Todos los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi…
11 de junio de 2019
Este fanfiction es una adaptación de la obra de Jane Austen "Orgullo y Prejuicio" con los personajes de Ranma en una época moderna. NO PRETENDO HACER UNA COPIA FIEL de la obra de Jane, puesto que su historia ya es en sí perfecta. Esto es una versión inventada con muchos detalles diversos y algunos apegados en lo posible a "Orgullo…" y ha sido hecho por mera diversión. Espero que lo entiendan, antes de expresar cualquier tipo de reclamo. Escribo para mí y lo comparto con quien guste leerlo. Gracias por su atención.
"PRIDE"
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CAPÍTULO 1
"ASUNTOS FAMILIARES"
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Otro día igual. La gente despierta, se ducha, toma su desayuno y va a trabajar; quienes no lo hacen, es porque tienen a alguien que lo hace por ellos. Incluso, la reina de Inglaterra tiene que trabajar, porque no hay más. El mundo debe funcionar para tener alimento y hogar. Hay quienes lo hacen para tener lujos y dar una imagen ante la sociedad, y esa, es la manera moderna de sobrevivir.
No era tan diferente para la familia Saotome. Ellos ya eran muy ricos. Venían de un linaje muy extenso de personas con dinero. Su objetivo principal nunca fue sobrevivir, sino competir en torneos de artes marciales, como descendientes de samurais…y hacer más dinero.
Genma Saotome había sido comprometido a temprana edad con una hermosa joven de familia aristócrata de nombre Nodoka. Tuvieron un hijo al que llamaron Ranma, y él, sería el heredero de todo su imperio.
Se decía que eran prácticamente los dueños de todo Kyoto. Los terrenos donde se establecían todos los centros comerciales, edificios de oficinas, entre otros, eran de ellos, así que los bienes raíces eran su negocio potencial.
La familia de la señora Nodoka Saotome era miembro de la Sociedad para el estudio de los sitios antiguos imperiales, por lo que, a su vez, ella era una miembro honoraria de la Agencia de Asuntos Culturales en Japón, que se encargaba de mantener el patrimonio del pueblo japonés, como sitios históricos, lugares de belleza escénica y preservación de monumentos naturales. Era muy respetada en la sociedad y dentro de la esfera de gobierno.
En ocasiones, los Saotome compraban edificios o residencias viejos, los derrumbaban y creaban un complejo de departamentos, el cual rentaban, haciendo que su fortuna se hiciera cada vez más grande. Una manera muy inteligente de hacer dinero.
Esto lo había logrado el joven Saotome, de treinta años. Había aprendido bien de negocios, debido a que había estudiado en las mejores escuelas de Europa y Japón, además de ser un excelente arte marcialista. Su propio padre lo había entrenado y comenzó a ganar en todos los torneos en los que participaba, dentro y fuera de Japón, hasta que su madre decidió que era más importante la fortuna y el futuro de la familia.
Ranma fue obligado a renunciar a su participación en los combates, cosa que le molestó enormemente. Solo podía hacer entrenamientos en casa y luchar contra otros en su misma "condición" o sea, gente de abolengo descendiente de familias de peleadores, previamente aceptadas por Nodoka.
Esto había frustrado a Ranma a sobremanera. A pesar de que sus nuevos contendientes eran de su misma posición económica, sabía que podía aprender más técnicas de alguien entrenado en las calles o en dojos de "bajo presupuesto" como decía su madre, que con sus mismos amigos.
Dicha orden también había molestado al señor Genma Saotome, quien se quejó amargamente con su mujer de haber entrenado al chico para nada. El hecho desató una batalla campal entre ambos, lo que ocasionó la secreta separación del matrimonio, porque un divorcio ante la alta sociedad japonesa jamás sería bien visto; así que la señora Saotome se mudó a una antigua mansión a las afueras de Tokio para continuar haciendo crecer el imperio. Genma se quedó en Kyoto, en la casa familiar, para intentar convencer a Ranma de que continuase con los torneos.
Ante el "tira y afloja" de sus padres, Ranma se quedó a vivir con su padre, pero acatando las reglas de su madre, porque a ésta, nadie, jamás, podría decirle que no. Ranma creía que ni siquiera el mismo emperador tendría poder sobre ella. Era una madre amorosa y magnífica, pero estricta hasta los huesos. El joven le estaba eternamente agradecido porque sabía que, sin la disciplina de ella, no hubiera llegado tan lejos. Su padre también lo había criado bien, pero era más lento para todo y Nodoka se lo había hecho ver. Ranma había heredado casi todo de ella, la inteligencia, la belleza, el porte; de su padre heredó el apellido, la fuerza y la destreza para las artes marciales.
