NdA Este fic es un post-DH que no respeta el epílogo. Tiene cuatro partes y en realidad está concebido como un one-shot. Esta vez no sé qué días publicaré, sorry.

No acabo de estar del todo convencida con esta historia, pero no me sale mejor. La última palabra, como siempre, es vuestra

Por supuesto, los personajes de esta historia pertenecen a J.K. Rowling y lamentablemente nadie me da dineritos por esto.

Caminos insospechados: Primera parte.

-Eh, chicos -dijo McLaggen, sentándose con Harry y Ron-, nunca imaginaríais a quién me follé este sábado.

Era la hora del almuerzo y los Aurores que no tenían nada que hacer habían ido a la cafetería. Harry lo miró sólo con una templada curiosidad. McLaggen era un chico alto y corpulento, de expresión un tanto arrogante, que había ido un curso por delante de ellos a Gryffindor. En el colegio habían tenido algún encontronazo y aunque no había vuelto a haber problemas entre ellos desde que trabajaban juntos, Harry sentía menos simpatía por él de la que sentía por otros compañeros.

-¿Quién? –preguntó Ron, curioso a su pesar.

-Tenéis que guardarme el secreto, palabra de Gryffindor y todo eso.

-Oh, Merlín, está casada –exclamó Ron, escandalizándose un poco.

McLaggen hizo una mueca.

-No es ninguna chica.

Harry lo miró con algo más de intriga.

-¿Te has acostado con un chico? Creía que sólo te iban las chicas.

De hecho, McLaggen, que era de padres muggles, no se sentía del todo cómodo con la naturalidad con la que el mundo mágico trataba la homosexualidad. No era tan estúpido como para hacer bromitas o comentarios de mal gusto, pero Harry podía notarlo de tanto en tanto, como un ligero olor desagradable que aparecía y desaparecía de vez en cuando.

-Llámalo curiosidad. Por supuesto, fui yo quien se lo folló, y no al revés. Bien, ¿juráis que lo guardaréis en secreto?

Los dos asintieron.

-Suéltalo ya.

McLaggen sonrió de forma extraña, como si pensara que había llevado a cabo una hazaña.

-Malfoy. Me follé a Draco Malfoy.

Los dos dieron un respingo y se lo quedaron mirando con la boca abierta. Harry odiaba darle la reacción que buscaba, pero no podía evitarlo.

-¿Te has follado a Malfoy? –exclamó Ron, con el mismo tono que habría usado si McLaggen hubiera confesado ser caníbal.

-No me extraña que quieras mantenerlo en secreto –dijo Harry.

-Pero, ¿por qué?-continuó Ron-. ¿Cómo…?

McLaggen no podía parecer más satisfecho del efecto que había causado, aunque Harry no podía entender por qué.

-Fue casualidad. Estábamos en Solsticio, ya sabéis, ese pub nuevo que han abierto Chang y un par de amigas suyas. Yo había bebido ya bastante y me lo encontré. Con ese pelo largo y la camisa que llevaba parecía una chica, os lo juro. Bueno… no sé, estaba muy caliente y ya os he dicho, sentí curiosidad. Y he de decir que Malfoy parecía deseoso de ponerme el culo. Total, que nos Aparecimos en mi apartamento y me lo follé.

-Merlín… -dijo Ron, un poco rojo.

-Malfoy será lo que queráis, pero en la cama es un polvazo. Y hace unas mamadas impresionantes.

Harry dio un respingo incómodo.

-Demasiada información, Cormac.

-No debe de saber que eres hijo de muggles –dijo Ron, que aún parecía conmocionado por la noticia.

McLaggen se rió.

-No parecía importarle cuando tenía mi polla en su boca.

Harry meneó la cabeza con condescendencia. ¿Se podía ser más bestia hablando?

-No sé qué es más raro, eso o que tú te hayas acostado con él –siguió Ron-. O sea, es Malfoy.

-Échale la culpa al alcohol –dijo McLaggen, encogiéndose de hombros.


Pero en la siguiente ocasión, el alcohol no tuvo mucho que ver. McLaggen les contó un par de semanas después que se había vuelto a encontrar a Malfoy en Solsticio y que éste prácticamente le había suplicado que se lo volviera a follar. A Ron le parecía divertidísimo; Harry, la verdad, lo dudaba. Malfoy podía ser un idiota, pero era un idiota atractivo. Su mala fama tras la guerra se había atemperado bastante y Harry conocía a bastantes gays que se habían acostado con él o querían hacerlo. No conseguía encontrar convincente del todo la versión de McLaggen.

