2021

¡Hola!

Este fanfic contenía algunos errores, así que me he dado a la tarea de corregirlo pero manteniendo la idea original.

Fue escrito para la navidad del año 2011, pero estoy segura de que un fanfic Mimato viene bien para cualquier día, mes y año.

Disclaimer: Digimon no me pertenece.


El Grinch Ishida.


Absurdo.

Eso era.

Una completa tontería.

No comprendía porqué las personas se empeñaban en hacer tanto alboroto por una simple fecha. Un día tan común y corriente como todos.

Lo único que sabía que cambiaba en esos días, era su agotamiento mental. Tenía que soportar que transformaran por completo las calles, llenándolas de colores y luces extravagantes, con canciones empalagosamente odiosas que sonaban por doquier y montones de olores incesantes y molestos.

Para Matt, la Navidad no era más que una obra donde cada persona sacaba a relucir sus mejores actuaciones. Un pretexto utilizado para obtener resultados llenos de hipocresía.

Tampoco existían las excepciones a aquella interpretación, simplemente que había una gran cantidad de personas que caían dentro de aquel engaño. Una de ellas se encontraba justo frente a él.

—¿Estás bien, Matt?

De reojo, había seguido los movimientos de Tk desde que lo notó salir del baño. Lo que no consideró en ningún momento, fue que su hermano también hubiera estado muy atento a él.

—Sí —le contestó.

El menor no pareció muy convencido con su respuesta, y un instante después se dio cuenta de que él tampoco se había encontrado convincente.

Tk pareció vacilar durante un breve y casi fugaz instante, pero luego una sonrisa apareció en su rostro.

—Es hora de irnos —le dijo a su hermano mayor.

Matt asintió mientras se ponía de pie. Él mismo era una víctima indirecta de la gran mentira de la Navidad, pues sus amigos, quienes sí caían ante aquel engaño, eran quienes lo arrastraban.

—Vámonos, entonces.

Supo que la sonrisa que le había dedicado a su hermano menor no había sido suficiente, aunque en realidad estaba seguro de que nada de lo que hiciera podría ayudarlo.

Tk conocía a la perfección cada parte de él, incluso aquellas en las que ponía de todo su empeño para disimular las cosas que le molestaban. Su intolerancia por las fiestas decembrinas era tal vez la más insoportable.

Su hermano lo sabía y hacía todo lo posible por ayudarle a pasar mejor aquellos días, justo como sucedía en ese preciso momento. Tk había pasado casi todo el trayecto hablándole de sus clases de francés y lo bien que le iba, luego comenzó a relatarle acerca de cómo Kari había decidido tomar clases de cocina. Y justo en ese instante, la conversación tomó otro rumbo.

—Mamá quiere que vengas con nosotros a cenar en Noche Buena. Yo también, obviamente —soltó Tk, de repente.

Matt frunció el ceño.

—¿Y por qué no me lo dijo ella?

—Bueno, ella cree que es más probable que aceptes si yo te lo pido —le contestó, mirándolo.

—Papá no aceptará ir, ya lo sabes —recalcó Matt.

Faltaba una cuadra para llegar a casa de Mimi, así que se detuvieron en la esquina, justo en un punto donde no eran visibles para quienes ya se encontraran en el hogar de la castaña.

Matt miró a Tk, quien inesperadamente se había quedado callado, éste mantenía la vista fija en un árbol situado en un jardín frente a ellos. Ishida se decidió a hablar, pero el menor levantó la mirada hacia él, casi con pesar.

—Matt…

—Tk, no estarás sugiriendo que dejé a papá solo en casa, ¿O sí?

Era verdad que no le agradaba tener que celebrar nada en aquellas fechas, sin embargo, sabía que era uno de los pocos días que podía pasar tiempo con su padre, ya que la mayor parte del año eran apenas unas pocas horas a la semana las que podían compartir. Y siempre a las prisas, cada uno metido en sus asuntos.

Ishida observó a su hermano desviar la vista un breve instante, supo entonces que había algo de lo que no estaba enterado.

—Matt, papá llamó ayer por la noche a casa. Le dijo a mamá que tendrá que trabajar toda la semana… también en noche buena.

Absurdo. Una tontería. La Navidad era una excusa estúpida. Una capa para ocultar la verdad de las cosas. No estaba equivocado.

Asintió y sonrió a Tk.

—Bien, ¿papá mencionó algo más de lo que deba enterarme por medio de ti? —preguntó, con una sonrisa torcida.

—Matt…

—No. —Levantó el brazo izquierdo y lo posó en el hombro de su hermano—. Ya que eres nuestro mensajero personal, dile a mamá que muchas gracias por su consideración, pero podré cocinarme algo yo mismo.

—Espera, esto no se trata de…

El mayor soltó una risa y Tk calló.

—¡Hey, chicos!

Ambos giraron para mirar por la derecha de la calle. Tai se acercaba a ellos con una sonrisa.

—¡Hola, Tai! —Matt correspondió a su saludo con un entusiasmo exagerado, dejando a Yagami un tanto extrañado.

—¿Interrumpí algo? —preguntó el recién llegado. No había sido únicamente el ánimo casi desbordante de Matt, sino también el rostro que mantenía Tk, los que lo habían hecho preocuparse enseguida.

—No, de ninguna manera —le respondió Matt—. No podías haber sido más oportuno.

Los movimientos del mayor de los hermanos, le eran suficientes para saber que algo andaba mal.

Tai intercambió una rápida mirada con Tk, dándose cuenta de que efectivamente algo había sucedido, sin embargo, se dejó llevar por Matt que no paraba de guiarlo al hogar de Mimi.

