"No sé de dónde salieron estos sentimientos."
Frisk se detuvo en el puesto de helados de Nicky un momento después de haber recibido la carta de Sans. Ya conocía al alegre conejito de su ruta pasada por lo que no dudó en comprarle un helado para sentarse a descansar bajo un árbol, le gustaba colaborar con su negocio, aunque el conejo prefería seguir creyendo que la razón de sus bajas ventas no tenían nada que ver con el clima helado a su alrededor.
En sí era muy poco práctico tomar un helado mientras estaba ocupado leyendo, no le gustaría manchar la carta, sin embargo confiaba plenamente en que la nieve mantendría la paleta envuelta en perfecto estado mientras toda su atención iba hacia la carta.
La desdobló con cuidado, aun si eso picaba demasiado la paciencia de Chara. Frisk pensaba que descortés ignorarle tanto tiempo, pero es que él no dejaba de gritar en su oído desde que la recibió, y no se podía concentrar de ese modo. Por mucho que estuviese tratando de ser lo más amable posible con el fantasma, había veces que necesitaba un descanso de su voz y para eso lo ignoraba. Sí, eso al principio provocaba que hablara más que antes, pero con el tiempo se callaba.
–¡Ya ábrela! ¡Quiero ver cómo de seguro dibujó su mano enseñando el dedo del medio para decirte que te jodas! –Insistía agresivamente, pero Frisk seguía tomándose su tiempo para desdoblar la carta hasta poderla leer.
El papel era de un cuaderno rayado e incluso así la caligrafía era algo desprolija y simple, justo lo que estaba esperando de Sans. En sí, no le molestaba, consideraba que ya era un esfuerzo digno de admirar que haya respondido en tan poco tiempo.
Lo primero que llamó su atención fue el uso de pegatinas al principio y al final de la hoja, lo que despertó cierto sentimiento de ternura en él ¿Desde cuándo Sans se molestaba en usar este tipo de detalles? Es decir… Los usaría más adelante, pero no creyó que eso estaba en él desde hace mucho ¿Será que solo había que despertar su fuerza de voluntad? Lo consideraría para detalles a futuro.
Fue evidente el esfuerzo que puso cuando leyó que esta no era la primera carta que escribía, o más bien la que intentaba escribir con éxito.
Terminó de leer con una sonrisa amplia en el rostro y se dejó caer sobre el tronco del pino, suspirando feliz con la carta contra el pecho y el calor de su propio sonrojo llenándolo de determinación.
Honestamente le costaba procesar del todo que Sans tuviese esos despertares de fuerza de voluntad justo ahora, pero descubrir que ya existían desde hace mucho tiempo solo lo volvía para él algo mucho más interesante. Cuando apenas estaban comenzando a vivir en la superficie pensó que esas cosas se debían a su sentido de la responsabilidad, sin embargo todos estarían de acuerdo en que responderle las cartas a un extraño no era una responsabilidad que priorizar.
No quería darle muchas vueltas al asunto, después de todo él mismo sabía que por ahora no era más que "el humano" para el esqueleto, pero le era inevitable.
–¿Frisk? Mi amor, perdona que te llame tan tarde, cariño.
Frisk se alivió al recibir la llamada de Toriel en su celular. Había estado esperando fuera de la escuela hace una media hora, porque se supone que su madre lo iría a buscar a la salida para poder ir a almorzar a casa de Papyrus, pero por la larga espera empezó a preocuparse y a pensar que algo podría haberle ocurrido a la cabra adulta en el camino.
No estaba molesto, para nada. Su madre siempre era atenta y puntual, incluso si sabía que él estaba en la edad para poder cuidarse solo, y eso lo apreciaba a pesar de las veces que lo trataba como un niño de diez años.
–Está bien, ma. Sigo en la escuela ¿Pasó algo? –Escuchó un suspiro algo pesado al otro lado de la línea, eso lo hizo dudar. –¿Mamá? ¿Está todo bien?
