Capítulo 5
Apple Bloom se despertó con una imborrable tristeza. Cuando bajó a la cocina para desayunar, unos golpes sonaron de la puerta de su casa. Cuando abrió, observó a un pegaso con el traje de la unidad de los Wonderbolts. Su pelaje era naranja con mechas y la piel era amarilla. Adivinó por la publicidad masiva que fue Spitfire.
-Buenos días, pequeña. Debes ser la hermana pequeña de Applejack, ¿verdad? -Saludó con un tono serio.
-Sí. ¿Qué pasa? -Cuando habló Apple Bloom, al contrario que lo habitual, su voz sonó cavernoso y apagado.
-Sólo he venido para informarte que nosotros, los Wonderbolts, hemos encontrado esta madrugada el cuerpo de tu hermana. Con permiso de Granny Smith y Big Macintosh lo hemos llevado a un tanatorio.
-¿Les llamaste a las tantas de la mañana? -Incluso preguntando, la voz de Apple Bloom sonó desganada.
-Sí. Me dijeron que el funeral será dentro de unos días.
-Ah, vale, gracias.
Justo cuando iba a darse la vuelta, continuó Spitfire.
-¡Ah! Y otra cosa más.
-¿Sí? -Dijo la pequeña poni sin volverse hacia ella.
-Hemos capturado a Rainbow Dash, la presunta asesina según tus testimonios.
Justo al oír el nombre de la pegaso celeste, se volvió para Spitfire, esta vez ligeramente más entusiasta.
-¿En serio?
-Sí. Dentro de unos días habrá un juicio donde presentarán todos los hechos ocurridos ayer por la tarde. Sólo era para informarte. Nos vemos más tarde.
Cuando Apple Bloom cerró la puerta, se dirigió a su cuarto y quedó profundamente pensativa. Por un lado estuvo algo contenta de la captura de alguien a quien había sido una amiga para Applejack. Sin embargo, por otro, recordó ese momento de la caída de su hermana mayor. El hecho de no haberla agarrado bien le hizo pensar en que era una inútil, lo que le devoró la cabeza rápidamente, quedándose ahí durante un largo tiempo.
Días después, Big Macintosh se fue una mañana al colegio de Ponyville a buscar a Apple Bloom para que asistiera al funeral de su hermana mayor. Unas horas después, por la tarde, la pequeña poni estuvo en un cementerio caminando junto con otros muchos ponis, todos ellos, incluyendo ella, vestidos de negro. Un grupo cargó durante el paso un gran ataúd de madera pulida. La tarde no fue nada grisácea y no tuvo nubes, el sol fue muy brillante. Apple Bloom no dijo nada en todo el funeral. Su expresión estuvo claramente vacía y pareció no sentir ninguna clase de emoción. Más tarde, el grupo se detuvo, y la poni del lazo rojo hizo lo mismo. Al ser muy bajita, no pudo ver nada hasta que su hermano Big Mac, quien estuvo delante en primera fila, la puso a su lado. Entonces el grupo colocó el ataúd al lado de una tumba. Junto a ella hubo una gran lápida, y encima de ella un busto de Applejack cuya cutie mark no fue de piedra, sino una gema brillante roja. Después vino un cura, cogió un libro y recitó unas verborreas a las que Apple Bloom no le dio suficiente importancia. No es que no le importara el respeto hacia su difunta hermana, es que no le interesaron las citas de simbolismo rebuscado. En su lugar, continuó pensando en su hermana y en aquel fatídico día. Cuando el cura terminó, metieron el ataúd en el foso de la tumba y comenzaron a enterrarlo. Apple Bloom finalmente se dio cuenta de que Big Mac fue el único poni a quien reconoció en ese trayecto. Todos vestían de negro y no reconoció a nadie más, sólo a él porque le llevó junto a la primera fila.