Sora, con su característica alegría, fue quien los recibió.

—Ya era hora de que llegaran —dijo, con una sonrisa.

Tai dio un beso en la frente de la pelirroja y entró junto a ella.

—¿Han llegado ya? —preguntó Mimi, saliendo de la cocina. Llevaba puesto un gracioso delantal rosa con un sonriente reno impreso en él.

—Lamentamos la tardanza, cariño. Déjame ayudarte con eso —ofreció Matt, corriendo hacia ella. Le quitó la charola llena de galletas que la castaña sostenía.

—Gracias —titubeó Mimi. Se dedicó entonces a observar detenidamente los movimientos de Ishida, parecía encantado con el lugar, lo cual le parecía demasiado extraño.

Cada año, Matt se dedicaba a recalcarle una y otra vez lo exagerada que era su familia en cuestiones navideñas, ella sabía que era cierto pues sus padres amaban aquellas fechas y ella también. En ese momento, sin embargo, él hacía todo lo contrario.

—Me encanta todo, está perfectamente armado —soltó Matt, paseando sus ojos alrededor de todo lo que los rodeaba.

Mimi decidió mirar a los demás, pero de inmediato supo que no iba a obtener mucha ayuda pues los rostros de todos mostraban el mismo desconcierto que ella.

Cada año, unos días antes de Navidad, Tachikawa decidía preparar una fiesta para compartir con sus amigos, era como una tradición para ellos. Ella al igual que todos, sabía que Matt asistía con ellos casi de manera obligatoria. Estaban conscientes de que él, por alguna extraña razón, no toleraba las fiestas decembrinas, pero trataban de alegrarle un poco.

Tal vez, Matt por fin había visto lo que significaban aquellos días. Quizás lo estaba haciendo por ella. Mimi y él llevaban un par de meses saliendo oficialmente y pensar en que esa podría ser la respuesta a la repentina actitud de Ishida, le hacía sentir feliz.

—Qué bueno que te guste —dijo, dando un beso en la mejilla a Matt—. Me he esmerado mucho.

—Es evidente —añadió, con un extraño tono que nunca había usado con ella.

Matt tenía una actitud un tanto complicada, pero en ese momento, Mimi sentía que sus palabras y su actitud tenían un peso extraño que le era casi indescifrable. Lo peor era que no comprendía el porqué.

—El árbol navideño te ha quedado hermoso, Mimi —dijo Kari, mientras lo observaba atenta. Trataba de desviar la atención de Tachiwaka, pues Tk, extremadamente cuidadoso, le había comentado un poco de lo que había sucedido antes de que llegaran.

—¿Verdad que sí? Matt, deja la charola en la mesa, tengo que mostrarte algo —señaló la tierna voz de Mimi.

Afortunadamente, desviar la atención de Mimi no era tan complicado.

—¿Con qué cena nos sorprenderás este año, Mimi?

Ella soltó una risita.

—Bueno, Tai, te quedarás atónito.

—Pero si ya estamos atónitos. Huele increíblemente bien — dijo Tk. No paraba de echar miradas cada tanto a su hermano.

—Y sabe mucho mejor —añadió Sora.

—Espera, espera, ¿tú ya la probaste, amor? —preguntó Tai, mirando a Sora con una ceja en alto.

—Por supuesto, la mejor amiga de la cocinera tiene sus privilegios —respondió ella.

—Eso es trampa —reclamó Yagami, al mismo tiempo que la abrazaba por la espalda y ella reía.

Mimi ensanchó su sonrisa y giró para mirar a Matt. Acababa de recibir la valentía que necesitaba para hacer algo que llevaba planeando desde hacía algunos días.

—A mis padres y a mí nos gustaría que tu padre y tú vengan a cenar en Navidad… con nosotros —soltó Mimi de repente. Todos guardaron silencio luego de eso, pues claramente habían escuchado también.

Y les preocupaba.

Matt soltó una carcajada.

—Eso será imposible —contestó, luego soltó una risa que le provocó un escalofrío a la castaña.

—¿Pero por qué? Incluso compré algo muy especial para que lo coloquemos juntos en el árbol ese día.

—¿Otro adorno más? —preguntó Matt.

Ella asintió ignorando por completo el tono de fastidio que Ishida había empleado.

—El más especial. —Las palabras de Mimi estaban cargadas de una emoción más que evidente.

Matt volvió a reír.

—Especial —repitió, luego de un breve asentimiento de cabeza—. Sí, eres la persona más vulnerable que conozco para caer en todo este teatro.

—¿Qué? —preguntó Mimi, confundida.

—Que esto es absurdo —soltó Matt, ya no pudo contenerse, no más. Había en él una sensación que aplastaba cada parte de su cuerpo, y de repente todo se convertía en palabras que con satisfacción quería expresar—. ¿Qué más da esto? Esos renos estúpidos, el estúpido árbol gigante que parece pastel, y todas estas luces patéticas. Todo esto es patético.

—Oye, Matt…

—No, Tai. Es hora de que alguien les abra los ojos a todos ustedes —interrumpió Matt, caminando de un lado a otro al mismo tiempo que miraba todo cuanto se encontraba a su alrededor, casi con odio… casi con asco—. ¿Acaso no se dan cuenta?, ¿tan ciegos están? Esto de la Navidad únicamente es una obra creada para venderles la idea de una época perfecta, llena de familias y personas perfectas que fingen que se llevan bien y que todo es color de rosa, cuando la verdad es que lo único que hacen es intentar tapar lo patéticas que son sus historias y sus vidas.

