LA PROPUESTA DEFINITIVA


Disclaimer: El mundo de «Fairy Tail» pertenece a Hiro Mashima. La siguiente historia no tiene ánimo de lucro, ni nada parecido. Sólo es una historia creada por divertimento.


Notas de la autora sobre el fic:

Aquí vamos con otro fic. Comentarios previos MUY importantes. Este es un fic para adultos; aquellos lectores cuyos ojitos sean castos y puros que no lo lean (aunque la experiencia me dice que me vais a hacer poco caso u_uº, pero yo lo dejo avisado).

Este fic ya va con un registro más acorde al mío así que olvidad las risas T_T. La trama del fic es más seria, pero espero que os guste (lo advierto más que nada para que no os llevéis el chasco de no encontrar humor ^_^º).

La historia me salió de pronto ante la ofuscación de no poder hacerles un capítulo lemon en «Lo que se da por hecho, ¿es verdad?», pues ahí no pintaría mucho, además de que se me fundían las neuronas al tener que hacer un lemon cómico. No me gusta escribir lemons aunque sí los haga en obras largas. Por eso, este fic es como una anomalía de mi creatividad pues es un capítulo único cuya trama gira sobre ello (nunca pensé que llegaría a ver este día O_o).

Pero bueno, aquí os lo dejo. Espero que os guste ;-D


LA PROPUESTA DEFINITIVA

Lucy se sentó con su bandeja del desayuno nada más iniciar la trifulca entre Natsu y Gray. Por supuesto, tenía razón este último. Por culpa de Natsu, el Maestro les había comunicado que de nuevo su recompensa se vería reducida por los daños causados a los edificios del poblado. Natsu se había llevado por delante medio pueblo con sus llamas y habían exigido compensación por ello.

Resopló y decidió que la noticia no le indigestara el desayuno, a fin de cuentas, era un riesgo que tomaban todos cada vez que salían con él en una misión.

Los observó de reojo cuando llegaron a las manos y suspiró. Esperaba que no revolvieran demasiado el gremio, pues quería desayunar tranquila y eso pasaba por que su mesa acabara intacta.

Pero de pronto, Juvia se metió en medio y, gracias a eso, la pelea terminó. Desde que Gray aceptó sus sentimientos por la maga de agua, las peleas tenían un curioso resultado: ganaba cualquiera que se enfrentara a Gray. Y no era porque le noquearan, sino porque las dejaba a medias para irse con ella. Juvia no soportaba que su novio se desnudara cada dos por tres y había decidido corregir esa manía haciendo ella lo mismo. Evidentemente, a Gray le molestaba que los ojos de otros hombres se posaran en su novia semidesnuda, así que acababa por llevársela… durante mucho rato.

Suspiró cansada… No debería darle envidia la vida sexual de sus amigos, pero lo hacía. Lucy había aceptado que en su caso se retrasaría mucho… mucho tiempo el adquirir el conocimiento práctico del tema. Porque implicaba que primero dejara de estar enamorada de un estúpido Dragon Slayer de fuego que tenía interés cero por las mujeres y, segundo, que se enamorara de un hombre normal y corriente que quisiera ahondar en las bondades de una relación de pareja.

Cogió el vaso con molestia y le dio un trago al zumo. Pensar en eso la cabreaba bastante, sobre todo porque no terminaba de ver una salida a su situación.

Miró de reojo en dirección a Natsu, el cual estaba sentado en el suelo con su mirada fija en la puerta por donde se había marchado la pareja. Parecía disgustado y eso que había ganado la pelea. Cualquiera pensaría que debería estar más contento, pero ella sabía que Natsu no podría jamás considerar como ganado un combate que su contrario dejara a medias.

Sonrió y volvió a retomar su desayuno. Aunque no habían pasado ni diez segundos cuando Natsu se sentó en frente de ella.

—¡Estúpido Gray! —espetó de malos modos.

—¿No se supone que has vuelto a ganar la pelea? —le picó con intención. Sabía que le molestaba mucho y era algo que sucedía a menudo desde que la pareja se hizo oficial—. Deberías estar contento.

—No, porque así no es satisfactorio ganarle —refunfuñó—. Empiezo a estar harto de que Juvia se lo lleve así.

—Yo no diría que es sólo cosa de Juvia. —A fin de cuentas, era Gray el que siempre casi se la echaba al hombro para sacarla de allí—. Creo que Gray tiene una parte importante de culpa en eso.

—Pero si no fuese por ella, Gray no me dejaría tirado en tantas peleas. Así no hay quien pueda disfrutar de un buen combate —se quejó. Parecía un niño al que le hubieran quitado su juguete preferido, y sonrió.

—Está claro que tiene otras prioridades.

—Ya me he dado cuenta… —dijo con tono reflexivo—. Lo que me da que pensar…

Lucy le observó sorprendida. Para el resto de los mortales no era algo tan difícil de entender. Pero Natsu vivía en su propio mundo y, el hecho de que de pronto meditara sobre el tema le llamó la atención.

—¿En qué te da qué pensar? —preguntó con curiosidad.

—En si el sexo es tan bueno.

Lucy abrió los ojos con asombro en cuanto oyó esas palabras. Que Natsu mencionara el tema era una anomalía de la naturaleza. Jamás había conocido a un hombre tan desinteresado en las cuestiones sexuales. Por lo tanto, que estuviera pensando sobre ello era algo que la dejaba atónita.

—La verdad es que tengo curiosidad —siguió él, para mayor estupefacción de Lucy—. Así que quiero probarlo.

—¿Tú?

—Sí, yo —contestó como si aquello fuese normal—. Algún día me tendría que interesar, ¿no?

Tuvo que contenerse de mirar a los lados por si aquello era algún tipo de broma oculta. La había dejado sin palabras…

—Bueno… supongo —comentó al fin, porque ¿qué otra cosa podía decir?

—Oye, Lucy…

Pero no continuó. Parecía estar concentrado en algo y le dio mala espina. Para empezar, no era normal que Natsu hablara de esos temas y, para continuar, parecía algo tenso, lo que no era muy habitual en él.

Entonces, la miró con determinación y la mala espina se acrecentó.

—¿Por qué no lo probamos?

—¡¿Qué?! —gritó al tiempo que se levantaba del sitio.

Le habría encantado poner cien metros de distancia con él, pero sintió las miradas de los integrantes del gremio alertados por su grito y se sentó para dejar de llamar la atención.

—¿Y bien? —instigó.

—¡¿Se te ha ido la cabeza o qué?! —le reprochó en un susurro. Se moriría si esa conversación salía de esa mesa—. ¿Cómo puedes pedirme algo así?

—Eres la mujer con la que más confianza tengo.

—Eso no es suficiente —rebatió según lo dijo. Sabía que Natsu era un ignorante en la materia, pero aquello rebasaba el límite. ¿En serio se pensaba que podía ir donde cualquier mujer y pedirle que se acostase con él por mera curiosidad? Pero ¿en qué mundo vivía?—. Es necesario que haya sentimientos de por medio —le explicó.

—Eso será en tu caso —contrarrestó para sorpresa de ella—. Yo sólo quiero probar cómo es el sexo. Nada más.

No se lo podía creer. De modo que, ¿sólo quería sexo sin compromiso? Pero ¿qué podía esperar de una persona incapaz de amar a otra persona? No tenía mayor interés en ello que la curiosidad que podría crearle un objeto nuevo.

Lucy negó varias veces con la cabeza, muy avergonzada de que le propusiera acostarse con él de esa forma tan impasible.

—Entonces, entiendo que eso es un no —comentó como si nada.

—¡Por supuesto! —replicó alterada. Pero ¿qué clase de mujer se pensaba que era?

—Vale —aceptó sin mayor preocupación—. Me habría gustado que fuese contigo, pero tendré que buscarme a otra.

—¡Pero ¿qué dices?!

Gray tenía que haberle dado un golpe serio. No se explicaba de otro modo que Natsu estuviera teniendo esa conversación con ella. Pero entonces, se puso a mirar por la estancia mientras valoraba a las mujeres que había allí.

—Casada —comentó al mirar a Levy—. Con Elfman por mucho que lo oculten —continuó tras llegar a Evergreen—. Soltera y sin novio conocido…

Lucy se sorprendió cuando le vio evaluar a Mirajane, la cual hablaba con otro miembro del gremio sobre una misión.

—Estarás de broma…

—Aunque tengo entendido que Mirajane es de gustos más duros —continuó sin hacerle caso.