–Sí, querido, lo siento... Es que... Ugh, no he podido salir de la casa en un largo rato. Los humanos están haciendo otra revuelta en la calle y algunos monstruos salieron heridos. Te habría llamado hace mucho, pero tuve que entrometerme para ayudar.
–¿Qué? ¿Otra revuelta? ¿Y están todos bien? ¿Tú estás bien, ma?
–Yo estoy bien, tesoro, no necesitas preocuparte por esta vieja señora. Solo quería decirte que si gustas puedes hacer que te traiga un taxi y cuando llegues lo pagaré. No quiero que vengas solo, mi amor, no sé qué podría pasarte.
–Ma, no soy un niño, sé cuidarme solo ¿Recuerdas?
–Lo sé, no lo dudo. Pero... Estoy preocupada, Frisk.
Fue cuando distinguió la angustia en la quebradiza voz de Toriel que Frisk re consideró la queja que iba a expresar y alternó en contestar algo que pudiera tranquilizar a su madre. No quería discutir con ella en este momento, no cuando la escuchaba tan sensible. Sabía que a pesar de escucharse muy tranquila, a Toriel se le estaba partiendo el corazón de tener que seguir pasando por estas situaciones día a día, y él no quería ser el que la amargara más de lo que ya estaba. Su papel como hijo estaba en hacerle feliz ¿No es así?
–No te preocupes, mamá. Tomaré un taxi ¿Quieres que pase a comprar algo en el camino?
–No hace falta, cariño. Papyrus ha venido a casa para ayudarme a cocinar y Sans pues... Pues está aquí y eso. –Respondió obviando la falta de actividad de su amigo. –No pienses mucho en eso, ya veremos mañana cómo salir a comprar los víveres, solo ven a casa.
–De acuerdo, haré la lista cuando llegue.
–Ay... Gracias, mi niño. Te quiero.
–También te quiero, ma. Nos vemos en un rato.
Con todo dicho, Frisk colgó la llamada y dejó escapar un suspiro lleno de frustración mientras se levantaba de las escaleras, tomaba su mochila, y emprendía el camino hacia su hogar.
Había pasado casi un año desde la liberación de los monstruos y las revueltas en las calles ya eran pan de cada día para todos. Lo que creyó que sería un día anhelado por todos los monstruos para alcanzar la libertad solo fue un día lleno de dolores de cabeza, insultos y violencia. Como era de esperarse, las personas no se tomaron muy bien el hecho de tener que empezar a convivir con monstruos después de tantos años de haberse olvidado de su existencia y dejar las viejas costumbres, incluida la magia, atrás. Estaba claro para Frisk que si bien su gente ya no tenía que preocuparse de hechiceros que los devolvieran al subsuelo, no podía decir lo mismo de otras maneras de opresión.
Las cosas no salieron como él habría deseado, batallar por un lugar en la sociedad fue difícil y le llevó casi tres meses conseguir un lugar donde los monstruos podrían empezar a vivir, con la condición de estar lejos de los humanos y si era posible no mostrarse ante ellos en lugares concurridos o la ciudad central. Como embajador era un chiste ante los humanos, incluso él lo consideraba bastante luego de haber recibido un piedrazo en la cabeza en su primer discurso sin repercusiones negativas hacia los demás, pero los monstruos lo creían un héroe y la esperanza de su raza. Ellos todavía creían que él sería el mediador, el que los guiaría por el buen camino, quien apelaría al fin del odio entre ambas razas.
Y un carajo.
Estaba cerca de la mayoría de edad, pero para las personas él no era más que un niñito detrás de un micrófono con millares de seres mágicos cubriéndole la espalda.
Era... Difícil. Pensó que con todo lo que tuvo que pelear y resistir en el subsuelo a manos de cada monstruo que trató de matarlo ya estaba todo hecho, sin embargo se daba cuenta de que esa fue la parte sencilla. Unas peleas a puño limpio y un recorrido en el underground no se comparaban en lo absoluto al enorme cambio social que trataba de hacer, no se comparaban a una guerra sangrienta, a un odio inconmensurable que existió desde hace siglos.
