Las rosas solo crecen en Diciembre

Capítulo 1 "Frío"

De camino a su nuevo hogar, Hiccup se puso a pensar en las cosas que más odiaba de su vida.

La más horrible y triste era la muerte de su madre. Había ocurrido pocos meses atrás, y aunque el joven ya había superado la mayor parte de la pena, aún sentía un terrible dolor en el corazón cuando recordaba a la mujer y las cosas que ella hacía día con día. La vida no era igual sin sus ojos verdes y su inteligente sentido del humor.

La segunda era su falta de tacto social. El adolescente había crecido rodeado de libros y más libros. Su padre peleaba constantemente con su madre, diciéndole que no era sano leer, después de todo Hiccup solo era un niño. Pero Valhallamara no escuchaba, y consentía al pequeño en todo lo que podía. Un día, poco después de la muerte de su madre, Hiccup se dio cuenta de que no tenía ni la más mínima idea de como iniciar una conversación decente y decidió que dejar de intentar ser relajado y social era más fácil que estar en su cuarto, rodeado de todo lo que lo hacía sentirse bien.

La tercera era la nueva casa. Stoick, su padre, había llegado a odiar el lugar en el que antes vivían, había un recuerdo de Valhallamara en cada rincón, y lo único que el hombre quería hacer era caminar por los pasillos sin derrumbarse al recordar su ausencia. Por lo tanto, cuando al enorme pelirrojo le ofrecieron una nueva y hermosa morada en otro pueblo, éste aceptó de inmediato.

Y allí era donde se encontraba Hiccup. Recargado contra el suave respaldo de su transporte, mirando por la ventana empañada por el frío, preguntándose si todo esto serviría de algo, o si solo empeoraría las cosas.

Sus grandes ojos verdes, como los de su madre, se cerraron pesadamente. Había estado sentado por muchas horas y su cuerpo empezaba a dolerle por lo tieso que estaba. Hiccup suspiró y movió un poco los hombros en un intento por relajarse. El chico pasó su pequeña mano por su castaño cabello, abrió el vidrio que impedía el paso de aire fresco, y asomó la cabeza por la ventana. "¿Falta mucho?" Preguntó el joven hacía su padre, levantando ligeramente la voz para que lo escuchara desde donde maneaba la carroza.

Stoick rodó los ojos, la pregunta ya le resultaba molesta, pero respondió de todos modos. "10 minutos nada más."

Hiccup asintió, pero dejó que su cuerpo colgara un poco sobre el borde de la ventanilla. No esperaba otra respuesta. Su padre y otro hombre estaban llevando las cosas al nuevo hogar, guiando ambos carruajes por separado. Hiccup agradecía la ayuda, pero al mismo tiempo sentía un poco de resentimiento hacia el tipo que los llevaba, después de todo él fue quien había sugerido mudarse.

Finalmente, después de lo que parecía toda una vida, el adolescente vio a lo lejos los tejados del pueblo. Las montañas y los bosques se quedaron atrás para dar paso a caminos empedraros y casitas amontonadas. Eran de colores cálidos, todas tenían una pequeña chimenea y estaban adornadas de la misma forma. Una aliviada sonrisa se dibujó en el rostro del joven y una ansiedad que no sabía que estaba allí se acumuló en su pecho. El lugar en sí, se dio cuenta Hiccup mientras pasaban por él, era bastante pintoresco y provincial. Había deliciosos aromas por todos lados, y la gente parecía contenta. Los niños jugaban en las calles, las mujeres hacían las compras, los hombres trabajan, etc.

El niño asombrado admiró la enorme catedral, que se ubicaba en el centro del pueblo, era enorme y la arquitectura era impresionante. Hiccup hizo una nota mental de regresar e intentar dibujarla. Tal vez, y solo tal vez, este lugar terminaría haciéndole bien tanto a él como a su padre después de todo. Tenía muchas distracciones.

No pasó mucho tiempo para que el trío llegara a su destino. Hiccup prácticamente abrió la puerta del carruaje de una patada, ansioso por tocar tierra y echarse en el frío pasto. El joven respiró profundamente, aliviado por estirar su cuerpo. La felicidad, sin embargo, no duró mucho tiempo. Apenas el joven se levantó para ayudar con las maletas, el enorme tamaño de la casa pareció abrumarlo. La morada no era fea, al contrario, era extremadamente elegante, y el jardín era tan espacioso que Hiccup no dudó que sería una buena idea comprar un perro o algo que le diera un poco de vida. En realidad el adolescente no sabía si la casa era un sueño hecho realidad o una enorme prisión de cuatro paredes.

