24
Un par de días después de la cena con el señor Ferrars, Lord Walden y Lord Denton regresaron a Londres, previo acuerdo de volverse a reunir más tarde con la familia Blake y esperar la llegada de Lady Virginia. El resto de la semana transcurrió en una rutina que consistía en Blake pasando tiempo con su hija mientras los dos actuaban como chaperones de Jane y Robert.
En una de esas ocasiones, Elizabeth seguía de cerca a su padre por el camino que llevaba al lago. Había transcurrido poco más de una semana desde que se conocieron y podía decirse que habían alcanzado alto grado de confianza. Entre los avances más relevantes en esa relación se hallaba el que ella se atrevió a llamarlo padre. Empezó como algo casi experimental, un momento en el que ella quiso descubrir cómo se sentía al usar la expresión y cuál era la reacción de él. Ella todavía vinculaba el término al señor Bennet, pero se le ocurrió que si no hacia el esfuerzo con Blake, entonces las cosas jamás cambiarían. La sonrisa que él le dio fue una que Elizabeth jamás podría olvidar. El rostro de él se iluminó y sus ojos parecían brillar más, aunque tal vez fueron las lágrimas que él supo contener.
Esa tarde, al igual que las dos anteriores, Elizabeth iba sobre el lomo de Hera mientras él utilizaba el caballo de Jonathan para hacer el recorrido. Quizás era porque Hera ya conocía a Blake, o tal vez porque era capaz de percibir el aire de autoridad que él transmitía, pero las ocasiones habían transcurrido sin los caprichos usuales de la yegua. Elizabeth quería creer que se trataba de un aumento en su propia confianza al estar sobre el animal.
Él le contaba historias sobre su vida, acerca de su juventud en los campos de Houghton Park, así como el legado familiar de aquel lugar. Elizabeth se sorprendió al conocer que el apellido Blake y la finca familiar de Norfolk eran legados por parte de una mujer, siendo Lady Clarissa Blake la heredera y Christopher Talbot el hombre dispuesto a cambiar su nombre. Esa fue la consigna para que Lord Blake concediera un matrimonio entre su única hija con un caballero que, aunque provenía de una familia noble, no tenía una fortuna equiparable a la que Lord Blake consideró para dejar a su hija en vista que el título iría a otra parte de la familia.
—Creo que es por eso que a mi madre le molestaba aún más que nosotras no pudiéramos heredar Longbourn—comentó Elizabeth después hacer mención del caso del señor Collins—Es extraño pensar que él no tenga el apellido Bennet y que de cualquier forma sea el heredero.
—Probablemente algún hombre en la línea familiar del señor Collins hizo algo semejante al señor Talbot.1
Blake la escuchó contarle sobre las veces que le intentaron explicar a Fanny por qué sus hijas no podían heredar, pero que cada esfuerzo resultaba en fracaso ya que ella se negaba a aceptar lo que consideraba como injusticia. Él, que por varios días había querido hablar de un asunto semejante con ella, vio el momento como la oportunidad adecuada.
—Es mi intención que tú seas quien herede Houghton Park, Elizabeth. De esa manera, si tienes un hijo, él podrá conservar la finca familiar. Si tú no hubieras regresado a mi lado, el siguiente heredero es mi primo Weston.
Desde antes de conocer a su padre, el señor Spencer y la familia Walden le habían hablado que no les cabía la menor duda que su padre buscaría la manera de hacerla heredera apenas la conociera, pero el escuchar esto directamente de él hizo la ocasión más importante.
—¿No será tan simple como la publicación de avisos en los principales diarios del país donde se aclare mi regreso a la familia Blake, verdad?—preguntó ella, casi segura de cuál sería la respuesta.
Él detuvo su caballo y ella lo imitó. Su semblante era serio y su voz más grave que otras veces.
—Lo que nos hicieron fue un crimen, incluso si mi hermano fue el principal instigador. Alguien puso tu nombre junto al de tu madre, fueron alterados los registros de la parroquia, se despojó a una persona de lo que legítimamente le corresponde.
