Bastión de Tormentas volvía a ser lo que siempre Arya había querido que fuera, un hogar. Para ella y para su familia. Con la vuelta de Robyn años atrás, todo se había normalizado, incluso más rápido de lo que ella hubiera esperado. Enna había aguantado estoicamente su retorno, aunque Arya sabía que desde luego no se sentía cómoda en esa situación. Incluso se atrevía a decir que había guardado un poco de rencor a los Baratheon por aceptar la vuelta de Robyn:

- Yo fui quien más sufrió cuando vuestro hijo me abandonó. Una chiquilla de alta cuna embarazada de alguien que no la amaba. Una humillación a ojos de todo el mundo. Y a pesar de todo nadie me consultó si estaba de acuerdo con su retorno. Si estaba dispuesta a convivir con él después de todo lo que me había hecho. – confesó Enna con amargura a Arya. – Pero no importa. Entiendo que él es vuestro hijo y este es vuestro hogar. Robyn está unido a Bastión de Tormentas por sangre; yo únicamente por matrimonio. De manera que solo puedo adaptarme a esta nueva situación y soportar su presencia.

Arya la tranquilizaba en todo lo posible. Robyn era perfectamente consciente de que nunca podría ser un padre para Eileen. Tanto Arya como Gendry le habían dejado muy claro desde los primeros días que perdió esa oportunidad cuando tomó sus decisiones y tenía terminantemente prohibido confesar a Eileen que él, y no Arthur, era su verdadero padre. Robyn lo aceptó sin dudar pero aun así la forma en que miraba a Eileen hacía sospechar a Arya que realmente se moría de ganas por que la niña lo reconociera como padre. Pero se conformaba con ser su tío y consentirla en todo. Eileen le había robado el corazón desde el primer instante en que la vio.

Arthur nunca se sintió incómodo con el retorno de Robyn, sino al revés. Su relación se mantenía tan buena como siempre. Ambos se complementaban a la perfección y Robyn había ayudado a Arthur a mejorar con la espada. Arthur jamás vio a Robyn como una amenaza contra su matrimonio con Enna. Entendía que el pasado era pasado y que lo que había habido entre ellos estaba muerto. Pero Arya era consciente de las miradas y lo atento que siempre estaba Robyn a todo lo que hacía Enna. Sabía que su hijo no se atrevía a intentar nada con ella por respeto a su hermano, pero también sabía que su corazón aún albergaba sentimientos por Enna. Ella, sin embargo, se mantenía fría con él y nunca había acercado posiciones. No quería perdonarlo y era comprensible. Robyn también había aprendido a aceptar eso y estaba pagando con su propio sufrimiento las consecuencias de las decisiones equivocadas que un día tomó. Porque en realidad Arya veía cómo Robyn se rompía por dentro porque era Arthur, y no él, quien dormía por las noches con Enna, quien ejercía de padre para Eileen y quien tenía la familia que él siempre había soñado. Robyn veía que Arthur estaba viviendo con Enna una historia de amor y tenía la familia que él siempre había deseado tener. Una como la de sus padres. Pero eso ya era algo imposible para él. Era algo que él había rechazado hacía 8 años atrás y ya no podía dar marcha atrás en sus decisiones. Por mucho que quisiera.

Arya sabía que Robyn tenía amantes, pero generalmente eran campesinas o putas de aldeas cercanas que ni siquiera eran conscientes de que a quien se llevaban a la cama era a un Baratheon. Su hijo recurría a ellas para saciar su apetito sexual, pero también con la esperanza de que alguna pudiera hacerle olvidar, ni que fuera momentáneamente, a Enna Lannister. Ninguna lo había logrado. Desgraciadamente, Robyn parecía condenado a amar a Enna hasta el día de su muerte. Y convivir con ella no ayudaba a olvidarla. "Sé que me merezco todo lo que me está pasando. Sé que los dioses me están castigando por mis malas acciones. Es mi condena por todo lo que le hice a Enna. Ella es feliz con Arthur y yo veré hasta el fin de mis días lo felices que son amándose y formando su familia.", constaba en una carta que Robyn había escrito a su madre durante un viaje que hizo a la isla de Tarth para ver a su fiel amigo Gael.

