Jo, jo, jo. Hola chicas, este capítulo. tendrá una mega recomendación musical (para aquellas quienes le prestan atención a esto) para tratar de darle un ambiente "épico". O apoteósico, ¿para qué mentirnos? The Call, de Regina Spektor. Es de la banda sonora de El príncipe Caspian. Y también, Arms, de Christina Perri. Podéis alternarlas o solo escuchar una. O no escuchar ninguna, ya qué.

Nos vemos abajo :)


Capitulo 10:

El que mucho se despide pocas ganas tiene de volver a su tamaño normal.

«Escucha con atención y la respuesta encontrarás
La clave en todo esto es al principio buscar.»

—Al principio buscar —susurró Hermione—. Al principio, al principio —repitió pensativa—. ¿Pero cuál principio?

—Maldito Peeves. Es un hijo de puta descarado…

—¿El principio de este día?

—…ratas. La mierda es mejor que él…

—¿El principio de qué?

—…gilipollas, energúmeno de quinta…

Hermione arrugó el ceño. Draco la estaba estresando, del verbo si–seguía–así–lo–asesinaba–ella–misma. No paraba de caminar de un lado a otro mientras despotricaba con una sarta de insultos cada vez más amplia (y a veces hasta en otros idiomas) a Peeves.

—¿Podrías por favor, hacer silencio? Tu magnifico léxico no ayuda precisamente a descubrir el acertijo.

—¿Segura que es solo mi léxico el que no te deja pensar? —preguntó Draco descansando parte de su cólera en ella. Hermione no se inmutó por ello.

Ella sabía que Draco estaba furioso por la pseudo traición de Peeves pero también sabía que entre más rápido se descargara más rápido la ayudaría a resolver el acertijo que les había dejado el poltergeist para encontrar la solución a sus problemas. Bueno, solo a su problema de tamaño. Todos los otros problemas (que realmente se resumían en uno) tendrían que ser dejados para luego.

Pero no era tan fácil de decir que de hacer. Como todo lo que le pasaba con Draco Malfoy, pensó Hermione recordando la frase que había sido casi su mantra durante ese día. Aun tenia la conversación que habían tenido sobre sus… sentimientos muy fresca en la mente y esa era la principal razón de su desconcentración. Era obvio que la respuesta al acertijo era fácil pero tan embotada estaba ella recordando las confesiones repentinas, los "te quiero" atropellados y la cálida sensación de sentirse en unos brazos seguros que toda su lógica se dispersaba y no lograba enfocarse en lo más básico.

Suspiró de frustración y se sentó en el piso justo en frente de Draco. La luz del día ya estaba bastante avanzada y un lejano murmullo se sentía a través de las paredes. El colegio estaba despertando y ellos todavía seguían del tamaño de un lápiz y con muchísimos más problemas que el día anterior. Recordó de pronto una vez en la que su madre le dijo que las cargas más pesadas que se llevan en la vida siempre son las de nuestras decisiones y ella había decidido enrollarse con Draco Malfoy (por llamarlo de alguna forma) justo ese día. Aunque claro, de ninguna otra manera y en ningún otro día aquello hubiera sido posible.

Un nudo se atoró en su garganta mientras pensaba en lo ridículo de su situación. ¿Acaso ella sentía algo verdaderamente importante por Draco Malfoy? ¿Era su amigo? ¿Su enemigo? ¿Su peor es nada? ¿Su amor platónico? ¿Qué era exactamente Draco Malfoy para ella? Pues de seguro era la razón de esa opresión en su pecho y la tristeza en todo su cuerpo. Ya estaban a punto de separarse y de volver a su tamaño normal. ¿Por qué no se sentía feliz por ello?

Porque descubriste que sentías algo por Draco —comentó una voz en su mente—, y no quieres perderlo. No ahora que al fin lo tienes.

¿Era eso verdad? ¿Su voz, la voz de su alma, tenía razón?

Daba igual. ¿Qué importaba si sentía algo por Draco Malfoy? ¿De qué servía sentir algo que nunca saldría bien? Peeves se lo había recordado: le había mostrado todo lo que Draco Malfoy había hecho durante su vida y que no era exactamente el patrón de la buena conducta.

¿Pero por qué le dolía tanto saber que se separaría de él tan pronto? O sería mejor preguntarse: ¿por qué le dolía tanto el pecho, al saber que no podían estar juntos? Sonrió con nostalgia y sintió como una escurridiza lágrima caía por su mejilla. Apretó los ojos para contener las demás y se limpió con una mano la mejilla húmeda. Por extraño que le pareciera, creía saber la respuesta.

Estaba enamorada de Draco Malfoy.

Se sentía como Julieta, la protagonista de una de las historias de amor más clásicas del mundo muggle. Estaba destinada a amar a un hombre que no le estaba permitido amar. Sus amigos le odian, la familia de él la desprecia. Hasta se podría decir que ellos mismos no se soportan, ¿pero no hacen todos esos factores, el hecho de que es algo prohibido, mucho más romántica su situación?

Hermione bufó levantando la cabeza. Eso de los amores prohibidos nunca podría resultar en algo bueno. Si no, ahí estaban Romeo y Julieta, en su lecho de muerte para demostrarlo. Tendría que vivir aceptando que Draco Malfoy no era más que un amor platónico, algo que nunca podría ser y que lamentablemente seria la decisión más pesada que haría en su vida. Punto.

