Hello, hello, aquí paso a dejarles este fic más cortito, como les anuncié que haría ... disfruten la lectura y disculpen todo error que pueda dificultarles la lectura, la comprensión o ambas :P
¿Café?
Tras escuchar la puerta de su departamento cerrarse, Kate volvía a salir de su habitación. Se había escondido ahí al sentirse incapaz de besar a Rick y esperando a que el entendiera el mensaje y la dejara sola. Era cierto que habían aclarado las cosas y que aquel episodio no se repetiría. También era verdad que ella confiaba en él y sabía que no tenía ninguna intención de acostarse con esa … mujer. Pero como le había dicho, era demasiado pronto, cada vez que cerraba los ojos veía la cara de Rick en medio de los pechos de esa oportunista y se le revolvía el estómago. Por muy convencida que estuviera del amor que él le profesaba, no podía negar que verlo en esa situación había removido algunos de sus antiguos miedos. Si eso sucedía cuando apenas estaban iniciando su relación, ¿qué podía esperar para dentro de un tiempo, cuando la pasión del inicio se hubiera aplacado un poco?
Se sentía mal por tener esos pensamientos cuando sabía que él llevaba mucho tiempo esperando por ella, sin tener ningún tipo de relación o encuentro con ninguna otra mujer, pero no podía evitarlo, sus instintos le daban la voz de alarma por un peligro inminente. Un peligro del tipo que llevaba tratando de evitar desde la muerte de su madre, el peligro de sentir cómo su corazón se rompe en mil pedazos al verse abandonada por un ser a quien entregó su amor y su alma.
A la tierna edad de 19 años, se había jurado a sí misma que no le entregaría su corazón a nadie, para así poder mantenerlo resguardado, pero no había contado con la insistencia de Rick. Ese hombre se había empecinado en meterse poco a poco en lo más profundo de su alma; luchando con uñas y dientes, contra viento y marea, por cada milímetro de terreno que ganaba, con el pasar de los años, en el corazón ultra protegido de ella, por cada granito que, poco a poco, lograba derribar de la muralla de concreto que, la joven frágil y hundida que la dura detective Beckett había sido una vez, había erigido para evitar volver a ser dañada.
Pero de ese muro que, finalmente, Castle había logrado echar abajo, aun quedaban los escombros que, su relación incipiente, todavía no había conseguido barrer y que, ahora, con el mal trago de ver al hombre por el que había tomado el riesgo de volver a permitirse amar, con el rostro enterrado entre los senos de la primera que se le había ofrecido en bandeja, estaban uniéndose con el objetivo de volver a crear una barrera protectora que, en ese preciso momento, se hacía presente con la forma de un mar de dudas acerca de la pertinencia de embarcarse con alguien como él en la aventura del amor.
Por supuesto que él le había dado pruebas infinitas de paciencia, constancia, insistencia, ternura, comprensión, amor ... pero, ¿y si ahora que ella le había abierto las puertas de su alma él había descubierto que no era lo que estaba esperando y simplemente no sabía cómo hacerle saber que ya no estaba interesado en seguir con esa relación?, ¿y si se había dado cuenta de que ella no merecía todo el esfuerzo que había hecho para aceptarlo en su vida y, finalmente, coincidía con su propia opinión de que ella era un desastre demasiado profundo para un hombre tan atento y entregado como él?, ¿ y si encontraba a otra candidata más dispuesta que ella a vivir su amor libremente sin tener que mentir respecto sobre su estado civil ante el mundo entero, incluidas su madre y su propia hija?
Su mente era una hervidero de razones por las cuales su relación con Rick carecía de futuro alguno ante sus ojos, cegados por las inseguridades. ¿En qué momento y por qué razón había bajado tanto las defensas frente a él como para permitirse enamorarse? Ahora estaba perdida, Castle iba a dejarla de un momento a otro y su corazón quedaría hecho añicos, sin posibilidad alguna de que apareciera un ser atento y detallista como Rick, que la hiciera reír, soñar y olvidar sus penas, y que pusiera todo su empeño en sanar sus heridas.
