La mecánica del destino

Para Nea Poulain

¡Feliz cumpleaños atrasadísimo!
Siento haberme tomado tanto tiempo escribiendo esto, pero espero que te guste.


«Damas y caballeros, bienvenidos a la arena de combate USJ del cuadrante Yuei»

La voz del presentador, conocido como Present Mic, sonó en los altavoces callando el barullo del público que conversaba emocionado.

«Esta noche tenemos la batalla más esperada del año, ¡la gran final! Voy a presentar a los valientes guerreros que derrotaron a todos sus contrincantes. Aquellos que están a una victoria de alcanzar la gloria».

Se calló para dejar que el público aclamara.

«No es la primera vez que participa en el torneo, pero es la primera que logra llegar a la final. A sus veinticinco años ha derrotado casi tantos oponentes como los grandes. Poderoso y temible: el dios de las explosiones, ¡Bakugou Katsuki!».

Los aplausos y gritos de apoyo no se dejaron de escuchar sino hasta pasado un par de minutos, tras los cuales Present Mic continuó.

«En el otro lado tenemos a uno de los combatientes más temidos por todos. Sucesor de aquel que venció a la esperanza, el símbolo de terror y destrucción: ¡Shigaraki Tomura!».

Esta vez la reacción del público fue dispar. Algunos aclamaban, pero una abrumante mayoría abucheaba y gritaba insultos. Pero a Shigaraki no le importaba. Desde su lado de la arena sonreía mientras entornaba los ojos sin dejar de observar a su contrincante, las cicatrices en su rostro y su cabello blanco desordenado lo hacían ver mayor de lo que era.

«Recordemos las reglas del combate: cada golpe vale d puntos, si cae de la pista son 10 puntos menos, el combate acaba cuando uno llegue a 500 puntos o cuando uno de los dos caiga inconsciente. Los poderes están permitidos, pero recuerden que está prohibido matar».

Katsuki se ajustó los guantes que protegían sus manos de sus propias explosiones sin mirar a su oponente, pero siendo plenamente consciente de que era observado. Eijirou palmeó su espalda infundiéndole confianza.

—Vas a ganar —le aseguró .

—Pues claro, —contestó Katsuki con una sonrisa que a cualquiera podría engañar, pero Eijirou, que conocía demasiado bien a su amigo, pudo ver la verdad detrás de ella: estaba muerto de miedo—. Soy el mejor.

—Sí que lo eres.

«Pedimos a los oponentes que se preparen, comenzamos en 5…»

—Buena suerte, aunque no la necesitas.

Katsuki se acomodó en el punto de inicio y respiró profundo.

«4»

Shigaraki se quitó su capa y la dejó caer al suelo.

«3»

Katsuki giró su cuello y movió los dedos de su mano para aliviar la tensión.

«2»

Shigaraki se relamió los labios y sonrió amenazadoramente.

«1»

Ambos combatientes se pusieron en posición de pelea.

«¡COMIENZA LA BATALLA!»

Katsuki sabía que sólo tenía que hacer una cosa para vencer: evitar que lo tocaran. Shigaraki era un guerrero hábil y sabía pelear bien, pero en realidad no tenía mucha más habilidad que otros enemigos, lo que lo hacía especial era su poder. Un toque de Shigaraki y estabas acabado: olvídate de esa parte del cuerpo.

Al principio todo iba como miel sobre hojuelas. Katsuki era rápido y sus explosiones causaban distracciones útiles para atacar de sorpresa. Una patada, huir y lanzar explosiones al tiempo que corría, cubriendo de humo la arena; un golpe, dos, retirada…

Faltaban sólo treinta y siete puntos para conseguir la victoria cuando Katsuki cometió el primer error. Conectó el golpe justo en la mandíbula de Shigaraki, pero cuando quiso echarse para atrás no fue lo suficientemente rápido. Lo siguiente que supo fue un dolor como el que jamás había sentido, tal que jamás podría expresarlo con palabras ni compararlo con ninguna otra sensación. Vio borroso y cayó de rodillas tratando de sujetarse el brazo, pero ya no había brazo. Antes de desmayarse alcanzó a ver la cara aterrorizada de Eijirou que trataba de sostenerlo.