La eterna pelea de sus padres había causado que Ranma se encerrara un poco en sí mismo. Se dedicaba a trabajar en el negocio de bienes raíces y entrenaba a diario en un gimnasio que había construido en su casa. Su madre había derribado los dojos que tenía en todas sus residencias para desviar la atención del muchacho.
Éste se encargaba de mediar las peleas entre sus padres, así que en cuanto su madre se fue de Kyoto, mandó a hacer el gimnasio, lo que mantuvo a Genma en paz, durante un buen tiempo y a su madre no muy convencida, pero tranquila.
Ranma evitaba los eventos sociales, y cuando tenía que ir, lo hacía por mero compromiso. Estaba por lo menos una hora y fingía un asunto posterior que lo presionaba a irse de inmediato. Sus pocos amigos eran sagrados para él y conservaba su amistad desde la infancia. No confiaba en nadie. Su madre también le había enseñado eso.
Cada mujer que se le acercaba era de seguro una arribista, o si tenía dinero, una oportunista avariciosa con más amor al dinero que a él mismo. Si alguna le gustaba, salía con ella y se divertía hasta que su madre se enteraba y le "sugería" que la desechara.
Si quería casarse, la mujer en cuestión debía ser aprobada por su padre y su madre, cosa que no sucedía muy a menudo. La que le parecía buena a Nodoka, a Genma le parecía demasiado simple o muy parecida a su mujer. Las mujeres que Genma le presentaba a Ranma, a Nodoka le parecían demasiado vulgares, por lo que Ranma nunca había podido disfrutar de una relación estable, puesto que sus padres seguían en su eterna guerra por ser el vencedor aún sobre la felicidad de su único hijo.
Ranma optó por satisfacer sus deseos con la que se le antojara hasta que se aburría. Tenía siempre mucho cuidado de no presentarse en ningún evento con la misma acompañante, para que su madre no sospechara nada.
La tristeza de Ranma se notaba en sus ojos, era casi tan respetado como Nodoka ante la alta sociedad japonesa, solamente había un detalle, tenía el gran defecto de no saber fingir. Por eso, la gente le temía.
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Un día, en su aburrimiento, a Genma se le ocurrió molestar a su mujer comprando terrenos viejos en una ciudad cercana a Tokio. Le mostró un mapa a su hijo, presentándole lo que sería su nuevo proyecto de oficinas.
—Es un lugar pequeño, pero está creciendo mucho. Es momento de invertir. Ya sabes que tengo muy buenas corazonadas —se jactó Genma.
—¿Nerima? Es un pueblucho. Eso está a… ¿media hora de Tokio? ¡Estás loco, viejo! No te metas en los territorios de mamá. No soporto que me traten como pelota de ping pong; eso pasaba cuando era niño, no más.
—A tu madre no le importará. Es demasiado pretenciosa para invertir en un lugar así, entonces, puedo comprarlo.
—No es buena idea. No lo haré.
—¡Sólo mira la oferta! ¡Es más barato de lo que crees! Ganaremos mucho con este proyecto y empezaremos con la expansión de Tokio de afuera hacia adentro.
—¡Ya te dije que no! Tengo cosas qué hacer, si no te molesta, papá —Ranma devolvió el mapa a su padre y se enfocó de nuevo en su computadora.
Genma torció el gesto y recordando un punto importante, enarcó una ceja. Le lanzó una hoja que contenía una lista de propiedades en Nerima.
—Te dejaré esto. Tal vez, encuentres algo que te interese.
Ranma ignoró a su padre. Continuó tecleando por un par de minutos hasta que miró de reojo el documento que había dejado. En el listado con diversas direcciones notó la palabra "dojo". De inmediato tomó la hoja de papel en sus manos, revisando las especificaciones técnicas; metros cuadrados, áreas cercanas, posición…Levantó el teléfono y llamó a su asistente.
—Kohashi. Coordina con el asistente de mi padre la visita a Nerima…quiero estar ahí mañana a primera hora…—entornó los ojos escuchando por el otro lado del teléfono las preguntas de su asistente —… ¡No! Que no sea en ese hotel, no quiero que mi madre se entere de que estamos en Tokio. Busca un lugar en el mismo Nerima o algún departamento de renta temporal… ¡No! ¡Ya lo sabes! Uno para mí y otro para mi padre; si es hotel, que nos pongan en pisos diferentes o de ser posible, que sean hoteles diferentes… ¡Le dices que ya estaba lleno! Kohashi, no aumentes mis ganas de despedirte…de acuerdo, gracias.