Supo que había logrado tener un gran desahogo y se sintió enormemente bien durante un momento, sin embargo, también estuvo consciente del precio que iba a pagar por ello, sobre todo por el sonido que inundó la salita cuando su mano, en uno de sus movimientos casi inconscientes, golpeó una caja de cartón que fue a dar directo al suelo.

Hubo silencio, hasta que la larga y castaña melena de Mimi se movió con rapidez frente a sus ojos.

—No, no, no, no, no… —repetía Mimi, que se encontraba de rodillas frente a la cajita. Mantenía sus manos tapando su boca, mientras que su cabeza se movía de un lado a otro en señal de negación.

Sora se acercó deprisa y se arrodilló a un lado de ella, luego levantó la caja. Al parecer se encontraba abierta y había caído sobre la parte superior de la misma, dejando que su contenido diera de lleno en el suelo sin ningún tipo de protección.

Ahí, sobre el impecable piso del hogar de Mimi, se encontraba un objeto, al parecer de vidrio, quebrado en múltiples partes desiguales. No les costó mucho tiempo darse cuenta de lo que había sido aquel objeto antes de caer. El dorado de su brillo parecía intacto.

"Incluso compré algo muy especial para que lo coloquemos juntos en el árbol ese día."

Una estrella navideña.

Mimi tomó uno de los extremos puntiagudos, lo observó durante un momento y luego lo dejó caer sin ningún cuidado.

—Podemos pegarlo, déjame ayudarte.

—No, Sora —protestó Mimi, inesperadamente tranquila y deteniendo las manos de la pelirroja que se acercaban a los vidrios tirados—. Matt tiene razón. Todo esto es absurdo. —Se puso de pie y miró directo a los ojos azules de Matt que la observaban fijamente—. No tiene sentido intentar salvar este pedazo de cristal, se ha arruinado y ya no servirá para tapar las historias y vidas patéticas de las personas.

Kari se apresuró a seguir a Tachikawa a su habitación luego de que ésta saliera corriendo. Sora suspiró y se ofreció a levantar los vidrios antes de que alguien pudiera accidentarse.

—Déjame ayudarte —ofreció Tai.

Matt se quedó solo unos cuantos segundos más, luego se dirigió a la puerta y salió seguido por Tk.


Matt procuró concentrarse únicamente en regresar a su hogar, sin embargo, estuvo consciente de que Tk había estado siguiéndolo durante todo el trayecto.

También supo que el menor había entrado al departamento luego de que él mismo lo hiciera, y que había dejado de seguirlo solo hasta que, luego de llegar a su habitación, se hubiera encargado de cerrar la puerta de un golpe.

Había creído que si dormía durante un rato, lograría desprenderse de todos aquellos sentimientos que se anidaban dentro de su pecho, aquellos mismos que no paraban de oprimirle de una forma dolorosa, pero no había sido suficiente.

En cuanto sus ojos se abrieron al despertar y su mente trajo de vuelta todas las imágenes de lo sucedido en casa de Mimi, también llegó a él una cascada de recuerdos anteriores: navidades pasadas, sillas vacías alrededor de la mesa, regalos sin abrir guardados por meses. Sobre todo, el vacío dentro de su pecho que no había hecho más que agrandarse.

Se hacía llamar una víctima indirecta de la navidad, siendo Mimi el principal hilo que jalaba de él hacia el teatro de esos días, pero ella no mentía, ella no actuaba. Ella nunca fingía.

La brillante sonrisa y vibrante emoción que la castaña desbordaba, eran completamente genuinas, así como lo era el apoyo que Tk le daba, como la amistad de Tai o los consejos de Sora.

Nada de aquello era una farsa.

En medio de todo aquel embrollo en su interior, lo comprendió.

Tarde, muy tarde, pensó.

Aun así, se apresuró a levantarse de la cama, pero una punzada en su cabeza lo hizo caer sentado sobre el colchón.

Un suave toque en su puerta lo obligó a abrir los ojos que había mantenido cerrados para intentar aminorar el dolor en su sien.

Tk se adentró en la habitación y se sentó a su lado.

—Bebe esto, te sentirás mejor —le dijo, al mismo tiempo que le entregaba una humeante taza morada, misma que Matt puso sobre su buró.

—Mimi no va a perdonarme nunca. Ninguno lo hará —soltó Matt, al mismo tiempo que cerraba los ojos y, con ayuda de sus dedos, se apretaba el puente de la nariz.

Tk suspiró y luego dio una ligera palmada en el hombro de su hermano.

—Somos una familia.

—Exacto —dijo Matt, abriendo los ojos y elevando con brusquedad su cabeza para mirar más fijamente a su hermano. Una mueca apareció en su rostro por el dolor en su cabeza, pero se compuso un instante después—. Somos una familia y yo les he hecho daño, como siempre lo hago con mi estupidez.

—Te presionamos mucho —soltó Tk.

No más justificación.

—No —dijo Matt, luego se levantó tratando de ignorar el dolor apremiante que se mantenía detrás de sus ojos—. Esa no es una razón válida. Soy un imbécil, no quiero que me defiendas, no lo merezco.

Ya no más. No se permitiría seguir con ese estúpido juego lleno de odio y amarguras, ya suficiente daño había hecho. Y debía aceptar ese error, mismo que durante años había estado cometiendo.

—Lo entendemos, Matt.

—¿Entender?, ¿entender qué?, ¿entender mi actitud? —Tuvo que obligarse a cerrar de nuevo sus ojos debido al dolor. Tk se acercó con prisa al verlo tambalear y lo ayudó a llegar de nuevo a su cama.

