (sí, aunque no lo crean eso fue todo lo que se le ocurrió comentarme, aparte de decir: ¡que bonito, cari!), así que espero que no haya tantos como para que la lectura, la comprensión o ambas se vean entorpecidas.
Los que no tienen problemas con el M semi explícito, espero que disfruten de la lectura, por lo menos tanto como la disfrutó mi madre! :P :P
Un rayó de sol se escabulló entre las cortinas para ir a parar directamente sobre el rostro del escritor que trató de estirarse aun adormilado, solo para descubrir que sus movimientos se veían reducidos en gran medida por el peso que descansaba sobre el lado izquierdo de su cuerpo.
Cuando la consciencia regresó a él y recordó a quién pertenecía ese peso, una enorme sonrisa se dibujó en su rostro, dándole la bienvenida a las tiernas memorias de la pasada noche.
Cientos de veces había soñado con compartir una vida con la detective: su primera cita, su primera noche de amor, el día en que le pidiera matrimonio, la sencilla y elegante ceremonia en que se convertirían en marido y mujer, la noche de bodas, el feliz momento en que Kate le anunciaría que tendrían un hijo, el instante en que vieran por primera vez a su bebé y se les cayera la baba a ambos … Pero en ninguna de esas escenas que su activa mente le había regalado, había visto reflejado el escritor ni una ínfima parte de la dulzura que podía derrochar su musa por cada poro de su ser. Se la había imaginado siendo una comandante en el loft, una pluriatleta en los Hamptons y una tigresa en la cama, pero nunca había conseguido su mente formar una imagen de ella acurrucándose contra su pecho, buscando sus caricias, dibujando patrones en sus antebrazos mientras se abría a él, entregándose por completo.
La noche anterior era el mejor recuerdo de toda su existencia pero, sin duda alguna, el momento que atesoraría con mayor cariño por siempre, era aquel en que, con la sonrisa más tierna y tímida que jamás hubiera creído ver dibujarse en su rostro, la detective le había pedido que se quedara, admitiendo que llevaba meses soñando con el día en que pudiera dormir abrazada a él y que quería cumplir esa "fantasía" esa misma noche.
El movimiento sobre su pecho de la dueña de sus suspiros, lo sacó de su ensoñación logrando lo que él creía imposible: que su radiante sonrisa se ensanchara.
-Hey hermosa, buenos días –le susurró al verla abrir lentamente los ojos con una expresión de relajación y felicidad total plasmada en el rostro- ¿dormiste bien? –preguntó aun en el mismo tono, acariciando dulcemente la suave piel de su mejilla.
-La noche más reparadora y el despertar más esperanzador de toda mi existencia –respondió ella, acomodándose de lado, con la cabeza apoyada en su mano para poder perderse en esos ojos que se habían convertido en la más exquisita de las adicciones–. ¿Sabes? –continuó fijando momentáneamente su mirada en los labios de él, otro pecado que cometería sin dudar a todas horas- cuando me desperté, creí que anoche no había sido más que un sueño –confesó acomodando con ternura un mechón rebelde que caía sobre la frente del escritor –hasta que el interior de mi almohada comenzó a latir desbocadamente y comprendí que no podía ser más que un corazón –añadió sonriendo divertida a la vez que sus mejillas se teñían ligeramente de rojo–. Creo que nunca antes me había sentido tan feliz al abrir los ojos –concluyó bajando la mirada, algo avergonzada por su confesión.
-Y yo me siento el hombre más afortunado del planeta por poder compartir este despertar de ensueño contigo –replicó él, conmovido por la timidez de ella, sujetando suavemente su mentón hasta lograr conectar ese verde esmeralda lleno de vida e ilusiones con el azul cielo de su propia mirada, para después unir sus labios con los de Kate en un beso lleno de una ternura y un amor infinitos.
Pero los delicados roces y las tentativas caricias de sus bocas, pronto dejaron paso a una pasión que ambos llevaban demasiados años reprimiendo y que, la noche anterior, habían estado demasiado agotados -tanto física como emocionalmente- para desatar. Un instante los labios de la detective se entreabrían, no solo acordando sino demandando el acceso del escritor; al momento siguiente, ambos se devoraban cual posesos, luchando por conquistar la boca del otro y explorar sus profundidades; para que, antes de que cualquiera de ellos fuera siquiera consciente de sus propias acciones, se encontraran uno sobre la otra, disfrutando de la deliciosa fricción de sus cuerpos, ajustándose cual piezas de rompecabezas diseñadas milimétricamente para encajar a la perfección.
