Aviso: No poseo los derechos de H.P... Perra suerte la mía... ni siquiera de alguna de las películas. ¡Que le vamos a hacer!...
PROLOGO:
RENACIMIENTO.
Ron Weasley cerró los ojos deslumbrado por el fulgor del Sol que asomaba lentamente por el horizonte. Después de frotar sus doloridos ojos miró a su alrededor totalmente desorientado, como si acabara de despertarse de un pesado sueño.
Al fondo estaba la enorme y pesada silueta del castillo de Hogwarts, recortándose contra el cielo, a su alrededor se extendía exuberante una hermosa pradera que se deslizaba hasta la orilla del lago. Se encontraba dentro de los campos de Hogwarts... pero todo estaba distinto de como lo conocía.
Eran principios de noviembre, tendría que hacer un frío horrible, todo debería estar helado y cubierto de nieve, no verde y vibrante como si estuvieran en mitad de la primavera. ¿Y donde estaban las tiendas? Durante el último año, la guerra se había ido de mal en peor. Todos los campos de Hogwarts estaban cubiertos por tiendas de refugiados, como una macabra imitación de lo que Ron había visto en el mundial de Quidditch hacia ya varios años.
Un golpe de viento estuvo a punto de arrancarle la capa del cuello. Observó un momento su ropa. ¿Por qué vestía de luto? Pantalones, camisa y capa negras... o por lo menos ese debió ser su color original, ahora se parecía más a un gris sucio.
No lograba entender nada. ¿Cómo había llegado hasta ahí? ¿Por que todo estaba tan cambiado? El calor, las tiendas, incluso la ropa que vestía. La cabeza le dolía espantosamente y la luz le molestaba. ¿Quizás tenia resaca? Eso explicaría el porque amaneció al lado del lago, pero no el resto. Intentó recordar, pero solo logró es agravar su jaqueca. Al final hizo lo único que podía hacer: Se envolvió en lo que quedaba de la capa y empezó a caminar hacia el castillo.
Apenas había alcanzado la mitad del camino cuando varios hechizos pasaron como centellas a su alrededor. Tardó unos segundos en comprender que estaba pasando. Cuatro figuras avanzaban hacia él, de sus varitas salía un torrente de destellos multicolores. Esquivó la primera maldición, mientras buscaba frenéticamente su varita. Logró evitar otras dos antes de que sus piernas cedieran bruscamente bajo él: ¡Piernas de gelatina! Lanzó el contra-hechizo un segundo demasiado tarde. Un resplandor rojizo chocando contra su pecho fue lo último que vio antes de que la oscuridad de apoderase de él.
Se encontraba sentado en una silla; atado a ella, en realidad. Alguien se había metido en el interior de su cráneo y no paraba de golpearlo con un martillo. Un hombre estaba prácticamente encima de él, casi nariz con nariz, apuntándole con una varita. Reconoció inmediatamente el uniforme. El auror se apartó lentamente sin dejar de apuntarle. Ahora podía ver donde se encontraba.
Casi podía ver a Dumbledore sentado detrás de su despacho, mirándole con esos ojos, misteriosos e inquisitivos... pero eso no era posible, Dumbledore llevaba muerto casi un año. Ni siquiera era su sucesora, la profesora McGonagall. Era Percy. No el Percy Weasley que Ron conocía, este era mayor, sus rasgos estaban endurecidos; arrugas y canas marcaban su cara. Y su expresión... Ron jamás había visto una expresión de odio semejante.
Percy se quedó mirándole un momento. -Sinceramente, no lo entiendo. ¿Qué demonios estabas buscando?... ¿Qué crees que vas a ganar con todo esto?-
-No... No entiendo...-
-No, claro. No entiendes nada... ¡Inocente como una paloma!- Se pasó la mano por el pelo, en un gesto dolorosamente familiar. -¿No nos has hecho ya suficiente daño? Tenías la oportunidad de huir, o de esconderte... ¡de matarte! Lo que sea, menos... menos esto.- Hizo un gesto despectivo hacia él, como si su mera existencia fuera un insulto al buen gusto.
-Percy...- Ron estaba totalmente confuso. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Percy era el director de Hogwarts? ¿Y qué había hecho él que fuera tan horrible?
-Percy, Percy.- Se burló, gimoteando. -¡Que demonios quieres...! ¿El perdón? ¿Crees que con tus crímenes vas a poder negociar?... ¡No me hagas reír! Lo único que vas a lograr es traer dolor y vergüenza sobre toda la familia. Eras un héroe... El mejor amigo de Harry Potter sacrificándose heroicamente por él. Y ahora... ¡Ahora no eres mas que un miserable traidor!-
-¡NO SOY UN TRAIDOR! ¡Yo no he hecho nada...!-
-¡¿NO?!... ¿Y QUE ES ESTO?- Percy se abalanzó sobre él y de un tirón le arrancó toda la manga de la camisa. En su antebrazo, una serpiente se retorcía entre los dientes de una calavera.
Un grito de horror resonó dentro de la celda 353, en las profundidades del Ministerio de la Magia.