UN FINAL ALTERNATIVO


Disclaimer: El mundo de «Rurouni Kenshin» pertenece a Nobuhiro Watsuki. La siguiente historia no tiene ánimo de lucro, ni nada parecido. Sólo es una historia creada por divertimento.


Notas por la actualización/revisión:

Reconozco que soy muy quisquillosa con mis escritos. Soy de las que, cuando los releo, si veo fallos o cosas que no me terminan de convencer, las voy corrigiendo. Y normalmente, esas correcciones se quedan sólo en mis archivos porque por lo general son poca cosa y no voy a ponerme a actualizar por una coma. Pero en las últimas semanas me ha dado un «ataque revisoril», cortesía de mi último fic. Éste es el tipo de cosas que me provoca las neuras y quebraderos que me está dando. Cuando hay algo que me estresa y me frustra porque no termina de salir como yo quiero, siempre acabo haciendo cosas sencillitas para evadirme.

Así que me he puesto a revisar fics. Aunque en principio simplemente iba a ser para mí, la verdad es que he pensado que tampoco me iba a herniar por actualizar los fics en los que meta bastante mano. Y en éste la he metido, todo hay que decirlo (porque de hecho, sin ir más lejos, los dos primeros capítulos que se «regían» por los tomos antiguos de la serie, los actualicé a los del Kanzenban que tiene una mejor traducción).

Además, ya que me pongo, como ya está todo escrito, voy a reestructar los capítulos. Por eso, los comentarios de cada capítulo los pondré al final del suyo correspondiente, y así los quito del principio para mejorar la lectura de las personas nuevas.

Notas de la autora sobre el fic:

Para quien lo vaya a leer por primera vez, aunque en el fandom se puedan encontrar muchos fanfics donde Kenshin es un pobre hombre desgraciado, aquí no lo vais a encontrar. Olvidaos del «Kenshin atormentado no merecedor de cariño». El fic lo hice porque en una de mis relecturas me picó mucho el gusanillo de hacer una historia conclusiva de su relación. En el manga se ve una tímida tentativa de inicio y luego el epílogo de cinco años después donde Yahiko hereda la espada de Kenshin. Pero no se ve el «proceso de establecimiento sólido» de la relación.

Y ahí es donde me fui yo con esta historia: al afianzamiento de esa tentativa que nos dejó Watsuki en el aire.

Espero que os guste mi final alternativo para esta serie :-D


UN FINAL ALTERNATIVO


CAPÍTULO 1: SENTIMIENTOS DESVELADOS

Una de las cosas que más le llamaba la atención a Kaoru era la capacidad de Kenshin para levantarse temprano. Incluso teniendo que reposar tras una batalla. Después de la pelea con Enishi pensó que tardaría en volver a ponerse en pie.

Había quedado muy malherido; Enishi había sido un poderoso contrincante y ella llegó a creer que no podría ganarle. Pero la estabilidad emocional de Enishi había jugado un importante papel y se había desmoronado al ver que Kenshin, en vez de lamentar las muertes que había provocado y morir como forma de castigo, había continuado viviendo con el objetivo de expiar sus culpas ayudando a otras personas.

En cambio, Enishi, había seguido un camino de muerte y destrucción en nombre de la venganza contra Kenshin. Justo lo que él tan férreamente quería castigar, lo estaba llevando a cabo. Y, en consecuencia, no pudo encontrar la paz de espíritu de su hermana y acabó desmoronándose.

Enishi desapareció y ellos volvieron al Tokio para curar las heridas de Kenshin.

Y esa mañana habían decidido ir a Kioto a visitar la tumba de Tomoe. Cuando se acercó al salón para tomar el desayuno, se encontró a Kenshin ya levantado y con flores preparadas para llevar a su tumba. Se giró para verla según la notó, y Kaoru suspiró resignada al comprobar lo temprano que se debía haber levantado: hasta los vendajes se los había cambiado y llevaba puesto un cabestrillo nuevo.

De verdad que había intentado levantarse antes que él ante el temor de que Kenshin fuese solo, pero él tenía un reloj interno que sabía que ella nunca poseería.

—Ya te has levantado, Kaoru —sonrió—. ¿Has dormido bien?

—No muy bien, la verdad —confesó—. Me he despertado varias veces esta noche. Quería levantarme pronto porque temía que te marcharas sin mí.

Él volvió a sonreír.

—Te prometí que iríamos juntos.