Harry no podía sentir una simpatía excesiva hacia un heterosexual que estaba experimentando y le parecía una grosería que fuera diciendo todas esas cosas, pero se preguntó si no habría algo más, si McLaggen no sería más gay de lo que quería admitir. Por otro lado, que Malfoy hubiera decidido liarse con un Auror era algo demasiado insólito como para descartarlo sin más como una casualidad. ¿Y si planeaba algo? Malfoy no era el más listo de los hombres, pero McLaggen parecía aún más tonto.

La mayor parte del tiempo, Harry no sabía qué pensar de su antiguo enemigo de Hogwarts. Malfoy parecía haberse reformado bastante tras la guerra –el hecho de que tuviera una relación estrecha con Teddy Lupin, su sobrino y ahijado del propio Harry- lo mostraba, ya que Teddy tenía sangre muggle y de hombre-lobo. Los dos habían llegado sin necesidad de hablarlo a un pacto de no agresión por el bien del niño, que los quería mucho a ambos, y cuando se encontraban tendían a ignorarse cortésmente. Andrómeda, la abuela de Teddy y tía de Malfoy, afirmaba que ahora era un chico agradable, pero Harry no sentía la más mínima curiosidad por descubrir si era verdad; en cualquier caso, que Malfoy hubiera decidido ser agradable con Andrómeda y Teddy no quería decir que fuera a serlo con él.

-De todos modos, deberías tener cuidado –le aconsejó Ron a Cormac, cuando ya se iban, demostrando que estaba pensando lo mismo que Harry-. Malfoy… bueno, Malfoy no es trigo limpio. Y tú eres un Auror. ¿Y si está tratando de… no sé, lavarte el cerebro para utilizarte?

A Harry no le sorprendió que McLaggen se ofendiera; era esa clase de tipo que se tomaba cualquier consejo como un insulto a su capacidad.

-Te aseguro que soy perfectamente capaz de manejarlo.


Ron creía que había sido para demostrarles algo; Harry, por el contrario, pensaba que la verdadera razón de que McLaggen hubiera vuelto a quedar con Malfoy de nuevo era porque, dijera lo que dijera, era gay. Al fin y al cabo, uno no necesitaba follar con hombres tres veces para asegurarse de que no le gustaba.

Esta vez, sin embargo, McLaggen se lo contó también a otro par de Aurores, quienes lo miraron como si acabara de decirles que se había acostado con la mujer barbuda del circo antes de encontrarle la gracia al hecho de que el hijo de Lucius Malfoy hubiera perdido el culo por un auror de Gryffindor, de padres muggles para más inri.

A McLaggen parecía gustarle la fama de vestuario que estaba labrándose y ya no volvió a cometer el mismo error que había cometido con Harry y Ron; se lo contó sólo a Aurores que sabía que iban a reírle las gracias. Y alentado por ellos, siempre ávidos de detalles morbosos, McLaggen iba aumentando el desprecio que mostraba por Malfoy. Era como si lo consideraran una gran broma, como si convertirlo en una burla fuera lo único que le permitía a McLaggen estar con Malfoy sin ser objeto de críticas o cuestionarse su propia orientación sexual.

Bastante patético, en realidad.

-¿Todavía crees que es un gay en la alacena? –le preguntó Ron, un día.

Harry se rió para sus adentros.

-En el armario –le corrigió-. No sé, ya no estoy tan seguro. Es todo muy retorcido.

-Oí como contaba que Malfoy lo había invitado a cenar en el restaurante más caro de todo Londres. Según Cormac, porque Malfoy está tan ansioso por tenerlo de semental que haría cualquier cosa por él.

-Sí, seguro –dijo Harry, con ironía.

-¿Crees que se lo está inventando?

-Mira, yo no sé cómo es Malfoy en la cama, pero McLaggen ha sido un bocazas toda su vida. Y total, ¿por qué de pronto esto se ha convertido en el tema estrella del Departamento?

Ron se encogió de hombros.