Él era solo un adolescente, apenas estaba volviendo a adaptarse con todo lo que eso conllevaba, todavía era un tonto con las manos sudadas cada vez que se ponía nervioso y que podía ser intimidado en la escuela por cualquiera ¿Y aun así su gente lo veía capaz?
Su propia especie lo veía como un hazmerreír mientras que los seres más increíbles que pudo conocer le tenían fe, incluido el rey, el tipo más fuerte y poderoso que conocía. Vaya... La vida es irónica.
Siguió caminando, estaba por ponerse los auriculares cuando un timbre sonó cerca, y al voltear en esa dirección vio a alguien saludándolo sobre una bicicleta.
–¿Eh...? ¡¿Sans?!
–¿Qué hubo, chico?
Frisk casi se moría ahí mismo de un infarto ¿Qué demonios estaba haciendo Sans ahí? ¡Hace un momento Toriel le confirmó que estaba en su casa haciendo nada! ¿Se había escapado o algo? Era lo más probable, lo que no entendía era por qué el afán suicida de hacerlo. Miró en todas las direcciones para asegurarse de que no había gente cerca y se acercó cruzando la calle.
–¡¿Qué es lo que haces aquí?! ¡Podrían verte! ¡Mamá dijo que estabas en casa!
–¿Eso dijo? –Él preguntó con despreocupación, ladeando la cabeza con su eterna sonrisa en el rostro para fingir pensarlo. A simple vista se notaba que no le importaba mucho o que simplemente no era capaz de ver lo alterado que estaba. –Creo que a lo mejor se confundió cuando dejé mi abrigo allá.
Para Frisk ya era bastante claro con la mención y al verlo sin su usual abrigo azul que el muy desgraciado había dejado una almohada de señuelo en su casa para que no notaran su ausencia.
–Eres un... ¿Por qué estás aquí? Es peligroso, mamá me dijo que hubo otra revuelta en la calle.
No era de menos. Si bien ahora existía una ley que prohibía determinantemente asesinar monstruos o violentarlos, las cosas apenas estaban empezando por lo que era común ver huelgas de humanos enfadados cerca de sus condominios con enormes carteles en letras grandes diciendo que volvieran al agujero del cual habían salido. En sí no parecía ser peligroso, pero nunca faltaba alguno que otro demente que se abalanzara contra algún pobre monstruo que se le cruzara.
No era tan malo si consideraba que los monstruos tenían formas mágicas de evadirlos o defenderse, pero temía por aquellos que tenían poca resistencia, y entre ellos estaba Sans que hasta donde sabía, en la medición establecida por los antiguos científicos reales, tenía un nivel 1 de defensa.
–Oh, la hay, todavía sigue en pie, pero cuando me fui Undyne estaba tratando de hacer que se vayan.
–Ya veo. –Le extrañaría que alguien como Undyne se quedara con los brazos cruzados en una situación como esta. –Sigues sin explicar por qué deliberadamente escapaste de mi casa sabiendo que era peligroso.
–Estaba preocupado por ti, chico.
Frisk se sorprendió un poco. Era consciente de que Sans lo consideraba alguien cercano, más precisamente un buen amigo, y por ende le importaba su bienestar, pero no acostumbraba a oírlo expresarse tan directamente al respecto. Un rubor ardiente pintó su rostro, pero intentó disimularlo hablando más severamente.
–Tengo edad para cuidarme solo, Sans. No tengo diez años.
Sans negó con la cabeza. Se le notaba algo ofuscado a pesar de que por el momento todo parecía tranquilo a su alrededor. –Nunca dije eso, chico. Solo quería asegurarme de que estarías bien de camino a casa, hirieron muy mal a Dogami y a una mujer humana que trató de defenderlo, me preocupaba pensar que podrían hacerte algo a ti también. Lo siento si te molesta, solo...
