Está bien *estira los brazos* péguenme por subirlo tan tarde DX¡ PÉGUENME! Por cierto, si gustan, relean las que empezaron a leer mi fic desde el principio (o sea, que lo empecé a publicar), había arreglado un poco los capis (no todos, quizás los primeros 3). Quizás noten la diferencia, pero es lo mismo.


—E-espera —le tomé por el brazo antes de que se acercara a la puerta, cabizbaja. Me sentí tiritar, pero no sabía si era de miedo o de frío—, si vamos a morir aquí al menos… —balbuceé dejando las palabras en el aire. De verdad quería hacerlo. Si este era el final, entonces yo… yo…

Ikuto soltó una ligera risa.

—No vamos a mo-

Sin dejarlo terminar, lo jalé por su brazo y lo atraje hacia mí. Rojo era poco para describir mi ardiente rostro que deseaba algo de agua; desvié los ojos por un segundo antes de volver a encontrar los suyos, mordiendo mi labio inferior con vergüenza. Repentinamente el frío que tanto había sentido se había desvanecido para ahora sentir un calor bochornoso al tener a Ikuto tan cerca de mi rostro. Nuestros labios apenas se habían rozado cuando empecé a temblar sin darme cuenta otra vez. Sin terminar de empezar yo, él ya me besaba, aferrándome con fuerza mientras las lágrimas comenzaban a escocer mis ojos.

Oh Dios. De verdad tenía miedo. No sabía cómo rayos había encontrado a Ikuto en ese camarote, o qué hacía allí abajo en vez de salir a buscarme. Empezaron a golpear la puerta con violencia y sin querer rasguñé la piel desnuda de Ikuto mientras apretaba mis ojos con fuerza aún sumergida en aquel beso dulce que empezaba a cambiar más fiero para hacerme revolver la cabeza. Pude sentir el indeseable rastro de ardor que dejaba una lágrima mientras descendía por mi mejilla y cerré mis manos en puños apoyándome en los hombros de Ikuto.

Nuestros labios se separaron. Sin dar oportunidad a verlo fijamente, hundí mi cabeza en su cuello y lo abracé con toda la fuerza que tenía. Intentaba deliberadamente no ponerme sollozar. No quería que esta fuera la última vez que podría estar así con él. Me sentía muy pequeña rodeada por sus brazos que empezaba a sentir fríos. Oh no, ahora por mi culpa se iba a congelar como yo. Si las personas fuera de la habitación —seguramente guardias— no nos mataban, el frío lo haría.

—Te quiero —chillé temiendo que pudiesen abrir la puerta en cualquier momento.

—Yo también te quiero —respondió extrañado y algo adolorido. Esperaba que no lo estuviese apretando con mucha fuerza.

Entonces ambos volteamos ante el estruendo de la puerta abriéndose. No eran guardias.

—Rima y Haru —mi voz sonó tan incrédula y me sentí tan jodidamente estúpida, que me tragué pesadamente el arcoíris que aún tenía en la garganta después del beso. Probablemente me hubiese vuelto una figura apenas contorneada mientras el viento me iba erosionando hasta convertirme en un polvo que se salía por el balcón hasta perderse en el océano. Hubiese preferido eso, o que me tragara la tierra y no me ofreciese la oportunidad de salir jamás.

Todo esto significaba que prácticamente pensé que Ikuto y yo moriríamos aun tomando en cuenta que él sabía pelear y yo tenía una espada. Y que yo… yo… lo besé. Maldita sea. Había expresado en ese momento todo el amor que en mi vida nunca di. TODO. Y había sido un malentendido.

—¡Amu! —Haru chilló preocupado cuando me vio desinflándome entre los brazos de Ikuto mientras el alma se me salía por la boca— ¡Resiste! No puedes morir ahora ¡Amu! —intentó sacudirme.

—Oh vamos, Amu —Ikuto sonó divertido en medio de mi agonía vergonzosa mientras me hacía rebotar entre sus brazos para hacerme reaccionar.

—No creo que reviva hasta dentro de unas horas —escuché decir a Rima mientras mis ojos daban vueltas aún.

—Otro beso liberará a la muchacha del sueño profundo —recitó Ikuto con dramatismo mientras parecía hacer una pose dramática conmigo en brazos.

—¡Ah! —chillé volviendo en mí y saltando de él hacia el seguro suelo— ¡¿Pero qué rayos estás diciendo?! —sentí mis mejillas arder aún más, sin saber si era por vergüenza o enojo. Al levantar mi vista pude ver a Rima y Haru reír entre dientes mientras Ikuto se veía sombrío ya que su escenita no le había salido como esperaba ¿o quizás sí? Rima y Haru vestían las mismas capuchas negras largas que Ikuto cuando lo encontré. Era irónico que sólo las personas que yo conocía las llevaran puestas. Me pregunté donde estaban Kuukai y Mac, también me cuestioné por qué rayos habían dejado venir a Haru, pero ese no era el punto ahora.

—Esto fue algo inesperado —Rima se incorporó ahora más seria—. Se suponía que viniéramos a avisarte cuando el camino estuviera despejado para ir por Amu ¿Cómo rayos ha llegado hasta acá? Ninguno de los nuestros la vio y tampoco los de la tripulación reportaron haberla encontrado habiendo registrado la mayoría de las habitaciones.

—Ah… —miré al suelo avergonzada—. Y yo que estaba huyendo de ellos… pensé que iban a matarme o algo —me rasqué la mejilla con nervios mientras fijaba mi vista en el suelo.

—¡¿Qué?! —Haru me miró incrédulo mientras yo apenas lo veía de reojo— ¿Eso quiere decir que tú fuiste la que golpeó al hombre de la cocina?

Sonreí derrotada después de asentir.

—¿Pero qué podía hacer? —intenté explicar con las manos, pero terminé sacudiendo los brazos aleatoriamente—. Parecía que iba atacarme ¡no podía dejarlo a la suerte! —respondí agitada, para luego respirar hondo y fijar la mirada en el suelo, con el calor de un sonrojo terrible friéndome el cerebro—. Entonces corrí y llegué acá.

—No olvidemos que intentaste asesinarme —añadió a Ikuto con una sonrisa burlona mientras balanceaba su dedo de un lado a otro. Le dirigí una mirada cortante.

—Hubiera sido lo mejor si no hubiera fallado —respondí con sarcasmo. Ikuto se sobó la mejilla allí donde le había cortado. Estaba enojada porque él añadía leña al fuego, todo eso podía significar que Rima me daría un buen cocazo en la cabeza hasta hacerme un chichón o que alguien me culparía hasta el fin de los tiempos si a Ikuto le quedaba una cicatriz. Por un momento deseé ver su herida para hacer algo pero…

Rima se asomó por la puerta.