Volvió a mirar el documento. Apenas esbozó una ligera sonrisa. Un dojo en Nerima. No era una mala idea conseguir algo por el estilo cercano a las áreas del territorio enemigo, o sea, su madre. A pesar de que Genma muchas veces no pensaba las cosas, cuando tenía ideas eran muy buenas.
Entró a internet para investigar más sobre esa pequeña ciudad y lo que podría sacarle de provecho al lugar. Planearía muy bien su agenda para zafarse de su padre en cuanto fuese posible y trabajar en lo suyo.
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A la mañana siguiente, a las nueve de la mañana, Ranma y su padre descendieron de un lujoso auto negro. Kohashi, el asistente de Ranma, había hecho todo lo posible por que padre e hijo fueran en vehículos separados, pero Genma arregló todo para que salieran juntos. Ranma no tuvo más remedio que atenerse y escuchar a su padre en el camino del aeropuerto al sitio de Nerima que Genma pensaba comprar.
—Es aquí. Mucha gente se está mudando a Tokio así que les urge vender sus propiedades —dijo Genma, señalando un bloque de casas de madera de un solo piso —derribamos esto y construimos una plaza comercial.
—Hay bastantes residencias alrededor. ¿Hay cómo silenciar las quejas de los vecinos? —preguntó Ranma con rostro serio—. Por ningún motivo quiero que se retrasen las obras. Habrá que hacer una junta vecinal y convencerlos de los beneficios.
—Lo tengo arreglado, hijo. Conocí al señor Hideki, es representante de la zona, además de que trabaja en asuntos de la prefectura. Quedé de verme aquí con él a las nueve, no tardará en llegar. ¡Oh! parece que ahí viene. Él nos mostrará las propiedades que viste en la lista.
Un hombre calvo de estatura baja, vestido con un yukata verde olivo, saludó a los hombres Saotome, quienes inclinaron la cabeza para responderle.
—¡Señor Saotome! ¡Bienvenido! Seguro que este es su hijo, ¿verdad?
—Ranma Saotome —respondió el joven, de manera educada mientras el señor Hideki hacia de nuevo una reverencia ante aquel hombre, ataviado en jeans oscuros y una impoluta camisa estilo chino en color negro.
—Me tomé la libertad de traer a algunos inversionistas que también están interesados en el proyecto. Ya los había presentado a su padre, joven Saotome —dijo con temor el señor Hideki. La presencia de Ranma intimidaba a cualquiera que lo conocía.
—Puede llamarme Ranma.
—De acuerdo, joven Ranma.
—Señor Hideki, el proyecto de mi padre está prácticamente desarrollado, así que me gustaría no perder el tiempo y ver algunas propiedades en las que me interesa invertir por mi cuenta.
Genma hablaba animosamente con un hombre alto de cabello largo y negro. Un asistente del señor Hideki permanecía de pie, junto a ellos, esperando a tomar notas.
—¡Pero por supuesto! —respondió el hombre—. Yo mismo lo acompañaré a donde usted me indique. Dejaré a mi asistente con su padre y el inversionista.
El hombrecillo dijo unas palabras a su asistente y corrió hacia el auto negro, donde el chofer ya había encendido el motor y esperaba de pie con la puerta trasera abierta. Ranma ya estaba dentro, escribiendo en su móvil.
Así partieron y llegaron en pocos minutos a la dirección que Ranma indicó. Ambos hombres descendieron del auto. Frente a ellos, había una larga cerca de tablones de madera. El señor Hideki se dirigió con llave en mano a una puerta doble. Abrió la vieja cerradura de metal y entraron.
Un camino de piedras y hierba crecida a los lados se notaba apenas al ingresar a la propiedad. La vieja casa de madera parecía haberse degradado con el tiempo, caminaron hacia el lado derecho de la casa y encontraron un pasillo que conectaba al lugar que Ranma estaba buscando, el dojo.
Sus ojos se abrieron como si de algo impresionante se tratase, pero supo ocultar bajo su serio semblante, su alegría. A pesar de verse en un estado no muy aceptable para lo que estaba acostumbrado, ya había pensado en las reparaciones que le haría y las modificaciones que integraría al lugar. Sería un sitio donde podría alojarse cuando fuera a Tokio a visitar a su madre, así no tendría que hospedarse en su casa para escucharla la mayor parte del día y sería mejor que quedarse en un hotel. Pagaría a un mayordomo para que se hiciera cargo mientras él no estuviera e invitaría a sus amigos más allegados cuando estuviera aburrido. Era una idea perfecta para salir de su pesada rutina en Kyoto y pasar un tiempo cerca de su madre, la extrañaba mucho a pesar de que siempre intentaba meterse en su vida.