Stoick infló su pecho, orgulloso por permitirse su capricho, y tomó el morral que tenía las cosas personales de su hijo. Hiccup permanecía congelado, justo a lado de la puerta principal. "¿Bonita? ¿Te gusta?" Preguntó el hombre, arrojando con brusquedad, pero no con malas intenciones, la pequeña maleta a los hombros del castaño. Hiccup, acostumbrado a sus toscos modos, simplemente se acomodó la bolsa y asintió. Stoick rio un poco y abrió la puerta lentamente. "Espera a verla por dentro."

Y efectivamente, si por fuera se veía grande por dentro era enorme. En el momento en el que la inmensa puerta de madera se abrió, el primer pensamiento que cruzó por la cabeza del adolescente fue que hacer la limpieza del lugar le tomaría una eternidad. Hiccup sonrió y se encogió de hombros, la casa era perfecta. Stoick le dio unas palmaditas en la espalda y le sugirió que fuera a elegir su habitación. "Yo me encargaré de las maletas."

El joven sonrió aun más y empezó a correr, subiendo las hermosas escaleras, ansioso por tener el privilegio de escoger primero. No quería admitirlo, pero la idea de que su padre y el otro hombre se encargaran del trabajo pesado lo había animado más de la cuenta.

Stoick lo vio alejarse, contento de poder brindarle un poco de alegría a su solitario hijo. La relación que ambos llevaban no era la más linda. Peleaban constantemente y por más que él lo intentara no podía entender a Hiccup, pero tal vez este era un paso en la dirección correcta. Además era un nuevo comienzo, si ambos ponían de su parte entonces podrían llevar la fiesta en paz. Valhallamara estaría orgullosa.

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La librería, una sala de estar, y una recamara llena de extraños cuadros habían sido algunas de las habitaciones que Hiccup había explorado en los últimos 10 minutos. Todas tenían el mismo elegante tapiz, los viejos muebles y los mismos candelabros.

El adolescente ya había encontrado muchos lugares que podía convertir en su habitación, pero todos eran demasiado cerrados o simplemente no eran cómodos. Hiccup, sin embargo, estaba pasándosela de maravilla buscando el lugar perfecto. Era tanta su prisa por finalmente encontrar el lugar ideal que no se dio cuenta de la pared que se acercaba, y su cuerpo chocó duramente contra la madera.

Un quejido de dolor escapó de sus labios, pero éste fue opacado por el clásico sonido de un chirrido. Hiccup subió el rostro y vio con asombro como una escalera bajaba por el techo del pasillo. El niño se levantó rápidamente, preguntándose que demonios hace eso ahí, pero no dudó en subir los escalones, al principio con cuidado, por temor a que uno se rompiera, pero conforme iba avanzando el miedo se esfumó y aceleró el paso.

Una vez que llegó al final de éstas se asomó lentamente por la abertura. El pasaje llevaba a una especie de ático, eso era seguro, pero Hiccup supo de inmediato que no era un ático común y corriente. Una vez que el joven se adentró se dio cuenta de lo amplio que en verdad era. La ventana era increíblemente larga, cubierta por dos viejas cortinas. Había varios muebles por todos lados, pero estaban organizados. Una cama, y Hiccup torció la boca al notarlo, demasiado empolvada. El lugar era carismático, pero necesitaba una limpiadita. El castaño se preguntó se sería buena idea tomarla como habitación. Si, era más privada, sí, tenía una vista increíble, sí, era espaciosa. Definitivamente era ideal.

Pues, tal vez era una señal del destino haberse topado con ella. Hiccup dejó caer su morral al suelo y asintió. Este sería su nuevo hogar.

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Las siguientes horas transcurrieron un poco atareadas. Stoick había escogido el primer cuarto que había visto y desempacó sus cosas apenas y encontró tiempo para hacerlo. Hiccup había corrido como loco al jardín, buscando las herramientas necesarias para limpiar su habitación, cuando unas cuatro o cinco jovencitas entraron por la puerta principal. Las chicas le dijeron que habían sido contratadas por su padre para ayudar con la limpieza de la casa, la cocina y otras tareas que se pudieran realizar. Al joven se le hizo un poco extraño que Stoick hubiera requerido tal servicio, después de todo él no era malo para ningún quehacer casero, pero agradeció la ayuda y se unió a ellas en la ardua labor.