Algo pitaba rítmicamente. Le costaba abrir los ojos, pero poco a poco los otros sentidos iban regresando. Una mezcla de aromas muy extraña —alcohol y aceite—lo hizo finalmente volver en sí. Abrió los ojos poco a poco para aclimatarse a la luz y trató de incorporarse sin éxito. Estaba atado. De golpe vinieron a él los recuerdos del combate y se estremeció. Tragó saliva. Con temor giró su cabeza para observar el lugar donde debería estar su brazo. Gruesas lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

Lo había arruinado todo. Había estado a un paso de la victoria y esta se había desintegrado junto a su brazo y su sueño de toda la vida. Con un solo brazo no podría pelear.

—Estás despierto. Qué bien.

Se mordió los labios para tratar de frenar las lágrimas y miró a la persona que salía detrás del montón de chatarra. Era un hombre, no era muy alto pero sus brazos, aún bajo el traje de mecánico eran musculosos. Tenía el cabello de un tono verdoso que le causó una punzada de reconocimiento que hizo a un lado en cuanto apareció en su mente. El rostro lo tenía cubierto casi por completo por unos enormes googles con aumento.

—¿Dónde estoy?

Hablar le caló la garganta por lo que comenzó a toser. El hombre se apresuró a acercarse y le extendió un vaso con agua.

—En mi taller —explicó el hombre—. Te trajeron aquí después del combate porque el médico no se presentó hoy por algún motivo y yo sé medicina.

—¿Quién eres tú?

El hombre guardó silencio unos segundos.

—Soy un mecánico de biopartes — dijo tomando de una mesa lo que era claramente una pierna robótica y mostrándosela a Katsuki—, el mejor, si se me permite decirlo.

Dejó la pierna en la mesa y se acercó de nuevo a Katsuki. Comenzó a desamarrar las tiras de cuero que lo sostenían sobre la cama.

—Intenta levantarte.

Katsuki obedeció. Sintió que se mareaba un poco al hacerlo, pero finalmente quedó sentado. Volvió a mirar el lugar donde debería estar su brazo izquierdo y tuvo que hacer un esfuerzo enorme para no gemir. El muñón parecía un pedazo de piedra reseco, estaba cubierto de una pomada, pero aún lucía al rojo vivo la herida.

—¿Te duele algo? —preguntó el mecánico.

«El orgullo» pensó.

Negó con la cabeza.

—Puedes irte a casa —tomó un frasco y se lo extendió—, ponte esto después de lavarte, al menos dos veces al día.

Katsuki tomó el frasco con su única mano. Luego miró la pierna sobre la mesa y finalmente al hombre.

—¿Cuánto cuesta un brazo?

El hombre se llevó la mano enguantada al labio, lo único visible bajo los enormes googles y empezó a murmurar. De nuevo esa punzada de reconocimiento molestó a Katsuki que la apartó antes de que oprimiera a su corazón.

—Te costaría cincuenta mil. Pero te pondría lo mejor que tengo. A menos que tu cuerpo lo rechace, hay un 5% de posibilidad de que ocurra, te duraría al menos 20 años. —El mecánico caminó hasta una puerta sin dejar de hablar, sólo aumentó su volumen para que Katsuki siguiera escuchando—. Y, además, puedo ajustarlo para que lo uses en combate. Tu poder se puede replicar en este tipo de máquinas, así que sería casi como si no lo hubieras perdido.

Katsuki tuvo que inhalar con fuerza y sacar despacio el aire.

—Pónmelo. ¿Puedes hacerlo ahora?

—Ahora no —dijo el hombre que se acercaba de nuevo con un flexómetro y una libreta—, debo hacerlo a tu medida. Lo tendría listo en tres… no, dos semanas.

—Está bien.

El mecánico empezó a medirle el otro brazo con cuidado. Pidiéndolo que lo alzara y moviera de ciertas formas y tomando nota en su cuaderno con la mano izquierda. Mientras Bakugou miraba a su alrededor. A pesar del montón de chatarra y herramientas el lugar parecía limpio y con un extraño orden. Sobre una de las mesas descubrió varios posters de All Might y sonrío.

—¿Te gustan los combates?

—Sí, los sigo a veces —dijo el hombre sin dejar de estar concentrado en su tarea.

—All Might era mi héroe —dijo Katsuki con una sonrisa nostálgica en los labios—, por él es que peleo.

—Lo sé —susurró el hombre sacando de su ensoñación a Katsuki.

—¿Qué?

—Nada, —guardó el flexómetro— que ya terminé de este lado. Tengo que medir unas cosas del otro.

Observó al hombre hacer su trabajo. Había algo en ese mecánico que hacía que Katsuki se sintiera raro. Ante la cercanía notó que tenía pecas en lo que se alcanzaba a ver. Cuando flexionó el brazo derecho para medir algo del muñón alcanzó a ver, entre el traje y el guante algo metálico, su brazo no era de verdad. El corazón le dio un giro.

