Hola a todos, volví con nueva historia, que deseo que os guste tanto como las demás. A los nunca me habéis leído y no me conocéis solo deciros que mi nombre es María y que esto:

- Es un AU.
- La pareja protagonista es Ron y Hermione pero las que conocéis mi forma de escribir intuiréis que no me centraré solo en ella y que habrá otras parejas con historias paralelas a ellos.
- Digamos que contendrá alguna escena hot, así que queda dicha la advertencia a todos los que tengáis menos de 16 años.
- No es un drama, no es una comedia, es una historia nada mas, en la que pretendo que haya un poco de todo y aún no tengo decidido si será fic o mini fic, depende de mi inspiración.

- Y debido a mi acostumbrada falta de tiempo la publicación de este fic será de una o dos veces al mes, dependiendo del tiempo que tenga...

Como siempre, la mayoria de los personajes que aparecen en este fic no son de mi invención sino de la prodigiosa mente de JK Rowling, el resto que no conozcais y la historia es simplemente mía.

Gracias por leer.


1. Nueva ciudad, nueva vida.

Esta es una historia de esas que parecen no importar a nadie, porque con toda seguridad se suceden casi a diario en cualquier gran ciudad del mundo. Pero en el caso en particular de esta historia deseo que sí resulte interesante, y acontece en una ciudad cuyo nombre es Londres.

¿Quién no ha oído hablar de Londres? Todo europeo lo ha hecho, y también cualquier asiático, americano, o africano. Lo cierto es que Londres es una de las ciudades mas importantes del mundo, y si hay algún habitante del planeta Tierra que no la conozca, al menos de oídas, es simplemente porque vive aislado en algún lugar remoto, perdido en medio de la selva y usando taparrabos en vez de tejanos. En cualquier caso, la capital del Reino Unido es sin duda una ciudad cosmopolita y moderna. Un hervidero de gente de todo tipo de razas, caminando por sus calles principales, montando en esos característicos autobuses de dos plantas, hablando por teléfono en cabinas rojas, o simplemente viviendo y trabajando.

Nos desplazaremos a uno de los distritos mas importantes de Londres; Westminster. Cerca de allí en unas grandes oficinas de publicidad trabaja una joven con un gran éxito. Toda su vida radica trabajar, trabajar y trabajar. Su nombre, Hermione Jean Granger.

Miraba a través de los enormes ventanales de su oficina la quietud del río Támesis, y lo hermoso que en aquellos primeros días de otoño lucía el palacio de Westminster. Hermione adoraba vivir en Londres, aquella ciudad le aportaba todo lo que ella necesitaba. El Big Ben marcaba las nueve y media de la mañana de un lunes de primeros de Septiembre. El día anterior había llovido mucho, y el cielo aun conservaba nubes grises amenazando descargar agua en cualquier momento. Londres era una ciudad lluviosa, pero eso, a juicio de Hermione, no le restaba encanto. Llevó a sus labios la taza de café caliente que la joven de la cafetería le había subido a la oficina. Era algo rutinario. Ella llegaba temprano, y a esas horas no soportaba que nada entrase en su estómago. Así que unas horas después de su llegada a las oficinas, la chica que se encargaba de subir los cafés a los grandes ejecutivos de la empresa tocaba a su puerta para dejar allí una bandeja con un café bien cargado y unas pastas que siempre regresaban intactas a la cafetería. La melancolía otoñal era algo que todo el mundo acusaba en aquella fecha. Los días se acortaban y el frío llegaba rápido. Si a eso se le unía las interminables jornadas de lluvia, podía decirse que todo el mundo estaba más apagado, hasta la llegada del invierno, época en que la incansable agua dejaba paso a la blanca nieve. Sin embargo, Hermione no podía lamentarse, fuese otoño o verano, las cosas le iban muy bien. Su vida era perfecta, tal y como la había planeado desde que era una niña. A sus casi treinta años, era dueña de una de las empresas de publicidad mas importante de la ciudad y estaba rodeada del mejor equipo. Vivía en una de las zonas más exclusivas, y tenía un novio atractivo y exitoso. Era el mejor cirujano plástico de Londres. Todo en su vida era perfecto, y sin embargo a ella siempre parecía faltarle algo, siempre parecía querer más.

Bebió el último sorbo del café, y dejó de mirar por la ventana para regresar a su mesa. La puerta de su despacho se abrió lentamente y la joven de la cafetería pidió paso. Hermione la invitó con un simple gesto de la mano. La muchacha recogió la bandeja con la taza vacía y las pastas intactas, y abandonó la oficina intentando hacer el menor ruido posible. La puerta se cerró y Hermione volvió a quedar dentro, inmersa en conseguir la nueva campaña de publicidad de su más importante cliente, sabiendo que esa campaña le reportaría una vez mas éxito y dinero, pero a fin de cuentas, nada más que eso.

Después de casi cinco horas de viaje y más de trescientos kilómetros recorridos, por fin pudo vislumbrar los primeros edificios de Londres. Viajar en autobús era realmente incómodo, le dolía la espalda y el cuello, y juró que la próxima vez viajaría en tren, aunque fuese mucho más caro. El enorme vehículo entró al fin en la estación de autobuses de la capital del Reino Unido, y una vez que se detuvo, uno a uno los cansados y entumecidos viajeros fueron saliendo con calma. Recogió su maleta, que apenas pesaba, y aspiró con fuerza por la nariz, ya estaba allí, dispuesto a comenzar una nueva vida. Atrás quedaba Ottery, el pueblo donde nació y donde aun vivía su enorme familia. Familia incompleta desde hacía casi un par de años. Seguía los pasos de su única hermana, ahora le tocaba a él ser alguien y no vivir siempre a la sombra de los demás. Su nombre, Ronald Bilius Weasley.

