2021.
¡Hola!
Este fanfic contenía algunos errores, así que me he dado a la tarea de corregirlo pero manteniendo la idea original.
Quiero compartir que este fic es muy especial ya que fue mi primer One-Shot.
Sigue siendo con mucho cariño para ustedes, especialmente para Leeen, para quien la escribí hace un par de años como un regalo de cumpleaños.
Espero que disfruten la lectura.
Disclaimer: Digimon no me pertenece.
Oficial y Real
Sora echaba repetidas ojeadas al reloj en su teléfono celular al mismo tiempo que aceleraba el paso.
Se suponía que debía verse con Tai cuando éste terminara su entrenamiento de fútbol, pero ya habían pasado varios minutos de aquello, incluso se había topado con algunos de los compañeros del moreno por la entrada del campus.
Conocía su universidad a la perfección y eso le ayudó a llegar deprisa a su punto de encuentro.
Lo vio recargado en un árbol y todo fue casi instantáneo.
Unos metros de distancia los separaban todavía, pero alcanzó a observar con toda claridad la mirada que le dirigió, esa que era única y exclusivamente para ella, luego, lo observó caminar en su dirección.
—Hola —la voz del moreno era dulce y suave, casi tanto como sus manos que se habían apresurado a acariciar sus brazos para terminar rodeándola por la cintura.
—Hola. Lamento llegar tarde, tuve que llevar un pedido de urgencia a un cliente de mamá —explicó Sora.
—Debiste decirme, así mejor te alcanzaba yo —dijo Tai, mientras le acomodaba un mechón de su pelirrojo cabello que el viento se había encargado de mover.
—Me quedaba de pasada en el camino. —Ensanchó su sonrisa—. Además, debo ver también a Mimi, ¿recuerdas?
Él rodó los ojos y le dedicó una sonrisa juguetona.
—Mis planes de robarte van a fracasar. ¿Cuántas probabilidades tengo de convencerla para que te deje conmigo un rato más? —Le preguntó con sus castaños ojos mirándola fijamente.
—Bueno —contestó Sora y soltó una risita—, creo que hay más probabilidades de convencerla para que deje de usar zapatos.
Tai pareció pensarlo.
—Sí, tienes razón. —Acarició con sus nudillos la mejilla de la pelirroja, luego se inclinó lentamente hacia ella.
Sentir los labios de Tai sobre los suyos, le provocaba cálidas y profundas sensaciones que la embargaban de una manera explosiva. Había creído, cuando sus labios se habían encontrado por primera vez, apenas dos meses atrás, que un día aquellas mariposas que revoloteaban en su interior, sencillamente acabarían o disminuirían. Pero no. Todo sentimiento, toda emoción y sensación, no habían hecho más que aumentar.
El moreno mordió ligera y juguetonamente su labio inferior, luego, antes de dejar sus labios, lo sintió sonreír.
Sora soltó una risita y se atrevió a abrir los ojos, él ya tenía su mirada castaña fija en ella, lo cual envío un dulce cosquilleo a cada una de sus extremidades. Lo sintió acomodar sus brazos alrededor de su cintura, como si quisiera acercarla todavía más a él.
—Hikari nos está esperando.
Ambos giraron sus cabezas para encontrarse con la dueña de aquella voz.
Mimi Tachikawa los miraba con los brazos cruzados.
Taichi notó, un segundo más tarde, que la castaña miraba únicamente a la pelirroja, además, dentro de sus acaramelados ojos distinguió un deje de enojo que, adjuntos con su postura, daban la impresión de que se encontraba muy molesta por alguna razón que él desconocía.
—Hola, Mimi. —Decidió saludarla
—Hola, Tai. —La castaña lo miró fugazmente, pero le fue suficiente para saber que él era el causante de su irritación.
Sora besó con rapidez la mejilla del moreno y deshizo su abrazo, para luego dirigirse apresurada al lado de Mimi.
—Nos vemos más tarde. —La pelirroja ya jalaba la mano de su amiga y la obligaba a alejarse con ella.
Tai estiró su brazo y le hizo un gesto de despedida con una sonrisa bailando insegura en sus labios. No comprendía la actitud que Mimi estaba mostrando, pues desde días antes había notado un comportamiento extraño que se había vuelto constante en la castaña, mismo al que no había prestado atención pensando que se trataba de alguna cosa de chicas.
Se encogió de hombros y tomó su propio camino luego de perderlas completamente de vista.