Kate no tardó en sentir sobre su abdomen la magnitud del deseo de él que, aunado a su habitual condición matutina, se convirtió rápidamente en una evidencia flagrante de cuánto más agitado de lo que había comenzado, acabaría ese primer despertar juntos. La playera ancha de la NYPD -propiedad de la detective- que portaba el escritor voló repentinamente por los aires, yendo a parar a la esquina más alejada del dormitorio. Viéndose éste rápidamente inundado por una sinfonía de exclamaciones de placer puro, al introducir Castle ambas manos bajo la camiseta del pijama de la detective -animado por la iniciativa de Kate de quitarle a él la suya- para iniciar así su misión exploratoria de cada milímetro de piel de su musa, la dueña de sus pensamientos, sus sueños, fantasías, planes de futuro y, sobre todo, ama y señora de su corazón.
Los cuerpos de los nuevos amantes ardían en cada punto en que hacían contacto con las manos del ser amado, enviando a través de sus terminales nerviosas miles de descargas eléctricas que los hacían poco a poco perder el autocontrol que ambos luchaban por mantener, con la firme intención de convertir ese encuentro en el momento más dulce, tierno y, por supuesto, placentero posible para el otro. Los dedos de escritor y musa acariciaban cinturas, caderas, espaldas y antebrazos antes de que las manos de él se dirigieran diligentemente hacia los pechos más que sensibilizados de ella mientras sus labios y sus dientes se concentraban en hacer de las suyas en el punto exacto del cuello de la detective donde su pulso desbocado latía, ocasionando que las manos de esta se perdieran entre las hebras de cabello de aquel hombre-niño que le había robado el corazón, sosteniéndose fuertemente a él en un vano intento por evitar perder completamente la razón.
-Oh Dios, Rick –gimió Kate, arqueando su espalda para acercarse más a los labios de él que, tras liberar su torso de la prenda que lo ocultaba, estaba jugueteando traviesamente con los nervios de ella, estimulando sin siquiera tocarlos los pezones de la detective. Acariciando su areola, en un movimiento concéntrico solo para alejarse, soplando levemente justo antes de llegar al punto que sabía la haría gritar cuando la hubiese llevado lo suficiente hasta el límite.- Por favor –suplicó, empujando su cabeza hacia sí cuando él trató de alejarse de nuevo, provocando que él soltara una carcajada.
-Cualquiera diría que está usted desesperada, detective –la molestó él, observando divertido su expresión exasperada y ganándose un golpe en el hombro.
Kate aprovechó el momento en que Rick estaba distraído quejándose del daño crónico que el golpe le produciría mientras se frotaba el lugar afectado, para –en un movimiento digno de una gimnasta- intercambiar las posiciones quedando a horcajadas sobre un escritor completamente atónito.
-Sabía que eras ágil –dijo aun con la boca abierta- pero eso sí no me lo esperaba –continuó con los ojos como platos haciendo reír a la detective que, a continuación, se inclinó para perderse de nuevo en los labios de Castle que la recibieron más que gustosos colocando al mismo tiempo las manos en la cintura de la detective quien eligió ese preciso instante para mover sus caderas arrancando un sonido gutural indefinido de la garganta del escritor.
Decidiendo -aparentemente- que era su turno, Kate tomó ambas muñecas del escritor, sujetándolas con una de sus manos sobre la cabeza de este, para luego abandonar su boca e iniciar un sendero sinuoso de pequeños besos y mordiscos, comenzando por la mandíbula de Rick para descender por su cuello y su pecho deteniéndose a devolverle el favor a sus pezones, continuando después su camino por el abdomen en tensión del escritor y terminando su recorrido jugueteando con el elástico de los calzoncillos de Castle que entre suspiros roncos e incapaz de controlarse más, hizo acopio de toda su fuerza para –sin dañar la mano de la detective- liberar una de sus muñecas para poder tocarla él también.
-Esta usted haciendo trampa, señor escritor –canturreó Kate con una sonrisa, orgullosa de haber logrado llevarlo al límite de su autocontrol, liberando su otra mano.
-Dudo ser capaz de soportar un segundo más de este juego –respondió el escritor con gesto teatral mientras, suavemente, volvía a intercambiar las posiciones, descendiendo delicadamente los shorts del pijama de la detective quedando totalmente sorprendido al ver que no llevaba ropa interior y elevando su mirada hacia el rostro de su musa que se mordía el labio inferior mientras sonreía provocativamente.- ¿Tenía usted planeadas nuestras actividades matinales, detective Beckett? –le preguntó fingiendo sentirse escandalizado.
-Una mujer siempre debe ser precavida, mi querido autor –fue la contestación de ella que, acto seguido, se incorporó para capturar los labios del escritor entre los propios en un beso apasionado que pronto los privó de oxígeno obligándoles a separarse, jadeantes.