Cuando terminó se fue a la mesa, anotó algo y luego arrancó el papel del cuaderno y se lo extendió.

—Es la cuenta a donde debes mandar el dinero. Ven el próximo sábado a tu operación.

—Gracias —tomó el papel.

—De nada, Kach… señor Bakugou.

El desliz del mecánico fue un alfiler doloroso que se enterró en el corazón de Katsuki y despejó las dudas. En un impulso tomó el brazo derecho, confirmando su cualidad robótica. El hombre se paralizó y empezó a temblar.

—¿Deku? ¿Eres Deku?

—Por favor suéltame —pidió el hombre con hilo de voz. Estaba asustado, Bakugou conocía esa emoción en sus contrincantes, no en alguien que iba a ayudarlo. Lo soltó.

—Lo… lo siento —dijo y salió corriendo del taller azotando la puerta detrás de él.

Corrió por las calles estrechas sin prestar atención a las miradas de la gente. Se detuvo finalmente, sintiendo una oleada de nauseas atacarlo y tuvo que inclinarse para vomitar. Respiró con dificultad hasta que pudo tranquilizarse.

Era Deku. No tenía dudas ya. Cientos de imágenes se presentaron en su mente como una película, imágenes del mismo niño risueño con pecas y enormes ojos del mismo color que su cabello.

«Mira, Kacchan, ¡es All Might!».

Interpuestas con otras donde la sonrisa se convertía en lágrimas y muecas de dolor.

Movió la mano como si eso le ayudara a alejar esos recuerdos y trató de recomponerse. Apretó el puño y notó que aún tenía el papel con los datos que le había dado Deku. Con el puño apretado y rechinando los dientes volvió a su casa.

Apenas abrió la puerta recibió el abrazo aplastante de Eijirou, que era un mar de lágrimas. Katsuki dejó que lo abrazara.

—Estoy bien.

Eijirou se sorbió los mocos y lo soltó.

—Hice curry, por si llegabas hoy. Me dijeron que te habían llevado con el doctor.

—Un doctor, ajá— dijo Bakugou mirando el papel, que estaba todo arrugado. Resopló al ver que no era una cuenta particular, el lugar al que debía mandar su dinero era al Orfanatorio Nana Shimura.

—Maldito nerd —rodó los ojos.

—¿Qué dijiste? —preguntó Eijirou que servía los platos.

—Nada. Nada. —Se sentó en la mesa y miró el plato con desconfianza— ¿Tú hiciste el curry?

—Me ayudó Mina, estuvo aquí más temprano, te manda saludos.

—¿En serio?

—Bueno, más bien dijo algo así como —impostó la voz—: dile a ese idiota que, si se quiere morir que yo lo mato, me la debe porque que casi me mata a mí del susto.

Ambos se empezaron a reír. De pronto Eijirou se puso serio. Miraba el muñón y Katsuki tuvo ganas de gritarle que no necesitaba su lástima, pero se contuvo, ya había aprendido a hacerlo.

—¿Te duele? —preguntó Eijirou.

—No —mintió.

—¿Qué harás ahora?

—Tengo que lavarla dos veces al día y ponerme… —se detuvo en seco cuando se percató de que, al salir de manera tan precipitada del taller de Deku, había dejado la pomada—, ¡maldición!

No podía volver. Tenía que volver. Necesitaba la pomada, necesitaba el maldito brazo para seguir peleando, necesitaba… No, no iba a volver. Una tormenta se desató en el interior de Katsuki. Recuerdos dolorosos: culpa, arrepentimiento, vergüenza, tristeza, miedo, enojo, nostalgia…

—…tsuki…¡BAKUGO!

El grito de Eijirou lo sacó de la espiral a la que se había lanzado su mente.

—¿Eh?

—¿Estás bien? ¿Te está doliendo? ¿Quieres que llame al médico?

—No, no. Estoy bien. Es sólo que recordé que necesito conseguir una pomada para la herida.

Su amigo entornó la mirada, era evidente que no le creía que fuera sólo eso, pero no iba a ponerse a contarle todo. Era una historia de un Katsuki distinto, uno del que no se enorgullecía y que, destruiría la imagen que Eijirou se había formado de él.

—¿Quieres que vaya a conseguirla?

En ese momento tocaron la puerta. Se miraron extrañados, ambos preguntándose quién podría ser.

—¿Esperas a alguien?

—No, ¿tú?

