Capítulo 28
Camus no podía creer lo que ocurría ante sus ojos. Frotó su rostro con la mano derecha y parpadeó cuatro veces antes de mirar de nueva cuenta al hombre frente a él. Por un momento pensó que estaba soñando o que Shaka le había dado otro de esos tés que lo dejaba casi inconsciente por cuatro horas. No obstante, el olor a leña quemada y la ceniza que picaba su nariz eran señal de que se encontraba despierto. Sus sueños nunca eran tan vívidos.
Sin embargo, ahí estaba, en la herrería y viendo al médico hablar amenamente con el aprendiz del herrero.
¿De cuándo acá Shaka se relacionaba con otros seres humanos?
Por un instante los labios del rubio formaron una tenue sonrisa y Camus sintió un escalofrío recorrer por toda su nuca. La casual escena parecía algo secreto y prohibido. Shaka debía haberse vuelto loco para hablar con tanta tranquilidad con otro ser humano. Si Aioria estuviera ahí o se moriría de la felicidad por ver la sonrisa de Shaka o se moriría de celos por el hecho de saber que le sonreía a alguien que no fuese él.
Lo más sutilmente que pudo, Camus se inclinó hacia su izquierda, donde Afrodita estaba demasiado ocupado sacudiendo las pequeñísimas partículas de polvo que se atrevían a caer sobre su ropa.
—¿Puedes decirme cómo convenciste a Shaka de que nos acompañara?
Afrodita exhaló sonoramente y rodó los ojos como si Camus hubiese hecho la pregunta más estúpida del mundo.
—¿No es obvio? Simplemente le ofrecí algo que necesitaba —Camus frunció el ceño y Afrodita exhaló nuevamente—. ¿Los instrumentos quirúrgicos de los que habló Aioria? No son instrumentos convencionales. Son diseños de Shaka y por eso mismo no le dan suficiente dinero para cubrir su construcción.
—Es por eso que está tan entusiasmado con los regateos de Aioria… —musitó el pelirrojo—. Si ahorra el dinero que le dan para administrar su consultorio, lo puede aprovechar para sus inventos.
Afrodita asintió.
—Simplemente le ofrecí cinco veces más de lo que hubiera podido ahorrar con la ayuda de Aioria. Todos tenemos un precio, Camus. Si deseas algo de alguien, lo único que tienes que hacer es descubrir qué necesitas dar a cambio.
—No creo contar con tanto dinero para hacer eso.
El otro rio quedamente y le guiñó el ojo.
—No todo se compra con dinero, Camus. Estoy seguro de que tú también podrías obtener muchas cosas si tan solo supieras qué ofrecer a cambio.
Camus gruñó y negó un par de veces con la cabeza.
—Francamente, prefiero utilizar el método de Mü para salirme con la mía: hacerle creer al otro que todo fue su idea desde un principio.
Afrodita canturreó una aguda tonada y arqueó sus cejas con interés.
—¿Y cuál es tu técnica, Camus? ¿Qué es lo que tú haces cuando quieres obtener algo?
El pelirrojo se cruzó de brazos y alzó el rostro con seguridad.
—Trabajo arduamente hasta conseguirlo.
El antiguo cortesano no pereció particularmente interesado en su respuesta.
—Todos trabajamos arduamente por lo que queremos, Camus —dijo antes de suspirar dramáticamente—. Tienes tanta suerte de que tus padres sean ricos.
—No llegué hasta donde estoy solo por tener padres con dinero —espetó.
—Me he percatado. Eres tan aburrido que ni siquiera sacarías provecho de eso. Y yo que pensaba que eras inteligente…
La sonrisa en labios de Afrodita le hizo saber que bromeaba. No obstante, Camus no pudo evitar sentirse sumamente irritado por sus palabras. Se jactaba de su inteligencia y le molestaba que sugirieran lo contrario. Como cualquier otro ser humano, Camus estaba totalmente dispuesto a hacer lo necesario para alcanzar sus objetivos. ¡Simplemente no había tenido necesidad de utilizar el apoyo de sus padres! Además en ocasiones recibió ayuda adicional gracias a su nombre. Aunque él no hubiese pedido la ayuda, eso contaba como un tipo de nepotismo, ¿no es así?
Su mente paró en seco cuando se percató de que estaba sintiéndose culpable por no hacer uso de la influencia de sus padres y meneó la cabeza. Afrodita disfrutaba demasiado de jugar con su mente; debía recordar que no podía bajar la guardia ante a él.