-Porque no hay mucho que hacer ahora mismo. Y porque imaginarse al hurón como un adicto a las pollas es gracioso.

-No sé qué tiene de malo que a un gay le gusten las pollas. Es bastante habitual. A mí me pasa.

-Sí, pero no te gusta que te humillen mientras te follan, ¿verdad?-Harry pensaba que era una pregunta retórica y no contestó, lo cual hizo que Ron se detuviera de pronto y lo mirara con consternación-. ¿Verdad?

Harry suspiró.

-Verdad. Me dejo dar por culo con mucha dignidad y masculinidad.

Ron se dio cuenta de que le tomaba el pelo.

-Idiota…

Entonces, una tarde, Harry coincidió con Malfoy en casa de Andrómeda. Hacía frío, pero Malfoy y Teddy estaban en el jardín. Jugaban a algo que implicaba dos mazas y un aparato con diez agujeros, cinco a un lado y cinco al otro, de los que salían y se escondían cabezas de Gorros Rojos; al parecer el juego consistía en atizarles cuando se dejaban ver y los dos se lo estaban pasando en grande.

Teddy fue el primero en verlo y le saludó con la mano, pero estaba demasiado metido en el juego para detenerse y le pidió que esperara un poco. Cuando la partida acabó, al parecer con victoria de Malfoy por veintidós cabezas a veinte, Teddy se levantó para abrazarlo.

-Hola, Potter, no esperaba verte hoy aquí –dijo Malfoy.

-Ha sido un impulso repentino.

-Por supuesto –dijo, implicando en su tono que no esperaba cualquier otra cosa de un Gryffindor.

Malfoy iba vestido al estilo muggle, pero llevaba una capa con capucha por encima para protegerse del frío de abril. Con el pelo recogido en una coleta, tenía un aire pulcro que chocaba con las anécdotas de McLaggen y Harry se dio cuenta de que le daba un poco de morbo pensar que alguien tan frío y contenido pudiera ser tan así en la cama.

Aunque si era tan sumiso… Lo del esclavo sexual estaba bien para las fantasías, pero Harry prefería a sus hombres con algo más de empuje.

-¿Por qué me miras así, Potter? –preguntó Malfoy, con suspicacia.

Harry dio un respingo.

-Oh, yo… No, estaba pensando.

Malfoy arqueó una ceja en su dirección y Harry sintió una punzada de fastidio. Los insultos se habían terminado desde la guerra, pero Malfoy era capaz de resultar casi igual de ofensivo sin decir ni media palabra.

-Harry, mira lo que me ha traído el tío Draco –dijo Teddy, señalándole el juego con entusiasmo-. Es muy gracioso. Cuántas más cabezas de Gorros Rojos te cargues, más puntos tienes. ¿Quieres probar?

Harry intercambió una mirada con Draco. Normalmente, si uno estaba con Teddy y llegaba el otro, el último en llegar ponía alguna excusa y se marchaba. Había excepciones, como cuando el niño estaba malo, pero los dos se sentían más cómodos si el otro no estaba delante. Sin embargo, esta vez Malfoy asintió imperceptiblemente.

-Claro, inténtalo. El record de momento está en veintinueve.

Teddy y Harry se colocaron cada uno a un lado del juguete, armados con sus mazas, y empezaron la partida. El juego era más difícil de lo que parecía, pues algunas cabezas aparecían y desaparecían tan rápidamente que casi no había oportunidad de darles con la maza. Después de unas cuantas partidas, Harry ya empezaba a estar cansado, pero Teddy seguía con ganas de jugar más y como en realidad podía hacerlo solo, se puso a ello por su cuenta, ignorando a los adultos.

-Creo que he creado un monstruo –dijo Malfoy, mirando a su sobrino.

-No había visto ese juego en las tiendas –dijo Harry.

-No está a la venta hasta la semana que viene. Los fabrican en Bélgica, pero nosotros somos socios capitalistas. Nos enviaron este modelo ayer.

-¿Juguetes?

Malfoy sonrió de medio lado.

-¿Poco adecuado para un Malfoy? Hay que diversificar intereses.

Harry asintió.

-He de irme. Gracias por… -Señaló a Teddy-. Ya sabes.

Malfoy le hizo un gesto con la cabeza a modo de despedida.

-Sin problemas.


