(En proceso de edición: 31/07/2011)
Presentación:
Hola, estimado lector. Desde ya te doy la bienvenida a esta historia; una versión de la relación de Ron y Hermione después de la batalla, su evolución y cómo se va desarrollando en el transcurso de su séptimo año en Hogwarts.
Desde el principio quiero aclarar que esta historia no es nada del otro mundo, pretende ser muy realista en varios aspectos. El objetivo del fic en sí, es enfatizar la evolución de la relación entre los protagonistas ahondando sus pensamientos, sentimientos, emociones, reflexiones, etcétera. Se pretende rescatar muchos detalles. Ser muy reflexivo y responder a un sin fin de preguntas que se disparan cuando dos personas enfrentan juntos algo que muchos llaman amor. Se puede deducir que será algo lenta a ratos.
Pues me queda decir que el fic contendrá escenas muy románticas (para el gusto de algunos), dramáticas, pasionales, histéricos o como queráis llamarlos. Todo será bastante reflexivo ¿ya lo dije?
Por cierto, la mayoría de los personajes y lugares involucrados pertenecen a la célebre y magistral pluma de J.K Rowling.
Primera parte
—1—
Por fin
El vecindario de Westminster parecía ser un lugar bastante tranquilo y agradable. Las modestas viviendas estaban en perfecta sintonía unas con otras y se alzaban deslumbrantes a lo largo de las calles, por las que casi no circulaban vehículos.
El sol del mediodía golpeaba sobre el frondoso follaje de los árboles que crecían junto a la vereda, siguiéndoles el paso a los pocos transeúntes que se paseaban por ahí muy tranquila y despreocupadamente.
Por eso, nadie advirtió cuando de un pequeño callejón sin salida, un joven alto y delgado apareció por arte de magia. Medio aturdido, —porque al abrir los ojos el sol pegó directo en sus azules orbes— Ronald Weasley se unió al panorama con disimulo y tratando de pasar inadvertido mientras comenzaba a caminar, si que pronto fue víctima de miradas escrutadoras, pues en aquel barrio no eran para nada comunes los pelirrojos.
Consciente de eso último, Ron aceleró el paso y comenzó a estudiar furtivamente cada una de las casas a ambos lados de la calle. Maldijo en silencio al notar que aquellas construcciones muggles se veían bastante diferentes durante el día a como él las recordaba cuando se había aparecido un par de veces por la noche, y tampoco ayudaba mucho el hecho de que eran bastante parecidas unas con otras. Maldijo de nuevo cuando se vio obligado a dar media vuelta y a repetir el recorrido.
No encontraba la casa.
¡Demonios!
Apresuró aún más la marcha. No quería llegar tarde y ya podía sentir como la ansiedad y el nerviosismo comenzaban a apropiarse de su cuerpo.
Por ser él tan despistado, se estaba retrasando el anhelado encuentro que tanto había esperado.
¡Maldición!
Dos calles más allá, por una de las ventana de una casa en particular, una chica de un no tan enmarañado cabello castaño se asomaba por ésta cada unos diez segundos mirando hacia el exterior. Se mordía el labio mientras sus ojos estudiaban ansiosos el panorama allá afuera.
Suspiró y se volvió a su escritorio.
Hermione Granger intuía que Ronald Weasley no eran un chico muy puntual que digamos, y no pretendía creer que cambiaría solo porque aquel día vendría a recogerla a ella.
Aunque tal vez podría estar equivocada, pues quedaban todavía unos cinco minutos para la hora acordada. Se acomodó en su silla y clavó su mirada por centésima vez en Hogwarts: una historia, y por centésima vez no pudo concentrarse.
¡Quería verlo! ¡Ahora ya!
Negó con la cabeza. No había visto al pelirrojo durante casi un mes así que perfectamente podía aguantarse cinco minutos más.
Ah, y también, a pesar de lo desesperada que estaba, no dejaría esta vez que algún estúpido y benditoimpulso se apoderara de ella. Pues esta vez esperaría tranquilamente a que Ron tomara la iniciativa.
