La profesora McGonagall miraba a Sirius un tanto confundida con un deje de diversión en su rostro.

—¿Por qué dice eso?

—Pues… es que anoche… ¡yo le juro que estaba en Gryffindor! —dijo Sirius suplicante—. Y hoy me despierto y amanezco en Slytherin y… Remus me cree loco… y mis amigos no usan sus apodos… y Evans persigue a James… y ¡nadie se acuerda de mi cumpleaños! —dijo con un puchero.

—Oh, pues… ¡Feliz cumpleaños!

—Gracias… —dijo Sirius un tanto deprimido—. Pero en verdad, creo que eso no es importante. ¡Estoy en Slytherin!

—Y lo ha estado por siete años… —dijo McGonagall como si le estuviera explicando que dos más dos es cuatro

—Si… pero…

—Nada de peros… si tiene algún problema con respecto a su casa, debería hablar con el profesor Slughorn

—Está bien —accedió finalmente Sirius—, gracias…

—No hay de que —respondió McGonagall, mientras Sirius se alejaba camino al salón de Pociones

"¡Esto es increíble!"pensó Sirius mientras descartaba a la profesora McGonagall de su lista mental de posibles ayudas… no tenia ningunas ganas de ir a Pociones así que se dirigió a las cocinas. No había desayunado y el rugido de sus tripas lo confirmaba. Bajo rápidamente sin que nadie lo viera, y llego al cuadro del bodegón, le hizo unas cuantas cosquillas a la pera y la cocina quedó abierta ante sus ojos. Apenas entró una muralla de elfos domésticos se acercó a él. Al menos los elfos lo seguían tratando como siempre. Sirius se dispuso a pedir un plato de huevos con tocino cuando uno de ellos dijo:

—No puede estar aquí a estas horas señor…

—¡¿Qué! Por favor… —dijo sorprendido. Los elfos nunca se negaban a las peticiones de un estudiante—. Quiero un plato de huevos con tocino

—No podemos darle nada, señor —dijo otro elfo con feas arrugas por toda la cara

—¡Pero me estoy muriendo de hambre!

—Pero tenemos órdenes estrictas de no darle de comer a nadie… —dijo otro con un tono de suplica y temor

—¿Qué? ¿Desde cuándo? —dijo Sirius. Obviamente ese no era el mejor cumpleaños que había tenido.

—No… podemos, señor —dijo el elfo con arrugas—. Siempre ha sido una restricción —en su tono denotaba suplica, por lo que Sirius decidió darse por vencido antes de que todos ellos se pusieran a clavarse cuchillos en el pecho solo por pensar en desobedecer.

—Bien, me iré —dijo Sirius y las tripas empezaron a rugirle aun más.

Salió por donde había entrado y se puso a deambular por el castillo. No sabía a dónde ir. No podía ir a su sala común, porque no tenía la menor idea de dónde estaba y de seguro que la señora gorda no lo dejaría pasar con ese uniforme de Slytherin.

Salió del castillo y se fue al lago. Se recostó en un árbol y se puso a lanzar pequeñas piedras al agua. Habían unos cuantos estudiantes de Ravenclaw, de sexto, que seguramente tenían esas horas libres, cerca de él.

Quiso saber qué hora era y cuanto faltaría para el almuerzo, ya debía llevar un buen rato bajo el árbol porque cuando salió de su sombra, el sol ya estaba casi arriba de su cabeza. Se dirigió rápidamente al Gran Comedor y se quedó esperando a que las grandes puertas de roble se abrieran. Estaba pensando en donde se tendría que sentar, y que les diría a sus amigos cuando le preguntaran donde había estado. Además tenía que saber que estaba pasando, y a quien podría preguntarle cualquier cosa, cuando de pronto unos largos dedos se posaron en su hombro izquierdo.

—Estas puertas son todo un arte de la madera, ¿no lo crees? —dijo la voz del director.

—¡Profesor Dumbledore! —dijo Sirius con alegría, mientras se abrazaba a el anciano con efusividad. Justamente el director era una de las personas más sabias que había conocido y tal vez él tuviera las respuestas que necesitaba—. ¡Necesito hablar con usted! ¡Es urgente!