Para el atardecer la casa rechinaba de limpia. Stoick había puesto todas las cosas en su lugar, y Hiccup gozaba de un cuarto libre de polvo. Las jovencitas escogieron los cuartos más sencillos de la casa para quedarse a dormir, y en esos momentos preparaban con gusto la cena. Hiccup las encontraba bastante divertidas, pues trataban de comportarse seriamente, pero siendo las adolescentes que eran les costaba un poco de trabajo. El chico había aprendido que eran muchachas huérfanas del pueblo, siempre buscando un trabajo, y cuando se les ofreció esta oportunidad no dudaron en tomarla. Hiccup asumió que el pago por sus servicios era comida y un lugar donde vivir. No le pareció una mala idea, pero decidió darles también su espacio.

Hiccup concluyó que lo único que podría hacer por ahora era regresar a su habitación y esperar a que ellas lo llamaran para cenar. Con pasos pesados, pues había trabajado toda la tarde, el niño subió a su nuevo refugio y jaló el cordón que cerraban las escaleras que permitían la entrada.

El castaño observó el lugar una vez más y se dejó caer en la nueva cama. Cuando las sábanas tocaron su cuello un sentimiento de soledad se apoderó de él. La voz de su madre resonó en sus oídos, y la imagen de ella sonriéndole apareció en su mente. Todo fue tan rápido e instantáneo que Hiccup dio un salto y se irguió, tragando saliva para calmarse un poco. Un vistazo más a la habitación agudizó el triste sentimiento que yacía en su pecho, y el chico se preguntó que demonios hacia en una cuidad extraña, en un lugar que no era su cuarto y con gente que no conocía. Sí, un capricho de su padre, pero ¿Qué acaso a él no le había asaltado la idea de que tal vez un nuevo hogar no era lo que necesitaban?

Pero Hiccup no pudo profundizar con sus sentimientos, ya que una leve y muy delicada brisa rozó su expuesto cuello. Un escalofrío recorrió toda su espalda, y se negó a irse. El chico miró hacia la ventana, pero ésta estaba cerrada, y la puerta-escalera tampoco estaba abierta. Pese a que solo había sido un viento encontrado, Hiccup no pudo quitarse de encima la extraña y súbita sensación. Al joven le tomó un minuto darse cuenta de que alguien, o algo, lo estaba observando. ¿Cómo lo sabía? Él no tenía idea, pero era la única cosa que se le ocurría. Además, su cuerpo no se había movido ni un centímetro desde que el cosquilleo se había apoderado de su cuerpo.

Hiccup tuvo la urgencia de salir corriendo, pero justo cuando iba a pararse para liberarse de aquel frio que súbitamente se impregnaba en la habitación, un pensamiento llegó a su cabeza. Este era su cuarto. Huir de él era extremadamente ridículo, una idea absurda. Había una simple explicación para lo que estaba sintiendo, el ático era la parte más aislada de la casa, seguramente el viento que entraba por las ventanas chocaba con el que entraba por la puerta y eso causaba las corrientes heladas que sentía ahora. Pero si esa era la razón… ¿entonces por qué aún sentía que alguien lo miraba?

El castaño negó con la cabeza y se recostó en la suave cama. En cualquier momento las criadas gritarían su nombre para informarle que la cena estaba lista y él tendría un pretexto para salir corriendo de su habitación. El cualquier momento, en cualquier momento…

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Pero ese momento jamás llegó. Cuando Hiccup abrió sus ojos y miró los alrededores se le hizo evidente que ya era de madrugada. Todo estaba oscuro y no se oía nada. Pero cuando su visón se aclaró el joven se dio cuenta de que no estaba caliente en su cama, o a salvo detrás de las paredes de su ático. Simplemente no había nada.

Hiccup se puso de pie y simplemente decidió que caminar en línea recta era una buena idea. ¡Por supuesto que era una buena idea! Era obvio que tenía que hacer eso. O al menos así era lo que le decía su subconsciente, porque el joven se encontraba soñando.

Sin embargo, su recorrido fue abruptamente interrumpido por una profunda voz perdida en las sombras.

"¿Qué haces aquí?"

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PUFF. Nuevo fic. :B

Derp. Sé que no he terminado el otro pero en verdad quiero escribir esta cosa! D: Es Toothcup gente. Así que quedan advertidos aquellos que no sientan amor por esta parejita. Para los que si la amamos entonces espero que disfruten la historia tanto como a mi me gusta escribirla. :D

Pues aquí está el primer capitulo! Estoy muy emocionada por escribir el resto, y aun más por leer sus opiniones al respecto! Así que si son tan amables de dejar un review entonces los amaré por siempre! Y les daré una galleta! ;D

Muchas gracias! :D