N/A: Esto es lo que "perpetrado" como continuación del libro 6. Incluso el título lo he tomado del internacional 'Harry Potter y las Reliquias Mortales', que es como teóricamente viene a traducirse lo de las 'Deathly Hallows'. No pretendo, ni de lejos, adivinar qué nos traerá el libro 7, es sólo un entretenimiento durante la espera. Soy una osada, supongo que la ignorancia es muy valiente. La historia a rasgos muy generales se basa un poco en lo que creo "y quiero" que ocurra, tras intentar atar los cabos que nos ha dejado la Rowling.
Por otro lado, no he leído los libros ni visto las películas en castellano, vivo en Escocia, creo que he utilizado la traducción "canon", pero si encuentras algún error, mis disculpas de antemano.
He procurado además ser mínima inventando personajes, lugares, etc, siendo lo más coherente posible con los nombres, escenarios... tanto principales, secundarios o incluso casi invisibles, que JKR ha ido proporcionando durante los primeros seis libros. No intento montar mi teoría sobre lo que creo que pasará. Además, de esas hay miles en los foros y en Internet. No he querido ni mirarlas porque al final es de locura. Sé también que no contesto todas las dudas que hay, pero elaboraré lo más que pueda.
Los reviews son siempre bienvenidos. Así que si tienes tiempo, te apetece, o tienes ganas, me gustaría saber tu opinión.
Cuidadito… que reviento libros anteriores, sobre todo el libro 6. No me gustaría que alguien diga algo así como "¿¿que Darth Vader es su padre??"… pero en el contexto de HP.
Y sí, es un Draco-Hermione, pero las cosas de palacio van despacio... ¿Por qué? Al margen de ir en busca de horrocruxes, he querido desarrollar sobre todo la trama que muestre las razones por las que una Hermione puede sentirse atraída por alguien como Draco (al margen de lo increíblemente bueno que pudiera estar, si lleva una marca de mortífago es como si llevara una esvástica... )
Y por supuesto, que sea un desarrollo coherente. Al igual que los libros se basan en el punto de vista de Harry, aquí la historia sigue el punto de vista de Hermione. Así que nunca vas a leer lo que otros piensan, (salvo tal vez en el caso de Harry) sino lo que Hermione "piensa que otros piensan".
Llevo escritas como unas 80 páginas de Word, que todavía necesitan edición a tope. Pero no pienso dejar la historia.
Pues eso... gracias por leerlo y que lo disfrutes.
Capítulo 1. Despedida de los Dursley y un reencuentro
Harry se quedó de pie un momento en Little Whinging, frente a la casa de los Dursley. Tenía una sensación rara. Era consciente de que sería la última vez que ponía pie en la casa. Pero le preocupaba pensar que sería la última vez que pusiera pie allí porque no sobreviviría a Voldemort.
Suspiró. Ya no había marcha atrás. Voldemort le había marcado, no sólo con una cicatriz absurda en la frente, sino que le había elegido por culpa de una estúpida profecía. Pero levantó los ojos verdes del punto del suelo en el que se habían quedado fijos. Y tomó la determinación de hacer caso a las palabras de Dumbledore… El gran error de Voldemort es creer fielmente lo que una vieja profecía le había vaticinado. Y Harry no pensaba cometer ese error, sino adelantarse a él, y salir a buscar los Horrocruxes.
Pero no dejó que eso le desanimara. Llamó a la puerta de los Dursley. Ya retumbaba el suelo por el caminar de su primo, y las quejas por haberse tenido que levantar él a abrir la puerta.
"Vaya, si es el zumbado de mi primo." Dudley se dio la vuelta, dejando la puerta abierta y entrando de nuevo por el pasillo."¡Mamá¡Es el gafas!"
Harry entró en la casa y cerró la puerta. Haciendo caso omiso al insulto, y teniendo la pregunta medio respondida, se dirigió a su primo.
"¿Está tu padre?"
"Qué¿ya le vas a pedir permiso para ir a uno de esos campeonatos de Kidich o para meterte en la chimenea? Pues lo llevas claro, porque hoy no está de humor. Aunque contigo nunca lo está."
Harry estaba tan acostumbrado a las cosas en la casa de los Dursley, que ni se inmutó, aunque sí notaba que le apetecía mucho sacar la varita para dejar a su primo calvo para siempre, ahora que lucía un rapado digno de cualquier skinhead.
"¿Que si está tu padre?"
Dudley resopló.