—Hermano, deberías descansar un poco más. —Tocó su frente y su rostro adquirió un toque de alivio al no sentir una temperatura preocupante en él.

—No. —Con las manos sosteniendo su cabeza, Matt volvió a negar—. No puedo quedarme aquí sentado, necesito ir a hablar con ella… Con todos. Debo disculparme.

—Está bien, pero descansa primero. Te servirá para pensar y ordenar las cosas que hay en tu cabeza ahora.

No los merecía. Ni a Tk ni a ninguno de sus amigos. Su hermano estaba con él apoyándolo luego de haberse comportado como el peor ser en el mundo.

Pero Tk estaba ahí con él.

—Tienes razón —dijo, recargando los brazos sobre sus rodillas—, ninguno querrá verme. Mimi debe odiarme. Pero aun así no me quedaré de brazos cruzados.

Matt levantó la mirada hacia Tk que se mantenía de pie frente a él. Esperaba que su mirada le diera a notar que lo odiaba, que se encontraba molesto con él aunque fuera un poco. Pero no. Su hermano menor lo miraba con el mismo cariño que siempre, tal vez incluso un poco más.

—Voy a ayudarte. He hablado con los demás, ellos lo entienden, Matt. Ya te lo he dicho, somos tu familia.

Era definitivo. No lo merecía. Su hermano no le pedía explicaciones, nada, absolutamente nada. Sabía que Tk conocía las razones que tenía para comportarse como lo hacía durante esas festividades, pero tenía todo el derecho de preguntarle, de pedirle explicaciones. Y no lo hacía, en lugar de eso, solo se ofrecía a ayudarlo.

Su hermano menor nunca lo presionaba a hablar o a expresarse, pero en ese momento sentía una necesidad apremiante por contarle todas las cosas que pasaban por su cabeza, y como si Tk le hubiera leído los pensamientos, se sentó a su lado, fue entonces cuando Matt notó la luz entrante a través de las cortinas.

—¿Qué hora es? —Al parecer, la punzada en su cabeza se había transformada en una punzada de preocupación dentro de la mente de Matt.

Tk miró el reloj en su muñeca.

—Exactamente las once y media.

—¿Dormí toda la noche?

El menor asintió.

—Un poco más, tal vez.

¿Un poco más? No tenía idea de a qué hora habían llegado a su departamento el día anterior, pero estaba seguro de que cuando se acostó a dormir ni siquiera pasaban de las diez de la noche.

—Tk…

—Me atrevo a decir que soy la persona que mejor te conoce en todo el mundo, bueno, compito un poco con Tai —dijo, y luego soltó una risa—, pero me defiendo al tener más tiempo de conocerte. —Tk guardó silencio durante unos breves segundos, simplemente se dedicó a mirar a su hermano mayor con una sonrisa en su rostro—. Eres mi hermano, nada de lo que hagas podrá cambiar eso. Y me importas, y nada de lo que hagas podrá cambiar eso tampoco. Y quiero ayudarte, porque eres mi hermano, porque me importas y porque te quiero.

Matt sonrió y un ligero sonrojo apareció en sus mejillas.

—Tk tú también me importas y… y…

—Lo sé, Matt —interrumpió, sin dejar de sonreír. No le mentía, lo sabía mejor que nadie.

Pasaron un rato en silencio, el menor decidió dejarlo pensar un poco, pues no quería atosigarlo.

—Tengo una idea, ¿crees que podrías ayudarme? —preguntó Matt, al mismo tiempo que se levantaba y caminaba hacia su closet.

—Por supuesto. —Se apresuró hacia la puerta, pero antes de salir giró a mirar a su hermano y le guiñó un ojo—. Ya me he adelantado un poco.

—Espera —pidió Matt.

—¿Mmh?

Tk, que ya se encontraba fuera de la habitación, volvió a detenerse.

Matt desvió ligeramente la mirada, luego sonrió y volteó a mirarlo fijamente

—Hay algo que me gustaría contarte

Fue entonces que supo que no eran explicaciones. Necesitaba contarle a su hermano sobre las cosas que sucedían dentro de él. La diferencia era abismal.


—Mira, Mimi, la cafetería que nos recomendó Yolei.

La castaña apenas y le dirigió una mirada al lugar que Sora le indicaba.

—Se ve bien —contestó, con simpleza. Ni siquiera se detuvo.

La pelirroja siguió el ritmo que su amiga mantenía en su caminar. No pensaba presionarla pues sabía que se encontraba bastante triste.

Mimi la había llamado durante la madrugada para poder hablar y desahogarse con ella, no dejó de llorar durante toda la llamada mientras le recordaba una y otra vez, lo cruel y tonto que había sido Matt y cómo había roto su corazón en una sola noche.

Para cuando Tk la llamó, Sora había dormido únicamente dos horas y media. Solo bastaron unos cuantos segundos de explicación por parte de Takaishi para que ella se levantara y comenzara a prepararse.

Había dejado que Mimi durmiera lo suficiente para después convencerla de salir a dar una vuelta, no le gustaba nada el ver a su amiga de esa forma, y aunque se encontraba bastante molesta con Matt, también comprendía la situación y estaba dispuesta a ayudarlos a ambos.

Por su parte, Tachikawa no sabía distinguir entre la mezcla de sentimientos que la inundaban. Por un lado se encontraba triste y decepcionada, pues la actitud y acciones de Matt, la habían lastimado mucho, pero también encontró enojo dentro de ella, y para su sorpresa, era bastante.

Sora le echó un rápido vistazo a su amiga al mismo tiempo que su teléfono vibró dentro del bolsillo de su pantalón, lo sacó esmerándose lo mejor que pudo para seguir todo al pie de la letra.