—No hay tiempo. Vamos, así que dejen de… —se fijó en la falta de camisa de Ikuto y antes de yo poder chillar para indicar que era un malentendido, terminó de decir: — "eso". Jo, podrían haber esperado a llegar a salvo. Demonios —luego desapareció a través de la puerta tras haberse sonrojado y agachado la cabeza. Haru asintió la siguió con la misma rapidez, humeando tras hacerse la idea.

Ikuto y yo nos miramos fijamente.

—¿Y bien? ¿Vamos? —extendió su mano hacia mí, mi mandíbula llegaba al suelo tras aquel malentendido y solo quería desaparecer— ¿o prefieres quedarte y hacer que toda la misión haya sido en vano? —levantó ambas cejas esperando la respuesta obvia. Tomé su mano con las mejillas infladas mientras me sentía indignada, aunque también agradecida.

—Sólo te librarías de una carga si me quedo. No puedo hacerte el camino tan fácil —después de decir eso, sonrió con suficiencia y me jaló con fuerza mientras comenzaba a correr.

Mis pasos no eran nada comparados con los suyos, por lo que casi mis pies casi se despegaban del suelo e iba flotando mientras él jalaba de mi mano. Pronto alcanzamos a Rima y Haru. Empecé a quejarme, pues había herido mi tobillo hace rato y comenzaba a dolerme de nuevo.

—I-Ikuto —chillé bajando la vista al área que me dolía para luego soltar mi quejido—. M-Mi tobillo…

Mis palabras quedaron en el aire mientras con un hábil movimiento Ikuto me jaló con fuerza sin dejar de correr para cargarme en sus brazos. Mi rostro comenzó a arder mientras mis brazos rodeaban su cuello para sostenerme. Fruncí los labios mientras echaba una ojeada hacia arriba para ver su rostro.

Entonces si había venido a salvarme… pensé con alivio y gratitud, aun así una gran angustia me inundaba con tan sólo pensar que debíamos llegar a la cubierta, donde se encontraban muchos guardias, para poder salir de este barco.

Te quiero —me murmuró con una voz aguda, imitándome—. Si vamos a morir aquí, al menos déjame besarte. Auch —fingió estar herido—, Amu ¿tan poco confías en mis habilidades? —rió entre dientes.

Chillé mientras inflaba mis mejillas inconscientemente.

—¡E-Era un momento de debilidad! —quise llevarme las manos a la cara para cubrirla, pero temía que si me soltaba sería más difícil llevarme—. Después de lo que he visto hoy… —empecé a decir con voz apagada. Sentí mis ojos escocerse y parpadeé con rapidez para evitar las lágrimas— pensé que de verdad eran guardias. Tadase estaba muy molesto…

—¿Te hicieron algo? —preguntó con preocupación mientras giraba en una esquina ahora guiando a Haru y Rima quienes iban detrás de nosotros. Podían escuchar claramente lo que hablábamos.

—Sólo me encerraron. Tuve que escapar tirando la puerta, pero cuando subí todos estaban luchando, por eso bajé tanto por el barco. Incluso creo que los vi entrar a ustedes, pero no sabía quiénes eran…

Él asintió y se concentró en el camino, no sin antes maldecir por lo bajo. O al menos creí haber escuchado eso.

—¡Capitán, la puerta! —avisó Rima un rato después cuando se veía a la vista aquella puerta tirada en el suelo luego de que la derribaran. Estábamos a pocos pasos de la cubierta, entonces me aferré más a Ikuto mientras mi mandíbula se tensaba.

—Pero es peligroso salir —avisé—. Hay guaridas por todas partes.

—Eso ya lo sabemos, pero si no salimos ahora-

Haru resbaló cuando otra bala de cañón golpeó el barco. Ikuto y Rima se mantuvieron firmes y ella ayudó a Haru a levantarse. Los observé con preocupación.

—Esto va a hundirse ¿verdad? —observé fijamente a Haru y Rima. Ellos intercambiaron unas miradas como preguntándose: "¿Deberíamos decirle?"— Va a hundirse —dije con seguridad y horror sin evitar agudizar la voz.

—Y si no nos apresuramos, nuestro barco también —Mientras Rima hablaba no pude evitar escuchar cañonazos en el fondo. Si esos fueran para este barco, entonces hubiese vuelto a tambalearse todo. Estaba claro, desde aquí también disparaban.

—Amu, necesito los brazos —Ikuto me depositó en el suelo mientras yo inhalaba con fuerza. Desenvainó dos espadas con un potente sonido metálico—. No te apartes de nosotros.

Cuando volteé los otros dos desenvainaban sus espadas con la misma fuerza. Observé mis manos con desesperación.

—Olvidé la mía.

—No te preocupes —Ikuto dirigió una mirada seria a los otros y todos asintieron sin yo entender por qué—. Formación triangular. Si alguien llega a Amu —su expresión se tornó severa—, espero que puedan nadar por el océano hasta tierra con solo sus brazos ¿entendido? Porque los voy a lanzar a ambos al agua.

—¡S-Sí! —Haru asintió con fuerza mientras una expresión de miedo cruzaba su rostro. Rima parecía bastante calmada.

—Vamos a sacarte de aquí, Amu. Confía en nosotros.

—Lo hago —dije con seguridad mientras mis manos se cerraban en puños. Ahora ya no había astilla que me lastimara. Cuando recordé la manera en que Ikuto me la había sacado, mi rostro se tornó tan rojo que pude convertirme en un tomate viviente allí mismo. Mi repentino sonrojo atrajo miradas. Haru me preguntó si me encontraba bien y yo sólo asentí con los ojos revueltos.

—Es hora de salir —Ikuto se quitó su larga capucha negra (que se había logrado colocar en el camarote mientras yo agonizaba de vergüenza) y me la colocó, para luego cubrir mi rostro con ella—. No dejes que nadie te vea —dijo apartando sus manos de los bordes de la capucha que rodeaban mi rostro. Me sentí mal cuando eso ocurrió, quería tener sus manos cerca.

Fruncí mis labios y miré al frente, decidida.

—Entonces vamos.

El primero en subir fue Ikuto. Luego yo. Él me ayudó a subir de un jalón mientras los otros dos se apresuraban a llegar también a la cubierta. Fui presa del miedo una vez que todos esos choques de espadas y disparos ya eran parte de mi alrededor. Vi algunos guardias y piratas tirados en el suelo sin moverse y tragué con fuerza.

—¡Es él! —volteé a todas partes intentando ver de donde provenía la voz de Tadase hasta encontrarlo luchando entre la multitud— ¡El Ladrón Zafiro!

