"Este es un buen lugar para caer como cualquiera
Construiremos un altar aquí
Hazme tu maria
Ya estoy sobre mis rodillas"
(Traducido de "Bedroom Hymns, Florence + The Machine)
Momentos
(Interludio)
Himnos de Dormitorio
En el castillo de Hyrule siempre había algún rumor circulando, que si Lord tal tenía una querida, que si Lady tal prefería la compañía de alguna dama a la de su marido, hijos ilegítimos, apetitos extravagantes, costumbres exóticas, viajes inesperados a provincias sureñas, chismes para todos los oídos morbosos que quisieran escucharlos. Sin embargo el chisme de moda era algo más peculiar que de costumbre.
La mascota de la, pronto a ser reina, Princesa Zelda.
Aunque parezca extraño, el rumor de moda eran las apariciones de un simple animal paseándose en el castillo junto a la heredera del trono. Tema de conversación que de vez en cuando se mencionaba al hablar de las otras más jugosas indiscreciones. Tal vez era porque la protagonista no era otra que la heredera al trono. Y lamentablemente, para las bocas y oídos inquietos, los chismes concernientes a ella eran muy escasos. Este era el segundo en lo que iba del año. Todo un récord.
Muchos habían dicho que casi todas las tardes un enorme perro de color plomizo se dirigía siempre a sus aposentos. Las doncellas del castillo decían haberlo visto antes vagando en las calles de la ciudadela durante la época obscura. Ahora parecía haberse mudado a las comodidades del palacio.
Nadie sabía de donde había aparecido, muchos pensaban que tal vez aquella bestia se metió al castillo mientras su excelencia se encontraba prisionera, otros que posiblemente había venido siguiendo al famoso héroe desde Ordon, dado que se le veía tan seguido como al joven espadachín. Nunca en su compañía eso si.
Aún así todos coincidían en una cosa: siempre se le podía de ver en compañía de la princesa o vagando en el castillo buscándola.
Tarkov, un muchacho oriundo de la ciudadela, se unió a la guardia durante esos días. Tal vez no era el hombre más inteligente del mundo pero eso no le quitaba suspicacia y paciencia para observar; nadie hubiera pensado que sería él quién se diera cuenta de ciertas… curiosidades acerca de la peculiar mascota.
El joven guardia tuvo su primer encuentro con aquella bestia cuando le tocó hacer rondas dentro del castillo. En un principio para él sólo era otro más de los animales que rondaban el palacio y no le tomó importancia.
Sin embargo y con el pasar del tiempo, empezó a notar detalles peculiares. Parecía un can muy reticente a la compañía masculina, curiosamente aquella que buscaba acercarse a su alteza de una manera más sentimental.
Durante días observó al animal, hasta darse cuenta de detalles que no cuadraban con su especie.
Era un lobo.
No era un hombre versado en la vida salvaje de los bosques, pero sabía que los ojos azules no eran comunes en los adultos, y este gigantesco can, no era un cachorro. Tampoco era muy común verlos en solitario. Aunque por sus orejas oradadas, tal vez había sido criado desde cachorro como un can doméstico.
¡¿Alguien había reparado en sus orejas oradadas?!
Claro que la princesa pudo haberle oradado las orejas. Y tal vez dicho animal era un mestizo de lobo y de uno de sus parientes lejanos.
Eran las explicaciones más lógicas.
Llegó a ser testigo de ver al poderoso animal, volverse un manso cachorro, tirado pansa arriba a los pies de la princesa, gimoteando mientras le rascaban la barriga.
Un día de tantos, mientras su capitán le corregía la postura, cayó en cuenta que usaba arracadas al igual que la famosa mascota real.
–Señor...– inquirió.
–Adelante –contestó éste despreocupado.
–¿Es el único que usa arracadas, capitán?
–Eso creo, ¿porqué la pregunta?
–Simple curiosidad señor –contestó sonriente.
Eso si no era una coincidencia. O talvez si...
Tal vez si era en realidad mascota de su capitán y para ser identificado como suyo, le perforó las orejas. Una a la que había entrenado para no gustar de cierta y muy específica compañía masculina.