Harry pensaba que Malfoy había estado de un inusual buen humor aquel día y se preguntó si podía tener relación con McLaggen. No había visto ningún otro indicio de cuáles podían ser los sentimientos de Malfoy por él. Los de McLaggen, por desgracia, no eran ningún secreto. El grupito de Aurores que conocía su relación con Malfoy le pedía informes casi diariamente y McLaggen cumplía sin ningún problema. La poca simpatía que Harry pudiera haber sentido por él se había convertido ya en franco desagrado: le importaba muy poco lo que ellos dos hicieran, pero los comentarios de McLaggen podían llegar a sonar ofensivos para cualquier gay.

-Cualquiera diría que piensas que hay algo de malo en ser bottom –le dijo un día, incapaz de contenerse. Pese a eso, su voz sonaba tranquila, casi casual-. A mí siempre me han gustado las dos cosas y no creo ser menos hombre por eso.

-No lo dice por eso, Harry –replicó Ian Altman, otro Auror que también era gay-. Joder, es que es Malfoy… ¿Puedes imaginártelo siendo tan perra?

-Sí –dijo McLaggen, conciliador-, no estaba insinuando nada parecido sobre los homosexuales en general.

Harry lo dejó correr, consciente de que en parte era verdad: estaban disfrutando especialmente de los chismes porque era Malfoy quien estaba siendo arrastrado por el fango, porque era alguien a quien odiaban o despreciaban por su pasado y su familia. Lo mismo podían empezar a contar que a Narcissa Malfoy se la habían follado Voldemort y Greyback a la vez; eran como niños de cinco años riendo porque decían caca, culo y pis.

Si antes Harry había pensado que McLaggen se estaba encarando con su propia homosexualidad, ahora sospechaba que no era más que lo que parecía: Malfoy debía de ser un buen polvo y McLaggen, pese a ser heterosexual, no iba a objetar nada a acostarse con él hasta que no encontrara una chica, siempre y cuando su culo no formara parte del juego. Esas cosas pasaban a veces, Harry había salido con un chico muggle que había tenido una relación así con un hetero. La diferencia, claro, era que McLaggen lo había acabado convirtiendo en un festival de comentarios denigrantes sin ningún sentido.

Ron tampoco formaba parte ya del público de McLaggen. Lo había encontrado divertido al principio porque le tenía mucha manía a Malfoy, pero en el fondo era demasiado puritano oír hablar de sexo de ese modo durante demasiado tiempo.

-Si algún día se acerca a mi hermana, lo mato –le aseguró a Harry una mañana, en dirección a la sala donde se ponían al tanto de las operaciones y recibían nuevos casos.

-Te ayudaré –se ofreció él, solícito. Puede que no estuviera enamorado de ella, pero la quería como a una hermana-. Aunque Ginny sabe cuidarse sola.

-Eso es cierto. Lo partiría en trozos y se los daría a comer a las bestias de Hagrid.

-Como mínimo –rió Harry.

Entonces entraron en la sala. Casi todos los Aurores estaban ya allí, listos para empezar el día y Gawain Robards, el jefe de la Oficina, entró unos minutos después con su característica expresión impaciente. La reunión empezó; no había ningún asunto realmente importante en la orden del día. Los mortífagos que habían sobrevivido a la guerra estaban en prisión o habían desaparecido del mapa; tampoco había magos oscuros realmente peligrosos haciendo de las suyas. Lo que más problemas daba, como siempre, era el mercado negro de sustancias de pociones ilegales y animales protegidos. No eran casos excesivamente peligrosos, pero Harry lo pasaba mal cuando oía que había habido algún delito relacionado con los animales porque temía encontrarse a Hagrid involucrado.

Estaban ya a punto de irse cuando el secretario de Robards llamó a la puerta, entró y se acercó a su jefe. Llevaba una carta en la mano, pero Harry se olvidó de ella por un momento cuando los dos hombres alzaron la vista y lo miraron a él.

-Potter, ¿puedes acercarte? –le preguntó Robards.

Harry lo hizo, intrigado.

-¿Sucede algo?

-Ha llegado esta carta desde San Mungo y parece urgente –le dijo Robards-. Mira a ver qué es y tómate el día libre si hace falta.