Sacó del bolsillo de sus tejanos gastadísimos un teléfono móvil tan gastado como sus pantalones y marcó un número. La voz dulce de una chica se oyó al otro lado.

—¡Llegaste!

—Así es, pensé que vendrías a buscarme Ginny.

—Lo siento Ron, te esperaba mas tarde y tengo mucho trabajo, pero lo dejo de inmediato y estaré allí en una media hora. Espérame, ¿De acuerdo?

—No pienso moverme de aquí.

Y tras decir esas palabras, Ron colgó y buscó un lugar donde sentarse a esperar a su hermana, mientras observaba como llegaban nuevos autobuses y mas gente bajaba de ellos.

Ginny salió de su despacho como un rayo, atravesando todo el pasillo de la empresa hasta llegar a la oficina de la directora publicidad y la dueña de la compañía. Golpeó con calma la puerta, y tras oír que le daban paso, entró en la habitación. Hermione estaba sentada detrás de la mesa y medio escondida tras la pantalla de su ordenador.

—¿Qué ocurre Ginny?—Preguntó sin apartar la vista de las estadísticas que mostraba su monitor.

—Llegó Hermione, mas temprano de lo que creía. Necesito que me des un par de horas libres para ir a buscar a mi hermano.

—Por supuesto querida, tómate la mañana libre si quieres—Seguía sin apartar sus castaños ojos de los números que había en las tablas.

—Gracias, volveré en cuanto Ron esté acomodado.

Y sin pronunciar ni una sola palabra más, la joven abandonó la oficina de su jefa y tras coger su bolso y su chaqueta salió como alma que lleva el diablo de su despacho. Por el camino Ginny se cruzó con un joven de ojos verdes escondidos detrás de unas gafas redondas. Ambos supieron que habían pasado el uno junto al otro, pero los dos intentaron evitar mirarse. Cuando la joven se metió en el ascensor del edificio, Harry, que se así se llamaba el hombre de las gafas, se quedó observándola unos segundos para luego continuar con su caminata. Iba lento, taciturno, y repasaba unos informes de cuentas de la empresa mientras avanzaba por el pasillo hacia el despacho de Hermione, que solo unos segundos antes había abandonado a toda prisa Ginny. Se paró frente a la puerta, intentó peinar su desordenado cabello azabache con los dedos y luego tocó suavemente con los nudillos. No esperó a que le dieran paso desde dentro y abriendo la puerta, entró. Hermione se separó un poco de la pantalla para ver quién era y una vez lo hubo averiguado, regresó a sus estadísticas.

—Buenos días Harry.

—Buenos días Hermione—Saludó mientras se derrumbaba en un pequeño y cómodo sofá que había dentro de la oficina.

Lo oyó resoplar con fuerza, una, dos, hasta tres veces. Hermione comenzó a ponerse un poco nerviosa con los ruidos que hacía Harry y desvió sus ojos hacia él. El hombre no estaba precisamente sentado, sino más bien tumbado en el sofá, revisando los mismos informes que había estado leyendo por los pasillos de la empresa.

—¿Qué ocurre Harry? ¿Es ese el presupuesto para el proyecto del nuevo producto de Bagman? ¿Algo no está bien?

—Sí Hermione, yo no estoy bien. La campaña va viento en popa.

La joven decidió dejar por un instante sus interminables estadísticas y levantándose de su silla se retiró a sentarse junto a Harry.

—Somos amigos desde hace mucho Harry, estudiamos juntos y te conozco demasiado bien. Es ella ¿Verdad?—Dijo mientras agarraba todos los informes que él tenia en su mano y los dejaba a un lado.

—La he visto cruzar como un rayo las oficinas y salir después ¿Dónde iba a estas hora y con tanta prisa?— Los ojos verdes de Harry denotaban tristeza al hablar.

—Su hermano ha llegado hoy. Me pidió unas horas para ir a buscarlo.

—¿Su hermano? ¿Qué hermano? Tiene seis—Añadió Harry con los ojos muy abiertos, luego los cerró un poco y rectificó en voz baja—Bueno, cinco.

—No tengo ni la más remota idea, creo que lo nombró antes de irse, pero ya sabes que no conozco a ninguno de ellos. La única oportunidad que tuve para haberlos conocido fue el día de vuestra boda y eres consciente que en esa fecha no pude estar en Londres.

Al oír las palabras de su amiga, Harry suspiró y sus ojos verdes brillaron como si estuviesen a punto de inundarse de lágrimas.

—Fue un bonito día, lástima que las cosas buenas no duran para siempre.

—Deberíais empezar a superarlo, tanto tú como Ginny. Se acabó Harry, lo intentasteis, por vosotros, por James, pero ella no pudo y estoy segura que sin saber lo que ocurrió realmente, tú tampoco habrías podido seguir mucho más.

—Supongo que tienes razón, cuando la confianza se rompe, se acaba todo—Dijo Harry con aire melancólico pero con una leve sonrisa dibujada en su rostro—No saber la verdad, es algo que me perseguirá para siempre.

