2021
¡Hola!
Este fanfic contenía algunos errores, así que me he dado a la tarea de corregirlo pero manteniendo la idea original.
Fue escrito como un regalo por el cumpleaños de Roww, y lo sigue siendo. Con todo mi cariño.
Espero que disfruten su lectura.
Disclaimer: Digimon no me pertenece.
San Valentín
Qué difícil.
Era Matt Ishida y esas cosas no le sucedían a él… bueno, en el pasado no le sucedían.
No sabía cuánto tiempo llevaba sentado frente a su escritorio sin hacer nada, salvo pensar, y es que sí tenía mucho por hacer pero se había encontrado con diversos impedimentos para cumplir con sus objetivos de esa tarde.
Había sido como pasar por diferentes fases que se mezclaban entre sí, y que no paraban de reproducirse una y otra vez aleatoriamente: falta de concentración, nervios, ansias y miedo. Sobre todo el miedo.
Sus ojos miraron con atención la hoja de papel que se encontraba frente a él, ésta seguía igual de blanca e intacta como desde que la había tomado con un único propósito en mente: escribir una carta.
Aquello había comenzado siendo algo muy emocionante, pero quizás, esa emoción solo había durado hasta justo el momento en el que había tomado la delgada hoja, para luego, preparar el bolígrafo y haberse quedado congelado, o eso le pareció ya que no logró escribir nada.
Se encontró con que sí sabía qué era lo que quería plasmar ahí, pero no sabía cómo hacerlo.
Él escribía y componía canciones, se suponía que escribir una carta no debía serle nada difícil porque a final de cuentas se trataba de lo mismo, ¿no?
Frustrado, desvió sus azules ojos para mirar a través de la ventana a su lado. San Valentín sería hasta el día siguiente, pero las personas ya caminaban de un lado a otro cargando regalos, globos y flores. Hundió un poco las cejas al notar la facilidad con la que lo hacían, mientras que él era todo un mar de emociones por dentro.
Se sentía algo así como un desastre.
Ese desastre había comenzado desde que aceptó que se sentía atraído por cierta persona, aunque si lo pensaba bien, en realidad había comenzado desde mucho antes.
Tal vez desde que se dio cuenta de que el simple hecho de pensarla le emocionaba, la agitación que sentía cada vez que la miraba, el cosquilleo en su estómago, la torpeza que adquiría su cuerpo o las sonrisas bobas que ya no podía controlar…
Mimi. Mimi. Mimi.
Nada de aquello era propio de él. Todo lo que estaba sucediendo le era completamente nuevo. Es decir, sí que había sentido cosas por otras chicas, pero nunca con tal magnitud.
Nunca antes alguien lo había hecho sentirse tan incapaz y nervioso. Tan entusiasmado y asustado. Tan emocionado y dudoso.
O con tanto miedo.
Ella nunca había mostrado interés en él, al menos no algo que fuera más allá de la simple y sencilla amistad que habían llevado desde que se conocían.
Aturdido, cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás.
Tal vez escribir la carta no era una buena idea.
Las sonrisas que la castaña le regalaba, su hermosa voz que siempre le ponía de buenas, el encanto y amor con el que hacía todo, su calidez, sencillez y ternura, eran cosas que ella siempre mostraba y compartía con todos.
Después de todo, aquello era lo que la caracterizaba y la hacía ser ella.
La dulce Mimi Tachikawa.
Absurdo.
No.
La absurda era ella, no la situación.
¿Cómo se le había ocurrido algo así?
Mimi había pasado casi todo el día anterior trabajando en su regalo de San Valentín, mismo que en ese momento le parecía ridículo.
Reprimió el suspiro que amenazaba con salir de sus labios, al mismo tiempo que miraba fijamente la mochila a su lado, como si pudiera ver a través de ella y mirar el paquete que se encontraba en su interior.
—¿No lo crees así, Mimi?
Lo único que sabía la castaña, era que aquella pregunta había sido formulada por Joe. También supo de inmediato que todos los ojos a su alrededor estaban puestos sobre ella y de que no tenía ni la menor idea de lo que habían estado hablando.
—Bueno, yo…
—A mí me parece que este día es perfecto, está lleno de sonrisas y abrazos —interrumpió Sora.
La castaña entendió entonces de lo que hablaban y agradeció internamente a su amiga por la ayuda.
—Una excelente oportunidad para los enamorados, pero aun así me parece demasiado ruidoso y movido. —Volvió a intervenir Joe.