Frisk ablandó su expresión cuando vio cómo la sonrisa eterna de su amigo parecía temblar, como si quisiera dejarla caer. Eso lo hizo sentir un poco culpable por ser tan grosero. Pensó en lo mucho que su madre temía por él cuando lo estaba esperando, en cómo debió ser lidiar con agresiones otro día más, en qué tan mal estaba la mujer humana y el guardia perruno. Volvió a pensar en cómo se sentía él ahora que su amigo se había arriesgado a venir a buscarlo incluso si significaba estar al descubierto.
–Está bien. –Lo tranquilizó, sonriendo amablemente. –¿Pero cómo fue que mamá no te vio irte?
–Ah, me teletransporté hasta aquí con la bici cuando no estaban mirando. –Respondió con simpleza. –Me costó energía traer esto conmigo, así que tendremos que volver en ella.
–¿No crees que habría sido más sencillo venir sin la bici? Podrías teletransportarme contigo hasta casa.
–Chico, no es lo mismo una bici que un humano, no habría podido ni volver yo solo.
Tras la explicación, Frisk negó con la cabeza. –Eres todo un caso, Sans.
–¿Qué te digo? Soy un hueso duro de roer.
Ambos se rieron por la mala broma, pero el momento se esfumó cuando al mirar adelante, Frisk alcanzó a ver a varias personas dentro de una tienda mirando hacia ellos con disgusto y miedo. Uno de ellos parecía marcar en su teléfono llamando a alguien, y aunque no sabía exactamente a quién, intuía que no era nada bueno.
Sin perder más tiempo, se quitó la chamarra púrpura y se la entregó a Sans. Él le miro confundido. –Te acaban de ver, tonto. Mejor ponte esto y cúbrete, yo voy a conducir la bici.
Sans se alzó de hombros sin dar mucha importancia, pero no se quejó en lo absoluto y se puso la chamarra de Frisk, cubriéndose la cabeza con la capucha mientras él subía en la parte delantera de la bici y empezaba a pedalear camino a la villa de los monstruos.
–No sé por qué se alarman tanto, yo no le temería mucho a alguien que es más pequeño que yo. –Comentó al aire, ignorando por completo el hecho de que hasta hace unos meses Frisk solía ser un poco más bajo que él.
–Dicen por ahí que en los frascos más pequeños están los más peligrosos venenos.
–Me suena a excusa. Lo único que tengo de peligroso es el sueño, interrumpí mi siesta para venir a buscarte.
Frisk no volvió a decir nada más, todas sus palabras se desvanecieron cuando sintió que el esqueleto le rodeaba con sus brazos para apoyarse más cómodamente y no caerse de la bici. Volvió a sentir las mariposas en su estómago, amenazando con volverse reales y salir de su boca, pero trató de mantenerse sereno.
Ese día fue agotador... Pero ese instante ameno valió la pena.
–No entiendo de verdad qué le ves a un tipo así.
Volteó hacia Chara, quien recostado en el aire estómago abajo y con las manos sobre sus mejillas, le miraba como decepcionado. Frisk tan solo le sonrió sin poder ocultar su rubor ante aquel detalle que para su compañero era tan obvio, pero que para otros seguía siendo algo para no notar.
–No lo sé, supongo que… Hay muchas cosas que hemos pasado juntos. Yo no controlo la forma en la que me siento. –Explicó vagamente.
Hasta el día de hoy le costaba expresar explícitamente qué es lo que generaba esos sentimientos tan intensos por su amigo monstruo. La verdad él no era el único que llegó a despertarle un ligero crush, si así se le podía llamar, durante su travesía en el subsuelo, sin embargo era el único que todavía le interesaba tanto y ponía tan nervioso cuando estaba cerca.
Si tan solo habría sido un niño al caer, puede que haya excusado esto como un enamoramiento infantil, pero no era tan pequeño como para llegar a esa conclusión.
–Supongo que sería sencillo de explicar si tuviese ejemplos ¿Nunca te enamoraste de nadie, Chara?