Muchos guardias no voltearon a vernos, porque los piratas los mantenían ocupados con la lucha.

—¡Nos retiramos! —le gritó Ikuto haciendo un gesto de despedida burlón— ¡Gracias por su amable comité de bienvenida!

Empezó a correr hacia el lado del barco donde se encontraba el de él. No dudé en seguirlo con todas mis fuerzas mientras Rima y Haru cubrían mis espaldas atacando con fuerza a cualquiera que intentara atacarme a mí, la desarmada.

Vi hacia un lado y encontré a Tadase dándose cuenta de que la puerta de suelo hacia las habitaciones del barco había sido derrumbada. Entonces uno de los que lo acompañaban gritó:

—¡Encuentren a la señorita Amu!

—¡Apresúrate! —me ordenó Rima al ver que me distraía observando. Intenté acelerar el paso, pero era inevitablemente lenta.

Comencé a jadear por el esfuerzo. Me estremecía cada vez que escuchaba espadas a mis espaldas indicándome que Rima y Haru probablemente habían asesinado o derrumbado a alguien.

Eso no era lo peor. Cualquiera que se atravesaba en el camino de Ikuto intentando detenerlo era detenido por sus dos espadas, que cruzaba frente a alguna parte de su cuerpo y desenlazaba desencadenando un baño de sangre. Mi rostro me dolía, y era que hacía una horrible mueca de terror. Quería detenerme, gritar y cubrirme el rostro. Aquellas visiones eran horribles, era una realidad que nunca había visto. Antes, cuando me llevaban, había visto a Ikuto golpear con fuerza a otros hombres, pero nunca… nunca… quitarlos del camino de ese modo.

Hice un sonido de angustia en mi garganta e intenté que nadie se diera cuenta. Ikuto volteó de inmediato preguntando si estaba bien.

—¡S-Sí! —respondí con nerviosismo cuando vi su pantalón y pecho con rastros de sangre.

Entonces llegamos a la tabla que utilizaban como puente. Estaba bloqueada por varios guardias que intentaban detener a piratas que iban cruzando. No podía decir quién estaba ganando, la pelea estaba muy pareja y me empecé a preguntar como cruzaríamos.

—Hemos conseguido lo que vinimos a buscar —les dijo Ikuto con voz firme—. Aparten estos obstáculos y vuelvan a bordo —agitó una mano hacia ellos como si fueran poca cosa.

Me paralicé como una piedra al ver la sonrisa malvada de aquellos hombres hacia los guardias tras recibir esa noticia. Los apartaron con rapidez con golpes fijos e Ikuto subió a la tabla ofreciéndome una mano.

—¡Amu! —la voz de Tadase se escuchó herida y desesperada. Mi mano extendida no tomó la de Ikuto y un fuerte viento agitó mi capa.

No puedes voltearte, pensé. No voltees. Fruncí mis labios al tomar la mano de Ikuto. Él ha hecho todo esto. Ha sido su culpa, ¿recuerdas? Sentir lástima por él no sirve de nada porque de todas formas va a esclavizarte.

Pisé la tabla con un ruido sordo una vez que Ikuto me jaló y ayudaba a Haru y Rima subir con rapidez. En esos segundos, por mi mente le daba vueltas al asunto de Tadase. Lo odiaba. Pero no lo odiaba. Él tenía su manera de pensar y yo la mía. No había un punto medio donde pudiese hacerlo feliz a él e irme con Ikuto y ser libre —o al menos eso tenía previsto—. Por mucho que yo le dijera lo que sentía, no me haría caso. Tendría entonces que vivir con una culpa-alivio por haberlo dejado atrás.

Desobedeciendo mi inquieta cabeza, me volteé y chillé cuando el fuerte viento descubrió mi rostro y mi rosado cabello atrajo la mirada de Tadase. A pesar de haber sido un error, no iba a arruinarlo esta vez.

—Esta es la despedida —vociferé atrayendo la mayoría de las miradas, pero la mía estaba fija en los ojos incrédulos de Tadase. Fruncí el ceño mientras observaba su triste mirada—. He muerto. Y si alguno de ustedes le dice lo contrario a alguien fuera de este barco… —quería dar una amenaza convincente, pero ya no sabía que decir. Intentaba mantener un tono severo.

—Iremos tras cada uno de ustedes —mi vista sorprendida se posó rápidamente en Ikuto, cuya expresión era cínica, parecía divertirle bastante el hecho de perseguirlos—. Yo mismo me encargaré de hacer sus vidas un infierno.

—¿No es ese el Ladrón Zafiro? —murmuró un guarida entre tantos.

—Sí —alguien le respondió cautelosamente con preocupación en su rostro—. Se dice que es imposible derrotarlo.

—Mejor no le molestemos. Después de todo es una simple chiquilla, escapemos mientras… —sus murmullos se hicieron inaudibles.

—¿Escapar? —Ikuto parecía divertirse bastante. Abrí mis ojos como platos cuando tomó mi mano y junto con nuestros dos amigos terminábamos de cruzar el puente hasta caer de pie en su barco. Observó fijamente al gentío alrededor de nosotros y despreocupadamente les ordenó—: Acaben con todos ellos.

—¡Ikuto! —di un grito ahogado tratando de impedirlo.

—Y rápido —continuó diciendo.

Antes de que pudiera decir otra cosa, escuché tantos cañonazos que me cubrí los oídos. Los piratas que quedaban en el otro barco ya habían pasado a este y empujaron la enorme tabla hasta que ésta se hundió en lo profundo del agua.

Cuando volteé obtuve una vista aterradora, lo peor de todo es que mientras aquel barco era despedazado por balas increíbles, me sentía terriblemente bien. Parecía que atacaban de a poco cuando aún estábamos dentro de aquel barco, y ahora descargaban toda la artillería que tenían ya que su capitán estaba a salvo.

Escuché los gritos de los guardias al otro lado y vi que se apresuraban a los botes salvavidas antes que su gran navío terminara hecho trizas. No podía imaginarme lo que sucedería si la noticia de que yo estaba con el Ladrón Zafiro llegaba a mis padres. Por mi bien, lo mejor era silenciar a aquellos que podían poner en riesgo la paz que hasta ahora había tenido —una rara, inestable, pero buena especie de paz—. Estaba angustiada, sin embargo. No podía aceptar que se perdieran vidas inocentes y seguir con mi vida como si nada. Aunque mi vida ahora transcurriera alrededor de criminales, no llegaría acostumbrarme.