—¿Te sucede algo? —preguntó Draco con una voz preocupada. Hermione se dio cuenta que la estaba viendo con angustia desde hace un rato y se preguntó por qué de todos los hombres que habían en el mundo ella tendría que haberse enamorado de ese ser. Aunque tampoco era para tanto. Parecía realmente preocupado por ella y eso era algo que Hermione apreciaba.

—No… —respondió Hermione quitándole importancia con una mano—. Estoy bien, es solo que… no he hallado la respuesta del acertijo de Peeves.

—Ah, eso —asintió Draco con un tono monótono y distante—. ¿Qué tal si te ayudo?

—Vale. No digo que no a eso.

—¿Tienes alguna suposición? ¿Algo que creas que pueda ser la respuesta?

—No realmente —contestó Hermione—. Aun estoy intentando descifrar que quiere decir lo de «la clave en todo esto es al principio buscar.»

—¿Entonces porque no intentas con las otras frases? ¿Recuerdas el acertijo completo?

—Por supuesto —asintió Hermione con primor. Parecía un poco mas altiva. Pero solo un poco—. Escucha con atención y la respuesta encontrarás / La clave en todo esto es al principio buscar. / Fastuoso no es, alegre tampoco / ¿Opresará el mago al que se lo hace todo? —recitó de memoria.

Draco dedicó tres segundos a admirar la prodigiosa mente de Hermione antes de maquinar alguna cosa.

—¿Opresará el mago al que lo hace todo? —atinó a decir luego de un momento.

Hermione se encogió de hombros.

—No sé qué quiere decir eso exactamente. ¿Es algo que hace todo por un mago? ¿O alguien? Podría ser desde un fabricante de varitas hasta la magia misma.

—Pero debe ser algo que no es ni fastuoso, ni alegre.

—Si es un objeto inanimado ya cumple con esos requisitos —apuntó Hermione.

Draco lo sopesó unos instantes. Tenía la respuesta en la punta de la lengua pero no se le ocurría que decir.

—Entonces —dijo—, debe ser algo vivo. Algo que aunque esté vivo y animado no esté alegre ni sea bonito.

—¿Pero qué cuadraría entonces con la parte de "en el principio buscar"? —Hermione no parecía querer dar su brazo a torcer todavía, y se preguntó fugazmente si su inconsciente se esforzaba en alejar la respuesta de ella para alargar el tiempo pasado con Draco al máximo.

—No lo sé. —Draco chasqueó la lengua consternado antes de insultar a Peeves unas siete veces sin respirar siquiera.

Hermione volvió a cerrar los ojos. Sentía que estaba tan cerca la respuesta, tan obvia a sus ojos. Como un recuerdo de momento recordó como hace muchos años, ella entró con Harry a un cuarto del que solo podrían salir resolviendo un acertijo de pociones. Ella lo resolvió fácilmente y se jactó ante Harry de saber que en una prueba de lógica muchos magos perecerían. Pues ahora estaba casi en la misma situación, solo que con diferente compañía y con otro propósito.

Necesitaba resolver un acertijo. Y ella era muy buena en lógica y en pensar con objetividad en situaciones peliagudas. Si tan solo pudiera leer, ver escrito en papel el acertijo, y fusionar las palabras con su mente para darles un diferente significado que dichas oralmente pudieran perder, todo sería más sencillo…

¡Eso era! ¡Ya lo tenía!

Con agilidad y una nueva motivación ordenó en su mente, verso tras verso, uno debajo del otro, todo el acertijo. El resultado daba algo esto.

Escucha con atención y la respuesta encontrarás
La clave en todo esto es al principio buscar.
Fastuoso no es, alegre tampoco
¿Opresará el mago al que se lo hace todo?

Y si lo que Peeves pretendía al decirles que buscaran al principio era que buscaran al principio del cantico y no al principio de un momento de sus vidas, la respuesta había estado, literalmente, bajo sus narices, todo este tiempo.

—¡Lo tengo! —chilló Hermione emocionada. Draco giró para ver el brillo en los ojos de la chica y esperó expectante una respuesta—. Dime, por favor, la primera letra de cada verso del acertijo.

Draco se extrañó ante tal petición pero hizo lo que la chica pedía.

—E… —hizo una pausa revisando las siguientes palabras y frases—. Ele… Efe… O. E–L–F–O —repitió y cayó en la cuenta de algo—. ¡Elfo! Los elfos domésticos pueden devolvernos a la normalidad, ¿cierto?

—Si —sonrió Hermione—. La respuesta era tan fácil… solo había que… ooohh.

Hermione gritó de sorpresa y jubilo cuando Draco la levantó en volandas del suelo y la hizo girar sobre sí misma.

—¡Lo resolviste, Hermione! ¡Podremos volver a nuestro tamaño normal en cuestión de minutos! —gritó Draco mientras la bajaba.