"Mira que eres coñazo. Estará por ahí." Harry levantó una ceja. Menuda respuesta. Significaba que podía estar leyendo el periódico, estar viendo el partido con una cerveza o sacándole brillo al coche para que todos los vecinos vieran que se podía permitir tener un coche nuevecito.
Entró en la cocina y se encontró a su tía preparando la cena, con su delantal impecable y sus maneras de ama de casa digna, solvente y refinada de clase media venida a más, pero de lo más ordinario. Harry hizo una mueca. Apariencias. Todo lo que a esta familia le importan son las apariencias.
"Tía Petunia."
Su tía le ignoró completamente. Seguía afanada en sacar la bandeja donde Harry sabía que pondría las tartaletas de carne, dispuestas para que fueran 8x5. Total: 40 tartaletas, de las cuales, tres serían para ella, 10 para su tío, apenas dos para él mismo, y las otras 25 para su primo. Además no era el olor lo que le había hecho saber que eran tartaletas lo que se cocía en el horno, sino que era miércoles. No había miércoles sin tartaletas de carne, ni lunes sin roastbeef con pudín negro.
Harry no sabía si mirar eso con asco, o con nostalgia. Tan previsibles. Tan rutinarios. No creía que lo iba a echar de menos, pero sentía que era una parte de su vida (desagradable, sí), a la que ya no iba a volver. ¿Significaba eso que estaba creciendo, o que tenía los días contados? Se estremeció, y optó por dirigirse a su tía.
"Tía Petunia." Harry se colocó delante de la encimera. "¡Tía Petunia!"
"¡Qué quieres¡No ves que estoy muy ocupada!"
"Tía Petunia. Vengo a recoger mis cosas. Me marcho."
"Y a mi¿qué?"
Harry prefirió pensar que su tía no entendía que lo que quería decir es que se iba de allí, que dejaba la casa.
"Tía, he dicho que me voy. Que dejo esta casa, que ya no me vais a tener que aguantar."
"¿Eres idiota, o qué te pasa¿Y dónde vas a ir, si ni siquiera eres mayor de edad?"
"Tengo diecisiete años. Soy un mago adulto. Y ya no hay ninguna protección que me retenga en esta casa. Lo cierto es que ni vosotros ni yo queremos que me quede, y después de todo, es mejor que yo esté lejos de aquí."
Su tía le miró con el gesto serio.
"Igual que tu madre. Ella también se fue pronto de casa, y así acabó."
Harry estaba tan vacunado de estas pullas a estas alturas, que prefirió ignorar el velado ataque. Lo dicho, tan previsible. Y eso que no sabía nada de los motivos reales por los que salía de la casa.
"Ya. Bueno, subo a mi habitación y recojo mis cosas."
Ella se encogió de hombros, y siguió con sus quehaceres, aunque Harry percibió su clásica mueca de disgusto. Que atribuyó a la inoportuna noticia. ¿Ahora qué haría con dos tartaletas de sobra?. Harry la miró unos segundos, se encogió de hombros ("total, se las comerá Dudley") y subió a su habitación.
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Ya había anochecido cuando terminó de empaquetar. Sabía que sus tíos y su primo habían terminado de cenar hacía ya un par de horas, y Dudley había salido de la casa por el trompazo que dio a la puerta. A saber en qué estaba metido para tener que salir un miércoles a las nueve de la noche.
Tenía ya su baúl cerrado y la jaula de Hedwig preparada. Sabía que ya terminaba su ciclo allí, y que ya no tenía sentido demorarse más. Bajó con cuidado las cosas por las escaleras, sin caer en la cuenta de que tenía ya la costumbre totalmente interiorizada de no utilizar la magia fuera de Hogwarts, y mucho menos si era dentro de la casa de los Dursley. De otra forma, se podría haber evitado el esfuerzo de bajar a pulso sus bultos.
Dejó las cosas en la entrada y fue hacia el salón, donde estaba su tío recostado viendo un programa de la televisión absurdo, en el que había una muggle en pie preguntando unas cosas a una pareja. Harry creyó oír algo así como "Y tu mujer¿sabe que su sobrina es en realidad tu hija?" Su tío rezongaba para sí mismo: "Menuda basura de programas que nos ponen. ¿Quién puede tragarse esto?"
Harry pensó, exasperado: "¿Tú, por ejemplo?"
"Tío Vernon, ya he recogido mis cosas y me marcho ya."
"Ah, eres tú. Espero que no hayas dejado ninguna mierda de esas tuyas que se mueven por si mismas, o que empiecen a hacer ruidos raros. Ya bastante hemos tenido que sufrirte estos años."
