HERIDAS DE LA LUNA

GALIA BEKSINSKI


Antecedentes: La inspiración para teclear estas letras me vino luego de ver un vídeo en YouTube de Rubén Caballero Petrova, el cual trataba sobre el incierto destino de Lavender Brown en los libros luego de la Batalla de Hogwarts, y dentro de las posibilidades de su final hubo una que fue el disparador para que este escrito fuera posible, por lo que aquí lo tienen.

Parte de la inspiración para escribir este fanfic me vino luego de escuchar la magnífica música Dark Ambient -uno de mis géneros musicales favoritos- de Flowers For Bodysnatchers, raison d'être y Atrium Carceri, los recomiendo ampliamente si aman este tipo de música.

Como detalle de color, esta historia estaba planeada para ser un one-shot, pero, mientras estaba en desarrollo, le vi un potencial de longfic y decidí extenderla, por lo que no sé a dónde me llevará esta senda o qué tan larga será, por lo que tengan paciencia, ya que esta historia se cocerá lento en cuanto a la escritura y publicación de capítulos.

Disclaimer: Nada es mío, todo de J. K. Rowling.

Género: Drama, Angst, Horror.

Disfruten de la lectura.


I

SAN MUNGO

Flotaba.

Era un espacio infinito, brumoso, de una negritud imperante y en el que había una apacible calma. Las sensaciones eran ciertamente peculiares, no era como si flotase en el agua, de hecho, ese no era un medio acuoso, era más bien como si hubiese quedado suspendida en el aire. No era incómodo, era hasta placentero en cierto punto. Además, en ese lugar no existían las preocupaciones, tampoco la tristeza, ni el sufrimiento; su ser solamente flotaba en aquella nada.

Estaba sola en ese ambiente, el paso del tiempo era imperceptible y tampoco había necesidad por averiguar en qué momento del día se encontraba. Podría decir que era un lugar silencioso, pero pecaría de mentirosa si afirmara eso con total seguridad, puesto que en la lejanía lograba percibir unas voces, no era capaz de identificar a quienes pertenecía dichas voces, pero entre todo aquel tumulto lograba captar una similitud entre ellas: todas exclamaban su nombre.

¡Lavender!

Había ocasiones en las que abandonaba ese espacio anegado en sombras, pero eran tan efímeras y tan confusas que apenas podía recordarlas o ser consciente al menos, porque al instante volvía a aquel inusual cobijo. Otras veces sentía una fresca humedad recorriendo su cuerpo cuando una intensa sensación de ardor se manifestaba, del mismo modo sentía en algunas ocasiones el agradable dulzor de alguna sustancia impregnando sus papilas, otras veces no corría con la misma suerte, puesto que los sabores amargos y nauseabundos ingresaban a su organismo con la misma constancia que aquel placentero sabor.

Finalmente hubo un momento en que la obscuridad dio paso a la claridad, y pudo finalmente reconocer las voces que clamaban su nombre. Su madre, su padre, Parvati, la profesora Trelawney, la profesora McGonagall, Harry Potter, Ro-Ro y... ¿Hermione Granger? Eran las voces que más presencia tenían dentro de todo el colectivo vocal.

Sentía dolor, mucho dolor: en los brazos, en las piernas, en su torso, en su espalda, en sus dedos... Pero en las partes en las que más persistía aquella sensación eran en el cuello y su hombro izquierdo, esas partes le dolían horrores, especialmente cuando en medio aquel sopor tenía que tragar saliva o cualquier menjunje que le quisieran dar, así como cuando se movilizaba un poco en ese sector. Ese aspecto fue el que la hizo desear estar de nuevo en aquella plácida penumbra, inconsciente en profundidad de las sensaciones dolosas. A la par de las molestias que sentía, también comenzó a percibir los olores: eran anodinos los aromas que lograba percibir en la estancia, algunas pociones que le suministraban tenían un olor particular que reconocía de sus días de colegio, lastimosamente todos eran olores asquerosos. Deseaba que le pusieran sobre la nariz unos toques de perfume o unas flores aromáticas para percibir algo mínimamente agradable.