—Sabía que dirías eso —dijo el profesor con dulzura—. Minerva me dijo que estuviste muy extraño hoy, dijo algo como… que estuviste muy atento a la clase y no interrumpiste ni una vez… ah y unas preguntas que le hiciste acerca de su casa… cree que estas deprimido

—Es que…

—Tranquilo —lo interrumpió el director—, creo que podemos hablar tranquilamente en mi despacho

—Pero…

—Sígueme

Sirius lo siguió con el corazón a mil y las tripas simulando un tractor. Se detuvieron junto a la gárgola que cuidaba el despacho del director al que tantas veces había ido, este dijo la contraseña y la gárgola los dejó pasar por las escaleras rotatorias. Cuando llegaron al despacho el director se sentó en su silla e hizo aparecer una para Sirius, y también una mesa con platos y cubiertos

—Eh… señor… ¿no va a bajar?

—No, para nada… los elfos traerán la comida para acá… supongo que querrás comer algo —dijo con una sonrisilla

—Pues claro —dijo Sirius. Estaba hambriento y Sirius no era un tipo que rechazara la comida tan fácil

—Bien… ¿de qué quieres hablarme?

—Es que señor… —comenzó no muy seguro de sí mismo—. Creo que estoy en un universo paralelo

—¿Por qué dices eso? —dijo el director con la curiosidad propia de un niño de cinco años.

—Es que… anoche… yo… no se qué paso… pero hoy desperté… y estaba en Slytherin… y mis amigos no recuerdan nada…creo… ellos también están muy extraños… ¡y Evans! Usted sabe… Lily Evans siempre evitó a James y esta mañana ¡estoy seguro de que le estaba coqueteando!... y James la evitaba… y nadie se acuerda de mi cumpleaños… ¡y no desayune hoy!

—Creo que eso puede arreglarse —dijo mientras chasqueaba los dedos, apareciendo así varias bandejas de comida, obra de los elfos de seguro.

—¡Sí! —dijo Sirius mientras se zampaba unas alitas de pollo—. Espere… eze no ez er pumto… —dijo con la boca llena.

—¿Cuál es? —dijo el director.

—¡Es que estoy en Slytherin! —dijo tragando la comida—. Yo era de Gryffindor, estoy seguro, y Lily odia a James, también estoy seguro (y créame que se lo he tratado de decir a James por años)… ¡no sé qué pasa!

—Interesante… —dijo el profesor fijando la vista en un punto detrás de Sirius.

—¡¿Interesante! ¡¿INTERESANTE! —dijo Sirius furioso—. ¡Necesito saber qué demonios sucede!

—Pues creo que esto es sumamente interesante… nunca había conocido a nadie que viajara a otra dimensión… ¡es de lo más divertido!

—¡Créame que no lo es! —dijo Sirius desesperado.

—Ahora bien… creo que lo que intentas decirme es que quieres regresar a tu dimensión…

—Oh… ¿Cómo lo supo? —dijo Sirius sarcástico mientras tomaba jugo de calabaza.

—Pues debo decirte que no tengo la menor idea de cómo hacerlo…

—¡¿Qué! —dijo Sirius escupiendo jugo por todas partes—. ¿Cómo que no lo sabe?

—Veras, Sirius —dijo el director mientras se escurría el jugo de la barba—, es la primera vez que veo algo como esto… —dijo el director juntando sus manos a la altura de su cara

—Oh, pues… ¡supongo que me quedare aquí hasta que Merlín quiera!

—Cuando sepa algo te diré

—Gracias —dijo el chico débilmente. Y termino de comer en silencio.