—No seas tan amargado, Joe. Yo creo que te falta la chispa de esos enamorados para disfrutar del día —soltó Tai, mientras palmeaba la espalda del mayor.
Todos comenzaron a reír.
Sentados alrededor de una de las mesas circulares de piedra que se encontraban en el jardín del instituto, podían notar todo el alboroto que se producía por doquier.
Los colores rosa y rojo, revoloteaban por todas partes adornando cada rincón, mientras que flores paseaban de mano en mano dando recorridos por todo el lugar.
San Valentín siempre resultaba ser un día especial y diferente en el instituto, pues llegaba cargado de sorpresas y ocurrencias variadas.
Cada año había chismes y teorías respecto a lo que sucedería ese día, si tal alumno entregaría flores o chocolates a alguien o si tal alumna recibiría una revelación amorosa. Pero siempre sin excepción, contaban con el elemento más especial y emocionante: el buzón de cartas.
Era como una tradición, la más importante en San Valentín. El comité del instituto recolectaba las cartas de los alumnos y llegado el día, los integrantes del mismo, se encargaban de entregarlas a sus respectivos destinatarios.
Resultaba muy emocionante la espera de la hora en que dos miembros del comité llegaban a cada aula y mencionaban frente a todos, los nombres de los alumnos que recibían alguna carta.
—Y tú, Tai —Tk lo observaba con una sonrisa burlona en la cara—, ¿le darás una carta a alguien este año? Escuché rumores de que la chispa de esos enamorados te había contagiado a ti.
El moreno sonrió. No era un secreto en realidad, pues todos en el instituto se habían dado cuenta de que Tai y Sora habían comenzado a salir desde hacía unas semanas atrás.
—Yo mismo iré a entregarla —contestó con evidente entusiasmo.
—¿Qué irás a entregar?
Todos voltearon a mirar a Matt, mismo quien acababa de llegar.
—Mi carta —respondió el moreno, con una sonrisa.
—Ah. —Un ligero asentimiento acompañó la simple respuesta que dio el recién llegado.
Mimi miró de nuevo su mochila. Definitivamente llevar aquel regalo había sido una mala idea.
La castaña había llevado una linda amistad con Matt desde que eran niños, al igual que lo había sido su amistad con los demás ahí presentes, sin embargo, hacía más de un año que el rubio había causado un sentimiento diferente en ella.
Todo había llegado de forma gradual, hasta que un día le fue inevitable aceptar lo fuerte que se había vuelto el sentir hacia él.
Matt estaba rodeado de admiradoras, pero a la castaña le parecía ridículo.
Siempre que había escuchado a las chicas hablar de su amigo, únicamente lograban hacerlo de una forma tan superficial que incluso le molestaba.
Era absurdo. Matt era más que un chico atractivo y misterioso que cantaba en una banda de rock, ya que aquello era como solían describirlo siempre.
Pero…
Sí, era atractivo y mucho. También siempre estaba rodeado de un aire misterioso. Y era bien sabido que era vocalista de una banda. Todo eso era algo que cualquiera podría notar.
Pero había más, mucho más.
Para Mimi, el lado más atractivo de Matt, resaltaba cuando se preocupaba por sus amigos, cuando mostraba con tanta naturalidad su gentileza y amabilidad. Que cuando alguien tenía algún problema no dudaba ni un solo segundo en ayudarle. Ante los días de tristeza o dificultades, Ishida sabía mostrarse como un apoyo… como un refugio que está dispuesto a protegerte siempre que lo necesites.
Bajo ese frío e indiferencia con el que muchas veces lo catalogaban los demás y que las chicas calificaban como atractivo e interesante, había una persona que nadie se molestaba en tomar en cuenta, pues lo que únicamente querían ver, era aquello que les interesaba superficialmente, nada más.
Matt era amabilidad y gentileza. Matt era inteligencia. Matt era un gran amigo.
Y todo aquello era lo que por fin la había animado a pasar la tarde anterior cocinando galletas, mismas que había decorado especialmente, dándoles un toque dulce y romántico.
Aquellas galletas las había preparado pensando en él. Porque eran para él. Eran para Matt.
Siempre había agradecido que él nunca mostrara especial interés en ninguno de los presentes o cartas que solía recibir, pero ese día, anhelaba con todo su ser que él mostrara algo. Ese algo sería lo que le indicaría que podría entregarle su regalo sin miedo. Sin miedo al rechazo, sin miedo a salir lastimada.