—Vamos anímate, tenemos una gran proyecto por delante. La campaña del nuevo perfume de Bagman es muy importante. Tengo que ultimar los detalles con Diggory. Estáis haciendo un gran trabajo.

Diciendo eso, Hermione abandonó su lugar junto a Harry, agarró los informes que éste había llevado a la oficina, y los dejó sobre su mesa. Luego se giró hacia el hombre que continuaba hundido en el sofá con aire melancólico y dijo.

—Hoy es Lunes, Cormac no está, bueno él casi nunca está en casa. Tiene un no sé qué médico. En fin, estaré sola y aburrida… así que ¿Qué te parece si cenamos juntos esta noche? Tú te olvidas un poco de que pasas el día entero con Ginny, y yo no me aburro sola en casa.

—Buen plan, Hermione, y lo aceptaría encantado. Si no fuese porque hoy tengo que quedarme con James. Tengo que recogerlo cuando salga de aquí—Puntualizó Harry mientras se levantaba al fin del sofá y caminaba hacia la puerta de la oficina.

—¡Oh! Nunca recuerdo vuestro régimen de visitas. Está bien, creo que pasar el día con tu hijo también te hará sentir bien. Ese niño pelirrojo es un sol. Pasaré a verlo si encuentro algo de tiempo, mañana Cormac regresa después de un fin de semana fuera y con él si que me será difícil pasarme por tu casa—Continuó Hermione mientras regresaba a su sillón y colocaba otra vez las manos sobre el teclado.

—No le diré a James que irás por si acaso no apareces. Sabes que lo defraudaría mucho—Añadió Harry sonriendo mientras abandonaba la oficina de su amiga.

Hermione lo miró pensativa unos instantes. Harry no estaba bien, podía comprobarlo día a día. Ginny tampoco, y trabajar juntos, encontrarse a diario en las oficinas, tener que intercambiar opiniones y soluciones, era algo muy difícil para ambos. Algo casi imposible de llevar para dos personas que lo único que deseaban era poner tierra por medio y cuanta mas mejor. Pero aun había una cosa en sus vidas que los unía, aun después del error que cometió Harry, aun después del divorcio. Y esa cosa, o mas bien esa personita, tenía casi tres años y se llamaba James.

Miró por doceava vez su reloj de pulsera, que tenía la correa de cuero bastante gastada y casi no le quedaba color dorado al embellecedor de la esfera. Aun así ese viejo reloj nunca fallaba, y ya llevaba sentado en uno de los bancos de la estación de autobuses más de tres cuartos de hora. Resopló, estaba cansado y se sentía sucio, necesitaba un lugar donde dormir y darse una buena ducha. Pero Ginny no llegaba, y después de lo sucedido en su matrimonio con Harry, Ron no sabía la dirección exacta a donde se había mudado, por ese motivo debía esperarla. Se puso en pie, y caminó un rato alrededor del banco. No le gustaba esperar, nunca le había gustado hacerlo. Era impaciente y eso le había llevado a meterse en más de un lío a lo largo de su vida. Su rostro mostró una mueca de desesperación, y de pronto la vio. Andaba deprisa mirando hacia todos lados. Ron alzó la mano, era alto, a Ginny no le sería difícil verlo. La joven no tardó en percatarse del lugar donde se encontraba su hermano y aceleró el paso. Nada mas llegar junto a él ambos se fundieron en un fraternal abrazo. Era un contacto que los dos por los mismos motivos necesitaban. Luego Ginny atrapó con sus manos las de Ron y obligándolo a sentarse una vez más en el banco, dijo.

—¡Oh Ron! no imaginas cuanto me alegra que estéis aquí—De repente reparó en lo que había dicho y mirando por encima del hombro de su hermano inquirió—¿Dónde esta Victoire?

—Bill pensó que aun era demasiado pronto para que viniese, ya sabes lo celoso de sus hijos que es. Llegará la semana que viene, a tiempo para que empiece las clases.

—¡Fantástico! Tengo ganas de verla—Hubo un silencio. Ginny miró a su hermano a los ojos y luego pensó en aquello que deseaba saber desde el mismo momento en que recibió la llamada de Ron anunciándole que ya estaba en Londres. Tragó saliva y esbozando una melancólica sonrisa, preguntó al fin—¿Cómo están todos por allí? Y no me digas que bien, eso lo dice mamá cada vez que llamo a casa, pero sé que no es cierto porque lo noto en su voz. Dime la verdad Ron, ¿Cómo está George?

Ron llenó de aire sus pulmones soltándolo un instante después con violencia. Luego clavó sus azules ojos en los castaños de Ginny, y dijo con la voz casi temblando y las pupilas brillando por la emoción.

—No está bien, no se recupera Ginny. A veces parece que sí pero vuelve a su tristeza al poco tiempo. Eso afecta a mamá. Tampoco Angelina está mejor. Sigue yendo por casa, sube a la habitación de Fred y se pasa horas allí—Los ojos de Ron brillaron aun mas—No sé si ha sido buena idea que ella y George lleven la tienda de bromas juntos. El parecido de George con Fred, temo que…

—La confunda.

—Sí, que se hagan daño mutuamente sin darse cuenta. Lo único positivo de que ella lo ayude en la tienda es que al fin yo pude salir de allí. Me ahogaba Ginny, en Sortilegios, en casa, necesitaba un cambio de aire. Por eso no dudé en llamarte y venir a Londres.

