No tengo perdón por no haber actualizado este fic antes, pero bueno, por fin me he decidido a terminarlo, espero que os guste. No sé cuántos capítulos más tendrá, aunque imagino que no muchos. Espero volver a actualizarlo pronto.

El fic está situado sobre la cuarta temporada, después del disparo a Beckett, con la diferencia de que la carta de Royce a Beckett (la de If only...) en este fic pasaría después del disparo y es lo que le lleva a Kate a abrir los ojos y querer decirle a Castle lo que siente.

Dejadme un comentario a ver qué os parece :)


Me despierto, adaptó mis ojos a la luz y de repente lo siento. Sigue a mi lado, su brazo me rodea la cintura. Le miro, está desnudo, cubierto solamente por las oscuras sábanas, al igual que yo. Giro mi cabeza hasta tener mi frente pegada a la suya. Dios no me puedo creer que esto sea real, estoy en la cama con Richard Castle. Y de repente recuerdo lo de anoche, fue increíble, me hizo pasar una de las mejores noches de mi vida. De repente me apetece besarle, aunque no sé si atreverme a hacerlo o no, quizás se despierte y, si lo hace, me moriría de vergüenza, no quiero que vea lo locamente enamorada que estoy de él. No tan pronto. Me gusta hacerle sufrir un poco, ver cómo lo deja todo por complacerme. Al final me atrevo y le doy un beso, rozando sus labios con los míos, solo un pico, demasiado rápido. Él continúa durmiendo. Una tonta sonrisa cruza mi rostro y me voy a la ducha.

Vuelvo a los cinco minutos cubierta por una pequeña toalla. Mi cuerpo todavía está mojado y el cabello a un lado, goteando sobre mi cuerpo. Él continúa durmiendo. Miro el reloj y veo lo tarde que es, como no se despierte pronto llegaremos tarde a comisaría. Me tumbó sobre él y empiezo a acariciarle la cara.

Abre los ojos y sonríe. Estaba a punto de darle los buenos días cuando me los da él a mí, coloca una mano sobre mi nuca y empuja mi cabeza hacia él, besándome. Nos separamos, a falta de aire y él aprovecha para mirarme.

-¿Sabes que estás muy sexy con esa toalla?

-¿A sí? – le digo, con una sonrisa juguetona, mientras me deshago de la toalla. Me arrepiento en el acto de hacerlo, voy a llegar tarde a la comisaría como él me siga el juego y sé que lo hará.

Castle recorre mi cuerpo con la mirada, mientras yo me ruborizo. Él se da cuenta y me atrae de nuevo hacia él, mientras recorre mi espalda con su mano. Siento como la piel se me eriza. Quiero dejarme llevar, pero le detengo.

-Tengo que ir a la comisaría – le digo, después me muerdo el labio, sabiendo que le he hecho enloquecer por un momento. Él cambia su expresión, como un niño al que le acaban de quitar su caramelo – Esta noche te recompenso.

-Espero una buena recompensa, Detective – dice, alzando una ceja.

Me levanto, todavía desnuda, y me dirijo al armario en busca de mi ropa. Sin embargo él se queda tumbado en la cama. Noto cómo sus ojos están fijos en mí y eso me gusta, me ruborizo al pensar que me está observando, sin embargo le miro, con el ceño fruncido. Él se muerde el labio, intentando evitar una sonrisa.

-Será mejor que comiences a vestirte y te vayas a tu casa a cambiarte de ropa. No puedes aparecer por la comisaría con la misma ropa de ayer o sospecharán.

Termino de elegir mi ropa y empiezo a vestirme. Él hace lo mismo.

-Entonces... ¿no se lo vamos a contar?

-¿A quién?

-A los chicos – dice él, en tono evidente.

-Castle, - digo, dirigiéndome hacia él – si ellos se enteran, se les puede escapar algo en la comisaría y entonces el secreto llegaría a oídos de Gates y si ella se entera, te echará de la comisaría.

-¿Ni siquiera a Lanie?

Suspiro. Sé que eso va a ser lo más difícil, no solo porque Lanie capta todo lo que pasa a su alrededor, sino también porque es mi amiga y la que siempre ha intentado impulsarme a dar el paso con Castle. No me gusta tener que ocultárselo, pero sé que si se lo cuento se lo contará a Espo y éste se lo contará a Ryan.

-No. Ni siquiera a ella.

-Está bien, como quieras. Pero se acabarán enterando tarde o temprano.

-En la comisaría, o delante de cualquiera de ellos nada de besos, ni miraditas extrañas – le advierto.

-¿Entonces – dice, acercándose a mí – no voy a poder besarte de nuevo hasta esta noche?