Ya después le preguntaría a Sora.
La primera vez que su amiga lo había mencionado, se había limitado a poner los ojos en blanco y tras una risita, cambiar de tema, pues sabía que no podría ganarle a Mimi en un debate como aquel. En ese momento, sin embargo, Sora no sabía qué contestar pues el tema realmente le afectaba. Ya no había ni un poco de gracia o ligereza en el ambiente.
—¿Sora?
—¿Ah? —respondió, algo confundida.
Tachikawa apretó los labios y volvió su vista al frente.
Sora no tenía ni idea de que su amiga la estaba mirando, y menos, cuánto tiempo llevaba haciéndolo.
—Ya veo —dijo Mimi, de repente, desconcertando a Sora un poco más.
—Lo siento, creo que me distraje por un momento.
—Amiga —comenzó Mimi, y por el tono que había empleado, la pelirroja sabía que comenzarían con una plática importante y delicada—, esta vez debo insistirte en esto. Sé que normalmente solo tocamos el tema superficialmente y lo acepto por ti, pero esta vez también haré esto por la misma razón. Por ti. —Detuvo su andar y enfocó sus ojos en Sora.
La pelirroja paró en seco unos pasos más adelante y giró a mirarla. Sabía que Mimi tenía razón, pero no tenía el valor suficiente de afrontarlo.
—Tal vez deba esperar un poco más —contestó Sora.
—Tai y tú llevan en esta situación toda la vida. —Mimi levantó su mano indicándole a la pelirroja —qué había hecho ademán de replicar— que le permitiera terminar sin interrupciones—. Me contaste que te gustaba cuando teníamos trece años, y no tengo idea de cuánto tiempo tardaste en armarte de valor para decírmelo. Y Tai lleva enamorado de ti, digamos que toda su vida, eso siempre ha sido demasiado obvio.
—Bien, y el punto es…
—Que esto es absurdo, Sora. —Mimi solo cruzaba los brazos en una conversación cuando comenzaba a perder la paciencia—. Llevan tres meses ocultando lo que sienten. Salen a escondidas, se besan a escondidas, se abrazan a escondidas.
—Tal vez por ahora nos basta con que únicamente Matt y tú lo sepan. —Le mintió, así como lo hacía cada vez que Mimi volvía a tocar el tema.
—Te conozco de una forma que nadie más lo hace. Sé que te afecta y estás intranquila. Yo detesto verte triste y puedo verlo justo ahora. Esto a ti ya no te basta —exclamó Mimi, al mismo tiempo que acomodaba en su lugar un mechón de cabello rebelde que acababa de caer sobre uno de los ojos de la pelirroja, y justo en ese momento pudo apreciarlo con toda claridad. El rostro de su amiga se contrajo en una mueca que dejaba en claro que sus suposiciones eran correctas—. ¿Por qué no querías contármelo?
Sora no supo cuánto tiempo permaneció en silencio, pero agradeció la enorme paciencia que Mimi mostró al no presionarla. Tenía las palabras amontonadas en la garganta, casi rasgándola por dentro, casi quebrándola por completo. Debía serenarse y poner todo en orden antes de hablar, sabía que era hora de sacarlo de su pecho y por fin liberarse de ese peso.
—Después de nuestro primer beso pensé en muchas cosas, algunas de ellas decidí no contarlas, no quería parecer una exagerada o algo parecido. —Sora se permitió sonreír, pero decidió alejar su mirada de la castaña—. Pero por mi cabeza pasaron imágenes de nosotros dos tomados de la mano y paseando por todos lados, presumiendo lo que sentíamos ante todo el mundo. Ver las caras de nuestros amigos cuando les contáramos. Y cosas así.
Sora volvió a guardar silencio pero mantenía la sonrisa en su rostro. Esas imágenes le causaban una gigante emoción en el pecho que no podía describir.
—Creo que puedo imaginarlo. —Mimi utilizó el tono más dulce que su voz le permitía, pues quería hacerle saber a la pelirroja, que realmente quería escucharla, que estaba para ella.
Sora era su mejor amiga y no le había contado nada de aquello. Sabía que su amiga estaba enamorada de Tai, pero eso nunca había salido de sus labios. La pelirroja era una persona extremadamente reservada cuando de sus sentimientos se trataba, y eso lo respetaba, pero no podía quedarse simplemente de brazos cruzados cuando sabía que algo la tenía tan pensativa. Tan incompleta.