—Y yo me alegro que estés aquí—Sonrió Ginny apretando con más fuerza las manos de su hermano.

Los ojos de Ron dejaron de humedecerse y respondió a la sonrisa de la joven.

—¿Y tú y James, cómo estáis?

—James apenas lo percibe. Es pequeño, y Harry y yo intentamos que lleve una vida normal sin que note la ausencia de uno de los dos. Pero, yo…—Hizo una pausa, soltó las manos de Ron y se las pasó por el rostro a la vez que dejaba oír un enorme y pesado suspiro—Es difícil, verlo todos los días, desear estar con él y recordar aquello, y al momento sentir que tendría que odiarlo. Pensé que mudarme de casa iba a paliar un poco todo esto, pero no ha sido así. No es la casa Ron, ni lo que sucedió en ella. Soy yo, que a pesar del divorcio, de llevar separada de él un año, aun lo amo.

—¿Y si no sucedió nada?

—¡Todavía lo defiendes!

Ron negó débilmente con la cabeza y torció el gesto confundido.

—No Ginny, no lo defiendo. Pero nadie, ni él mismo, sabe a ciencia cierta lo que sucedió.

—Y es por eso por lo que lo intenté una vez más con él Ron. Por eso mismo, porque había una mínima posibilidad de que no hubiese ocurrido nada. Pero no pude, vivir con la duda era peor que saber que realmente lo hizo.

—Está bien, tranquila. No he venido a Londres a martirizarte. Harry es mi amigo y tú mi hermana, no me gusta que ninguno de los dos sufráis.

Ginny se tranquilizó un poco y su rostro volvió a mostrar una apagada sonrisa a la vez que decía.

—Anda vamos, debes estar muy cansado. Además tengo el coche mal estacionado—Rió, y Ron rió con ella.

Colgó el teléfono por tercera vez consecutiva al no obtener respuesta alguna. Era imposible contactar con él cuando estaba en algún congreso. Eso la desesperaba, tenía novio, vivía con él desde hacia mas de cinco años, y debido a las ocupaciones de ambos estaba completamente segura que si juntase los días que habían pasado el uno al lado del otro no llevarían ni dos años viviendo en el mismo apartamento. Pero no era eso lo que le molestaba, ella amaba a su trabajo por encima de casi todo, incluso de Cormac, lo que le fastidiaba era no poder desahogarse con la persona con la que compartía su vida. Estaba estresada, lo estaba desde hacía unos días cuando recibió una noticia que no esperaba en absoluto. Ludo Bagman su mejor cliente, su mas rico cliente, dueño de un equipo de futbol y de una marca deportiva importantísima, sacaba al mercado un nuevo producto. Un perfume para hombre. Él siempre había confiado en la empresa de publicidad y marketing de Hermione para lanzar sus productos, pero esta vez parecía no querer contar solo con ellos. Ese era el motivo por el cual casi no podía conciliar el sueño desde hacía mas de tres días, la razón por la que las ojeras le llegasen casi hasta la nariz, eclipsando el brillo que solía desprender siempre sus ojos castaños. Tenía que conquistar a Bagman con un buen proyecto, antes que lo hiciesen otros. Otros como Malfoy, que llevaba años deseando hincarle el diente al viejo zorro de negocios deportivos. Pero no todo estaba perdido, Hermione se guardaba un as en la manga. Un as que ya su directora creativa, Ginny Weasley, había comenzado a trabajar. Alguien a quien Ludo no podría resistirse, el hombre de moda, aquel por el que todas suspiraban y a quien todos querían parecerse; Cedric Diggory.

Pensando en él se encontraba en ese instante, cuando su directora artística entró en el despacho, atropelladamente y sin tocar a la puerta, como era su fea costumbre.

—¿Me necesitabas?

—Sí Luna, le dije a Parvati que te localizase, pero hace media hora de eso ¿Dónde estabas?

—Me dio el aviso Hermione, pero tenía un asunto entre manos con Rolf… ¿Qué quieres?—Inquirió la recién llegada sin tomar en cuenta que su jefa estaba adquiriendo un extraño tono morado en su rostro.

Luna Lovegood, llevaba prácticamente el mismo tiempo que Hermione en esa agencia, casi empezaron juntas. Habían pasado por todo, sin embargo eran como el día y la noche. Hermione siempre estaba tensa, estresada y odiaba el desorden y la impuntualidad. Luna por el contrario se tomaba las cosas con mas calma, sus lemas era los mismos que los que Margaret Mitchell, a través de sus letras, puso en boca de Escarlata O´Hara y Reth Butler. Esas dos frases míticas que decían respectivamente "Después de todo, mañana será otro día" o "Francamente querida, me importa un bledo". Esa era su filosofía de vida y esa forma de ver las cosas eran las que desquiciaba a Hermione, y a veces a Rolf, el fotógrafo y diseñador de la agencia que trabajaba codo con codo con ella.

—¿Y bien?—Insistió al ver que Hermione seguía sin decirle cual era la urgencia.

—Cedric Diggory.

—¡Firmó!

—No, aun no. Pero está a punto de hacerlo. Ginny casi lo ha conseguido pero ha tenido que salir por asuntos familiares. Cedric y su agente están esperando nuestra última oferta. Llámalo tú y dile que mi ofrecimiento es un cheque en blanco.