-A este paso –comenzó el escritor, tratando de recuperar el aliento, cuando ella volvió a juguetear con el borde de su ropa interior- vas a acabar conmigo, Kate.- concluyó viendo como ella volvía a aprisionar su labio inferior entre sus dientes en ese gesto que le daba ganas abalanzarse sobre sus labios y no dejarla ir nunca más.
Arrodillado entre sus piernas, Rick se inclinó sobre ella poseyendo las profundidades de su boca, pero a los pocos segundos, el beso fue interrumpido por el propio escritor al sentir cómo los dedos de la detective rodeaban su miembro provocando que un escalofrío recorriera al escritor, llevándolo casi al limite con ese simple gesto.
-Kate –masculló, de nuevo batallando para que el oxígeno alcanzase sus pulmones y negando mientras cerraba fuertemente los ojos cuando hubo captado la atención de ella. –Si continúas con eso, terminaré en tu mano en menos de 2 minutos- confesó, algo avergonzado. –Tal vez en otra ocasión … pero en este momento … -añadió al verla alzar una ceja burlándose a medias del estado de su acompañante, aun a sabiendas que a ella le ocurriría exactamente lo mismo en su lugar.
Y como si de un síquico se tratase, el escritor deslizó su mano izquierda desde su posición sujetando el rostro de la detective, por el costado del cuerpo de esta hasta acabar acariciando suavemente con su índice la parte interior de sus muslos ocasionando que sus piernas trataran de cerrarse instintivamente solo para toparse con el obstáculo de las del escritor a la altura de sus rodillas.
-Por favor, Rick –suplicó volviendo a abrir los ojos sin haber sido siquiera consciente de haberlos cerrado, e incapaz de discernir ella misma si le estaba pidiendo que continuara o que parase.
-¿Mmm? –fue toda la respuesta que obtuvo del escritor que no perdía detalle de la expresión de ella mientras continuaba acercándose peligrosamente al punto de la anatomía de Kate que más atención necesitaba en esos momentos.
-Ahh – gimió la detective al sentirlo vagabundear por los linderos de su entrada, tratando aun de contener los sonidos que pugnaban por escapar de la barrera de sus labios que mantenía apretados estrechamente. –DIOS –acabó gritando al sentir cómo el escritor ejecutaba magistralmente rítmicos y delicados movimientos circulares sobre su ya hinchado -y más que necesitado de atenciones- centro de placer.
Antes siquiera de que pudiera intentar contenerse, se encontró en caída libre hacia el pico más alto del abismo más profundo, clavando inconscientemente su uñas en los muslos del escritor que se deleitaba admirando su rostro extasiado, recopilando en su mente cada uno de sus gestos y expresiones.
-Rick –dijo antes siquiera de lograr recuperar el aliento y luchado para abrir los ojos- por favor –pidió intentando formar una frase coherente entre la bruma que invadía su cerebro.
-¿Por favor? –preguntó el escritor incitándola a que lo dijese- ¿Qué quieres, Kate? Dime qué necesitas –insistió al ver cómo ella permanecía con la boca entreabierta, tratando de calmar su respiración pero sin decir nada más.
Tras cerrar los ojos e inhalar profundamente, la detective volvió a conectar su mirada con la de él –Por favor, Rick, necesito sentirte dentro de mi Ahora –dijo rápidamente, sin pararse a tomar aliento y haciendo énfasis en la última palabra, sacando a relucir a la detective de homicidios en su interior, provocando que el escritor sonriera embelesado: esa mujer nunca dejaría de maravillarlo.
Sin pensárselo dos veces, Castle se levantó de la cama para retirar la última prenda de ropa que aun llevaba encima, moviéndose sensualmente al ritmo de una imaginaria canción de striptease provocando que Kate sonriera negando con la cabeza, ni siquiera en una situación como esa lograba dejar de ser el niño grande que había logrado que bajara sus defensas para conquistar su corazón.
Comprobando primero que ella estuviese realmente lista para recibirlo –a pesar de estar convencido de que así sería- Rick conectó su mirada con la de su musa transmitiéndole por ese medio todo el amor que sentía por ella y la inmensa importancia y relevancia que tenía para él la unión –mucho más profunda que el mero aspecto carnal- que estaban apunto de compartir.
Tras un asentimiento de ella, el escritor comenzó a adentrarse en sus profundidades más íntimas, lentamente, permitiéndole a ambos irse adaptando poco a poco al otro, a esa sensación que aunque pudiese parecer imposible dado el historial de él, nunca antes había experimentado, esa emoción intensa que le gritaba que esa era la conexión más pura y real que hubiese experimentado nunca, que mediante ese acto, expresión pura de amor, no estaban solo uniendo dos cuerpos sino dos almas gemelas por largo tiempo separadas.