Horas después, cuando la tarde formó una anaranjada puesta de sol, Apple Bloom entró en casa y se sorprendió al ver a Twilight limpiando el salón con una escoba sujeta con su magia.
-¿Twilight?
-Ah, buenas tardes, Apple Bloom. Mi más sincero pésame por lo de tu hermana. -Saludó Twilight con una pequeña tristeza.
-¿Qué haces aquí? ¿Por qué barres el suelo?
Twilight, sin dejar de usar su magia para barrer con su escoba, se dirigió a la pequeña poni.
-Escucha, hace unos días me dijeron que tenía que acudir enseguida a la familia Apple. La razón fue porque mi nombre figuraba en el testamento de Applejack. Según dice su escritura, debido a mis observaciones y a mi afán por la organización, seré la encargada de cuidar de la Sweet Apple Acres, de Big Mac, de Granny y de ti.
-Nadie me dijo nada. -Fue obvio que se sintió molesta.
-¿En serio? Bueno, tengo que continuar con la limpieza. -Cuando se giró, Twilight se fijó que ya terminó de quitar el polvo del suelo. -Bueno, voy a preparar la cena, ¿vale, Apple Bloom?
-Vale.
Apple Bloom subió a su cuarto. Cuando caminó, se notó una gran vulnerabilidad en su cuerpo, especialmente al cerrar suavemente la puerta de su habitación. Tras encerrarse, la pequeña se tumbó a la cama de cara a la ventana, observando durante varios minutos esa puesta de sol que iba pasando de naranja a rojo. Su sensación de nostalgia despertó y se acercó a su mesa para abrir un cajón y sacar unos dibujos hechos por ella. Uno al que observó detenidamente fue uno donde salían ella y Applejack juntas. Sintió como un nudo en sus entrañas. Luego se escuchó dos toques en su puerta y la abrió lentamente Twilight.
-Apple Bloom -dijo la unicornio con la mayor delicadeza posible al observarla con el dibujo-, la cena está lista. -Al notar que la pequeña poni no giró la cabeza al llamarla, se dio cuenta de sus ganas de estar sola. Susurró un "entendido", y justo al cerrar la puerta, oyó una voz frágil en ese cuarto.
-Twilight…
La unicornio tenía ganas de hablar con ella, así que cuando la escuchó, volvió a entrar.
-¿Sí, Apple Bloom?
-Ha sido culpa mía. Si la hubiera sujetado mejor, ella no habría caído. Si hubiera sido más fuerte… -Durante esa frase, Twilight se acercó rápido hacia ella y la detuvo. Cuando vio su cara, la tuvo cubierta de lágrimas.
-No, no fue culpa tuya. Tú diste lo mejor de ti para ayudarla. -Le levantó la cabeza e hizo que la mirara a los ojos. -La culpa la tuvo Rainbow Dash, se lo ha buscado. -Cuando dijo esas palabras, Twilight sintió también dolor porque nunca hubiera imaginado que una de sus amigas la traicionaría.
-La echo de menos, Twilight. Echo de menos a mi hermana. -Apple Bloom se derrumbó, su voz sonó más desesperante y la poni abrazó a Twilight, quien hizo lo mismo. Las dos se abrazaron junto a la ventana, la cual marcó una rojiza puesta de sol.
-Yo también, Apple Bloom. No sabes cuánto.
Horas después, cuando acabó de cenar, la pequeña poni volvió a su cuarto y contempló la noche desde su ventana. Al sentarse a la cama, se fijó en el dibujo que estaba encima. Entonces tuvo una idea: Cogió unas tijeras de mango rojo, recortó del dibujo los rostros de Apple Bloom y Applejack, le dio una forma circular y lo colocó en su colgante rojo. Encajó perfectamente y le gustó cómo resaltó. Sin embargo, eso no animó demasiado a Apple Bloom, con lo que se fue a la cama bastante temprano. Cuando se acostó, ni siquiera supo en qué pensar. No hubo más que lágrimas en su rostro.