Los personajes principales le pertenecen a Stephanie Meyer la historia es mía queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización


Outake.

Hay todo un universo allí dentro.

"Aquí estamos los soñadores, los ingenuos, los que aún creemos en la fuerza de las palabras".

Edward conocía a Isabella, sabía cuando algo le preocupaba. No podía detenerse y solucionarlo por ella, pero si podía intentar distraerla, le contaba historias ridículas de sus ahora hermanos.

De cómo su padre le había recordado el hecho de que le ganó una partida de ajedrez a Hyõ cuando se ponía inteligente. Hablaba por horas intentando alejarla de aquel mundo que ella de había creado en ocho largos años de tortura.

Pero esta vez ella no escuchó.

Tenía la mirada perdida, había más que preocupación en sus ojos llenos de tormentas y tempestades. Había algo más y lo aterró.

Por primera vez en años, Edward vio un sentimiento que creía que había borrado por completo con su amor de Bella. Vio miedo.

Él odiaba al miedo, detestaba el hecho de que había algo que pudiera estarlo causando, ellos habían vivido una vida invadida por el miedo. Una vida difícil, más para Isabella que para él, pero esta vez él quería alejar ese miedo, quería ser quien lo borrará.

Isabella se encerró en su impenetrable barrera y pasaba las noches trabajando en diseños de aviones y cosas increíbles. Su mujer era gigante, inteligente y brillante. Nada se le comparaba.

Pero llevaba una semana con esa mirada.

Esa mañana solo le había dado un beso pequeño, nada como cuando ambos tenían que estar alejados por un par de horas, solo le había dado un beso pequeño antes de que Grace les dejara el desayuno con el ceño fruncido porque Isabella rechazó el café y le pidió agua.

Tampoco estaba comiendo mucho más que solo una maldita tostada mientras miraba la mesa con asco como si el huevo con jamón estuviera verde o oliera mal.

—¿Vas a decirme qué te pasa?

Edward se maldijo al verla saltar en su silla. Había esperado por ella en su esquina por días, mientras Isabella miraba a todos lados menos a él.

—¿Podríamos hablar en el estudio?

Edward asintió sintiendo que el peso en sus hombros se intensificaban e Isabella se levantó apresurada de la mesa pareciendo aliviada caminando lejos de la comida.

Cuando ambos entraron en el estudio, Edward miró el escritorio lleno de papeles que él reconoció. Su mirada desesperada voló a la de su esposa quien estaba mirándolo fijamente con una expresión en blanco.

—Te hiciste unos estudios médicos —le dijo con la voz rota Edward tomando en sus manos uno de los sobres cerrados mientras su corazón se detenía en vilo dejándolo sin poder respirar.

La vida debía de estar jugandole una puta broma, una maldita y muy muy mala broma.

Las manos le temblaron mientras abría el sobre y cuando unos papeles cayeron al suelo lo hicieron sentir que el peso en su pecho era más grande ¿Estaba teniendo un infarto y su mujer estaba enferma?

Se inclinó a recoger los papeles que se habían caído al piso, pero Isabella bendita fuera se había levantado en algún momento y los tenía en las manos.

En un principio el hecho de ver a su esposa con la mirada llena de lágrimas lo espantó.

—Haremos lo que sea, iremos por todo el mundo buscando la cura a lo que tienes, daré mi vida por la tuya si es necesario Bella.

Isabella sollozó y luego vio algo que lo dejó atónito. Ella extendió los papeles con sus manos temblando y él los tomó de igual forma.

Entonces todo tuvo sentido.

Como si de un universo entero se tratase Edward vio la sonografía, la primera fotografía de su bebé.

—Estás embarazada.

Se río, su pecho se detuvo y después como si de un maratón de elefantes se tratara su corazón latió en miles de formas distintas, alzó la mirada llena de dicha a su esposa quien estaba temblando como un árbol en medio de un caótico huracán.

—Isabella… —empezó a decir, pero su esposa sollozó de nuevo. Edward se le acercó despacio, tan despacio que intentó no asustarla, más cuando Isabella reparó en él y en sus

brazos dejó escapar un suspiro audiblemente antes de enterrar su rostro en el pecho de su esposo.

—Yo no tuve una madre —dijo entonces su miedo en voz alta. Y luego como si de un río que sale de su cauce se tratara, habló con Edward quien Dios sabe cómo había logrado moverla hasta el sofá en dónde ambos estaban acostados.

—Rene era la mujer más extraña del mundo y lo poco que recuerdo de ella no es un ejemplo para un bebé. Un bebé. Yo no tuve una madre. ¿Cómo voy a ser una?

Edward sonrió abiertamente como un bobalicon orgulloso, había embarazado a su tempestuosa esposa y ahora tenía que cuidarla mucho porque maldición, él quería hijos, muchos, los que Isabella estuviera dispuesta a darle. Pero antes tenía que convencerla de que ambos podrían lograrlo.

—Vas a estar increíble. Eres Isabella Cullen.

Bella levantó la mirada y estaba tan perdida que ver a su esposo tan confiado y sonriente la molesto

—Eres un idiota.

