Disclaimer

Shugo Chara no me pertenece. Créanme que si lo hiciera, la palabra Tadamu no existiría. Sería pecado mortal pronunciarla, causa suficiente para morir en la hoguera y luego bailar alrededor de sus cenizas. Que digo, no. No me pertenece.


Este fanfic ha sido terminado en Mayo del 2012. Ha sido rescrito. Es lo mismo, pero con una mejor redacción. Gracias a todos los que siguen la historia. Y me siento como una vieja seria escribiendo esta cosa del principio ;_; En los capítulos de adelante, explicaré cosas de la resubida del fic.


Capítulo 1: Introducción


Un cielo de colores pasteles. Desde el amarillo hasta pasar por el verde, finalizando en el azul unos colores más adelante. No es el cielo que conocen los humanos, es un extenso arcoíris color pastel en una realidad que nadie más conoce, salvo los de nuestra especie. Piffles, o mejor conocidos como la gente del mundo de los sueños.

Caminaba a paso calmado, cabizbaja. No es que tuviese miedo del todo ¿Por qué estoy repentinamente tensa o me he quedado parada nada más para suspirar? Pues no hay nada que esconder: Tengo que ir a tutoría. Sí, en el mundo de los sueños también nos reprueban, sólo que las consecuencias no son nada agradables. Desde siempre he tenido dificultad para crear sueños, termino haciendo todo explotar. Recordarlo no es bonito. Esa última vez no lo fue nada, mis amigas Yaya y Nadeshiko terminaron haciendo todo el trabajo por mí, y por poco me dan el suspenso más grave.

Sin embargo, me han dado una nueva oportunidad. Esta vez, seré enviada a tutoría con una profesora llamada Saeki Nobuko (n/a: sí, la adivina de la tele en el primer episodio del anime). En cierto modo es vergonzoso, porque hasta los niños más pequeños pueden crear sueños. Resulta aún más humillante recordar que nunca he creado uno decente. Ni un sueño abstracto, ni uno en blanco, ni alguno que haga feliz a un niño pequeño. Nada.

La escuela entró en mi rango de vista. Sacudí la cabeza después de quedarme admirándola. Era difícil de evitar, puesto que era un sitio bastante hermoso; no te sentías mal llegando aquí, te inspiraba a continuar.

Siguiendo un mapita que me habían dado para buscar el salón de ayuda, llegué hasta una puerta. Su vidrio esmerilado me dejó ver vagamente las figuras del otro lado de la puerta, y es fácil reconocer que no hay más que una sola persona (la profesora Saeki, de seguro), un escritorio y un solo pupitre ¿no es genial? Soy la única tonta con este tipo de problemas. Más que una belleza, es una preciosidad de sensación. No sé si se ha notado el sarcasmo.

—Bien, Amu… —murmuré en un tono personal—. Esta es tu oportunidad.

Antes de girar el pomo de la puerta, di un gran respiro pensando en las consecuencias de no llegar a lograrlo. Están contadas las veces que ha sucedido, y no me gustaría ser la nueva en desgracia. Los Piffles que no logran cumplir el nivel esperado son olvidados y terminaban convirtiéndose en demonios de los sueños. Estos demonios pierden la mayoría de sus recuerdos como Piffles y sienten la necesidad de entrar en los sueños que otros crean, hasta llegar a la mente de la persona y finalmente poseerlas. El fin principal del demonio de los sueños es acabar con la vida de la persona, es decir, asesinarla, probablemente induciéndolos al suicidio. No era una visión agradable, tampoco nos hablaban mucho sobre ello, pero lo poco que tenemos entendido es suficiente para motivarnos. Por supuesto, esos demonios no andan solos por ahí, generalmente los Mint (sí, como la menta) se encargan de cazarlos, pero siempre hay demonios que saben huir.

Fuera de eso: He practicado sola, he intentado pasar horas y horas estudiando, pero el don natural de todas las personas parece que simplemente me ha esquivado.

—Bienvenida —oí la voz de la profesora. No recuerdo haber abierto la puerta, pero parece que ya lo he hecho. Me percaté de su corto, muy corto cabello. Su cuerpo rechoncho y sus labios pintados de un rojo muy fuerte. Nunca la había visto, tampoco su nombre me parecía conocido. Lo que sí me habían dicho es que ella era una Mint. A pesar de siempre haber vivido en el borde de lo aprobado y el suspenso, nunca tuve nada que ver con las tutorías, hasta ahora, que me he puesto a chillar como una chiquilla, rogándole a mi profesora por una oportunidad. Por poco ya sentía que me olvidarían y sería un demonio, sin exagerar. Me estremecí y saludé con voz nerviosa, para luego sentarme en el único pupitre que había.