Pero él se veía como siempre.
Tan Matt, pensó y esbozó una sonrisa.
De cualquier manera, nada cambiaba lo que pensaba o sentía por él.
—Tenemos que irnos.
Solo hasta que Tk y Kari se levantaron, pareció volver a la realidad.
Mimi seguía sin tener la menor idea de lo que habían estado hablando sus amigos, y por la mirada que le dedicó Sora, entendió que su amiga la había tenido que seguir salvando dentro de la conversación.
—Nosotras iremos al baño primero. Nos vemos en clases. —Sora sacudió su mano hacia los demás y jaló a Mimi.
En el camino, la pelirroja le explicó que realmente no habían hablado de nada más que de proyectos de clases y exámenes, además de seguir bromeando con todo aquel tema de San Valentín.
—Creo que no podré hacerlo, Sora —soltó Mimi, de repente.
Se encontraban ya afuera del aula de la castaña.
—Amiga, no estás obligada a darle el regalo si no te sientes segura —le dijo la pelirroja mientras acomodaba un mechón de cabello que se había soltado del peinado de Mimi—, pero si dentro de ti sientes que de verdad quieres hacerlo, el miedo no debe ser un obstáculo. Estaré allí para ti, pase lo que pase.
—Muchas gracias. —Mimi se había encargado de mantener al tanto a Sora acerca de sus sentimientos por Matt, y sobre todo, del regalo que había preparado para él. La hacía sentirse más tranquila el contar con su apoyo.
Sora le había dado un abrazo antes de partir a su salón de clases, dejando a Mimi con una leve chispa de valentía extra.
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Le había costado mucho trabajo concentrarse en su clase, pero el tema del regalo la seguía consumiendo.
De tantos nervios que sentía, ni siquiera le había prestado atención al reloj, no hasta que tuvo que mirarlo sorprendida cuando los chicos del comité entraron cargando el bonito buzón adornado con motivos de corazones.
Mimi sí había enviado varias cartas. Una para cada uno de sus amigos, pues desde niña había formado esa costumbre, claro que antes no existía ningún buzón. Ese año, sin embargo, una de ellas la había escrito de forma muy especial, para alguien especial.
Para él.
Había estado tentada de ir a sacarla del buzón, pero al final, las palabras de Sora la habían motivado y tranquilizado. Su corazón le decía que lo hiciera. Ella realmente quería hacerlo.
—Mimi Tachikawa.
Una sonriente chica del comité se acercó y le entregó varias cartas.
Una era de Sora. Tai le había mandado una también. Había también una de Tk y una de Kari. Algunos alumnos más le habían escrito, pero todo se detuvo cuando en uno de los sobres, resaltó un nombre. Su nombre.
Matt Ishida.
—Matt le envió una carta a Mimi. —La voz de una de sus compañeras, retumbó por las cuatro paredes.
Y entonces aquella entrega de cartas dejó de tener importancia, no solo para Mimi, sino para el aula entera, incluso el profesor pareció sorprendido.
Los cuchicheos no se hicieron esperar y la castaña supo que todos los ojos estaban puestos en sus manos, algunas alumnas incluso se acercaron para ver mejor.
No supo de donde salió la motivación, pero no pudo evitar hacerlo. Abrió el sobre sin pensarlo.
Y entonces, todo pareció detenerse de nuevo, pero con un enfoque distinto.
"¿De verdad lo creíste?"
Aquellas palabras estaban escritas seguidas de una cara riendo.
Risas, más cuchicheos y más risas. El profesor hablando. Las chicas del comité confundidas. O riendo. O ambas.
No se detuvo a mirar.
Tomó todas sus cosas y salió corriendo. Llamó a Sora desde el baño. Lo único que supo con certeza, fue que no podía dejar de llorar.
La pelirroja no tardó en llegar, pero ella sí tardó en lograr explicarle lo que había sucedido, luego Sora había salido del baño con prisa, no sin antes pedirle con insistencia que la esperara. La castaña había asentido y roto a llorar de nuevo.
Se permitió llorar, después de todo, acababan de lastimarla. Pero una parte de ella no lo creía.
Matt jamás le haría algo así a nadie, menos a un amigo. Y ellos eran amigos, ¿no? Además, el chico no era de los que se prestaban para ese tipo de bromas. Pero era su letra, podía reconocerla con facilidad.
Al final, pareció que sus lágrimas se habían terminado, pues no encontró nada dentro de ella. Como si todo dentro de su mente se hubiera vuelto blanco.