Sí, probablemente era un poco tonto, pero Hermione estaba decidida a ello.
Cerró el libro, resignándose a que no sería capaz de leer hasta ver a Ron y lo tiró dentro del bolsito de cuentas que estaba dentro de su baúl. Tenía todo su equipaje listo, solo le faltaba irse. Dio un par de vueltas en su habitación y se detuvo frente al espejo que colgaba detrás de la puerta.
Observó dubitativamente su reflejo y recordó que hace mucho que no se sometía a un auto escrutinio. ¿Cuánto es que había cambiado desde la última vez que había sido consciente de ella frente un espejo?
No era mucho el cambio. Sus rasgos se habían acentuado y endurecido un poco y sus risos ya no eran tan imposibles como solían serlo durante su infancia, pero ¿qué más daba? Hermione nunca se había considerado una chica sobresaliente por su belleza natural, pero tampoco era fea.
Se preguntó que opinaría Ron al respecto.
Y pensó de pronto que nunca había estado así en esas circunstancias, esas en las cuales la chica espera al chico que le gusta y esas cosas. Y ella esperaba a Ron, aunque claro, ya había estado en una que otra situación similar aguardando por él, pero ahora era diferente.
Oh sí, muy diferente. Sonrió.
Se dejó caer en la cama y cerró los ojos tratando de ignorar las crecientes mariposillas que se acumulaban en su estómago y se mordió el labio con fuerza.
Es que Hermione estaba nerviosa.
No se veían hace semanas y definitivamente habían interactuado mucho más por correo y no podía imaginarse coqueteándole directamente y viceversa —bueno, sí que lo habían hecho, pero indirectamente— Sintió como sus mejillas aumentaban de temperatura al pensarlo de esa forma, algo así como ella y Ron solos. Completamente solos, pues apenas tenía una idea de cómo podrían ser las cosas, porque no habían podido avanzar mucho antes de su viaje a Australia, con todas las cosas de las que habían tenido que encargarse y cada vez que dispusieron de un momento para ellos, siempre alguien se había hecho presente.
Miró el reloj de su velador. Ya era pasada la hora.
Se mordió el labio ¿Y si Ron no llegaba porque se había arrepentido?, porque se había dado cuenta de que en verdad no la quería como algo más ¿Y si se aburría de ella?, por ser ella, la chica mandona que lo había reprendido durante siete largos años y todas esas cosas…
Se puso de pie consciente de que si no lo hacía, la atacarían muchos otros pensamientos que reforzarían esa inseguridad que la había estado persiguiendo afanosamente durante esas semanas y repitió el acto que había realizado unas mil veces durante los últimos quince minutos: mirar por la ventana.
Entornó los ojos con brusquedad; por la calle de al frente, un joven larguirucho y con una conocida mata de cabello rojo caminaba despreocupadamente hacia esa dirección. Se le aceleró el corazón al instante y un nudo le apretó el estómago. Ahora sí que estaba nerviosa.
Ron, Ron, Ron.
Se mordió el labio. ¿Correría a su encuentro?, ¿O esperaría disimuladamente en su habitación el momento en que sonara el timbre y su madre anunciara formalmente la llegada del chico?
¿Ron tocando el timbre?. ¡Ni hablar!Salió como una flecha disparada hacia el vestíbulo.
—¡Voy y vuelvo!— le gritó a su madre cuando pasó fugazmente por la cocina.
Salió a la calle de sopetón. Miró por donde había visto que Ron venía, pero ahora no había nadie. ¿Se lo había imaginado o qué? Entonces giró hacia el otro lado de la vereda y lo divisó: Ron caminaba tranquilamente con las manos en el bolsillo mientras ladeaba su cabeza de un lado a otro, al parecer mirando las casas con atención.
Se había pasado de la suya.