Ella se azoró, siempre tan modesta. Vio como en los ojos del rubio brillaba la alegría y se preguntó si él estaba consciente de que en minutos ellos volverían a actuar como si nada hubiera pasado ese día. Y si en el caso de estarlo no sentía la misma nostalgia que ella. Posiblemente no. Lo más probable era que ella se estuviese ahogando en un vaso de agua mientras que él seguro estaba contando los segundos que le quedaban para olvidarla.

¿Y si era eso? ¿Si lo único que quería Draco era olvidarla? Vamos, él le había dicho que le importaba y que la quería luego pero… oh por Dios. Hermione en ese momento se dio cuenta que había metido la pata hasta el fondo.

¡Había comparado sus sentimientos por Draco con los de Harry y Ron! ¿Por qué? ¿Acaso no creía en la regla tacita de nunca comparar la amistad con… bueno, con el amor? Tonta, tonta, tonta. Tal vez eso había hecho que (en el caso tal, que el rubio albergara sentimientos similares a los de ella) Draco desistiera y pasara a cosas más vitales. Era como si le hubiera dicho que no había más caramelos de menta a un niño. El niño se entristecería pero lo superaría y preguntaría por los caramelos de fresa en cambio.

Era oficial: lo había arruinado. En el caso tal de que hubiera podido haber algo alguna vez.

¿Pero por qué se molestaba tanto, eh? ¿Acaso no había asegurado solo hace unos minutos que entre ella y Draco (representantes mortales de la teoría del agua y el aceite) no podría haber nunca nada? O por lo menos nada que no trajera consecuencias horribles para ellos y sus amigos y familiares. Y la sociedad mágica en general. ¡Maldita sea! ¿Por qué tenía que ser todo tan complicado?

—Eh… —murmuró Draco sacándola de su ensimismamiento—. Entonces… ¿Quién llamará al elfo?

Hermione lanzó todos sus razonamientos y preguntas existenciales lejos de su mente y se concentró en las palabras del chico frente a ella. ¿Estaba preguntando quien sería el indicado para llamar a un elfo? ¿Qué diablos…?

—Cualquiera de nosotros puede hacerlo, ¿no? —Draco se encogió de hombros. Hermione continuó—. Puedo hacerlo yo —resolvió ella.

Draco no pareció molesto ante eso. Ni feliz, ni nada. Su expresión había vuelto a la indiferencia habitual y a Hermione no se le pasó por alto. ¿Tan cerca del final volverían al principio? Era irónico. Pero si así lo quería el rubio, y si así había dejado en claro ella —tonta e inconscientemente—, no podía evitarlo. Respiró profundamente y llamó el nombre del único elfo de Hogwarts que conocía.

—Dobby.

El elfo apareció con un sonoro ¡crac! en medio del pasillo. Vio rápidamente a ambos lados antes de bajar la mirada y posarla en Hermione. Abrió desmesuradamente sus ya de por si grandes ojos y se acuclilló hasta quedar a la altura de la chica.

—Señorita Granger. ¿Qué le ha ocurrido? —preguntó el elfo con su voz chillona.

—Es una larga historia, Dobby. Necesitamos tu ayuda.

—En lo que sea, señorita Granger. Dobby siempre estará dispuesto a ayudar a Harry Potter y sus amigos.

Hermione sonrió de lado antes de dirigirle una mirada a Draco. Él miraba al elfo con una mirada escéptica como si englobarlo en el término de "Harry Potter y sus amigos" fuera casi un insulto. El elfo pareció entonces darse cuenta que quien estaba junto a la chica no era nadie más que el hijo de sus antiguos dueños. Abrió los ojos y un pequeño tambaleo hizo que se echara un paso hacia atrás.

—¿Qué sucede, Dobby? ¿Puedes devolvernos a nuestro tamaño normal? —inquirió Hermione insegura al ver la flaqueza de la criatura.

Dobby pareció pensárselo un poco antes de acercarse a Hermione y posando una mano ahuecada sobre su cabeza (como si estuviera susurrándole algo al oído) le murmuró a Hermione:

—¿De verdad desea la señorita Granger que Dobby… pues… que Dobby ayude al señor Mal–Malfoy?

La pregunta tomó desprevenida a la chica durante un segundo pero luego de caer en la cuenta del lejano vínculo que unía a esos dos supo que la situación podría irse de sus manos si no actuaba rápido.

—Oh, Dobby. No es lo que piensas. Sí quiero que ayudes a Draco. —Hermione casi podía palpar la poca convicción en su propia voz. Dobby se alejó un poco de ella con una mirada entre la confusión y el arrepentimiento y ambos vieron a Draco que se miraba las uñas de las manos como si fuera lo más interesante del mundo.

—Oh vaya —dijo con fingida sorpresa—. Os acordasteis que sigo aquí. Pensé que decir secretos en público era considerado de mala educación.

Hermione giró los ojos. A veces el rubio podía hacer comentarios tan idiotas… pero pensaba que ya se estaba acostumbrando al humor acido del chico porque hasta un toque de gracia podía encontrarle.

—Realmente estábamos planeando como castrarte dolorosa y lentamente pero ¡rayos! —Hermione chasqueó la lengua con falsa frustración—. Creo que ahora que lo sabes será difícil hacerlo.

Él la vio con una cara de pocos amigos pero Hermione solo se encogió de hombros. Había ganado ese round y ¡oh, sorpresa! Estaban volviendo a sus comportamientos "normales". Es decir, los de antes de hacerse pequeños. Eso debería ser algo positivo, ¿no?