—También imaginé las posibles maneras en las que él podría pedirme salir oficialmente… pedirme ser su novia —soltó Sora, de repente.
El sonrojo repentino en el rostro de la pelirroja, opacó su sonrisa y la hizo desviar la mirada, como si de un mero impulso se hubiera tratado.
—Ahora mismo, ¿estás bien así? —Mimi sabía la respuesta, pero quería que la pelirroja lo dijera en voz alta para que pudiera escucharse.
—No. Quiero muchísimo a Tai, como no imaginé querer a alguien. Amo cuando me toma de las manos y cuando sus brazos me rodean. Adoro sus besos. Pero…—soltó bajito, como si fuera a contar algo que solo exclusivamente Mimi debiera escuchar—, necesito algo formal, algo seguro. Quiero algo… especial.
—Quieres un noviazgo oficial.
—Sí —contestó Sora, asintiendo, luego comprendió que Mimi no había hecho ninguna pregunta. Esquivó su mirada y la dejó en algún punto del suelo.
Mimi sonrió y, con delicadeza, la tomó del mentón y buscó su mirada.
—Esa no es razón para avergonzarse. No tiene nada de malo. Absolutamente nada.
—Lo sé. Pero es extraño en cierta manera. No imaginé sentirme así nunca —soltó Sora.
—Se llama amor y ha existido entre ustedes…
—Toda la vida —completó la pelirroja.
Mimi soltó una risita.
—Exacto. Y yo seguiré toda la vida molesta con Tai, hasta que decida hacer algo.
Fue el turno de reír de Sora. Ya había notado el tenso ambiente que se formaba cuando Tai y Mimi estaban cerca. Seguramente él ni siquiera se daba cuenta, pero a todas vistas era evidente la molestia que irradiaba su amiga hacia el moreno.
—Voy a hablarlo con él hoy mismo. —Había vuelto a caminar sin notarlo. Mimi la siguió de inmediato.
—Ah, cierto. Hoy tienen una cita —dijo Mimi, rodando los ojos.
Sora apretó los labios para evitar volver a reír. Parecía que la castaña ni siquiera se esmeraba en darle el toque sarcástico a sus palabras, porque cuando se trataba de hablar de temas relacionados con Tai, era algo que le salía completamente natural.
—¡Espera! —La pelirroja cerró los ojos momentáneamente y, con ayuda de su palma, dio un ligero golpe en su frente—. Necesito regresar un libro a la biblioteca.
—Te encuentras peor de lo que te diagnosticaba.
Mimi se adelantó y fingió molestarse, sin embargo, Sora alcanzó a atisbar la ligera sonrisa que su amiga mantenía en el rostro, y luego de rodar los ojos, caminó con prisa para alcanzarla.
Habían tardado menos de diez minutos en cumplir su objetivo en la biblioteca, luego volvieron a encaminarse a la salida de la universidad, pero al pasar por el penúltimo edificio, la inconfundible voz de Tai llegó a sus oídos.
El moreno estaba en una de las jardineras que se encontraba frente a las aulas. No había nada de extraño en aquello, salvo que ese día Tai ya no tenía más clases y su entrenamiento había terminado. Por encima de todo aquello, hubo un detalle que obligó a Sora a detener su caminar y no lograr despegar su vista de la escena.
Él no se encontraba solo.
La pelirroja conocía a Hanako desde hacía un año atrás, pues había compartido varias clases con ella. Sabía que Tai también la conocía, no le hubiera parecido algo extraño que se encontraran charlando, sin embargo, había algo que no le encajaba correctamente.
El viento mesaba la larga y oscura cabellera de Hanako, mientras ella sostenía una cajita plateada con su mano derecha. Al mismo tiempo y con evidente entusiasmo, su otra mano se dedicaba a sacar lo que parecía ser una cadena del mismo color que la cajita.
Con las manos en los bolsillos, el moreno observaba todos los movimientos de la chica con suma atención.
Tanto para Sora como para Mimi, la sonrisa y la alegre mirada que Tai mantenía, no les pasaron desapercibidas.
Cuando Hanako elevó su mirada hacia él y le dedicó una sonrisa, Sora volvió a emprender su caminata.
La castaña había dudado, pero decidió seguir a su amiga en silencio. La chispa de ingenuidad que había aparecido en el interior de Mimi, no había tardado en convertirse en todo un incendio de ira contenida dentro de su pecho. Fue peor en el trayecto ya que Sora se mantuvo en silencio, al menos hasta que se encontraron fuera del campus.
