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Reinicio.
Capítulo 0.
Enero 2004
Toshiko Takenouchi.
Tenía miedo, estaba cansada y muy decepcionada de mí misma.
Si mi hija lo supiera estoy segura de que me odiaría.
Yo lo hacía, pues había fracasado como madre.
Desde el día en el que ella llegó a mi vida, le prometí que la cuidaría siempre, que la protegería del mundo. Nunca antes había amado a alguien tanto como a ella.
Pero le fallé.
Dejé sobre el suelo la última caja de cartón que mantenía en mis manos, luego miré hacia su cama. Allí estaba mi niña, dormía con tanta tranquilidad que hacía parecer irreal la verdad que nos rodeaba.
Eché una rápida mirada al resto del lugar, claro que parecía la habitación de una adolescente de dieciséis años, pero no la de ella. No parecía pertenecer a mi Sora, pues todo lo que la hacía suya y tan única, había desaparecido. Todo ello le había sido arrebatado, y yo no pude evitarlo.
—Ésta es la última.
Me sobresalté un poco ante la voz de mis esposo. Sonaba irritado, y el cansancio también estaba presente en su voz. Lo miré atentamente mientras él dejaba una caja encima de otra que ya se encontraba en el suelo, luego llevó su mirada hacia mis ojos y creí verlo sonreír ligeramente.
—Creo que falta algo. —Escuché una voz femenina que, lamentablemente, ya conocía.
Como siempre, la alta y elegante mujer vestía un ajustado traje negro. Su rubio cabello se mantenía suelto pero perfectamente peinado, mientras que sus ojos estaban cubiertos por unas gafas negras, mismas que retiró en cuanto estuvo dentro de la habitación.
—Tal como nos lo solicitaron, mi esposa y yo hemos empacado todo. —Haruhiko sonaba más seguro que antes.
La mujer miró primero hacia mi esposo, y luego enfocó su mirada en mí. Esbozó una fría sonrisa de lado.
—Les agradecemos su cooperación, pero se les ha pedido empacar todas las pertenencias clave de su hija. Sin ninguna excepción —espetó la mujer, antes de dar un asentimiento hacia uno de los cuatro hombres trajeados que estuvieron supervisándonos en nuestra anterior tarea.
Sentí la confusión apoderarse de mí, y quise enseguida repetir que todo ya estaba guardado y empacado tal cual nos lo habían pedido, pero entonces uno de los hombres caminó hacia el borde de la cama y, luego de agacharse, sacó un objeto que se había mantenido ahí todo el tiempo. Una pelota de fútbol.
El balón de fútbol de mi hija.
—Dijeron que solo debían de ser las cosas que la pudieran hacer recordar —solté casi en un grito. Enseguida sentí a mi esposo tomar una de mis manos.
La mujer asintió antes de hablar.
—Esto se clasifica como una pertenencia clave, señora Takenouchi.
—Mi hija ha amado el fútbol toda su vida. —Me esforcé en controlarme, pero por dentro tenía todo un torbellino de emociones.
Tenía pánico. Estaba aterrada.
Yo no quería quitarle también esto a mi hija.
—Fue gracias al chico Yagami que ella aprendió a jugar fútbol, ¿no es así?
Que mencionara con tanta indiferencia a Taichi, solo ayudó a incrementar más mis nervios.
"Las pertenencias clave son todas aquellas que puedan provocar cualquier mínimo recuerdo. No debe existir ningún lazo al pasado. Toda pertenencia clave debe ser retirada."
Un escalofrío me recorrió cuando mi mente repitió con tanta exactitud esa petición, misma que tuvimos que ser obligados a acatar.
Tuve que repetirme que todo lo que hacíamos era por Sora, por su bienestar. Por el bien del mundo. No teníamos opción. Pero…
—No puedo hacerle esto. No quiero…
—No se preocupe, —me interrumpió la mujer— a usted nunca le agradó la idea de su hija jugando fútbol. Ya no tendrá que preocuparse por ello.
Algo se retorció en mi interior. No sabía si se trataba de enojo, tristeza o decepción, pues ella tenía razón. Pero si todo esto hubiera sido mi decisión, yo no habría sido capaz de hacerle algo tan cruel a mi niña.
—Ella podría interesarse de nuevo por el deporte en el futuro. No podremos evitar eso —advirtió mi esposo.
La mujer volvió a acomodar las gafas sobre sus ojos.
—Si eso sucede, será por nuevos recuerdos. No causará ningún daño a la limpieza, señor Takenouchi. Ahora, por favor, prepárense para la última fase.
Quería gritar tantas cosas. Gritarles a todos esos hombres y a esa mujer que salieran de la habitación de mi hija, y que se marcharan de nuestro hogar. Quería abrir todas esas cajas, sacar todas las cosas de mi hija y regresarlas a su lugar.
Deseaba poder acercarme a Sora. Abrazar a mi hija, hacerle despertar y decirle cuánto la amaba.
Pero lo único que podía hacer era mirarla y guardar dentro de mi corazón todo nuestro ahora, que estaba a punto de sernos arrebatado.
Un hombre que vestía con la misma formalidad que los otros, entró de repente a la habitación.
—La señora Tachikawa ha logrado calmarse, y ya han encontrado al señor Ishida, él... —El hombre pareció dudar por un momento, pero justo cuando pareció que seguiría hablando, la mujer lo interrumpió.
—Entiendo, gracias, agente dos.
El hombre dio un asentimiento a la mujer, luego nos miró a mi esposo y a mí.
Supimos que era la hora.
Giré para mirar a Haruhiko a la cara. Mi mirada estaba nublada pues las lágrimas se habían ya amontonado en mis ojos. Mi garganta dolía.
Él me sonrió como lo hacía siempre que yo estaba preocupada o asustada, como lo hacía cada que yo discutía con Sora…
Miré por última vez a mi hija. Mi Sora. Mi bebé.
Ojalá hubiera sabido que todo esto pasaría. Ojalá se me diera otra oportunidad. Tantas cosas habrían sido diferentes.
Cerré mis ojos con fuerza, no podía estancarme en esos pensamientos. Cuando volví a abrirlos, una sonrisa se formó en mis labios mientras dediqué una última mirada a mi hija, luego observé a Haruhiko.
Me abrazó.
Esa sería la forma en que lo recibiríamos.
Y, sosteniéndonos uno al otro, todo desapareció.
Continuará…
Notas de la escritora:
Pues no sé muy bien que decir.
No subía un fanfic así desde hace años, me siento como si fuera la primera vez.
Este capítulo está narrado por la madre de Sora, sin embargo el resto de la historia será narrada en tercera persona.
Y pues… pues ya jajaja.
Nos leemos.
Faty.