Con la vista gacha, apenas escuché su presentación. Saeki Nobuko, cuarenta y algo de años. Bastante distinta a mí, que tengo quince… casi dieciséis. Mencionó todas las especialidades en sueños que tenía. Es de ese tipo de dreamer que podía hacer que los humanos sintieran que estaban en sueños durante días, cuando han sido sólo ocho horas. Cosa que pocas personas saben hacer, por lo tanto, que pocos humanos llegan a experimentar. El control de la mente con el tiempo ya era algo demasiado avanzado para cualquier Piffle normal.

—Entonces —ella finalizó— ¿qué tenemos aquí? Dime qué necesitas aprender. Lo tengo allí anotado —señalo unas hojas justo detrás de ella, en su escritorio—, pero es mejor escucharlo de ti, explicarías más que un par de palabras escritas.

Con los labios fruncidos y una expresión bastante infantil de que estaba asustada, me le quedé viendo fijamente. Ella pasó su mano cariñosamente por mi cabeza, mientras yo daba un gran respiro. Su gesto logró tranquilizarme. Me avergonzaba un poco que mi miedo se notara tanto.

—No sé crear sueños —dije finalmente—. No sé como más explicarlo. No viene a mí. Me concentro, pienso las palabras, pero no logro hacer nada.

—Ya veo —sonrió más tranquila.

La profesora Saeki tomó una silla y se sentó frente a mi pupitre, que tenía una hoja encima. Garabateó con rapidez unos dibujos sencillos que expresaban la energía dentro de uno y la que debía transmitir a los sueños a la hora de hacerlos.

—La zona de sueños humanos probablemente te confunde. Debes concentrarte el doble cuando estás allí.

Tras sus explicaciones, parecía bastante fácil. Aunque a la hora de ponerlo en práctica no me salía tal y como pensaba. Realicé mis primeros intentos allí mismo, estirando mis brazos y tratando de formar un pequeño sueño entre mis manos.

—No lo fuerces tanto —cruzada de brazos, sentía su tono más exigente—. Si haces fuerza en las manos, no funciona.

No tenía sentido. Todos hacían fuerza en sus manos y brazos para crear sueños ¿por qué a mí sí me salía mal? Aunque para el final del día, después de duro trabajo, pude crear un pequeño sueño, seguía resultando difícil mantenerlo allí lo suficiente para enviarlo a una mente humana. Saeki dijo que mi caso no era muy usual, pero si me esforzaba bastante, podría llegar a crear algo más que una siesta de cinco minutos.

Saliendo de la escuela, admiré los tonos naranjas que empezaban a disolver los pasteles. Abrí mi mano y las volví a cerrar repetidamente. Apenas un sueño. Uno chiquito, pequeñito. Tan pequeño como mi hermana Ami. Sin embargo, la esperanza empezó a crecer dentro de mí. Hacía tanto tiempo que no creaba un sueño. Era una sensación bastante gratificante que raras veces había conseguido. Una pila de equis rojas llenaba mi talón de calificaciones como prueba de ello.

Eso va a cambiar. Me dije a mí misma. Mis dos amigas, Yaya y Nadeshiko, me lo decían siempre: Que yo podía hacerlo. Habían intentado cubrirme este tiempo para ayudarme, pero esa última vez fue eso, la última. Me habían amenazado con reprobarme definitivamente, lo que resultaría en dejar de ser Piffle.

Puedo hacerlo. Mi mano se quedó cerrada finalmente y comencé a caminar otra vez.

Ser Dreamer constaba de crear sueños por el resto de tu vida. Mi meta era la otra opción, una soñadora libre. Al terminar los estudios básicos, puedes tanto crear sueños como no hacerlo más. Generalmente se dedican a la exploración del mundo de los sueños, a enfrascarse más en cosas teóricas. Yo quería eso. Viajar. No tener que exigirme más por una habilidad natural que estaba casi ausente en mí. Muchas veces me pregunté si era malo lo que sucedía. Si es que soy muy torpe, o muy tonta, pero menospreciarme así no era reconfortante. No es que no me gustase la idea de crear sueños y hacer felices a los niños, pero si no podía darles sueños buenos y duraderos, ¿valía la pena darles menos?