—El profesor accedió a darme la carta, al parecer estaba causando gran revuelo en el aula y tuvo que confiscarla.
La pelirroja había hablado tan solo entrar de nuevo al baño. Mimi no tenía ni la menor idea de si Sora había tardado o no. Parecía que había perdido la noción del tiempo.
Logró ver que la pelirroja tenía la carta en sus manos y no paraba de mirarla con atención, analizándola.
—Es su letra. —El susurro de Mimi, logró que la mirada de Sora dejara de observar la carta.
—Lo sé. —A Mimi no le sorprendía que la pelirroja también pudiera reconocer su letra, después de todo, habían sido compañeros de clases desde que eran niños—. Pero no creo que esto haya sido obra de él —añadió Sora.
—No creo que alguien le haya pedido que lo escribiera así como así y que el muy tonto hubiera accedido. Obviamente lo planeó él. —Mimi parecía molesta. Estaba molesta… Y muy dolida.
—Debería preguntarle a Tai, o tal vez incluso a él mismo —ofreció Sora, pensativa.
—Tienes razón. Iré directamente con Matt —dijo Mimi, mientras se levantaba del lavabo en el que había estado recargada.
Una punzada de preocupación azotó a Sora. La determinación de Mimi era evidente. La castaña había parado de llorar y su rostro de repente se había vuelto impasible, aumentando el mal presentimiento en la pelirroja.
—Mimi, yo creo que…
—¿Cuánto falta para el segundo descanso? —preguntó Tachikawa, interrumpiéndola.
Sora parpadeó, confundida, pero accedió a revisar la hora en su teléfono.
—Faltan quince minutos —le contestó.
Mimi asintió. Tiempo suficiente para serenarse y limpiarse todo rastro de lágrima.
Bien, pensó Mimi mientras caminaban por uno de los jardines del instituto. Tal vez no conocía del todo a Matt. Aquello no había sido una broma, había sido una estupidez, y si Matt era capaz de llegar a algo así, ella también sería capaz de afrontarlo.
No más la Mimi ingenua.
Sora se había dedicado a acompañarla todo el rato. Ya después le pediría los apuntes de la clase a Tai, pues su prioridad en ese momento, era por completo su amiga.
Había intentado convencer a la castaña de que la dejara investigar un poco, después de todo, Tai podía ser el mejor amigo de Matt, pero por encima de todas las cosas, Tai y ella eran mejores amigos y confiaba en que el moreno le diría toda la verdad. Confiaba en que aquello no había sido hecho por el rubio. Debía de existir una explicación.
Pero Mimi se veía completamente decidida, así que la pelirroja no tuvo más remedio que seguirla y hacerle compañía.
Habían descansado un rato he intentado comer algo, sin embargo, ambas apenas y comieron unos cuantos bocados.
—¿Sora?
Mimi la miraba de pie, la pelirroja no había notado el momento en que su amiga se había levantado de la banca de piedra donde habían estado descansando.
—¿Sí?
—¿Podrías acompañarme? Te necesitaré —pidió Mimi.
La pelirroja casi saltó al levantarse. Se acercó a la castaña y puso una mano en su hombro.
—Por supuesto, no tienes que pedírmelo.
Mimi asintió.
Sentados en la misma banca de piedra de siempre, Matt observaba con curiosidad a su amigo.
—¿Por qué no simplemente pusiste la carta en el buzón? —preguntó Ishida.
Tai lo miró, esbozando la misma boba sonrisa que había tenido durante todo el día.
—Para que fuera más especial —respondió, guiñándole un ojo, eso sin perder el aire romántico que había cargado durante toda la mañana.
Matt enarcó una ceja y soltó una risa.
—Hasta donde tengo entendido, lo más especial de todo este alboroto es el buzón, ¿no? ¿Acaso no es lo que se la pasan esperando los estudiantes todo el año? —Los nervios comenzaron a hacerse presentes en él.
—Supongo, pero desde el principio quise entregársela yo mismo. De todas maneras, ella no estaba cuando entregaron las cartas —respondió Tai, encogiéndose de hombros.
Sora había arruinado un poquito sus planes, pues Tai planeaba darle la carta que había escrito para ella, en el momento en que el comité le entregara a la pelirroja las que le habían mandado ese día. Pero la pelirroja había salido de clase varios minutos antes de que el comité llegara. Le había enviado un mensaje de texto avisándole que tenía que salir, pero que no se preocupara.