—Me prometí no exagerar y hablar con él esta noche. Hablaremos. Esto… esta noche —soltó Sora, un poco insegura.
—Sora…
—Descuida. —Con una sonrisa interrumpió de forma tajante a Mimi.
Su amiga se estaba tomando muy tranquilamente lo que acababan de presenciar. Sora siempre había sido muy madura, no debería sorprenderle que esa situación la afrontara de esa manera, sin embargo, ya habían pasado varios minutos y la pelirroja se había mantenido en un silencio absoluto.
—Sora, ¿estás bien? —decidió preguntar. Observó cómo su amiga se detuvo y giró a mirarla.
—¿Qué hacía con Hanako?, ¿por qué ambos se sonreían así?, ¿por qué tenía una cadenita tan linda?, ¿por qué Tai le sonreía así?
Por primera vez en su vida, Mimi no supo que responderle. Al parecer la serenidad y calma habían sido una simple mascara que la pelirroja había sabido manejar a la perfección, pero había existido desde el principio un pequeño hueco que por fin había roto toda aquella capa.
—Tal vez yo podría preguntarle —ofreció Mimi.
—No. Estoy exagerando. Seguramente se encontraron por casualidad y…
Nada. Sora ya no logró decir nada más.
A Mimi le había parecido que aquella escena tenía más de una probable explicación, pero no deseaba atosigar más a la pelirroja. Más le valía a Tai que hubiera una razón lógica para lo que acababan de ver.
—Con que aquí están. Llevo dando vueltas por el parque, buscándolas.
Kari se acercaba a ellas, cargando una sonrisa. Por un momento, olvidaron que habían quedado de verse para ir al cine. Afortunadamente, Sora había decidido detenerse justo en su punto de encuentro.
—Sora olvidó que debía regresar un libro justamente hoy, así que tuvimos que regresar. —Mimi se apresuró a explicar.
—¿Sucede algo? —Kari era demasiado observadora, y no había pasado por alto las expresiones en los rostro de sus amigas y la pequeña sensación de incomodidad que percibió cuando se acercó a ellas.
—Estábamos preocupadas por hacerte esperar. Deberíamos irnos ya.
La cálida sonrisa que Sora le ofreció luego de responder, fue suficiente para la menor de los Yagami.
Y gracias a la dulce compañía que Kari les ofreció, pudieron olvidarse por un rato de la escena anterior.
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Sora no podía permitirse volver a perder el control, justo como hacía un rato le había sucedido. Eso no era propio de ella.
Se sentía paranoica, pero no podía evitarlo.
Había llamado a Tai mientras esperaban a que comenzara la película, también lo hizo cuando habían salido del cine. En ambos casos obtuvo el mismo resultado pues el moreno no había atendido a ninguna de sus llamadas.
La película no había ayudado en nada. Se esmeró en prestar atención, pero la comedia romántica que habían elegido, solo había aumentado sus nervios.
Ella no era así. Y conocía a Tai.
¿Cómo podía desconfiar o dudar de él?
Al final, se encontró con que no podía evitar todo lo que sentía en su interior.
Kari y Mimi charlaban animadamente acerca de los actores que habían interpretado aquella producción, ella misma intentaba concentrarse en su plática, pero cuando menos lo esperaba, su mente se encontraba divagando y volviendo a recrear la escena de Tai y Hanako.
Además, Sora podía sentir todas y cada una de las miradas que Mimi le dedicaba cada cierto tiempo, pero logró mantenerse lo suficientemente atenta, al menos para no despertar alertas en Kari.
—Gracias por acompañarme, ¿las veo mañana?
La dulce voz de Kari, se vio opacada de pronto.
Se encontraban varios metros más allá de la casa que la menor de los Yagami compartía con su hermano, a pesar de ello, cuando la puerta se abrió, pudieron ver con claridad a las dos personas que salieron por ella.
Ryoko era una compañera recurrente en las clases del moreno, era por ello que Sora la conocía, incluso le agradaba. En ese momento, sin embargo, detestó la imagen que tenía por delante.
La chica rubia, no solo no paraba de moverse y sonreírle a Tai, ese había sido el detalle que menos le preocupaba. Lo que los ojos de la pelirroja no podían dejar de mirar, era lo que ella mantenía entre sus manos. Dos boletos. Boletos para el partido de fútbol de esa noche. Partido en el que jugaría el equipo favorito de ambos. De Tai y de ella.