Más aliviada y contenta que antes, seguí el camino hacia mi casa. Los pisos claros de mi mundo no se asemejaban nada a los materiales humanos. Era fácil saber de los humanos viendo sus sueños, que a veces nos llevaban a ver en clases para entender mejor sus componentes —sí, no me los sé tampoco—. Tenían edificaciones bastante opacas, suelos grises. Parecía bastante monócromo en comparación, aunque su ropa sí llevaba color. Yo siempre llevaba un traje de falda y camiseta de color rosado, al igual que todo en mí. Mi cabello, los calentadores y zapatos. Por alguna razón, llevaba esta ropa desde que tenía memoria, al igual que Yaya un traje similar al de un bebé y Nadeshiko el de una bailarina tradicional japonesa. Una media cola de lado era parte de mi peinado, además de un broche en forma de corazón. Por supuesto, tenía más de esta vestimenta en casa. Me gustaba llamarle a este atuendo Amulet Heart, pero quién sabe, quizá podría llamarle de otro modo.

Comencé a tararear. Ponerme a pensar en cosas triviales podía apartar mis pensamientos y temores lejos por un rato. Sólo me faltaba un año y medio más de escuela y listo. No sería un demonio de los sueños. A veces pensaba que exageraba un poco condenándome a mí misma a ser uno de esos, pero después de este día, parece que la ayuda profesional puede más que mi torpeza… o al menos ayuda de a poco.

El ambiente estaba inusualmente opaco. Había visto pocas personas pasar. No estaba acostumbrada a volver a casa a estas horas, casi por la noche, que no era más que el cielo con tonos azulados y lilas hasta el nuevo amanecer. A pesar de eso, yo prefería los tonos alegres y brillantes del día, me gustaba sentirme en la luz. Pronto comenzó a hacer frío y me pregunté por qué mi ropa debía ser tan poco abrigada. Me pregunté por qué el viento producía más ruido del de costumbre.

Doblé en una esquina y me detuve en seco con la vista fija, a punto de tropezar. No sabía si mi expresión reflejaba horror o desconcierto. Nunca me había detenido a pensar en cómo reaccionaría, pero allí estaba. Una figura apenas visible, una terrible expresión vacía y a la vez cínica, y una inexplicable vestimenta negra —a los Piffles no nos gusta demasiado ese color—. Había escuchado susurros inentendibles desde hacía rato. Por costumbre, había pensado que era gente hablando a lo lejos, o el mismo viento; pero de esos apenas visibles labios las palabras se deslizaban en un lenguaje que nunca había escuchado.

Eso no era un Piffle.

Era un demonio de los sueños.

Y me estaba mirando.

Retrocedí un paso institivamente, a punto de echar a correr por ayuda; y cuando mi vista empezaba a nublarse, sentí una extraña presión en la cabeza. Mis ojos entrecerrados por el esfuerzo de mantener la conciencia cuando por primera vez la tenía inestable, como si tuviera mucho sueño o a parte del dolor.

Necesito alejarme de esa persona, pensé con angustia. ¡Pero no hay nadie cerca que me ayude!

/

Con pesadez en la cabeza, como cuando despierto con mucho sueño y tengo la inevitable necesidad de seguir durmiendo, me apoyé en los codos aún con los ojos cerrados. Sentía un desagradable ardor en la piel, como habiendo sido expuesta a algo demasiado caliente.

Me froté los ojos, para no quedar más que anonada cuando mi vista se quedó fija en el cielo.

—¡E-Es azul! —grité con terror poniéndome de pie de un salto. Por alguna razón, no me sentía tan liviana como solía hacerlo normalmente; como si la gravedad fuera distinta, algo que corroboraba el peor de mis temores de este momento—. Este no es el mundo de los sueños —me hablé a mí misma con un terrible dolor en el pecho. El calor proveniente del cielo, el azul extendiéndose por toda su amplitud. No podía ser otro que el sol—. Es el mundo humano.

Como si hubieran cortado el trozo de un rollo de película en mi mente, no conseguía explicación de mi presencia aquí. Repetía con angustia la misma interrogante una y otra vez mientras no dejaba de mirar alrededor y temía moverme de mi lugar. Justo cuando estaba a punto de tirarme al suelo a llorar, se escucharon pasos detrás de mí.

Desearía no haber volteado.