—Detenlos —ordené a nadie en especial con desesperación mientras buscaba a Ikuto con la mano sin quitar mi vista del barco siendo atacado—. Ya es suficiente —soné más impaciente—. No puedes matarlos…

Los cañones del barco de Tadase comenzaron a disparar al nuestro. Los piratas parecían bastante aturdidos con los primeros, pero se sostenían bien y evitaban caerse. Yo me sostenía de los bordes del mirador con más fuerza.

—Pero ellos a nosotros sí —respondió desde alguna parte antes de que su voz volviera a ocuparse de manejar a sus hombres.

—Amu —Tadase me llamó desde el otro barco, apoyado de la misma forma que yo en el borde. Varios guardias intentaban llevarlo a salvo, pero él se resistía— ¡¿Es esto realmente lo que quieres?! —me miró fijamente con sus ojos borgoña ansiosos.

Fruncí mis labios y mi respiración se tornó dolorosa.

—¡Siempre lo he querido! —contesté valientemente. Tadase lucía horrorizado—. Lo siento —murmuré sin saber si podía oírme o no. La distancia no era para nada cercana. Me pregunté cómo rayos yo había pasado aquel puente improvisado tan rápido sin haberme fijado hacia abajo, y me alegré por no haberlo hecho, porque me hubiese mareado terriblemente.

Eso era todo. Una vez había escuchado que era imposible complacer a todos, no es que yo quisiera hacerlo, pero la idea de que alguien hubiera estado enamorado de mí durante años resultaba increíblemente nueva, y me dolía de verdad. Nadie nunca se había fijado en mí, por lo general no era muy conversadora con los hombres. No podía asumir que el amor de Tadase era sincero si no me conocía bien siquiera. Todo siempre había sido a la distancia, observándome como si no fuese más que una posesión que sus padres podían conseguirle. Ojalá el cielo me perdonara por estar juzgando mal, en caso de que me equivoque, pero dentro de todo, nunca hubiera funcionado. Mi manera de ser no complacía a nadie de mi ciudad, salvo a mis pocos amigos, pero aquí me sentía bienvenida. Nunca hubiera pensado que el lugar donde me sentía en "casa" era un barco pirata.

—Entonces… —Tadase se dejó llevar por los guardias una vez que su malestar lo debilitó. La estructura de su barco comenzó a ceder y eso los angustiaba de sobremanera. Sus ojos me vieron llenos de tristeza, pero su sonrisa de que se había rendido ahora que todo estaba perdido, me hizo sentir culpable—. Sé feliz —leí las palabras de sus labios mientras el ruido impedía que escuchara claramente su voz. Su expresión era sincera. Abrí mi boca para responder, pero me ardía la garganta.

Él no mentía. Entendí cuando en mis ojos se agolparon lágrimas. Quería decirle que lo perdonaba, que aunque lo nuestro no se hubiese podido dar, también quería que fuera feliz. Probablemente, de haber sido yo otra persona —una que amara la vida de la que había escapado—, lo hubiese aceptado desde el principio de manera alegre.

Un sonido de angustia provino de mi garganta cuando su barco quedó prácticamente hecho pedazos en un instante. Mientras se derrumbaba, había perdido de vista la cabellera rubia de Tadase en la cubierta. Mis manos se aferraron con fuerza mientras Rima y Haru llegaron a mi lado después de ayudar a Ikuto dando órdenes de irnos lo antes posible, parecían menos impactados que yo, probablemente porque habrían visto esta misma escena varias veces con anterioridad.

Respiré con dificultad mientras la vista borrosa por las lágrimas apenas reflejaba el fuego frente a mí. Mientras comenzaba a hacer leves gemidos que no podía controlar, estando a punto de romper a llorar. Alguien cubrió mis ojos con una mano ojos mientras me abrazaba con el otro brazo.

—No eres rencorosa —murmuró Ikuto tras haberse dado cuenta de mi reacción, parecía decirlo con cansancio, aceptación—. Lamento no haber evitado que vieras eso —su tono era culpable, afligido. Se estaba conteniendo de maldecir con fuerza, podía sentirlo. Me di la vuelta y lo abracé con fuerza ocultando mi rostro. No quería que ninguno de los tres me viera llorar. Él no podía haberlo evitado.

—No quería lastimarlo —gimoteé—. Intenté odiarlo de veras, incluso lo logré en un momento. Pero ahora sé que no puedo. Entiendo lo que hizo y por qué, eso es lo peor de todo —forzaba mi voz para poder hablar, pues parecía que se ahogaba en el fondo de mi garganta, causándome un gran dolor y malestar, además de una voz terriblemente aguda. Tadase no debía haberse ido en este momento, a pesar de que yo no estaría con él para ver su vida, me hubiese gustado que encontrase a alguien más y pudiera vivir feliz tal y como él quería que yo hiciera.

—¡Amu! —Rima gritó haciéndome voltear hacia el barco hecho trizas con el brazo— ¡Mira! —señaló un punto cercano a nuestro barco. Eran Tadase y los guardias que intentaban alejarlo sujetos a unos barriles que flotaban, obviamente no podían vernos desde esta altura. Ver aquello hizo que el nudo que parecía haberse formado en mis pulmones se zafara de repente, brindándome alivio. Poco a poco nadaban con los barriles y tablas de soporte hacia uno de los botes salvavidas que había podido zafarse del barco a tiempo.

Observé las caras de mis acompañantes por un momento con la mía aún llena de lágrimas. Sorbí por la nariz. Ikuto se sonrió levemente por mi ingenua expresión y acarició mi cabeza asintiendo mientras Rima me daba una palmada de aliento en el hombro y Haru sonreía aliviado sin entender del todo lo que tenía en mente. Sin dudarlo volteé y me apoyé en el borde sobre la punta de mis pies y grité con todas mis fuerzas:

—¡Sé feliz tu también!

La pequeña y lejana cabeza de Tadase volteó por un momento con una expresión llena de esperanza y sorpresa, pero miraba a algún punto ciego, pues probablemente no pudo distinguir de donde venía la voz.

—Bien, esperemos que no piense que fue un espejismo en el medio del mar —murmuró Ikuto cruzándose de brazos mientras esbozaba una sonrisa satisfecha.

—¡Chicos! —La voz de Kuukai me hizo voltear inmediatamente con sorpresa. Estaba un poco herido, pero se comportaba como si no lo estuviera.

—Kuukai —mi voz expresó mi asombro— ¿qué te sucedió…?

—Hola también —sacó la lengua para luego sonreír—. Pues alguien debía manejar las cosas por acá ¿no crees? —le dio un codazo a Mac, que apenas se había situado a su lado.

—Um —murmuró él con sosa indiferencia mientras fulminaba a Kuukai con la mirada.

Refregué mis lágrimas con la larga manga de mi camisón con una pequeña sonrisa. Por alguna razón me dolían las mejillas.