Harry se tomó eso como un, "me alegro que desaparezcas por fin de mi casa, niñato".
"Bueno, pues adiós."
Harry se dirigió a la cocina y encontró a su tía limpiando la encimera, tras haber terminado de colocar la vajilla que había puesto en el lavaplatos.
"Tía Petunia, tengo mis cosas en la puerta, ya me voy." Iba a decirle que le dijera adiós de su parte a Dudley, pero pensó que ni él lo sentía, y mucho menos su primo. "No hay nada 'raro' en la habitación", dijo adelantándose a lo que estaría pensando, después de la conversación que había tenido con su tío. "Yo… bueno es mejor que no sepáis dónde voy a estar. Tampoco lo tengo muy claro yo mismo, pero de algún modo os enteraréis de cómo me van las cosas."
"Pues espero que en algo seas bueno, no sé a qué puedes dedicarte a partir de ahora." Su tía siguió recogiendo. "Atranca bien la puerta al salir, a veces se queda abierta."
Dicho lo cual, siguió a lo suyo. Harry la miró, tal vez algo decepcionado. Después de todo, su tía había aceptado que él se quedara tras saber por Dumbledore que esa casa era la única que podría proteger a Harry de niño.
Estaba a punto de salir al pasillo, cuando oyó a su tía decir:
"Harry Potter, no cometas el error de tus padres. Si una cosa he aprendido de tu mundo, es que no todo el mundo es totalmente bueno, ni todo el mundo es totalmente malo."
Harry se giró, pero su tía estaba de espaldas a él, lavando el estropajo en el fregadero y escurriéndolo de la suciedad que acababa de limpiar en la cocina. Ignorándole.
Harry pensó, no por primera vez, qué sabía en realidad su tía de sus padres, del mundo mágico y a cuento de qué le daba ese extraño consejo. Un consejo que le trajo a la mente el doloroso recuerdo de Colagusano, y apretó la mandíbula.
Sí… tenía claro qué debía hacer, pero también qué no debía hacer. Harry cogió su baúl, afianzó su Saeta de Fuego, recogió la jaula de Hedwig y salió de la casa, rumbo a su nuevo hogar. Grimmauld Place.
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Hermione estaba en La Madriguera, esperando a Ginny e ir al Callejón Diagón para comprar lo que necesitaban el próximo curso. Hermione, por primera vez en su vida, iría de mala gana. Al igual que Ginny, no deseaba volver a Hogwarts. No querían ir sabiendo que ni Ron ni Harry estarían. Habían decidido perseguir Horrocruxes con el fin de acabar con Voldemort.
Ron, por otro lado, había ido a acompañar a Harry a instalarse en Grimmauld Place; anoche Harry había sacado sus cosas de la casa de sus tíos. Cuando Hermione se ofreció a ir, Ron insistió en que mejor se quedaba con su madre y Ginny, lo cual a Hermione le sonó un poco a que le estaba dando esquinazo.
A alguien tan dado a darle vueltas a las cosas como Hermione, esa actitud de Ron le preocupaba. Tras el funeral de Dumbledore, el que ella pasara gran parte del verano con los Weasley (con Harry, claro), tras la boda de Bill y Fleur, Hermione honestamente pensaba que ahora su relación se tranquilizaría un poco… pero por lo visto, lo único que había conseguido era que volvieran a estar como siempre. Es decir, amigos, discusiones, risas. Pero nada más.
Hermione realmente se planteaba tener una relación más allá de la amistad con Ron, porque realmente no había nadie más en su vida. ¿Era eso amor, o era aburrimiento por no tener a nadie a mano? Se descubrió envidiando la relación de Harry y Ginny. Incluso ahora, que habían acordado no estar juntos para que Ginny volviera a Hogwarts y no fuera objetivo de Voldemort.
Sin embargo, cuando Hermione dijo que ella no regresaría a Hogwarts, Ron se puso contento. ¿¡Contento¿No se supone que él tendría que haberle prohibido tajantemente acompañarles a buscar Horrocruxes¿No se supone que él tendría que haberle montado una escena de preocupación por sus estudios¡Que estábamos hablando de 'ella', de Hermione Granger, el ratón de biblioteca que no iba a terminar sus estudios…! Hasta el propio Harry demostró más sensibilidad.
"Hermione, yo preferiríra que no vinieras. Tú quédate con Ginny en Hogwarts. Allí nos puedes ser igual de útil, investigando en la biblioteca u observando cómo van las cosas por allí. No quiero que eches a perder tu carrera y tu formación por mi culpa."