—No quisiera yo ser la causa de tantas molestias, padre. No necesito ser la heredera de Houghton Park—respondió ella con franqueza. Uno de los amigos del señor Phillips trabajaba como abogado defensor en Londres y si de algo se había enterado Elizabeth es que los juicios no solo eran largos sino también costosos.
—Elizabeth, si la justicia tiene un precio, yo puedo pagarlo—le aseguró su padre.
Él le explicó cómo podría ser el proceso después de ir con el magistrado en Norfolk y Elizabeth comprendió que la estancia en Acker Hall sería uno de sus últimos momentos de relativa tranquilidad que tendría con su familia. La seriedad de los procesos legales fue dejada a un lado después de que Blake hizo algunas observaciones sobre la manera en la que ella sostenía las riendas del caballo y reanudaron el paseo.
—Ambos parecen entenderse bastante bien—comentó él cuando miró hacia el lago. Jane y Robert hicieron el recorrido a un paso más rápido que una caminata de principiante y sus caballos ya se encontraban descansando cerca del agua.
—Creo que él se enamoró de ella en cuanto la vio—respondió ella sonriendo y agregó—No imagino a Jane con alguno de los otros caballeros que se han interesado.
—¿Han sido muchos?—preguntó Blake con fingida ignorancia. Desde que el señor Addison compartió lo sucedido en Hunsford, él no era ajeno al nombre Bingley, además de que los nombres Darcy y Wickham sostenían su interés. Jonathan le contó lo que sabía de los tres caballeros, pero él quería escucharlo de su hija y ver si había cosas de las que él no estuviera enterado.
—Supongo que el único hombre que realmente nos hizo creer que ella recibiría una propuesta fue el señor Bingley. Él llegó a Hertfordshire al rentar Netherfield Park en compañía de sus dos hermanas, su cuñado y uno de sus amigos, y desde que la conoció en un baile local de Meryton, buscó su compañía cada vez que la ocasión lo permitió. Un día las hermanas de él la invitaron a cenar, y a causa de la lluvia ella tuvo que pasar la noche en Netherfield. Luego supimos que estaba enferma y fui a verla, el señor Bingley me invitó a quedarme hasta que ella estuviera recuperada. Él fue muy atento, y creo que hasta lamentó un poco cuando Jane tuvo que regresar a casa. Algunos días después, él organizó un baile—y como queriendo darle menos importancia, ella comentó—Al día siguiente él dejó Hertfordshire con intenciones de volver dos semanas más tarde, pero no fue así. Fue persuadido por su familia y amigo de que Jane no lo amaba, y que sería lo mejor no volver a Meryton.
—¿Cómo sabes que fue persuadido?—insistió Blake—Tal vez él se dio cuenta que sus sentimientos por ella no eran tan intensos como lo creyó en un principio. No todas las atenciones terminan en el altar, Elizabeth, la mitad de mi regimiento es prueba de ello.
—El señor Darcy me lo hizo saber en su carta—replicó ella.
Blake no tuvo que fingir una reacción a las palabras de ella porque en realidad esa información era algo de lo que no tenía conocimiento.
—¿Por qué el señor Darcy te escribiría una carta?
Elizabeth se sonrojó, bajó la mirada hacia sus manos y trató de controlar su expresión. Ella sabía que su lengua la acababa de traicionar y que sería lo mejor confesar lo concerniente al señor Darcy. Su padre merecía saber, especialmente por su esfuerzo en formar una relación con ella.
—El último día en Hunsford, él me pidió ser su esposa, padre. Yo no sabía que él sentía suficiente afecto como para hacer ese ofrecimiento, su carácter jamás delató esa clase de sentimientos hacia mi persona.
—¿Rechazaste su propuesta?—preguntó él, a pesar de saber la respuesta.
Elizabeth asintió y prosiguió a contarle cómo fue la relación con el señor Darcy desde que lo conoció en Meryton hasta la propuesta en Hunsford. Su padre no ocultó su molestia cuando ella mencionó la actitud de Darcy en ese primer baile, no obstante, conforme ella fue detallando las interacciones, él comprendió un poco más de dónde provenía el interés del caballero. Después ella detalló sobre parte del contenido de la carta que recibió la misma mañana del sábado. Blake, si bien se sentía inclinado a empatizar con el rechazo de su hija hacia el señor Darcy, expresó su propio análisis de la situación, la cual había podido meditar por ya varios días.