Luna abrió desmesuradamente sus grandes y expresivos ojos azules, y luego caminó unos pasos hacia atrás hasta que dejó caer su delgado cuerpo sobre el sofá. Tomó aire para intentar asimilar lo que Hermione acababa de decirle, y cuando recuperó el oxígeno que creyó perdido para siempre, añadió.

—¿Un cheque en blanco? ¿Estás segura? ¿Sabes lo que va a pedir ese tipo?

—Eso lo convencerá—Contestó Hermione sin hacer caso del asombro de Luna.

—Por supuesto que lo convencerá, de eso no tengo dudas. Pero… ¿Crees que merece la pena?

—Sí, se trata de Bagman. No hay límites para él. No puede escapárseme por no darle lo que desea, y mucho menos dejarle caer en las redes de ese desteñido de Malfoy. Sé que él tienta ya a la chica, y si mis fuentes son tan fiables como creo, se trata de Greengrass. Bagman adora trabajar con ella, y Malfoy lo sabe.

—Muy bien, lo haré. Pero quítate a la señorita remilgada de la cabeza. Ella ha trabajado cientos de veces para Malfoy y solo dos para nosotros. No la conseguirás, a menos que le propongas algo realmente tentador y no sé si ser la partenaire de Diggory le parecerá tan irresistible—Comentó Luna mientras se levantaba del sofá y se dirigía hacia la puerta.

—Eso déjamelo a mí. Tú consigue a Cedric, Greengrass trabajará para quien obtenga el contrato con el viejo Bagman, y esos seremos nosotros.

Luna se encogió de hombros sin estar muy convencida de las palabras de Hermione. Aun así no le objetó nada más y abandonó el despacho de la estresada directora cerrando la puerta con un poco discreto golpe.

Un joven de cabello rubio y ojos castaños se giró a mirarla nada más salió del despacho. Luna resopló con fuerza y gruñó un poco. Rolf, que así se llamaba el hombre se acercó a ella, la joven elevó sus ojos hacia él, y tras resoplar y chasquear la lengua, añadió.

—Hermione necesita salir más a menudo. Cada día está más amargada.

—¿Qué te ha dicho?—Inquirió el joven con el ceño fruncido.

—Tenemos que llamar al agente de Diggory y ofrecerle un cheque en blanco para que acepte nuestra oferta ¿Qué te parece? Una locura.

Rolf arqueó las cejas y mostró un gesto de resignación en el rostro.

—Lo hará todo por llevar la campaña del nuevo producto de Bagman.

—Pero eso es demasiado. Ni siquiera estamos seguros que Bagman desea a Cedric para su nueva campaña. Una locura Rolf, y luego a mí me llaman lunática—Luna rodó los ojos y Rolf ahogó una risa— Vamos debemos llamarlo ya. Ginny no está. Odio hacer este tipo de cosas, lo mío es arte, no las negociaciones.

Y diciendo eso pasó por delante de su compañero y se dirigió arrastrando los pies hacia la sala donde ambos solían trabajar. Rolf resopló con fuerza. No era fácil trabajar con Luna cuando se encontraba de mal humor. Intercambió una mirada de resignación con Parvati, la secretaria de Hermione, y luego siguió los pasos de su jefa hacia la sala artística, cerrando la puerta una vez estuvo dentro.

Durante el almuerzo en un restaurante cercano a donde Ginny residía, Ron pudo relatar a su hermana la situación que se vivía en su casa desde la muerte de uno de sus hermanos, Fred. Para los Weasley superar el trágico fallecimiento del joven era algo muy difícil. Sobre todo para George, su hermano gemelo. Ambos habían estado juntos siempre, desde que Molly y Arthur sus padres los concibieron una noche de luna llena. Compartieron el útero materno, compartieron la misma incubadora cuando nacieron casi dos meses antes de lo previsto. Compartieron el pecho de su madre a las mismas horas, el mismo aula en el colegio, e incluso llegaron a compartir alguna que otra conquista. Hasta que Angelina llegó a la vida de Fred y las conquistas esporádicas fueron solo para George. Aun así ambos hicieron las mismas cosas en los mismos instantes. No eran buenos estudiantes, como Ron, y dejaron el colegio para montar una tienda de bromas y regalos en el pueblo. La señora Weasley pensó en un principio que la idea de los gemelos era absurda pero finalmente Sortilegios Weasley que así se llamó, fue un gran éxito y todo iba viento a favor. Fred era feliz con su pareja, Angelina. Preparaban juntos un futuro, y ella estaba sumamente enamorada de él, era de las pocas personas que podía diferenciarlo de George.

Pero un mal día, uno de esos días en los que desearías no haberte levantado de la cama jamás, George no pudo acudir a la tienda con Fred…