—El aprendiz no ha visto nada particular —musitó Shaka, quien justo en ese momento apareció frente a Camus y Afrodita—. Sin embargo, me ha dado una buena idea. Los muchachos que ayudan en la cocina van de un lado para el otro. Es probable que uno o varios de ellos estén involucrados.
—Buena idea —dijo Afrodita—. Estoy seguro de que ahí habrá un montón de niñitos pobres a los que les podremos dar dinero a cambio de información.
—Eres horrible —murmuró Camus.
—Lo sé, gracias.
Afrodita le guiñó el ojo y guio el camino hacia la cocina de las barracas. Fue entonces que Camus decidió saciar su curiosidad con respecto a Shaka.
—Parece que te llevas bien con el aprendiz del herrero.
—Es un visitante frecuente del consultorio. El primer mes que estuve aquí lo recibía cada tercer día con una nueva quemadura o golpe. Es un joven trabajador y escucha mis consejos. No está mal para ser una persona.
A diferencia de Afrodita, las palabras de Shaka no llevaban consigo señal de si eran una broma o no. Por lo tanto, Camus decidió dejar la conversación así. Mientras caminaban, se preguntaba por qué le tuvo que tocar en el grupo más extravagante.
Después de su entrenamiento matutino, los hombres se reunieron en la entrada del patio principal. Al instante fue claro que no era prudente que seis soldados vagaran juntos por el castillo y Afrodita propuso que se separaran en dos grupos antes de iniciar su investigación. Camus no se sorprendió al escuchar la forma en la que los separó. Sin duda lo había planeado horas atrás.
Mientras Shaka, Afrodita y Camus se encargarían de rondar por el castillo, Máscara de la Muerte, Milo y Aioria investigarían en las zonas más concurridas de la ciudad. El criterio de agrupación de Afrodita tenía sentido: lo mejor era que todos en un equipo hablaran el mismo idioma. Tristemente, no por eso dejó de escuchar las amargas quejas de Aioria que estaba ahí solamente porque le habían prometido que Shaka también lo estaría. Si el castaño no hubiese sido tan vocal con sus lamentaciones, Camus también se habría quejado. Después de todo, él tampoco quería pasar su día libre jugando a las escondidillas. Su deseo de descubrir al delator no era tanta y su paciencia era aún más corta.
Al menos, pensó, pudo haber sido peor: pudo haber estado en el equipo de Aioria y Máscara de la Muerte. Seguramente Milo luciría cinco años más viejo después de soportarlos durante toda la tarde.
Después de caminar por varios minutos, el trío llegó al pasillo que daba a la cocina de las barracas. Ya desde ahí se observaba el movimiento. Hombres, mujeres y niños iban y venían llevando consigo ya fuesen cuencos, comida o incluso animales vivos. Desde el interior de la cocina se escuchaban los gritos de las cocineras y el constante golpeteo de mazos y cuchillos, y los distintos aromas se alzaban y mezclaban en el aire añadiendo mayor caos a la situación.
Como buen capitán, Camus estaba consciente de lo mucho que se necesitaba para alimentar a un solo batallón. No obstante, escribir en una hoja de suministros "veinte piernas de cerdo" era muy diferente a ver dichas piernas de cerdo desfilar ante él. ¡Ni se diga de las decenas de jaulas con gallinas que fueron entregadas por tres hombres que, de algún modo, lograron llevarlas todas en un solo viaje! ¡Y no llevaban ahí más de cinco minutos! Camus jamás se habría imaginado que la labor de los cocineros era tan ardua. Hizo la anotación mental de enviarle una carta de agradecimiento al viejo cocinero que solía marchar con su batallón. Le debía mucho más de lo que pensaba.
Shaka les condujo hacia la enorme puerta de la cocina. Con la mirada les indicó que le esperasen ahí y caminó con seguridad hacia el centro del salón.
Camus y Afrodita se miraron mutuamente hasta que fueron interrumpidos por una mujer que les pidió no muy amablemente que se quitaran del paso. El par tuvo que conformarse con observar a Shaka desde una de las esquinas de la puerta y Camus trató de no pensar demasiado en lo absurdo que debían lucir en esos momentos.
Shaka intercambió palabras con una mujer que portaba ropa vereciana, pero a diferencia de con el herrero, esta no le recibió con gusto ni cordialidad. La mujer negó con la cabeza antes de alzar ambos brazos y decir algo que se perdió entre el griterío de la cocina. La reacción no desalentó a Shaka. Al contrario, parecía ser que la mujer le había dado una pista, ya que comenzó a rondar las distintas mesas de la enorme habitación. Después de examinar tres de ellas, llegó a una cuarta cuyo inferior estaba repleto de costales de harina de trigo. Shaka movió uno de ellos y dejó al descubierto a un niño de cabello oscuro que eligió aquel lugar como escondite.