Espera… ¿gustos duros? ¿Y qué demonios sabía Natsu sobre «gustos duros»?

Entonces, negó con la cabeza.

—Quizás cuando tenga curiosidad en ese aspecto. Prefiero algo más normal ahora.

—Deja de decir tonterías, Natsu.

El hecho de ver cómo valoraba a las mujeres del gremio, la estaba poniendo muy nerviosa.

—Mmm… Cana —la ignoró de nuevo—. ¿No lleva un tiempo diciendo que echa de menos tener novio?

—No me lo puedo creer…

—Además, tiene experiencia —añadió de forma apreciativa.

—No te atrevas a hacerlo —le advirtió.

—Ahora vuelvo —dijo, y se levantó de la mesa.

—¡Natsu! —exclamó cuando le vio dirigirse hacia la mujer.

De verdad que no se lo podía creer. Tenía que ser una broma. Aquella conversación era surrealista desde el principio. Que Natsu hablara sobre querer probar el sexo ya era suficiente indicativo de que se le había aflojado algún tornillo, pero que encima se acercara a la primera mujer que encontrara para ello era…

Era verdadera ignorancia, pensó angustiada. La típica ignorancia de ese estúpido hombre.

Vio que Cana miraba a Natsu atónita y a Lucy se le cortó la respiración. ¿En serio se lo había preguntado?

No, se autoconvenció, tenía que ser otra cosa. Además, a ninguna mujer en su sano juicio se le ocurriría largarse con Natsu a una noche tórrida… excepto a ella misma, gimió en su mente.

Aunque lo intentó, no pudo quitarles los ojos de encima. Le vio terminar de hablar y, para su horror, a Cana asentir. Natsu se dirigió de nuevo a la mesa con una sonrisa enorme en la cara.

—Listo —dijo mientras se sentaba.

—No me lo creo…

Cana no se acostaría con Natsu.

—¿Y por qué no?

—No me puedo creer que se lo hayas pedido y, menos, que ella haya aceptado.

—No te voy a negar que no se haya sorprendido —explicó risueño—. Pero me ha dicho que lleva mucho tiempo sola y yo le valgo.

Miró primero a Natsu perpleja y luego se giró a ver a Cana. Sabía que la mujer lo había dejado con su último novio hacía meses, pero no podía creerse que aceptara acostarse con alguien por simple diversión.

O, mejor dicho, sí que sabía que Cana había tenido líos sin compromiso, pero lo que no esperaba era que tuviese uno con Natsu.

La vio terminarse la jarra de cerveza, coger el bolso que estaba en el taburete de al lado y dirigirse hasta donde estaban.

—Voy a salir en una misión, pero estaré de vuelta a la tarde —dijo sin saludar. Natsu asintió con la cabeza—. En cuanto llegue, me pasaré por tu casa.

—Me desharé de Happy —señaló con una gran sonrisa. Cana asintió—. Que te vaya bien con el trabajo —le deseó.

Lucy observó cómo la mujer se marchaba del gremio con una sensación de abandono en el cuerpo. Concretamente, toda la sangre de su cuerpo había desaparecido. Tenía una sensación de irrealidad bastante abrumadora, como si aquello no estuviera pasando en verdad, que fuese un sueño muy vívido o le estuviera sucediendo a otra persona.

—¿En serio vas a verte con Cana? —Casi no supo ni cómo consiguió formular esa pregunta entera.

Natsu sonrió y sintió como si la hubiera apuñalado.

—Bueno, ella no se ha negado.

Y ya estaba… Así de sencillo. En menos de cinco minutos y sin previo aviso, Natsu rompió en mil pedazos su corazón. Ni siquiera le quedaba el consuelo de que le perdiera porque estuviera enamorado de otra mujer; porque estuviera feliz con otra. No, iba a destrozarla por su estúpida ignorancia.

Sintió que la angustia la abrumaba y supo que si seguía allí se echaría a llorar. De modo que compuso como pudo una sonrisa para que Natsu no notara lo dolida que estaba.

—Espero que te sea instructivo. —Y se levantó sin perder tiempo—. Perdona, tengo que ir al baño.

Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no salir corriendo y aguantar todo el trayecto hasta allí sin llamar la atención. Pero en cuanto salió de la vista de todos al llegar al pasillo, corrió hasta el baño y se encerró en él. Gracias al cielo no había nadie, por lo que no tuvo que buscar otro lugar alternativo para esconderse cuando apenas podía mantenerse serena por más tiempo.

Y se echó a llorar. No pudo evitarlo. Se sentía traicionada, aunque realmente Natsu era libre de hacer lo que quisiera. No eran pareja ni tenían una relación que implicara compromiso en ese nivel. Pero, aun así, se sentía traicionada y aquello ni siquiera se parecía a lo que sintió con su padre.

Era algo peor. A diferencia de su padre, él sí tenía la capacidad de destruirla con sus acciones. No soportaba la idea de imaginarle con Cana y ni siquiera podía evitarlo. Un montón de imágenes de ellos dos enganchados en una cama le vinieron a la cabeza y no lo aguantó.

Dolía… dolía mucho y ni siquiera había ocurrido aún. Sintió que le empezaba a temblar el cuerpo por la desazón y optó por sentarse en el váter para que sus piernas no la traicionaran también y terminara tirada en el suelo.

Intentó tranquilizarse autoconvenciéndose de que no era importante por las circunstancias en las que sucedería, pero dio lo mismo. Había escuchado a personas hablar sobre que una infidelidad era menos grave si se cometía sin amor de por medio. En cambio, para ella, era casi peor, porque se traicionaría a la persona amada y sin motivo real.

Y aunque ellos no fuesen pareja, Natsu iba a dañarla sin un verdadero motivo. Sólo porque esa mañana se había levantado con el pie cambiado y había decidido quitarse una curiosidad de encima.

No se podía ser más imbécil… y no tenía claro si lo decía por ella o por él. Aunque ella al menos podía consolarse con que el amor era irracional y por eso se había enamorado de un idiota. Pero él era un estúpido que no tenía en cuenta nada a su alrededor cuando decidía actuar por impulso. Había decidido sacarse de encima una espina sin considerar las repercusiones que podría tener sobre otra persona.

Aunque, en realidad, ¿cómo iba a considerarlo si no lo sabía?

Lucy cogió papel y se sonó la nariz. Natsu no tenía ni idea de que le quería; no podía considerarlo como un factor a la hora de evaluar sus acciones. Pero ¿eso a dónde la llevaba? ¿A revelárselo? ¿Y qué haría Natsu entonces? ¿Compadecerse de ella y reprimirse en algo en lo que quería indagar? ¿O le diría, con razón, que no podía pasarse la vida en castidad sólo por ella?

No, ésa no era una opción. No podía decirle que le amaba y hacerle cargar sobre su conciencia el saber que sus acciones podían hacerle tanto daño.

Aunque se había limpiado las lágrimas con el papel, otra vez volvieron a caérsele.

En realidad, sabía cuál era la opción más fácil. Era la que mataba dos pájaros de un tiro, pero sólo pensarlo le revolvía el estómago.

No quería eso; o, mejor dicho: no de esa forma. Por supuesto que quería hacer el amor con Natsu. Lo había soñado y lo había fantaseado ella sola en la intimidad de su habitación. Pero ella quería un noviazgo primero y, ante todo, saber que la amaba. No quería acostarse con él por un capricho que le había entrado ese maldito día. Y, por sobre todas las cosas, sin que la quisiera.

Negó con la cabeza y desechó esa idea. No podía hacerse eso a ella misma, aunque la alternativa fuese que tuviera que marcharse a casa y encerrarse varios días por no poder enfrentarle tras lo que pasase esa noche entre él y Cana.

Respiró de forma contenida e intentó concentrarse en otra cosa que no fuese la situación agobiante que vivía. Tenía que alejarle de su mente, aunque no tenía claro cómo hacerlo. Quizás debiera coger una misión para ella sola. Así estaría enfocada en otras cosas que no fuesen él.

Se levantó y se dirigió al lavabo para echarse agua en la cara. Necesitaba recomponerse antes de salir de allí. Pero haría eso: se dirigiría al salón de la forma más furtiva que pudiese, se acercaría al tablón de misiones y cogería una antes de que Natsu o Happy pudieran darse cuenta de que ya no estaba allí.