Hermione sonrió. Avanzó unos cuantos pasos, pero al notar que Ron caminaba bastante rápido se detuvo.
—¡Ronald!— gritó sin poder ocultar su emoción.
Él se volteó inmediatamente como si hubiera estado esperando el llamado. Una enorme sonrisa pobló sus labios.
—¡Hermione!— le gritó de vuelta y echó a correr acortando rápidamente la distancia que los separaba. Sin detenerse lo más mínimo, Ron la envolvió en un fuerte abrazo que ella correspondió inmediatamente.
Por fin estaban de nuevo en el mismo lugar.
—Hermione— volvió a decir estrechándola con más fuerza y levantándola del suelo para darle una vuelta en el aire. Ella sumergió su rostro en su pecho. Aspiró su aroma y se embriagó de él. Ahora sabía que se sentía volver a respirar.
¡Cómo lo había extrañado!
—Te has confundido de dirección ¿cierto?— le preguntó mientras seguían abrazados.
—¡Oh! ¡Maldita sea!
Hermione se separó de él un poco confundida.
—¿Qué?— Ron vaciló y sus orejas se tornaron de un leve rubor.
—Eh, lo que pasa es que… quería llegar de una manera mucho más casual, pero creo que… eh, no logré encontrar de inmediato la casa— le explicó y la volvió a abrazar. Ella aspiró de nuevo su aroma y notó como él hacía lo mismo sobre su melena.
—Pero me habías dicho que habías venido por aquí cuando yo no estaba…
—Me aparecía en el antejardín por las noches, pensé que iba a recordar como lucía… ¡Pero son todas iguales!
—Eso no es cierto— rebatió Hermione y recargó su cabeza para sentir los fuertes latidos del corazón contra su oído.
¡Se podía quedar allí toda la vida!
—Oye— murmuró Ron con cautela. —¿Esa no es tu madre?— preguntó separándose de ella. Hermione observó a quien se refería y en efecto, la señora Granger había salido a ver que sucedía con su hija. Les dedicó una sonrisa cuando los divisó.
Comenzaron a caminar lentamente. Ron parecía nervioso y también como si estuviera debatiendo algo con urgencia.
—Oye, no te van a lanzar ningún maleficio…— comentó Hermione con un dejo de seriedad al notar su expresión.
—No, no es eso… —murmuró él. —Resulta que nunca he entrado a tu casa oficialmente…
—Bueno, siempre hay una primera vez. Ten en cuenta que yo he estado en la tuya muchísimas veces.
—Claro, pero resulta que en estas cosas es mucho más fácil para la chica que para el chico— dijo Ron un poco desesperado, y al pronunciar la última palabra se le coloraron las orejas.
—Hermione, olvidaste cerrar la reja ¡sabes que es peligroso!— reprendió la señora Granger. Ron sonrió fugazmente. No olvidaría la primera vez que presenciaba a alguien regañar tan severa y maternalmente a Hermione.
—¡Ay! Lo siento mamá, verás…
—Buenas tardes señora Granger— la interrumpió, y caballerosamente se le acercó a la mujer y le dio un delicado beso en la mejilla. Sintió la desconcertada mirada de Hermione clavada en su espalda.
—Buenas tardes, Ronald— sonrió la señora Granger –¡Qué bueno verte! pasa, pasa.
Ron sonrió satisfactoriamente. —Gracias.
Hermione parpadeó. Una bandada gigante de mariposas revolotearon a su alrededor y una ola de no se qué la envolvió, aturdiéndola. Parpadeó de nuevo para despabilarse, pues todavía faltaba…
—¡Papá!
Ron vaciló, pero de ninguna manera dejaría que se notara lo nervioso que estaba.
—Hola hija— El señor Granger se asomaba por el umbral de la puerta mientras clavaba su seria mirada en Ron, quien irguió completamente su larguirucho cuerpo pasando por un par de centímetros al padre de Hermione.
—Buenas tardes señor Granger— volvió a saludar Ron con firmeza, si que esta vez estiró su brazo para estrecharle la mano.