Ryoko no paraba de agradecerle al moreno. Le agradecía por aquellos boletos.
Sora hubiera preferido no ver esa escena, que si Tai invitaba a alguien a ese partido y no era a ella, hubiera deseado no saberlo.
Él se veía satisfecho y contento. Le correspondía cada sonrisa a la chica sin darse cuenta de que Sora observaba todo, cada movimiento, cada sonrisa y... Cada vez que la chica le tocaba el brazo.
Hasta donde ella recordaba, Tai le dijo que no había alcanzado a comprar entradas para el partido, así que le prometió que lo verían desde el televisor. Juntos. Por eso tenían una cita esa noche. O tal vez ya no.
Sin embargo...
Él no sería capaz de lastimarla. Debía recordárselo. Pero entonces, no comprendía por qué le dolía tanto lo que estaba presenciando.
—Se acabaron las oportunidades.
La voz de Mimi, llegó al mismo tiempo que Ryoko daba un beso rápido en la mejilla de Tai, para luego marcharse sin percatarse de todos los ojos que la miraban por detrás.
—¡Mimi, espera!
Kari corrió para intentar alcanzar a la castaña, pero le fue imposible. Para cuando su mano alcanzó su hombro, Tachikawa ya había alcanzado el pomo de la puerta, abrió y entró siendo seguida por Kari.
Sora se había quedado plantada en el mismo lugar, pues seguía tratando de asimilar cada una de las cosas que habían sucedido, no solo en ese momento, sino durante todo el día:
Su propio encuentro durante la mañana con el moreno.
A Tai y Hanako en las jardineras. Y una cadena de plata.
Tai y Ryoko. Y los boletos para el partido de fútbol.
Debía de existir una explicación.
Juntó toda la fuerza y convicción a las que pudo recurrir en ese momento, y comenzó a caminar hacia la entrada del hogar de los Yagami.
La puerta se encontraba totalmente abierta, pero al asomar con lentitud, notó que no había nadie a la vista. Cerrando detrás de ella, atravesó la salita y se acercó a la cocina, desde donde por fin logró escuchar las voces de sus amigos.
Abrió la puerta corrediza que daba vista al patio y los encontró.
Sus ojos se fijaron primero en Kari, que acababa de recoger una flor que se encontraba sobre el suelo. Luego observó a Matt, bajando de una escalera recargada sobre el enorme árbol central en el patio. Logró ver entonces a Mimi, cruzada de brazos y mirando directamente a Tai.
La mirada del moreno se instaló inmediatamente en Sora. Ella sintió los ojos arder repentinamente, fue entonces cuando prestó atención a lo que había alrededor.
Una redonda y bonita mesa de madera se encontraba puesta justo al lado del árbol, sobre la misma, se encontraba un hermoso mantel blanco tejido y varios pétalos de rosas, tanto rosas como rojos, que adornaban en pequeños círculos a lo largo de la mesita.
De una de las ramas que asomaban por encima de la mesa, colgaba un hermoso arreglo floral con diversos moños sobresaliendo de entre las flores, el cual, al seguirse moviendo ligeramente, daba toda la impresión de haber sido colgado instantes apenas, y tal vez así había sido. Observó cómo Matt, limpiaba sus manos frotándolas contra sus pantalones.
Había también dos sillas adornadas con el mismo tejido hermoso y blanco que el del mantel de la mesa.
Miró a Tai, por fin. Sintió un puñado de palabras atoradas de repente en su garganta, pero no logró pronunciar absolutamente nada.
—¿Qué está sucediendo? —Fue Matt, quien rompió el silencio.
—Sí, lo mismo queremos saber nosotras —replicó Mimi. Seguía con los brazos cruzados y no dejaba de mirar de forma dura al moreno.
—Amor, ¿qué haces tú aquí? —preguntó Matt.
—¿Qué? —Con notable irritación, Mimi desvió su atención de Tai, y se enfocó en él—. ¿Qué haces tú aquí, Matt?
—Ayudo a Tai.
—¿A engañar a Sora? —soltó Mimi, con evidente enojo.
—¿De qué estás hablando? —le preguntó Tai. Se había tenido que obligar a despegar sus ojos de Sora, pues había quedado aturdido por las palabras de Mimi.