¿No?

No, se dijo Hermione con tristeza porque eso significaba que se separaría de Draco.

—Ya… Dobby. Entonces, ¿puedes o no puedes devolvernos a la normalidad? —preguntó Hermione al elfo antes de volver a volcar sus pensamientos en un canal autodepresivo.

Dobby vio a Draco como si aun no se fiara del todo en él y viendo directamente a Hermione (y fallando en su intento de ignorar a Draco sutilmente) asintió.

—Pero señorita Granger. ¿Segura? Es Draco Malfoy, ¿recuerda? Creo que a Harry Potter no le agrada especialmente —dijo Dobby tratando de mostrarle a Hermione su punto de vista—. Y a Dobby tampoco —agregó bajito.

—Oh, vamos elfo —exclamó Draco subiendo las manos con desesperación—. ¿No puedes simplemente hacer tu trabajo y cumplir órdenes?

Hermione giró la cabeza demasiado tarde como para que el rubio entendiera su expresión de cállate–ya–mismo.

El pecho de Dobby se infló de pronto y su expresión se endureció. Hermione se dio cuenta en ese entonces que Dobby cargaba algunos pares de medias que ella había cosido y los zapatos que Ron le había regalado. Su aspecto era de lo más pintoresco.

—Señor Malfoy. Dobby debe recordarle que él ya no sirve mas para la familia Malfoy porque Dobby… es… un elfo… libre.

—Ya… claro. —Draco hizo una pausa—. ¡Ya recuerdo! Tú trabajabas para nuestra familia. No estaba seguro pero tenías algo familiar. Ni falta que nos haces realmente.

—Lo que Draco intenta decir…

—¡Claro! Vosotros los magos no tenéis compasión por nosotros los elfos. Solo Harry Potter ha tratado a Dobby como un igual…

—Yo tengo una organización que se llama P.E.D…

—Harry Potter ha sido el héroe de muchos, lamento informarte. No creas que por eso te aprecie más. A fin de cuentas eres solo un elfo.

—¿Solo un elfo?

Y la discusión hubiera podido discurrir un rato más si Hermione no hubiera agarrado el único zapato que le quedaba y se lo hubiera estampado a Draco en la cara. Con muy buena puntería, cabe decir.

—¿Podéis parar, por amor al cielo? —gritó—. Dobby, sé lo que piensas y sé que no quieres ayudar a Draco pero piensa en la oportunidad que te dio Harry de cambiar y ser libre. ¿Acaso él no se merece lo mismo?

El elfo la vio reticente con sus acuosos ojos abiertos de par en par. Veía a Draco sombríamente pero asintió ante las palabras de Hermione. Esta se volteó a ver al chico (que tenia roja casi toda la cara por el zapatazo) y volvió asumir su voz de mando.

—Y tu, Draco–idiota–Malfoy. ¿Acaso este día no te ha enseñado suficiente sobre los prejuicios que no deberías tener? Dobby es un elfo libre en toda regla y algún día, todos lo serán. Nada te da el derecho de despreciarlo porque al contrario, puede hacer magia muy superior a la de un mago.

Draco se quedó en silencio antes sus palabras. Hermione no esperó a que este hiciera un gesto de respuesta sino que simplemente se giró a ver a Dobby con una sonrisa.

—Disculpa Dobby. Creo que ahora si podemos hablar de nuestro problema —dijo—. Esta mañana… bueno, la mañana de ayer —corrigió—, por un error sin importancia —aclaró, gesto que Draco agradeció pues significaba que para ella ya eso era pasado pisado—, nos hicimos de este tamaño. Pasamos todo el día buscando ayuda pero no lo logramos. Por eso te pedimos, que si no es algo muy difícil para ti, nos devolvieras a la normalidad.

—Bien, Dobby os ayudara —dijo Dobby—. Dobby puede hacerlo. No es complicado.

Hermione suspiró aliviada.

—Juro… no, juramos que te lo compensaremos de algún modo —prometió.

—No hace falta, señorita Granger —le restó importancia Dobby—. Aunque, hay un elfo en las cocinas que cree que Dobby no puede ser un elfo libre. Me gustaría que bajara alguna vez para aclararle mi situación.

Hermione rió.

—Lo haré —dijo con una sonrisa. Dobby sonrió a su vez (o compuso una mueca en su cara que pretendía ser una sonrisa) y se alejó un poco de los chicos.

—Necesito que os pongáis juntos. No os preocupéis, no os pasará nada. Dobby ha usado este hechizo muchas veces para agrandar las raciones de comida.

Draco se contuvo de aclarar que si pretendía tratarlos como comida se metiera sus hechizos por otra parte de su anatomía nada agradable de conocer y solo se limitó a acercarse a Hermione y colocarse todo lo cerca que podía de la chica sin tener que llegar a tocarla. No creía poder soportar el ramalazo de electricidad y la sensación de calidez que le proporcionaba Hermione una vez más.

Dobby les indicó un par de instrucciones mas y justo después hizo chasquear sus dedos observándolos con concentración.