—¡Hola, Tai! —Pasaron unos cuantos segundos mientras escuchaba con atención—. ¿Cómo?, Tai, ¿qué pasa?

El tono que había utilizado le pareció bastante falso, pero afortunadamente logró captar la atención de la castaña.

—¿Sucede algo? —preguntó Mimi, luego de notar que Tai había colgado la llamada.

Sora asintió.

—Eso creo, había mucha interferencia. —Regresó la llamada y justo como estaba planeado, Tai no atendió. Realizó la acción por segunda vez obteniendo como ya esperaba, el mismo resultado—. Algo sucede en el departamento de Matt, solo alcancé a escuchar eso.

Sora no supo si el rostro de Mimi había cambiado o si es que acaso había hecho alguna mueca, pues estaba completamente concentrada en parecer desconcertada y preocupada.

—¿Quieres que vayamos a ver? —preguntó la castaña.

Pero sí que había obtenido el resultado que esperaba.

Sora solo atinó a asentir, no quería que las palabras o la voz le fallaran y el plan se arruinara.

No tardaron más de diez minutos en llegar a la puerta de entrada al hogar de los Ishida, pues la pelirroja se había encargado incluso de encontrarse a una distancia muy corta para cuando Tai le llamara.

Para sorpresa total de Sora, fue Mimi quien tomó la iniciativa y sin pensarlo caminó a paso apresurado directo a abrir sin tomarse la molestia de llamar primero. De inmediato la azotó una punzada de culpa, pues la castaña se había preocupado notoriamente desde que le había dicho la mentira acerca de la llamada, pero sabía que de otro modo no habría encontrado manera de llevarla al hogar de Matt.

Por su parte, Mimi no había dejado de sentirse asustada y muy preocupada durante todo el trayecto. Se había esforzado mucho en disimular frente a su amiga, sin embargo, notó que el rostro de la pelirroja realmente se había transformado luego de la llamada con Tai, así que simplemente no podía permitirse arrastrar por su orgullo y su enojo, pues si algo sucedía con sus amigos o Matt, ella siempre acudiría. Siempre.

Mimi no sabía con exactitud que se encontrarían al llegar al departamento de Matt, pero algo supo en cuanto abrió la puerta: nunca imaginó algo como lo que sus ojos veían.

No supo si fueron los colores, la luz del lugar o el aroma, pero una sorpresiva calidez la embriagó de inmediato, pues el hogar de los Ishida se encontraba listo para recibir la navidad.

Luces y escarcha navideña colgaban a lo largo de las paredes, un hermoso y frondoso árbol se encontraba en una de las esquinas de la salita, en él colgaban montones de esferas de todos los colores, incluso había un reno de papel, pegado en una de las ventanas.

Con un poco de trabajo logró despegar su atención de todo aquello. No tardó en encontrar a Tai y a Tk, quienes se encontraban charlando muy animadamente en la salita, y no había rastro de preocupación en sus rostros, sino, más bien todo lo contrario, pues las sonrisas que cargaban se lo confirmaban.

Y entonces, todo rastro de miedo, intranquilidad o incertidumbre, se desvanecieron en un suspiro.

Mimi no tuvo que buscar, pues su mirada se encontró de inmediato con aquellos ojos azules que tanto anhelaba ver, mismos que la observaron con atención. Y justo en donde esperaba encontrar algún problema, no se topó mas que con paz y nueva calidez.

Tai y Tk se pusieron de pie, fue hasta ese momento que Mimi pudo recordar lo que hacía en ese lugar, así que sin comprender qué sucedía, giró a buscar ayuda en la pelirroja, pero ésta ya no se encontraba detrás de ella como había pensado, sino que había llegado hasta el lado de Yagami, donde también había hecho aparición Hikari.

—¿Qué está pasando? —preguntó Tachikawa, sin pensarlo. La situación que la rodeaba estaba comenzando a abrumarla. Necesitaba respuestas, pues un montón de dudas borboteaban en su interior—. ¿Hay algún problema?

—¡No! —Todas las miradas se posaron sobre Matt, que casi lo había gritado—. No te preocupes.

—Bien. —La castaña asintió y dio media vuelta dispuesta a irse.

—Mimi, espera.

Supo, incluso antes de voltear, que la persona que había tomado su muñeca para detenerla, había sido Matt. No lo miró, no pudo, sus ojos se dirigieron directamente a buscar ayuda en Sora.

—Sora…

—No la culpes, esto se lo he pedido yo —agregó Matt, casi con prisa.

Mimi dio un tirón a su brazo y se liberó del agarre.

—¿Culpar a Sora?, ¿por qué haría eso? Aquí la única persona que miente eres tú —soltó ella con molestia. Se estaba esforzando demasiado en no comenzar a llorar.

—En realidad… —comenzó la pelirroja.

—No —interrumpió Matt—, es verdad, mentí. Planee todo esto para traerte aquí, quería… necesito hablar contigo—. La castaña volvió a girar decidida a irse, pero en esa ocasión, el rubio no alcanzó a tomar su brazo—. Mimi, por favor, solo… solo escúchame.

Silencio. Tal parecía que nadie tenía intención de decir algo más, eso o que no sabían cómo hacerlo.

—¿Qué es ese olor? —interrumpió Tai.

—¡Rayos!

Tras escuchar su exclamación, Mimi giró con prisa, y sin pensarlo corrió siguiendo los pasos de Matt, mismos que se dirigían apresurados a la cocina.