Cogió papel de nuevo, se limpió la cara y cualquier rastro que pudiera haber sobre su momentánea debilidad y, tras mirarse en el espejo y comprobar que su aspecto era decente, salió del baño.

Sólo que no esperó encontrarse a Natsu frente a la puerta, apoyado contra la pared y con la actitud de quien llevaba un rato esperando ahí.

—Natsu, ¿qué haces aquí?

Su plan —su único plan, de hecho— se había ido al traste dos segundos después de ponerlo en marcha. Éste pasaba por no verle, pero Natsu estaba justo en frente de ella.

—Tardabas demasiado. Estaba preocupado.

Y, en cierta forma, tenía razón. No sabía cuánto tiempo llevaba en el baño, pero sí que era más que lo que habría tardado cualquier persona.

—Ah… es que… —¿Qué podía decir? No había esperado tener que improvisar eso—. No he venido directamente al baño —contestó con lo primero que le vino.

—¿Podemos hablar? —le pidió.

No pareció hacer mucho caso a su excusa y de nuevo le tocó improvisar otra. Por nada del mundo quería quedarse a solas con él.

—Se me va a quedar frío el desayuno.

—No va a quedarse más de lo que ya está —replicó con indiferencia. Entonces, la cogió del brazo y comenzó a arrastrarla pasillo adelante—. Vamos a un lugar tranquilo. Aquí puede venir gente.

¿Por qué estaba Natsu ahí?, se preguntó con una punzada en el pecho. Tenerle delante de ella no era bueno. Se dio cuenta, con desesperación, que la resolución que había tenido dentro del cuarto de baño estaba firmemente ligada al hecho de que él no estuviera presente.

Natsu siguió tirando de su brazo con firmeza. Si seguían por ese camino llegarían a la biblioteca: uno de los lugares más tranquilos del gremio por lo poco frecuentada que era por sus miembros.

No tenía fuerzas para quedarse a solas con él. Seguro que se echaba a llorar de nuevo. De hecho, ese nudo opresivo que había tenido en su pecho, regresó hasta hacerse insoportable.

Miró el brazo con el que la agarraba y después observó su espalda y su cabello rosado. Se imaginó a Natsu sobre Cana, ambos desnudos entre besos y caricias de absoluto placer. Y, ante ese pensamiento, las lágrimas volvieron a sus ojos.

Toda su resolución se vino abajo en ese momento. Le amaba demasiado. No iba a ser tan fácil como simplemente recluirse en su casa durante unos días. No iba a recomponerse de aquello así como así. Se llevó la mano libre a los ojos y se enjugó las lágrimas para deshacerse de ellas.

No podía creerse que fuese a hacer lo que iba a hacer, pero la otra alternativa sería mucho peor.

Agarró la ropa del brazo con el que la aferraba y tiró para conseguir que se detuviera.

—Natsu, ¿de verdad me prefieres a mí?

No era capaz de mirarle. Si lo hiciera, estaba segura de que saldría corriendo. Pero cinco minutos después se arrepentiría por no haber hecho todo lo posible para evitar algo que sabía que la destrozaría.

Y, al mismo tiempo, tampoco podía dejar de valorar que hubiera perdido la oportunidad. Natsu ya había conseguido quedar con Cana, una mujer con experiencia, algo de lo que ella carecía. Y, aunque en verdad la prefiriera a ella —tal y como le había dicho en el salón—, podría continuar con su plan por el hecho de no tener que anular su cita cuando ya estaba acordada.

—Siempre te preferiré a ti. Por encima de cualquiera.

Lo dijo con una voz tan firme que al menos pudo sentir que parte de la tensión se evaporaba con ello. No la rechazaría. Si decía «las palabras mágicas», se iría con ella. Inspiró hondo y, cuando soltó el aire, notó que le salió entrecortado.

—Es que he pensado que igual no es tan mala idea. Yo tampoco lo he hecho nunca y… —se interrumpió casi sin darse cuenta. Le temblaba todo el cuerpo por proponerle aquello. ¿Dónde había una pared cuando se la necesitaba?—. Puede ser… instructivo.

Natsu no dijo nada durante unos segundos que se le hicieron eternos y eso a ella le creó un gran desasosiego. ¿Quizás había calculado mal y sí la iba a rechazar?

—¿Me estás proponiendo que lo hagamos los dos? —preguntó al fin.

Ella asintió y, un instante después, descubrió que sí había una pared sobre la que apoyarse, sólo que Natsu la había utilizado para acorralarla a ella.

—¡Eso es genial! ¡Gracias!

Natsu parecía demasiado contento por el cambio de planes. Por el contrario, ella, no sabía ni dónde meterse. Estaba en extremo avergonzada. No podía creerse que en verdad estuviera sucediendo aquello.

—Ya…

No soportó mirarle a los ojos y bajó su mirada hacia su pecho. No es que fuese mucho mejor porque lo que la abrumaba era tenerle presente. Pero al menos no le observaría con ese semblante satisfecho en la cara.

Entonces pensó en Cana y en que se había ido del gremio. Natsu tendría que informarla de que no quedaría con ella. Así que ése era el motivo perfecto para conseguir que se alejara durante un rato y pudiera asimilar como era debido lo que acababa de pasar.

—Quizás deberías advertir a Cana del cambio de planes, ¿no?

—¡Por supuesto! —rio—. Seguro que si me doy prisa aún la alcanzo.

Natsu se puso en marcha hacia el salón, pero sólo dio unos pocos pasos antes de girarse hacia ella.

—Iré esta noche a tu casa; estaremos más tranquilos allí.

Lucy sólo pudo asentir. Natsu salió de su campo de visión y, entonces, sus piernas definitivamente dejaron de sujetarla. Resbaló por la pared hasta quedar sentada en el suelo con la misma sensación de irrealidad que tuvo cuando supo que Cana y él habían acordado verse.

Esa mañana se había levantado como cualquier otro día. Incluso sabiendo que el Maestro les echaría la bronca por el estropicio de Natsu en la última misión, seguía siendo un día como otro cualquiera. No podía esperar, ni remotamente, que acabaría así. No estaba mentalizada para algo que la pillaba tan de lejos. Natsu y ella sólo eran amigos y hasta casi ni esperaba que fuese a suceder nada entre ellos, mucho menos en cuestión de horas.

Escondió la cabeza entre las piernas mientras gemía mortificada. Lo hecho, hecho estaba. No podía retractarse, ni de forma voluntaria ni involuntaria. De modo que sólo tenía medio día para pensar en todo, incluido lo que haría con él.

El único consuelo que le quedaba era que Natsu tenía menos idea aún que la que pudiera tener ella. En su caso, había estado en conversaciones en las que se hablaba de sexo y había leído algunas revistas para chicas. Así que podía idear algo.

Se levantó del suelo y salió del gremio en dirección a su casa, casi sin despedirse de la gente por lo abstraída que estaba. Y debido a eso, tampoco se le ocurrió volver subida al borde del río. Estaba segura de que se caería al tropezarse con alguna de las piedras. Por eso fue tan desconcertante que, en cambio, sí se diera cuenta de un establecimiento en concreto cuando casi ni estaba mirando los edificios.

Fue como si su subconsciente hubiera tomado parte de la responsabilidad que en esos momentos le faltaba para detenerse frente a un boticario.

Debía tomar precauciones. Puesto que ninguno de los dos había tenido relaciones anteriores y eran personas sanas, no tendrían problema con las enfermedades. Pero el embarazo era otra cuestión. Sería un desastre si por un «experimento» de Natsu tuvieran un hijo. Se quedó blanca ante el pensamiento de que se les podría haber pasado algo tan fundamental a los dos. Y más que nada, porque Natsu era tan despreocupado que estaba convencida de que ni se lo plantearía.

Tenía que empezar a centrarse, aunque en esos momentos creía que, pasara lo que pasase, había asegurado el mayor problema. Pero no fue hasta que se sentó en el salón de su casa y abrió la caja, que la realidad al fin cayó sobre ella.

Leer las indicaciones de los parches anticonceptivos la hizo tener una concepción visceral de lo que iban a hacer. Mientras tuviera puesto el parche, éste conseguiría deshacerse del óvulo maduro que hubiera allí. Y puesto que el esperma del hombre podía permanecer en ella durante cinco días, debía llevarlo durante una semana por seguridad.

Cinco días, pensó aturdida. Después de lo que hicieran esa noche y que él se desentendiera de todo como la simple curiosidad satisfecha que era, ella en cambio, tendría los rastros de Natsu en su cuerpo durante cinco días.