—Bienvenida de nuevo, Amu —el pequeño Haru me abrazó cariñosamente, a lo que respondí abrazándolo de igual forma. Respiré con más calma mientras su aroma infantil me tranquilizaba.

Entonces se escuchó una pequeña risa contenida de Rima y Kuukai. Los miré con curiosidad junto a Haru.

—Parece que alguien está celoso —le dio unos codazos sugerentes a Ikuto, que fruncía el ceño intentando ocultar su enojo— ¿Qué pasa? ¿No te gusta que un niño te robe la atención?

Él refunfuñó diciendo:

—Bienvenida —se cruzó de brazos.

Un calor agradable sobre mi piel me hizo voltear hacia atrás mientras aún sonreía. Sobre los restos del barco que se quemaba, se levantaba el sol dando comienzo a un nuevo día.

—Bienvenida —Rima me miró cariñosamente.

—¡Bienvenida! —Kuukai nos aplastó a mí y a Haru en un abrazo.

—Bienvenida otra vez —murmuró Mac.

—No seas aguafiestas —Kuukai atrajo a Mac hasta aplastarnos a los tres. Por un momento me pregunté como cabíamos todos entre sus brazos. Mac solo refunfuñó con su cara de =_= y se fue a alguna otra parte terminando de organizar a los otros piratas para poner el barco en movimiento nuevamente—. Bueno —Kuukai lo vio alejarse—, parece que es alérgico a momentos como este.

—Probablemente no le guste ser asfixiado —uno de los pies de Rima golpeaba impacientemente el suelo mientras ella se cruzaba de brazos.

—Hablando de celos —Ikuto tosió sugerentemente— ¿Será que te molesta que no te incluyera en su abrazo de oso?

—¡Eh! —su rostro flameó enrojecido. Yo sonreí con simpleza, aún aturdida, a Rima mientras ella no sabía que hacer.

Otra de sus divertidas discusiones de pareja comenzó. Caminé hacia un lado evitando inconscientemente sus voces hasta fijarme en cómo el bote salvavidas donde iba Tadase desaparecía en el horizonte.

Así es… pensé conteniendo una sonrisa.

—Así es como debe ser —terminé mis pensamientos en voz alta, con apenas un hilo de voz. De alguna manera, estaba segura de que él podría ser feliz en la vida. Quizás algún día se casaría con alguna otra chica y podría construir esa vida que tanto parecía desear conmigo. Quizás alguien como Yua… una chica de mi clase, ella es tan agradable que me intimidaba, por eso no le hablaba. Alguien que lo quisiese sólo a él. Así como yo quiero a…-

Junto a mis manos apoyadas en el borde, otras dos se posaron. Sentí mis mejillas arder cuando me di cuenta que era Ikuto el que se encontraba detrás de mí. Volteé hacia el lado donde estaba hace rato y me sorprendí al ver que me había alejado más de lo que creía de los otros.

Mi pequeña esposa —murmuró apoyando su barbilla en mi cabeza. El agradable viento nos golpeaba, haciendo volar mi corto cabello—. Hola.

—Que palabras tan profundas —contesté en broma—. Vaya, me acabas de rescatar de mi perdición y no se te ha ocurrido algo más que un hola —sonreí, aunque no pudiese verlo—. Hola.

—Mis palabras son tan profundas que la gente se cae y muere en ellas —contestó con su tono burlón, abrazándome por el cuello. Besó mi cabeza—. No iba a dejar que nadie te llevara.

Oh genial. Me estoy rostizando sonrojada y para colmo el sol me está pegando de frente.

—Gracias —cerré los ojos. No solo por estar cómoda, sino porque realmente me iba a quedar sin ojos viendo el sol fijamente salir.

Cuando llevé mis manos a sus brazos para tener el apoyo moral de sostenerlos, me di cuenta de que estaban desnudos.

—¡Maldición! —grité avergonzada sin querer. Había olvidado que no llevaba camisa.

—¿Qué sucede? —se separó dándome la vuelta para verme fijamente. Me desaté la capa que me había dado antes y se la tendí, evitando mirarlo fijamente a toda costa.

—Ponte algo —le murmuré. Él sonrió con malicia.

—¿De qué hablas? —puso sus brazos en el borde del barco, que estaba a la altura de mis hombros, a ambos lados de mí, pero los apartó de golpe con un quejido. No me había fijado en los numerosos cortes y heridas que le habían hecho. Uno de ellos en sus manos.

Una exclamación de susto provino desde el fondo de mi garganta cuando se sentó en una rodilla y se quejó con un gruñido mientras apretaba los ojos. Quise tomar su mano y ver qué parte le dolía, pero me resultaba estúpido, quizás terminaría lastimándolo más.

—Demonios —murmuré con angustia. Mis opciones se reducían a verlo sufrir, eso no podía ser así. Odiaba cada momento en el que era una inútil. Me arrodillé a su lado, pero me sobresalté al ver la sangre resbalar por su brazo. Él había estado ignorando el dolor al ver que todos estábamos felices, pero ahora le cobraba.

—¡Rima! —fue el primer nombre que pude gritar. Lo que habían sido rasguños ahora empezaban a abrirse más de lo que me hubiese gustado ver. Mis manos comenzaron a temblar y las calmé colocándolas sobre los hombros de Ikuto. Rima y Kuukai llegaron a mi lado junto con Haru, dándose cuenta de lo que ocurría.

—Déjame ver —exigió Rima intentando ver la mano de Ikuto, que era la que llevaba acunada con más fuerza, mientras se encogía sobre sí para evitar que lo vieran— ¡Que me dejes ver! —parecía estar bastante nerviosa, por lo que yo también empecé a estarlo. Alejé mis manos de Ikuto, intentando no trasmitirle más angustia. Rima examinó su mano tras casi obligarlo a mostrarla—. Eres un tonto. Ven, curemos eso.

Entre mi agitación, de un momento a otro estábamos en su camarote. Mac llegó con una caja que me recordó a aquella cesta donde mi madre guardaba las cosas para costura. Rima la tomó y sacó un par de pañuelos y un líquido cuyo nombre desconocía en una botella. Sabía para qué servía ese líquido, sin embargo. Podía desinfectar las heridas, luego, se colocaba la venda.

Un poco apartada, observé como Rima intentaba desinfectar la herida mayor de Ikuto, que era la de su mano. Empecé a preguntarme cómo se la habría hecho, pero no llegué a concluir nada. Ikuto soltó un quejido y apartó a Rima de golpe.

—Déjate curar, o se infectará —gruñó molesta.

—¿P-Puedo… —empecé a decir con nerviosismo— hacerlo yo?