Mimi no había sido consciente del olor hasta que se adentró al lugar. Observó con atención todos los movimientos de Ishida, por si él necesitaba ayuda.

Matt sacó del horno una bandeja llena de galletas y la colocó sobre la mesa, la castaña notó que en realidad todas ellas se veían bastante bien, lo que la hizo suponer que el olor se debía a que se habían quemado ligeramente por la parte de abajo.

Los ojos azules de Matt reflejaron decepción cuando revisó una y efectivamente la parte de abajo se notaba bastante oscura.

Fue entonces que Mimi lo notó. Todas las galletas tenían formas navideñas, arboles, renos, esferas, regalos.

—¿Tú las hiciste? —preguntó, cuando su castaña mirada logró desprenderse de la plateada bandeja.

—Sí. —Incluso su voz sonaba decepcionada—. Quería hacer yo mismo algo especial por ti, pero lo arruiné.

—¿Algo especial por mí?

Matt la miró fijamente. Dentro de la profundidad de sus ojos, llena de aquel azul que tanto le gustaba, Mimi pudo darse cuenta de que muchas cosas sucedían. Incluso dentro de ella misma podía sentir algo diferente, como una sensación de emoción que intentaba apagar por miedo, pues las imágenes de la última reunión no dejaban de dar vueltas por su cabeza.

Pero no.

Si iba a equivocarse, si volvía a cometer el mismo error, dejaría que sucediera, no ignoraría aquella sensación. Confiaría.

—Perdóname. —Todo el aire de seguridad, confianza y determinación que siempre rodeaba a Matt, pareció no existir en ese momento. Sin embargo, sus palabras sonaban honestas. Cada gesto que hacía, incluso los más pequeños movimientos en él, eran diferentes en ese momento. Diferentes pero honestos—. Sé que actué de una forma completamente egoísta la última vez. Fui un estúpido con todos ustedes. Fue un impulso, y no quiero justificarme con eso, pero en el momento no pensé en lo que hacía, simplemente dije las cosas y… lo arruiné.

—Matt…

—Por favor, dame la oportunidad de explicarte. Sueno como un imbécil que comete sus estupideces una y otra vez y luego vuelve a pedir perdón tratando de justificarse. Y sé que lo soy. Pero te pido que me dejes explicarte, si quieres irte después, lo entenderé, solo dame la oportunidad.

—Yo… —Quería gritárselo. Quería decirle que se moría de ganas por escucharlo, por entenderlo, por saber. Matt no era un imbécil, no era un egoísta ni un estúpido. Se sintió completamente tonta por no haberse puesto a pensar en él, en el otro lado. Ya sabía lo mucho que le costaban esas cosas, la navidad, esas reuniones… —Dime. —Fue lo único que atinó a decir pues sintió su garganta arder.

Matt dejó escapar un suspiro que seguramente venía guardando hacía mucho.

—Sé que piensas que odio la navidad y todo lo que tiene que ver con ella. Mi personalidad nunca ha sido la más indicada para que parezca que me siento cómodo en estas fechas. —Guardó silencio por unos cuantos segundos mientras intentaba acomodar todo lo que se encontraba dentro de su cabeza. Sabía qué era lo que quería contarle, lo que debía decirle, pero externarlo comenzaba a hacerse muy complicado para él—. Nunca he querido parecer diferente, no lo hago intencionalmente… es…

—Está bien —interrumpió Mimi. No había visto en que momento ella se había movido, pero se posicionó justo frente a él y lo tomó de la mano dándole un ligero apretón—. No me había puesto a pensar en lo difícil que debe ser para ti, yo simplemente quería incluirte. Te obligué. No debí.

Ella sabía un poco acerca de los motivos que Matt tenía para aquellas actitudes, pero no estaba segura pues él nunca se lo había contado.

—No, no. Me gusta estar contigo, con todos ustedes, son mi familia —dijo, tomando también la mano libre de la castaña—. Nunca me he sentido obligado de compartir con ustedes—. Desvió ligeramente su mirada y luego volvió a depositarla en los ojos castaños de Mimi.

—Matt, no es necesario.

—Sí lo es. —Hubo silencio por un momento más. Pero Matt ya había juntado toda la fuerza que necesitaba para hablar—. Las primeras navidades de mi vida fueron perfectas. Mamá cocinaba la cena que yo más amaba, papá pasaba más tiempo en casa, y yo jugaba siempre con Tk. Recuerdo muy bien que yo pedía ser siempre quien adornara, dejaba un desastre y luego mamá venía y dejaba todo perfecto. Todo era perfecto. Pero… —Matt miró hacia un lado—, cuando mamá y Tk se fueron, quedé con la esperanza de que podríamos seguir pasando navidades, juntos, pero eso no sucedió nunca más. Los recuerdos que tengo de las últimas navidades, son de mi padre y yo sentados mientras cenamos y escuchamos la radio. —No quería dar más detalles, pues cuando volvió a mirar a Mimi, ella ya se notaba bastante triste—. Creo que, quise odiar para evitar y lograr olvidarme de todo eso. Pero no fue correcto.

Matt no supo cuánto tiempo pasó, pero agradeció lo que sucedió después.

Los brazos de Mimi a su alrededor lo reconfortaron bastante. Ella le transmitía, como siempre sucedía, una calidez hermosa que lo embriagaba, lo mantenía y lo levantaba. Pudo pasar sus brazos por detrás de su espalda y el característico aroma de Tachikawa, lo hizo sonreír.

No le importaba tener que romper las barreras que siempre mantenía, mostrar su lado más débil, más humano. La había extrañado y no soportaría perderla.

