Capítulo XXIV

Notaba cada volumen, cada curva, cada cálida zona del cuerpo de Isabelle bajo el mío mientras la besaba. La exigencia de sus caderas presionando con fuerza contra las mías, mientras intentaba abrirme paso a través de su ropa.

- Dímelo otra vez… - Me pidió en medio del beso que comenzamos a darnos.

Y la miré, quería descubrir en el fondo de sus ojos claros, lo que anhelaba. Y el corazón me saltó dentro del pecho cuando lo comprendí.

- Te quiero…

Le dije, suavemente. Quería que mis palabras la acariciaran, que la declaración de mi amor fuera sutil y hermosa, que Izzy pudiera hacerla suya.

Y entonces ella liberó la más hermosa expresión de amor que había oído.

- Te amo…

Se coló en mis venas, como lava ardiendo. Densa, destructiva y eficaz. El resto había sido puro instinto, lo sabía muy bien, ahora que estábamos en su habitación devorándonos con las manos, los ojos, la piel… la boca. Lo sabía, ahora que Izzy cerraba los ojos y enterraba las uñas en mis caderas, mientras me introducía en ella completamente.

Me quedé completamente inmóvil cuando lo hice, intentando encontrarme a mí mismo en medio del océano de nuestro deseo, que magnificado por el amor, era como un universo infinito. Respiré contra su cuello y ella enterró más, y dolorosamente, sus uñas en mis caderas. Me quejé, presa de un dolor ardiente.

- Lo siento… - susurró.

Y me reí contra su oído.

- No lo sientas… - le advertí - … me gusta… mucho…

La escuché suspirar, para luego sentir la presión de sus dientes contra mi oído, atrapando el arete que tenía, con la lengua, y suavizar el ataque con sus labios, que me dejaron una caricia húmeda que me mareo.

Y ante ese estímulo, mi cadera comenzó a moverse contra la suya. Primero lentamente, percibiendo el calor húmedo con que esa parte de su cuerpo, se aferraba a mí, para acelerar el movimiento impulsado por la exigencia de sus gemidos, sus besos y el deseo fiero que crecía en mi interior por llenarla con mi vida.

No sé si fue por la ansiedad, o la intensidad de lo que estábamos compartiendo, pero lo cierto es que despegamos en cuestión de minutos. Los sonidos se entremezclaban creando a nuestro alrededor una nube sexual densa y asfixiante. Los gemidos de Izzy, se perdían en medio de mis propios suspiros, la cama sonaba al chocar contra la pared, pero eso no nos iba a detener. Incluso cuando el cuadro que había en aquella misma pared, fue a dar al suelo, la única reacción que ambos tuvimos de la de reír y abrazarnos más estrechamente, si existía esa posibilidad.

Podía notar el sudor en las manos, la frente, el pecho. Pero no me detendría, aunque el aire me estaba faltando. Me separé un poco de ella, para que mis manos sobre la cama me dieran un mejor punto de apoyo e Izzy extendió las suyas sobre la cabeza y se sostuvo del cabecero de metal, dándome de ese modo la imagen más erótica que había tenido en mi vida.

Y ahí estaba.

El orgasmo más diabólicamente intenso que había tenido en mi vida.

El corazón me palpitaba en la sien, el pecho y el cuello. Mis dedos se cerraron en torno a la colcha, mientras que apretaba los dientes intentando contener la exclamación de placer que me quemaba la garganta. Noté la presión de mi sexo liberarse, abrirse paso dentro de ella, como un proyectil, potente y certero.

Así quería que mi amor la llenara siempre. Sin barreras.

Me dejé caer sobre ella suavemente, aún en su interior, agotado y sudoroso. Izzy recorrió mi frente con el dorso de su mano, llevándose la humedad que la perlaba.

- ¿Cómo en un concierto? – me preguntó con voz entrecortada.

Me reí, me mordí el labio y le respondí todavía agitado.