Preocupado, Harry asintió, cogió la carta y salió con ella de la reunión. La letra, elegante y picuda, le sonaba vagamente familiar, pero no la reconoció hasta que empezó a leer.

"Potter,

Ted y yo estamos en San Mungo. Él está perfectamente, pero Andrómeda ha tenido una especie de ataque. Los medimagos están aún con ella y no sabemos nada sobre su estado. Creo que Ted se sentiría mucho más tranquilo si estuvieras aquí. Nos encontrarás en la segunda planta.

Draco Malfoy"


Cuando Harry entró en la Sala de Espera, algo agitado, vio a Malfoy y a Teddy al otro lado. El niño estaba sentado, con la cabeza gacha. Malfoy le había puesto una mano en la espalda y con la otra le tendía una taza de té o de chocolate. Harry le agradeció más de lo que podría expresar en ese momento que estuviera cuidando de él en ese momento.

Fue Malfoy quien lo vio primero e hizo un cortés gesto de saludo en su dirección.

-Mira, ahí está Harry –le indicó a su sobrino.

Teddy alzó la cabeza, lo miró con esperanza y miedo y corrió hacia él. Harry se arrodilló para ponerse a su altura y lo abrazó con fuerza, dándose cuenta de lo pequeño que era en realidad, aunque fuera un poco alto para su edad.

-La abuela está mala, Harry –le dijo, con voz temblorosa.

-Lo sé, Teddy, lo sé… No te preocupes, seguro que los medimagos la ponen buena enseguida.-Entonces vio que Malfoy se había acercado a ellos-. ¿Qué ha pasado?

-Esta mañana había ido temprano a casa de mi tía porque iba a llevarme a Ted a uno de esos parques de atracciones muggles, a pasar el día. Estábamos a punto de marcharnos y de pronto, Andrómeda se ha mareado, se ha caído al suelo y ha tenido unas cuantas convulsiones. Después se ha quedado inconsciente.

-¿Ya sabéis algo?

-Han descartado que sea un envenenamiento, por eso estamos en esta planta. Pero aún no nos han dicho nada.-Consultó su reloj de pulsera-. En realidad sólo llevamos aquí media hora.

-Quiero verla, Harry –dijo Teddy-. Vamos a buscarla.

-Tenemos que dejar que los medimagos hagan su tarea, Teddy –replicó Harry, en tono tranquilizador-. En cuanto averigüen qué le pasa, la llevarán a su habitación y entonces podrás verla. Venga, ve a sentarte con tu tío. Iré a ver si hay alguna novedad.

La gente del hospital estaba deseosa de colaborar con el Chico-que-vivió, pero realmente no sabían nada aún del estado de Andrómeda, excepto que sus constantes vitales eran estables. Un poco frustrado, volvió a la Sala de Espera y se sentó de modo que Teddy quedara entre Malfoy y él.

-¿Te han dicho algo?

-No, sólo que está estable.

-Algo es algo. Eso es bueno, Ted. Significa que su corazón y sus pulmones están funcionando bien.

Harry pensó que Malfoy hacía eso a menudo con Ted, explicarle las cosas que pasaban a su alrededor y tuvo la intuición de que eso era algo que Lucius había hecho con él cuando era niño.

-¿Has hablado con tu madre?-Narcissa y Andrómeda habían hecho las paces a lo largo de aquellos ocho años.

-Mis padres están fuera, de crucero. No volverán hasta dentro de unas semanas.

-La tía Narcissa ha dicho que va a traerme un colmillo de tiburón de verdad.

-Y algo aún más grande si tu abuela le dice que te has portado bien –le recordó Malfoy. Luego le revolvió el pelo y miró a Harry-. Tendrías que haberlo visto antes, en casa de Andrómeda. Ha hecho todo lo que le he dicho que hiciera. Este chico va para Sanador como mínimo.

Hablaba con ese tono comedido, pero orgulloso, que Snape solía usar para alabar el trabajo de los alumnos que le eran simpáticos. Harry le sonrió a su ahijado con aprobación, aunque éste hizo una mueca.

-No quiero ser Sanador, no me gusta cómo huelen los hospitales.

-¿Y qué quieres ser?-preguntó Harry.

-Primero, cantante de rock y luego, ministro de magia.

Los dos adultos se esforzaron en no echarse a reír.

-Parece un buen plan.