Eijirou se encogió de hombros y se levantó a abrir.

—Ah… ¿está Ka…el señor Bakugou?

Era Deku. Katsuki buscó con la mirada donde ocultarse, con el corazón latiéndole a mil por hora. Agradeció mentalmente que justo donde estaba sentado, no se podía ver desde la puerta, o eso asumía pues no podía verlo del otro lado. Era una casa pequeña, pero el ángulo lo mantenía oculto, a menos que se abriera por completo la puerta.

—¿Quién lo busca? —escuchó que preguntaba Eijirou a la defensiva.

—Dejó olvidado esto —habló Deku con voz más firme—, entrégueselo, por favor.

Seguido a eso escuchó los pasos de Deku alejarse y a Eijirou cerrar la puerta. Suspiró de alivio.

—Supongo que esto soluciona las cosas —dijo su amigo dejando el frasco sobre la mesa.

«No soluciona nada» pensó Katsuki.


Corre más rápido, Deku.

El niño rubio gritó a otro más pequeño, de cabello verde, que corría con dificultad detrás de él y otros dos niños.

Espérame… —jadeó el pequeño—, Kacchan.

¡Yo no espero a nadie! —exclamó triunfante el rubio. Al mirar atrás por unos segundos tropezó con una raíz y cayó. Rodó colina abajo hasta el río, con un sonoro «splash» al caer de cara, empapándose por completo.

Cuando levantó la mirada y se limpió los ojos para poder ver se encontró con que Deku lo miraba desde arriba con una cara de lástima… —no, no era de lástima, era de preocupación, apenas ahora lo veía—y la pequeña manita extendida ofreciéndole ayudarlo.

¿Estás bien, Kacchan?

Katsuki apretó los puñitos y miró al niño enfrente de él, luego miró a los otros dos que, desde un tronco que hacía de puente, se desternillaban de la risa por su caída. El rostro le ardió de vergüenza y volvió a mirar al frente. Deku le extendía la mano aún, esperando que la tomara, como si él mismo no pudiera levantarse, como si fuera alguien débil. Furioso, golpeó la mano que se le ofrecía.

No quería lastimarlo, sólo demostrarle que él podía solo. Rechazar la ayuda. Pero cuando su poder se manifestó, decidió hacerlo en ese instante.

Sangre y llanto. Un pequeño niño de cuatro años llorando mientras se sostenía lo que quedaba de un brazo destrozado por la explosión.

Katsuki despertó boqueando, respirar se le dificultaba. Se estaba ahogando. La puerta de su habitación se abrió de golpe y entró Eijirou corriendo. Se sentó a su lado y le sobó la espalda mientras que le decía cosas para tranquilizarlo. Mientras lo hacía, le vino a la mente todo lo que había ocurrido en esos dos días.

Ese encuentro no había sido una coincidencia, ahora sabía Katsuki que lo de su brazo era una especie de karma. Él había hecho que Deku perdiera su brazo, así que ahora el destino se encargaba de hacérselo perder a él.

Con la calma vino una resolución. Quizás el destino lo estaba castigando por haber lastimado a alguien a quien quería, pero también le estaba dando una segunda oportunidad para hacer bien las cosas.


El taller de Deku estaba en la zona baja de la ciudad, entre tiendas de segunda mano y chatarrerías. Katsuki dudó antes de atreverse a tocar la enorme puerta de lámina. Había ensayado lo que iba a decir mil veces, pero su mente se quedó en blanco cuando se abrió la puerta.

No tenía camisa. Eso fue lo primero que notó y lo que le causó la pérdida repentina de sus ideas. Su pecho compacto, pero con músculos perfectos que rivalizaban incluso con los muchos a los que Katsuki se había enfrentado en las arenas, estaba cubierto de grasa y sudor. A partir de la mitad de su brazo la carne se transformaba en metal, un brazo robótico construido con gran maestría sostenía aún la puerta recién abierta. La parte de debajo de su overol estaba sostenida por un cinturón de herramientas y con el nudo de la parte de arriba. Su cabello estaba recogido hacia atrás con los googles como diadema y tenía una mancha de grasa en la nariz. Katsuki quería pasar su dedo para limpiarla.

—¡Kacchan! —Se aclaró la garganta—. Digo, Bakugou. ¿Pasa algo?

—¿Ah? Sí. Eh… ¿puedo pasar?

—¡Claro! —Se movió a un lado para dejarlo pasar y cerró la puerta.