Edward no pudo más y empezó a reírse mucho tanto que tuvo que sentarse, a ambos y le sorprendió lo que las hormonas estaban haciendo en su esposa quien tenía un puchero, Isabella Cullen. La señora estaba haciendo un maldito puchero. Y él quería morderlo, ella estaba radiante y hermosa y era suya para amar y cuidar.

—Ven acá.

La abrazó y acarició su espalda con suavidad antes de decirle

—Cuando regresé del secuestro Elizabeth solía quedarse dormida en una silla casi frente a mi cama. Ella roncaba y odiaba que yo se lo dijera pero luego hacía estos sonidos extraños con su nariz fingiendo roncar mientras me perseguía. Nos divertimos muchísimo corriendo por la casa. Ella tenía una risa suave y fresca. Era hermosa.

—Edward…

—Cariño, Elizabeth no era mi madre. Lo sabes. Pero ese amor puro y loco tuyo estoy seguro que será suficiente para ambos. O para todos los hijos que quieras darme. Vamos a estar bien.

.

.

.

Ocho años después.

—Corre Lionel, Hewitt ven vamos.

La pequeña sonrió y se lanzó al pasto rodando por él mientras sus hermanos la perseguían riéndose intentando atraparla.

—River, eres una tramposa, estás usando lo que sabes de tus clases de taekwondo.

—Mamá y papá llegaron.

Señaló la chiquilla mientras miraba hacia abajo por la colina, el viento sopló su cabello desordenado moviéndolo en todas direcciones y la niña saludo a sus padres quienes bajaban del auto. Isabella se detuvo estática al ver algo que le detuvo el corazón.

—¡Mamá, River está usando sus clases de taekwondo para escapar de nuevo!

River sonrió abiertamente y saludo a Isabella llamando su atención meciéndose en sus pequeños pies con una mirada de "Yo soy un angelito"

—Ven, mamá, ven a dibujarnos un avión.

La llamó su hija tratando de desviar el tema. Edward abrazó a su esposa por la espalda y ella recostó su cuerpo sobre su esposo.

—Parece que hemos cumplido nuestros sueños, esposa —le susurró, persuasivo sonando un fanfarrón.

Isabella sonrió y bajó el árbol al pie de la colina vio a los fantasmas de su pasado sonriendo tras sus hijos. Hyõ estaba sentado recostando su espalda en el árbol fumando un cigarrillo con la mirada llena de paz.

El pasado tiró de ella y por un momento se vio, y vio a Edward antes de cumplir ese sueño. . . .

—Mira la casa.

Me pidió y lo hice, me detuve a verla. Me dió quizás diez minutos de silencio antes de poner sus manos sobre mis ojos y recostar mi cabeza sobre su pecho, me deleite en su perfume, antes de escucharlo suspirar un susurró

—¿Miras lo que yo Isabella? ¿Ves a esos tres niños corriendo mientras se ríen? ¿Te ves a ti en mi pecho mientras nos leo un libro? Dime qué nos ves así, teniendo eso que no tuvimos de niños, dándole amor a niños nuestros o solo niñas no lo sé. Quizás tengamos ambos.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y sus manos soltaron mis ojos. Edward continuo murmurando en mi oído

—Yo la veo. Veo a una niña con tus ojos, y mi cabello enredado, la veo sonriéndome como si fuera el hombre más fuerte del mundo y a ti como su héroe, la veo llamándonos queriendo que tú le enseñes a dibujar un avión y que yo le enseñe a tocar el piano. Veo un futuro a tu lado Isabella. Un futuro libre para nosotros. Un futuro para ser indudablemente felices Bella.

—Yo…

Mi voz se rompió y me reí, no una risa hueca, no, está risa era llena de sueños ¿Cómo podía no tenerlos? ¿Cómo podía fingir que no lo había visto? ¿Cómo podía fingir que esa niña no estaba al final de la colina saludándome mientras me llamaba pidiéndome acercarme? ¿Cómo podía fingir que ella no me llamaba "Mamá"? . .

Edward la apartó de ese pasado al cargarla sobre su hombro haciéndola chillar mientras subía con ella a cuestas la colina

—¡Edward Cullen, vas a romperte la espalda! —le gruñó, pero su marido le dió unas palmadas en el trasero que hicieron a sus hijos reírse mucho y en voz alta y a ella la hicieron sonrojarse.

—Sigues teniendo el culo más hermoso que he visto querida.

—¡Edward!

—¡Papá! ¡uhg! No hables así de mamá —chillaron todos al mismo tiempo. Edward se rió a carcajadas y siguió subiendo con Isabella a cuestas.

¿Era eso felicidad? La Isabella de cabeza no tuvo más remedio que aceptar, que era feliz. Ella estaba más que feliz.


Los finales felices me ponen sentimental, gracias a las chicas que han estado siempre aqui, a Joana quien es la encargada de editar, agregar y dar forma a mis locuras. Mi hermana que vive lejos pero me entiende y esta allí siempre.

A Vero, Salem, Zelideth, Clary, Solecito, y todas las amistades que hice en el camino, han sido siempre parte de mi y les debo parte de mi corazón.

Creo que todas saben que me retiro de forma no permanente aún de Fanfiction. Este no es un adios para siempre niñas, es un hasta luego asi que quien quita y regrese en uno o dos años con más.

¿Un último review?

Ann.