El título es un fragmento de Stand by Me, de Anna Tsuchiya, canción contenida también en el OST de Nana. Creo que no necesita mucha explicación porque estamos hablando de un reencuentro muy intenso, esperado y emocionante; que por supuesto también tendrá su parte angsty y que creo que es justo porque Nana fue una historia que, al permanecer inconclusa, dejó muchas situaciones emocionales de los personajes igualmente al viento y es necesario darles a algunas un cierre y a otras una continuación igualmente justa e incluso en algunos casos, feliz. Espero les guste y me regalen un comentario, un follow, o simplemente se pasen y lean. Gracias por ello.
Yasu se veía exactamente igual que la última vez que lo viera.
Habían pasado ya casi quince años de la muerte de Ren y ocho desde que había grabado algo por última vez para Black Stones, a distancia, de manera que no había tenido que ver a nadie. Hablaba esporádicamente con Yasu, pero de los demás, incluida Hachiko, no tenía ni la menor idea.
Había instaurado una política para sí misma: No escarbar en el pasado. Lo dejaste atrás y atrás se queda, así que trataba de respetarla de la mejor forma que sus emociones se lo permitieran y poco a poco fue haciéndose una práctica natural el evadir por completo la existencia de las personas que habían formado parte de su vida antes de morir Ren.
Y aquí estaba el resultado.
El único en el aeropuerto era Yasu, pero incluso eso, lo agradeció. Parecía que a esa hora no había nadie allí e incluso los vendedores de boletos estaban en su horario de descanso a causa de lo temprano que era y no había prácticamente nadie en las taquillas.
Fue extraño verlo de nuevo y, en vez de sentir una cierta gracia interna al observarlo, calvo y con traje sastre y gafas obscuras, esta vez sintió atracción y una profunda admiración.
Arrastró su maleta con ruedas y mientras llevaba enredados el maletín y el bolso, se encendió en medio de ese caos de maletas, un cigarrillo, echándose el cabello rubio, largo y sedoso de lado. Aspiró una bocanada de humo que luego soltó entrecerrando los ojos... Incluso en el aeropuerto, olía a Japón, y a su pueblo natal.
Yasu la miró, como si viera a una especie de aparición etérea y mística, asombrado de su aspecto, pero al mismo tiempo de lo bien que le sentaba. Nana contaba treinta y cinco años en ese momento, mismos que había cumplido en marzo de ese año, pero si parecía de veinticinco, eran muchos. Su semblante no se veía triste o desolado, sino cuando muy grave, se notaba serio. Pero no percibió en ella el dejo de tristeza y desolación que la inundaba cuando había dejado Japón para no volver.
Nana lo miró y esperó, contrario al pasado, que se quitara las gafas para verle a los ojos, de un tono verde olivo. Y así lo hizo Yasu, sin mediar palabra, como si hubiera podido escuchar sus pensamientos.
Y de alguna manera, Nana supo que siempre había sido de esa manera. Yasu era, de todos, incluso por encima del propio Ren, el único que siempre la había comprendido y conocido más, incluso de lo que ella misma se conocía; Yasu había constituido toda la fuerza que Nana había podido necesitar siempre y siempre había estado allí, en sus momentos mejores y en los más obscuros, sosteniéndola contra todo y todos, más allá de cualquier mal.
Él había sido todo el poder que había necesitado para dejar todo su dolor atrás, aun cuando físicamente, lo había dejado atrás a él.
Y fue muy simple. Lo miró, no como siempre lo había mirado, un simple buen amigo. Lo miró abiertamente y sonrió.
No recordaba haber sonreído hacía mucho tiempo y el gesto la sorprendió más a ella de lo que pareció sorprenderlo a él, que ni siquiera pestañeó.
Sin poder evitarlo, Nana volcó todos sus años en soledad y exilio en un abrazo, tirando el cigarrillo al suelo sin siquiera apagarlo. Podía oler la alfombra de la sala de espera quemándose, pero por nada del mundo deseó soltarse en ese instante de los únicos brazos que la habían sostenido una y otra vez a lo largo y ancho de todas sus tempestades.