—Perteneció a la familia Nagai —dijo Hideki—. El último descendiente murió hace cinco años y nadie había querido hacerse cargo de ella. Por fortuna, ya no será así, con el debido mantenimiento se verá como era antes. Gracias al cielo que alguien estuvo interesado en salvar la propiedad. Aunque usted no lo crea, para el pueblo de Nerima es un lugar emblemático.
Ranma levantó el mentón orgulloso —con los debidos ajustes quedará como nuevo —dijo el joven—. Mi padre me dijo que los precios habían descendido por la falta de ofertas. Ahora dígame, ¿cuál es el precio que hay que pagar? Me gustaría iniciar la remodelación cuanto antes.
El señor Hideki sonrió —se confunde, joven Saotome. El dojo no está a la venta.
—¿Cómo? ¡Estaba en la lista de propiedades! ¡¿cómo es posible que no esté en venta?!
—Bueno, lo estaba. Pero justo el día de ayer fue comprado —explicó el hombre.
Ranma estaba empezando a alterarse —¿Quién lo ha comprado? ¡Dígamelo! —exigió.
—La-la hija de uno de los inversionistas —tartamudeó el hombre—. La señorita Tendo.
—¿Tendo?
—S-sí, señor.
—Pues dígale a la tal señorita Tendo que le ofrezco el doble de lo que pagó.
—La contactaré. Aunque, dudo que acepte.
—¡Ja! Por favor. Todo tiene un precio y yo estoy dispuesto a pagar. Quiero esta propiedad y la tendré.
—Ella, bueno…—titubeó el señor Hideki —dudo que considere su oferta, ya que…
—Mire, Hideki. No me importa lo que tenga que hacer. Compraré la propiedad, así que espero su llamada el día de mañana para que mi personal se encargue de hacer la transferencia a la tal Tendo.
—D-de acuerdo, señor Saotome —ante la firmeza de Ranma, el señor Hideki había sentido el temor de volver a llamarlo por su nombre, como le había permitido al inicio.
—Es todo lo que quería ver. Ahora, vámonos, tengo otros asuntos importantes que atender. Aquí está la lista de propiedades que voy a comprar y recuerde lo que le dije que hiciera con el asunto del dojo.
El señor Hideki observó la lista. Ranma compraría prácticamente todo lo que venía escrito. Podría decirse que era la mitad de Nerima.
Ranma subió al auto, seguido de nuevo por el señor Hideki. Esta vez no se enfocó en su móvil, que se escuchaba vibrar cada segundo. El semblante del joven continuó serio mientras miraba hacia la ventana. Lo del dojo lo había hecho enfadar, pero nadie se interponía en sus planes, por la simple razón de que él era Ranma Saotome.
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El señor Hideki se quedó en el mismo lugar donde Genma Saotome haría su inversión, mientras Ranma partía al departamento que su asistente Kohashi le había conseguido en Nerima. Habían llegado un par de ingenieros y una cuadrilla que estaba realizando el levantamiento topográfico. Genma seguía hablando con el hombre que había traído Hideki; se habían caído muy bien y el tema de los negocios había pasado a segundo plano.
—¡En ese año yo también estuve en aquel torneo! —reía Genma.
—¿De verdad? No recuerdo haberlo visto, Saotome —dijo el hombre, de nombre Soun.
—Seguro que estábamos en diferentes categorías, o es que en ese tiempo yo era mucho más delgado —ambos hombres rieron al unísono. El señor Hideki se acercó con cautela.
—Veo que se han llevado bien, señor Saotome; señor Tendo.
—Así es. Ambos hemos competido en los mismos torneos de artes marciales cuando éramos jóvenes —apuntó Soun.
—Entonces, será un honor para mí invitarlos a ustedes y a sus familias mañana a una cena que ofreceré en mi casa. Es para celebrar el inicio de sus inversiones en nuestra ciudad. Espero que acepten —Hideki hizo una reverencia ante ambos hombres.
—Para mí será un placer —dijo Genma
—Igual para mí, señor Hideki.
—Muchas gracias. Los espero entonces —volvió a hacer una reverencia. Si me disculpan, me retiraré a mis oficinas, debo hacer un encargo de su hijo, señor Saotome.
—¡No me digas que el muchacho hizo alguna estupidez! —preguntó Genma alterado.
—¡Oh, no! Nada de cuidado. Pidió que se le administrara la compra de unas propiedades, entre otras cosas… ¡Taki! —llamó Hideki a su asistente. Encárgate de que esto quede listo lo antes posible. Yo debo revisar un asunto del joven Saotome que es muy importante —entregó más documentos al chico y se apresuró en despedirse— Hasta mañana señor Saotome, señor Tendo — apenas alcanzó a hacer una reverencia, subió a su automóvil y arrancó como bólido en dirección a su oficina.