—Como padre, encuentro insultantes los comentarios sobre las razones por las que él se esforzó en suprimir el supuesto afecto hacia ti, demuestran un sentido de superioridad bastante desagradable y que no debe justificarse en su ignorancia del cambio de tus circunstancias familiares. Sin importar quienes son tu familia, él no tenía derecho de hacerte sentir menos por tales vínculos, especialmente cuando han sido ellos quienes de alguna u otra manera han contribuido a formar la persona que eres—comentó, y tras una breve pausa, añadió con más cautela—no obstante, y con el riesgo de entrar en desacuerdo contigo, no es su juicio apresurado sobre la señorita Bennet lo que yo censuro, sino la satisfacción que lo llevó a compartir sus acciones con el coronel Fitzwilliam.
Elizabeth aceptó que el comentario de su padre era parcialmente acertado y expresó algo que llevaba días cuestionándose.
—Aun cuando el señor Bingley estaba en toda libertad de ignorar a su amigo y hacer su voluntad—reconoció ella de sus propias reflexiones—, no comprendo porque el señor Darcy consideró que yo esperaba una propuesta de su parte. Él se jactó de haber observado con gran atención la actitud de Jane hacia el señor Bingley y haber tomado la decisión de intervenir basado en la falta de afecto por parte de ella, ¿Cómo es que él no hizo lo mismo en su propio caso? Estoy segura que mi comportamiento jamás fue el de una mujer que espera atenciones por parte de él.
Blake se sonrojó un poco la respuesta de su hija y de pronto se sintió nervioso por tener que explicar sus ideas a Elizabeth. Si fuera otro tema, él no tendría dificultad, pero los años en el ejército no le enseñaron cómo hablar con una hija sobre las peculiaridades del cortejo.
—No puedo darte una respuesta sobre la lógica que utilizó el señor Darcy para determinar que tú esperabas una propuesta, Elizabeth. Por lo que me dices de cómo él actuaba contigo, me atrevo a creer que él atribuyó cierto grado de provocación a las conversaciones—dijo él rápidamente y con la vista hacia cualquier otro lado menos su hija. De haberla observado, él habría notado como las mejillas de ella se enrojecieron.
—Él estaba muy seguro de que lo aceptaría, eso me molestó—comentó ella, su mente otra vez en ese momento.
—Tanto la falta de confianza, como el exceso de esta, puede hacernos tropezar. Él es consciente de su lugar en sociedad, y sabe que su estatus lo hace alguien con quién una familia consideraría conveniente unir a una hija—y añadió—Y no pienses que estoy de acuerdo en la persuasión que él ejerció sobre el señor Bingley, no, es solo que he sido testigo de la determinación. Tu madre recibió argumentos en mi contra de varias personas, y ella no los escuchó. El señor Bingley es independiente y sobre él estaba la última elección.
—En la carta, él también me explicó un poco acerca de las razones por las que no expuso al señor Wickham en Meryton—dijo ella en voz baja.
—¿Consideras que son válidas?—inquirió él.
—Sí, hasta cierto punto—respondió Elizabeth con calma—El señor Wickham nunca fue el hombre que pensé cuando lo conocí.
Lo último fue dicho con tal pesadez que, por un momento, Blake sintió que su alma dejaba su cuerpo y se apresuró a preguntar a qué se refería su hija. Ella, a pesar de la vergüenza que sentía, se aventuró a hacer una de las confesiones más íntimas que hizo jamás, algo que por obvias razones, ni siquiera Jane sabía.
—Él fue amable y atento, y supongo que brevemente me convencí que él estaba interesado en mí. Generalmente es Jane quien recibe toda la atención de los caballeros, y el señor Wickham parecía ser la excepción. Cuando me habló del supuesto despojo del que fue víctima, no solo le creí de inmediato, sino que deteste al señor Darcy porque pensé que si el señor Wickham hubiera estado en una mejor posición...—ella interrumpió lo que estaba por decir y se sonrojó por lo que pudiera pensar su padre—No importa, las cosas cambiaron casi de inmediato y después en Londres supe la verdad.