Al seguirlo, no pudo sino admirar la espalda del hombre. Turbado desvió la mirada. Sobre la mesa donde había estado acostado antes había lo que parecía ser el comienzo de algo, aún no tenía forma. Decidió concentrarse en eso.

—Es tu brazo —aclaró Deku—, bueno, va a serlo, cuando lo termine.

—Aún no hago el pago —dijo Katsuki—. Antes quería… bueno, ayer salí corriendo y no dije nada.

Deku asintió y dejó de mirarlo. Puso atención en algo que estaba enfrente de él, una especie de cajita con engranes y empezó a atornillar algo.

—Hay una mecánica que podría hacerte un brazo. Hatsume es tan buena como yo, o incluso más, aunque ella no lo crea. Puedo darte su dirección, si prefieres que no lo haga yo.

Bakugou se enfureció consigo mismo. Lo estaba haciendo todo mal.

—Eso no… —empezó—. Está bien que lo hagas tú.

El mecánico asintió levemente y siguió muy concentrado con el tornillo.

—Bien, porque ya lo empecé.

—En realidad venía para otra cosa. —Respiró hondo, recordando lo que había ensayado—. Lo siento mucho —dijo finalmente con un hilo de voz.

—¿Qué dijiste? —Deku dejó a un lado el mecanismo en el que trabajaba—. No escuché.

—Lo siento mucho. Por salir así el otro día y por… por todo.

Deku se talló la cara y dejó otra mancha de grasa sobre la mejilla.

—¿Por todo? —preguntó como si quisiera asegurarse de algo.

—Por lo de tu brazo.

—Eso fue un accidente.

—Por haberme alejado.

—No querías lastimarme.

Katsuki resopló.

—Pero lo hice, después… Nunca debí tratarte como lo hice, ni decir lo que dije.

Izuku asintió.

—Te perdono.

—¿Así de fácil? —Katsuki levantó la mirada del piso, de donde no la había despegado.

—Éramos niños, Ka… Bakugou —se corrigió—. Que me pidas perdón es evidencia de que has cambiado, no tendría por qué no aceptarlo.

Una carga se levantó de su corazón. Sonrió aliviado.


—¿No confías en que lo vaya a hacer bien? —le preguntó Izuku. Lo de decirle Deku había quedado atrás en cuanto él le pidió que no le dijera así. Y estaba bien, ese nombre estaba cargado de todo lo malo que había hecho Katsuki.

—No es eso, estoy seguro de que harás buen trabajo —contestó.

—Entonces, ¿por qué has venido todos los días a vigilar cómo trabajo?

Katsuki se alzó de hombros y siguió limpiando la pieza. «Si vas a estar aquí, no será estorbando. Tendrás que ayudarme» le había dicho Izuku.

—No tengo nada mejor que hacer —confesó—, no puedo entrenar sin mi brazo.

Izuku se quedó en silencio mientras seguía trabajando. Katsuki aprovechó esa ocasión para mirarlo, pues sabía que estaba demasiado concentrado y no lo notaría. Tenía puestos los mismos googles gigantescos que habían tapado su rostro cuando se había despertado. Sacaba la punta de la lengua hacia arriba en señal de concentración y eso le parecía adorable.

—¿No se molesta tu compañero?

—¿Eijirou? No, ¿por qué habría de hacerlo?

El mecánico se encogió de hombros.

—Deberías pasar el tiempo con él.

—No me vas a decir qué hacer, eh.

—No, no me malentiendas —dejó la herramienta a un lado y se alzó los googles para poder mirar bien a Bakugou—. Es que… ¿no es tu esposo?

—¿Esposo? ¿Qué? ¿De dónde sacas eso?

—Pues que cuando te trajeron inconsciente él firmó los papeles de permiso para curarte y firmó como Eijirou Bakugou.

Katsuki empezó a reírse a carcajadas. Izuku lo miró evidentemente incómodo, haciéndolo sentir culpable por reírse.

—Es una larga historia, pero sólo es mi mejor amigo. Tiene mi apellido porque mi madre lo "adoptó", por decirlo de alguna manera.

—Ah —dijo Izuku y siguió trabajando, con una pequeña sonrisa que antes no estaba.

—¿Y tú? —se animó a preguntar Katsuki después de varios minutos en silencio.

—¿Yo qué?

—¿Estás con alguien? Es decir, ¿tienes pareja?

La sonrisa de Izuku se hizo aún más grande.

—No.

Katsuki quería indagar más, pero con esa respuesta le bastaba por el momento.