No sabía con exactitud lo que estaba ocurriendo, pero tenía una vaga noción. Lo último que lograba recordar entre toda la bruma mental que tenía era a ella misma en la Batalla de Hogwarts, cerca de la torre de Adivinación. Los hechizos y maldiciones llovían en abundancia, ella hacía todo lo que podía con lo que había aprendido a lo largo de sus años en el colegio; de repente una fuerza demoledora impactó su cuerpo, luego: el dolor intenso acompañado de un grito que desgarró su garganta, y finalmente, el espacio sombrío. Todo pasó a una velocidad tan acelerada, que su capacidad de reacción se vio anulada al instante.

Hubo un momento en el que finalmente abrió los ojos, ciega quedó momentáneamente al percibir el imperante blancor de la estancia, muy diferente a la negrura a la que se estaba habituando. Logró encontrar entre la bruma borrosa a una mujer que no reconoció, la cual la miró con una sorpresa manifiesta, ¿qué estaba pasando? La confusión era la que más imperaba en su psique. Intentó moverse, pero el dolor no tardó en hacerse presente, unas lágrimas empaparon sus mejillas sin control, al tiempo que sintió una humedad pegajosa descendiendo por su hombro. Un grito gangoso salió de su boca y la mujer le lanzó un hechizo de inmovilización, le dio de beber algo desconocido y otra vez volvió a las penumbras.

¿Qué está pasando?

Transcurrió una cantidad de tiempo desconocida hasta que pudo despertar de nuevo, vio a su madre en el momento. Estaba llorando, se le veía decaída y con unas grandes ojeras en sus ojos azul cobalto. Quería extender su mano, quería decirle algo, pero no pudo. Eran pasadas del mediodía, los tonos naranjas se colaban por la ventana a su izquierda. Era la misma habitación, pero por la calidez de los colores ya no era tan cegadora. No obstante, se sentía débil, mareada y desorientada.

¿En dónde me encuentro?

Fue entonces que su madre la vio. Sus ojos se agrandaron al ver a su hija con sus ojos completamente abiertos, ¿era acaso una ilusión? ¿un espejismo producto de sus preocupaciones? No lo sabía, pero el júbilo no tardó en hacerse presente y se aproximó a ella. Su querida Lavender, por fin había despertado después de tanto tiempo. Quiso abrazar a su hija con todas sus fuerzas, pero una medimaga que iba de paso se lo impidió, le pidió que saliera mientras le hacía unos chequeos para verificar su estado ahora que estaba consciente. Otros medimagos entraron a la habitación para hacerle las revisiones respectivas.

Le hicieron preguntas, pero no pudo contestarlas debido a lo seco de su garganta. Le brindaron agua para dar más claridad a su voz, y le repitieron las preguntas, pero, por más esfuerzo que impusiera en su cometido, no salía ni un solo sonido. Su boca se abría y cerraba, existían las contracciones en su garganta, pero su voz no estaba, ni tan siquiera podía emitir un mísero silbido. Ella, al percatarse de esta situación, sintió cómo una horrible desazón se iba apoderando de ella.

No puedo… No puedo…

Conforme pasaba el tiempo y los intentos eran cada vez más fútiles, la impotencia iba provocando que su respiración se acelerara y que las lágrimas salieran sin control de sus ojos, sentía tantas cosas en ese momento: rabia por no poder hacer algo tan harto básico como hablar, incertidumbre al no saber si ese estado iba a ser permanente, miedo por no poder expresarse nunca más…

Los medimagos se limitaron a anotar en algunos pergaminos todo cuanto presentaba la paciente. Algunos sintieron lástima, oculta bajo capas de profesionalidad y decoro.

Le hicieron algunas revisiones físicas, allí contempló su cuerpo después de no sabía cuánto tiempo. Estaba pálido, y las venas azulinas resaltaban con una intensidad enfermiza por debajo de su piel. Había adelgazado, y mucho, pues las costillas se le notaban aún más en el torso y las extremidades eran puro hueso. Se contempló el hombro izquierdo y lo que vio la dejó horrorizada.