- Mejor…

Cerré los ojos, y me quedé ahí, abandonado en medio de sus caricias suaves, del ronroneo de su pecho, del delicado aroma de su piel. Podía notar como el sopor se iba apoderando de mí, y me sentía tan bien, que no me importaba dormirme en aquella misma posición.

Y creo que nos sucedió a ambos, aunque no estaba seguro de cuánto tiempo podíamos haber dormido. Me removí de encima de ella y la miré cuando abrió los ojos, algo extraviada, luego me sonrió y se desperezó un poco.

- Me dormí… - me confesó, como si yo no lo supiera.

Le di un suave beso y dejé que mi nariz acariciara la suya, en un gesto dulce.

- Y yo… - me confesé también.

Le acaricié la frente, le acomodé el cabello. Me deleité en la forma dócil de sus pestañas, le volví a besar la boca.

- Tengo que irme – susurré.

Ambos estábamos, aún, parcialmente desnudos, pero en este momento nada me molestaba, me sentía pleno, era una sensación que sólo había experimentado de una forma en la vida.

Sobre un escenario.

Cuando estaba en él, sabía que era lo correcto, que era mi sitio. Ahora Izzy era mi escenario privado. Mi sitio correcto.

- ¿Volveré a verte? – preguntó riendo con disimulo.

- Pues ahora que lo dices… - le seguí el juego, dibujando con mi dedo sus labios.

Ambos nos reímos. Estábamos viviendo el momento más tranquilo que habíamos tenido hasta ahora.

Y se sentía muy bien.

Entonces escuchamos, desde la sala, el sonido timbre.

- ¿Mi madre? – preguntó Izzy, mirándome como si yo tuviera la respuesta.

Me encogí de hombros.

- Voy a ver… - dijo poniéndose de pie, y acomodándose la ropa – vaya… ¿y mis bragas?...

Me miró con cara de reproche. Y yo solté una carcajada sin pensármelo.

- A este paso tendré que hacerme accionista de una firma de lencería – me acuso entre risas.

El timbre volvió a sonar. Yo también me empecé a acomodar la ropa.

- ¡Ya voy! – gritó Izzy, como si eso fuera a detener a quien tocaba el timbre.

- Es un poco improbable que te escuchen – le dije, sin poder dejar de sonreír.

Izzy me hacía feliz.

La vi salir corriendo de la habitación, mientras que yo terminaba de ajustar el cinturón de mi pantalón, de camino tras ella.

Miré el interior de la habitación, desde la puerta, y pude ver el desastre que habíamos generado. La colcha estaba revuelta, los cojines por el suelo y el cuadro de la pared en el suelo. Y de alguna manera aquello era el reflejo grafico, de la satisfacción que ahora mismo llevaba encima. Cerré la puerta.

Cuando me di la vuelta, me encontré con Isabelle, y la sonrisa comenzó a borrárseme cuando vi su expresión seria, casi incrédula.

- ¿Qué pasa? – Quise saber de inmediato avanzando hacia ella - ¿era tu madre?

En cuanto estuve frente a ella, Izzy negó con un gesto y el timbre sonó nuevamente. Así que miré de inmediato en esa dirección. Era obvio que algo había sucedido. Y otra vez el sonido insistente.

- ¿Quién es? – le pregunté.

Ella se encogió de hombros.

- Esto no me gusta… - susurró.

- ¡¿Qué? – insistí ansioso ya.

Ella se mordió el labio antes de hablar.

- Preguntaron por ti.

Ambos sabíamos lo que eso podía significar.

- Mierda… - me di la vuelta en el lugar, mientras el timbre no dejaba de sonar, para finalmente ir hasta él.

- ¡No contestes! – me gritó Isabelle.

Y no era lo que pensaba hacer.

Busque el regulador del volumen, pero el aparato no tenía. Resoplé. Miré hacía la ventana y me dirigí a ella, asomándome con cautela. Lo que había a la entrada del edificio, era un enjambre de fotógrafos y reporteros.

- Bien… tengo que pensar… - hablé fijando la mirada en un punto para centrarme, pero en ese momento fui consciente de Isabelle, que estaba ahora mismo, de pie en medio de la sala, mirándome como si no supiera que debía hacer.