—Días, querrás decir— subrayó el hombre correspondiéndole el gesto. Ron palideció.
—¿A qué te refieres?— interrumpió su esposa muy oportunamente. —Es pasado el medio día— informó.
—Ah, sí, sí, claro— refunfuñó el hombre —Ven, pasa, pasa
—Gracias…
Hermione miró ceñuda a su padre cuando este se volvió a ella y le guiñó un ojo. Entraron a la casa y Ron de inmediato sintió el reconfortante aire del lugar envolviéndolo, si que no alcanzó a estudiarlo detenidamente, ya que la madre de Hermione se le acercó de inmediato.
—¿Quieres algo de beber?— le preguntó. —¿Te sirvo coca-cola?
El pelirrojo la miró perplejo por un segundo.
—Eh, sí, por favor…
—¿Con hielo o sin hielo?
—¿Disculpe?
Hermione tuvo que morderse el labio fuertemente para no comenzar a reírse. –Échale hielo— le dijo a su madre. Miró furtivamente a Ron y notó una evidente confusión en su rostro.
—Iré a buscar mis cosas— avisó, y comenzó a subir lentamente la escalera prestando atención a la conversación que trataban de sostener sus padres con Ron.
—¿Se te hizo difícil encontrar la casa?— oyó que le preguntaba su padre y decidió apresurarse, pues no deseaba que fuera víctima de un posible interrogatorio.
—Un poco— respondió Ron con voz seria. —Aunque no estuvo mal para ser la primera vez que vengo…— Hermione sonrió ante la piadosa mentira, pues él le había explicado mediante una de sus tantas cartas que había venido un par de veces en su ausencia para chequear que todo estuviera en orden para cuando llegaran.
—¡Ah! ¡Eso es bueno!— exclamó la madre de Hermione tendiéndole un vaso de un extraño brebaje negro. Ron lo contempló un poco vacilante antes de aceptarlo y darle el primer sorbo. Sabía bastante bien.
—Pero te pareció un largo viaje ¿no?, Hermione nos comentó que vives en las afuera de Ottery St. Catchpole.
—En realidad no fue para nada de largo, me he aparecido en un pasaje muy cerca de aquí…
La señora Granger soltó un resoplido cargado de angustia y su esposo no logró disimular una mueca ante el comentario (estaban muy sensibles en cuanto a magia se tratara, después de enterarse de todo) El pelirrojo se revolvió un poco incómodo al percatarse de ello y se quedó mirando una fotografía que había en una de las mesitas en el vestíbulo y distinguió inmediatamente a una Hermione, tal ves de quinto año, junto a una anciana mujer y se preguntó si sería su abuela o quien sabe quien. Pensó en quizás cuantas cosas más no sabía sobre ella.
—Así que…— comenzó el señor Granger observándolo mordazmente. —Estás dos semanas las pasarán en La Madriguera con toda tu familia y luego partirán a Hogwarts…
—Así es.
—¿También estará Harry Potter con ustedes? ¿Él también irá a la escuela?— preguntó con suspicacia y Ron se preguntó si el hombre deseaba llegar a un sitio en particular.
—Pues sí, eso es lo que sé…
—¿Es verdad que tu hermana pequeña es su novia?—preguntó de nuevo y Ron casi se atraganta con la bebida que justo había sorbido.
—¿Cómo le preguntas eso?— interrumpió su esposa con tono cariñoso.
—Solo me parecía interesante saber la opinión de Ronald…
Se sintió un poco extraño al escuchar su nombre sonar con ese tono de voz tan grave
—…pues estoy seguro que yo no habría reaccionado muy bien si Mario comenzaba a salir con Lavinia...—comentó el hombre. —Así que…— comenzó de nuevo, muy seriamente. —Tú y Hermione…
—¡Listo!— Hermione se incorporaba a la escena mientras dejaba levitar su baúl sobre la escalera. Le echó una mirada a Ron y no supo interpretar su expresión. Él estaba un poco contrariado ¿Qué le iba a preguntar el hombre? ¿Qué les había dicho Hermione acerca de ellos?