Yasu respondió de la manera que ella sabía que lo haría, porque no había sido nunca de otra forma. La abrazó con fuerza, sosteniéndola una vez más, y sus labios rozaron ligeramente el cabello rubio de su cabeza, gesto que la hizo sentir extraña y vulnerable.
Se alejó ligeramente y sin decir palabra, dejó ir la maleta y el maletín, mismos que él cargaba para, dirigiéndola pasándole el brazo por los hombros, llevarla directamente al taxi que los esperaba fuera del aeropuerto de Narita.
Casi al salir, un fotógrafo, de esos inútiles incesantes que parecen saberlo todo, la miró asombrado y la sorprendió con un flash, en tanto ella bajaba la cara y Yasu la protegía haciendo a un lado al joven que, entre sorprendido y complacido, exclamó- "¡Nana, por favor, da una declaración para tus fans! ¡Es tu obligación contarles sobre ti después de tanto tiempo!".
¿Obligación?
Subió al taxi, y de entre sus pertenencias en su bolso, extrajo su anillo Vivien Westwood. Aquel anillo que le cubría el dedo medio hasta el nudillo y que la hacía sentir fuerte y poderosa. Llevaba guardado el mismo tiempo que ella llevaba en Londres. Quince años.
Bajó el cristal polarizado, mientras Yasu subía al asiento del copiloto dando instrucciones al taxista, y levantó el dedo enfundado en el anillo, dedicándole una señal obscena al fotógrafo que tomó una captura más, pero que la miró con una mezcla de asco, resignación y extrañeza.
Su rostro se transformó y mutó en una sonrisa socarrona.
Nana Osaki había vuelto.
Llegaron al departamento de Yasu, un magnífico sitio en Azabu, un barrio exclusivo de Tokio, a poco más de una hora del aeropuerto. El paparazi no los había seguido, ni nadie parecía haberlo hecho tampoco. Mientras Yasu dejó las pertenencias de Nana en un sillón de impecable cuero negro de su sala de estar, Nana se sentó en otro, admirando con asombro el estilo de vida que el ahora abogado y dueño del bufete jurídico de su familia adoptiva, podía permitirse. Contrario a lo que había pensado, Yasu se había arreglado muy bien después del escándalo de Black Stones y había sacado todo el provecho posible de la fama obtenida por éste, haciendo mucho más conocida su labor como abogado de celebridades y no era para nadie un secreto que había sido él quien había separado a Takumi de la disquera de Trapnest, concertando un acuerdo millonario que le dio a éste la posibilidad de independizarse de la disquera y vender su música sin que ésta fuese propiedad de nadie más que suya. Había divorciado también a Naoki, y sacado a Shin de la cárcel antes de que un escándalo pudiera hacer mella en la reputación de su padre, quien nunca había querido saber nada de él.
Nana observaba cada elemento del departamento y aunque le parecía elegante y de buen gusto, lo cierto era que todo lo contenido en él, no parecía del estilo de Yasu, que por fin se encendió un Blackstone y se sentó junto a ella, admirado aún de la belleza y simplicidad que derrochaba la que había sido la única mujer a quien verdaderamente había amado.
Nadie hablaba, no parecía que fueran a decirse nada, incluso era extraño, así que Nana decidió romper el hielo.
- ¿Y bien? ¿Me dirás a quien mataste para tener este departamento? - y rió alegre.
- No he matado a nadie, es el apartamento en que viví con Miu hasta que decidió irse.
- No parece tuyo.
- Eso es porque ella lo decoró todo a su gusto, se entretenía mucho haciéndolo, incluso Nana chan le ayudó a hacerlo... - Nana lo observó con atención a la mención de Hachi.
- Ya veo... Entonces ese espejo de marco dorado no lo eligieron ni Miu ni tú, ese espejo es obra de Hachiko, estoy segura.
Yasu rió, Nana podía ser muy despistada, pero conocía de sobra a quien había sido su mejor amiga y la más leal, así que en lo concerniente a Hachiko, estaba clara.
- Así es. Nana chan dedicó mucho tiempo también a este sitio. No lo pintó ella misma sólo porque tenía que cuidar a los niños.