Comenzó a ir diario al taller. Mientras que Izuku trabajaba en su brazo, le encargaba pequeñas tareas o simplemente lo dejaba estar. Hablaban mucho, pues, aunque se conocían desde niños, en realidad no sabían mucho el uno del otro.

Él le contó de Eijirou, y de cómo lo había rescatado a los quince de una de las arenas ilegales. De sus otros amigos. De su tiempo en la Academia, donde había entrenado para combatir.

Tuvieron que hablar también de su pasado conjunto, por supuesto. No fue fácil. Katsuki había pedido perdón, pero ese día tuvo que hacerlo al menos unas diez veces más. Después de que había destrozado el brazo de Deku se había sentido muy culpable, pero el orgullo, junto con la culpa y que era más fácil ignorar el problema, había dejado pasar el tiempo.

Luego había resultado que Izuku no tenía poderes. Y nuevamente Katsuki eligió el camino fácil. Todos se burlaban de él, por su falta de poder y de brazo. Era el blanco fácil para los abusadores, incluyéndolo a él.

Pero también le sirvió para conocer de nuevo a Izuku. Descubrió que seguía siendo el mismo chico lleno de ilusiones. Su amor por los combates no había cambiado. Y que, con algo de vergüenza, reconoció que había seguido la carrera de Katsuki en las arenas.

Le contó de cómo fue que decidió estudiar biomecánica y cómo logró entrar a la Universidad de Yuei, gracias a que ganó una de las becas "All Might". Justo cuando su héroe de la infancia se había tenido que retirar de las arenas. En aquel entonces las biopartes no estaban tan desarrolladas y aunque la mitad de su estómago fue remplazado, no podía regresar. Eso, y el hecho de que él mismo necesitaba de esas partes artificiales para vivir eran lo que lo había motivado a estudiar eso. Se había graduado con honores y lo habían invitado a trabajar en la Compañía Shield, pero él había rechazado la oferta. Inko Midoriya no tenía mucho dinero, costear una bioparte le había resultado imposible y por eso Izuku había que tenido que vivir sin un brazo durante tantos años. Él mejor que nadie sabía lo difícil que era perder una parte de su cuerpo y, por eso, había jurado que atendería a ricos y pobres por igual, pero sin cobrarles a los segundos.

—A los primeros tampoco les cobras —se quejó Katsuki.

—Sí les cobro.

—Pero el dinero lo donas a otras partes.

—No siempre —aclaró—, si hiciera eso no podría mantener mi taller.

—Tiene sentido.


La operación era simple, aunque tardada. Además, debía mantenerse despierto, por si había alguna reacción adversa saberla de inmediato. Aunque Izuku le había advertido que le dolería mucho, no estaba preparado para la sensación de los cables conectándose con sus nervios. Era casi tan dolorosa como cuando le habían desintegrado el brazo. Katsuki trataba de distraerse del dolor concentrándose en lo que Izuku murmuraba. Que, aunque no eran dirigidas a él, sino observaciones en voz alta del proceso, lo ayudaban a mantenerse enfocado en algo distinto.

—Mueve el brazo —indicó Izuku al terminar.

Katsuki, sorprendido, notó que le era tan natural moverlo como si fuera su propio brazo. No tenía que hacer ningún esfuerzo extra. Pesaba lo mismo que su brazo, aunque después de dos semanas no recordaba exactamente cómo se sentía, pero juraba que no era muy distinto.

—¿Cómo lo sientes? —preguntó Izuku entornando los ojos ligeramente.

—Como si fuera de verdad.

—¿No te duele? ¿Sientes que lo puedes mover bien?

Bakugou asintió e hizo unos cuantos movimientos con el brazo a manera de demostración. La sonrisa de Izuku era deslumbrante y contagiosa.

—Intenta hacer una explosión con ese brazo —fue la siguiente indicación.

Así como con el movimiento, utilizar su poder se sintió casi tan natural como antes. Aunque la explosión resultó mucho más moderada de lo que había planeado, sacando únicamente unas pocas chispitas. Izuku arrugó el entrecejo.

—¿No funciona?

—Hazte un poco para atrás.

Esta vez la explosión salió tal y como la había calculado. La sonrisa regresó al rostro de ambos.

—¡Funcionó! —festejó Izuku—. Ya estás listo, entonces.

Le dio unas cuantas recomendaciones más. Después hizo a Katsuki prometer repetidamente que, al menor dolor, incomodidad o cualquier cosa fuera de lugar acudiría de inmediato a ver qué ocurría, le dijo que podía irse.

Al despedirse Katsuki tomó la mano real de Izuku y le dio un apretón.