El día anterior le había costado un poco convencerle de que ella también quería visitarla. Una parte de Kaoru sentía que era lo correcto: visitar a su anterior esposa y presentarle sus respetos. Pero, por otra parte, se sentía como una intrusa. Tomoe siempre sería parte de Kenshin y ella también quería serlo… pero aún no lo era.

—Lo sé —dijo Kaoru—. Pero sigo teniendo la sensación de que me estoy entrometiendo en una parte de tu vida en la que no quieres que nadie se meta.

Kaoru esperó a que añadiera algo que acallara esos temores, pero había notado que Kenshin estaba más silencioso desde que se reencontraron. Todo su mundo, pasado y presente, se había trastocado de la noche a la mañana y sentía que él pisaba con cuidado en todo lo que hacía. Kenshin simplemente sonrió y dejó que Kaoru desayunara.

Antes de la batalla de Enishi en su dojo habían dado un frágil paso hacia su relación. En su fuero interno, había esperado tener un combate en Tokio —que terminaría cuando Kenshin le derrotara—, para después seguir afianzando aquel paso.

Aún recordaba aquel momento, aunque le pareciese que había pasado una eternidad. Había sido uno de los días más felices de su vida; el día en que Kenshin había decidido recoger su declaración.

* Flashback *

Kaoru había salido a buscar a Kenshin después de que saliera del dojo temprano. En el camino, pasó por el Akabeko derruido. Allí estaban Tae y Tsubame repartiendo panfletos que indicaban la nueva apertura del local en otro lugar. Los escombros tardarían tiempo en limpiarse y volver a construir un edificio llevaría muchos meses.

Kaoru le había buscado por todas partes y estaba a punto de desistir cuando Tsubame le comentó dónde podría estar. Hacía tiempo había visto a Kenshin entrenar en una zona arbolada a las afueras de la ciudad. Era un sitio que utilizaba para descargar su energía.

Ella nunca había estado en esa zona de la ciudad y menos había sospechado que Kenshin fuese allí de forma habitual. Pero tenía que reconocer que las técnicas de lucha no podía mantenerlas sin un entrenamiento y ella nunca le veía entrenar. Sólo pelear. Era evidente que, para no perder práctica, debía entrenarse aunque no lo viera.

—¿Kenshin? —probó a llamar. Kaoru no le veía por ningún lado, ni tampoco oía ruidos de que estuviera nadie por allí.

—¿Kaoru? —recibió de vuelta.

—¡Ah, al fin te encuentro! —se alegró.

—¿Cómo me has encontrado? No sueles venir por aquí.

—Pasé por el Akabeko. Van a abrir el local en breve en otro lugar —añadió para informarle—. Tsubame me dijo que podrías estar por aquí. Estaba preocupada por ti.

—Ah, Tsubame te ha dicho dónde estaba —comentó más para él mismo que para Kaoru—. Perdona que te haya hecho preocuparte por nada.

—Está bien —agregó ella aceptando sus disculpas—. Perdóname tú, creo que te he molestado.

—No tengo nada de qué perdonarte —contestó él—. Pensaba volver de todas formas.

Kenshin comenzó a caminar de vuelta al dojo y Kaoru le siguió. Echó un vistazo a su alrededor. Era un sitio tranquilo, ideal para poder concentrarse. Miró la espalda de Kenshin. En multitud de ocasiones había pensado que le gustaría saber lo que había en su cabeza, pero del mismo modo, no quería saberlo. Tenía que ser horrible tener siempre una sentencia de muerte pendiendo encima de uno mismo. Kenshin siempre se mostraba tranquilo, incluso antes de un enfrentamiento, pero presentía que eso sólo era de cara al exterior.

A la hora de la verdad, ella sólo había pasado por esa experiencia dos veces. Aunque había sido amenazada en muchas ocasiones, sólo en dos pensó que podría morir, y una de ellas no era una batalla. La primera fue con Jinne: la había inmovilizado con su hechizo hipnótico y no podía respirar. Pensó que moriría, pero consiguió salir de su hechizo antes de que Kenshin le matara.

La segunda sí había sido un combate; frente al Aoiya, cuando se enfrentaron al Juppongatana. Era una experiencia que no quería volver a sentir. Ese conocimiento de saber que morirías si no ganabas el enfrentamiento. Y, sin embargo, Kenshin pasaba por ello una y otra vez desde los catorce años. Por muy fuerte que fuese, siempre estaba la posibilidad de que un combate se torciera.

Podría morir el día menos pensado a manos del menos esperado.

Ese pensamiento le produjo un escalofrío a Kaoru que la recorrió de arriba abajo. No podía imaginar lo que había sido su vida; saber que cada combate que ganaba sólo significaba que prolongaba su vida un día más.

