Para ti, 2006 años después.

::::

::::

Eren.

Nunca olvidaré ese día. Jamás.

Ante nuestros ojos, el caos se intensificó. Nadie parecía tener escapatoria, nadie parecía saber cómo asumir la situación.

Te rompiste. Frente a mí, una vez más, pareciste desaparecer un momento, derrotado, doblado contra tu propio cuerpo.

Ya había sufrido una vez. Dos veces. Tres veces.

La primera vez. Cuando pensé que habías muerto. Cuando Armin, temblando, incapaz de encajar los dientes y hablar coherentemente, me estaba anunciando que habías desaparecido de este mundo.

Quería matarlos a todos. Acabar con todo.

Y me salvaste. Eras un titán y me salvaste.

Luego Annie.

Ésa maldita.

Y entonces Bertholdt.

Antes de ese día, tres veces había creído que no volvería a verte jamás. A ti, la única persona que quedaba en mi mundo, la única persona a la que he amado incondicionalmente. La única persona por la que mataría y cometería cualquier acto necesario para proteger.

Heridas tus manos y llenos de lágrimas tus ojos, todo pasó muy rápido.

Rodeados, sin escape, tenía una última oportunidad de decirlo todo. Ya no importaba si me hubieras rechazado o si al final hubieras malentendido todo como una pura y simple forma de evadir la realidad en el último instante. Sólo tenía que agradecerte por cuantas veces tu presencia me había ayudado a sobrevivir.

Por ti habría enfrentado la misma pesadilla, una y otra vez.

Y todo fue tan distinto a como había pensado que sería. Pensé que sería entonces que tocaría tus labios una sola vez y allí terminaría todo. Y te confieso que ahora me alegro de que no fuese así.

Te di gracias por haberme puesto tu bufanda, cuando era una niña, aterrada, embargada por la profunda incertidumbre de saber que no quedaba nada de quien yo era. Que el señor y la señora Ackerman, mis padres, habían muerto desangrados frente a mí mientras unos tipos pretendían comerciar conmigo. No era la bufanda, y fue en ese momento que al fin comprendí el apego a ese objeto que por más que había lavado a lo largo de su historia, parecía nunca haber perdido tu olor.

Comprendí que la razón por la que no deseaba desprenderme de ese objeto jamás, era porque tú nunca me pertenecerías del modo en que yo deseaba, pero ese objeto sí. Y ese objeto era tuyo y en vez de perderlo en algún sitio o arrumbarlo en algún otro, habías decidido que fuese yo quien lo poseyera.

Sí, era posible que sólo me importara a mí.

Pero cuando te lo dije y al fin te miré de cerca, de frente, como irónicamente nunca había tenido oportunidad de hacerlo, y entonces, que el momento apremiaba a hacer cualquier otra cosa para salvarnos que vernos a los ojos, puedo recordar cómo los tuyos se abrieron más, y por primera vez pudiste tocar mis sentimientos.

Abruptamente te levantaste y fue entonces que volviste en ti. Ya no estabas asustado y pude ver en el ademán de tu rostro elevado, mientras yacía hincada sobre el césped de aquel campo abierto, que volviste a ser el niño impetuoso por un instante, muy pequeño, pero suficiente para recomponerte y transformarte en ese instante en un hombre, que, ya no me hizo sentir temerosa de no aceptar mis sentimientos si los decía. Te transformaste en un hombre frente a mis ojos, que por primera vez me hizo sentir realmente una mujer, aunque sin saberlo, hacía tantísimo tiempo ya era.

"… Tsk – e hiciste un ademán con los labios – Te la pondré las veces que quieras – dijiste confiado – Todas las veces que quieras, de ahora en adelante!.."

El titán se acercó a nosotros. Un titán enorme, con una sonrisa enferma, de dientes alineados y feroces que aterraba. El titán que había desnucado a Carla Jaeger y la había engullido frente a tus ojos, mientras yo volteé la mirada ante la muerte de la mujer que me había acogido en su casa como una hija y pasó luego de la muerte de mis padres, largas noches en vela cuidando de mi sueño; y que había estado devorando a Hannes, que creyó, una vez más, estando totalmente equivocado, que tendría el coraje de salvarnos, y a causa de ello, había encontrado la muerte en sus fauces.

Gritaste.

Extendiste el brazo, y cuando el titán alzó su brazo hacia ti, mi corazón se detuvo un segundo. Para mí, ése era el fin.

Pero tu puño detuvo su mano.

La detuvo y una nueva esperanza nació en mi interior a pesar de saber que detrás nuestro, cientos de titanes acechaban para devorarnos en cualquier segundo, cosa que no sucedió.

El tiempo pareció detenerse en el instante en que todos aquellos titanes detrás nuestro, se abalanzaron, como impelidos por una fuerza invisible, por una conexión misteriosa, hacia el titán que pretendía devorarnos, e ignorándonos por completo, comenzaron a devorarlo.

Me tomaste en brazos y me coloqué a tu espalda.

Corriste colina abajo hacia donde las tropas comenzaban la retirada y Armin, con Jean desmayado, nos alcanzó con un caballo con el que al final, pudimos huir, no sin antes toparnos con aquellos traidores.

Una vez más, te dominó la rabia y pasó lo mismo por segunda vez. Los titanes cercanos los atacaron. Ymir a su vez, sin yo ser totalmente consciente en ese momento, tomó una decisión por el bien de Christa, y la dejó en la tropa, mientras se abalanzaba sobre los titanes que lanzaste a ellos, salvando la vida de Bertholdt.

Aquel día todos sufrimos una pérdida. Algunos, la de un miembro, como el Comandante Smith, que ahora carecía de uno de sus brazos. Connie, que aún se negaba a creer que perder a sus supuestos amigos había sido a causa de que eran titan shifters de otra facción y además habían comenzado una especie de brote de nuevos titanes en Ragako. Christa habría obligado a Ymir a ir con ella, desgraciadamente Ymir quería salvarla incluso de sí misma. Nosotros perdimos a Hannes.

Pero también aquella noche, hablamos por largo tiempo, y por primera vez en toda mi vida, pude tocar tu mano a placer, toda la noche, mientras tumbados en las camillas, por primera vez hablábamos de un futuro más tangible que nunca.

:::

:::