—Él podría haber buscado una pareja sin darle demasiada importancia a la fortuna de ella, o falta de ésta—completó él y su hija asintió de conformidad.
—Creí tan fácilmente en todo lo que el señor Wickham dijo. No pensé, ni por un momento, en los motivos por los que él buscó desacreditar aún más el carácter del señor Darcy. Mi opinión de Darcy ya era mala que no había razón para creer que la familia de él fue la parte agravada.
—Todos nos equivocamos, Elizabeth. Si aprendiste algo de tal experiencia, entonces esta no ha sido en vano.
Blake se sentía tentado a preguntarle cuánto hubiera influido en su apreciación del señor Darcy si aquel comentario de Meryton jamás hubiera tenido ocasión, pero consideró que tal vez esa era una conversación para otro día.
—Lady Catherine puede estar tranquila, después de todo, mi rechazo a la propuesta de su sobrino aumenta las posibilidades de que él se convierta en el esposo de la señorita De Bourgh—comentó ella después de un profundo suspiro.
—¿Te arrepientes de tu decisión?—comentó él sin si quiera pensar en sus palabras, pero Elizabeth negó con la cabeza.
—Incluso si hago a un lado todo lo relativo a Jane y acepto lo relacionado con el señor Wickham, él sigue siendo un hombre orgulloso que se esforzó en suprimir cualquier afecto hacia mí porque va en contra de todo lo que él considera razonable. ¿Me equivoqué al no aceptar al señor Darcy?—preguntó ella con inquietud por la apreciación de su padre.
—No, pero mis razones para apoyar tu decisión son más egoístas. Aún si el señor Darcy fuera un ejemplo de todas las virtudes, en este momento no podría alegrarme de verte partir a su lado, o el de cualquier otro caballero. Acabo de recuperar a mi hija, no quiero perderla tan pronto.
Elizabeth peleó por reprimir el llanto, pero de cualquier forma un par de lágrimas se asomaron. Blake acercó su caballo al de ella y tomó su mano antes de continuar.
—Sé que un día aparecerá alguien que te haga anhelar tu propio hogar y una familia, solo te pido que no apresures ese momento. No estoy listo para verte compartir tu vida con un esposo.
—Haré lo posible, padre.
Ambos sonrieron por el entendimiento mutuo. Blake soltó la mano de su hija y estudió el perfil de Elizabeth. Con un ligero toque en la barbilla, cambió el ángulo del rostro de ella.
—Ojos al frente, ya casi llegamos.
—o—
Thomas Bennet leyó la carta un par de veces y la sensación de dolor de su pecho se intensificó. Él siempre pensó que perdería a Elizabeth a manos de un caballero que tomaría a su hija con virtudes y faltas, un joven con quién él pudiera divertirse unos minutos haciéndolo sudar bajo una mirada inquisitiva, y el momento había llegado. Le quitaban a Elizabeth, pero no era un joven buscando aprobación, sino un caballero rico, de una familia de renombre, un héroe de guerra que casualmente también era el padre de ella. Él retuvo la información para sí mismo por el resto del día para meditarla, y la mañana siguiente se aventuró a visitar al señor Palmer sin dar explicación alguna a Fanny.
Cuando regresó de Purvis Lodge, decidió darle la noticia de la carta a su esposa. Ella lloró, admiró la caligrafía del coronel, y se alegró de saber que aquel caballero deseaba restituir a Elizabeth a su lugar como la legítima hija del matrimonio Blake. Era una pérdida que le pesaba, pero trató de enfocarse en todo lo que Elizabeth tendría. Podría aspirar a un matrimonio con algún noble, o no casarse en lo absoluto si ponía su mente en ello, y dedicar el tiempo a maleducar a toda una generación de sobrinos. Podría viajar y aprender lo que quisiera, tener vestidos de telas costosas. Su Lizzy estaría bien.