Sin dar más explicaciones, Shaka sujeto al niño del cuello de su holgada camisa y lo llevó hacia donde le esperaban sus muy confundidos compañeros.
—La cocinera dijo que este niño es el que más tiende a escapar de sus responsabilidades.
El muchacho, que no debía tener más de siete años, intentó escapar del agarre de Shaka, mas la mano del médico se mantuvo firme. No pasó mucho tiempo para que se diera por vencido, sobre todo una vez que alzó el rostro y se encontró en medio de tres hombres mucho más altos que él.
—¿En qué puedo ayudarles, señores? —tartamudeó el pequeño.
Afrodita sonrió con malicia y, tras un rápido movimiento de la mano derecha, apareció una moneda de plata frente a los ojos del niño.
—Información.
El niño miró a Afrodita como si este estuviese completamente loco, primera pista de que algo extraño ocurría. Cualquier otro plebeyo habría reaccionado ante la posibilidad de ganar tanto dinero a cambio de un poco de información. Camus se preguntó cuánto le habrían ofrecido antes para que una moneda de plata no le pareciera interesante.
—Soy solo un mozo de la cocina. ¿Qué podría saber alguien como yo?
Sus ojos llorosos y sus melodramáticas palabras fueron la segunda pista. El niño, Camus apenas notaba, hablaba en vereciano con un marcado acento del norte. ¿De la vieja capital, tal vez? Si vivió en Arles por más de un año, debió haber aprendido varios trucos para sacar provecho de sus ojos grandes y cara rechoncha. Era inteligente e ingenioso; tenía madera para ser un buen espía.
—¿Cómo te llamas, pequeño? —indispuesto a dejar escapar al testigo, Afrodita endulzó su tono.
—Jakov —susurró casi en tono de pregunta.
Camus entrecerró los ojos. Jamás había escuchado ese nombre en el sur. De hecho, ni siquiera creía que fuese de Arles. Aquel nombre parecía venir del país del norte, Kempt, en donde su tío estudió por varios años. ¿Qué haría un niño como él tan lejos de su lugar de nacimiento?
—Estoy seguro de que podrás ayudarnos, Jakov —continuó Afrodita—. Solo quisiera saber si alguno de tus compañeros ha mostrado peculiar interés en lo que hacen los soldados en sus tiempos libres.
—¿Por qué habrían de tenerlo? —preguntó el niño mientras tallaba su nariz con su dedo índice—. Tenemos suficiente trabajo en la cocina. No hay tiempo para nada más.
—¿Pero sí tienes tiempo para esconderte debajo de las mesas? —la voz de Shaka fue firme y amenazante. No era sorpresa que el médico fuese malo con los niños.
—¿Y qué hay de ustedes? —espetó el niño con recién adquirida valentía—. ¿Qué hacen unos adultos como ustedes molestando a un niñito como yo? ¿No tienen nada mejor que hacer?
—No hay nada mejor que esto —dijo Afrodita con más confianza de la que quizá debería tener—. Nos preocupa la situación con los aspirantes de la Guardia Real. No nos interesa quiénes son los espías. Nos interesa saber quién está detrás de ellos.
—No sé de qué me hablan —el niño se cruzó de brazos y cerró los ojos para darle más dramatismo a sus palabras—. Ustedes también son aspirantes, ¿verdad? Debería darles vergüenza molestar a un niñito. ¿Qué diría el Príncipe si los viera?
Por unos instantes el miedo atravesó los ojos de Afrodita, pero fue rápido en controlar su expresión. Por otro lado, Camus sonrió y se hincó para ponerse al nivel del niño.
—Creo que al Príncipe le gustaría saber que sus hombres intentan descubrir a aquel que causa disrupciones en su ejército. Esto sin dañar a los espías que solo hacen lo que pueden para llevar un poco más de dinero a la casa, claro —el niño parpadeó lentamente y bajó su mirada al piso—. ¿Dices que tu nombre es Jakov? Es un nombre inusual en esta región.
El niño musitó un nervioso "sí".
—¿Vienes de Arles?
—Mis padres eran de Kempt.
Huérfano, entonces. Camus asintió sin estar particularmente sorprendido. Muchos niños quedaron sin familia ni hogar después de que Kempt fue azotada por una terrible epidemia.
—Marlas está muy lejos de Kempt —murmuró Camus—. ¿Qué es lo que te trajo hasta aquí?