Pero Robyn se equivocaba en algo. Arya empezaba a dudar de la capacidad de su hijo Arthur para engendrar hijos. Habían pasado casi 9 años desde su boda con Enna y no había conseguido quedarse en estado ni una sola vez. Enna estaba desesperada, porque deseaba con ansia tener un varón que pudiera llegar a ser algún día el heredero de Bastión de Tormentas. Debido a que todos estaban perdiendo la esperanza en que Arthur y Enna pudieran llegar a tener un hijo, Arthur y Gendry habían empezado a plantear algunas opciones de sucesión. Aunque aquello frustraba y atormentaba enormemente a Arthur, que veía que no podía cumplir con la obligación de engendrar un heredero para Bastión de Tormentas, enfrentó el problema y no tuvo miedo a plantear posibles soluciones. Todos estaban de acuerdo en que debía ser Eileen la heredera de Bastión de Tormentas. Pero aún le quedaban 8 años para alcanzar la mayoría de edad y mucho podía ocurrir en ese tiempo. Arya era consciente de que la salud de su esposo se deterioraba cada vez más: estaba perdiendo la fuerza y la vitalidad que siempre le habían caracterizado. Los años empezaban a pesarle. Arthur planteó también que, si por los motivos que fueran a Gendry o a Arthur les ocurría algo, Robyn fuera el regente mientras Eileen no alcanzara la mayoría de edad. Su padre se negó en rotundo, recordando a Arthur que Robyn había renunciado años atrás a tener nada que ver con Bastión de Tormentas. "Pero es el mejor preparado y quien mejor puede enseñar a Eileen en su formación como heredera", argumentó Arthur. De nada sirvió, pues la posición de Gendry era inamovible.

- La única con derechos a hacer de regente de Eileen sería Tallah. – respondió taxativamente Gendry.

- Por los Siete, es la menos indicada. No tiene ninguna formación. – le replicó Arthur. Arya se limitaba a escuchar, pero la opción de su marido no le parecía descabellada.

- Para eso estás tú. Tallah lleva demasiado tiempo lejos de su familia y va siendo el momento de volver definitivamente a donde pertenece.

Tallah había puesto rumbo a Desembarco del Rey hacía dos años, como pupila de Aegon Targaryen, el hijo menor de la Reina. Había sido Arya quien había conseguido, a petición de su hija, que los Targaryen la aceptaran como pupila para mejorar su formación y conocer más sobre la vida en la corte. Desde que entrara en la adolescencia, Tallah se empezó a interesar por Desembarco del Rey y la familia real, los Targaryen, y no paró de insistir hasta que sus padres consintieron que fuera allí a vivir un tiempo para mejorar su formación y, de paso, que todas las casas de Poniente la conocieran como futura casadera. Esa era la mayor preocupación en la vida de Tallah: casarse con un buen Lord y convertirse en la señora de alguna de las casas de Poniente. Arya no podía entender a quien se parecía su hija. A ella, desde luego que no. Le recordaba mucho a la Sansa de antes de la guerra, la que estaba loca por casarse con Joffrey…

Siguiendo la orden de su padre, Arthur escribió a su hermana Tallah y le envió un cuervo pidiéndole que volviera, ya que su tiempo de aprendizaje en Desembarco del Rey se consideraba zanjado. Previamente le había escrito también a Aegon, quien naturalmente no se opuso a la decisión y la aprobó. "Ha aprovechado bien su tiempo en Desembarco del Rey y puede volver ya a Bastión de Tormentas", había escrito el Targaryen. Pero aquella no fue la única carta que los Baratheon recibieron de Aegon. Solo unas semanas después, recibieron de nuevo otro cuervo: esta vez la carta manifestaba la preocupación de Daenerys y su hijo Aegon ante las sospechas de una conspiración del heredero al trono, Aenys, para expulsar a su madre del poder. La carta también informaba del retorno de Tyrion Lannister como mano de la reina ante la difícil situación política que Desembarco del Rey estaba viviendo. Por último, la carta pedía el apoyo de los Baratheon a la legítima corona ante una inminente guerra civil Targaryen. Tanto Arya como su marido y su hijo quedaron sorprendidos por la carta y su gravedad. Se daba por hecho que existían conspiraciones para destronar a la reina y que una futura guerra se iba a producir muy pronto. Pero Arya encontró extraña esa carta…

- ¿Y si esta carta es una trampa? ¿Y si solo quieren saber de qué lado nos posicionaríamos en una futura guerra de Targaryens? ¿Y si quieren tomar de rehén a Tallah dependiendo de nuestra respuesta? – les preguntó Arya.

- ¿Y qué sentido tendría? Fue el mismo Aegon quien autorizó, antes de recibir esta carta, que Tallah se marchara ya de Desembarco del Rey. De hecho, Davos ya va de camino hacia allí. No pueden tomar como rehén algo que no tienen. – respondió Arthur. Arya seguía mostrándose intranquila y remarcó su oposición cuando Gendry respondió que la Reina legítima podía contar con el apoyo y fidelidad de los Baratheon.

Desde esa carta, Arya rezaba todas las noches deseando que todo lo que decía esa carta no fuese cierto. Primero, porque de haber una guerra los Baratheon se deberían posicionar y posicionarse por un bando es el primer paso a perder o ganar una guerra, pero sobre todo es el primer paso a la muerte segura de muchos de sus hombres. Segundo, porque de ser cierta esa carta, significaba que su hija estaba en el peor lugar y en el peor momento posible. Estar en Desembarco del Rey la convertía en una presa fácil. Igual que les pasó a Sansa y a ella. Tallah era quien más peligro corría y necesitaba salir de Desembarco del Rey cuanto antes.