Esa idea la perturbó, aunque tampoco podía hacer nada al respecto.

Se puso el parche y, cuando se dirigió al baño para guardar la caja, se detuvo en su camino. Debía informarle a Natsu de que ese asunto estaba resuelto para que estuviera tranquilo, pero se le hacía violento imaginarse el escenario en el que le hablaba de ello según entrara por la puerta. De modo que, acercándose a la mesita de su cama, dejó la caja allí. Estaba segura de que, de un modo a otro, la vería y, con eso, se evitaría la situación de tener que mencionárselo o peor: que Natsu le preguntara a ella si había tomado precauciones.

Se llevó ambas manos a la cara y gimió mortificada. Al menos, ya se había quitado uno de los problemas más vergonzosos de encima.

— * —

Iba a tirar el reloj de pared, pero no sin antes hacerlo pedazos. Y eso que la culpa no era del reloj en sí, si no del hecho de que no habían concertado una verdadera hora esa mañana.

Vio cómo el minutero daba las ocho en punto. Estaba cardiaca, e iba a más con cada hora que pasaba. Sabía que, en cualquier momento, Natsu podría aparecer por la puerta y, de sólo pensarlo, tenía ganas de escapar muy lejos.

Pero ahí seguía, casi sin moverse del sofá. Se había bañado a conciencia, alisado bien el pelo y se había puesto el conjunto más sugerente que tenía. Y eso lo había hecho hacía un par de horas porque en realidad no sabía cuándo llegaría.

Estaba al borde de un ataque de nervios de modo que decidió ponerse una infusión tranquilizante. Pero después de habérselo servido, ni siquiera pudo darle un sorbo. Nada más franquear la puerta de la cocina, se encontró a Natsu allí. Como de costumbre, había vuelto a entrar por la ventana y, aun así, ni siquiera le preocupó. No estaba de humor para meterse en una pelea con él, y menos si tenía en cuenta lo que iban a hacer a continuación.

Le observó con atención y pudo comprobar que miraba con desconcierto su mesilla de noche.

De modo que ya lo había visto. Suspiró con cierto alivio al saber que no tendría que abordar aquel tema.

—Natsu…

—¿Sí?

Casi había saltado al oír su voz. ¿No la había oído salir de la cocina?

—Ya has llegado.

Natsu no dijo nada más. Parecía haber perdido el color del rostro y Lucy casi resopló al darse cuenta de que estaba en lo cierto: no había caído en el problema a nivel «reproductivo» de lo que iban a hacer.

—¿Te encuentras bien? Te veo un poco pálido.

—Estoy un poco nervioso… —se evadió.

—Ya…

Porque acababa de darse cuenta de que, si no llegaba a ser por su subconsciente, podrían haber originado unas consecuencias desastrosas después de esa noche.

Notó cierto temblor con la taza de té que tenía en las manos y la llevó hasta la mesa para dejarla allí.

—¿Qué es eso? —le preguntó Natsu.

—Es una infusión. —No tenía ganas de explicarle que era para intentar tranquilizarse, así que derivó hacia el meollo de la cuestión—. Y bueno… ¿qué hacemos?

Estaba muy nerviosa. Sentía que le temblaba todo el cuerpo. Y eso la mantenía en el dilema de si entablar una conversación con él mientras se tomaba la infusión y así tranquilizarse un poco o apresurar lo que fuese a pasar y quitárselo de encima.

—No lo tengo muy claro —dijo él—. Y, la verdad, creo que así es un poco violento.

—Así, ¿cómo?

—Supongo que esto surgirá de forma más espontánea que como estamos ahora. Si hasta nos encontramos cada uno en una punta…

Tendría que ser la segunda opción, pensó con el estómago encogido. Acababa de llegar y ya había puesto una pega. Tenía que dejar de pensar en sus propios términos y responsabilizarse de sus actos. Había aceptado aquello; había aceptado darle lo que quería. Natsu había ido a su casa para experimentar el sexo, no para tener que tranquilizarla a ella por proponer algo que le venía grande.

De modo que asintió y se acercó a él.

—¿Así mejor?

—Sí, supongo… —contestó en voz baja—. Aunque, si te soy sincero, tampoco sé muy bien cómo va esto. Quizás no sea mejor así…

Y puesto que ella también era una inexperimentada, podría creerse que estaban haciendo algo mal. Pero Lucy sí tenía una idea teórica del sexo, así que podría apañarse con ello. Sólo necesitaba que Natsu tuviera confianza en sus conocimientos. Por lo que compuso una sonrisa para tranquilizarle.

—Si te sirve de algo, aunque no sepa la práctica, sí sé la teoría.

Y, para demostrarlo, intentó acariciarle el brazo descubierto, pero él se lo interceptó.

—Estás temblando —le dijo sin discreción.

—También estoy algo nerviosa —replicó queriéndole quitar importancia.

—Mira… ¿Por qué no hacemos una cosa? —propuso tras de unos inquietantes segundos—. Esto nos pilla muy de improviso a los dos, así que, ¿por qué mejor no nos relajamos y hablamos primero sobre cómo hacer esto? Y otro día, más tranquilos, probamos.

Fue como un golpe certero a su autoestima. Le había creado tanta inseguridad con su nerviosismo, que había conseguido que se echara atrás. La estaba rechazando.

—Ibas a hacer esto con Cana hoy —titubeó.

—Cana es distinta —expuso para gran aprensión de Lucy—. Ella tiene experiencia, así que no estaría tan nerviosa como tú.

Y ése fue el golpe definitivo. Si no se hubiera decantado por ella, ahora mismo estaría retozando con una mujer experimentada en vez de hacer frente a la conversación que tenían.

—¿Me estás diciendo, entonces, que habría sido mejor estar con ella?

—No, para nada… Eso no es lo que he dicho. —Al menos le quedó el consuelo de que contestó al instante—. Sólo que contigo quizás tengamos que tomárnoslo con calma.

—Pero con ella habrías resuelto tu curiosidad hoy.

—Créeme, me preocupa más que estés tranquila. No quiero que te sientas presionada con esto.

Y, sin embargo, lo estaba. Porque la maldita curiosidad que le había entrado a Natsu no era normal. Y quizás, en ese momento en el que la tenía tan alterada, decidía que prefería esperar. Pero al día siguiente, tras varias horas de descanso y sueño reparador, decidiera que sus miedos no iban con él y regresara al plan inicial de irse con Cana.

Además, por mucho que no le gustara que esto estuviera sucediendo así, no podía dejar de considerar que fuese la única oportunidad de estar con él, aunque fuese sólo una vez. Incluso podía darse el caso de que lo probara, se quitara la curiosidad de encima y después se quedara igual que como había estado hasta ahora: sin mayor interés por el tema.

Y si se diera ese caso y sólo una mujer pudiera atesorar este momento con él, tenía claro que debería ser ella. Ninguna otra podría quererle nunca como lo hacía ella.

—No estoy presionada… Quiero hacerlo.

—Lucy…

Le empujó sobre la cama y Natsu quedó sentado sobre ella. No quería que le replicara; no quería darle opción a que pudiera minar su determinación. Apoyó una de sus manos sobre su hombro para ayudarse y se sentó a horcajadas sobre él, con sus cuerpos pegados uno al otro.

Puesto que estaba vestido por completo excepto por su brazo derecho, vagó con sus dedos por encima de él. Subió poco a poco desde el antebrazo hasta su hombro, donde se encontró su inseparable bufanda blanca. Y cuando su mano se afianzó a ella, le besó.

Fue un beso suave y tranquilo; apenas unos roces, pues no encontraba la seguridad suficiente como para hacer algo más que mover sus labios sobre los suyos con delicadeza.

Sin embargo, Natsu ni siquiera se movió, para desesperación de ella. ¿No le gustaba?, pensó preocupada. Y por eso, a pesar de su desazón, decidió que tendría que armarse de valor e intentar algo más, de modo que tironeó de su labio inferior para profundizar en ese beso.

Y por fin, respondió. De una manera torpe, pero lo hizo, lo que le dio pie a continuar. Era su primer beso con él… En realidad, era su primer beso. Punto. Y aunque siempre había imaginado que sería de otra forma, en ninguno de ellos había esperado que le recorriera ese hormigueo por todo el cuerpo.