Pero Hermione, aunque conmovida y agradecida por su gesto, no quería volver a Hogwarts. Por seguir a Harry, porque ya no estaría allí Dumbledore, por estar con Ron, por librar al mundo de Voldemort, y por demostrarse a sí misma que no era una niña a la que tenían que proteger. Y sin embargo, Harry se negó en rotundo.
"Hermione, de verdad que te lo agradezco, pero por favor. Quédate en Hogwarts. Por Ginny y por mi. Necesito pensar que la vida sigue su curso normal."
Hermione se abrazó a su amigo, entristecida porque ya las cosas no serían las mismas, por miedo, y porque estaba conmovida.
Sin embargo Ron, comiendo un plato de patatas especiadas, dijo tranquilamente:
"Pues yo prefiero que vengas, Hermione."
Típico de Ron. Ser posesivo era lo que más le pegaba, pero a la hora de la verdad¿para qué? Le molestó que saliera con Viktor. Le molestó que saliera con Cormac McLaggen. Cuando ellos salieron de su vida, Ron volvía a ser el de siempre.
"¡Hermione, ya estoy!" Ginny interrumpió sus pensamientos bajando las escaleras. Hermione la miró, aún con la mente en otra parte. "¿Estás bien?"
"¿Eh? Sí, sí, perdona, estaba pensando en mis cosas. ¿Estás ya?"
"Por desgracia." Ginny hizo una mueca. "No tengo ni pizca de ganas."
"Ya lo sé. Bueno, nos podemos dar una vuelta. Y un capricho…" Hermione sonrió maliciosa. "Paga Harry…"
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Llevaban ya un rato curioseando por las tiendas del Callejón Diagón, maravilladas ante el Magimaquillaje… que no se alteraba, era como recién puesto. Y tenía todas las versiones disponibles. Usado por las mejores actrices brujas. Totalmente garantizado…
Pero caro. Muy caro.
"Qué rabia dar saber que existen estas cosas, y que una no pueda comprárselas." Ginny estaba ya demasiado acostumbrada a anhelar cosas que su familia nunca se había podido permitir. Era feliz así, pero no dejaba de ser frustrante.
"Bah, Ginny, no te hace falta tener eso, tu piel es preciosa."
"Mi piel es horrible. Llena de pecas. Tú no tienes ni una."
"Pero tengo un pelo imposible."
"Tu pelo no es aburrido, el mío es lacio y soso…"
"¡Tu pelo tiene un color que ya quisiera yo!"
"¿Estás loca¿Quién quiere tener un pelo naranja? Se ve que es naranja, da igual lo que hagas. Tu color es mucho más interesante. Podría pasar por rubio oscuro por los reflejos, o por castaño por la noche…"
"Soy castaña pilonga, ni más ni menos…"
Hermione y Ginny rieron ante semejante conversación. Se divertían discutiendo las cosas más triviales, les ayudaba a no pensar en lo que tenían que afrontar próximamente.
"… de todas formas, si me rizara el pelo mi madre me mataría…" Seguía diciendo Ginny.
"¿Ginny?" Ginny interrumpió su charla sobre cabelleras, y miró a quien se dirigía a ella. "¿Eh?"
Delante se había parado una joven bruja, de cabello castaño, largo y ojos azules y con acento del norte, que llevaba una bolsa de papel con comida en la mano.
"Hola Cara¿qué tal todo? Desde la boda de Bill y Fleur no nos habíamos visto."
"Ya ves, he salido un momento de Gringotts a buscar algo de comer, pero me vuelvo enseguida. ¿Sabes algo de ellos?"
"Bueno, siguen de luna de miel, han ido a las islas Griegas, que dicen que tienen una magia clásica que no deja indiferente a nadie. Además, creo que ahora se pirra por un un plato de los muggles griegos… esticdar o algo así."
"Steak tartar." Dijo sonriendo Hermione, que reconoció a la compañera de trabajo de Bill, y a la cual conoció en la boda de éste.
"Y seguro que les hace mejor tiempo que aquí. ¡Ay, disculpa!" Se dirigió a Hermione con la mano extendida. "Hermione¿verdad?"
Hermione estrechó la mano.
"Me alegró de verte."
"Sí, lo mismo digo. En fin, de verdad tengo que irme, el deber me llama." Miró a Ginny. "Si hablas con Bill mándale saludos¡que estoy deseando que llegue, me han dado todo su trabajo a mi!"
Ginny rió.