Ella lo soltó un poco para poder mirarlo.

—Lo siento mucho, Matt. Nunca pensé en tus razones, eso fue egoísta de mi parte. —Tapó con sus manos la boca del rubio cuando notó que iba a interrumpirla—. Lo fue, y quiero que sepas que lo siento muchísimo, debí saberlo. Creo que me centraba mucho en hacer todo perfecto, que me olvidaba de algo muy importante. El cómo te sentías tú.

Él sonrió y acomodó algunos mechones rebeldes de la cabellera de Mimi.

—Entonces, ¿me perdonas? —preguntó él.

¿Qué? ¿Cómo podía preguntarle eso?

—No hay nada que perdonar. Y tú… ¿Me perdonas a mí? —preguntó Mimi.

—¿Por ser una novia tan hermosa y perfecta?

Un sonrojo apareció en sus mejillas, luego soltó una risita.

—Tonto.

—No hay nada que perdonar —repitió Matt, también—. Pero sí mucho que hacer. —Luego de la expresión confundida de la castaña, decidió explicarle—. Hablé más temprano con los chicos, ellos me ayudaron a organizar esta reunión, sé que no compensa el haber arruinado la tuya, pero no quería que la perdiéramos por mi culpa.

—¿Ellos también saben todo esto? —preguntó Mimi.

—Sí, les conté hace un rato —respondió, con una brillante y genuina sonrisa adornando su rostro—. Son mi familia también.

La chispa de emoción que había comenzado a crecer en su pecho, se había transformado en toda una llama en el interior de la castaña. No lograba sacar la sonrisa boba de su rostro, ni la felicidad que seguramente se notaba en toda ella, pero no le importaba. Estaba muy feliz y no quería ocultarlo.

Matt había sido contagiado de la sonrisa de la castaña, de aquella ternura que emanaba de todo su ser, de la dulzura con la que sus ojos lo miraban. Se encontraba por fin con una tranquilidad que pensó no obtendría.

Además, estaba agradecido. Y muy feliz.

—Vamos con los demás —propuso ella.

—Ah, respecto a eso… —Matt miró la bandeja de las galletas—. Creo que tengo un asunto que arreglar. Están arruinadas y prometí una bandeja de galletas.

—¡Bien! Entonces manos a la obra. Soy una experta en repostería.

—¿Me estás proponiendo cocinar con la maravillosa Mimi Tachikawa?

—Es tu día de suerte.

La sonrisa en el rostro de Matt se ensanchó, luego, todavía sin apartarse ni un poco de ella, dio un suave beso en su frente.

Mimi cerró momentáneamente los ojos, cuando volvió a abrirlos, se encontró de lleno con el profundo azul que siempre encontraba en la mirada de Matt. Sintió que comenzaba a perderse dentro de la dulzura que sus ojos le transmitían.

Una carcajada que inmediatamente reconocieron que pertenecía a Tai, seguida de varias risas, los hizo recordar que tenían mucho que hacer.

—Vamos, antes de que nos perdamos las tonterías de Tai.

—Démonos prisa. —Asintió ella.

Y entre risas, continuaron con la labor.


—¿Un poco más de té, Matt?

—Por favor, está delicioso.

La madre de Mimi lo miró con una encantadora y tierna sonrisa, luego rellenó su taza.

—Estas son las galletas más deliciosas que he probado —dijo Natsuko, madre de Matt y Tk.

Matt sonrió mirando a su madre, ella de verdad estaba disfrutando de aquellos postres.

—¡Muchas gracias! Mimi es una experta en repostería. Trabajamos juntas en la elaboración todos estos postres. —La señora Tachikawa agregó, con evidente entusiasmo—. ¿Qué tal el pastel, Tk?

El menor sonrió todavía masticando, provocando risas a su alrededor.

—Está delicioso, me encanta. Muchas gracias por todo esto, Satoe —respondió.

—Y espera a que pruebes este pan de queso, es la especialidad de mi esposa —agregó el padre de Mimi, también muy emocionado.

Luego de la reunión en casa de Matt, Mimi le había recordado de la invitación a pasar navidad en casa con sus padres, también había invitado a Tk y a su madre, quienes aceptaron, lo cual y sin esperarlo, había puesto demasiado contento a Matt.

El timbre sonó sobresaltándolos a todos, pues no esperaban a nadie.

—Voy yo. —Saltó de inmediato Satoe—. ¡Qué hermosa sorpresa! —dijo al abrir—. Por favor pase, señor Ishida. ¡Bienvenido!

—Muchas gracias.

—¿Papá?

Luego de que Tk hablara, Matt volteó con sorpresa, casi derramando su té.

—Buenas noches a todos —saludó el recién llegado.

—Papá —soltó Matt—, ¿qué haces aquí? Pensé que estarías… bueno… dijiste…

Matt había avisado a su padre que pasarían la noche en casa de los Tachikawa, pero sabía que él no podría asistir por su trabajo.

—Cancelaron de último momento y nos enviaron a todos a casa —respondió el hombre con una sonrisa.

Se formó un extraño silencio que llenó toda la casa.

—Bueno, entonces adelante, que gusto que pases navidad con nosotros. Ven, tienes que probar este pan, es la especialidad de mi esposa —dijo el señor Tachikawa bastante emocionado y con su característica alegría.

El señor Ishida buscó a Matt con la mirada, le dedicó una cálida sonrisa y éste lo imitó, luego se dejó arrastrar por el padre de Mimi que lo llevó a la mesa de postres.

Mimi se acercó a Matt y lo tomó del brazo.

—Sí que mi padre sabe cómo manejar cada momento.