O.o.o.o.o.o.o.O

Sirius bajó las escaleras del despacho del director y se propuso ir a su siguiente clase (no tenía idea de cuál era). El "súper director", no sabía cómo ayudarlo. Automáticamente lo borró de su lista mental. Si Dumbledore no sabía nada, nadie podría ayudarlo. Fue a buscar a sus amigos, que seguramente estaban en el Gran Comedor cuando una figura con el pelo grasiento se le acercó. Sirius fue a su encuentro, tratando de ocultar su alegría. Tenía túnica de Slytherin, el pelo grasiento, y andaba solo. ¡Ese era Snape! ¡Él no había cambiado! Y si aún le quedaban dudas, cuando vio la cara de desprecio que le dedicaba, estuvo seguro que era él.

—¡Snivellus! —el susodicho volteo—. ¡Cuánto me alegra verte!

—¿Estás bien, Black? —dijo desdeñoso—. ¿Por qué no andas con Potter y tu banda?

—¡Vaya esto es fenomenal! —dijo Sirius totalmente agradecido—. Si me cayeras bien te daría un abrazo

—Si me dieras un abrazo, te rompería la cara —dijo con un tono burlón.

—¡ERES TÚ! —dijo el merodeador ilusionado.

—Si… y tú no estás cuerdo hoy. ¿Por qué llevas el uniforme de Slytherin?

—Bueno —dijo el de ojos grises—, pensé que tú me lo dirías…

—Déjate de estupideces, Black. Si quieres burlarte de mí, creo que hoy no es tu día —dijo mientras sacaba la varita de la túnica—: estas solo, y no estás preparado… mala suerte

—¡Hey! —saltó Sirius automáticamente mientras levantaba las manos en un claro signo de paz—. Snape… creo que podemos solucionar esto de otra forma ¿sabes? No hay que recurrir a la violencia… además yo no quiero hacerte nada, solo quería preguntarte algo

—Habla de una vez, que cuando estés chillando por tu mami, no creo que puedas decir mucho —amenazó.

—Es que… hoy desperté y estaba en Slytherin —Snape bufó— ¡Es en serio! Y si te sirve de consuelo, Evans también

—¿Lily? —Sirius asintió y Snape bajó la varita— ¿Cómo…? No soy imbécil, Black… —volvió a subir la varita—. Si quieres jugar anda a buscar a Potter

—¿pero qué…? ¡Es la verdad! Busca a Evans y ve su uniforme. ¡A mí no me culpes yo no sé qué pasó!

—Si… lo haré… —Snape se dio media vuelta y se fue del pasillo.

—¡Gracias! —gritó Sirius cuando Snape ya no podía oírlo—. ¡me encargare de borrarte de mi lista! ¿¡A ver qué dices ahora! ¡Seguro que sientes envidia, pero no te diré de qué lista te borre! —Sirius se puso a hacer extraños movimientos— Anda a llorar con tu mami, Snivellus ¿Ahora quien es el malo?...

Los alumnos que por allí pasaban, empezaron a cuchichear y a alejarse. No los culpo: Sirius empezó a despotricar hasta de Godric Gryffindor, por algo así como haber fundado un colegio en el que dejaban entrar a gentuza. Cuando solo quedo un histérico alumno psicópata en el pasillo (conocido como Sirius), apareció James. Apenas encontró a Sirius salió corriendo hacia él. Este no se movió de su sitio. Cuando su amigo llegó a su lado tan solo le lanzo una mirada asesina, que fue suficiente para que el sentido común de James, empezara a maquinar y le advirtiera que se quedara callado. Este tan solo le hizo una pequeña señal con la cabeza que le decía que lo siguiera.

Sirius fue tras su amigo de malas ganas. Estaban yendo al aula de encantamientos seguramente su siguiente clase. Efectivamente cuando entraron, ahí estaba el pequeño profesor Flitwick que les apremio para que entraran rápidamente a la clase. Así termino de pasar la tarde con una hora de Encantamientos y luego una de Herbologia. Sirius les aplico la ley del hielo a sus amigos y estos se limitaron a hacer lo mismo. Todavía estaba molesto con lo que había pasado en el despacho del director. Obviamente lo de mejor mago del siglo era pura propaganda.

Cuando salieron de los invernaderos, James les dedicó una mirada llena de significado a Remus y Peter que se apresuraron en perderse de vista, dejando a James con Sirius.