—Bueno, entonces ya se van.
—Sí
Salieron de la casa y ella se despidió muy afectuosamente de sus progenitores.
—Bueno, al final has pasado más tiempo con tus amigos y su familia que con nosotros— bromeó su padre correspondiéndole al abrazo. Hermione se sintió culpable, pero no dijo nada.
Se fueron caminando después de que Ron se volviera a despedir con un beso en la mejilla de su madre y un buen apretón de manos de su padre.
—Espero verte de nuevo por acá— fue lo último que le dijo el señor Granger y él asintió tratando de esbozar una sonrisa sincera y amable, pero que no sugiriera estupidez.
Se alejaron rápidamente, y como todo un caballero en práctica que era, hizo ademanes para cargar el baúl de Hermione. Ella se sintió extraña, pero complacida.
—No fue tan terrible después de todo— comentó Ron rompiendo el silencio de unos minutos.
—No tenía porque serlo.
—Oye, ¿Qué les contaste a tus padres?— le preguntó un poco ansioso. Ella lo miró dubitativa y reconociendo su expresión le respondió: —Todo, ¿por qué?— inquirió.
Ron se encogió de hombros, sabiendo que todo, era todo, incluido él. No sabía porque, pero le había angustiado la idea de que ella no le hubiera contado a sus padres respecto a ellos dos.
—A propósito— comenzó dispuesto a cambiar de tema. —Nunca habías mencionado algo acerca de esa bebida muggle, era realmente buena.
—Eso no es muy relevante…
—¿Han probado tus padres el whisky de fuego?— preguntó sin hacerle caso.
—¿Qué?.
—No sé, podría llevarle alguna vez una botella a tu padre ¿o no bebe alcohol?
Hermione entornó los ojos. —Ron, ¿de dónde estás sacando esas ideas?
Él se detuvo frente a un callejón. Se volteó a verla y le dedicó una sonrisa. —Hermione— dijo con suficiencia. —¿Y así crees que conoces todos los libros?
Ella se preparaba para rebatir, pero Ron súbitamente le agarró la mano y se olvidó de todo lo que iba a decir.
—Aquí es el lugar donde me aparecía— informó y miró alrededor por si no había moros en la costa. —Prepárate… es que estar aquí me pone un poco nervioso.
—¿No prefieres que lo haga yo?
—No— repuso. —Yo te vine a buscar.
Se escabulleron en algún sitio donde nadie pudiera verlos y luego, poniéndose de acuerdo con una simple mirada, cerraron los ojos e inmediatamente sintieron como un gancho los agarraba y tiraba fuertemente. Pronto sintieron el césped acariciarle los tobillos. Habían aparecido justo frente de La Madriguera.
—¿Estás bien?— le preguntó Ron apenas se recuperaron de la molesta sensación.
—Claro que sí, lo haces bien— lo miró a los ojos y sintió ese cosquilleo apoderarse de su estómago una vez más.¿Cuándo es que se acostumbraría? A veces no le agradaba estar a merced de aquellas sensaciones tan irracionales y que la hacían desear actuar con vehemencia, pero ¡Oh! Por fin podía hacerlas florecer ¡por fin podía entregarse a ellas totalmente! Por fin podía no intentar de negarlas y ocultarlas.
¡Por fin!
Aunque para que iba a andar con cosas, se sentía cohibida, al igual que Ron.
Se miraron fugazmente —estaban un poco ruborizados— y tuvo el arduo deseo de echarse a sus brazos y besarlo, pero se recordó que había decidido esperar a que él hiciera el primer movimiento.