Me acerqué y la atraje hacia mí, rodeándola con mi brazo, para pegarla a mi costado. Saqué mi teléfono y marqué el único número en el que podía pensar ahora. El timbre no paraba de sonar, y mi mayor temor era que alguien del edificio abriera la puerta de entrada.

- Pon el seguro – le pedí a Isabelle.

Toda precaución era poca cuando un reportero quería una noticia.

La vi caminar a la puerta, mientras mi llamada era respondida.

- Tom… necesito que me ayudes – dije simplemente.

Y aunque sabía que luego vendrían las recriminaciones y las bromas de mi hermano, también sabía que ante esas palabras Tom reaccionaría sin pensarlo.

- ¿Qué pasa? – me preguntó.

- La prensa me tiene acorralado en casa de Isabelle – le dije.

Y ella me miró entonces, como temiendo que aquello fuese a generar una disputa.

- ¿Cómo se han enterado que es ella? – preguntó mi hermano.

- Ya sabes, una más de las incógnitas de nuestra vida.

- Yaaa… - respondió con tono cansino – espera tranquilo, arreglaré todo para sacarte de ahí – me dijo.

El timbre no paraba de sonar y me iba a volver loco. Izzy me miraba atenta, esperando a que le dijera lo que había que hacer y me sentí profundamente responsable por ella.

- A Izzy también – le aclaré a Tom.

No iba a dejarla ahí en medio de esa jauría hambrienta por noticias.

Tom asintió con un sonido, y cortamos la llamada.

Me acerqué a Isabelle, y le sonreí con toda la naturalidad que me fue posible.

- Tranquila… - le susurré, en sus ojos podía ver el desencanto – todo va a estar bien.

En ese momento el timbre dejo de sonar, y lejos de ser aquello un alivio, el estómago se me comprimió aún más.

Casi una hora después de eso, estábamos Izzy y yo, sentados sobre su cama deshecha, con la puerta de la habitación cerrada, mientras que se escuchaban los golpes y el timbre en la puerta de entrada.

- ¿Es que no se van a ir nunca? – me preguntó abrazada contra mí.

Yo le acariciaba la espalda, esperando que eso la calmara un poco. De alguna manera yo estaba acostumbrado a este tipo de acoso, pero para Izzy era completamente nuevo.

- Tranquila… ya vendrán por nosotros – le dije – deberías dejarle una nota a tus padres o algo – le expliqué.

Ella sintió con un sonido y se separó de mí. La vi rebuscar en su escritorio y escribir en una hoja de papel. Luego puso en su bolso algunas cosas y abrió un cajón y sacó algunas prendas de ropa, enseñándome dos bragas, una en cada mano.

- Por si las pierdo – sonrió, pero podía notar la angustia en esa sonrisa.

De todas maneras se la respondí con la mejor que yo poseía. Llevaba un buen rato, dando vueltas a algo que sabía que no iba a poder esperar mucho más, para ser expuesto. Me miré las manos, aún sentado en el borde de la cama.

- Izzy… - susurré, ella me miró de inmediato y yo lo hice cuando sentí sus ojos observarme con atención – entenderé si todo esto te supera.

La vida que yo tenía, era la vida que yo había elegido, y por mucho que quisiera a Izzy, y sabía que la amaba muchísimo, no podía obligarla a vivir mi elección.

Ella caminó hasta mí, y se puso de rodilla delante de mí. Aún mantenía una braga en cada mano, y las apoyó sobre mis muslos.

- Creo que es una vida caótica, – me dijo, y respiré profundamente, sabía que sería demasiado – pero es tu vida… y al menos quiero, con todas mis fuerzas… intentarlo.

Me sonrió y yo lo hice también, justo antes de darle un beso suave con el que regalarle mi agradecimiento.

Eso era justamente lo que haríamos. Lo intentaríamos.

Miré sus manos sobre mis piernas, y le hablé.