—Ah, cierto. Disculpa. No puedes engañarla porque no son novios —añadió Tachikawa, todavía más molesta.
—Esto es un malentendido —intervino Hikari.
La pelirroja no decía nada. Había muchas cosas que estaba segura que podría gritar, pero ni una sola palabra parecía querer salir de sus labios. Ni un solo movimiento parecía querer hacer aparición de su parte.
—¿Qué significa todo esto, Tai? —preguntó Mimi, al mismo tiempo que hacía ademán de lo que tenían a su alrededor—. Hanako y el collar, temprano en la mañana, te vimos al salir del campus, ¿te crees muy listo? Y ahora traemos a Kari a casa y vemos cómo descaradamente invitas a un partido de fútbol a esa chica rubia. No te permitiré que sigas jugando con los sentimientos de mi amiga.
Matt realizó un sonido y todos giraron a verlo. Mantenía los labios apretados, como si estuviera conteniendo una risa.
—Kari y yo te explicaremos allá adentro —dijo Ishida.
—Pero…
Mimi no logró decir ni una sola palabra más, pues la Yagami menor, la encaminó de nuevo al interior del hogar. Luego se escucharon cerrarse las puertas corredizas.
Varios segundos transcurrieron en silencio. Tai buscaba la mirada de Sora, y ella esquivaba la suya de todas las formas posibles.
—Jamás te haría algo así, Sora. Por favor, mírame —pidió él.
Sora negó con suavidad.
—Esto es una tontería. Parezco una tonta, de verdad. Sé que tú nunca…
Tai se acercó a ella, luego, con toda la suavidad y dulzura que poseía, rodeó sus mejillas con ambas manos y levantó su rostro para mirarla a los ojos.
—Se supone que tú no deberías saber nada de esto. —Tai soltó una risa, nervioso—. Creo que debí contárselo también a Mimi, pero no quería arriesgarme a que te soltara cualquier pista de mi sorpresa.
—¿Sorpresa? —preguntó Sora, apenada.
—Llevo semanas planeando esto, quería que fuera especial para ti. El lugar, los adornos, la comida. Matt me recomendó esperar, pero yo ya no aguantaba las ganas de pedírtelo, y no quería que fuera algo tan ordinario. Al final todo estaba listo, solo faltaba un detalle. Quería darte algo muy especial que pudieras llevar contigo siempre. —Tai lanzó un sonoro suspiro y sonrió todavía más—. Quería llevarte al partido de fútbol de hoy por la noche, pero cuando salimos todos juntos hace una semana, alcancé a escuchar cuando Mimi dijo que yo te trataba como a un amigo más, que no todo en la vida era fútbol y bla, bla, bla. Sus palabras textuales fueron "El fútbol es cero romántico para una chica".
Sora sonrió, no tenía ni idea de que el moreno hubiera puesto atención a todo aquello, se suponía que él había estado muy entretenido hablando con los chicos.
—Palabras cien por ciento de Mimi Tachikawa —dijo Sora, sonriente.
Él asintió de acuerdo.
—Yo ya había comprado los boletos. Ese era mi plan: partido, cena y… bueno, tuve que cambiar todo. Ryoko me contó que ella no había alcanzado boletos y se moría de ganas de regalarle esas entradas a su novio, yo ya no iba a necesitarlas, así que ofrecí venderle las nuestras. Hanako me ayudó a conseguir algo especial para ti. —Tai había comenzado a rascar su nuca, pero mantenía su sonrisa tranquila.
La cadena, pensó Sora. Primero sintió que un peso se quitaba de encima suyo, luego, llegó a ella otro mucho peor. Había pensado muy egoístamente y se sentía completamente tonta.
Tai había planeado algo lindo para ella, y ella había arruinado por completo su sorpresa. Todo por su paranoia y sus celos.
—Soy una tonta. —Sora se abalanzó directo al moreno, pasó sus brazos por su espalda y lo abrazó con desespero, escondiendo su rostro en su pecho.
—Por supuesto que no —contestó Tai, mientras sus brazos se encontraban rodeándola con suavidad, no paraba de acariciar su espalda y de dar dulces y suaves besos en su cabello.
—Sí, lo arruiné todo.
—Para nada. Llegaste como —dijo mirando el reloj en su teléfono celular—, tres horas antes, pero no quiere decir que no podamos iniciar ya.
La tomó de la mano y la encaminó a una de las sillas.