La carta cumplía con el propósito no solo de notificar la llegada de Blake al país y sus intenciones respecto a Elizabeth, sino que era una invitación para reunirse en la capital. Fanny estaba lista para escuchar a su esposo decir que no deseaba hacer tal viaje, pero para su sorpresa, Thomas no se opuso.
No se trataba de un gusto recién adquirido por la capital, y sus motivos iban más allá de la curiosidad de conocer al eminente militar. Thomas Bennet no era ajeno al muy probable compromiso de Jane, y tenía la impresión que algo se estaba fraguando entre Mary y el señor Carter. Con el arrendamiento temporal de la casa del señor Palmer, él consideraba que se sentiría menos incómodo en la capital y más dispuesto a soportar las frivolidades de Londres por sus hijas y esposa.
—o—
La llegada de Lady Virginia a Acker Hall fue inesperada, aunque eso no hizo diferencia en que fuera recibida con gran respeto y afecto por el personal de la casa. Jonathan estaba en el estudio cuando ella fue anunciada.
—¿Ya no reconoces a tu madre?—dijo ella, cuando notó la pálida expresión de su hijo.
—Madre, pensé que le vería en la capital—dijo él tratando de ocultar su impresión por la pronta visita. En realidad, ahora que lo reflexionaba mejor, se le ocurrió que debió haber considerado que la reacción de ella sería la misma que tuvo Blake.
—¿No merecía yo una visita para que se me explicara todo esto de forma personal y no a través de un montón de páginas?—comentó ella mientras se sentaba al otro lado del escritorio de su hijo, para dar inicio a un discurso sobre la falta de consideración de Lord Walden y él.
Jonathan ofreció disculpas y le contó de manera más detallada el descubrimiento que tuvo lugar más de tres meses atrás. Por el tiempo que duró la explicación, Lady Virginia no habló. Su expresión no era de censura, sino de una controlada calma, como quien está intentando no mostrar demasiado.
—Quiero verla—pidió ella cuando su hijo concluyó con la historia—¿O me vas a hacer esperar otros tres meses?
Jonathan estaba por decirle que la señorita en cuestión estaba cabalgando, fue entonces que alguien tocó la puerta del estudio. Él no esperaba ver a su cuñado al abrir. Lady Virginia siguió con la mirada a su hijo y al coronel, hasta que el segundo de ellos ocupó la silla junto a ella. Notó que aunque los años habían sido nobles con el aspecto de él, dejaron testimonio de su paso. La cabellera alguna vez oscura ya estaba salpicada de blanco, las líneas de su rostro eran más pronunciadas, y su piel evidenciaba el toque del sol. Solo el verde de los ojos no había cambiado. A pesar de que se conocían, Jonathan hizo las presentaciones, y después el salón volvió a estar en silencio, hasta que ella inició la conversación.
—Confío en que al menos mi familia le dio un mejor trato que la escasa cortesía que a mí se me ofreció en lo concerniente a la señorita que, me aseguran, es mi nieta, coronel Blake—dijo ella, dándole una última mirada de amonestación a su hijo.
Él, determinado a responder de la misma manera, dijo:
—Así fue, Lady Virginia. Lord Walden, Lord Denton y el señor Spencer me informaron personalmente mientras me recuperaba en Portsmouth, en la casa del señor Henry Walden, aunque tuve que esperar algunos días para conocerla.
Ella asintió y pidió a su hijo que la dejara un momento a solas con el coronel. Jonathan, a pesar de que sabía que su madre había mejorado en la percepción de Blake, no quería dejarlos, sin embargo este le confirmó que aquella conversación era algo que ambos necesitaban. Blake la observó brevemente, ella lucía más pequeña de lo que él la recordaba. El silencio no se prolongó, ya que apenas estuvieron ellos solos, Lady Virginia expresó las palabras que llevaba años guardando.
—La última vez que nos vimos—empezó ella, en un tono un poco más vulnerable el utilizado en presencia de su hijo—yo le acuse de estar interesado solo en el dinero de mi hija; me disculpo por mis palabras, coronel Blake. Sé que no estamos aquí para hablar de eso, pero debe usted saber que en ese respecto, reconozco que lo juzgué equivocadamente.