-Exacto – le digo.

-No sé si podré controlarme – dice, mientras me agarra por la cintura y me tira hacia él, dándome un largo beso.


Finalmente me convence para acompañarlo a su casa, Martha iba a salir pronto esa mañana para hacer algunas compras y Alexis se habría marchado al instituto para cuando llegasen, así que no tendríamos que dar explicaciones. Como tenemos que ir a comisaría y no a la escena de un crimen no me importa, podemos decir que nos hemos encontrado en el ascensor, como algunas otras veces.

-¿Vienes? – me dice, antes de dirigirse a su dormitorio.

-No. Si voy no vamos a salir de ahí en unas horas y, por si no lo recuerdas, tengo crímenes que resolver.

-¿Así que tienes miedo de no poder controlarte? – me dice con una sonrisa.

-No soy yo la que no podría controlarme.

-Está bien, si prefieres esperar hasta esta noche… tú misma – dice, mientras se dirige hacia su dormitorio.

Cuando ya no me puede ver me muerdo el labio y después sonrío. Me siento como una adolescente.

-Puedes preparar café si quieres – dice él, desde el dormitorio.

Me dirijo a la cocina y comienzo a hacer café. Creo que por fin le he cogido el truquillo a las máquinas de café, al menos ya no sale ese vapor que salía antes cada vez que intentaba tocarla.

-¡Date prisa, no quiero que Gates me eche la bronca por tu culpa! – le gritó desde la cocina, mientras estiro el brazo para coger dos tazas de la estantería.

-¡Todavía no me has dicho si te gustó lo de anoche! – me grita él.

Me río antes de contestarle, pero cuando me doy la vuelta, con las dos tazas en la mano la expresión de mi cara cambia por completo. Martha acababa de llegar al loft y, dada su expresión, acababa de escuchar la frase de Castle. Trago saliva y dejo las dos tazas sobre la encimera de la cocina.

-Hola Martha – digo con un hilo de voz.

-Hola querida – dice Martha, con un tono alegre.

-Yo… estoy esperando a Castle…. – me siento estúpida intentando disimular algo que es evidente.

-No te preocupes querida, conmigo no hace falta que finjáis – Genial, encima lo sabe – Eso explica por qué Richard no vino a casa anoche – dice señalando hacia el dormitorio de Castle mientras me guiña un ojo.

Le sonrío, no sé qué decirle, ella lo nota y está a punto de decirme algo cuando Castle vuelve a gritar desde el dormitorio, ajeno a la irrupción de su madre en el loft.

-¿Ese silencio significa que no te gustó? – Yo y Martha nos miramos. Yo me estoy empezando a sonrojar – Porque te aseguro que a mí me encantó y esta noche podríamos repetir la parte en la que…

-¡Cariño, estoy aquí! – Grita Martha, cortándole a tiempo. Cierro los ojos y emito un pequeño suspiro. Si Martha no le hubiese cortado me habría sentido en una situación un tanto comprometida.

Castle sale a los pocos segundos del dormitorio y mira a Martha.

-Madre, pensaba que irías a hacer algunas compras esta mañana.

-Y así es, pero estos zapatos – dice, señalando los tacones de color rojo que llevaba – han decidido romperse a tan solo dos manzanas de aquí, así que he vuelto a por otros.

Castle me mira, yo solo puedo torcer el labio. Pero decido intervenir.

-Martha, a Castle y a mí nos gustaría mantener nuestra relación en secreto – hace un gesto, extrañada, así que me intento explicar – ya sabes, en el trabajo no están permitidas las relaciones entre compañeros.

-Sí, así que, te agradeceríamos mucho si sabes mantener la boca cerrada – le dice Castle, ayudándome.

-Bueno, no creo que haya necesidad de mantener el secreto, pero si es lo que vosotros queréis… mis labios están sellados – dice, haciendo como que cierra sus labios con una cremallera imaginaria – De todas formas, tengo que deciros, que me alegro mucho de que por fin hayáis dado el paso. Entre tú y yo – dice, dirigiéndose a mí – ya pensaba que mi hijo envejecería esperándote.

-¡Madre! – dice Castle, molesto por el comentario de Martha. Yo, sin embargo, sonrío, algo sonrojada por lo que acaba de decir.

La actriz subió a cambiarse de zapatos. Castle me miró, a la vez que emitía un pequeño suspiro y se dirigía hacia la encimera de la cocina, donde yo había dejado las dos tazas de café. Me dirijo hacia el mismo sitio y me siento a su lado, en uno de los taburetes de la cocina, con mi café entre las manos.

-Entre tú y yo – le digo, susurrando – lo de anoche fue increíble.


Gracias por leerlo!