Era viernes, por la tarde. No había entrado mucha gente aquel día porque había sido una jornada lluviosa, y Fred se había dedicado a ordenar los productos y artículos. Su hermano se había tomado el día libre para arreglar algunos asuntos del papeleo de la tienda y hacer una necesaria visita al odontólogo, ya que desde hacía unos días una muela no lo dejaba vivir en paz. Fred hizo los últimos cálculos de la recaudación del día. Precisamente la mas floja y poco acaudalada desde que decidieron crear la tienda. Se disponía a visitar a Angelina, cumplían aniversario de novios y habían reservado mesa en un modesto pero acogedor restaurante de Ottery. Apagó las luces, agarró su abrigo y su paraguas, y salió del establecimiento dispuesto a cerrar sus puertas hasta el lunes siguiente. De repente todo sucedió demasiado rápido, un hombre surgió de la nada y golpeó a Fred en la cabeza con un objeto duro cuando éste aun no había cerrado del todo la puerta. El cuerpo larguirucho del pelirrojo cayó al suelo desplomado. El golpe fue mortal, y el ladrón asesino solo se llevó la escasa recaudación de aquel día, solo unas míseros cientos de libras le habían costado la vida a Fred. Angelina fue la primera en echarlo en falta cuando no acudió a la cita que tenía con ella. Inmediatamente avisó a la familia, y todos se pusieron en alerta. Fueron Ron y George quienes localizaron el cuerpo sin vida de Fred, empapado, ensangrentado por la herida de la cabeza y con una leve sonrisa en los labios…

Aquel suceso trágico cambio por completo la vida de los Weasley. Tras la muerte de Fred, Ron decidió dejar su trabajo como mecánico y se trasladó a Sortilegios con George, que desde entonces no volvió a ser el mismo tipo bromista, optimista y con un gran sentido del humor que todos conocían. Su rostro, sus ojos y su alma habían perdido una parte importante, habían perdido a su otro yo, habían perdido la luz. Todos quisieron volver a la normalidad pasado un tiempo, o al menos lo intentaron. Pero Ron se ahogaba, cada rincón de esa casa, cada esquina de Sortilegios, cada visita de la compungida Angelina le recordaba a su hermano, y al hecho de que ya no estaba allí y no volvería a estarlo jamás. Escuchar llorar a su madre de madrugada, con las manos sobre el rostro sentada en la silla de Fred que seguía en el mismo lugar frente a la larga mesa de madera de la cocina, era insoportable. Y él era joven, fuerte, y con ganas de vivir, y la muerte de su hermano no debía marcar su vida. Por eso un día habló con George y le dijo que deseaba pasar un tiempo fuera de Ottery, tal vez en Londres con Ginny. Su hermano lo entendió perfectamente y Angelina, que estaba en la tienda ese día, se ofreció a ocupar su puesto. Y así, aquella madrugada, agarró su casi vacía maleta, se despidió de su sufrida madre y sus hermanos, y se subió al primer autobús que salía con dirección a la libertad y a la calma que necesitaba, y que pensaba que merecía.

Ginny se despidió de él hasta la tarde, debía volver al trabajo, tenían una reunión importante que no podía eludir. Le entregó un juego de llaves del apartamento, Ron la besó en la mejilla y la contempló mientras se alejaba presurosa en su vehículo. Inhaló aire y lo expulsó un segundo después con rabia por la boca. Luego subió al apartamento y agarró una carpeta nueva que había comprado antes de salir de Ottery y que contenía numerosas hojas de vida laboral del joven. Dispuesto a dejarlas en diferentes lugares, Ron tomó también un mapa de Londres, su cartera, su obsoleto teléfono móvil, y abandonó al fin el apartamento de su hermana.

Caminar por las calles de Londres, solo era una extraña sensación. Estaba demasiado acostumbrado a lo pequeño de un pueblo, en el que apenas había dos avenidas principales, y donde todos se saludaban y se paraban los unos con los otros para ver como te iba la vida, aunque el día anterior ya te lo hubiesen preguntado. Pero le gustaba, Londres le impactaba. Esa sensación de grandeza, esa cantidad de gente que pasaba sin mirarlo siquiera, como si no existiera. Que caminaban rápido, hablando por teléfono, mirando periódicos y charlando unos con los otros casi sin mostrar sonrisas. Iba a ser complicado, pero acabaría adaptándose, como lo hizo Ginny. Se detuvo delante de un quiosco de prensa y compró un periódico de búsqueda de empleo. Rápidamente se dejó caer sobre la pared de uno de los edificios y abrió las páginas del periódico. Leyó por encima algunos anuncios y señaló otros tantos que quedaban cerca. Echó una ojeada al mapa y se dispuso a pasar la tarde visitando esos lugares con la esperanza de que en alguno de ellos estuviese su nueva vida.

La sala de reuniones estaba llena de gente. Luna y Rolf hablaban sobre el último trabajo que aun no habían editado. Ginny pensativa observaba absorta una foto de Cedric Diggory, valorando si la decisión de Hermione de ofrecerle un cheque en blanco, según Luna, era la correcta. A su lado su mano derecha, Dean Thomas, la contemplaba con el semblante serio y algo preocupado. Harry, el director de cuentas de la empresa, intentaba centrarse en sus cálculos, pero sus ojos no podían evitar desviarse por encima de sus redondas gafas hacia la imagen borrosa de la que un día había sido su esposa. Suspiraba, y regresaba a sus números. En otra esquina, Neville Longbottom y Cho Chang, el supervisor de cuenta y la ejecutiva de cuenta respectivamente, subordinados de Harry, discutían sobre un presupuesto no cerrado de uno de los productos. El rumor de las voces inundaba cada parte de la sala hasta que la puerta se abrió de golpe y Hermione apareció con su fiel secretaria Parvati. Se produjo un silencio que solo fue roto por la voz de la estresada y ojerosa mujer.

—Buenas tardes a todos.