Necesitaba tocarle, pero no tenía demasiada piel descubierta donde hacerlo. Subió su mano hasta su rostro y le acarició la mejilla con el pulgar. Natsu suspiró y supo que aquello le gustaba. Una parte de la tensión acumulada consiguió soltarse con eso y sonrió. Al menos, podría conseguir que le gustase estar con ella.

Se separó y juntó su frente contra él para poder mirarle. Parecía algo aturdido, casi como si no se esperara que le gustase.

—Dios, es preciosa… —murmuró de pronto.

Y Lucy se llevó una de las mayores impresiones de su vida. Jamás le había dicho algo así. No solía hacer referencias a su aspecto y, cuando lo hacía, eran para mal. De hecho, siempre tendía a meterse con su poco atractivo cuando lo había usado contra enemigos y no le había funcionado.

De modo que la dejó con una sensación cálida por todo el cuerpo oírle por fin decirle algo bueno. No era que tuviese poca confianza en sus atributos, pero sí que había dado por hecho que Natsu entraba en el grupo de esos hombres para los que ella les era indiferente.

—Gracias. Me alegra oírlo —dijo con una sonrisa tímida. Y decidió que no le iría mal sonsacarle algo más para restaurar su autoestima en lo referente a él—. ¿Te gusta lo que me he puesto?

Si tenían en cuenta que era un conjunto con transparencias, debería gustarle. De hecho, cualquier otro hombre ya se la habría comido con los ojos según se hubiera aparecido delante. Pero quería saber lo que le parecía a él, pues Natsu ni se había inmutado…

Hasta ese momento.

La separó un poco de su cuerpo y la escrutó de arriba abajo, con especial atención a sus pechos. Lucy se avergonzó por ello, pero no intentó ocultarse. La tela era tan fina que Natsu podía verlos perfectamente.

—Me encanta —comentó al fin—. Eres una mujer preciosa; nunca lo dudes.

Saber que a Natsu le resultaba atractiva la complació como pocas cosas; su autoestima se restauró como por arte de magia. Durante años había pensado que la ignoraba por completo en ese terreno, por eso se regocijó con sus palabras y se las grabó en la mente para recordarlas cuando volviese a decirle alguna de sus insensibilidades en el futuro.

—No lo hago. Soy muy consciente de mis encantos.

Como Natsu se rio con su comentario, sintió que de pronto la tensión se evaporaba. Pero eso no fue nada comparado a cuando la acarició por las piernas. Una corriente eléctrica la recorrió por todo el cuerpo. Fue el primer ramalazo de deseo que sintió y se abrazó más a él.

—¿Estás bien? —se preocupó Natsu.

Lucy asintió contra su hombro. Le gustaba aquello; le gustaba que Natsu la acariciara. Cierto era que hubiese deseado que ocurriera de otra forma, pero había fantaseado con ese momento. No quería desperdiciarlo con sus temores. De hecho, debería verlo como una oportunidad. Tal y como estaban las cosas entre ellos, podría no suceder nunca. No parecía que Natsu la quisiera de otra forma que como amiga; no daba indicios de que sus sentimientos fuesen de esa índole.

Por lo tanto, podía aprovecharse de esa ignorancia de la que tanto se había quejado. Gracias a ella, tendría su oportunidad para amarle como siempre habría querido hacerlo, aunque fuese una vez.

De modo que se separó y le quitó la bufanda con lentitud. Quería más piel a su alcance y eso pasaba por quitarle ropa de encima. Le besó el cuello y pronto Natsu respondió atrayéndola hacia su cuerpo. Ni siquiera le importó que lo hiciera al agarrarla por las nalgas, porque nada más apretarla contra él, sintió su erección contra ella.

La deseaba. Ese pensamiento tiró abajo cualquier barrera que se hubiera impuesto.

—Lucy…

Abandonó su cuello y le besó en los labios. Natsu correspondió al momento, lo que lo convirtió en un beso intenso que la dejó sin aire. Le encantaba su sabor y por eso se grabó más en ella el aprovechar esa noche para hartarse de él y poder recordarlo en las solitarias venideras.

Natsu la acarició por la espalda y el deseo la volvió a recorrer de arriba abajo. No quería que le quitara las manos de encima; adoraba el tacto de sus dedos por su piel.

Pero en vez de obedecer a sus secretos deseos, él dejó de besarla y la miró con los ojos brillantes. Bajó sus ojos a sus labios, los cuales estaban rojos, y la idea de volver a ellos la monopolizó…

Hasta que Natsu comenzó a besarla por el cuello. Desde luego, eso era mejor que las caricias de su espalda. Sintió que su voluntad la abandonaba para centrarse en los labios que succionaban su piel. Y de pronto, Natsu la aferró con un agarre de hierro contra él.

—Natsu… —le advirtió. Si seguía apretando le haría daño.

—Hueles genial… —Lo dijo como si estuviera ido, lo que la sorprendió bastante.

—¿Qué?

—Tu olor… es increíble.

—¿Mi… olor?

Natsu no perdió el tiempo. Deslizó una de sus manos por dentro de su braga para alcanzar su intimidad. Lucy gimió cuando sintió sus dedos entre sus pliegues y se ocultó contra su hombro para que no viera lo roja que se estaba poniendo.

Aun así, se autocomplació internamente al pensar que con Cana no habría sido igual a pesar de su experiencia. Quizás no la quisiera, pero la deseaba hasta el punto de obnubilarle la cabeza. Natsu tenía un gran olfato gracias a su magia de Dragon Slayer. Y aunque no le hiciera gracia que fuese capaz de oler su excitación, por sus palabras sabía que lo estaba incendiando por dentro.

Fue como retroalimentarse: cuanto más se regocijaba con ese pensamiento, más se excitaba y, con ello, a Natsu también.

La acarició y la torturó hasta casi el delirio y, cuando metió un dedo dentro de ella, todo pensamiento racional se esfumó. No quería sus dedos; quería su miembro. Pero tampoco le dejó mucho tiempo para imaginarlo porque, acto seguido, sacó su mano y se llevó los dedos a la boca para lamerlos.

No era tan ignorante como para no saber qué era el sexo oral, pero jamás había entendido por qué alguien querría saborear los fluidos de otra persona. Era antihigiénico. Por eso, ver a Natsu tan despreocupado chupando sus dedos la descolocó por completo.

—Quiero lamerte —dijo al fin.

—¡No! —se horrorizó, y se tapó la cara con las manos. Imaginarse la boca de Natsu entre sus piernas era más de lo que podía soportar ese día.

—¿Por qué no? No puedes saber si te gusta o no.

No era cosa de gustar o no. Quizás sólo fuese que era demasiado novata, pero para su primera vez, sería demasiado. Gimió mortificada.

—¿O es porque te da vergüenza? —acertó él con suspicacia.

—Natsu, por favor… Déjalo… —le suplicó. Estaba tan avergonzada que no sabía ni dónde meterse.

—Así que es eso… —dijo con voz victoriosa—. No debería dártela. Podemos hacer lo que queramos sin miedos.

Que Natsu hablara de ese tema con el desprendimiento que lo hacía, la dejaba de piedra. Pero no podía afrontar un «pack de sexo» tan completo para su primera vez.

—Por favor, por favor… —le imploró—. Hoy no.

Natsu no replicó nada por un tiempo que se le hizo interminable. De modo que entreabrió sus dedos para mirarle sólo para ver que sonreía con malicia, lo que la tensó al momento.

—¿Hoy no? —inquirió suspicaz.

Lucy se contuvo de gritar cuando se dio cuenta de lo que había dado a entender. Tenía que salir de allí. Si Natsu le encontrara un significado más profundo a esas palabras podría darse cuenta de que sentía algo por él. A fin de cuentas, él sólo había ido a su casa para experimentar una sesión de sexo, no para toparse con una mujer que desearía tener más encuentros con él.

Y lo peor: había dado pie inútilmente a una contestación que podía destruir su recién autoestima restaurada.

Comenzó a levantarse para huir. Si la rechazara, ¿cómo se lo tenía que tomar? ¿Como que no le gustaba lo suficiente para repetir?

—No quería decir…

Pero Natsu interrumpió sus excusas al agarrarla para impedir que se marchara y besarla sin previo aviso. Y lo hizo hasta que tuvieron que separarse por falta de oxígeno.

—Otro día, entonces… —dijo para su mayor perplejidad.

Fue liberador. Natsu no había mostrado interés en el sexo hasta esa mañana, pero le estaba gustando lo que hacían hasta el punto de querer repetirlo… con ella. No podía sentirse más satisfecha.