Al parecer la pregunta no le hizo mucha gracia al castaño, porque su mirada carmín se oscureció y su pulso tembló junto a su mueca. Esa reacción tan inesperada le hizo asustarse un poco ¿Había dicho algo malo? No esperaba que se enojara por una inocente pregunta como aquella. Es verdad que él se mostraba todavía muy reacio a responder preguntas personales sobre su pasado en vida, pero en ningún momento se había mostrado tan siniestro como ahora.
–¿Te estás burlando de mí, Frosk?
El aludido sentía sus propios hombros tensos, pero logró relajarse un poco cuando escuchó que más que estar enojado, la voz de Chara sonaba quebrada y temblorosa, escondida en un tono hostil habitual. Para Frisk fue claro que tal pregunta remontó al otro humano a recuerdos del pasado que no le eran tan plácidos como le gustaría, y eso le hizo sentir compasión.
–N-No… Perdón, no quise…
–¿Es que acaso no hay manera de que te calles un momento? Mierda.
–Perdón, en serio… Lo siento.
Chara chasqueó la lengua y volvió a su vieja posición, sentándose con las piernas y los brazos cruzados hacia una dirección diferente para no tener que observar a Frisk. –Cállate y deja de mirarme como si fuera un conejo herido en la carretera, no quiero la lástima de alguien tan patético como tú.
Frisk se limitó a asentir y no decir nada más, volviendo su atención a la carta que Sans le había dado. Lo picaban todavía las dudas sobre el amor de Chara y el suyo, pero en vista de que a él no le hacía nada de gracia mencionar el tema si lo rodeaba, sentía que lo mejor que podía hacer para aliviar el ambiente era dejarlo así y no insistir. Sabía cuán irritante podía ser que otros te obliguen a hablar de algo que prefieres dejar bajo la alfombra.
Tan solo le costaba comprender cómo los recuerdos de un viejo amor podrían hacerte miserable a ese punto.
–Frisk… Me estoy aburriendo, sigamos avanzando.
–Está bien.
. . .
Sans se desperezó con aburrimiento, siguiendo a su hermano que iba con mucha prisa al contrario de él. Su afición por capturar al humano caído había llegado al grado en el cual prácticamente le obligó a hacer un puzle para impedirle el paso ¿Por qué? Según Papyrus era porque dos cabezas piensan mejor que una, pero en su sincera opinión eso no era nada práctico en el caso de ellos dos, en especial si recordaba que hasta el momento ninguna de las trampas preparadas era mortal.
Por más que quisiera comprender por qué hacía tanto alboroto y no pudiera hacerlo, seguía siendo incapaz de hablarle con la verdad, por lo que hace un rato cedió a dejar algo para entretener al humano un rato, si es que no pasaba de largo. Con eso al menos esperaba que Papyrus se quedara satisfecho por el mero hecho de haberlo intentado ¡Y miren que lo hizo! Todavía seguía agotado después de haberle escrito su carta al humano.
¿La habría leído? Le importaba saber la respuesta, aunque no supiera por qué.
Ambos se detuvieron en el punto justo, pues ahí en frente se encontraba su puzle y más adelante venía el humano. Aparentemente estaba distraído con algo, porque venía mirando hacia un costado, como viendo a alguien o algo. No fue hasta que notó que estaban en su camino que se detuvo y sonrió amistosamente como antes.
Como una respuesta natural involuntaria Sans amplió su sonrisa también.
–¡Humano! –Papyrus anunció. –¡Espero que estés listo para…!
El esqueleto menor se vio acallado, dándose cuenta de que el supuesto puzle de su hermano no estaba ahí y en su lugar había una hoja arrancada de algún cuaderno con algo que no era legible desde su posición. Sans se resignó a que su escenario hipotético de que Papyrus no notara ese detalle no se cumpliera, y miró a un costado como fingiendo demencia, lo cual no le sirvió de nada porque ya tenía a su hermano mirándolo indignado.
–¡Sans! ¡¿Dónde está el puzle?!