De todas formas, le daría la carta en cualquier oportunidad, pero quería ser él mismo quien se la entregara.
Matt no dejaba de envidiar la naturalidad y tranquilidad con las que Tai llevaba las cosas. Simplemente parecía ser un chico recién flechado por cupido, cuyo único propósito y misión en la vida, era entregar su carta de amor a la chica de sus sueños.
Comenzaba a preguntarse si debió haber seguido los pasos del moreno y haber entregado él mismo la carta que había escrito.
Pero él creyó que a Mimi le gustaría más así.
Desde el principio, la pena lo había embargado, pero sabía que iba a valer cada instante. Podía notar como todas las alumnas se emocionaban cuando les entregaban las cartas del buzón, lo había visto en los rostros de sus compañeras el año anterior. Todas amaban el buzón.
Mimi no cursaba el mismo grado que ellos, por lo que nunca había visto su expresión cuando el comité llegaba a hacer la entrega de las cartas, pero siempre creyó que a ella también le emocionaba, por ello había decidido dejar toda pena y miedo, y se había atrevido a, por primera vez, enviar una carta.
Al final, sus miedos habían quedado muy por debajo y había ganado aquella pizca de valentía que sintió cuando miró a Mimi ese día. Su sonrisa por la mañana lo había convencido. Él tenía que hacerlo. Quería hacerlo.
Había escuchado a un grupo de alumnos hablando acerca de a quién de ellos podría elegir la castaña. Eran tonterías. Mimi no se guiaba por palabras bonitas escritas en una carta, simplemente para elegir a alguien. Como si ella fuera un premio. Qué idiotas.
La castaña no era la persona superficial y hueca que ellos pintaban con sus palabras imbéciles.
Mimi tenía la capacidad de alumbrar y de llenar de alegría cualquier lugar que pisara. Con su simple presencia, ella podía transmitir paz y felicidad. Su dulzura al realizar cualquier actividad, el compromiso y lealtad hacia sus amigos, su nobleza…
El increíble ingenio con el que lograba resolver cualquier situación difícil, siempre viendo lo positivo y contagiando a los demás.
Mimi era luz. Mimi era alegría. Mimi era paz.
Y si alguien no era capaz de darse cuenta de aquello, definitivamente no merecía ni siquiera su amistad.
—Hola, chicas.
La voz de Tai, lo hizo levantar la mirada.
Matt sintió como su pulso comenzaba a acelerarse, pero todas las sensaciones hermosas que le producía la presencia de la castaña, se desvanecieron al mirar su rostro. No tuvo mucho tiempo de analizarlo, pues Mimi se acercó y dejó caer frente a él una caja rosada, misma que llevaba atado un listón azul, y era adornada con un moño en la parte superior de la tapa.
—Me quedo tranquila de saber que yo no juego con los sentimientos de las personas —soltó Mimi, mirándolo fijamente.
La dureza en su voz lo dejó paralizado unos segundos, hasta que la voz de Tai volvió a hacer aparición.
—Oye, Mimi…
—Ah —dijo la castaña, deteniéndose a media vuelta, completamente dispuesta a marcharse—, puedes comerlas tú, Tai, da igual. Prefiero que las coma alguien a quien realmente le importe.
Mimi volvió a mirar con frialdad directamente a Matt, y luego dio la vuelta, tomó casi con brusquedad el brazo de Sora, y la jaló con ella.
Todo había sido demasiado rápido.
Matt no se movió durante unos segundos, no había podido reaccionar. Se quedó así hasta que la voz de Tai pareció despertarlo.
—¿Qué fue todo eso? —El moreno también se había quedado mirando la dirección por donde se habían ido las chicas.
Matt llevó su mirada de nuevo a la caja que Mimi había dejado, quitó el listón y la abrió. Eran galletas.
Primero, sus ojos azules se dedicaron a leer las palabras que venían escritas por la parte interior de la tapa.
Espero que te gusten.
Con todo mi cariño.
Mimi.
Luego observó con más detenimiento las galletas que contenía la rosada cajita. Había algunos corazones, algunas con forma de flor, también se encontraba una que tenía una forma de guitarra y se encontraba justo en el centro.
El pensamiento de que la carta que había escrito para ella no le hubiera gustado, llegó a él casi como un golpe en el estómago. ¿Pero qué pudo haber tenido de malo? Recordaba cada una de las palabras que había escrito en ella. Tal vez le había parecido ridícula. Pero se había esmerado tanto, renglón por renglón, párrafo por párrafo…
—No entiendo. —La voz de Matt, salió como un susurro confundido. Todo él estaba confundido.