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El teléfono sonaba en la casa de los Tendo. El lugar estaba lleno de cajas. Pronto se mudarían a una nueva residencia.
—Casa de la familia Tendo, habla Kasumi —respondió la hija mayor —¿Es usted, señor Hideki? Buenas tardes…claro, con gusto lo comunico —la chica de cabello castaño claro dejó el auricular en la mesita y salió al pequeño jardín donde se encontraba Akane, su hermana menor.
—¿Qué pasa, Kasumi? —preguntó Akane a su hermana sin mirarla directamente. Estaba demasiado ocupada haciendo una kata, que siempre se le había complicado desde niña.
—Es el señor Hideki al teléfono, quiere hablar contigo.
Akane detuvo su ejercicio y tomó aire —espero que Nabiki no me haya cancelado la cuenta.
Kasumi sonrió y siguió a Akane hasta el teléfono.
—Buenos días, señor Hideki, habla Akane… ¿Hubo algún problema? Lo escucho —Akane escuchó con detenimiento lo que el hombre tenía que decirle. De pronto enarcó una ceja—. Puede decirle a su comprador que la propiedad no está en venta, así ofrezca pagar el doble por ella. Agradezco su llamada, pero es mi decisión final. Que tenga buen día, señor Hideki…Adiós.
—¿Es sobre el dojo? —preguntó Kasumi.
—Sí. Un hombre quería comprármelo por el doble del precio, pero no.
—¡Akane! Eso es mucho dinero.
—Lo sé. Pero ese dojo era de la familia de mamá, por derecho nos pertenece.
—Si nos perteneciera no hubiéramos tenido que comprarlo.
—¡Todo por esa estúpida regla de su familia donde solo los hombres pueden heredar bienes! Por fortuna, el tío Hayato ya está muerto y sin ningún descendiente.
—¡Akane! ¡No hables así de nuestro tío!— la reprendió Kasumi— Era hermano de mamá.
—Lo siento, Kasumi… ¡es que, si sólo mamá hubiera sido incluída en el testamento, tendríamos lo suficiente para haberla tratado! —dijo Akane con furia.
Kasumi suspiró. Su madre había muerto años antes debido a una enfermedad que la consumió poco a poco. Nunca habían tenido mucho dinero, y fue toda una odisea conseguir los medicamentos que ella necesitaba. Unos años después de la muerte de la señora Tendo, su padre había tenido un golpe de suerte y había ganado la lotería, así que su cambio de vida apenas comenzaba.
Nabiki, la hermana de en medio, ayudaba a su padre con el tema de finanzas. Le sugirió invertir en bienes raíces y qué mejor que en la tierra donde había crecido su madre, Nerima. La astucia de la joven la hacía investigar lo suficiente en el mercado, así que encontraba siempre la mejor manera de aprovechar el dinero.
Akane insistió siempre en recuperar la casa que había sido de la familia de su madre, así que después de mucho, Nabiki cedió ante ello, con la condición de que no gastara mucho en la remodelación. Akane prometió que así sería. Estaba entusiasmada con la idea de vivir en el mismo lugar que su madre cuando era pequeña, además, tenía un dojo que le encantaría usar. Su padre la había entrenado desde que era una niña, en artes marciales.
—Creo que era el momento de mamá de partir, aunque hubiéramos tenido dinero, ella no se habría salvado —dijo Kasumi, tratando de calmar a su hermana— además, sin importar las costumbres que tuvieran los Nagai, de algún modo, somos parte de su familia. No te expreses de ellos así, por favor.
Akane asintió. No pensaba discutir con Kasumi, no tenía caso. La casa ya era suya y no se desharía de ella jamás.
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AGRADECIMIENTOS: Gracias infinitas a Sakura Saotome y Sailordancer, mis dos betas expertas para este fanfiction, por hacer esto posible.
Lean el fic, Poderosa de mi hija virtual Hana Note, se van a divertir mucho.
Gracias a mis Locas por el Dios griego, porque sin todas ellas, esto no sería posible. Las notas y avisos de actualización para este y el resto de mis escritos, se harán por medio de mi página de Facebook Susy Chantilly, esto por motivos personales.
A ustedes mis lectores, les agradezco siempre su confianza para seguir leyendo lo que escribo. Recuerden que me gusta mucho leer sus reviews. Compartan si les gustó.
Gracias al universo por un año más.
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Los leo muy pronto.
Susy Chantilly