Tanto Draco como Hermione fueron conscientes de cómo a medida que crecían se iban separando del suelo. Las articulaciones comenzaron a dolerles un poco por la estirada tan abrupta que estaban sufriendo pero no duró mucho. En menos de veinte segundos el efecto del hechizo había parado y se encontraban viendo a Dobby desde arriba. Como siempre había sido.

—¡Oh, Dios mío! ¡Dobby, gracias! —exclamó Hermione poniéndose de rodillas para abrazar al elfo. Este se ruborizó ante el gesto así que desvió su mirada encontrándose con la mirada del rubio que veía la situación en general.

Draco vio al elfo dos segundos antes de asentir en señal de agradecimiento.

—Eh… Hermione, lo vas a matar —le indicó a la chica con calma y dirigiendo una media sonrisa al elfo, gesto que no duró más que un parpadeo.

Hermione se separó del elfo con una sonrisa y se levantó lentamente, como comprobando, a medida que lo hacía, que de verdad había vuelto a la normalidad.

—Gracias Dobby —repitió.

—Creo que Dobby tiene que irse a terminar sus deberes del día. Un placer ayudarle, señorita Granger —vio a Draco y con un gesto de respeto se despidió de él—. Señor Malfoy.

Y se esfumó, dejando a ambos chicos en el solitario pasillo.

Hermione no perdió tiempo para bajar la mirada antes de ver al chico, la valentía Gryffindor qué. No se dio tiempo en pensar en eso tampoco antes de agacharse a agarrar algo que vio en el suelo bastante curioso. Era su zapato. El zapato en cuestión cabía en el espacio entre sus dedos pulgar e índice. El que le había lanzado hace solo minutos a Draco. Sonrió y se lo mostró al chico.

Él rio al ver con precisión de que se trataba.

—Ahora que lo veo, parece un zapato inofensivo —dijo burlón—. Lástima que hace un rato no lo fuera. —Y se empezó a masajear la zona golpeada.

—Supongo que un lo siento no es suficiente disculpa, ¿o sí?

Ambos rieron, faena que se estaba convirtiendo en algo mucho más común y natural a medida que pasaba el tiempo.

—Toma, quédatelo —dijo Hermione cogiendo la mano de Draco y depositando el pequeño zapato ahí en un gesto que hizo que el rubio sintiera ramalazos de adrenalina subiéndole por la espina dorsal. Además, por la naturalidad con la que Hermione lo hacía, como si cogerle de la mano y regalarle algo fuera lo más normal del mundo.

—Gracias —respondió él cerrando la mano y luego metiendo el pequeño objeto dentro del bolsillo de su pantalón—. ¿Y a que viene esto, de todas maneras?

—Así tendrás una prueba de todo lo que pasamos hoy —respondió Hermione, conteniendo el impulso de su lengua de dejar escapar un "y para que no me olvides".

Draco ladeó la cabeza a un lado, como midiendo a la chica una vez más. ¿Qué era lo que tenia ella que le atraía tanto? ¿Por qué sus pensamientos ya no podían dar marcha atrás? Desearía poder seguir odiándola como antes pero era imposible. Por increíble que pareciese, creía que estaba enamorado. Y de Hermione Granger para mas colmo.

Él y Hermione se vieron a los ojos una vez más. Hermione sonrió con tirantez, Draco no le devolvió la sonrisa pero volvió la mirada hacía un lado, parecía concentrado en algo. Ella se mordió el labio inferior sabiendo que tenía que ser ella la que rompiera el silencio.

—Entonces —comenzó diciendo, lo que captó la atención del chico—, esto es el final.

—Si —dijo él con un asentimiento.

Un nuevo silencio se instaló entre ambos. Hermione lo miraba sin saber muy bien qué hacer. Antes de que el silencio se volviera más tenso e incómodo levantó su mano hacía al frente, hacia Draco.

—Fue un placer trabajar contigo, Malfoy —dijo con tono neutro, con la mano en frente lista para estrecharla con él.

¿Malfoy? ¿Había escuchado bien? ¿Malfoy? Después de todo lo que habían pasado, todo lo que compartieron, él seguía siendo Malfoy?

Al principio le pareció extraño que lo volviera a tratar por su apellido pero luego cayó en la cuenta de que así debían ser las cosas. Ya habían vuelto a la normalidad y seguían siendo Granger y Malfoy, nada más. Un regusto amargo le subió por la garganta a la vez que la realidad le caía con dureza encima. Después de todo, le había cogido gusto a que lo llamara Draco, ¿quién lo diría?

—Igualmente, Granger —dijo él, estrechando la mano indecisa de la chica. Draco la vio a los ojos por una fracción de segundo pero descubrió que algo dentro de la chica se resquebrajaba. Batieron las manos unos segundos, la de él ruda y grande, pálida y llena de precisión en contraste con la de Hermione, suave, cálida y pequeña que al lado de la de Draco parecía de un cristal delicado pero hermoso. Luego se soltaron.

Ella susurró un "nos vemos" y se volvió para seguir su camino hacia donde de seguro sus amigos se preguntaban que estaría haciendo y que le habría pasado. En eso, la misma mano pálida que había estado batiendo su mano con ella le agarró un brazo con rudeza y la obligó a voltearse.