—¿Y esto? —preguntó Tai, de repente.
Su vista se dirigió al lugar donde los ojos del moreno miraban con atención. Reconoció de inmediato el sobre. Mi carta, pensó Matt. La tomó y la abrió. Su boca también se abrió.
"¿De verdad lo creíste?"
—Debe de ser una broma. —Su voz molesta resaltó al igual que su incredulidad.
—Es una broma —afirmó Tai, que también veía con atención la carta que Matt sostenía entre sus dedos—. De pésimo gusto —añadió, frunciendo el ceño.
Ishida se levantó con marcada brusquedad y apretó con fuerza el pedazo de papel que sostenía, era evidente que esa no era la carta que él había enviado. Algún chistosito se había encargado de realizar esa estupidez.
—Con razón estaba tan molesta. —dijo Matt, que también se encontraba sumamente molesto. Lo que tenía entre sus manos no se trataba de una broma.
Era una maldad.
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Matt y Tai no habían tenido más opción que pedir un poco de ayuda. Afortunadamente contaban con muy buenos amigos de su lado.
—Sí, definitivamente esto fue obra de Yoshio. —Hiroki, mejor amigo de Joe, había acudido en cuanto éste se lo pidió con carácter de urgencia. Pertenecía al comité del instituto y esperaban que pudiera ayudarles con el problema de la carta de Matt.
Yoshio había sido parte del comité, pero hacía unos meses que había renunciado al mismo. Habían surgido rumores de que cobraba a los alumnos por falsificar firmas, sin embargo, aquello nunca se comprobó y quedó en un simple rumor.
—¿Estás seguro? —preguntó Joe.
—No conozco a nadie más que pueda imitar de forma tan perfecta la caligrafía de alguien —aseguró Hiroki.
Todos miraron con atención lo escrito en aquella hoja de papel.
"¿De verdad lo creíste?"
—Yoshio tuvo una carta entera para copiar con exactitud cada letra que necesitó —argumentó Tk, que había acudido en cuanto su hermano lo llamó.
—Exacto. —Asintió Hiroki—. En realidad, no le costó nada de trabajo pues tenía cada letra servida en la palma de su mano.
—Ese imbécil…
—No te preocupes, Matt —le interrumpió Hiroki—, yo me encargaré de este problema. Soy el presidente del comité y no voy a ser tolerante a ninguna situación de este tipo.
— ¿Yoshio Tanaka? —preguntó Kari, curiosa y con el ceño ligeramente fruncido.
—El mismo —respondió Hiroki.
—¿Lo conoces? —Luego de la pregunta de Tai, todos miraron a la pequeña castaña con atención.
Ella asintió.
—El año pasado invitó a salir a Mimi. —Kari guardó silencio unos segundos, parecía atar cabos dentro de su mente—. Ella no aceptó.
Los segundos siguientes que pasaron en completo silencio, dieron a entender a la perfección que todos habían llegado a la misma conclusión. Fue Tai quien rompió el silencio.
—Patético e imbécil.
—Tranquilos, déjenme todo a mí. —Hiroki sacó su teléfono celular y se alejó un poco de ellos. Luego de hacer una llamada, se acercó de nuevo con una sonrisa—. Solo denme veinte minutos.
—Pero tenemos que volver a clases. —Las palabras de Tai parecieron hacer eco dentro de todos.
—Y es justo lo que necesitamos —respondió Hiroki, sonriendo con tranquilidad.
Solo una mirada bastó para que Joe pudiera comprender a su amigo.
—Confíen en nosotros —dijo Kido, apoyando a su amigo.
Si Joe se encontraba tranquilo, era seguro que todos mantuvieran la calma también, después de todo, no tenían otra alternativa.
Nunca antes había odiado tanto el hecho de que Sora y ella no compartieran aula. Necesitaba que su mejor amiga estuviera ahí con ella. Pero debía resignarse.
Afortunadamente era el último bloque de clases y después podría ir a casa a dormir, así se olvidaría al menos por un rato de la horrible mañana que había pasado.
—Buenas tardes, profesor, ¿podría darnos unos minutos?
La castaña, al igual que el resto de sus compañeros, se sorprendió de ver al presidente del comité de alumnos en la entrada a su salón, que ante el asentimiento del profesor, ingresó al aula seguido de ¿Tai? Y… ¿Matt?