Las comisuras de los labios de él se movieron ligeramente formando una leve sonrisa. Por años había pensado en si ese momento llegaría, en cuán satisfactorio sería escuchar a la imponente Virginia Spencer reconocer su error, sin embargo, en las circunstancias de la actual conversación, no había lugar para regodearse y echarle en cara que él siempre fue honesto en sus intenciones. Él aceptó la disculpa de una manera que ella no creía merecer, pero que internamente le dio alivio. A cambio, él reconoció que las ofensas fueron en ambas direcciones y que esperaba dejar aquello atrás. Aquel intercambio no reparaba todo, los dos lo sabían, pero por lo menos sentaba un tono más cordial sobre lo que aún faltaba por discutir y que era la razón por la que estaban reunidos.
Traer los recuerdos de Emily y Ernest a la conversación fue algo necesario. Después ella preguntó sobre la certeza de él, la impresión del primer momento y la incertidumbre por el futuro de algo tan nuevo. Él habló sobre lo desesperante que fue enterarse y no verla de inmediato. Para ser dos personas que durante muchos años pensaron que eran muy diferentes, la situación con respecto a Elizabeth los hizo tener inquietudes en común. Él fue honesto en reconocer que la edad de Elizabeth era como una espada de doble filo: por un lado ella tenía suficiente madurez para crear un vínculo de amistad con él, y por el otro, esa misma edad la hacía elegible en sociedad y ser nuevamente alejada de su lado.
A Blake se le escuchaba agradecido con la familia Walden por estar en el lugar correcto en el momento adecuado, y Lady Virginia tuvo temor por la respuesta de lo que estaba por preguntar.
—Si mi hermano la conoció primero, ¿Cuál es la impresión que ella tiene de mí, coronel?
Blake le dedicó una mirada que le dio a entender que las opiniones del conde eran conocidas por Elizabeth. Ella suspiró y su expresión reflejó resignación.
—¿Cree usted en la redención?—preguntó ella.
—No podría dormir si no lo hiciera.
Ella agradeció y tras algunos minutos de conversación, Blake determinó que era momento que ella conociera a su nieta.
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Una de sirvientas fue a buscar a Elizabeth y la acompañó del salón de música hasta el estudio. Blake sonrió cuando la vio aparecer en la entrada y tomó su brazo para llevarla hasta donde Lady Virginia estaba sentada, la seguridad de él le ayudó a disipar un poco los nervios.
Mientras Blake hizo las presentaciones, ambas mujeres se estudiaban con cuidado. Para Lady Virginia el parecido entre Elizabeth y Emily trajo muchas memorias, buenas y malas, y sus sentimientos la superaron. Ella se había esforzado en permanecer estoica, pero las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos. Era prácticamente el mismo rostro, y aunque las facciones de Spencer tenían dominancia, ella pudo ver algunos vestigios de la familia Blake. Elizabeth era un poco más alta de lo que había sido Emily, sin duda un aporte de la estatura de él. Al mirarla un poco de perfil, percibió una sutil diferencia en las orejas, pero en esencia, se trataba de una réplica de la imagen de su hija.
Después de la momentánea pérdida del control de sus emociones, Lady Virginia se calmó y no volvió a mostrarse igual de afectada, aunque no por eso perdió la intención de ganar la simpatía de la señorita que ella era capaz de admitir como nieta. Empezó a contarle a Elizabeth sobre Lady Elizabeth, la mujer de la que obtuvo su nombre. Valiéndose de lo que ya sabía gracias a las cartas y sus conversaciones con Jonathan y Blake, ella hizo preguntas más específicas acerca de la manera en la que había sido criada por los Bennet en Hertfordshire. Tocó también otros temas más sencillos como la región de Kent y si esta le gustaba, su opinión sobre Acker Hall. Elizabeth contestó con respuestas que Blake ya conocía y utilizó la oportunidad para hacer preguntas sobre su madre, Phillip Spencer y Rosehill.