—Muchas gracias.

La sonrisa que le regresó fue deslumbrante. Provocó que el corazón de Katsuki se alborotara y el taller se iluminara como si hubiera entrado el sol.


Regresó a su casa completamente agotado. Esa primer semana de entrenamiento le había resultado pesadísima porque había perdido condición. Hakamada, su entrenador, no se compadeció de él y ni de su sufrimiento.

Además, había otra cosa que le había resultado muy difícil durante esos días. A pesar de estar haciendo una de las cosas que más disfrutaba, no podía evitar pensar que, en realidad, deseaba estar en otro lugar, o más bien, con alguien. Extrañaba las pláticas que tenían, pero también extrañaba su presencia tranquilizante a su lado.

En eso iba pensando cuando abrió la puerta de su casa y se encontró con que ahí estaba Izuku, sentado en la mesa platicando con Eijirou. Ambos voltearon a verlo al escucharlo entrar.

—Hola —dijo Katsuki.

—Vine a ver cómo seguía tu brazo —aclaró Izuku sin que le preguntaran—. ¿Cómo estás?

Bakugou se sintió algo decepcionado. Claro que había ido a verlo para asegurarse de que todo estuviera bien, era su trabajo, al fin y al cabo.

—Todo perfecto —lo flexionó a manera de demostración—, como si fuera de carne y hueso.

—Ah, qué bien —Izuku se puso de pie y se acercó a revisar el brazo.

—Bueno, yo los dejo, iré a ayudarle a Denki con unos circuitos —se despidió Eijirou, aunque no esperaba que le contestaran.

Izuku revisó con meticulosidad médica el brazo, sobre todo la unión. La única diferencia notable respecto al real era la sensibilidad. El brazo robótico no sentía nada. Y en esos momentos, mientras que Izuku lo revisaba con cuidado y recorría con sus dedos las uniones, Katsuki pensó que le gustaría poder sentirlo.

—La verdad es que te extraño un poco en el taller —susurró Izuku. Katsuki se estremeció—.

—Yo también. Digo, era agradable acompañarte.

Izuku asintió y soltó el brazo.

—Parece que está todo perfecto. Me alegra.

—Gracias por venir hasta acá. —Se le ocurrió una idea de pronto—. ¿Quisieras quedarte a cenar? ¿Aún te gusta el katsudon?

—Es mi favorito.

Izuku lo ayudó a cocinar, haciendo las cosas sencillas. Bakugou disfrutaba de tenerlo ahí y en su mente se imaginó qué se sentiría tener más momentos así, de cocinar con Izuku, luego comer, platicar y luego irse juntos a la cama…

Detuvo su tren de pensamiento al darse cuenta a dónde estaba yendo. Miró de reojo a Izuku que seguía muy concentrado cortando los cebollines. Sacaba la lengua como cuando trabajaba en el taller y fruncía ligeramente el ceño cada que bajaba el cuchillo para rebanar.

—¿Qué pasa? —preguntó cuando se sintió observado.

—Estás cortando muy grandes los pedazos —dijo. No era mentira, pero tampoco era la verdad completa.

Tuvo una idea.

Se acercó a Izuku y se colocó detrás de él. Tomó la mano con la que sostenía el cuchillo y quiso enseñarle cómo cortarlas. Pero había un problema: Izuku era zurdo, pues, aunque no siempre lo había sido, por quince años había tenido que hacerlo todo con esa mano, y Katsuki diestro. Izuku se percató de eso también, pero no se quitó. Soltó el cuchillo y se giró para quedar frente a frente.

Estaban muy cerca, demasiado. El corazón de Katsuki latía con tanta fuerza que lo escuchaba en sus oídos. Miró a Izuku desde esa distancia, su rostro salpicado de pecas, sus brillantes ojos y sus labios. Izuku se relamió y soltó una pequeña exhalación que hizo que el cuerpo de Katsuki vibrara de anhelo. Sin poderse controlar se inclinó poco a poco y lo besó.

Izuku recibió el beso y lo respondió. Katsuki rodeó con sus brazos, uno real, uno metálico, a Izuku y lo estrechó para profundizar el beso. Soltó un pequeño jadeo de sorpresa al sentir la lengua del mecánico deslizándose sobre su labio, y luego introduciéndose en su boca. Respondió con la misma intensidad, entonces.

Se separaron sintiéndose ligeramente mareados por la falta de aire y por toda la intensidad de emociones que estaban sintiendo.

—Kacchan… —suspiró Izuku y volvió a buscar sus labios.