Todos me miraron como si hubiera pisado el pie de una reina.

Venga, métanme al manicomio ya, que he estado deseando desaparecer varias veces por vergüenzas innombrables.

—¿Tú sabes...? Pues… —Kuukai rebuscó palabras mientras Rima subía ambas cejas— ¿Curar una herida?

Pues en la academia apenas veía algunos consejos de salud. No me desagradaba. Quizás de no haber huido o tenido que casarme, me hubiese vuelto enfermera. Pero obviamente una carrera que incluía "servir" a otros se consideraría inaceptable para mí por parte de ya saben quiénes.

Me quedé mirando fijamente la mano de Ikuto. Seguramente él estaría asustado de pensar en mí como su curandera del momento. Quizás hasta temía que le terminara mutilando la mano, pero, oigan, yo no soy tan mala D: ¿verdad? ¿VERDAD?

—Pues lo he hecho antes —respondí de brazos cruzados intentando hacerme la dura.

—Va a matarme —dijo Ikuto, finalmente, con tono burlón—. Te he salvado. Escucha, la venganza no es la opción y…

—¡Que sé hacerlo! —grité como una chiquilla que intenta afirmar que sus muñecas de verdad pueden hablar.

Con una media sonrisa, Rima extendió la venda hacia mí, junto con los pañuelos y el líquido que sanaba un poco. Todos me miraban como si yo fuera un animal acorralado, y yo tragué con fuerza antes de sentarme frente a Ikuto y tomar su mano.

Fantástico. Apenas la tomé, me volví un tomate viviente de lo roja que me puse. No podía evitarlo, su sonrisa era de lado, esperando a ver qué hacía. Evitaba subir la mirada para encontrarme sus ojos como dos pistolas. Me iba a quemar por dentro si seguía así.

Mojé un pañuelo con el líquido e intenté pasarlo por sobre su herida. Al primer contacto, se echó hacia atrás con un quejido, al igual que con Rima, y me di cuenta de que lo estaba haciendo muy brusco.

—Tranquilo, pequeño gato —le murmuré con una sonrisa maliciosa como si fuera un animalito de verdad.

Apenas rozándolo —pero haciéndolo—, pasé cuidadosamente el pañuelo hasta que hube terminado. Vaya, ni yo me lo esperaba hacerlo tan bien, el neko hentai no se había quejado casi para nada. Ver toda esa sangre me mareaba, pero no quería abandonar a la mitad. Probablemente estaba herido por mi culpa. Me sentía terrible por eso.

Al empezar a enrollar la venda alrededor de sus manos, las mías comenzaron a temblar. Dejé el rollo sobre la cama y apreté las mías con fuerza.

—Lo siento —murmuré suspirando con fuerza—. E-Es que la sangre…

—Vas bien —Haru se había colado a la habitación. Le habían dicho que no lo hiciera, pero lo hizo. No parecía muy sorprendido de ver todas esas heridas serias. Me recordaron a los rasguños que daban los gatos. De repente, movían sus patas hacia ti, y al revisarte, no tenías nada. Luego, a los cinco minutos te dabas cuenta de que tienes finas líneas de sangre por todo el brazo. Sip.

—Haru —Rima lo miró con enojo—. Te dije que no…

—Déjalo —añadió Kuukai de buen humor dándole unas palmadas en el hombro a la pequeña amarguche—, o te irás tú —le sacó la lengua.

—Jo… es que… que… ¬¬

—No pasa nada —Haru se rascó la nuca con nerviosismo—. Es que allá afuera estaban llamándolos y he venido a avisar —parecía repentinamente apenado.

—Entonces vamos — refunfuñó Rima, que tomó a Kuukai por el cuello de su camisa y prácticamente lo arrastró fuera. Ladeó la cabeza hacia Mac para que los siguiera, y sin dudarlo, Haru los siguió también. Ikuto los observó irse con una ceja levantada.

—Parece que he dejado de ser el centro de atención —mencionó algo decepcionado luego de unos segundos de admirar la puerta cerrada.

—¡Vaya! —grité— ¿Ves eso de allá arriba? —señalé hacia el techo alto con detalles, agachándome para tener una mejor vista. Ikuto miró curioso hacia arriba, con su expresión inocente.

—No ¿qué cosa? —enfocó con los ojos. Aproveché para enderezarme y darle una palmada en la cabeza, como a un niño.

—Tu orgullo —reí—. Creo que ha atravesado el techo ¿te imaginas que haga un agujero? No sería bueno.

Pensé que se enojaría, pero terminó sonriendo de lado. Me sentía menos nerviosa ahora. Terminé de vendarle la mano y admiré mi obra. Rima ya había vendado su pecho. La mitad de su torso tenía vendas alrededor y una de ellas pasaba por su hombro. A pesar de que hace unos segundos estaba de buen humor, no pude evitar bajar la vista con tristeza cuando volví a caer en cuenta que todo eso era mi culpa.

—Lamento que te hayan hecho todo eso.

Una de sus manos apretó la sabana.

—Yo no —dijo con firmeza.

Dejé caer los párpados y me le quedé viendo. No era tan incómodo ahora. Mis ojos me escocieron, aunque no eran específicamente ganas de llorar. Estaba aliviada.

—Entonces… —rompiendo el silencio, me llevé la mano hasta detrás de la nuca, sintiendo los pequeños vellos que allí tenía—. Puedo… ¿puedo quedarme?

—¿Qué clase de pregunta es esa?

—Quiero quedarme —aclaré—, pero quiero hacer algo productivo.

—Que no sea ir en secreto a mis misiones —añadió de repente.

—No lo volveré a hacer —miré con una sonrisa de condescendencia hacia un lado, recordando cómo había terminado todo. Con… bueno… una confesión de amor. Jo, ¿por qué rayos me han tocado los momentos más incómodos para declararme?

—Bueno… podrías ser la… —dejó las palabras en el aire. Entonces no sabía lo que yo podría hacer. Soy más inútil de lo que parece. Quizás añado algo de emoción al barco, pero eso no ayuda tanto como ser una maestra de la estrategia, creadora de planos o buena luchadora—. La médico del barco.

Casi me asfixio con la poca saliva que estaba tragando en ese momento.

—¿M-Médico?

Se miró la mano como si eso fuera suficiente evidencia. Oh, joder, la cara de gato inocente no…

—¿Te refieres a que me consideras toda una doctora nada más por hacer un inocente vendaje?

—Podrías aprender. No nos caería mal un descanso por un tiempo mientras estudias eso… si quieres. Creo que podría funcionar.

—P-Pero la sangre… —hice un gesto de horror.