Ella iba a protestar pero esa extraña sensación que la embargaba cuando Malfoy la tocaba y le hacía sentir tonta y ofuscada, le impidió hacerlo. La giró para que quedase viéndolo directamente a esas orbes grises que ya había aprovechado ver en todo el día anterior pero que seguían cautivándola. ¿Qué te sucede Hermione? se reprendió internamente recuperando un poco de su lógica y objetividad. Olvídalo, olvídalo, olvídalo. Esto nunca debería haber pasado. Es Draco Malfoy, es…

—¿Qué...? —llegó a articular interrumpiendo sus pensamientos justo antes de que el chico que la tenía sujeta estampara sus labios sobre los suyos.

Al principio solo fue un choque torpe de labios. Su nerviosismo e inexperiencia la atraparon por completo y solo acertó a cerrar los ojos. Por suerte, Draco parecía tener un poco mas de práctica y grácilmente se logró situar entre los entreabiertos labios de Hermione y buscar la lengua de la chica con la suya propia.

El corazón de Hermione vibraba con furia, las piernas le flaqueaban, la cabeza le daba vueltas y todo a su alrededor parecía haberse esfumado, como otra de las ilusiones de Peeves. Sentía tantas cosas a la vez pero al mismo tiempo ninguna, como si estuviera flotando en el espacio...

Solo atinó a cerrar los ojos. Sintió una presión en la cintura, la mano de Draco posada ahí con parsimonia. La otra aun estaba sujeta en su brazo pero en vez de estar agarrándola con fuerza, masajeaba con delicadeza la zona. Ella tenía ambas manos presas en el pecho del muchacho, sin más escapatoria que quedarse ahí en los pectorales del chico y sentir los intensos latidos de su corazón.

Luego de unos segundos Draco la soltó con suavidad, separándose de ella.

Hermione parecía a punto de caerse al suelo y con la flaqueza que sentía en ambas piernas creía que eso sería muy posible, de no ser porque aun tenía sus manos sobre el pecho de Draco.

Se dio cuenta de lo que acababa de pasar con la rapidez en la que un rayo cae sobre un árbol y todo lo que había sentido se desvaneció como si la electricidad hubiese consumido cada rama por separado hasta que del árbol no quedó más rastro que la raíz impactada.

Quitó sus manos de Draco y retrocedió un paso, sin quitarle la mirada de encima por si se le ocurría hacer otra de sus jugarretas. Iba a preguntar que había sido eso pero el muchacho se le adelantó.

—Eso es para que no andes diciendo por ahí que nunca te han besado. Es deprimente —dijo él con tranquilidad dándose la vuelta y encaminándose hacia el otro lado del pasillo.

Con que eso era todo, ¿no? No había significado mas nada para él, se repitió en su mente, era solo una recompensa a la chica por todo lo que había hecho por él. Como un favor. O como un recordatorio a su inferioridad ante él y a la bienvenida a una nueva temporada de piques y peleas.

Entonces, ¿por qué se reprendía tanto por haber dicho eso? Había querido hacer eso, ¿verdad? ¿O de verdad Herm... Granger, había pensado que era por algo más? ¿O era él el que había pensado que con ese beso cambiaria algo?

Pero esas interrogantes no eran nada comparadas con las que él se hacía en su camino hacia la sala común de Slytherin. Trató de distraerse pensando en las excusas que pondría para explicar su ausencia, las mentiras que explicarían como había roto su varita y gran parte de su uniforme, el baño que se daría luego y la ropa limpia que encontraría en su armario... Pero nada de eso podía hacerlo escapar de sus pensamientos que le repetían que era un tonto, un idiota, un imbécil. Un cobarde.

¿O es que también era tan idiota que no se daba cuenta que él había querido besar esos labios que le parecían tan apetecibles y sedosos, de un tono rosa que nunca antes había visto? ¿No se daba cuenta que esos labios resultaron ser tanto o mejor que los que se había imaginado? ¿Y no se daba cuenta que él había sentido miles de cosas con ese simple beso, cosas desconocidas, únicas para él? Pero era más tonto aun, no por no darse cuenta de todo eso, sino por tapar la verdad de una manera tan vil y escapando de la realidad como un cobarde. Aunque, al fin y al cabo, el era una serpiente, un Slytherin, la valentía no era una cualidad de las personas de su casa precisamente, y se odió por ello.

Hermione mientras tanto se había quedado fija en el pasillo por el que Draco Malfoy había desaparecido, clavada en el suelo.

Lo había visto irse. Ni siquiera había vuelto la cabeza, ni la había mirado de nuevo. Tan solo se fue y sus últimas palabras habían sido tan hirientes como de costumbre, aunque, se dijo Hermione, no las había dicho con un tono de superioridad o ese que daba a entender que le estaba haciendo un favor (como seguramente él pretendía hacer) sino que había sonado resignado y distante.

Lentamente se llevó la mano a los labios y se los tocó con suavidad ahí donde él la había besado, descubriendo que aun estaban cálidos.

Diablos. A esas alturas estaba muy confundida, y ver a la inteligentísima Hermione Granger confundida era algo increíble pero es que en las últimas horas había descubierto cosas que nunca en su vida creyó posibles. Una de ellas era que Malfoy no era tan malo como creía, o por lo menos, tenía sus razones. También que juntos podrían hacer un gran equipo y que… ¡aceptémoslo! Que estaba loca e incomprensiblemente enamorada de él.