- Me gustan estas… - sonreí, indicando una de las bragas.

- También es mi favorita – sonrió ella – habrá que intentar no perderla… - acotó divertida.

Le acaricié la mano que la sostenía.

- Ese será nuestro primer intento – respondí a esa diversión.

Al final, la clave estaba en seguir viviendo, aunque fuera tuviésemos una multitud de hambrientos periodistas.

Mi teléfono sonó, y lo respondí de inmediato, encontrándome con la voz de Gerard.

- Estamos en el ascensor, iremos a la puerta ahora mismo – me avisó.

- Salimos enseguida – respondí y corté.

Isabelle metió las bragas en el bolso que llevaría consigo, y me miró.

- ¿Lista? – le pregunté.

- Lista.

Respondió, y salimos en dirección a la puerta.

Izzy me tomó de la mano fuertemente, podía notar su nerviosismo en la forma en que me apretaba, pero era una sujeción firme y constante, justo lo que necesitaba en mi vida, alguien que no me dejara caer, y a quien jamás dejaría que cayera.

Quité el seguro, los golpes habían cesado, así que supe que mis guardaespaldas estaban ahí. Tomé aire profundamente y abrí.

- Ahí vamos – le dije.

Lo siguiente fueron los flash sin interrupción que comenzaron a rodearnos, las manos de Gerard y Roger nos protegían y yo mantenía sujeta, con firmeza, la de Isabelle. La miré, después de todo, nuestra historia había comenzado con el flash de una cámara, y como si ella me hubiese comprendido, me entregó la sonrisa más hermosa que podía esperar. Una sonrisa que me auguraba días luminosos, llenos de emociones, satisfacción y probablemente un dineral en bragas, pero ¿para qué estaban las bragas, si no para perderlas por amor?

"Bill Kaulitz y su novia"

"¿Habrá encontrado Bill Kaulitz el amor?"

"Fotos exclusivas de la pareja"

"La novia de Bill Kaulitz en primera fila de concierto"

"La canción inspirada por Isabelle"

"Emotiva dedicatoria de Bill Kaulitz a su novia"

"A un año de su noviazgo"

Etcétera, etcétera…

Fin

Aquí está el final de esta historia, que ha sido una forma más de amar a Bill y de entregarle mis mejores deseos, porque sinceramente espero que encuentra a su Isabelle, esa que le haga feliz.

Espero que compartan conmigo la alegría de completar una historia y que si se animan, me sigan acompañando en la aventura de las letras, porque el mundo no está sólo en lo que vemos, también está en lo que nuestra imaginación puede crear.

Besos y un enorme agradecimiento por leer.

Siempre en amor.

Anyara

P.D.: Un agradecimiento enorme a Gaby, que me tiene una paciencia de santo, leyendo conmigo aunque luego tenga que salir corriendo a sus tareas. A Lix que es otra Billcodiana que alimenta mi entusiasmo por escribir, gracias por ese comentario constante. A mi Yos… que sería de ti sin la impresora, jejejej… Fer, me acuerdo de ti, esta historia te está esperando. Mi Nury, la pequé en todo esto, pero que nos enseña cada cosa… jajajaj. Yuyi, un alma preciosa que siempre anda revoloteando por ahí. Sele, mi hija argentina que también forma parte de todas nosotras. Bea, que aunque no leas mucho e intentes matar nuestras pasiones con tus bromas, sabes que no es posible. Jajajja. May, tú te has sumado a las Billcodianas, aunque te falta el juramento. Avi, mi nueva lectora anónima. Laury, que sé que andarás por ahí y verás esto, gracias por abrirme las puertas de tu Blog. Eli… que escriba sobre quien escriba, estás ahí. Belle, un tulipán para ti también preciosa.

Y a todas las que me puedan faltar, las que no dejan mensajes y que leen también. Un beso enorme.

Y a ti Bill, por ser mi inspiración y por ser tú mismo, por encima de lo que digan. Gracias por luchar por tu sueño y de ese modo permitirme darle un nombre y un apellido a lo bello.