Se besaron por varios minutos más, hasta que el olor a quemado les recordó que estaban cocinando. Katsuki corrió a quitar la sartén del fuego. La carne se había quemado.

—Creo que no podremos cenar katsudon.

Izuku se rio un poco y se mordió el labio hinchado por los besos. El corazón de Katsuki dio un brinquito ante esa visión.

—Podemos pedir para llevar. Eijirou trabaja en una tienda de comida y tenemos descuento.

—Lo que tú quieras, Kacchan.

—La verdad es que no tengo tanta hambre. ¿Tú? —Izuku negó con la cabeza.

—¿Quieres…? —«No, es demasiado pronto».

—¿Qué cosa?

—¿Puedo besarte de nuevo?

Izuku caminó hacia él. Acercó su rostro casi hasta tocar sus labios. Katsuki redujo el resto de la distancia para besarlo de nuevo.

«Damas y caballeros, bienvenidos a la arena de combate USJ del cuadrante Yuei. El día de hoy tenemos el esperado regreso de uno de los favoritos: ¡Katsuki Bakugou! Después de un retiro de tres meses ha vuelto para conquistar la cima, ¿logrará hacerlo? Es el inicio de la temporada así que tendrá que trabajar mucho para llegar a donde estaba. ¿Qué dices tú Aizawa?»

Izuku revisaba su brazo una vez más para asegurar que todo estuviera perfecto, aunque ambos sabían que eran innecesario hacerlo. El brazo funcionaba maravillosamente, el cuerpo de Katsuki lo había aceptado sin reservas y después de entrenar mucho sabía que incluso había una ligera mejora en cuanto a la resistencia. Pero era un momento en el que podían estar juntos. Tener a Izuku ahí lo tranquilizaba.

—¿Te acuerdas cuando veíamos los combates de All Might y decíamos que seríamos como él? —preguntó de pronto.

—Claro que me acuerdo. — Izuku dejó de aceitar el brazo y alzó la mirada, regalándole una de esas sonrisas que lo hacían sentir como la persona más afortunada del mundo—. Tú vas a conseguirlo, seguro.

—Por supuesto que sí. Pero estaba pensando que de alguna manera tú también lo harás. Gracias a ti y a este brazo puedo volver a intentarlo, así que mi victoria será también la tuya.

—Kacchan —Izuku lo abrazó con fuerza.

—Pero no llores, nerd.

Izuku se limpio las lágrimas y se rio.

—Lloro de alegría, fue muy lindo eso que dijiste. Quién diría que sabías ser cursi.

Katsuki bufó, fingiéndose enfadado pero la sonrisa en su rostro lo delataba. Extendió su mano derecha para tomar la mano de su novio, la de carne y hueso y darle un apretón cariñoso.

—Debo salir a la pista. ¿Me das un beso de buena suerte?

No fue sólo uno, sino varios besos los que le dio, y sí que trajeron suerte pues en esa noche Katsuki tuvo sus primeras tres victorias, subiendo a los octavos de final.

Quizás el destino lo había castigado haciéndolo perder su brazo. Pero también lo había recompensado dándole la oportunidad de hacer bien las cosas y recuperar a Izuku en su vida. Y por eso, Katsuki Bakugou estaba muy agradecido.


Notas:

A ver ni yo sé bien que es exactamente esto pero espero de corazón que les haya gustado (sobre todo a ti, Nea).

Me inspiré en muchísimas cosas para crear este AU, ¿cuáles identificaron?

Las principales, y más evidentes son:

1. Por supuestísimo que en la imagen del ranking del 2020 que es un Steampunk AU que me fascinó. Es mi estética favorita y adoro todas las cosas que tienen que ver con ese tipo de tecnología. Además de que los googles siempre agregan puntos de genialidad a la gente, o eso pienso yo.

2. La portada del volumen 29 me dejó completamente blandita. De hecho, cuando salió acabé cambiando muchas cosas de esta historia y reestructurandola. No es una referencia tal cual, pero es que la escena del río *llora*

3. En Full Metal Alchemist, con lo de las biopartes. Estuve a nada de llamarlas automail pero ya era demasiado, jeje.

4. En Korra y los combates de pro-control.

La verdad me la pasé muy bien desarrollando este AU y de hecho tengo un montón de headcanons ya con todo este mundo y sus personajes, pero no me iba a dar la vida meterlos y además ya iba con atraso para el regalo, jeje. Pero lo más seguro es que acabe retomando cosas y es altamente probable que escriba más historias en este universo.

¡Feliz año nuevo a todos!