-Sí, y hace tiempo que los Black no ocupamos ese cargo –le dijo Malfoy.

Los dos siguieron distrayendo al niño en espera de que llegara algún medimago con noticias. Después de un rato, Harry se dio cuenta de que hablar de tonterías con Malfoy resultaba más fácil de lo que habría imaginado, como si fueran dos desconocidos que se hubieran puesto de acuerdo en tranquilizar a un niño asustado y no tuvieran motivos para ser antipáticos el uno con el otro.

Por fin, cuando ya hacía más de una hora que habían ingresado a Andrómeda, una medibruja se les acercó. Era alta y de expresión enérgica, pero su mirada se suavizó al ver al niño.

-¿Cómo está? –preguntó Harry.

-Se pondrá bien –les tranquilizó ella. Después se giró hacia Malfoy quien, al fin y al cabo, era el sobrino de Andrómeda-. Ha sido un caso bastante llamativo de fiebre de jarvey; estas dos últimas semanas hemos tenido algunos casos por aquí. Necesita quedarse aquí dos o tres días y tomarse unas cuantas pociones, pero eso es todo.

-¿Puede haberse contagiado también su nieto?

La medibruja observó a Teddy, le hizo un hechizo con la varita y meneó la cabeza.

-No lo tiene.

-¿Puedo ver ya a mi abuela, señora medibruja?

-Claro, tesoro, vamos. Le hemos administrado un calmante, así que estará dormida unas horas más.

Harry, Malfoy y Teddy siguieron a la sanadora hasta la habitación de Andrómeda. Tal y como les habían advertido, estaba dormida, pero tenía buen color de cara. Era una mujer tan fuerte que resultaba extraño verla allí, tumbada e inconsciente, pero Teddy sí estaba acostumbrado a verla dormir y sólo sonrió y corrió junto a la cama para darle un abrazo.

-¡Abuela!

Andrómeda no podía contestar, así que Harry se acercó a la cama para apartar suavemente a su ahijado de ella y evitar que se asustara ante su falta de respuesta. Al otro lado de la habitación, otra paciente del hospital se los había quedado mirando con aire sorprendido.

-Eh, ¿no es usted Harry Potter?

Harry asintió, un poco incómodo, y de pronto se dio cuenta de que Malfoy le estaba diciendo algo a la medibruja y la conducía fuera de la habitación. Parecía enfadado por algo, pero Harry no pudo enterarse de más porque Teddy estaba ya empezando a asustarse al ver que Andrómeda no se despertaba.

-Ya has oído a la medibruja, le han dado una poción para que duerma unas horas y se cure más rápido. Vamos a esperar tranquilamente a que despierte, ¿vale?-Harry usó su varita para acercar el sillón a la cama-. Anda, siéntate ahí. Seguro que a la abuela le gustará verte cuando abra los ojos.

El pequeño obedeció y Harry echó un vistazo en dirección a la puerta, preguntándose qué pasaría con Malfoy. Como estaba cerrada, no podía oírles muy bien, pero era obvio que estaban discutiendo. Un momento después, Malfoy entró de nuevo en la habitación con expresión satisfecha y decidida.

-Van a trasladarla a una habitación privada –dijo, lanzándole una fugaz mirada altanera a los otros pacientes.

-¿Eso es lo que hablabas con la medibruja?

-Claro. Tiene derecho a un poco de privacidad.

-No tenías que haberles molestado.

Malfoy arqueó una ceja en su dirección.

-Cuando Mungo Bonham fundó este hospital ya le pidió dinero a los Malfoy. Hace sólo doce años, mi padre les soltó un cheque de veinte mil galeones para renovar todo el laboratorio de Pociones, lo sé porque yo estaba delante. Y todos los años nos han pedido una contribución benéfica. Lo menos que pueden hacer es darle a mi tía una habitación para ella sola, donde pueda descansar tranquilamente.


Había sonado tan arrogante como en los tiempos de Hogwarts, pero Harry descubrió que esta vez no le provocaba el mismo rechazo que entonces. Quizás era porque Teddy, acostumbrado a los arrebatos de grandilocuencia de su abuela, sonreía mirando a Malfoy. O quizás porque sabía que, efectivamente, Andrómeda preferiría una habitación individual y que la reacción de Malfoy significaba, sin más, que la quería.