Una escurridiza lágrima se escapó de su ojo y cayó lentamente a través de su mejilla. Hermione no hizo ni siquiera el intento de secársela, sabiendo que sería una tarea perdida pues cientos de nuevas gotas comenzaron a salir de sus ojos. Se acuclilló en el suelo y trató de sacarse de la cabeza los últimos minutos de su vida. Las últimas horas, los últimos días. Quería olvidar hasta el mismísimo día en que conoció a Draco Malfoy y descubrió que era alguien que podía herirla de muchísimas maneras. Algunas, como ese beso, mucho más profundas que otras. ¿Cómo podría haber sido su primer beso de no haber pasado las ultimas veinticuatro horas con Draco Malfoy?

Auto–compadeciéndose por su idiotez y su ingenuidad no escuchó a la primera una lejana voz en su cabeza. La voz que ella tendía a utilizar más a menudo pero que ahora ignoraba magistralmente. La voz de su pensamiento lógico y racional.

Faltaron varios minutos, muchas lagrimas y mocos para que Hermione lograra calmarse y al fin escuchar a su voz y ponerse a pensar.

¿Por qué Draco Malfoy la había besado tan repentinamente?

La excusa que le había dado acerca de lo deprimente que era que no hubiera besado a nadie nunca le había bastado, pero a su parte lógica y calculadora le sabía a poco.

Primero, era una muy convincente excusa, del tipo que Draco siempre utilizaba para librarse de algo que prefería evitar. Y segundo, ¿no había sido ella misma, unas horas antes, la que había logrado saber a ciencia cierta cuándo Draco Malfoy mentía y cuando decía la verdad?

Era obvio que en su estupor inicial por toda la cuestión del beso no había logrado pensar en eso pero una parte inconsciente (o automática) de sí misma, sí que lo había hecho y era esa parte la que la convencía cada vez mas de que había algo que se le escapaba. Algo que, si lograba descubrir, cambiaria mucho las cosas.

Draco no era del tipo que se preocupaba mucho por los demás, aunque Hermione sabía que ella le importaba un poco porque de ninguna otra manera hubiera hecho todo lo que hizo ese día por ella. También era consciente de todo lo que él le había dicho. Hasta le había dicho que la quería. Pero luego ambos habían dejado en claro (varias veces, cabe mencionar) que algo entre ellos nunca funcionaria.

¿Pero si…?

No...

¿Y si había una posibilidad…?

Imposible.

¿Y si lo que Draco había querido decir con ese beso tenía un trasfondo mucho más complicado del que aparentaba? ¿Y que si pretendía que Hermione, con su prodigiosa inteligencia, lo adivinara? ¿Cabía la posibilidad de que hubiera dejado el camino abierto, así, sin más, justo antes de irse? ¿Tenía la intención de que Hermione hiciera algo parecido luego?

El corazón de Hermione se aferró con uñas y dientes a esa posibilidad y sorprendentemente, su mente en vez de contrariarla, le apoyaba.

Hermione se irguió con una nueva decisión en su rostro. Estaba decidido: había pasado un día entero con Draco Malfoy y no le había parecido mal. Estaba enamorada de su odioso compañero de curso (de ahí tal vez el dicho de "los que pelean se aman") y no le importaba lo que podrían pensar todos luego, pero iba a decirle a Draco lo que sentía. Justo en ese instante.

Aunque para eso, primero debía encontrarlo.

Sin perder un solo instante, Hermione salió corriendo por la dirección en que Draco se había marchado. Andar solamente en las desgatadas medias le hacían perder el equilibrio algunas veces pero eso no la detuvo. Rápidamente hizo un cálculo del camino más rápido para llegar a la sala común de Slytherin (donde estaba segura se habría ido el rubio) y siguió corriendo. En pocos minutos había dejado atrás los corredores solitarios y los estudiantes más madrugadores ya estaban revoloteando por allí. Algunos se le quedaban viendo —porque esa pinta de andrajosa llamaba bastante la atención— pero a Hermione no le importó. Siguió corriendo sin importarle quién ni qué estuvieran hablando de ella. Fue después de unos minutos que se encontró con la peor de las perspectivas del mundo. O por lo menos la peor perspectiva en ese instante.

Sus amigos.

—¡Hermione! —chilló Ron al verla correr hacia ellos—. ¿Dónde te habías metido? ¡Te estuvimos buscando todo el día!

—Estábamos preocupados —completó Harry al momento en que Hermione llegó junto a ellos y los pasó de largo—. ¡Hermione! ¡Hermione! ¿A dónde vas? Luces terrible. ¿Estás bien?

—¿Por qué no vas a la torre de Gryffindor? ¡Hermione! ¿Qué haces?

—Luego os explico, chicos —gritó Hermione por encima de su hombro, incapaz de ignorar tan crudamente a sus amigos.

Lo que no se esperaba es que ellos comenzaran a seguirla. Maldijo en su interior antes de apresurar el paso con esperanzas de perderlos de vista. Al parecer, así lo hizo.