Un momento ¿Podían besarse, ierto? Sí, claro que sí, ya lo habían hecho un par de veces antes, pero ¿Sería acaso un sueño? —y uno muy bueno— pero Ron aproximándose a ella y abrazándola de nuevo, con fuerza, protección, pero por sobre todo con mucho cariño —algo que antes no se permitía evidenciar— era lo que necesitaba para arrancarla de esos pensamientos.
—Te extrañé— le musitó al oído y se le pusieron los pelos de punta.
–Yo… también— Su corazón palpitaba con fuerza en su pecho y pudo notar lo mismo en el pecho de Ron.
Se separaron unos centímetros y se sonrojó al notar que él la observaba atentamente posando su mirada, primero sobre sus ojos y luego fue escaneando cada parte de su rostro hasta que se detuvo con sugerencia en sus labios. Eso aumento en creces el cosquilleo. Iba a cerrar los ojos para lanzarse al tan ansiado beso del reencuentro, pero de improvisto, un brusco movimiento la sacó fuera del alcance de la nube en la que se encontraba.
—¡Hermione! ¡Por fin llegaste!— exclamó Ginny azotándole la cara con su tupido cabello colorín mientras la abrazaba y sacudía con emoción. —¡Llegaste!
—¡Ginny!— sonrió devolviéndole el saludo. Tendría que esperar otro momento para llevar a cabo sus planes.
Ron chasqueó la lengua. —Claro que ha llegado, está ahí ¿o no?— refunfuñó. Cogió el baúl de Hermione y se encaminó a La Madriguera de mala gana.
—¡Ay!, lo siento— se disculpó malévolamente la pelirroja mientras ambas lo miraban desaparecer tras el umbral de la puerta y Hermione no pudo evitar sonreír pensando en la posible causa del enfado del chico.
—¡Te eché mucho de menos!— la volvió a desaturdir Ginny. —Ven ¡ven!, has llegado justo para que almorcemos.
La chica estaba radiante, pero Hermione supuso que esa alegría la venía acarreando de antes, ya que no creía que su llegada sea motivo de esa reacción.
—Le han dado unos cuantos días de descanso a papá. —comenzó a contarle la pelirroja. —¡Ya era hora en todo caso! Con todo lo que estuvo trabajando el mes pasado…— hizo una breve pausa. —Bill y Fleur también están aquí aprovechando la ocasión, Percy también está de vacaciones ¡Y está tratando de recuperar el tiempo perdido con mamá!, deberías de verlos…— soltó una risita. —Charlie viaja la próxima semana por sus dragones, Fred y George…— detuvo en seco su animado discurso. A Hermione se le revolvió el estómago. Ya no había un Fred y George.
—…George también se está quedando aquí mientras hace los últimos arreglos al local. Ron le está ayudando. Han dicho que es un milagro de que esté en pie ya que eh, los mortífagos habían tratado de maldecirlo todo
Hermione asintió en silencio. No sabía bien que decir.
—Y estábamos esperándote para almorzar ¿te lo había dicho?— Sin dudas Ginny trataba de sobrellevar de muy buena forma la partida de su hermano, pero claramente recordarlo le había perturbado el ánimo.
Entraron a la casa y Hermione sintió como aquel aire hogareño y cálido tan característico del lugar se apoderaba de ella. Se sintió feliz, pero mucho más al ver como toda la familia Weasley estaba reunida en el vestíbulo y al momento la rebalsaban de afectuosos y sinceros abrazos de bienvenida.
—Hola, Hermione— saludó una conocida voz a sus espaldas cuando los Weasley se apartaron para dejarla respirar.
—¡Harry!— se abalanzó al chico y él le correspondió el saludo vivazmente. —¡Qué sorpresa! ¡Creí que no estarías aquí hasta la próxima semana!— exclamó mientras lo abrazaba muy fuertemente.
—Resulta que era una sorpresa. —le respondió Harry haciendo ademanes para que lo soltara y lo dejase tomar aire.
—Lo siento— se disculpó ella al notarlo y le echó una ojeada a su amigo: Harry Potter lucía bastante destartalado y lleno de parches y algunas vendas, pero aún así irradiaba un aire atractivo. Sonreía con naturalidad y sus ojos, siempre detrás de esas redondas gafas, brillaban esperanzados.
—Harry fue dado de alta hace dos días— informó Ginny con suficiencia. —Lo difícil fue sacarlo del hospital— agregó con una mueca despectiva. —¡Son unos malditos buitres!, esos reporteros o como se llamen— gruñó.
—¿Por qué mejor no dejamos los alegatos para más tarde?— se incorporó Ron, que había estado dejando las cosas de Hermione en el cuarto de su hermana. —¡Me muero de hambre!
El almuerzo se estaba llevando a cabo como Hermione lo recordaba de los años anteriores; se comentaban los últimos sucesos y hasta se daban la libertad de hacer unas cuantas bromas.
Lo único que marcaba una mueca de dolor sobre el rostro de los Weasley era precisamente el momento en que George dejaba una frase a medio decir, esas que Fred siempre acostumbraba a terminar, pero más allá de eso Hermione no logró distinguir algún otro síntoma visible del dolor de la pérdida, y sintió una gran admiración por ellos, pues realmente era una familia muy fuerte y se trataban de sobreponer.
Aunque probablemente aún se encontraban en la etapa de negación.
Harry no dijo mucho durante la comida, pero ella como era muy observadora, notó inmediatamente las miraditas cómplices que compartía con Ginny.
Sonrió. Así que por fin esos dos podían estar juntos.
—Ron nos comentó que tu casa es muy bonita— dijo Bill de pronto, sacándola de sus impresiones. Parpadeó.
—¿Qué dices?
—Que Ron nos comentó que tu casa es muy bonita— repitió el hombre con solemnidad.
—Sí, estuvo yendo bastante seguido para allá durante tu ausencia— agregó George lanzándole una mirada sugerente, y Hermione reparó en que todos se habían quedado muy, pero muy callados y quietos, como expectantes. Los observaban alternativamente, a ella y a Ron. Se sintió un poco incómoda y también nerviosa.
—Porque te extrañaba muchísimo diría yo— comentó Ginny con una sonrisa pícara.
Más miradas expectantes. Harry le sonrió.
—Ya déjenlo, esta vez no les va a funcionar ¿de acuerdo?— gruñó Ron a su lado, mientras terminaba de devorar el exquisito budín de patatas que Molly había preparado como motivo de su llegada.
—¿A qué te refieres?— preguntó mordazmente George mirando a su hermano menor. —¿Qué cosa no nos va a funcionar esta vez?— y fingió desconcierto.
—¿Y por qué…?
—¡Porque Hermione y yo somos novios!
Hermione no se esperaba eso. Su mandíbula inferior luchó por no caerse, y luego de que su mente procesara lo que acababa de gritar Ron a todos los cielos, sintió como sus mejillas aumentaban de temperatura.
Es que ni ella misma lo había dicho de esa manera. —¡Ron y yo somos novios!— como si temiera que diciéndolo así tal cual, todo se esfumaría, pero nuevamente Ron exclamándolo de esa forma la volvía a la realidad.
Bajó la vista fugazmente a su plato, como si fuera incapaz de verle la cara a esas personas que ahora debían de aceptarla de otra manera dentro de la familia, pero luego la alzó, y con lo primero que se topó fue con la radiante y aprobatoria sonrisa de la señora Weasley y después con la del resto de los presentes.
Asintió en silencio y sonrió con timidez, y tuvo el repentino y fugaz deseo de salir corriendo. Tenía que admitir que le daba un poco de vergüenza.
¿Sería el hecho de que habían sido amigos durante siete largos años?
—Eso ya lo sabíamos en todo caso— observó Ginny. —Solo queríamos que lo admitieran abiertamente— rió, y su risa contagió al resto de los presentes, que parecían bastante aliviados.
Este capítulo se puede considerar como un prólogo, creo yo.
Muchas gracias por leer.
:)