Kate no pudo evitar que las lágrimas inundaran sus ojos al sentirlo en su interior. Nunca antes había experimentado esa emoción intensa en el pecho, como si la parte de sí misma que por toda su vida había estado ausente, llegara finalmente a alojarse en su interior, colmando su corazón de una felicidad inmensa que se expandía poco a poco por su interior, sintiéndose por primera vez completa, plena e infinitamente dichosa.
Luego de unos segundos de adecuación que el escritor aprovechó para secar -mediante una suave caricia- las lágrimas que se deslizaban por el sonriente rostro de la detective, haciéndole comprender que entendía perfectamente el sentimiento, comenzó a moverse lenta y rítmicamente disfrutando milímetro a milímetro del cálido abrazo de la detective que lo envolvía apretadamente –como si el propio sexo de la detective temiera que él pudiera escaparse-, creando una deliciosa y enloquecedora fricción.
Cuando los gemidos de Kate inundaron completamente sus sentidos, reverberando en su interior a través de sus labios unidos, Rick aceleró el ritmo –incapaz de mantener la cadencia sosegada que se había propuesto sostener- ocasionado que ella elevara sus piernas, situando los talones sobre los lumbares de él, proporcionándoles un nuevo ángulo permitiéndole a Castle acariciar la pared posterior de las profundidades de la detective, arrancándole a ambos sendos gemidos ahogados.
-Rrr … Rick –articuló con dificultad la detective.
-Lo sé, bebé. Puedo sentir como te contraes –repuso él, consciente de la incapacidad para hablar de ella.- No te contengas –añadió al ver cómo se mordía el labio y acariciando el mismo cuando ella lo liberó.- ¿Crees que puedas mantener los ojos abiertos? Me encantaría verlo en tus hermosos ojos –le pidió, obteniendo por toda respuesta un asentimiento tan leve que no estaba seguro de haber imaginado.
Dos embestidas más tarde, Kate sucumbía al orgasmo más arrasador que hubiese experimentado en toda su vida, llevándola a elevar las caderas en un éxtasis total que la conducía finalmente a conocer ese séptimo cielo del que tanto hablaban los sexólogos y en el que querría permanecer para siempre.
El sonido de su nombre gritado de ese modo tan devastadoramente sensual aunado a la sorpresiva firmeza del abrazo que la detective mantenía a su alrededor, orillaron al escritor a derramarse en su interior, siguiéndola solo instantes después a ese plano existencial en que dicha rea infinita y el placer inagotable.
-Quédate –le pidió Kate por segunda vez en un intervalo de pocas horas, unos minutos más tarde, cuando -habiendo logrado regular sus jadeantes respiraciones- él se disponía a retirarse de su interior.
-Peso demasiado, amor. No quiero lastimarte –rebatió él, levantando la cabeza para poder perderse en las profundidades de sus hermosos y resplandecientes ojos.
-Solo un ratito más –insistió ella instalando en su rostro ese adorable gesto que el escritor empleaba contra ella todo el tiempo y que aparentemente también funcionaba al revés, dado que –con una enorme sonrisa adornando su rostro- Castle besó su nariz y volvió a recostarse sobre su pecho.
A los pocos minutos, el escritor se encontraba profundamente dormido gracias al suave movimiento de la respiración de su musa bajo su cabeza que lo fue meciendo, llevándolo -con la guía de los dedos de Kate que masajeaban su cuerpo cabelludo- hacia los brazos de Morfeo.
-Gracias, Rick –dijo ella al sentir cómo su respiración se volvía lenta y regular producto del sueño.- Gracias por hacerme sentir la mujer más amada sobre la faz de la tierra.
-Te amo, Kate –susurró el escritor, evidentemente pensando en ella aun mientras dormía, logrando que las lágrimas que habían vuelto a acumularse en los ojos de la "dura detective Beckett" escaparan de estos, deslizándose suavemente entre su cabello inmediatamente sobre el inicio de sus orejas provocando ese cosquilleo tan familiar.
-Pero esta vez son lágrimas de felicidad – se dijo a sí misma, con una enorme e imborrable sonrisa plasmada en el rostro. Por suerte a penas era sábado a medio día y tenía todo el fin de semana libre para poder disfrutar de su compañía antes de tener que volverlo a compartir con el mundo. Solo esperaba que él pudiera permanecer ahí con ella hasta que tuvieran que regresar a la 12 y no tuviera nada planeado con Alexis o Martha para esos dos días.