Ya casi llegaba, estaba segura. El corazón le retumbaba en los oídos, no sabía si de la carrera o de la emoción. Fue entonces cuando lo vio. Caminando con la cabeza gacha y las manos en los bolsillos. Las mangas rotas, los pantalones raidos, sin zapatos, despeinado y perfecto.

—¡Draco! —gritó apenas lo vio, al otro lado del pasillo.

Él se volteó para ver a la chica pensando que le diría algo trivial o en el mejor de los casos algo comprometedor pero estaba seguro de no haberse esperado lo que Hermione hizo. Ella, literalmente, se lanzó a sus brazos, los cuales el logró abrir en el último instante.

Podía oír su respiración entrecortada contra su oreja y sus suaves manos alrededor de su cuello. Y aunque le agradaba tenerla así, tan cerca suyo, le desconcertaba el motivo de su resuello y el que estuviera buscándolo.

—¿Qué sucede? —le preguntó con dulzura.

Hermione respondió con la cara aun enterrada en su cuello.

—Draco… —y su nombre sonaba tan bien en sus labios…—. Yo… he hecho todo mal.

—¿Qué? ¿De qué hablas?

—Te amo, Draco —dijo Hermione agradeciendo que el chico no estuviera viendo su cara rojo tomate—. Y yo… fui una tonta al pensar que podríamos volver a ser los mismos de antes. No… yo no podría ahora que sé lo que siento.

¿Recordáis cuando Draco se sentía en las nubes? Bueno, ahora se sentía mucho más allá. Se sentía como en las estrellas y eso lo sorprendía. Tenía entre sus brazos a Hermione Granger y en vez de sentir odio o repugnancia se sentía extrañamente bien. Como si estar de cualquier otra manera fuera una violación a la naturaleza. Pero eso no era nada comparado con la sensación que experimentó cuando Hermione le dijo que le amaba. Eso fue el clímax, el detonante. Algo nuevo y diferente pero a la vez agradable lo recorrió completo, desde la punta de sus dedos hasta la última fibra capilar de su cuerpo. Algo que aceleró su pulso e hizo que su cerebro se paralizara. No obstante, fue capaz de decir una última cosa.

—Yo también te amo, Hermione. —Y la alejó un poco de él para verla a los ojos antes de besarla. Y esta vez de verdad. Sin prisa, sin sorpresa, sin dudas en su interior.

Porque ahora que todo estaba claro (o todo lo claro que esa situación pudiera estar) sentían como si no hubiera nada más que ellos dos en el mundo. Y fuegos artificiales. Miles de ellos explosionando a su alrededor, justo como Hermione siempre imaginó que sería un beso de amor verdadero que tantos libros habían escrito ya.

Hermione había relajado su agarre al cuello de Draco y ahora pasaba sus manos con parsimonia por el cuello y el cabello del chico. Él la tenia sujeta de la cintura, tratando de mantenerla pegada a él, atemorizado ante la idea de que se le escapara si se descuidaba. Aunque ambos sabían que eso no sería posible, ya nunca más.

Nunca nadie supo cuanto tiempo duraron de esa manera, saboreando los labios del otro y fundiéndose en uno solo con un abrazo pero sí estuvieron conscientes cuando un par de piernas que corrían con bastante mal pie se detuvieron al final del pasillo.

—¡Hermione! —gritó Ron escandalizado haciendo que Draco y Hermione se separaran azorados.

Y aunque un trágame tierra hubiese sido lo más normal, por la cabeza de los chicos solo pasó un desearía ser del tamaño de un lápiz, como un final irónico y muy acertado a la vez.

FIN…


¡Hola!

No sé muy bien que decir aquí, o de que hablar. Primero supongo que debo decir que fue un final muy, pero muy difícil de escribir. Me dio dolores de cabeza inaguantables pero creo que el resultado no fue tan malo como pensaba. Este es el final que yo quería darle, prácticamente desde que escribí la primera escena y aunque tenía planeado ponerle miles de cosas más, creo que hasta aquí es suficiente. La historia al fin ha acabado.

¿Qué tal la escena del final? Seguro todas os esperabais eso, pero baah… me encantan los finales felices, no pude evitar poner algo así.

Finalmente, y como un guiño que no podía dejar de hacer, introduje a Ron y Harry para complicarle un poco las cosas a Hermione. ¿Fui demasiado malvada al dejar que fueran precisamente ellos quienes interrumpieron el mágico y maravilloso beso final? Solo vosotras podéis decírmelo pero antes de juzgarme revelaré la sorpresa que ya le he comentado a algunas por como respuesta a sus reviews:

Hay un epilogo en mi cabeza.

Esto no quiere decir que esté escrito ni mucho menos y esto se debe a muchas cosas. El principal problema es mi repentina falta de tiempo lo que afecta directamente mis ganas de escribirlo. ¿Pero sabéis que me motiva? Vuestros reviews.

Así que ya sabéis, presionad el botoncito de allí abajo y decidme que os pareció la historia y si deseáis leer el epilogo tanto como yo :D ¡Gracias por haber llegado hasta aquí! Por las que estuvisteis desde el principio y por las que os fuisteis uniendo en el camino. Por todas es que esto llegó hasta el final :')

Espero veros de nuevo pronto.

Besos. Mariauxi.