"Claro, seguro que está deseando volver."
Entonces Hermione se fijó en la multitud y detectó una cabeza que destacaba por el color inusual de su cabello, rubio platino, inusual incluso en Londres. Y supo quién era.
Draco Malfoy. Alto, esbelto, distante… con una expresión seria. Hermione pensó en aquello de que cualquier persona que se colocara junto a un calvo sería muy fácil de detectar... "está ahí, junto al calvo". Pues sucedía igual con Malfoy. "Está ahí, junto al rubio" E inmediatamente encontrarías a la persona que estabas buscando, por estar al lado de alguien que destacaba tanto.
Como si hubiera sentido su mirada, Draco Malfoy levantó la cabeza y dirigió sus fríos ojos grises en ella. Y sonrió de medio lado.
Draco Malfoy se había plantado delante de ellas.
"Vaya, cuánto bueno por aquí." Ginny ya hacía el gesto de sacar su varita ante el sarcasmo. Cara, aunque más mayor que él, se quedó mirando al atractivo joven que se había aproximado al grupo.
"Qué bien, Malfoy. ¿Qué pintas aquí?" Hermione preguntó con tensa cortesía, no se atrevió a sacar más temas a relucir con Cara delante.
"Adivina qué puedo hacer a estas alturas de agosto por el Callejón Diagón."
"Lo mismo que nosotras…" pero prefirió no comentarlo en voz alta.
"¿Y todavía tienes el descaro como para pasearte por aquí como si no hubieras roto un plato? Pero sabes muy bien lo que hiciste. Todo el mundo lo sabe."
"Uh-uh… Corrijo, Granger. Lo que no hice. Y era menor de edad. Y me extorsionaron. Oh, y Snape me secuestró. Sí, puede decirse que tengo el descaro como para pasearme por donde me dé la gana."
Hermione se mordió el labio ante la argumentación del arrogante mago que tenía delante. Ginny le miraba con desprecio. Cara le miraba con admiración, habiéndose olvidado por completo de la prisa y del trabajo.
"Serpiente escurridiza. Eso es lo que tú eres…", empezaba a decirle la pelirroja. Malfoy la miró como si cayera por primera vez en ella, y encima, como si descubriera por primera vez que sabía hablar y todo.
"Sin tu permiso, Malfoy, nos vamos." Hermione tiró del brazo a Ginny, que hizo ademán de quedarse a discutir con él. Cara las siguió, todavía con la vista fija en Malfoy.
"Nos veremos en Hogwarts, sangrecita sucia." Respondió Malfoy. Hermione se dio la vuelta para replicar, pero se interrumpió al ver que Malfoy la había estado mirando a sus espaldas… de arriba a abajo. A ella.
Malfoy, sin molestarse en disimular que le acababan de pillar repasando su cuerpo, elevó su mirada, alzando las cejas por un momento, esbozando una sonrisa complacida.
Hermione salió de allí arrastrando a Ginny, desconcertada.
"Imaginaciones mías. Malfoy sólo me mira como si yo fuera algo asqueroso. No como a una chica."
"¿Quién es el bollito?" Cara preguntó, con una alegre curiosidad, que contrastaba con las furiosas Ginny y Hermione.
"Bollito dice… Es un 'compañero' de Hogwarts. Una rata miserable." Repuso Ginny indignada.
"Pues no las teníamos así cuando yo estudiaba." Seguía mirándole según Malfoy se alejaba.
"¿Es que te parece que esté bueno?" Preguntó asombrada Hermione.
"¿Pero tú estás ciega¿No lo has visto bien?" Cara suspiró. "Lástima que yo ya esté prometida y que tenga unos diez años menos que yo... En fin, me alegro de haberos visto."
"Yo también, Cara. ¡Hasta luego!"
Entonces Hermione cayó en la cuenta, por primera vez en su vida, de que la tal Cara tenía razón. Entonces se sorprendió a sí misma repasando los rasgos de Malfoy… Cabello liso, fino, impecable, más largo, lo cual le daba el aspecto peligroso que tenía su padre, Lucius. Ojos grises, aunque no estaba segura de si eran grises, azules, o las dos cosas a la vez. Nunca le había tenido tan cerca. Piel de adulto, no de un niño con acné adolescente, algo moreno por el verano. Alto, esbelto y suponía que en forma gracias al quidditch.
Y pensó que tal vez Cara sí tenía razón. Nunca antes había pensado eso. Puede que sí, Malfoy no estaba mal… pero… Es que era Malfoy.
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