—Son Tai Yagami y Matt Ishida. Este ha sido el San Valentín más increíble de todos. —Escuchó como hablaba una de sus compañeras. Luego de eso, no hubo ni una sola palabra más. Ni cuchicheos, ni nada.
Hiroki se posicionó al centro de Tai y de Matt, y comenzó a hablar:
—Ocurrió un incidente esta mañana y quiero disculparme por ello. Alguien creyó que era divertido modificar el contenido de las cartas. Déjenme decirles que esto va totalmente en contra de nuestros valores. Pero no se preocupen, toda acción incorrecta tendrá su castigo, por lo pronto, tenemos ya un alumno que ayudará a limpiar toda la escuela luego de clases, además de ayudar con labores de limpieza en las aulas durante lo que queda del mes. —Hiroki sonrió antes de continuar—. Espero que esto nos sirva de lección a todos. Ahora mismo haremos la correcta entrega del contenido que fue modificado. Esta es una tradición importante para nosotros, así que toda carta escrita puesta en nuestro buzón, será entregada correctamente en su totalidad.
Mimi no había notado que Tai cargaba entre sus brazos el famoso buzón de cartas. No hasta que se posicionó por delante de Hiroki.
Matt caminó hacia su amigo y sacó una carta del interior de la caja, luego miró directamente hacia Mimi.
Segundos o minutos, no lo supo, pero la castaña en ese momento se perdió en los hermosos ojos azules de Ishida, y luego, lo observó caminar directo hacia ella.
—El imbécil bromista arruinó la carta que había escrito para ti. Pero escribí una más especial. Lo que pasó me hizo darme cuenta de lo importante que es para mí hacer esto. Porque tú eres muy importante para mí, Mimi. —Matt extendió la carta hacia ella. La castaña la tomó con un ligero temblor en sus dedos.
—Matt… —De sus labios, su nombre había salido como un susurro, mismo que causó que Matt esbozará la sonrisa más dulce que le había visto en su vida.
—Hay muchas cosas que quiero decirte en persona. ¿Puedo verte después de clases? —Le preguntó Matt
Los cuchicheos que resonaron por todo el salón fueron completamente irrelevantes para Mimi, pues todo el remolino en su interior no hacía más que intensificarse.
Sentía que no podría controlar toda la emoción dentro de ella, y que los nervios iban a comérsela entera, pero al mismo tiempo, una chispa gigante de decepción la invadió. Ella no quería esperar hasta terminar las clases para poder hablar con Matt, tenía de repente la imperiosa necesidad de que fuera justo en ese instante, pero de nuevo tuvo que resignarse. Y es que tan solo hacía unos minutos atrás, se encontraba lo suficientemente molesta y decepcionada de él, tanto, que había creído que no podría perdonarle aquello jamás.
Nunca se imaginó que en verdad todo tenía una explicación. Una punzada de culpa la azotó de repente.
—Sí —contestó con resignación pero sin dejar de sonreírle.
—Entonces, te veo más tarde —le dijo Matt con dulzura y luego regresó al lado de los otros dos al frente.
—Muchas gracias, profesor. —Hiroki realizó una reverencia al hombre.
Matt y Tai lo imitaron, luego siguieron a Hiroki y salieron del aula.
Era como una ley.
Si el buzón llegaba al aula, incluso el profesor respetaba aquel momento. Había muchos alumnos agradecidos por ello, dos especialmente en ese momento.
La clase siguió igual, pero dentro de Mimi, todo había cambiado.
Matt no tenía la menor idea de lo que habría tenido que hacer de haberse encontrado solo en todo aquel asunto.
Ya sabía que Hiroki era una persona bastante honesta, pero tal vez no habría podido contar con toda la ayuda que le brindó, de no haber sido por Joe.
No supo cómo, pero de alguna manera, Hiroki había conseguido sacarle toda la verdad a Yoshio.
No solo les había entregado la carta que Matt había enviado a Mimi, —que lamentablemente había terminada arrugada y partida en cuatro partes— sino, que habían recuperado la carta que Mimi había enviado en el buzón para Matt, misma que también había sido robada por Yoshio.
Hiroki no les había dicho cómo era que Yoshio había logrado robar las cartas, puesto que al no ser parte del comité, se suponía que no tenía ningún acceso a las mismas. Pero cuando les mencionó que más de un alumno tendría que cumplir con el castigo, varias suposiciones les habían venido a la cabeza. Prefirieron no indagar.