Cada uno respondió al saludo de Hermione. Parvati ocupó su lugar y abrió su ordenador portátil para comenzar a tomar nota de todo lo que se hablase en ese lugar. Hermione carraspeó, debía dar una mala noticia y no sabía como hacerlo. Esa noticia era sinónimo de fracaso, si su equipo y ella misma no se ponían las pilas.

—¿Qué pasa Hermione?—Fue la suave voz de Harry la que habló—Esta reunión imprevista no tiene lógica. Las cosas van bien, y sin embargo tú estas preocupada por algo. Y si es con respecto a tu vida privada no nos incumbe, pero si se trata de trabajo…

—Se trata de trabajo Harry, concretamente de Ludo Bagman.

Todos se miraron entre sí, pero nadie abrió la boca. Hermione tomó aire, miró de forma cómplice a su secretaria, y ésta le dio ánimos con una leve sonrisa.

—Todos sabéis que Bagman pretende lanzar al mercado un nuevo producto, precisamente un perfume para hombre, en su línea; Deportista y masculino. Como el resto de sus artículos. Y todos sois conscientes que desde que Ludo comenzó a crear su línea de productos nosotros siempre nos hemos encargado de su publicidad, y marketing—Las palabras de Hermione comenzaron a poner un poco nerviosos a los allí presentes—Hablé con él el viernes, con la intención de contarle un poco cual era nuestra idea para el producto, pero Ludo no quiso escucharme—Se oyó un murmullo general, Parvati hizo que todos callasen con un leve resoplido—Gracias Parv. No, por increíble que parezca, no quiso escucharlo. Por lo visto, no pretende que seamos nosotros quienes lleven la publicidad de su perfume. Pretende oír varias ofertas, varios proyectos y decidir. Dice que quiere que este producto sea su producto estrella, y a pesar de estar satisfecho con nuestro trabajo, no quiere cerrarse a otras ideas.

—Cielo santo—Exclamó Ginny—¿Por eso insistes tanto en Diggory?—Preguntó mientras le mostraba una de las fotos del book del modelo.

—Diggory es un reclamo, es el hombre de moda. Que él anuncie el producto de Bagman es casi sinónimo de éxito seguro, y estoy convencida de que Ludo sabrá ver eso.

—¿Y Greengrass? Es propiedad de Malfoy, ese tipo es listo. Le hizo un contrato hace apenas un mes—Observó Luna arqueando una ceja.

—Los contratos se rompen Luna, y después de conseguir a Diggory y el contrato del nuevo artículo de Bagman, estoy segura de que Greengrass no tendrá objeciones en romper cualquier cosa que la una a Malfoy. Ya sabemos lo ambiciosa que es. Esa sanguijuela rubia no le podrá ofrecer lo mismo que nosotros, y tendremos a Greengrass y a Diggory como imagen del perfume de nuestro mejor y más importante cliente.

—Los modelos no serán suficientes—Añadió Neville logrando que todas las miradas se centraran en él, incluso la de Ginny, pero solo por un instante.

—Lo sé Neville. Ahí es donde entráis vosotros. Quiero un buen proyecto, algo a lo que Bagman no pueda decir que no. Sois los mejores y tenéis que demostrarlo una vez mas—Dijo Hermione sonriendo y convencida de cada una de sus palabras.

—¿Qué plazo tenemos?—La voz de Luna volvía a escucharse en la sala.

—Tres semanas. Bagman hará una fiesta en su casa para las diferentes empresas de publicidad con la escusa de que le presentemos nuestros proyectos. Ese día, una de esas empresas será la encargada de llevar el marketing del perfume y debemos ser nosotros.

—¿Fiesta con Bagman?—Luna dejó escapar una risa sarcástica—Ese tipo está loco ¿Qué clase de negocios se cierran en una fiesta? Seguro que pone requisitos absurdos para asistir.

Hermione rodó los ojos. Todos fijaron la vista en ella, incluso Parvati dejó de teclear en su ordenador y se dedicó a escuchar la respuesta de su jefa.

—Algunos.

—¡Lo sabía! Debéis ir vestidos de futbolistas.

Algunos rieron, y otros evitaron hacerlo al ver como los ojos de Hermione comenzaron a incendiarse.

—No Luna, Bagman es excéntrico pero no llega a tanto. Iremos de blanco las mujeres y de negro los hombres, y todos con pareja. No es tan difícil ¿no?—Respondió Hermione respirando profundamente para infundirse calma.

—No, sinceramente me defrauda Ludo con unas propuestas tan débiles. No está en su mejor momento—Añadió Luna, mientras notaba como Rolf le daba una suave patada por debajo de la mesa para que cerrase el pico. La joven miró a su compañero con resentimiento, pero optó por hacerle caso.

—Eso es todo. Solo os pido que pongáis en esto lo mejor de vosotros. Es importante chicos.

Y diciendo eso Hermione se levantó de la silla con Parvati pisándole los talones, pero antes de salir se giró, y mirando fijamente a su directora artística, preguntó.

—¿Y Diggory?

—Aceptó, solo falta que firme y diga que cantidad desea en ese cheque en blanco—Contestó Luna.

—Bien hecho, gracias.

Y abandonó la sala dejando a todos sumidos en una gran confusión.

Le dolían los pies. Llevaba andando toda la tarde y habían entregado al menos diez hojas de vida en diferentes lugares. Pero aun le faltaba un lugar a donde ir, decidió que sería el último de ese agotador día. Y así iba a ser, de ese día y de todos los demás, aunque ni él mismo lo sospechaba.