—Uno se acostumbra, además, has visto la mía y hete allí, sana y salva. Por suerte, salí sin una pizca de vómito encima.

—¡Idiota! —reclamé entre dientes tras la suposición de que le vomitaría encima. Pero la idea no dejaba de ser atractiva. Si yo aprendía algo de medicina y los ayudaba cada vez que se hirieran, sería lo más útil del planeta. Además, lo de enfermería me llamaba bastante la atención. Aunque también lo hacían el diseño y los paisajes, pero eso no me iba a ayudar en esta clase de vida—. Lo-lo pensaré.

—Genial —pareció haber anotado alguna especie de punto—. Al fin podré librarme de tus planos mal dibujados sin remordimient-

Le interrumpí con una palmada más fuerte en la cabeza, mientras la vena de mi frente comenzaba a palpitar más de lo debido.

—Los guardarás —exigí—. Y si es posible, los enmarcarás y colocarás en este camarote tuyo ¿entendido?

—Está bien, colgaré los planos —apoyó su mano sana sobre la cama justo a mi lado, inclinándose sobre mí con una sonrisa malvada. Mi rostro flameó mientras no podía apartar mi vista de la suya.

—¿Q-Qué?

—… pero los quemaré cuando no estés mirando —me besó fugazmente en los labios y aprovechó para escapar del camarote mientras de mi cabeza prácticamente salía humo y me convertía en la representación viva del color rojo.

/

Resonando por todo el pasillo, a pesar de llevar pantuflas, los pasos de Nadeshiko dirigiéndose a su habitación eran lo suficientemente sonoros. Llevaba una vela en un pequeño plato con agarradera, para iluminarse el camino, ya que las luces de su casa se apagaban a una hora estrictamente señalada, para obligarla a dormir temprano. Se había levantado para caminar un poco por su enorme casa. A veces se sentía angustiada y caminaba para despejar la mente. Pensaba en su mejor amiga, en Kairi, en cómo las cosas habían estado difíciles en la ciudad con respecto al controversial Ladrón Zafiro: el secuestrador de su mejor amiga, y probablemente su asesino. Antes había bromeado sobre él, diciendo que estaba bueno, que era guapo, pero nunca pensó realmente en encontrárselo y decírselo a la cara. Ni lo conocía. Y bien que no lo conocía, porque había terminado llevándose a Amu.

"Hinamori Amu ha muerto". Nadeshiko se detuvo con la vista ausente mientras mordía su labio inferior con angustia. Sus ojos le escocieron, pero ya había llorado bastante los últimos días. Se sentía cansada. Aquella trágica noticia hizo temblar a la ciudad, haciéndoles saber que aquel sujeto no era algo para tomarse a la ligera. Que de verdad debían temerle. No era un juego, como generalmente lo hacía parecer, burlando de manera descarada a todo guardia y seguridades especiales y haciendo señales burlonas a cualquiera que lograra encontrárselo de camino. Aún no podía sacárselo de la cabeza, a pesar de que había pasado ya casi un año desde que eso había sucedido.

Abriendo la puerta de su habitación, se fijó en lo iluminada que estaba. La luna dejaba colar una línea con bastante luz, dejando ver una noche azul oscuro allá afuera a través del balcón, cuyas cortinas transparentes se levantaban con el viento y flotaban de nuevo a su posición original una vez que éste cesaba.

Suspiró, apagando la vela con su aliento, sin querer.

Volvió a fijarse en las cortinas que se volaban con el viento hacia adentro, pero se detuvo en seco.

Una capa azul zafiro se desplegaba y volaba igual que las cortinas. Antes no la había notado, pues era del mismo color que allá afuera. Era demasiado sencillo confundirla y pasarla por alto, pero Nadeshiko era detallista. Imprudentemente, dio unos pasos más sin llegar a pasar de su cama, y distinguió una figura de espaldas con la capucha de la capa color zafiro puesta.

—Tú… —su voz llena de miedo. Fue todo lo que logró pronunciar. Lo que sucedió no se lo esperaba. Al voltear, no era el rostro en la obscuridad de un chico con antifaz. Un cabello notoriamente rosado, más corto de lo que recordaba, y ojos ambarinos resaltaron cuando el viento hizo que la capucha se saliera y dejara ver a Amu perfectamente.

—Rayos —Amu sonó molesta—. Aún no logro que la estúpida capucha se quede en su lugar, uno de estos días me van a descubrir —refunfuñó como una abuelita. De un jalón obstinado, la capucha volvió a cubrirle la cabeza—. No es seguro que se vea un punto rosa en tu balcón ¿cierto?

Perpleja, Nadeshiko solo pudo abrir sus ojos como dos platos enormes y entreabrir la boca. Ahora sí estaba llorando, sin producir sonido alguno, pero llorando. Antes de poder tener control sobre su propio cuerpo, corrió hacia Amu con un chillido y la abrazó. Sintió la pequeña figura de su amiga entre sus brazos otra vez.

—Eres tú —se dijo sin poder creérselo aún. Su voz quebrada, aguda. Comenzó a decir con rapidez cuánto la había extrañado, lo preocupada que había estado. Toda una biblia de palabras.

Amu le devolvió el abrazo, y no se separaron. Cuando Nadeshiko hubo terminado de desahogarse, Amu habló:

—Sé que ha pasado mucho tiempo —comenzó a decir, como una niña regañada explicando por qué el tarro de galletas estaba vacío cuando en casa estaba prohibido comer galletas—. Y no tienes idea de lo que hice para poder venir a verte —ambas se separaron, pero se mantuvieron cerca.

Nadeshiko la interrumpió.

—¿Pero c-cómo? Si dijeron que tú estabas… muerta.

—Vaya, se tomaron mi amenaza muy en serio —Amu habló para nadie en específico, sonando muy sorprendida de que diera resultado. Bueno, era de esperarse, después de todo nadie los había vuelto a perseguir ni interrogar en lo que llevaba de año.

El rostro de Nadeshiko solo reflejaba todos los sentimientos de confusión, incredulidad y sinónimos.

—¿Entonces? —presionó Nadeshiko.

—Cómo explicarlo… —Amu se rascó la cabeza, mientras cabizbaja, se le notaba el sonrojo pronunciado—. No morí… ni fui secuestrada, precisamente.

El silencio exasperante de Nadeshiko obligó a Amu a seguir hablando.

—Huí de mi propia boda —comenzó—. Llegué muy lejos a pie, y como no había nadie, el Ladrón Zafiro estaba aprovechando la ausencia de personal. Lo encontré y en un arranque de desesperación, acepté unirme a su tripulación a cambio de que me llevara lejos de aquí.