Harry le había escrito una carta a los Weasley para explicarles lo que había sucedido, y Molly, la madre de Ron, acudió después del almuerzo con un montón de comida. Tanto Harry como Teddy se alegraron de verla, pero Malfoy, que hasta ese momento había estado riéndose con las historias que su sobrino le contaba sobre sus tres novias, enmudeció y adoptó una expresión mucho más reservada. Molly tampoco parecía entusiasmada al verle allí, aunque sabía que se llevaba bien con Teddy y estaba dispuesta a guardar las apariencias por el niño. Harry acusó el cambio más de lo que habría esperado; había sido un rato agradable y resultaba raro encontrarse de nuevo con aquel tipo seco y estirado que había llegado a olvidar por un momento.

-Harry, había estado pensando que Teddy puede quedarse en La Madriguera mientras Andrómeda esté hospitalizada –se ofreció Molly.

Harry se dio cuenta por el rabillo del ojo de que Malfoy fruncía un poco el ceño, obviamente molesto por ser excluido por Molly como si no Teddy no fuera su sobrino. Pero en ese momento, a Harry le importaba más su ahijado.

-Oh, bueno… ¿Tú qué dices, Teddy? ¿Quieres quedarte estos días con la señora Weasley?

Teddy le puso carita de cachorro abandonado.

-¿No puedo quedarme contigo?

Antes de que pudiera contestarle, Malfoy intervino.

-Yo puedo cuidarlo mientras tú estés trabajando, Potter.

Harry miró a Teddy, quien asintió con vehemencia y esa mirada irresistible aún en los ojos. No se hacía demasiadas ilusiones; seguramente le había escogido a él porque intuía que Molly y Malfoy serían más estrictos con la limpieza y la hora de irse a dormir.

-Está bien –le dijo al niño.

Teddy sonrió.

-Genial.-Se giró hacia Draco-. Pero, ¿podremos venir a verla?

-Claro, todo el rato que quieras. O que nos dejen los sanadores.

Eran casi las tres de la tarde cuando Andrómeda despertó. Aunque aún tenía algo de fiebre y su tono de voz sonaba cansado, parecía encontrarse bastante restablecida, y una vez se recuperó de la sorpresa de verse en San Mungo, ayudó a los dos chicos a organizarse con Teddy mientras ella estuviera hospitalizada. Después de repartir todas sus instrucciones, miró a su alrededor con aire aprobador.

-Esta habitación está muy bien.-Sin necesidad de preguntar, le sonrió a su sobrino-. Gracias, Draco.

Este le devolvió la sonrisa y cruzó una mirada petulante con Harry que a este le pareció más graciosa que ofensiva.

-De nada, tía.


A lo largo de aquellos tres días, Harry hizo un descubrimiento inesperado: Draco Malfoy era simpático. No de un modo exagerado, de acuerdo, y sólo con un puñado de gente de su elección, pero bajo determinadas circunstancias podía ser un chico bastante agradable, incluso divertido. Cuando se encontraban para que Draco recogiera a Teddy o se lo devolviera después del trabajo, siempre se paraban a hablar un rato de lo que él y el niño habían hecho juntos, o de cómo habían encontrado a Andrómeda en su visita al hospital.

Y cuando volvió a escuchar los cuentos de McLaggen se encontró con que esta vez los encontraba intolerables.

-¿Por qué no cortas ya los chismes? Si tanto le desprecias, no deberías salir con él. Y estoy harto de escuchar tus historias.

-Entonces no las escuches, Potter.

-¿Por qué defiendes a Malfoy? –preguntó otro Auror.

-No le estoy defendiendo. Pero creía que estas idioteces sólo las hacían los adolescentes. ¿No os da vergüenza escucharos?

Lo único que Harry consiguió fue que McLaggen tuviera más cuidado y fuera más discreto cuando él estaba cerca. Pero aquello no era suficiente; antes o después se acababa enterando de casi todo por terceras personas y, en realidad, le molestaba igual saber que McLaggen seguía contando esas cosas a sus espaldas.

-Se ve que Malfoy le regaló un reloj carísimo el otro día –le contó Ron-. Va por ahí enseñándoselo a todo el mundo.

-Vaya, ahora se está convirtiendo en chapero de lujo, qué gran avance –masculló, sarcástico-. Mierda, no me cuentes esas cosas. No quiero saberlas, en serio.