Su debate interno se ve interrumpido por el timbre de su casa. -¿Quién podía ser a aquellas horas? Lentamente se dirige hacia la mirilla y, como hiciera hacía escasamente media hora, duda antes de abrir, diciéndose a sí misma que no era una buena idea dejarlo pasar, de nuevo, pero que, conociéndolo, probablemente los vecinos agradecieran mucho el hecho de no dejarlo insistir en el descansillo un martes pasada la media noche.
-¿Se te olvidó algo, Castle?- pregunta al abrir la puerta, sin por lo tanto hacerse a un lado.
-Sí, se me olvidó borrar de tu mente esa imagen que, conociéndote como te conozco, sé que te está atormentando. Y, como comprenderás, no puedo correr el riesgo de que, en el transcurso de la noche, mi antigua reputación de mujeriego se imponga en tu mente y vuelvas a hacerme a un lado, no después de todo lo que hemos pasado para llegar hasta aquí.
Con una mueca de fastidio, ella se hace a un lado para dejarlo entrar, ¿Cómo era posible que él la leyera de aquella forma?
Una vez la puerta cerrada, se voltea para hallarlo sentado en su sofá.
-Ven aquí- le dice él, golpeando con su mano el espacio a su lado donde pretende que ella tome asiento-. Es descafeinado, tampoco quiero alterarte de más y acabar con una bala entre los ojos o, peor aun, las piernas rotas- bromea al entregarle el vaso de cartón que había llevado consigo.
Ella saborea el liquido tibio con los ojos cerrados. Ese hombre conoce a la perfección todos y cada uno de sus puntos débiles y los usa a su favor con gran maestría.
-¿Y cómo piensas hacerme olvidar tu escarceo, exactamente?- pregunta Kate, tratando por todos los medios de no dejarse llevar por la calidez que se extiende por su pecho por el simple hecho de que él hubiera regresado para demostrarle que ella es lo más importante, y no solo eso, sino trayendo consigo su café favorito. Tiene que dejarle en claro lo molesta que esta, o estaba hasta hace unos momentos, por lo ocurrido para que él no vaya a pensar que puede verse con sus amiguitas mientras mantiene una relación con ella.
Por toda respuesta, Castle se levanta, rodea el sofá, y se sitúa detrás de Kate, comenzando a masajear sus hombros.
-Tengo pensado- dice tras el suspiro de placer que escapa de los labios de su amada- sustituir en esa cabecita tuya, la imagen perturbadora que sé que se forma cuando cierras los ojos, por otras más agradables. Si tú me lo permites, claro.
-Te lo permito, te lo permito todo- susurra ella por toda respuesta, con los ojos cerrados y totalmente rendida ante las dotes con que cuenta su novio para deshacer los nudos que se empeñan en formarse en sus hombros durante las largas horas pasadas en la comisaría.
Tras una completa sesión de masaje, de la que también su espalda, sus brazos y su cuero cabelludo fueron beneficiarios, Kate estaba completamente distendida, por lo que Rick osa aventurarse a dar un paso más, acariciando suavemente sus labios con los de ella que, completamente extasiada por las atenciones recibidas, solo atina a entreabrirlos, dándole pie a Rick para profundizar el beso.
Media hora más tarde, con los labios hinchados y la piel sensibilizada a causa de las innumerables caricias prodigadas y recibidas, Castle deposita a Kate suavemente en la cama y, tras dejar un beso en su frente, se acomoda tras ella, abrazándola para dormir.
-Si vuelves a hacerme algo así, no habrá café ni masaje en el mundo que me haga perdonarte, ¿entendido?- sentencia ella, aferrándose a su abrazo, pegándose imposiblemente a él y cerrando los ojos, rendida por la montaña rusa emocional de aquella jornada.