Matt asintió y le dedicó una sonrisa.

—Mimi tengo un regalo para ti.

—¿Para mí?

—Uno muy especial —confirmó. Tenía que hacerlo antes de que los nervios le ganaran y pudieran hacerlo arrepentirse. No sabía cómo lo tomaría ella—. Ven. —La llevó a una de las orillas del hogar, justo al lado del enorme ventanal que asomaba a la calle.

Matt se acercó al árbol de navidad y sacó la cajita plateada que había escondido detrás de éste, luego regresó al lado de Mimi y se la entregó.

Ella lo aceptó con una enorme sonrisa adornando sus tiernas facciones. Observó primero la cajita, se encontraba envuelta en un papel plateado que brillaba como si pequeños diamantes la rodearan, y sobre ella había un hermoso moño rojo.

Desató el moño con cuidado, y luego retiró el papel, recargándose en una mesita cercana. Se encontró entonces con una hermosa cajita de madera. Pasó sus dedos ligeramente por encima y miró a Matt, éste la observaba muy atento, pero parecía pensativo al mismo tiempo.

Decidió levantar la tapa. Entonces la vio.

No dudó ni un segundo en sacarla de la cajita para poder tenerla entre sus manos.

Parecía una pequeña almohada, delgada y fina.

Una estrella. Estaba hecha de tela amarilla, cosida a mano y con piedritas brillantes de colores a lo largo de todos sus bordes.

Era tierna, bonita y… especial. Muy especial.

—Yo la hice a los cinco años, mi abuela me ayudó. Luego papá nos ayudó a Tk y a mí, a ponerla sobre el árbol.

—Matt…

—Rompí tu estrella aquella noche, y creí que jamás podría encontrar en ningún lugar una estrella que fuera igual de valiosa y especial que ella. Pero encontré mi estrella, es tan especial e importante para mí... espero que no sea tonto de mi parte. Pero si no te gusta, puedo…

Apretando la estrella sobre su pecho, la castaña corrió a abrazarlo.

—Esta es la estrella más hermosa y especial que he tenido en mi vida, Matt —dijo—. La más hermosa y especial.

—¿Podemos ponerla juntos en el árbol? —pidió él, mientras acariciaba con ternura su espalda.

Ella asintió. No pudo hablar, pues las lágrimas estaban a punto de desbordarse por sus ojos. Ese era el mejor regalo que había recibido en su vida.

Matt tomó de la mano a la castaña y la guio hacia el árbol. Compartieron una mirada llena de calidez, de paz y de amor. Entonces, sin soltarse, Mimi se puso de puntitas y elevó su brazo. Matt tomó el otro extremo de la estrella y ayudó a la castaña a ponerla en la punta del verde y frondoso árbol.

Luego contemplaron la estrella, sonriendo.

Y como si de una sincronización perfecta se hubiera tratado, ambos giraron a mirarse.

Matt tomó la otra mano de la castaña y le sonrió. Mimi pudo sentir lo que la mirada de Matt le decía, pues era todo un mar lleno de sentimientos que la hacían estremecer. Alcanzaba a llenarse de la ternura y dulzura que el rubio le dedicaba en ese momento.

Ella también sonrió y Matt notó como su interior se llenaba de todo lo que la castaña le hacía sentir.

Se inclinó y dejó un suave beso sobre los labios de la castaña.

—Es hora, chicos.

La voz de la madre de Mimi, les indicó el inicio de la ronda de abrazos de la noche. Tradición de los Tachikawa.

Matt no era una persona que adorara dar abrazos por todas partes, pero hacerlo ese día fue como haber tomado medicamento luego de una fuerte fiebre, pues lo hizo sentir mucho mejor en varios sentidos.

Dejó al final el abrazo que más esperaba.

—Me da gusto poder estar aquí, hijo.

—A mí también me alegra, papá —respondió Matt.

Fue el mayor quien tomó la iniciativa, y con un movimiento decidido, lo apretó entre sus brazos.

—Feliz navidad, hijo —le dijo, apretándolo todavía más.

—Feliz navidad, papá. —Matt tenía los ojos cerrados, permitiéndose disfrutar de la calidez y paz que le transmitían los brazos de su padre.

Al parecer, el señor Ishida también había reservado su último abrazo para él. Luego lo soltó y Matt lo vio irse a hablar con el padre de Mimi quien se mostró emocionado.

Mimi, que había sido su primer abrazo, corrió de nuevo para envolver a su novio con sus brazos.

Ella soltó una risita y Matt no pudo contener una sonrisa. Mimi, sin saberlo, había cumplido varios de sus deseos en una sola noche, haciéndolo feliz con ello. Así como lo hacía día a día con sus sonrisas, sus risas, sus ocurrencias, sus abrazos o sus besos. Su compañía, su apoyo y su paciencia.

La castaña se sentía feliz y llena de amor, eso era lo único que necesitaba y lo mejor de todo, era que lo encontraba justo en ese momento dentro de las paredes de su hogar.

—Gracias por esta noche, Matt.

—Gracias por cada día, Mimi.

Y volvieron a sellar el momento con un beso que tenía la capacidad de decirles tanto cuanto necesitaran, sin necesidad de usar ninguna palabra.

Eran afortunados, se sentían completos y felices.

Ese año, la navidad les había dejado hermosos y valiosos regalos.

Regalos que serían para toda la vida.


Notas de la autora:

Es la misma historia que escribí hace unos años, pero con un montón de correcciones de todo tipo.

Espero que hayan disfrutado de la lectura.

Sigue siendo con todo mi cariño.

¡Un abrazo!

Fati.