–Está justo ahí en el suelo. Confía en mí, no hay forma de que él pase este.
Era una mentirita blanca, lo admitía ¿Pero qué más podía hacer? Era lo único que consiguió a último minuto revisando las cosas de los puestos de vigilancia ¿Estuvo mal robarla? Sí ¿Daba igual puesto que estaba abandonada ahí desde hace meses? Obviamente. De todos modos no pedía mucho. Lo máximo a lo que podía aspirar era a que el humano sintiera interés y resolviera la sopa de letras de ese modo retrasando su viaje, pero claro que era poco probable que eso ocurriera, como comprobó cuando después de dar un vistazo desde arriba, él avanzó hasta llegar frente a ellos.
–¡Sans, él ni siquiera lo miró! –Se quejó con mucha razón, su hermano, pisando el suelo con fuerza como solía hacer siempre que se molestaba.
–Ups. –Se alzó de hombros como para decir "Ni modo, no se pudo". –Sabía que tendría que haber usado el crucigrama de hoy. –No le hería el orgullo pensar que simplemente su trampa era un fracaso, porque ni él pensó que funcionaría, pero a lo mejor esa excusa servía para calmar un poco a su hermano.
–¡¿Qué?! ¡¿Crucigrama?! –Preguntó todavía más indignado. –¡No puedo creer que dijeras eso! En mi opinión Junior Jumble es sencillamente más difícil.
El bufido que hizo el humano al tratar de aguantar una risa no le pasó desapercibido. Mirándolo de reojo, le parecía tierna la forma en la que los observaba discutir atentamente. Sonrió más, ese único espectador le daba motivos para seguir fastidiando un poco a Papyrus.
–¿Qué? ¿En serio, viejo? Esa codificación de palabras es pan comido. –Soltó burlón. –Es para bebés.
–Inaudito. –Se limitó a responderle, con una expresión de no poder creer nada de lo que estaba escuchando. Luego volteó al castaño y dijo lo siguiente. –¡Humano, resuelve esta disputa! ¿Qué es más difícil?
El mediador de la situación se llevó la mano al mentón y la otra al codo, haciendo la típica pose de estarlo pensando. Sans no sabía si era algo que genuinamente solía hacer al meditar antes de responder o si solo estaba haciéndolo para jugar, pero de una forma u otra le parecía adorable y le daba curiosidad saber la razón.
Luego apartó la duda cuando un pensamiento llegó repentinamente ¿Será que ahora se vería obligado a tener que hablar? ¿Eso resolvería el misterio sobre la voz del chico?
Por lo visto… No. Él en vez de responder con palabras tan solo señaló al que creía tener la razón, y en este caso fue su hermano menor, quien no tardó en regocijarse en su vitoria soltando una risa pretenciosa. Ay… Bueno ¿Qué le iba a hacer? Papyrus se veía muy feliz por lo menos, eso era lo único que podía pedir.
–¡Jaja! ¡Sí! ¡Los humanos deben de ser muy inteligentes si ellos encuentran el Junior Jumble más difícil!
Sin nada más que decir o hacer, se marchó alegremente mientras aún se carcajeaba. Sans lo vio alejarse y negó con la cabeza suavemente. Su hermano nunca cambiaría esa actitud tan infantil, sin embargo esa era una de las cosas que le gustaban de él.
Su atención se volvió hacia el humano. Se notaba que se divertía bastante con la presencia de ambos ¿Y quién no lo haría? No por nada ambos eran tan conocidos en Snowdin. La fama no se gana sola en un lugar tan concurrido ¿Saben?
El humano le sonrió, quizá expresándole gratitud por no escoger una trampa más complicada. No podía saberlo con exactitud si no lo decía, mas podía sentir la connotación positiva de esa cálida sonrisa. Qué extraño… No recordaba que otros humanos causaran el mismo efecto en él al hacer un gesto tan simple como aquel.
–Gracias por responder "Junior Jumble" para complacer a mi hermano. –Suspiró aliviado de que el regaño por el puzle fallido no se alargara. –Ayer estuvo atascado… Tratando de resolver el horóscopo.