Una cicatriz que ya estaba sanada, pero eso no quitaba lo espeluznante de su aspecto. La piel estaba retorcida con saña y de un tono rosáceo. Llevó su mano al lugar y palpó, descubriendo que esa cicatriz llegaba a su cuello.

Pidió, por medio de señas, un espejo, el cual le fue concedido con inmediatez. Al principio dudó de verse a sí misma y lo tuvo boca abajo. Sus manos temblaban, no sabía con qué cosa se encontraría, tomó una serie de respiraciones profundas y se enfrentó a la cruda realidad…

Esta soy… ¿yo?

La horrible cicatriz no terminaba en su cuello, sino que llegaba a la mitad de su mejilla izquierda en un pequeño, pero profundo surco blanquecino. Sus ojos estaban cercados por unas obscuras ojeras que ni en sus peores tiempos hubiera contemplado en su rostro. Su cabello, que siempre destilaba brillos dorados a la luz del sol, ahora presentaba un tono opaco y sin vida, lo peor de todo era su textura áspera y sin la suavidad de la que siempre había presumido. Sus mejillas ya no presentaban aquel tono sonrosado que siempre las había caracterizado, sino que estaban hundidas y de un enfermizo tono pálido que la deprimió.

Fue entonces que sus dedos se aproximaron a la cicatriz, percibiendo las oscilaciones en su lisa piel. Fue más abajo, alzando su rostro y mirando en el espejo…

Una mordida, hecha con una saña bestial, retorciendo la carne a su voluntad, volviéndola un amasijo rosáceo irreconocible y horrendo, pero que en su tiempo estuvo cubierta por sangre. Su sangre. Continuó descendiendo y recorriendo con sus dedos la cicatriz, corrió un poco la tela blanca de la bata de hospital y contempló cómo la marca se dispersaba en varios surcos lechosos a lo largo de su hombro izquierdo.

Ahora comprendía la razón por la cual había caído inconsciente al momento, una herida de ese calibre era para haberla enviado al más allá y, aun así, estaba viva. Viva, y contemplando su reflejo en un minúsculo espejo.

Su respiración se aceleró y sendos torrentes húmedos comenzaron a salir de sus ojos, la imagen de sí misma había impactado fuertemente en su psique. Su estado de ánimo era similar a un mar abierto en plena tormenta. De repente un dolor fuerte se presentó en su cabeza, más específicamente en el área derecha de su cabeza, en adición a un mareo repentino que la hizo bajar el espejo y recostarse en la cama con la frente cubierta de sudor. Hizo el gesto de gritar, pero fue inútil, y uno de los medimagos se le acercó para comprobar su estado y le brindó una poción para dormir sin sueños en adición a una tranquilizante.

De nuevo cayó a la inconsciencia y no supo qué ocurrió momentos después, pero era mucho mejor alternativa ante el fuerte malestar.

El mar se había calmado tan pronto como se había enturbiado.

Cuando volvió a despertar el cielo estaba teñido de color violeta alba con algunos rayos de sol aclarando el panorama. Para su alivio, el dolor ya no estaba. Su madre estaba a su lado, dormida incómoda en el asiento al lado de su cama. De nuevo, volvió a hacer un intento por hablar, pero, al igual que la tarde anterior, nada. No salía absolutamente nada de sus labios. Lágrimas descendieron por sus ojos en una clara señal de impotencia, anhelaba volver a escuchar su voz, y, sin embargo, no salía.

Era inútil, por lo que se hundió más en la cama en señal de rendición y con los ojos aún empapados. Miró hacia el techo blanco y pensó en qué sería de ella de ahora en adelante. En ese momento deseó volver a aquel espacio anegado en sombras, al menos ahí no había tantas complicaciones.

Continuará...


Nos leemos en el siguiente capítulo... Asimismo, consideren dejar un comentario si les gustó esta historia.

Muy pronto publicaré el segundo capítulo de Lazos Atados, ya tengo las ideas, ahora lo que falta es hilarlas con propiedad si la universidad me deja. D: