¡Hola a todos!
Lamento muchísimo haberme tardado tanto, lo siento, de verdad lo siento. Sinceramente esperaba terminar esto hace mucho tiempo, pero realmente en un momento sentí que no era capaz de hacerlo...
Finalmente, este capítulo pretende ser más que nada un pasaje de un simple día de las cotidianas vidas de Ron y Hermione, intentando resaltar y abordar a manera general cada una de las cosas que en esta historia se han tratado.
Una mención especial para "Adriss", por haber seguido la historia desde el principio y comentado cada capítulo, resaltando que leía a pesar de que "no le gustaba tanto romance junto" *se ríe*
Romance.
―22―
Descubriéndonos
El sol matutino se hallaba justo por sobre las cabezas de las abarrotadas avenidas londinenses, haciéndose notar entre las inmensas edificaciones que se expandían a lo largo y ancho de la ciudad. El aire era arrastrado por una brisa caliente que sofocaba a los ajetreados transeúntes que avanzaban apurados por llegar a sus respectivos trabajos, anunciando sin tapujos que el verano ya se había instalado firmemente y que no pensaba marcharse en varias semanas más.
El bullicio de los automóviles protestando y las muecas disconformes de los conductores tampoco se quedaban atrás, y se unían al espectáculo mezclándose con el desagradable ruido de un edificio en plena construcción al otro lado de la avenida.
Sin dudas era un desagradable panorama para iniciar el día.
Ron hizo una mueca y se detuvo a esperar a que el semáforo le diera permiso para continuar. Otra mueca. Todavía no se acostumbraba al ajetreo de la ciudad y le repugnaba completamente verse envuelto en tal caos matutino, especialmente si del día lunes se trataba. Los muggles realmente eran unos maniáticos (aparte de paranoicos) y ya había comenzado a pensar que verdaderamente tenían algún clavo mal puesto en la cabeza (o que les faltaba uno o unos cuantos).
La luz verde por fin se encendió y un mar de personas casi lo arrastra de vuelta. Maldijo por lo bajo y los esquivó rápidamente, haciendo gala de toda su postura. Cruzó la detestable avenida y avanzó a paso lento, llamando la atención por su aparente despreocupación y su centelleante cabello rojo, el que resplandecía cada vez que una gota de luz chocaba contra él.
Dobló por una solitaria esquina y dejó escapar un largo suspiro de alivio; Charing Cross Roads era completamente diferente a la infernal avenida muggle de la que acababa de salir.
El Caldero chorreante a esas horas estaba vacío, a excepción del tabernero Tom y un par de jóvenes magos que lo reconocieron apenas cruzó la pequeña entrada. Los saludó amigablemente (todavía no se acostumbraba a que lo reconocieran y que lo trataran con tanta amabilidad) y tras un pequeño intercambio de palabras, se apresuró a llegar a tiempo a su verdadero objetivo.
La mayoría de las tiendas del callejón Diagon todavía no abrían al público. Ahora sus dueños, unos alegres magos y brujas, se dedicaban satisfactoriamente a echarle los últimos retoques a sus vitrinas, resaltando los artículos destacados para el día junto a las ofertas para el resto de la semana.
En general todo se veía muy tranquilo, sin ningún atisbo que remontara a los horrores que les había tocado vivir el año pasado durante la guerra.
Ron sonrió ampliamente ante ese pensamiento, y se dedicó a saborearlo hasta llegar al número 93 del callejón; Sortilegios Weasley resaltaba entre las tiendas vecinas con su aspecto bastante fuera de lo común.
―¡Ah! ¡Ya creía que te habías quedado dormido!― George apareció tras la puerta que conducía a la bodega. ―¡Ya han venido cinco clientes y no tengo quien los entretenga mientras esperan sus pedidos!― dijo con aire burlón y luego adoptó una expresión seria. ―Antes que te pongas a hacer lo que siempre haces, lleva esta pila de cajas al primer pasillo― Ron asintió mientras se ponía la túnica morada que lo distinguía como empleado de la tienda. ―Que tengo el presentimiento de que hoy los detonadores se venderán como pan caliente.
Ron sonrió y volvió a asentir. George nunca se equivocaba cuando de estimar ventas se trataba. Se arremangó la túnica y movió sin mucha dificultad la pila de cajas como le había indicado.
―¡Hey, George!― su grito sobresaltó a unas ancianas brujas que habían entrado a curiosear. ―Lo siento― susurró. George acudió rápidamente al llamado.
―¿Qué pasa, Ronnie?
―Quedan pocos detonadores…
―Muy observador― dijo su hermano con sorna, checando que efectivamente no quedaban tantos artículos como necesitaban para el día. Luego lo observó audazmente y habló: ―Podrías fabricar unos cuantos si se te apetece.
Ron alzó las cejas impresionado. ―¿Hablas en serio?
―No― George rodó los ojos y luego le desordenó el pelo. ―Hablo en serio, pequeño. Creo que ya estás listo para enlistarte en filas mayores.
Ron sonrió ampliamente y se encaminó al mesón, entusiasmado por comenzar con su trabajo. A pesar de que el comienzo del día no había sido muy alentador, ahora sí que prometía algo muy bueno. Y es que desde que había entrado a trabajar en la tienda (hace unas semanas, tras haberse graduado de Hogwarts y tras tomarse unos días de descanso) que esperaba que George le concediera el honor de fabricar artículos para la tienda, pero durante el tiempo que llevaba ahí, su hermano lo había mantenido bajo supervisión y "a prueba" (según sus propias palabras) haciendo cosas menores, como apilar y trasladar cajas, atender y explicar el uso de los artefactos a los clientes. Y ahora que por fin George le había permitido comenzar a fabricar detonadores (algo que extrañamente se le daba bastante bien) para ser comercializados, no pensaba en lo absoluto desaprovechar la oportunidad.
Juntó los pocos materiales que se necesitaban (pues el verdadero arte era saber realizar el hechizo final correctamente) y estuvo dispuesto a ponerse manos a la obra, pero antes quiso refrescarse la cara con poco de agua. Estaba haciendo mucho calor.
Giró el pomo de la puerta del pequeño baño para empleados, y su sorpresa fue mayúscula cuando se encontró con alguien en el interior. Parpadeó y observó perplejo como su hermana se refregaba fervientemente la cara.
―¿Ginny?― preguntó dudoso, había creído que no vendría a ayudarles hoy (había estado remplazando a Verity, la antigua empleada que renunció hace unas semanas, después de que un caldero bromista se volvió loco y le hizo la vida imposible en la tienda durante varios días).
La pelirroja recién cayó en la cuenta de que alguien la observaba.
―¡¿NO TE ENSEÑARON A TOCAR LA PUERTA ANTES DE ENTRAR?― chilló, y de un solo empujón lo arrastró lejos del baño dando un monumental portazo. Al parecer estaba bastante histérica.
―¿Ginny?― Ron estaba realmente perplejo. ―¿No deberías estar entrenando con las Arpías de Holyhead…?
Sí, Ginny finalmente había pasado todas las pruebas exitosamente y se había incorporado al famoso equipo como cazadora.
―¡El entrenamiento parte en Agosto, idiota, te lo he dicho cien veces!
―Ah sí, lo olvidé― gruñó y recargó su oído para escuchar lo que pasaba al otro lado de la puerta. ―¿Qué te pasó…?
―¡Nada!
Ron frunció el entrecejo. ―¿Estás llorando?― cuestionó preocupado, y al no obtener respuesta supuso que era cierto. Suspiró con cansancio y chasqueó la lengua. ―Oye, no tienes que llorar… Harry volverá dentro de una semana y…
―¡NO ESTOY LLORANDO POR ESO!― Ginny abrió la puerta tan sorpresivamente que salió disparado hacia atrás. Parpadeó confundido y entornó los ojos. Su hermana (también vestida con una túnica morada) lo observaba furiosa, con todo su cabello desparramado por todas partes y con… Una mueca burlona apareció en su rostro y no pudo suprimir la carcajada explosiva que estalló en su garganta.
Ginny lanzó un sonoro bufido. ―¿POR QUÉ NO ME LO DIJISTE?
Ron seguía riéndose. Su hermana había caído en la monumental broma que había en uno de los pasillos calificados como "no apto para curiosos". Tenía toda la cara pintada de un rosa chillón y sus ojos apenas se veían; estaban totalmente irritados y le lagrimeaban terriblemente.
―¡Por qué no me lo dijiste!― volvió a exigir la pelirroja, refregándose los ojos. Le ardían y picaban horrores.
―¡Te dije que no abrieras ninguno de los libros...!― Ron se intentó calmar y desvío la mirada para no verla. Se veía realmente ridícula.
―¡Pero no me dijiste cuál!
―¡Y yo qué sabía cuál era!― mintió. A él también le había pasado algo similar cuando recién había entrado a trabajar en la tienda, y consideraba que cada nuevo empleado debía tener la experiencia.
―¡Estoy segura que lo sabías!
―¡Oye!― reclamó. ―¡Vete a quejarte con George, no conmigo!
―Sea como sea― resopló Ginny. ―Más le vale tener algo que revierta este desastre…― se alejó a grandes zancadas.
―¿A dónde vas?― preguntó burlesco. ―¡Podríamos aprovechar y usarte como exhibición!― Ginny lo fulminó con la mirada mientras se encerraba de nuevo en el baño.
Ron sonrió con suficiencia y regresó al mesón para comenzar con su labor. Metió la mano en su bolsillo en busca de su varita, y se impresionó cuando encontró junto a esta una de las fotografías que les habían tomado durante su graduación (había olvidado que se la había metido al bolsillo). Sonrió. No era cualquier fotografía. Se la habían tomado junto a Hermione después de la ceremonia, justo antes de subirse a los botes. Primero salía ella sonriendo un tanto retraída (no es que le gustaran mucho las cámaras) pero luego llegaba él y la tomaba sorpresivamente por la cintura y le daba un suave beso en la mejilla. Al final de la toma terminaban sonriendo bobamente abrazados.
Sonrió por milésima vez y deslizó sus dedos a través de la imagen, deteniéndose en el rostro de Hermione.
Ese día se cumplía exactamente una semana y veintidós horas desde la última vez que la había visto; desde que la había ido a dejar a su casa en Westminster el día después de la fiesta sorpresa, había podido verse bastante poco para su gusto (considerando que acostumbraba a verla todos los días, cada hora del día) gracias a sus jornadas completas trabajando en Sortilegios Weasley.
Y la extrañaba, la extrañaba muchísimo ¡solo Merlín sabía cuánto la extrañaba! ¡Todavía no podía acostumbrase a ese nuevo orden en sus vidas! Y no lo consolaba el hecho de que se escribieran todas las noches o día por medio, así como tampoco le eran suficientes sus repentinas y fugaces visitas durante la hora de almuerzo (que era algo así como su único tiempo completamente libre en la tienda) donde solo podían compartir un par de besos y unas cuantas ideas.
Pero él no era el único ocupado en el día, por supuesto que no. Hermione había comenzado a trabajar por las mañanas como recepcionista en la consulta odontológica que sus padres tenían en el centro de Londres, donde se la pasaba archivando y clasificando fichas médicas y tomando pedidos de consulta.
Pero ese tedioso (según Ron) o entretenido y práctico (según Hermione) trabajo no era lo más interesante que ella había estado haciendo después de todo, porque lo que sin dudas más la entusiasmaba era el hecho de que, a pesar de todavía no conocerse los resultados de los EXTASIS, había recibido un incontable número de ofertas de trabajo en un sinfín de instituciones (desde las más sospechosas hasta las más reconocidas) gracias a su sobresaliente rendimiento en Hogwarts; "la mejor alumna tras muchas generaciones" (así la habían catalogado en El profeta) y también gracias a sus prestigiosos resultados en la primera versión del torneo escolar de Beauxbatons; "una bruja increíblemente talentosa y brillante, sin dudas ha dejado la vara muy en alto para los futuros competidores" (nuevamente El profeta era el dueño de estas palabras), por lo que se había dedicado exhaustivamente en ir y venir de entrevistas de trabajo a pesar de que ya tenía muy claro lo que deseaba hacer por el resto de su vida, pero el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas todavía no había mostrado un interés concreto por contratarla; eso la había tenido un poco abrumada.
Ron se limpió las manos con un viejo paño y sonrió completamente satisfecho de sí mismo. Había terminado con la fabricación de detonadores mucho antes de lo que había previsto y ahora solo le faltaba realizar un simple hechizo para verificar que funcionaban correctamente. Sonrió de nuevo. Ya comenzaba a pensar que fabricar detonadores (y en general cualquiera de esos interesantes objetos que había en la tienda) era algo en donde podía aplicar sus conocimientos, y por sobre todo, aprender muchísimos más de una manera bastante práctica y divertida, tal como a él le gustaba.
Entonces, recordó de pronto que en algún cajón de su habitación en la Madriguera se encontraba la invitación exclusiva que le había enviado el Ministerio para reintegrarse al escuadrón de aurores…
―Disculpe― una infantil voz lo sacó de sus cavilaciones. Bajó la vista y se encontró con un pequeño niño, cuyos padres lo aguardaban en la entrada de la tienda. ―Deseo llevar esta pluma y uno de esos detonadores― señaló tímidamente.
Ron se apresuró en efectuar la venta y sonrió para si mismo cuando vio al chico correr felizmente para mostrarle a los adultos el paquete que contenía uno de los detonadores que acababa de fabricar y probar. Luego se fijó en que allá afuera comenzaba a transitar un considerable número de personas por lo que supuso que la tienda no tardaría en repletarse, y él solo no podría atender a tanta gente. Refunfuñó por lo bajo y se acercó a la puerta del baño, donde sabía que todavía estaba encerrada su hermana.
―Ginny, no te la pasarás todo el día encerrada… ¡Necesito ayuda con la caja!
―¡Olvídalo! ¡Todavía no me puedo deshacerse de este maldito hechizo!
―Ya déjate de idioteces, ¡ni que tuvieras trece años!
―¡LÁRGATE!
―¡BIEN! ¡Pero más vale que salgas de ahí porque tengo trabajo que hacer en las bodegas!
Bufó molesto y regresó al vestíbulo, pero su mal humor desapareció al instante cuando vio quien aguardaba al otro lado del mesón. Su corazón se aceleró desaforadamente, desesperado y regocijado por encontrarse con su dueña aguardando por él; Hermione tamborileaba los dedos con impaciencia mientras observaba distraídamente a su alrededor. Se veía preciosa con una blusa y unos pantalones formales, de seguro que venía de alguna de sus entrevistas.
Ron intentó acomodarse el cabello con sus dedos y sonrió a más no poder. El día no podía ir mejor. No se esperaba tan maravillosa sorpresa.
―Hola― dijo tras aclararse la garganta. Hermione giró su rostro de inmediato y sus brillantes ojos se clavaron en los suyos.
―Hola― lo saludó encantadoramente.
Se quedaron observando estúpidamente y Ron le tomó la mano, deseando que por nada en el mundo se interrumpiese aquel momento.
―Disculpe, señor Weasley― otra infantil voz lo arrancó de su trance. Molesto, volvió a bajar la mirada y se encontró con otro niño, esta vez de unos diez años, que para su sorpresa cargaba un carro totalmente lleno de chucherías.
Hermione sonrió, se hizo a un lado y fingió interés en unos frascos en cuyo interior flotaba una sustancia de aspecto muy asqueroso.
El niño comenzó a pasarle las cosas para que las marcara y él entornó los ojos. No se podía creer que compraría todo eso.
―¿Tus padres te han dado el dinero para que compres todo esto, verdad?― preguntó con un tono de voz que él consideraba el más dulce que tenía. Sintió la mirada de Hermione clavada en él y sus orejas adquirieron un tono escarlata.
El chico asintió inocente y culpablemente y Ron frunció el ceño. Aún así, continuó pasando los artículos, pero se detuvo cuando una caja del famoso "Encantamiento―soñar despierto―patentado" llegó a sus manos.
―No puedo venderte esto― informó seriamente, llamando una vez más la atención de Hermione.
El niño frunció el ceño. ―¿Por qué?
―Porque es para mayores de once años ¿qué edad tienes?
―Once años― respondió el chico sagazmente. Ron rodó los ojos y juró escuchar el típico sonido que Hermione emitía cuando aguantaba reírse.
―¿Me quieres tomar el pelo?
―¡Mi primo de siete compró uno hace unos meses!― protestó el niño y él se horrorizó con la posibilidad de que hiciera un berrinche, o peor aún, que se pusiera a llorar.
―Escucha― dijo suavizando exageradamente su voz y sus orejas volvieron a arder. ―La tienda ha decidido aumentar de seis a once años la edad para usar este producto…
―¿Por qué?
―¡Cuestiones de seguridad!― respondió tajante. Definitivamente no tenía la paciencia que se requería para lidiar con niños. El chico resopló fuertemente y él dio por finalizada esa estúpida e innecesaria discusión.
Suspiró aliviado cuando lo vio desaparecer. Hermione estalló en carcajadas.
―¿Qué es tan gracioso?― gruñó, todavía notablemente sonrojado.
―¿Eres así de amable con todos los clientes?
―Por supuesto que sí― volvió a gruñir.
―Oh, ya lo creo― combino Hermione. ―Pero deberías esforzarte un poco más, especialmente si se llevan la mitad de la tienda…
Ron asintió en silencio. ―Pero de todos modos― suspiró. ―Debería gastar su dinero en otras cosas ¿no lo crees?― Ella alzó las cejas, sorprendida por su comentario. ―Quiero decir, que no debería gastar todo su dinero en chucherías, hay cosas más importantes y necesarias…
Hermione lo observó con tanta ternura y admiración que se avergonzó. Carraspeó y decidió cambiar de tema.
―¿Venías de una de tus entrevistas?
Ella parpadeó, como si hubiera salido de un trance. ―Así es― dijo sonriente.
―¿Y de qué era esta vez?― preguntó muy interesado en el tema. ―Creo que lo único que falta es que te ofrezcan estudiar medimagia…
Hermione se mordió el labio. ―Nada de eso― murmuró y sus ojos brillaron. Se balanceó sobre sus talones e inspiró profundamente antes de hablar. ―El Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas me ha citado esta mañana y…
―¡Te han ofrecido finalmente un puesto!― la interrumpió Ron entusiasmado.
―Bueno sí…― dijo Hermione. ―Pero supongo que no es nada seguro, porque aún falta una semana para saber los resultados de los EXTASIS, y si yo no…
―¿Estás loca?― Ron rodó los ojos. ―¿De verdad crees que el resultado de esos exámenes importa en tu caso?
Hermione frunció el ceño. ―¿En mi caso?
―Sí, en tu caso― enfatizó. ―Eres realmente brillante, ya todo el mundo se ha dado cuenta por si no lo sabías― agregó, y antes de que ella dijera algo se apresuró a seguir hablando. ―Y si tanto te preocupa, créeme que es más que obvio que el Ministerio sabe antes que todos los resultados de los EXTASIS, por lo que ya deben de estar más que enterados de que obtuviste Extraordinario en todas tus asignaturas― concluyó, sintiéndose satisfecho por su explicación.
Hermione hizo una mueca, todavía no muy convencida. Ron volvió a tomarle la mano por sobre el mesón. Se sentía tremendamente feliz por ella.
―¡Y además te han citado! ¿Qué se supone que significa eso?― le animó.
―Es solo que no quiero hacerme falsas expectativas.
―No son falsas expectativas― rebatió, muy serio. ―Ya lo tienes, lo sabes. No arruines este momento, lo has esperado por siempre.
Hermione se mordió el labio sin saber qué responderle, excepto que era endemoniadamente maravilloso, pero aquella declaración no vendría mucho al tema.
―¡Tenemos que celebrar!― volvió a exclamar Ron, logrando finalmente contagiarle su entusiasmo. ―Tengo que ingeniármelas para poder tomarme el resto de la tarde libre…― reflexionó en voz baja. ―Pero con Ginny encerrada en el baño no puedo hacer mucho…
―¿Gnny está encerrada en el baño?― preguntó Hermione alarmada. Él se encogió de hombros y sonrió feliz.
―Sí, por fin cayó en una de las bromas que George tiene preparada para los curiosos que se meten donde no deben.
Ella puso los ojos en blanco. ―¿Y te alegras de eso?
―¡Por supuesto que no!― rió, y Hermione negó con la cabeza.
―¿Es muy grave?
―¡Oh, por favor! ¡Son solo bromas inocentes!
―¡Claro, muy inocentes!― se indignó, recordando las atrocidades que vio hacer a los gemelos en Hogwarts, y alguna de la que hasta ella fue víctima. ―Creo que sería conveniente que vaya a verla por si…
―Déjala― Ron la retuvo y rodeó rápidamente el mesón. ―No exageres, se le quitará en un par de horas… o días― rió.
―Eres un insensible― acusó Hermione sonriendo.
Ron le devolvió la sonrisa. Se le acercó y por fin le dio un beso. ―Pero además― susurró. ―Se supone que has venido a verme a mí ¿o me equivoco?
―Solo vine para darte la noticia, sé que estás ocupado― ella volvió a sonreír y se alejó de él.
Ron rió. ―No creerás que voy a desaprovechar que estás aquí…― ella alzó las cejas en un gesto de desaprobación, pero no puso resistencia cuando volvió a tomarla de la mano para jalarla a un lugar mucho más privado.
La guió hasta el final de un angosto pasillo que conducía a una pequeña bodega donde se almacenaban productos que se debían mantener alejados del resto. Se detuvieron en la entrada y se acercó para robarle un nuevo beso; ella lo correspondió solo por un par de segundos.
―No seas irresponsable, Ron― apoyó sus manos en su pecho y lo alejó. ―No hay nadie atendiendo.
Él sonrió y volvió a apoderarse de sus labios.
―Ron, no…― suspiró Hermione, totalmente arrebolada.
―Ginny se encargará, no te preocupes…― la besaba lenta y suavemente, tal como sabía que a ella le gustaba. ―Te he echado tanto de menos…
―No hagas esto, Ron, por favor…― rogó Hermione, pero no hizo ningún intento por zafarse. También lo había echado muchísimo de menos.
―¿Por qué…? ¿No te gusta…?
―Alguien puede venir…
Ron volvió a sonreír, y sin pensarlo mucho, abrió la puerta tras ellos para arrastrarla al interior de la habitación. La poca luz que emitía una pequeña ampolleta se pintaba de rosa al reflejar el líquido contenido en decenas de botellitas de filtros de amor, que se agolpaban en unas viejas estanterías. Además, una extraña niebla flotaba alrededor, subiendo en forma de espirales mientras emanaba de un enorme caldero arrimado a una esquina, cuyo contenido era una sustancia nacarada…
―¿Amortentia?― Hermione entrecerró los ojos y contuvo la respiración. No sabía que Sortilegios Weasley se atrevía a fabricar ese brebaje tan complicado, y mucho menos a venderlo.
―No crea amor, solo obsesión― dijo Ron con voz ronca, respirando entrecortadamente. ―Aunque yo no necesitaría beberla si se tratara de ti― susurró instalando sus manos en su cintura. La atrajo hacia él y la besó profundamente, acorralándola luego entre la pared y su cuerpo.
Hermione se estremeció, dejando escapar todo el aire que había contenido y luego inspiró profundamente, sintiendo como el delicioso aroma de la famosa poción se colaba por sus fosas nasales, embriagándola completamente de aquellas fragancias que desde siempre habían ejercido una fatal atracción sobre ella, pero por Dios, ahora lo único que podía reconocer era la intensa y exquisita esencia de Ron por todas partes.
Si seguían así, definitivamente iba a perder la cabeza.
Todos sus sentidos se aferraron a él con locura. Ya apenas podía pensar. Solo era consciente de sus labios moviéndose y acoplándose desesperadamente, del doloroso placer de su boca sobre la suya. Estaba perdida, realmente perdida. Ron era capaz de romper todas sus defensas y esquemas, de llevarla hasta el límite y de hacerle hacer cosas que nunca en su sano juicio creyó que haría, como encerrarse en una sala llena de vapor de amortentia, sabiendo de antemano que no se podrían resistir al ser la perdición el uno del otro… Oh, él sabía todo lo que provocaba en ella, seguramente estaba haciendo todo esto a propósito…
―Eres terrible― dijo apenas, entre labios que iban y venían.
―¿Sí…?
―Sí…― depositó suaves besos en su mentón. ―Siempre me… haces hacer… cosas prohibidas― con cada respiro que daba, más aturdida se sentía.
Él sonrió, completamente complacido por sus palabras. ―Terrible y todo…― murmuró. ―Así te gusto.
―Sí, así es― dijo sin aliento, volviendo a capturar sus labios con deleite.
Morirían si no seguían adelante, así que continuarían cuanto fuese necesario.
―Hermione… me, me vuelves loco…― confesó Ron con voz ahogada, dejando salir las palabras atropelladamente de su boca. Estaba totalmente extasiado y atontado, con su corazón martillando desesperado en su pecho, a punto de explotar. Hermione lo besaba increíblemente, con una tersura formidable que se tornaba terriblemente candente mientras sus finos dedos recorrían su cabello y su cuello.
Sus pies se entrelazaron con placer. La levantó para acomodarla mejor entre sus brazos y ella gimió al sentirlo tan cerca, robándole besos agonizantes, mordidas celestiales.
Ron se sentía desfallecer. Nunca creyó que sus sesiones de besos llegarían a tal nivel de intensidad. O tal vez solo era la situación, el lugar, sus aromas enloquecedores colándose por cada uno de sus poros, haciendo que sus mentes se nublen, provocándolos, instándolos a que desearan reavivar desesperados todos aquellos recuerdos y momentos que atesoraban tan celosamente, cuyo máximo representante era la maravillosa ocasión transcurrida en la habitación de Ron la noche de la fiesta sorpresa…
―¡RON!
Se despegaron tan rápido que él se tambaleó peligrosamente y chocó con una estantería, y si no fuera por sus impecables reflejos de guardián, una buena cantidad de botellitas se hubieran echo añicos.
―¡¿Dónde demonios te has metido?― la fastidiada voz de Ginny volvió a retumbar en sus oídos, haciéndolos por fin reaccionar. Intentaron calmarse un poco y salieron precipitadamente de la asfixiante y engatusadora sala. El aire fresco no tardó en invadir sus pulmones. Caminaron de regreso, todavía con la cabeza dándoles vuelta por el angosto pasillo.
―¿Qué pasa?― Ron se revolvió el pelo y buscó a su hermana, quien no tardó en aparecer, ahora con toda su cara pintada de un intenso azul. Se rió al verla.
―¿Quieres dejar de hacer eso?― Ginny le espetó enfadada, ya se había resignado ante su terrible aspecto. Luego se fijó por primera vez en Hermione y parpadeó rápidamente.
Y ella, que todavía estaba muy acalorada, sintió su cara hirviendo por la vergüenza. Y es que recién reparaba en lo que habían estado haciendo…
¡Por Merlín!
―¿Qué pasa?― Ron volvió a preguntar, alzando las cejas.
Ginny chasqueó la lengua. ―Creí que estabas en la bodega― dijo lanzándoles escrutadoras miradas de manera alternativa. ―George quiere que vayas a mover unas cajas…
―¿Acaso no las puede mover él?― gruñó. ―¡Siempre me tiene moviendo cajas!
―¿Es mi idea, o escuché al pequeño Ronnie quejándose a mis espaldas?
Hermione rió al ver su expresión y Ron decidió que era mejor apurarse en cumplir con la orden. Se perdió por los pasillos al momento que aparecía George, felizmente acompañado por Angelina Johnson. La joven saludó amigablemente a Ginny y a Hermione (que se había impresionado un poco por su presencia) y compartieron una pequeña y amena conversación.
George carraspeó exageradamente. ―Bien, no es recomendable distraer al personal de la tienda― dijo dedicándole una gran sonrisa a Ginny. ―Así que Angelina, por favor, si me acompañas…
―¡Oye!― bufó Ginny. ―¡¿Y acaso no me vas a decir cómo rayos se soluciona esto?― exigió apuntando su propia cara, la que ahora se estaba tornando morada.
George se rió por lo bajo. ―Hermanita, lo siento, pero todavía no me he dado el tiempo de creer el hechizo que pueda revertir la situación― explicó solemnemente. Ginny abrió los ojos desmesuradamente. ―Pero no te preocupes, que solo serán unos cuantos días…
―¿DÍAS?― Ginny se vio bastante afectada por la noticia. ―¿Pero crees que desaparezcan de aquí al cumpleaños de Harry?
―Claro, pero no si tienes mala suerte― la consoló George sinceramente.
―¡Listo!― Ron reapareció sacudiéndose las manos. ―Quisiera saber qué tienes metido en esas cajas ¡estaban realmente pesadas!― se quejó.
―Ya lo verás― su hermano le guiñó un ojo, dando a entender que era otra de sus grandes invenciones. ―Ah, por cierto. Me interesa mucho conocer más a fondo la idea que me comentaste el otro día, acerca de crear una poción para no dormir…
―¿Poción para no dormir?― repitió Hermione, como si no creyera lo que acababa de oír.
―Sí― dijo George rodando los ojos. ―Según Ron, los pobres estudiantes necesitan más tiempo del que disponen para estudiar para los TIMOS y EXTASIS, por lo que propuso que fabricáramos una poción que quite el sueño, y que además otorgue energía extra― explicó como si fuera lo más obvio del mundo. ―Y ahora que lo pienso, podríamos modificar la amortentia para que también incentive obsesión por los estudios…
Ron y Hermione se sonrojaron violentamente ante la mención de la famosa poción, pero ella se recobró rápidamente y le dedicó una acusadora mirada; no podía creer que haya tenido una idea semejante. No podía no decirle algo al respecto:
―¡Acabas de graduarte de Hogwarts como prefecto y sugieres un producto que rompe todas las reglas!
Ron se quedó en silencio por un par de segundos. Un silencio en el que se palpaba a leguas lo que a continuación sucedería.
―¡Creo que es una muy buena idea!― contraatacó al final, y sus orejas adquirieron rápidamente el color de su cabello. ―¡Y además no rompe las reglas!
Hermione se indignó. ―¡Vaya! ¡No me digas que te diste el tiempo de leerlas!― exclamó sarcásticamente.
―¡Por supuesto que lo hice!― se defendió débilmente. ―Porque como acabas de mencionar, fui prefecto y…
―¡Claro!― lo interrumpió Hermione, exasperándose más de lo necesario. ―¡Y casualmente te saltaste la página treinta y siete del manual de prefectura, donde se explica explícitamente que las pociones o cualquier otra sustancia que altere el normal funcionamiento del metabolismo de un estudiante está prohibida!― ella sonrió con suficiencia al saber que ya había ganado la discusión, pero para asegurarse, agregó: ―¡Siendo mucho más severa si de estudios se trata!
Ron abrió la boca, pero no dijo nada. Aquello echaba abajo todos sus posibles argumentos; solo Hermione Granger podía saberse de memoria el número de las páginas en donde se explicaba cada una de las reglas de Hogwarts.
Hubo un instante de completo silencio antes de que Angelina no pudiera evitar echarse a reír por su espectáculo. Hermione desvió la mirada, totalmente sonrojada, y para su desgracia, se encontró con que un par de clientes también los observaban divertidos.
―Te ha tocado muy difícil, hermanito― dijo George dándole palmaditas en la espalda, como si le estuviera dando el pésame por algo verdaderamente terrible.
―Ya estoy acostumbrado― murmuró Ron, sonriendo de lado. Observó a Hermione, y ella lo fulminó con la mirada.
Aún así, volvió a sonreír.
¿Y qué esperaban? Si a pesar de lo mucho que habían crecido y cambiado juntos, aquella esencia que tanto los caracterizaba seguía intacta.
Hermione no le dirigió la palabra a Ron durante la siguiente hora a pesar de que se quedó en el lugar aguardando a que finalizara su turno para que pudieran pasar el resto de la tarde juntos (George se había puesto particularmente de buen humor gracias a la llegada de Angelina, por lo que le había dado el resto del día libre), por lo que se dedicó a esquivarlo lanzándole miradas de fastidio mientras charlaba con Ginny (ahora con su cara totalmente verde) acerca de los planes sobre organizar una fiesta para Harry por su cumpleaños, el que coincidía felizmente con el fin de su primera etapa de entrenamiento, con lo que se daba fin también a sus prolongadas ausencias.
Ahora, sin haber roto la ley del hielo impuesta ni una sola vez, caminaban un tanto distanciados por el concurrido callejón.
Hermione observaba con mucha interés las vitrinas, sintiéndose invadida por una fugaz nostalgia cada vez que veía anticipados anuncios sobre el inicio de clases el 1 de Septiembre. Todavía no se acostumbraba a la idea de que nunca más recibiría una carta indicándole los materiales que debía comprar para un próximo curso, o que no volvería a utilizar las túnicas de Hogwarts. En realidad todavía no se acostumbraba a la nueva organización que comenzaba a adquirir su vida; algo mucho más independiente que conllevaba muchas más responsabilidades.
Con ese pensamiento decidió hacer una parada en Flourish y Blotts; si iba a entrar a trabajar en el Ministerio, debía instruirse y prepararse lo mejor posible.
Ron rodó los ojos pero la siguió en silencio, aceptando de una vez por todas que nunca comprendería su afición por el estudio y los libros; finalmente había entendido las sabias palabras que alguna vez oyó decir a su padre; que no tenía sentido intentar entender a las mujeres tan complicadas (y si Hermione no entraba en esa categoría, el mundo definitivamente se había vuelto loco) y que solo había que esforzarse en quererlas como se lo merecían. Sonrió.
La librería era un sinfín de pasillos repletos de libros hasta el techo, pero Hermione sabía donde buscar cada sección como la palma de su mano. Se dirigió rápidamente a la que buscaba, sintiendo los pasos de Ron detrás de ella.
―¿Vas a comprar o solo vienes a mirar?― preguntó él, sin un ápice de fastidio en su voz. Aún así lo ignoró completamente.
Ron chasqueó la lengua ¿por qué rayos era tan obstinada?
Ella continuó ignorándolo y buscando lo que necesitaba, pero de pronto se fijó en que un par de chicas le lanzaban descaradas y estúpidas miradas. Frunció el ceño, y sin dudarlo ni un segundo, se le acercó y le tomó la mano para tenerlo a su lado. Ron la observó impresionado (suponía que estaba enojado con él y ni siquiera se había percatado de la presencia de las chicas), pero le devolvió el gesto rápidamente, entrelazando sus dedos firmemente.
―¿Y qué libro buscamos esta vez?― se animó a preguntar de nuevo, suponiendo que ya no estaban enfadados.
Ella le dedicó una fría mirada. ―Uno que contenga la versión extendida de los documentos que invalidan a las criaturas mágicas como seres iguales a los magos― respondió cortante.
Ron rodó los ojos. ¡Definitivamente jamás la entendería!
―¿Por qué insistes en estar…?
―Creí que ya estabas acostumbrado― lo interrumpió ácidamente, citando las palabras que había dicho hace más de una hora.
Ron no pudo evitar soltar una risita.
―Lo siento, pero no puedo retractarme, lo dije muy sinceramente― declaró, y ella frunció más el ceño. ―¿Pero acaso tú no podrías decir lo mismo?― inquirió suavemente y acomodó un rebelde rizo tras su oreja.
―¿Decir qué?
―¿Que ya estás acostumbrado a mí y a todas mis idioteces?
La expresión de Hermione vaciló, y al final terminó cediendo.
―Eres lo peor― dijo sonriendo.
―Si sigues diciéndome eso constantemente, creo que lo comenzaré a tomar como un cumplido.
Ella rió. ―Lo es― susurró, y le dio un corto beso en los labios.
Ron esbozó una amplia sonrisa y se apresuró en seguirla.
Después de darse varias vueltas por la librería y por algunas otras tiendas más, decidió que la mejor manera de relajarse y refrescarse del terrible sol de la tarde sería tomando una buena dosis de helados, por lo que prácticamente arrastró a Hermione a la heladería más cercana; Florean Fortescue a esas horas estaba repleta de personas, pero uno de los meseros apenas los vio entrar al local los reconoció, por lo corrió desesperadamente a atenderlos y buscarles una de las mejores mesas.
―No deberían tratarnos como si no fuéramos como el común de las personas― dijo Hermione algo molesta, apenas el joven brujo desapareció desesperado en busca de sus pedidos.
Ron rió. ―El común de las personas no se la pasó prófugo un año entero buscando horrcruxes para ayudar a destruir a Voldemort― dijo alegremente. Hermione lo miró algo alarmada. ―Solo creo que debemos aprovechar los pequeños privilegios que tenemos…― agregó un poco avergonzado.
Hermione negó con la cabeza. Ron a veces decía cosas tan maravillosas y otras… bueno, no muy apropiadas o acertadas.
―De todos modos ese no es mi punto.
―¿Y cuál es tu punto?― preguntó él, muy interesado.
―Que por muy gentiles o buen intencionado que sea el trato diferente que se le da a ciertas personas…― comenzó a explicar solemnemente. ―… ya sea por un mal o buen motivo, son esos mismos tipos de actos los que sentaron las bases que paulatinamente dieron comienzo a la discriminación, al maltrato…― Ron alzó las cejas, captando a donde quería llegar con todo el asunto.
―… ¡Siendo que todas las criaturas merecen tener los mismos derechos!― terminó Hermione, un poco exasperada.
En ese momento dos gigantescas copas de helado levitaron hasta ellos, ubicándose sobre la mesa por si solas.
―¿Planeas seguir adelante con la P.E.E.D.O, verdad?― preguntó Ron sonriendo, mientras comenzaba a atacar su helado rebosante de crema y caramelo.
Hermione suspiró. ―Sí… bueno, quisiera que alguna vez la tomen en cuenta en las altas instituciones…― murmuró. ―Pero primero tengo que investigar muchísimo para establecer firmes argumentos que la respalden, lograr que las personas se interesen y colaboren con la cusa. No será nada fácil, quizás tarde años…
―Sé que lo lograrás― le dijo Ron sinceramente. Luego le tomó la mano, y con sus dedos comenzó a trazar las líneas de su palma, como si estuviera leyendo su futuro. ―Estás hecha para defender los derechos de los elfos y de cualquier otra criatura indefensa― susurró misteriosamente, de una manera que se podría considerar una perfecta imitación de la profesora Trelawney.
Hermione se rió fuertemente, y a pesar de que nunca le gustó esa asignatura, estuvo muy de acuerdo con sus palabras.
―¿Y tú?― cuestionó calmadamente, tras varios segundos en el que devoraron más de la mitad de sus copas. ―¿Te gusta trabajar con George en la tienda?
Ron alzó la vista y la observó seriamente. ―Más de lo que creí cuando comencé, mucho más― respondió con mucha sinceridad. ―Creo que… es algo que me gusta― sonrió.
Ella le devolvió la sonrisa. Le provocaba una tremenda felicidad saber que se sentía satisfecho y contento con lo que hacía (a pesar que nunca podría aprobar del todo la clase de artículos que fabricaba). Sin embargo, aún había algo al respecto que le inquietaba.
―¿Y qué harás respecto a la oferta del Departamento de Aurores?― le preguntó, muy cuidadosamente.
Ron alzó la vista. ―No es algo que haya pensado profundamente..._ murmuró. ―…pero no podría iniciar esa clase de entrenamiento, al menos no por el momento.
Ella asintió quedamente. ―¿Estás seguro?
Él suspiró de nuevo. ―En realidad nunca estuve seguro… pero después de todo lo que pasó durante la guerra y el último curso…
Hermione le tomó la mano y lo miró muy seriamente. ―Si piensas que por eso no tienes las habilidades suficientes…
Ron negó con la cabeza rápidamente. ―No es eso, es…― suspiró y se aclaró la garganta. ―Es como si algo gritara en tu interior que aquello no es lo que te corresponde…― articuló con voz considerablemente más baja. Desvió la mirada, ruborizándose, pero una nueva caricia en su mano lo hizo volver a observarla.
Y con tan solo verla, desaparecieron todas sus posibles inseguridades.
Le sonrió y ella le sonrió de vuelta.
El sol se acababa de ocultar en el horizonte cuando arribaron al vecindario de Westminster. Por las calles no se veía ni un alma y la tenue luz de los faroles chocaba con el follaje de los árboles, que se mecía al ritmo de una cálida y agradable brisa, nada comparada al sofocante aire que los había acompañado durante la mayor parte del día.
Después de haberse acabado los helados en Florean Fortescue y librado del concurrido callejón Diagon, habían iniciado un trayecto indefinible, caminando tranquilamente por las calles que bordeaban el centro de la ciudad para esquivar las bochornosas avenidas londinenses, deteniéndose de vez en cuando en solitarias y pequeñas plazas donde se echaban a correr, retándose en pequeñas carreras y persiguiéndose como niños pequeños (en ambos casos Ron siempre ganaba) o recostándose sobre el césped donde se mimaban y besaban durante unos minutos, reanudando luego la marcha.
Aminoraron el paso cuando la modesta fachada de la casa de los Granger apareció al doblar por una esquina, como queriendo posponer cuanto sea posible el final de aquella maravillosa jornada; una como cualquier otra, pero tan diferente a las demás.
―Bien― dijo Ron cuando se detuvieron. Una luz proveniente desde el interior de la casa indicaba que el matrimonio Granger ya se encontraba en el lugar. Suspiró.
―Supongo que ahora viene la parte en la que me tengo que despedir.
Hermione rió. ―¿Supones?
Él se encogió de hombros. ―¿No es así como tiene que ser? ¿El chico escoltando a la chica sana y salva hasta su casa al final del día?
Ella se rió más fuerte y negó con la cabeza.
―Puedes retrasar esa parte cuanto quieras― musitó.
Ron sonrió con satisfacción y luego se dedicó a jugar con sus dedos. Suspiró. ―Creo que todavía no me acostumbro a esta nueva rutina― susurró mirando como sus manos se entrelazaban una y otra vez.
Hermione alzó su mano y le quitó una hoja que se había quedado atrapada en su cabello. ―Yo tampoco.
La observó soñadoramente.
―Quisiera que… pudiéramos vernos más seguido― murmuró. ―… creo que… no soportaría estar otra semana sin verte― confesó, y sus ojos se clavaron en los suyos con intensidad. Entonces ella sorpresivamente ubicó una mano en su nuca y lo atrajo para besarlo con profunda suavidad.
Le correspondió embobado, con su corazón latiendo desaforado en su garganta. Estaba sediento de sus besos.
―¿Entonces vendrás mañana?― Hermione se alejó con sutileza y lo observó atentamente.
Él sonrió y asintió quedamente.
―Vendré siempre.
―Es bueno saberlo.
―Sí.
Hermione volvió a acercarse, y una vez más recibió la prolongada, cálida y reconfortante sensación de sus labios sobre los suyos. Y no pudo hacer más que volver a abandonarse, a dejarse caer en sus redes y ser llevado hasta un lejano y misterioso lugar de infinito y sincero regocijo, donde solo ella podía transportarlo, sintiendo con cada ínfimo roce el anhelo, la necesidad y seguridad que le transmitía.
―Te quiero demasiado― susurró cuando se hubieron separado, apoyando su frente sobre la suya. ―Te amo demasiado.
Hermione sonrió a más no poder y cerró los ojos; una expresión que reflejaba una completa complicidad y satisfacción. ―Dímelo otra vez.
Ron sonrió y deslizó sus dedos delicadamente por su rostro.
―Te amo― musitó suavemente. ―Te amo, te amo…
Sus ojos brillaban cada vez que lo decía, leyendo el mensaje en los de ella, proclamando que era totalmente correspondido.
Se amaban tanto que a veces ya no se podían explicar como habían podido estar los primeros once años de sus vidas sin saber siquiera de la existencia del otro.
Pero finalmente, ya no podrían liberarse.
Y es que habían crecido juntos, con el tiempo tomándose su tiempo para que las cosas entre ellos se dieran tal como debían darse, sin apuros ni contratiempos; habían sido testigos del crecer del otro, de su madurar entre errores y aciertos, de cómo se fueron transformando en aquellos jóvenes que primeramente se consideraron enemigos y luego amigos y finalmente compañeros de camino, amantes y compañeros de viaje; de a poco se habían visto convertir en el hombre y en la mujer que necesitaba el otro.
Y lo sabían.
Habían superado y aprendido tantas cosas, que finalmente se sentían totalmente acordes y seguros consigo mismos y con todo lo que los rodeaba. A través del otro podían ver su propio reflejo, perderse y encontrarse, descubrirse y abrigarse. A través del otro podían escuchar sus propias voces susurrándoles un mar infinito de extrañas, pero regocijantes y satisfactorias certezas, declarando promesas de completa felicidad para un futuro que se acercaba a pasos agigantados, con sus sueños haciéndose realidad, juntos. Siempre juntos.
Porque solo juntos podían ser ellos mismos y luchar en contra de las adversidades que la vida les preparaba, porque solo juntos podían acudir al encuentro de las maravillas que les esperaban; de cada nuevo amanecer y atardecer, de cada nuevo beso y caricia, de alguna desconocida parte de sus almas.
Porque siempre habría algo nuevo que descubrir.
―FIN―
Notas finales de la autora:
Así es queridos lectores, la historia finalmente, después de 7 largos meses, ha llegado a su fin. Y espero de todo corazón que les haya gustado. Siento que ha quedado tal como desde que comencé a escribirla imaginé; desde el principio hasta el final; con Ron y Hermione completamente unidos y amándose con locura *suspira* La verdad es que siempre quise escribir algo como esto, algo "diferente" al resto de las cosas que había leído. Algo que se encargara de resaltar y poner énfasis en cada detalle por más mínimo que fuera, describiendo hasta el cansancio cada sensación, pensamiento y sentimiento; describir desde "cero" el inicio de la relación de este querido par (así como también su hermosa evolución, sobrellevando todos sus temores e inseguridades al respecto). Sé perfectamente que al principio es algo lenta y quizás hasta tediosa, pero así fue como lo planeé. Sentía que había tantas cosas por "descubrir" que era necesario tomarme todas esas palabras para rescatar todo.
Por lo mismo, no saben lo agradecida que estoy de todos ustedes quienes han seguido la historia (ya sea en silencio, acosándome en twitter *risas* o a lo largo de sus hermosos comentarios, que deben saber, siempre me han sacado tremendas sonrisas) y llegado hasta acá. Para mí ha significa mucho saber que están ahí, leyendo este dispárate mío que ha salido desde lo más profundo de mi ser, gracias a un momento muy difícil de mi corta existencia. Y bueno, a pesar de que es muy probable que nunca en nuestras vidas nos veamos las caras, sé que detrás de esa pantalla hay una persona como yo, con sueños, anhelos y problemas, y les deseo lo mejor.
Espero haberles brindado un grato momento de lectura, y haber llegado aunque sea a una parte de sus corazones, dejando una que otra palabra o momento que no olviden en mucho tiempo. Ha sido un honor tenerlos como lectores. Recuerden que el amor sí existe, solo hace falta saber buscarlo y por sobre todo, saber verlo.
*Hace una reverencia y se baja del estrado*
Muchísimas gracias.