Eso le hizo gracia a su acompañante, ya que pudo escucharle hacer el mismo bufido de risa aguantada ¿Será que no quería que lo escuchase reír? A lo mejor era eso… O nada más quería mantener la cortesía ante él y Papyrus.
–Por cierto, uh… –Continuó hablando, llevándose una mano atrás del cuello con nerviosismo, provocando que con confusión él alzara una ceja y ladeara la cabeza a un costado.
No sabía cómo preguntar si es que había leído su carta sin resultar ser un fastidio o dar la impresión de ser pesado. El chico nunca escribió en su primera carta que le respondería la que él le diese, o que seguiría dándoselas siquiera, por lo que reclamar estaba fuera de lugar ¡No podía insistir cuando a lo mejor solo tenía intenciones de enviar solo una por diversión! Era posible que así fuera, recordaba que cuando le dio la suya en respuesta él reaccionó muy sorprendido, como si no esperara tal cosa de su parte. Eso lo frustraba un poco, porque aunque quisiera negarlo y excusarse con agotamiento… Le había resultado muy divertido esto de escribir.
Sentía curiosidad sobre este humano.
–Yo solo quería saber si tú… Pues…
Él pareció entender su mensaje, porque al instante sacó la carta de su bolsillo y la desdobló frente a él para enseñársela, y señalar para formular no-verbalmente la duda de si estaba hablando de eso.
–¡Sí! ¡La leíste! –Exclamó con una energía que ni él sabía de dónde había sacado, solo para tratar de mermarla en cuanto el chico sonrió enternecido por su reacción. –Perdona, solo tenía esa duda.
No estaba seguro de si él se daba cuenta de que no era lo único que le quería preguntar, porque en vez de irse se quedó mirándolo como esperando que dijera algo más ¿Acaso fue tan obvio?
–Este… Yo…
Antes de poder decir nada, él se adelantó sacando un bolígrafo de su bolsillo. Mostrándole que al pasarlo por el reverso de la hoja este no escribía absolutamente nada.
¡Claro! Se había quedado sin tinta… O a lo mejor esta se había congelado. Era algo muy habitual en las tierras heladas del subsuelo, y por la misma razón es que casi no se usaba tinta y cambiaban el uso a lápices o crayones. Eso ya explicaba todo y lo aliviaba, ya sabía por qué no obtuvo respuesta.
–Ah… Se congeló. Tal vez debí decírtelo, aquí es común que eso pase, por eso solemos usar lápices. Hay unos bolígrafos especiales que se crearon para usar aquí pero… Espera, mejor ten esto. –Buscó en sus bolsillos hasta dar con el lápiz que había usado para su carta y se lo pasó al humano. –Sé que no es lo ideal, pero es mejor que nada ¿No crees?
El chico se guardó el lápiz y asintió contento. Sans suspiró, al menos esto le garantizaba que no se quedaría esperando por siempre.
. . .
Estimado Sans;
Soy yo otra vez, quería agradecerte por haberme prestado el lápiz. Tal cual adivinaste o habrás pensado… Me quedé sin tinta o el bolígrafo se congeló. No pensé que eso podría pasar pero debí haberlo imaginado. Me apena un poco no haber sido más listo como para escoger algo mejor para escribir, pero en fin… Gracias de nuevo.
Solo para ser claro: Esta no será la última carta que recibas de mí, así que no debes tener miedo de quedarte sin una respuesta. Tan solo tuve… Pequeño inconveniente.
Como sea, me alegra que tuvieras el detalle de responderme ¡No esperaba eso! La gente se lo suele pensar dos veces antes de responder ante los extraños ¿Tus padres nunca dieron ese consejo? ¿"No hables con extraños"? Jajaja, no puedo ver tu cara ahora mismo, pero debes saber que nada más estoy jugando.
Espero que esas hojas que tiraste no sean un total desperdicio ¡Si no eran tuyas podrían molestarse! Me ha pasado antes, créeme.