Y quizás por eso no se sintió tan cohibida cuando notó que Natsu levantaba su ropa para quitársela. Puesto que debajo no tenía nada más que la braga, se quedaría casi desnuda ante él.

Pero no le importó y le ayudó a quitarle la prenda. La lanzó al suelo y no perdió el tiempo para tocarle los pechos. Lo hizo con suavidad; nada que ver con otras ocasiones anteriores en las que los había tratado como si fueran una parte insignificante más de su cuerpo. Por eso la sensación de abandono volvió a su mente cuando toda ella se llenó de placer por sus caricias… por la succión de su boca en sus pezones. Sintió que todo su cuerpo se volvía maleable en sus brazos y aferró su cabeza para sujetarle en el sitio y que continuara con lo que hacía.

Sin embargo, aquello no era del todo justo y por eso se incorporó. Ella también quería tocarle y que él experimentara el mismo placer que la recorría a ella.

Le besó en el cuello mientras se deshacía de la chaqueta. Le desabrochó los botones y dejó su torso al descubierto, aunque no pudo lanzarla igual que él había hecho con su ropa porque estaba sentado sobre ella. No hizo falta decirle nada: se levantó varios centímetros de la cama y Lucy por fin se pudo deshacer de la molesta prenda.

Al fin podría recrearse en él… Y lo hizo. Le pasó ambas manos por sus definidos músculos y se entretuvo delineando sus formas. Entonces, Natsu gimió y se separó de ella para recostarse en la cama.

—¿No te gusta que te toque?

En realidad, había creído que sí, pero puesto que se había separado de ella en cuento empezó a acariciarle, prefería despejarse esa duda.

—Claro que sí —respondió él para su tranquilidad—. Pero así no tengo que preocuparme de estar erguido.

Lo que le daría la oportunidad de abandonarse al no tener que sostenerse. Lucy rio y no perdió el tiempo para volver a poner sus manos sobre él. Tenía los ojos cerrados y sus brazos estirados; era evidente que lo estaba disfrutando.

—Pareces una ofrenda —comentó con una sonrisa.

Natsu se rio y dejó que continuara con su ritual. Siempre había querido poder tocarle así. Más de una vez en que se había quedado con el torso descubierto, había querido deslizar sus manos por él. Pero se había tenido que quedar con las ganas y mirarle subrepticiamente desde la distancia para que no sospechara nada. Y, sin embargo, ahora estaba a su merced.

Le acarició, pero también se acercó para saborear su piel salada. Notó sus respiraciones entrecortadas cuando le mordisqueó por el pecho, y éstas empeoraron cuando fue bajando poco a poco por su vientre hasta llegar a su pantalón, el cual ocultaba una notoria erección. Tras lanzarle una ligera mirada, le desabrochó el cinturón y lo desnudó del todo.

Nunca había visto un miembro erecto. Al único hombre que había visto desnudo había sido a Gray cuando se quitaba la ropa de forma inconsciente y, en esos casos, no estaba así. De modo que la sorprendió que esa parte pudiera cambiar tanto de tamaño.

—¿Lucy? —la llamó Natsu para sacarla de su ensoñación.

—¡Oh, perdona! No pretendía ser tan descarada.

Su curiosidad había podido más que ella y Natsu se rio.

—A estas alturas puedes serlo todo lo que quieras.

No necesitó que se lo dijera dos veces. Y puesto que él ya la había tocado a ella, era su turno de hacer lo mismo. Se arrodilló y se metió entre sus piernas para acariciarle con cuidado. Al principio fueron sólo unas caricias con sus dedos, pero cuando le cogió y deslizó con suavidad su mano por su miembro, Natsu siseó. De la punta salía un líquido transparente que extendió por la cabeza con el pulgar.

—¡Para, para…! —Natsu incluso se incorporó para detenerla.

—¿Te he hecho daño?

—No —contestó en un susurro entrecortado.

—Entonces, ¿no te gusta? —inquirió confundida.

—Claro que me gusta. El problema es que lo hace demasiado.

A Lucy le sorprendieron sus concisas palabras, y sonrió. Estuvo tentada de volver a tocarle la punta del miembro, pero lo reconsideró. Si seguía tocándole, Natsu terminaría; de ahí que la detuviera.

Y él había llegado a su casa con otros planes.

De modo que se levantó y Natsu terminó de desnudarla al quitarle la única prenda que aún conservaba encima. Sintió que la respiración se le aceleraba ante la inminencia de lo que iban a hacer. Tenía claro que quería hacerlo, pero había oído de todo acerca de la primera vez, por lo que se empezó a poner nerviosa.

Natsu la ayudó a sentarse de nuevo a horcajadas sobre él y, en cuanto estuvieron piel con piel, él la acercó hasta sentir su erección contra ella.

—¿Prefieres otra forma de…?

—Prefiero controlarlo yo —le interrumpió con una negación. Como Natsu la miró con cierta confusión, añadió—: Por si me duele.

Aunque estaba convencida de culminar el acto, saber que tenía la libertad de detenerse en caso de necesidad, la tranquilizaba. Natsu la besó de nuevo y, poco después, sintió su mano otra vez juguetear entre sus piernas. Y aunque seguía provocándole placer que la tocara, la tensión no dejaba que lo disfrutara como al principio de la noche, más cuando introdujo un dedo en su interior.

—Relájate… —le pidió.

—Eso es más fácil decirlo que hacerlo.

Aun así, puso todo su empeño en conseguirlo. No quería estropearlo; hasta el momento, había ido mejor de lo que se había esperado. De modo que intentó despejar su mente y sólo recrearse en las sensaciones que le provocaban las caricias de Natsu… hasta que introdujo un segundo dedo. Se contrajo de forma involuntaria y la fricción de sus dedos le generó una ligera molestia. Pero según los fue moviendo poco a poco, los movimientos se hicieron más fluidos hasta que lo único que sintió fue placer.

La reacción de su cuerpo era la que podía dificultar las cosas, razonó. Si lo analizaba de forma objetiva, dos dedos no deberían hacerle daño cuando las mujeres estaban preparadas para acoger el miembro de un hombre. Y definitivamente, ahora no le dolía. Pero al inicio se había tensado por completo y eso era lo que había empeorado las cosas.

Tenía que relajarse, y nada mejor para ello que distraerse con otras cosas. Así que se dedicó a besar a Natsu mientras se frotaba con suavidad contra él.

—Levántate —le pidió Natsu en un murmullo contra su oído.

La pegó contra él en cuanto lo hizo y se intercambió con sus dedos. Sin embargo, a pesar de la urgencia del movimiento, Natsu no la presionó después para que se deslizara sobre él del mismo modo. La dejó a su ritmo y éste fue uno lento que le permitió concentrarse en no tener ninguna reacción involuntaria. Por eso se sorprendió cuando, casi sin darse cuenta, se encontró sentada sobre él, con su miembro enterrado en ella.

—¿Te duele? —le escuchó preguntar a Natsu.

—No —susurró con incredulidad.

Había oído cosas espeluznantes sobre la pérdida de la virginidad y, desde luego, nada de eso era lo que había sucedido. Así que se separó un poco de Natsu para mirarle y, dejando atrás la preocupación por la posible reacción de su cuerpo, se recreó en el hecho de que estaban unidos de la forma más íntima en la que dos personas podían estar.

Y le besó con intensidad. Por esa noche, el hombre que amaba desde lo más profundo de su corazón sería de ella. Natsu la acarició por la espalda con la misma lentitud con la que se besaban y por fin decidió que debería moverse. Siguió la misma pauta de sus caricias —lentas, pero sin pausa— para elevarse sobre él hasta casi salirse y volver a bajar.

—¡Oh, joder! —maldijo Natsu, que escondió su rostro entre sus pechos.

Lucy rio al darse cuenta de que su cuerpo temblaba.

—¿Eso también te ha gustado demasiado? —inquirió con picardía.

Y, como respuesta, se llevó una fulminante mirada de Natsu que le cortó la respiración.

—Tú sigue o te pongo debajo —le ordenó para su mayor perplejidad.

La dejó de piedra que Natsu le saliera con esa exigencia. Sabía que estaba muy excitado, pero no esperaba que reaccionara de esa forma. Acababa de descubrir una mancha oscura en su animosa personalidad… y le encantó.