—Me veo terrible para algo tan bonito —expresó Sora, mientras se echaba una rápida ojeada. Su vestimenta de ese día simplemente consistía en unos pantalones sencillos y una blusa negra que era ocultada por una chaqueta de mezclilla, todo aquello complementado con sus típicos converse rojos.
—Nada es tan bonito como tú —dijo con dulzura, luego miró a los pies de la pelirroja, parecía haberse interesado de pronto en su calzado—. Ya vengo.
Menos de cinco minutos después, ya estaba de vuelta. Había cambiado sus zapatos por sus converse negros.
Sora sintió que en cualquier momento su pecho podría estallar de la emoción que sentía. Amaba a Tai en todos los sentidos.
Habían tenido que esperar a que la comida estuviera lista, pero cuando menos lo esperó, Matt, Kari y Mimi, estaban sirviéndoles y llevándoles todo lo necesario.
Mimi se disculpó por el malentendido y advirtió también al moreno, por si se atrevía a ocultarle de nuevo algo así.
Luego de aquello, se quedaron completamente solos de nuevo. Solo ellos dos.
Había preparado su comida favorita, incluso su postre favorito. También sus flores preferidas adornaban por encima de sus cabezas.
—He soñado con esto probablemente desde que era un niño, luego como un adolescente, y por fin se está haciendo realidad. —Tai tomó su mano derecha por encima de la mesa—. No quería que pensaras que te estaba presionando. Veo que soy un poco tonto cuando algo se trata de ti.
Sora se sonrojó, sintiendo a la perfección el arder de sus mejillas, pero decidió mantener su mirada fija en Tai, no quería perderse ni un solo instante de ese momento.
—También lo soñaba cuando era pequeña, pero se suponía que yo debía ser fuerte y no preocuparme por estas cosas de niñas —confesó.
Ambos rieron.
Luego de un momento, Tai depositó un suave beso sobre el dorso de la mano de la pelirroja.
—Sora, amo tu sonrisa, tus ojos y tu calidez. Cuando estoy contigo, puedo sentirme tan lleno de paz, de amor… me haces sentir tan completo. Siempre lo has hecho. —Guardó silencio unos segundos, su nerviosismo era evidente, pero su sonrisa y sus ojos, únicamente mostraban lo convencido y feliz que estaba por lo que iba a decir—. Y hay algo que quiero preguntarte… Quiero saber si… ¿te gustaría ser mi novia?
Los muros llenos de miedo que la habían llenado durante días, se derrumbaron en menos de un segundo. En su lugar, quedó todo un mar de sentimientos que inundaban su pecho. Anhelo, amor, paz.
—Sí —contestó con dulzura.
La sonrisa que el moreno le dedicó, fue suficiente para sentir cómo se desbordaba dentro de ella todo aquel amor que sentía.
Tai se levantó y se acercó a ella, luego tomó su mano y la ayudó a levantarse también. La abrazó con delicadeza por la cintura y frotó su nariz suavemente con la suya. Entonces, sus brazos la soltaron de repente, pero sin alejarse, sacó de uno de sus bolsillos la cajita plateada, la abrió y sostuvo una cadenita entre sus manos. Con decisión y manteniendo la dulce sonrisa, Tai la colocó alrededor del cuello de la pelirroja, luego volvió a envolverla con sus brazos.
Sora, entonces, vio con detalle el dije que colgaba de aquella cadenita. Una T y una S, entrelazadas. Elevó su mirada hacia él y le sonrió con toda la ternura que había en ella.
Tai correspondió a su sonrisa, después acortó la distancia y juntó sus labios con los de ella.
—Se llama amor y ha existido entre ustedes…
—Toda la vida.
Sora recordó a la perfección las palabras de Mimi. Le había causado gracia muchas otras veces, no obstante, justo en ese momento, le parecieron las palabras más adecuadas.
Su noviazgo con Tai, era por fin oficial.
Oficial y real.
Notas de la autora:
Este fue mi primer One-Shot y le tengo un inmenso cariño.
Hace 9 años llegó a mí esta idea y la escribí, pero tuve varios errores que conforme pasó el tiempo, quise corregir, y por fin me he dado el espacio de hacerlo.
Este fic fue y sigue siendo un regalo de cumpleaños para mi querida Leeen.
Y por supuesto, también con mucho cariño para todos ustedes.
Nos estamos leyendo.
Fati.