Disclaimer: Tengo tanto derecho a reclamar como propios los personajes y argumento de Orgullo y Prejuicio en la misma medida que el resto de la humanidad que no es Jane Austen.
Notas de autor:
I. Las situaciones y diálogos no relatados en la obra original que son mencionadas a continuación, son producto de mi imaginación.
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Epílogo
Dos hombres cabalgaron hasta el lugar donde la familia Barlow fue sepultada. Uno de ellos se arrodilló y depositó flores, el otro hombre solo observaba desde lejos. El mismo día ellos dejaron Douglas. Ese fue el fin de un capítulo que para el Conde de Matlock significó un nuevo comienzo. Por no estar vinculada al título, la propiedad fue vendida; Marcus Fitzwilliam jamás visitó aquella parte de Escocia otra vez.
Hubo momentos posteriores a la visita en la que Darcy acompañó a Marcus, en los que él estuvo tentado a decir la verdad acerca de William, pero no lo hizo. Siempre lo detenía la confesión que el mismo Marcus hizo unos seis años después de la muerte de Margaret.
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Darcy estaba de visita en Matlock cuando el mayordomo lo guio al estudio. Él había llegado varios minutos antes de lo acordado con su primo y encontró a Marcus cargando a su pequeña hija con la habilidad de un padre experto. Era una imagen que se había vuelto común para los sirvientes, al menos en la ausencia de visitantes.
Marcus encontró la mirada de su primo y se encogió de hombros.
—Nunca es demasiado temprano para aprender cómo funciona la venta de madera, ¿no crees?—, preguntó él, sin sonrojarse por haber sido descubierto en un momento tan íntimo.
—O rotación de cultivos —, respondió Darcy, mientras colocaba el libro para Marcus sobre el escritorio.
En vista de que Lady Samantha dormía profundamente en los brazos de su padre, Darcy no vio necesario que Marcus renunciara a tener a su hija cerca. Durante unos minutos, la conversación giró en torno a sus últimas aventuras en el mercado de la madera. A mitad de la conversación, Darcy se detuvo al ver algo en la pared atrás de su primo. Marcus buscó lo que causó la distracción y sonrió con un poco de tristeza.
—La respuesta es sí, es el mismo dibujo que hiciste cuando tenías como dieciocho años y fuimos a Douglas.
—Creí que no querías saber nada de aquel lugar, no desde el viaje del año pasado—, comentó él.
—De alguna manera tengo que recordar esa parte de mí, reconocer que soy mejor gracias a ellos, Darcy—, dijo con un voz apagada—. Lamento que los perdí, lamento lo que le hice a ella y al bebé, lamento haberlos abandonado; pero me prometí que esa sería la última vez que hacía algo así. Por alguna razón se me dio una segunda oportunidad, y seré mejor por mi hija y mi esposa—, añadió él y besó la frente del bebé en sus brazos.
—Si él viviera, ¿qué crees que habría sucedido, Marcus?—, preguntó Darcy, insultándose por dentro, pero era algo que necesitaba saber.
Marcus miró a su primogénita. Con cuatro meses de edad, Lady Samantha y sus ojos grises tenían al Conde de Matlock comiendo en la palma de su mano.
—Me habría casado con Lady Emma, y la habría hecho miserable, de eso estoy seguro. Mi hijo no habría hecho ninguna diferencia; antes de que me dijeras de lo sucedido, pensé que podría dejarlo con los Joad—, Darcy asintió, los Joad eran un matrimonio que trabajaba en la finca Ashby, Marcus continuó— Yo no estaba listo para ser padre, o esposo, Darcy.
—¿Y ahora consideras que lo estás, Marcus?
—Más vale que lo esté— añadió él con una sonrisa y después de una pausa cargada de arrepentimiento, agregó— aunque ahora mi temor es que un día, un hombre trate a mi hija de la forma que yo lo hice con otras mujeres.
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Para Darcy, esas palabras lo detuvieron cada vez que algún recuerdo de Douglas venía a su mente. Él estaba orgulloso del hombre que ahora era su primo. A Marcus le tomó años enteros de remordimiento para entender que solo podía redimirse siendo mejor en el futuro, y esto abarcaba todos los aspectos de su vida.
Una de las tantas enmiendas que Marcus reconoció que debía hacer, se relacionaba con Charles Bingley. Él se disculpó con Bingley por todos los insultos del pasado, sabía que no merecía el perdón de alguien tan noble, pero Bingley estaba más que listo para disculparlo y ofrecer su amistad. Esta vez, Marcus no dudó en aferrarse a esa oportunidad.