De modo que volvió a moverse y Natsu cerró los ojos con el placer pintado en su rostro. Se tumbó sobre la cama y la observó moverse sobre él, con sus manos acariciando sus piernas al tiempo que seguían su movimiento. Pero no tardó mucho en que dichas manos se enfocaran en sus caderas y la instaran a moverse más rápido. De hecho, se lo exigió, pero ella se negó con una sonrisa y continuó con su ritmo sosegado para su desesperación.

Sin embargo, su pequeña osadía no pasó sin castigo y Natsu se incorporó para atraparle un pezón con su boca. Succionó fuerte, como si con ello intentara advertirla del peligroso juego, pero a ella le encantó su provocación, más cuando a ella se añadió el toque de su mano en el lugar donde se unían sus cuerpos.

Era una sensación increíble; nada comparado a cuando ella se tocaba en la intimidad de su habitación. Y, para Natsu, fue la gota que colmó su vaso de la impaciencia.

Con un brusco giro, Lucy se encontró recostada en la cama con Natsu impulsándose con fuerza en ella. Se quejó por el dolor cuando lo tuvo por completo incrustado en su interior y entendió que, por mucho que estuvieran diseñadas para acoger a los hombres, todo tenía un límite.

—¿Te he hecho daño? —se preocupó.

—Un poco… Ha sido muy brusco.

Tras eso, Natsu se movió de forma más cuidadosa, como si calibrara con ello la profundidad a la que podía enterrarse. Pero debió entender que el problema había derivado de la conjunción del giro más que de la penetración en sí porque pronto comenzó a moverse sin piedad.

Era obvio que le había desquiciado con la anterior lentitud, porque el ímpetu con el que se impulsaba en ella la deslizó incluso de la colcha. Se agarró a la sobrecama, aunque Natsu la enganchó de las piernas para acercarla a él.

Estaban demasiado al borde de la cama, pero él no se preocupó por ello a pesar de estar en parte de pie. Le colocó una de sus piernas sobre la que tenía doblada sobre la cama y la aferró con una garra de hierro. Y la otra se la colocó sobre su hombro para que no le colgara al suelo.

—¿Estás cómoda? —le preguntó.

Sorprendentemente, sí, por lo que asintió y Natsu retomó su arduo movimiento. Era increíble, y se regocijó en su astucia de desquiciarle para que acabara desquitándose de esa manera con ella.

—Lucy… —gruñó con una voz ronca que le envió escalofríos por todo el cuerpo.

La idea de que Natsu la deseara con esa pasión era demasiado para ella; lo suficientemente fuerte como para hacerla culminar de placer. Y él no se lo puso difícil tras tocarla de nuevo entre las piernas. Casi no tuvo que hacer nada para conseguir que el orgasmo la alcanzara y su cuerpo se contrajera por unas oleadas de placer que la dejaron sin aliento.

Le costó recobrarse de ello, y por eso apenas fue consciente de que Natsu también había terminado por la vorágine que la envolvió.

Pero lo supo porque él casi se cayó sobre ella y respiraba tan rápido que parecía haber tenido un combate. En cuanto le incomodó la pierna que le colgaba de nuevo de la cama, se enganchó a la cintura de Natsu y, poco a poco, se recobró mientras jugueteaba con sus mechones rosados. Entonces, él por fin se recompuso y los movió a ambos al centro de la cama, donde por fin separaron sus cuerpos.

Y con el paso de los segundos, su mente comenzó a enfriarse y a valorar lo que había ocurrido.

No era que se arrepintiera de lo que habían hecho. Para nada. Había sido una experiencia alucinante y muy lejana a la que se habría esperado para su primera vez. Le había encantado e imaginaba que gran parte de ello se debía a haberla tenido con el hombre que amaba. Habría sido imposible sentir ese fuego que la había consumido con otro, así que dudaba que algún día se arrepintiera de ello incluso aunque conociera a otro hombre con el que compartir su vida cuando al fin desistiera de su amor por Natsu.

Pero, para su desgracia, debían dejarlo ahí. Aún recordaba el momento en que habían mencionado la posibilidad de futuros encuentros, pero no se veía capaz de ello. Ya estaba lo suficientemente enamorada de él como para cargar con el plano físico de una relación sin compromiso. Su corazón quedaría tan enredado entre los hilos de Natsu, que la harían imposible olvidarle y considerar a otros hombres.

Y eso sin contar con la alternativa de que a él se le pasara el antojo por el sexo después de un tiempo y la dejara tirada sin más. O que decidiera seguir explorando y se fuese con otra. Su amistad se rompería y era algo que valoraba por encima de todo.

Sintió a Natsu incorporarse a su lado y Lucy le observó con cautela.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó—. Estás muy seria.

—Sólo pensaba.

Vio a Natsu recorrerla con la mirada y, por primera vez, no se sintió tan azorada como le había sucedido siempre. Quizás fuese normal después de lo que habían hecho, pero ella se lo achacaba más a la sensación de relajamiento que sentía en su cuerpo.

Pero entonces, Natsu la acarició por el vientre con los dedos de un amante y tuvo el convencimiento de que estaba pensando en repetirlo.

—Natsu…

—¿Sí?

—Creo que no deberíamos volver a hacer esto.

Tenía razón: era lo que estaba pensando porque, nada más decirlo, sus dedos se detuvieron y sus ojos se fijaron en ella.

—¿Por qué? Dijiste que habría otros días…

—Ya, bueno… Ahora puedo pensar mejor. Y ya hemos resuelto nuestra curiosidad, así que no…

—Mi curiosidad no está satisfecha. —Ni siquiera la dejó excusarse. Compuso una sonrisa pícara y continuó—: Te recuerdo que no me dejaste «chuparte».

Lucy se ocultó tras sus manos cuando retomó el tema más mortificante que había salido a relucir esa noche. ¿Por qué a Natsu le había picado tanto el sexo oral? ¿Tanto le había gustado probarla en sus dedos?

Pero había tomado una decisión, por mucho que él quisiera repetir. Ella no estaba hecha para tener una relación sin compromiso con nadie.

—Natsu… Esto se debería hacer con la persona que se ama —intentó razonar ella.

Y, para su horror, tras unos segundos de meditación, le oyó protestar:

—Soy idiota… —maldijo mientras se golpeaba la frente con la mano.

—Tampoco es eso —intentó tranquilizarle. Lo último que quería era que se arrepintiera de haber estado con ella—. Te ha picado la curiosidad y por eso no has reflexionado esto con calma.

Natsu la observó con un semblante de completa confusión y un nudo en el estómago se le comenzó a formar. Era como un niño grande; debería haberlo considerado antes de acceder a su descabellada proposición. En vez de haberle seguido el juego, debería haber intentado hacerle razonar y que cambiase de idea.

Pero había estado tan abrumada ante la perspectiva de que se acostara con otra, que había perdido cualquier rastro de cordura.

—¡Dios, la culpa es mía! —se lamentó Lucy—. Debí tener en cuenta tu ignorancia antes de acceder a esto.

—¿Mi ignorancia? —siguió él con su desconcierto. Y oírlo casi fue peor.

—Por supuesto —confirmó—. Debí haberme dado cuenta de que no valorarías la importancia de lo que hemos hecho.

—¿La importancia?

Era como un loro confuso repitiendo sus palabras y, por ello, una tonelada de culpabilidad le cayó sobre su conciencia. Natsu era demasiado ingenuo y no pensaba las cosas con la madurez propia de su edad. Se podría decir que ella era la adulta que tenía que haber considerado todo antes de proceder a hacer nada. Y, en esos momentos, se sentía como un adulto que se había aprovechado de un menor incapaz de enfrentarla. De hecho, en el calor del momento incluso había pensado en beneficiarse de la situación.

—¡Dios, me he aprovechado de ti! —gimió con el nivel de culpabilidad por las nubes.

—¿Que te has… aprovechado de mí?

Y, para su gran desconcierto, Natsu se echó a reír. Y lo hizo tanto, que por un instante pensó que se ahogaría. Se había tumbado en la cama y se retorcía tanto que creyó que le daría algo. Al final, se sentó para evitar un ataque de tos y retomó su recorrido a través de su vientre.

Por muy placentero que fuese su toque, no dejaría que minara su determinación.

—Natsu…

—Lucy —replicó con un tono contundente que interrumpió cualquier cavilación que tuviera, para después mirarla con una fijeza que la tensó—, pero ¿quién te crees que sugirió esto en un principio?

A Lucy le costó encontrar un significado a esas palabras. Por supuesto que sabía que él había iniciado esa alocada propuesta, pero porque era un ingenuo.