Fue un intercambio tranquilo gracias a la actitud mesurada de Lady Virginia, cuya apariencia no reflejaba lo que el encuentro provocó en ella. Elizabeth, por su parte, sintió cierto grado de alivio tras conocerla, ya que había escuchado opiniones tan drásticas de varios miembros de la familia Walden que la llevaron a no esperar demasiado.
Eventualmente Jonathan apareció de nuevo en la puerta del estudio para enterarse del progreso entre su madre y Blake, y para su sorpresa, no solo los encontró a ellos dos, sino también a Elizabeth. Ninguno de ellos tenía el ceño fruncido y él tomó eso como una buena señal. Anunció que la cena sería dentro de una hora y entonces Lady Virginia tendría oportunidad de volver a ver al resto de la familia, conocer a la señorita Bennet, y presentar a la señora Lewis con el resto.
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El tiempo posterior a la cena sirvió para que Lady Virginia aprendiera más acerca de su nieta a través de la presencia de Jane Bennet. Pudo percatarse que el lazo entre las dos señoritas era fuerte y que, a pesar de la nueva realidad de Elizabeth, ninguna de ellas había renunciado a considerar a la otra como una hermana. Notó también otras cosas, como que Robert estaba muy serio y parecía que solo se relajaba cuando cruzaba miradas con la señorita Bennet. Ella conocía bien esa mirada, y su primera reacción fue querer hablar en privado con su hijo.
—¿Lord Denton aprueba la unión de su hijo con la señorita Bennet?—preguntó ella a Jonathan cuando todos se habían retirado a sus habitaciones.
—En realidad, hasta mi tío está satisfecho, madre. La conocimos cuando fuimos a Longbourn y pudimos constatar que es una buena persona. Aún no es oficial, pero no dudo que eso sucederá apenas ella vuelva a reunirse con su familia.
Ella hizo una mueca que no le gustó a Jonathan.
—Madre, por favor déjelo en paz. No vale la pena interferir en eso, es un hecho. Si usted expresa desaprobación, Elizabeth jamás la perdonará y cualquier esperanza de tener un vínculo con ella quedará perdida.
—No voy a protestar por lo que mi hermano o Denton aprueben. Si ellos están felices con la elección de Robert, es muy su asunto—dijo ella con indiferencia y luego, más seria—pero tú y yo sabemos que esa muchacha no está lista para ser expuesta a la sociedad que la recibirá como una Walden. La situación es remediable, pero necesita trabajo.
—Estoy seguro que Lady Cassandra y Lady Mary pensarán en algo al respecto. Cathy las ha ayudado desde que están con nosotros. La señorita Bennet es la mayor de varias hermanas, ella ha sido un apoyo importante para su madre y la he visto en sociedad. Ella aprenderá rápido lo que sea necesario, madre. La prioridad de usted es conocer a Elizabeth, puede enseñarle a diseñar un jardín—comentó él con la esperanza de distraer a su madre de forzar algo sobre Jane.
Ella lo miró mientras pensaba en lo que él dijo, después entrecerró los ojos y sus labios se hicieron una delgada línea. Jonathan sabía que aquella expresión era la de una nueva idea y sospechó que su madre estaba por imponer su voluntad.
—No dudo de la capacidad de Lady Cassandra y Lady Mary, pero nunca es demasiado temprano para empezar. A partir de mañana la señora Lewis destinará su tiempo a la señorita Bennet. Es obvio que la señora Spencer no puede dar su completa atención a ella, y tienes razón, yo necesito conocer a mi nieta antes de ir con ellos a Norfolk.
Notas:
1. En The Annotated Pride and Prejudice, por David M. Shapard, él hace referencia a la probable razón por la que a pesar de no tener el apellido Bennet, el señor Collins puede heredar Longbourn, y explica que el cambio de nombre era algo bastante común en esa época, especialmente cuando los hombres cambiaban su apellido para casarse con herederas, o cuando miembros adoptados tomaban el apellido de la familia para asumir el papel de heredero, como el caso de Frank Churchill en otra de las obras de Austen: Emma.