Nana suspiró, pero no recogió en absoluto la referencia a los hijos de Hachi y se recostó sobre el respaldo, agotada y frotándose los ojos.
- ¿Quieres dormir? - Preguntó Yasu - Debes estar cansada.
- No, qué va. He dormido casi todo el vuelo. Pero podemos hablar – dijo, recomponiéndose, y se quitó el abrigo, que reveló su cuerpo delgado enfundado en unos jeans rotos y una blusa de mangas largas y holgadas de color negro - ¿Qué querías decirme?
- ¿Qué quería decirte? Vamos, Nana. Han pasado quince años, seguro que no son trivialidades las que hablaremos.
- Lo sé. Sólo trataba de ser agradable.
- ¿Por qué no me confiaste la verdad sobre el origen de Satsuki?
Directo a la yugular. Maldito Yasu.
- Porque estaba en mi derecho de no hacerlo. ¿Tienes idea de lo abrumada que estaba? Habían pasado sólo unos días de la muerte de Ren. ¿Qué esperabas que hiciera?
- Decírmelo. Pedirme ayuda.
- Se la pedi a Hachi y encontramos una solución. Satsuki es feliz - Solía repetirse mucho lo mismo. De algún modo el dicho en sí mismo le daba cierta certidumbre aunque sin certeza.
- Sí, es feliz viviendo una mentira. Tú eres su madre y tiene derecho a saberlo.
- Yasu...
- No, Nana. Satsuki ya es una adolescente y comienza a parecerse demasiado a ti, todo el mundo se lo dice. A causa de eso y del cariño que Nana chan tiene por ti, Satsuki se ha vuelto insoportable hasta para Nana chan. Eso y... Bueno, te admira y canta. Y muy bien, me recuerda a ti cuando tenías su edad más o menos.
- No he venido a conocer a Satsuki, Yasu. Vine a la entrega de los premios que dijiste.
- No existe tal entrega de premios.
- ¡Maldito calvo! - tronó entonces frustrada, pero en cuanto lo dijo, reventó en carcajadas, seguida por Yasu, que no pudo evitarlo.
- Es momento de que vuelvas a Japón, Nana. Éste es tu hogar.
Nana lo miró, seria y decidida.
- Yasu, yo no tengo ningún hogar. Ni aquí, ni en ningún sitio.
- Lo tienes y está justo aquí - y señaló una carpeta sobre la mesa de centro.
- ¿Qué es eso?
- Tu hogar – y le presentó el contenido de la carpeta, un montón de documentos con su nombre. Yasu le entregó de su bolsillo el sello con su firma – El apartamento 707.
Los ojos de Nana volvieron a brillar y una emoción que hacía tanto no sentía, envolvió de nuevo su corazón roto.
- He usado el dinero que no recibiste por las regalías del último disco que grabamos. El apartamento es tuyo. Se lo he comprado al dueño original.
Nana no supo que decir. Pensaba que ya nunca podía volver a sentir añoranza por nada en su vida y ahí estaba Yasu, entregándole el título de propiedad del apartamento, su apartamento, el único lugar en que se había sentido cómoda y feliz y en que había crecido y amado a personas que representaban todo para ella. Sacó un cigarrillo y se lo puso en los labios.
Le sonrió a Yasu, que se sintió complacido porque, una vez más, estaba haciendo lo que él consideraba la única misión en su vida: Intentar hacerla feliz.
- Quiero ver a Satsuki.
Yasu no supo qué decir y le encendió el cigarrillo que descansaba en la comisura de sus labios. Intentó no sentir deseo por Nana y reprimir todo lo que había guardado por casi veinte años, pero no pudo, así que sólo la observó en silencio, comprobando que, al menos, parecía estar mejor que la última vez, cuando había partido de Japón para huir de una vida que odiaba sin Ren.
- Te llevaré a hablar con Nana chan y entonces seguramente verás allí a Satsuki.
Nana se sintió más feliz de lo que nunca se sintió en un escenario cantando, aunque en el momento no entendió por qué. Con el tiempo, entendió que era la misma persona, pero que amaba ya a otras cosas y a otras personas, del mismo modo en que cambian las estaciones..