No te preocupes mucho por cómo me quieras llamar. Me siento cómodo con esos apodos.
¿Realmente te gustan tanto esos bocetos? Habría dibujado algo mejor si tuviera más tiempo para hacerlo, pero la carta que te envié fue una improvisación. Tuve suerte de que saliera bien al primer intento. Si te gustan tanto los dibujos pues… Intentaré hacer más para las cartas ¡Siempre y cuando no dejes de usar pegatinas en las tuyas! Puede que cuando el papel envejezca y pierda color parezca algo triste, pero… Yo creo que podrías verlo desde un punto de vista más nostálgico ¡Será el recuerdo de una linda ocasión donde decidiste usar uno! Pensaré en conseguir algunos para Papyrus, tal vez con eso desista un poco con sus trampas.
Y ya que hablamos sobre tu hermano… No se parecen mucho, pero creo que eso es algo bueno. No creo poderlos reconocer si fueran iguales ¡Pero que sepas que me parece buena onda! Es un poco raro que insista tanto en capturarme… O algo así, sin embargo es bastante amable por lo que noto. Es el monstruo más entusiasta que me he topado, eso lo debo admitir, pero no es la gran cosa. Me gusta escucharlo, en especial cuando te regaña.
¿Crees que soy mudo? Lo siento si te doy esa impresión, pero la verdad es que sí puedo hablar. No lo hago porque me da algo de timidez, además de que me gusta más escuchar lo que otros tengan que decir. No creo que haya nada interesante que pueda contarte sobre la superficie, no te pierdes de mucho.
Mi nombre… Sobre eso: No lo puse en la carta que te mandé porque el bolígrafo dejó de escribir antes de que pudiera hacerlo ¿Lo puedes creer? No debe haber ser humano más desafortunado que yo. Pero ¿Sabes? Eso me dio una idea ¿Qué te parece si adivinas cómo me llamo? Si logras acertar antes de que me vaya te regalaré un dibujo bien elaborado, si no lo haces… Entonces supongo que no ganarías nada. Realmente no se me ocurre nada que pueda tomar de ti.
Probablemente me odies por lo que te diré pero… La tendrás difícil porque no soy ni un "él" ni tampoco un "ella", soy más bien un "elle", por lo que no podrías hacer el descarte de nombres de niño o niña. Pero si te sirve: Deberías pensar en un nombre divertido.
¡Yo espero verte seguido en mi camino, Sans! ¿De qué otro modo podría mandarte mis cartas sino?
PD: ¿Por qué hay tantos perros en la guardia real? No es justo, ellos quieren capturarme y yo no me puedo resistir a querer acariciarlos o jugar con ellos ¡Son demasiado lindos para ser guardias! Me pregunto si tu hermano piensa lo mismo ¿Crees que es buena idea dejarlo unirse y dejar que esté rodeado de perros? ¿No se lo comerían?
Atentamente:
. . .
–¿En serio pondrás en práctica esta pendejada de que adivine tu nombre?
Frisk se alzó de hombros terminando de dibujar las flores doradas de su carta antes de doblarla cuidadosamente. Ya estaba lista para ser entregada, solo faltaba encontrarse más adelante con Sans. No dudaba que así sería, recordaba que adelante se aguardaba por él el "intimidante" laberinto disco de Alphys.
–Me gustó la idea ¿Por qué no hacerlo?
–Nadie en su sano juicio pensaría en un nombre como Frisk.
–Chara ¿Estás seguro de tener el derecho a decir eso?
El aludido se puso rojo, mas Frisk no sabía si era de vergüenza o rabia. A lo mejor los dos.
–¡Cállate! Mejor vayamos a darle la carta a ese idiota de una vez, me aburre esperarte, Frosk.
Él asintió y se guardó la carta en un bolsillo antes de seguir su camino con una sonrisa. Le alegraba que su plan estuviese dando frutos.
I'll send you the next letter to you soon!