Su superior debía ser muy bueno amaestrando animales si logro tal presición o, por descabellado que sonara y con temor a sonar ridículo, su capitán era el dichoso can.
Llegó a pensar que estaba viendo cosas, volviéndose loco.
Tarkov jamás vio la transformación con sus propios ojos, ni nunca averiguó como Sir Link lograba tal acto, si estaba maldito o la clase de artes empleadas para tal proeza. Sin embargo había sido testigo, sobre todo durante las horas más silenciosas del castillo, qué aquel lobo siempre entraba a la habitación de la princesa y se le veía saliendo de ella, hasta la mañana siguiente o pasadas unas horas.
Aunque nunca había escuchado ningún chisme de que su excelencia había sido encontrada acompañada en la alcoba. Salvo por su "inseparable" mascota postrada educadamente en el suelo.
De su capitán, tampoco. Es más, nunca se les había encontrado en alguna situación indecorosa o embarazosa. Ambos parecían llevar una cordial y platónica relación. Nunca se supo de alguna indiscreción por parte de ambos. Es más, parecía ser que el héroe del reino solía desaperecer del castillo de vez en cuando. Reapareciendo horas más tarde.
Nunca se escuchó que alguno fuera inmiscuído en alguna situación escandalosa.
Salvo tal vez cierto incidente de un patán con el capitán, pero fuera de ello... nada.
Pero aún así, entre ambos había ciertas similitudes, demasiado para ser simples coincidencias. Podía ser joven pero no estúpido.
Si sus sospechas eran ciertas, y estaba casi completamente seguro que así era, eso quería decir que su superior era uno de esos míticos "Hombres Lobo", que contradiciendo al folklore popular, no parecía sentirse desgraciado por su maldición.
Pudo haber confesado lo que averiguó pero al final haría más mal que bien. No sabía del arreglo que había entre la pareja y si llegaba si quiera a comentar algo, todo mundo lo creería un loco. Quién, en sus cinco sentidos y completamente cuerdo, iba a creerle semejante teoría. Claro que con lo visto años atrás en el reino, todo era posible ¿No?
–¡Bah! –exclamó y sacudió la cabeza.
Una situación muy fantasiosa. Mucho.
Lo que fuera que hicieran dentro de su dormitorio –o cualquier otro lugar– se quedaba entre ellos dos, siempre sería un misterio para él y prefería que se quedara así. Tampoco iba a indagar en detalles pero...
¿Serían sus encuentros salvajes, gentiles, ambos?
Esto se lo preguntaba sobre todo cuando veía a la bestia trotar hacia la princesa con las orejas gachas y meneando la cola, mostrándose sumiso y cariñoso; para despues pasar al imponente guardian postrado a su lado, con las orejas erguidas. Atento a cualquier sonido.
¿Quién daba el primer paso, ella ó él?
La princesa se veía muy reservada, tal vez algo fría, pero también estaba echa de carne y hueso. Era tan humana como él. Pero era tan difícil imaginarla...
Tosió apenado.
Tarkov juró que nunca soltaría una palabra de lo que había averiguado, sólo se limitaría a sonreír ante la ingenuidad de los demás.
Si ellos supieran que la simple mascota, era en realidad un hombre usando la piel de un lobo, visitando a la joven heredera, haciendo quién sabe que cosas entre las cuatro paredes de su recámara.
Esperaba que nadie más, salvo él, se diera cuenta de las similitudes entre el hombre y la bestia, porque el peculiar rumor, pasaría a ser el chisme del año.
NOTAS:
Son exactamente diez minutos para las 2:00 a.m, debería haberme ido a dormir ya, pero no podía. Porque me la he pasado con la canción de Bedroom Hymns en la cabeza.. He aquí el resultado.
Este es un interludio, una historia de la serie de Momentos, unas historias subidillas de tono XP.
*Tarkov: el nombre me lo robé de un trailer Live Action de Halo We´re ODST, el protagonista es un soldado con ese nombre y pues me gustó. Este muchachón saldrá en otras historias mias.