Jakov entreabrió la boca por unos instantes para luego cerrarla firmemente. Camus supo que su cuerpo tuvo el primer reflejo de responder con la verdad y que este fue prontamente reprimido.
—¡Estoy aquí por el Príncipe! ¡Él trajo la paz al país y quiero pagarle con mi trabajo por pequeño que sea!
La súbita respuesta, noble, poética y tan decidida que, sin duda, se trataba de un guion bien ensayado, fue la tercera pista de que el niño guardaba un valioso secreto.
—¿Por qué un niño de Kempt tendría lealtad al Príncipe de Vere? —preguntó Camus—. Aquel que te hizo aprender ese pequeño discurso no contó con que te hicieran más de dos preguntas, ¿o sí?
Jakov se sonrojó y bajó la mirada. Su secreto había sido develado.
—Dijo que los soldados me dejarían en paz en cuanto mencionara al Príncipe. ¿Quién pensaría que preguntarían de dónde vengo? —el indignado tono de su pregunta hizo sonreír a Camus.
—Nunca se puede estar preparado para todo —le aseguró mientras colocaba su mano sobre su cabeza—. Que el día de hoy te sirva como lección. Ahora bien…
—¡Jakov! —el niño y los jóvenes giraron violentamente el rostro hacia el origen del agudo grito. Para sorpresa de nadie, se trataba de una de las cocineras. Esta era akielense y tenía una mirada aún más aterradora que aquella con la que Shaka habló—. ¿Qué crees que haces? ¡Ven aquí ahora mismo! ¡Esas cebollas no se cortarán solas!
En parte aliviado por tener una excusa para escapar de los adultos y en parte hastiado por tener que cortar tan peligroso vegetal, Jakov espetó una disculpa y corrió hacia la mujer.
—¡Espera! —gritó Afrodita. Jakov volteó hacia él a tiempo para atrapar la moneda de plata que le lanzó. El niño frunció el ceño, sorprendido por el regalo, mas no les dirigió una segunda mirada antes de unirse al caos de la cocina.
—¿Máscara de la Muerte sabe que andas por ahí regalándole monedas de plata a los niños? —preguntó Camus a Afrodita.
—Eso espero. ¡Así se daría cuenta de que debería darme monedas de oro para regalar!
—El niño sabe demasiado —dijo Shaka en un tono inquietantemente ominoso—. Debimos detenerlo.
—Difícilmente nos habría dicho algo más —confesó Camus—. Parece ser que sigue órdenes directas del delator... y que confía bastante en él. Dudo mucho que se atreviera a traicionarlo.
—Al menos ahora sabemos qué buscar —dijo Afrodita mientras juntaba sus palmas en un aplauso—. ¡A una bandada de huerfanitos! ¡Vamos a necesitar muchas monedas de plata!
Shaka y Camus se miraron mutuamente, pero dejaron ser a Afrodita. Trabajó arduamente por su dinero y podía hacer con él lo que quisiera. Solo era una pena que no pensara en compartirlo con sus compañeros.
Después de pasar tanto tiempo sin pistas, el escueto descubrimiento motivó a los jóvenes, quienes siguieron recorriendo el castillo en búsqueda de niños con demasiado tiempo libre.
Camus pensó que, después de todo, su día libre no fue completamente desperdiciado.
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Comentario de la Autora: Este capie iba a tener más vibras de un episodio de Scooby Doo, pero la cosa no me salió como quería. No obstante, terminé por disfrutar este episodio. Es un poquito de jocosidad antes de iniciar con el cierre de la historia. Que está, por cierto, muy cerca. He terminado de escribir el fic. Serán 32 capítulos y haré lo posible por acelerar las actualizaciones. Mi idea original era terminar de publicar este año, pero... no creo que lo logre. Solo procuraré no alejarme tanto de esa fecha.
Ya tengo también el borrador del primer sidestory que, por votación, será de Dégel, el tío de Camus. Conoceremos de dónde viene, qué diablos hacía en Kempt, por qué decidió irse y un poco más de la epidemia del país del norte. Solo porque las epidemias están de moda. ¿Pueden adivinar a quién conocerá en ese lugar? Si sí, sospecho que sabrán por qué decidió irse a un monasterio después.
Eso es todo por ahora. Por favor síganse cuidando mucho y disfruten el mes halloweenesco. Espero subir los prompts y reglas para el MiloShipFest en algún momento de la próxima semana. Ya está casi todo, pero me faltan unos detalles. No olviden estar al pendiente del twitter miloshipfest en donde subiré la información. Seguiré usando Tumblr (miloshipfest), pero planeo usar twitter como la cuenta principal.
¡Kissu!