Ahora que lo decía claramente. Sonaba bastante irresponsable. Ese tipo de cosas jamás se las permitiría a un hijo de ella en caso de llegar a tenerlos. Bueno, tampoco es que ella les fuera a dar razones para huir con un ladrón famoso… ¿verdad? Oh rayos, ahora sentía el remordimiento de pensar si llegaría a ser una buena madre, o no, en el futuro lejano… sí, lejano.

—¿Así que fue eso? —a pesar de hablar en un tono muy elevado, sin llegar a considerarlo "gritar", a Amu le preocupara que fueran a oírlas desde afuera. No se atrevió a callar a Nadeshiko. Estaba en su derecho de gritar, chillar, lanzarla por el balcón o quemarla y bailar sobre sus cenizas— ¿Me quieres decir que todo el cuento del secuestro, la interminable búsqueda y tu trágica muerte fue todo un invento?

—Pues yo no dije que me hubieran secuestrado, fueron las demás personas. Y en cierto modo, me beneficiaba que lo pensaran… o eso creo.

Con la manga de su camisón para dormir, Nadeshiko se refregó las lágrimas.

—Has sido una pirata todo este tiempo —soltó una risa irónica mientras sorbía por la nariz—. En cierto modo, te queda bien.

—Y… ahm… —Amu apartó la vista de golpe cuando Nadeshiko clavó la suya en ella. Sigue siendo la misma chica con debilidad de contacto visual, pensó Nadeshiko—. El Ladrón Zafiro es…

Enderezándose como para prepararse mentalmente, Nadeshiko, sin darse cuenta, intimidaba a la pobre Amu, que intentaba soltar la bomba.

—¿Es…?

—ES… —Amu se forzó a hablar— mi novio.

La pobre Nadeshiko, ahora convertida en roca. Una estatua congelada que alguien aplastaba descaradamente con un gran mazo, o al menos así solía describirlo Amu. Eso sí que no se lo esperaba. Mientras tanto, Amu se agachó en el suelo y se llevó las manos a la cabeza, ignorando a su petrificada amiga.

—¡Maldición! ¡Jamás pensé en utilizar esa palabra! ¡IIIII! —chilló extrañamente mientras sacudía su cabeza. Apretó los ojos mientras su rostro estaba demasiado rojo para ser humano—. Soy una loca. Debería estar en un manicomio ¡Nadeshiko…! ¿Nadeshiko? —volteó para darse cuenta que su amiga era un objeto sólido-sólido ahora—. Mierda, la he roto —dijo con preocupación y culpabilidad infantil, le salía natural.

Volviendo a la normalidad, Nadeshiko quiso tener algo de agua en sus manos para beberla y luego escupirla. Le añadiría un toque. Pero no era tiempo para pensar en cómo jugar con Amu haciéndose las graciosas.

—¿C-Cómo…?

—P-Pues sí… —afirmó la sonrojada Amu—. Y tenías razón, está bueno. Pero ese no es el punto.

Nadeshiko se dio cuenta de que si la hacía hablar más, Amu explotaría en su propio humo. Era tímida con esos temas, ya más adelante ella iría soltando la información… porque la vería otra vez… ¿verdad?

—Y-Y —intentó cambiar de tema— ¿Qué haces ahora? Quiero decir ¿paseas por los mares y esas cosas?

—¿Eh? Por ahora no… —desubicada por el cambio de tema repentino, Amu intentó integrarse—. Estoy en la academia de medicina, porque seré la doctora del barco —luego añadió algo acelerada: —. ¡Pero no como médico experto! Digo, cosas básicas, otras no tanto. Nunca sabes por donde les pasan la espada a los chicos. Por eso, estamos instalados en una ciudad ahora mismo. Y no hay problema, porque Ikuto tiene otra identidad y… —dejó de hablar repentinamente, quizás había hablado de más. Su amiga lo notó.

—No le diré a nadie —Nadeshiko se llevó un dedo a los labios en señal de guardar silencio, sonriendo tras su dedo—. Lo prometo.

Amu suspiró y luego sonrió aliviada. Volteó hacia fuera y pareció darse cuenta de algo importante.

—Nadeshiko —parecía triste, agitada otra vez—. Tengo que irme —fugazmente volvió a dirigir su mirada hacia fuera y devuelta a Nadeshiko.

—¿Qué? —Nadeshiko sonó herida— ¿p-por qué? Si apenas te pude ver, no puedes irte tan rápido… a-al menos ¿volverás? ¿Te veré otra vez?

Amu ya se estaba encaramando en la baranda del balcón.

—Siempre voy a volver —Amu sonrió con seguridad—. Es solo que si llego tarde, Ikuto me regañará y me molestará quizás con que me ponga un traje de enfermera y lo cuide, aunque no tenga nada y esté sano—cerró sus ojos con molestia mientras Nadeshiko admiraba la vena de molestia de Amu sobresaliendo en su frente y su puño cerrándose—. Cuando tenga tiempo, vendré más temprano, así que espérame.

—¡ESPERA! —Nadeshiko gritó cuando Amu saltó sentada a dos pisos del suelo. Corrió hacia la baranda y se asomó hacia abajo, temiendo lo peor, pero Amu había caído de pie ¿cómo rayos obtuvo esa habilidad? Antes de poderle preguntar, ella ya se alejaba corriendo y escalaba de manera hábil el mural que habían construido por seguridad. Por un momento, un sentimiento de bienestar la invadió mientras se tomaba el tiempo de alegrarse de que Amu estaba bien. De enterarse (de manera muy, muy resumida) lo que había sucedido de verdad.

Luego, con un gesto molesto de indignación, analizó bien las palabras de Amu.

—Un momento… —frunció el ceño— ¡Eso significa que Amu sale con un pervertido! —su voz sonó aguda y fuerte, llegando a Amu, que ya corría por la calle, y ahora tropezaba y caía dando vueltas con su rostro totalmente rojo.

Mierda, pensó Amu, lo ha descubierto.

FIN.


Gracias por leerme :3 Ha sido una bonita y educativa experiencia el escribir este fanfic. Algún día (cuando termine de reescribir el violinista, que da asquito la escritura e.e) arreglaré los errores ortográficos :3 si me los dicen por Reviews, los arreglo más rapido.


Agradezco a tod s l s que siguieron la historia y me ayudaron con acotaciones constructivas. De verdad, de verdad LOS AMO *lanza besos como una miss y luego tropieza y cae* e.e como iba diciendo... leo todos los reviews :3 y su apoyo ha sido crucial para mí, me hace feliz, me inspira, así toh ejcrito: INSPIRAHH. y así.


Besitos gatunos (1313). -Deza. 27 de Octubre de 2012. 2:08am. Trasnocho nivel: Completo.