Al menos había tenido la satisfacción de ver la cara de Yoshio cuando le anunciaron su castigo, pues había sido evidente que aquel comunicado no le había sentado nada bien.
Se dio el gusto de volver a recordar la sonrisa victoriosa de Tai luego de la sentencia de Yoshio, supuso que su propia expresión en aquel momento debió ser muy parecida a la del moreno.
Paró abruptamente todos aquellos pensamientos en cuanto la vio.
Observó cómo su larga melena castaña se movía con cada paso que ella daba, y como si de alguna conexión se tratara, ella lo miró también.
Matt sonrió y caminó hacia Mimi, de inmediato.
—Hola. —Desde que había ido a su aula a entregarle la carta, no había parado de pensar en lo que le diría en cuanto la viera, pero ese simple hola no había estado en sus planes.
—Hola —respondió ella. Matt pensó que en definitiva no sabía que decirle. O más bien sí que lo sabía, pero no sabía cómo hacerlo, pero para su sorpresa y alivio, Mimi volvió a hablar—. Matt yo… lamento mucho lo que sucedió hace un rato, no tenía idea de nada de eso, solo me dejé llevar y…
Luego de la emoción y los nervios, la vergüenza comenzó a atacarla de una manera abrupta. No le había dado la oportunidad a Matt de explicarle, ella ni siquiera le había dicho lo que había sucedido, tan solo se había plantado frente a él y casi le había estampado en la cara la caja de galletas. Había sido muy grosera.
Mimi no paraba de mirarlo a él y de hacer revolotear sus preciosos ojos castaños por todas partes. Se sintió tonto, pues no podía permitir que la castaña se sintiera culpable por algo que ella no había hecho.
—No, Mimi. Esto no fue tu culpa, en realidad, debí darte desde un principio la carta yo mismo, pero pensé que sería más especial si la ponía en el buzón, pero…
—No fue tu culpa —dijeron ambos al unísono.
Sus miradas volvieron a cruzarse para quedarse ahí, una con la otra, como si se hubieran congelado de repente, pero sintiendo al mismo tiempo una cálida ola de dulzura.
Mimi le sonrió y todo dentro de Matt pareció cambiar de inmediato, como un apretujón que le aumentaba los nervios y la emoción. Definitivamente amaba su sonrisa.
—La carta es hermosa. Muchas gracias —le dijo Mimi, con su dulce voz.
Matt también sonrió. No era muy común observar a Mimi desviar la mirada así de nerviosa, pero sí que era un escenario completamente bello.
—También leí tu carta, Mimi, es muy bonita. Gracias también por las galletas. Y…
—¿Y? —preguntó ella, curiosa. Matt parecía haber perdido la seguridad que lo solía caracterizar, le era lindo y gracioso el mirarlo así de nervioso.
—¿Te gustaría ir a caminar?
¿De verdad se lo preguntaba? Ella había esperado a que la hora de salida llegara para así, poder verlo. Solo ellos dos.
Mimi asintió y la punzada de preocupación que la invadió al pensar que se estaba dejando ver bastante emocionada, se esfumó en cuanto notó la sonrisa de Matt.
No era su típica sonrisa torcida, o la burlona que solía dedicarle a Tai, la cariñosa con la que recibía a Tk, o la amable que dirigía a Sora. No.
Esa sonrisa que le dedicaba, era única y especial para ella. Solo para ella.
Matt desvió un momento sus ojos azules y luego tomó la mano de la castaña. La chispa que pareció saltar entre ellos, se intensificó cuando ella ajustó sus dedos a los suyos, encajando perfectamente.
Mimi deseó que la imagen que tenía frente a ella, pudiera guardarse así de perfecta y así de maravillosa, dentro de su mente. La sonrisa de Matt, solo lograba remover hasta lo más hondo en ella, pero sintiendo la calidez que el contacto con su mano le daba, aumentaba en gigantes proporciones toda emoción y sentimiento.
Sin soltarla, Matt se inclinó un poco y depositó un suave y tierno beso sobre su frente.
No hubo palabras en ese momento, pero encontraban dentro de sus ojos y en sus sonrisas, todo lo que necesitaban.
Comenzaron a caminar pues había una larga plática pendiente entre ambos.
Todo lo comenzaron así, con sus manos unidas como una promesa.
Y con un viaje que iniciaba con una carta.
Notas de la autora:
Espero que hayan disfrutado esta lectura.
Es con todo mi cariño.
Nos estamos leyendo.
Fati.