En Bingley, él encontró un alma gentil y humilde, y finalmente entendió por qué hombres como James y Darcy estuvieron dispuestos a ignorar el que Bingley hubiese nacido en un círculo social inferior. Charles no era débil o estúpido, como muchas veces él lo juzgó, sino empático con aquellos a su alrededor, algo que Marcus tardó años en aprender.
William jamás supo la verdad, su familia jamás le dio indicio para dudar de su origen; Adam lo cargó en sus hombros y le enseñó a trabajar aquellas tierras, Evelyn lo cuido con devoción y sus tres hermanas jugaron y lo amaron incondicionalmente. Los Jenkins lo vieron crecer como si William compartiera la misma sangre que ellos, mientras que desde lejos, Mara y Judith tuvieron la tranquilidad de ver al hijo de Margaret a salvo. Todos cumplieron su promesa de olvidar la verdad.
Marcus, a diferencia de su padre, tuvo la oportunidad de ver a su descendencia casarse. Él llevó al altar a sus dos hijas, con hombres que demostraron ser honorables y honestos. Cuando su corazón dejó de latir, un mes después de haber cumplido los sesenta y un años, tuvo la seguridad de que tanto su familia como el título, estarían en buenas manos.
A la edad de cincuenta y seis, el señor Darcy pasó a ser Lord Fitzwilliam Darcy, Conde de Matlock. Él heredó un título que jamás le había interesado, aunque no por eso evadió las responsabilidades que a éste estaban añadidas. Elizabeth fue elevada a condesa, ninguno de sus padres vivió lo suficiente como para saberlo.
Darcy de vez en cuando pensaba en Richard, quien después de Marcus, debía haber sido el heredero al título, pero su muerte tantos años atrás había sido llorada y aceptada por toda la familia.
Fue particularmente difícil para Marcus y Darcy hacer frente a la muerte de Richard, por diferentes motivos. Para Marcus era la pérdida de su hermano y amigo incondicional, una parte de sí mismo. Para Darcy, fue difícil por las circunstancias en las que se vieron por última vez.
Darcy y Richard no podrían haber sabido que esa conversación en Hunsford sería la última que tendrían. Mientras uno de ellos se casaba y daba inicio a la etapa más feliz de su vida, el otro regresaba al ejército, donde la guerra cobraría su vida. Marcus le pidió no regresar, pero Richard insistió en que sería la última de las misiones antes de renunciar de forma definitiva.
Richard no tuvo la oportunidad de ver a sus sobrinas, conocer a su cuñada o arreglar las cosas con Darcy, no vio a Georgiana casarse ni a Anne hacer frente a la temible Lady Catherine. Él no pudo saber que su hermano enmendó su camino y se volvió un hombre mejor que aquel que él encontró en Londres tras la muerte de Reginald.
Darcy y James aprendieron a vivir con la muerte de Reginald. A Darcy le tomó un poco más de tiempo aceptar lo que sabía y guardarlo para sí mismo. Él estaba consciente que su tío había cometido crímenes, y solo eso lo ayudó a evitar la culpa. Cada vez que él veía a Marcus ser feliz con una esposa que provenía de una familia sin título, cada vez que Elizabeth tomaba su mano, o que James regresaba de Ipswich con sus hijos; Darcy confirmaba que aunque técnicamente se cometió un crimen, las consecuencias sabían a justicia, gracias a la cual muchos pudieron rehacer sus vidas.
Adam William Jenkins cabalgó en su purasangre hasta lo alto de una de las colinas cercanas a la finca familiar. Adam Jenkins, su padre, estaba enfermo y Gibson no era muy optimista sobre la recuperación. Él sintió la necesidad de estar un momento a solas y pensar en lo que de manera inminente tendría que enfrentar.
El momento de asumir el control de la finca estaba cerca; tendría que cuidar los campos por los que corrió al ser un niño y hacerlos productivos ahora, como un hombre. Él estaba listo, lo sabía. Sobre él descansaba la continuidad de un legado familiar.
Mientras William reflexionaba sobre el futuro, en una iglesia a cientos de millas de distancia, Bennet Richard Darcy esperaba en el altar a su futura esposa, cuyos ojos azul grisáceo le sonreían; era una unión de amor verdadero.
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FIN
Gracias por llegar hasta este punto.
-D