Se detuvo frente al edificio en cuestión. Empujó la enorme puerta de cristal y se dirigió hacia un tablón en donde se veían escritos los diferentes departamentos de los que constaba aquel lugar. Él buscaba uno en concreto "Cafetería" y pudo observar que estaba en la primera planta, y muy cerca del tablón de anuncios. Se dirigió al lugar. Había gente sentada en las mesas tomando té y café con pastas. Decidido se acercó a la barra donde habían dos chicas, una rubia, de ojos verdes y cara redonda, y otra con el cabello azabache y mucho mas bonita que la anterior. Ron carraspeó un poco cuando llego a las dos muchachas, y dijo con voz firme.

—Discúlpenme ¿Es aquí donde se necesita un camarero?

La chica rubia se giró hacia él al instante y se quedó observándolo con gesto de sorpresa. Luego contestó.

—Así es. Pero publicamos el anuncio ayer ¡Cielos que rapidez!... ¡Madame Rosmerta!—Vociferó hacia una habitación que quedaba justo al lado.

Una mujer de unos casi cincuenta años, con una presencia mucho mas juvenil que la correspondiente a su edad, y el cabello rubio y alborotado, salió limpiándose las manos en el delantal.

—¿Qué ocurre Lavender? Cuantas veces te he dicho que no grites, no me gusta, asustas a los clientes.

—Disculpa, lo olvidé—Dijo la chica rubia guiñando un ojo a su compañera—Este chico pregunta por el puesto que quedará vacante.

—Vaya que rapidez. Mejor así.

La mujer terminó de limpiarse las manos en el delantal y se acercó a Ron estrechando la de él.

—Hola muchacho mi nombre es Rosmerta pero todos me conocen como Madame Rosmerta.

—Encantado, mi nombre es Ron Weasley.

—Un placer. En efecto hoy mismo esta chica se nos va, parece ser que se lo pensó mejor—Dijo en tono gruñón y señalando a la guapa joven morena que estaba junto a Lavender—Su puesto queda libre… ¿Tienes experiencia como camarero?

—Sí, señora. Como camarero, como mecánico, como reparador de electrodomésticos, y durante casi dos años llevé una tienda de artículos de broma con mi hermano en Ottery.

—¡Vaya! Si que has hecho cosas muchacho ¿Eres de Ottery?—Ron asintió—¿Y que te trae a Londres?

—Necesitaba estar lejos de todo lo que me ha rodeado durante años. Un cambio de aire.

—Perfecto. Ahora que ella se va, Lavender y yo no podemos ocuparnos de todo solas. Necesitamos a alguien más. En este momento no hay nadie que opte al puesto. Eres el primero en llegar, así que si lo deseas, el trabajo es tuyo. Al menos durante un periodo de prueba…

—¡¿De veras?!—Exclamó Ron dejando ver una enorme sonrisa.

—Todo tuyo.

—¡Oh! Gracias no sabe cuanto significa eso para mí… ¿Cuándo empiezo?

—Mañana. Comenzamos a las siete en punto. Lavender te mostrará entonces que debes hacer.

—¡Por supuesto! Mañana sin falta estaré aquí, como un clavo—Exclamó exaltado.

El entusiasmo del pelirrojo arrancó las risas de las tres mujeres. Pero él no se preocupó de ello, estaba feliz. Justo el mismo día en que llegaba a Londres había conseguido un puesto de trabajo. No tendría que vivir de la caridad de su hermana y eso era importante para él. Aun no había asimilado todo lo que acababa de ocurrirle cuando oyó una voz conocida decir su nombre en voz alta. Se giró y pudo ver a Ginny acompañada de un muchacho de color, justo a las puertas de la cafetería. Presurosa se acerco a su hermano con el rostro inundado por la sorpresa.

—¿Qué… Que haces aquí, Ron?

—Encontrar un trabajo ¿Y tú?

—Yo trabajo en este edificio, en la segunda planta… ¿Madame Rosmerta te ha contratado?

—Así es querida—Contestó la mujer que miraba a uno y a otro asombrada por el parecido de ambos—¿Sois familia?

—Es mi hermano… ¡Vaya! No sabía buscabas a alguien Rosmerta.

—Ya ves, Cindy se va, nos lo dijo ayer. Su futuro esposo no quiere que trabaje después de casada—Ginny frunció el entrecejo—Yo tampoco entiendo a ciertos hombres querida. Ayer mismo llamé al periódico para que publicaran el anuncio del puesto vacante y mira por donde, Ron fue el primero en llegar y conseguirlo.

—Ignoraba que era tu último día aquí Cindy. Te echaremos de menos por las mañanas cuando no nos subas tú el café.

—Gracias Señora Potter… digo, Señorita Weasley.

Cindy al darse cuenta de su error, notó como sus mejillas adquirieron un intenso color rojo. Lavender y Rosmerta se miraron unos segundos, y Ron agachó la cabeza. Ginny se mantuvo en su lugar, el error de Cindy no aguaría su alegría por la noticia recién recibida y decidió olvidar la confusión de la joven a la vez que se dirigía nuevamente hacia su hermano.

—Es genial Ron. Me alegro mucho… ¿Y cuando empiezas?

—Mañana mismo.


Eso es todo, espero de corazón que os haya gustado...
Publicaré el proximo despues de navidad. Si nada lo impide...
Besos,
Mil gracias por la paciencia, y la compresión...

María.