-Ya, McLaggen siempre ha sido un capullo.-Ron le tenía tirria desde sexto curso, cuando había estado molestando en el equipo de quidditch y había osado tener una cita con Hermione.

Harry miró a su amigo de reojo.

-Ron, ¿crees que deberíamos avisar a Malfoy?

Ron frenó en seco, estupefacto.

-¡No! ¿Cómo puedes decir eso?

-Es que…

-Harry, por idiota que sea Cormac, es un Auror. Es un compañero. No puedes traicionarlo así. Además, ¿quién te dice que Malfoy no anda contando cosas peores de él?

Por alguna razón, Harry dudaba muchísimo que Malfoy estuviera haciendo tal cosa. Pero no estaba seguro y Ron tenía razón al decir que le debía cierta lealtad a McLaggen. Los Aurores hacían piña unos con otros, siempre había sido así.

-Está bien.

Pero no se sintió nada bien al decirlo. Ni un poquito.


Una semana después, Harry se fue con Ron, Hermione, y George a ver un partido de quidditch entre los Chudley Channons y el Puddlemere United. Estaban en la zona VIW del campo: además de que Ginny Weasley jugaba en el segundo equipo, las normas de seguridad más elementales aconsejaban que el famoso Trío se situara donde su presencia no fuera a causar un alboroto entre sus admiradores.

Al partido le quedaban unos minutos para empezar, cuando Ron le dio un codazo disimulado y le señaló un punto, unas filas por debajo de ellos. Para sorpresa de todos, eran Malfoy y McLaggen.

-Oí que Ian había retado a Cormac a probar que estaba realmente con él –le dijo Ron al oído.

Ninguno de los dos parecía haberse dado cuenta de que ellos también estaban allí.

-¿Esos son McLaggen y Malfoy? –exclamó Hermione, atónita-. ¿Son amigos?

-Sí, algo nos había comentado –contestó Ron, tratando de disimular.

-No sé cuál de los dos es peor –replicó George, que había ido a clase con Cormac.

-McLaggen –contestó Harry, con la boca seca-. Os aseguro que McLaggen.

Hermione y George parecieron sorprenderse un poco por su comentario, pero Harry no se dio cuenta. Estaba mirando a Malfoy con una sensación de horror en la boca del estómago. No podía creerlo: Malfoy resplandecía, maldita sea. Los dos estaban contenidos, tratando de pasar simplemente por amigos, pero cada vez que Malfoy miraba a aquel imbécil de McLaggen parecía a punto de ir a estallar en una nube de corazones rosas.

Malfoy estaba completa, absolutamente enamorado del mayor gilipollas que había pasado por Gryffindor en los últimos veinte años.

La culpabilidad empezó a engullirlo como unas arenas movedizas. No podía dejar de recordar todas las cosas que McLaggen había contado de Malfoy, el tono denigrante que había usado. Malfoy, -Draco, pensó de pronto-, no tenía ni idea de que McLaggen le había convertido en el hazmerreír del Departamento de Aurores.

-¿Has visto cómo lo mira Malfoy? –le susurró Ron-. A ver si va a ser verdad que McLaggen lo tiene loquito.

-Está enamorado, joder –replicó Harry, furioso con McLaggen.

Ron se rió por lo bajo.

-Pobre idiota…

Harry lo miró, un poco disgustado.

-Malfoy no se merece que lo traten así, Ron. Nadie se lo merece.

Su amigo se puso más serio.

-Te veo venir, Harry. No te metas. Eso es problema de ellos.

Harry abrió la boca para discutir que de pronto también era problema suyo, porque al fin y al cabo Draco era importante para Andrómeda y, sobre todo, para Teddy, pero Hermione, escamada por tantos susurros, se metió en la conversación.

-¿Estáis hablando de Malfoy y McLaggen? ¿Sabéis algo que nosotros no sepamos? Porque tengo la extraña sensación de que ahí hay algo más de lo que parece.

Ron le lanzó una mirada de advertencia a Harry y luego se giró hacia Hermione.

-No, primera noticia.

Harry se cruzó de brazos y siguió observándoles, sin importarle en absoluto el partido. Aquello no le hacía ninguna gracia. Ninguna.