Sin embargo, la forma en que lo dijo le dio mala espina y por eso otra alternativa se cruzó por su mente para dejarla de piedra.

—Que sepas que me alegra que pienses que eres tú la que se ha aprovechado de mí. Eso me quita cargo de conciencia.

—¡¿Qué?! —exclamó fuera de sí—. ¡¿Lo hiciste a propósito?!

—En realidad, sólo buscaba hacerte pensar en ello para abordarlo más adelante.

—¡Pero si ibas a acostarte con Cana! —le recriminó.

Esa idea la había angustiado tanto que se había saltado todos sus valores morales sobre acostarse con un hombre que no era su pareja sólo para que no lo hiciera con otra.

—¿Por qué no le preguntas mañana de lo que hablamos? —se burló él.

No se lo podía creer, pensó con absoluta incredulidad. Entonces, ¿no le había pedido a Cana que se acostara con él? ¿Y por qué le había hecho creer que lo haría?

«Espera un momento…».

—¿Me tendiste una trampa para acostarte conmigo?

—Sí —contestó sin remilgos.

Lucy se encontraba tan indignada por su respuesta que le habría golpeado… hasta que se dio cuenta de lo que implicaba.

—¿Querías acostarte conmigo?

—Sí, sólo contigo —contestó con una sonrisa—. Pero como te decía, sólo esperaba que te rondara el tema en la cabeza para un futuro, no que te me ofrecieras tan de repente. Me pilló por sorpresa; aluciné un montón esta mañana.

—Esta mañana…

Que lo mencionara cortó su incipiente arrebato violento por pensar que la había engañado y la hizo recordar lo sucedido en el pasillo de camino a la biblioteca. Tenía razón: era ella la que había iniciado que se produjera lo de esa noche al ofrecerse a cambio de Cana. De hecho, Natsu la había interceptado para hablar con ella.

—Es verdad, ibas a decirme algo… ¿Era que lo de Cana era una broma?

Iba a morirse allí mismo si le decía que sí.

—No exactamente… —contestó de forma enigmática, lo que no la tranquilizó para nada a pesar de negarlo.

—¿Y qué era?

—Que te quiero.

El cerebro de Lucy dejó de funcionar con esas tres simples palabras.

—¿Qué? —murmuró atónita.

—No tenía muy claro qué sentías por mí y, la verdad, no esperaba que te sentara tan mal lo de Cana. Así que decidí aclarártelo. Pero te me adelantaste con tu propuesta. ¡Si incluso pensé que era un farol hasta que llegué aquí! —alegó para defenderse.

Pero ella no le escuchaba. Se había quedado en la primera parte; ésa que pensaba que jamás oiría.

—¿Me quieres?

—Sí, mucho —comentó sujetando su mano derecha y acariciando su emblema del gremio—. Doy gracias todos los días por que nuestros caminos se cruzaran en Hargeon.

Lucy sintió que una emoción muy fuerte surgía de su interior con intención de desbordarla. Casi no podía creerse lo que oía, pero era verdad. Se lo había confirmado. La amaba, y saberse correspondida por él la abrumó hasta el punto de casi echarse a llorar. Le había querido por demasiado tiempo y la mayor parte de él con la desesperación de pensar que no era capaz de conquistarle.

No se podía ser más idiota…, pensó mientras Natsu la besaba con cuidado. Y esta vez hablaba por él. Por no aclararle sus sentimientos a tiempo, habían hecho las cosas al revés.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —le acusó con voz temblorosa.

Se había llevado un disgusto enorme al pensar que se iba a acostar con otra. Y la presión que había sentido esa noche por creer que sólo estarían juntos esa vez, la había condicionado mucho. De hecho, era lo que la había hostigado a continuar en vez de detenerse cuando Natsu le propuso aplazarlo.

Su mente se paralizó al pensar en ello. ¿Acaso se lo había sugerido con intención?

—¿Y por qué no me lo dijiste tú? —le reprochó, en cambio, él. Sin embargo, al final soltó un suspiro y le explicó—: Si te digo la verdad, no se me ha ocurrido hasta que terminamos. Estaba tan concentrado en cómo detenerte sin que te afectara, que ni se me pasó por la cabeza.

—¿Querías detenerme?

Entonces, ¿era cierto lo que le había dicho de que él no se esperaba lo sucedido?

—Al principio sí. Pero reconozco que luego ya no.

La forma en que desvió sus ojos hacia sus pechos para después acariciarle uno le dijo lo que había sentido mientras se amaban. Había conseguido que la deseara hasta el punto de echar abajo su resistencia de comportarse de manera noble.

—¿Eso quiere decir que la prueba te ha gustado? —le preguntó con malicia.

—Mmm… No sabría decirte… —comenzó como si no le interesara—. No tengo otras experiencias con las que comparar. —Natsu la empujó por el hombro para hacerla recostarse sobre la cama y la observó con los mismos ojos brillantes que ya le había visto antes—. ¿Por qué no hacemos más?

—Ni siquiera te he dicho si te correspondo —se envalentonó juguetona.

Lo cual no duró mucho pues todo acto de falsa rebeldía murió cuando Natsu paseó su lengua sobre el pezón que había torturado con su mano para después soplar y dejarla temblorosa por el cambio de temperatura.

—No eres la clase de mujer que haría esto con alguien que no quiere… —adujo Natsu con convencimiento.

—No —estuvo de acuerdo ella—. Y tú tampoco.

—Y, sin embargo, lo creíste —le recriminó con diversión—. Voy a tener que corregirte eso.

Lucy cogió su mano y se metió el dedo índice en la boca para succionar con cuidado. Pudo comprobar que a Natsu se le aceleró la respiración mientras observaba hipnotizado su dedo en su boca.

Y cuando al fin lo liberó con extrema lentitud, le retó:

—Lo estoy deseando…


— * —


Fin de «La propuesta definitiva»

24 Julio 2018


Notas finales:

A ver… El fic está y no está acabado. El problema viene porque, cuando me apareció esta historia en la cabeza, la perspectiva que se me montó fue la de Natsu. Pero, obviamente, en la suya se ve desde inicio que él es el que propicia con cierta intención lo que ocurre, mientras que en la de Lucy no se sabe hasta el final (lo que da la sorpresa XD —ya os avisé que a mí me gusta hacer estas cosas XD).

Así que escribí la perspectiva de Lucy. Pero tengo tan definida la de Natsu (de hecho, tengo partes escritas porque si no, no podría complementar bien lo que reflexiona uno con lo que hace el otro) que seguro que acabo por terminarla. Y más, teniendo en cuenta que la de Natsu me gusta más que la de Lucy. De modo que, internamente, tengo esa espina como de fic inacabado.

Pero con la versión de Natsu tendríamos un problema porque podríais entender que me he salido de su personaje. En la contestación del review de AngelNanashi del último capítulo de «Lo que se da por hecho, ¿es verdad?», mencioné que no veo a Natsu tan idiota como le quieren hacer parecer (y di ejemplos que no voy a repetir porque los podéis leer allí). Y me contuve de comentar más porque me podría spoilear (por asociación) este fic cuya publicación era inminente. Pero aquí se puede ver que las acciones de Natsu, desde la perspectiva de Lucy, parecen inmaduras o estúpidas por la percepción que tiene de él (y por ende, la que los seguidores también tienen); mientras que la versión de Natsu, aún siendo lo mismo, es totalmente diferente porque estamos en su cabeza y vemos que las interpretaciones de Lucy a veces no tienen nada que ver con la motivación verdadera de Natsu.

Así que estoy bastante convencida de que me pondré con esa versión porque me mola mucho en mi cabeza y parte ya la tengo escrita XD. Pero no tengo claro si publicarlo para no llevarme las críticas de «¡uhh, fuera! Natsu no es así», máxime cuando os ha gustado en el otro fic ^_^º (aunque, por otro lado, el fandom está plagado de fics donde no se corresponde con el manga u_uº, así que lo mismo da igual ^_^º...). Además, el fic contaría la misma trama (que no lo mismo), así que no sé si a la gente le interesaría. En otro fandom donde hice lo de las dos versiones, sí gustó a la gente, pero no sé aquí lo que os parecería... Bueno, ya me diréis si lo queréis o no ^_^º

En fin, como no tengo nada establecido, el fic lo indicaré como terminado y ya se verá en el futuro si hay capítulo doble o no.

Espero que os haya gustado ;-D

¡Saludos!