Era evidente, por eso, que debía tener momentos para concentrarse antes de la batalla, por mucho que lo desconociera.

—Dime Ken… —empezó.

—Mira eso —le interrumpió él—. ¿Sabes de qué dojo son esos discípulos?

—¿Eh? —Kaoru estaba desconcertada. Había ido tan ensimismada en sus pensamientos que no se había dado cuenta de que ya estaban de vuelta en la ciudad, paseando por la orilla del río. Miró al otro lado de la orilla, hacia donde tenía fijada su vista Kenshin—. Ah, pues… Por esas ropas, diría que son del dojo Joetsu-kan, de la escuela Shibata-Ryu —respondió—. Voy cuatro o cinco veces al año a dar unas clases como invitada.

—Parecen muy contentos —comentó risueño él.

—Pero no está bien que coman hasta cebarse —recriminó ella observándoles—. ¡Ey! —les gritó sin más—. ¡Sabéis muy bien que no podéis hincharos de comida tras salir del dojo!

Los chicos miraron en su dirección asombrados, pero enseguida la reconocieron.

—¡Ah, es Kaoru! —Y levantaron sus manos en alto para saludarla—. ¿Cuándo vas a venir a entrenar? Los mayores te esperan con ganas.

—¡Anda! —Para ser sincera, Kaoru no esperaba que la reconocieran yendo tan pocas veces como iba a aquel dojo.

—¡Menudo éxito! —rio Kenshin.

—¡Eh, ¿habéis visto al espadachín que va con ella?! —comentó uno de los chicos después—. ¡Lleva una katana!

—Tiene el pelo rojo y una cicatriz en forma de cruz… —dijo otro—. ¡Claro! Debe de ser… ¡Kenshin Himura, del dojo Kamiya! ¡Uahh! ¡Es la primera vez que le veo! —se emocionó.

—¡Me lo imaginaba más grande! —gritó el tercer chico.

—¿O-ro? —se sorprendió el hombre.

—¿Quién dices que tiene éxito? —se mofó Kaoru. Se quedó mirando a un Kenshin que no salía de su asombro—. ¿No lo sabías? ¡Eres bastante popular por aquí!

—¿Yo? —En verdad no salía del asombro.

—Los niños siempre han admirado a las personas fuertes. Es normal.

—Vaya… No lo sabía —susurró.

—¡Claro! —sonrió Kaoru—. Una vez dijiste que la espada es un arma y que la esgrima es el arte de matar. Y que, sin embargo, preferías las ingenuidades vacuas que predica la espada que protege la vida antes que la dura verdad ¿Lo recuerdas? —Eran las palabras que le había dicho poco después de conocerse, cuando atacaron su dojo—. Últimamente, observando a Yahiko y a esos niños, me doy cuenta de que, con el tiempo, la esgrima seguirá adelante a pesar del cambio de eras. Sólo que, de ser un «arte» que se enseña y se transmite, pasará a ser un «camino» por el que debemos guiar a las nuevas generaciones. Y así, la paz imperará todavía más que ahora —continuó Kaoru mirando hacia el cielo. Le gustaba pensar que el futuro de su país sería así—. Algún día, esas ingenuidades se harán realidad y podremos estar siempre todos juntos. Sería maravilloso, ¿no crees?

—Muy cierto… —murmuró Kenshin. Pero después miró hacia delante y siguió caminando—. Aunque me temo que eso es imposible…

—¿Por qué lo dices? —se extrañó Kaoru.

—Los tiempos han cambiado y la esgrima también lo hará —contestó él—. Sin embargo, la gente seguirá siendo como es —concluyó con un tono resignado—. Por eso lo que dices es imposible.

»Yahiko, que sólo hace medio año que estudia el manejo de la espada, hace progresos evidentes. Es increíble —se enorgulleció él—. Dentro de poco se convertirá en un experto espadachín de renombre, será el sucesor en el dojo y demostrará su potencial en la nueva era Meiji.

Aunque no sabía muy bien adónde quería llegar Kenshin, Kaoru sonrió al pensar en su discípulo. A pesar de que muchas veces se hacían enfadar y se llevaban como el perro y el gato, lo cierto era que quería mucho a ese mocoso y estaba orgullosa de él. Se convertiría en un buen hombre y un maestro del arte de su familia.

—Sanosuke se ha acostumbrado a vivir con nosotros —continuó—, pero en el fondo, es un hombre que no se conforma y Tokio se le acabará haciendo pequeño. En un futuro no muy lejano partirá, sin duda, a la conquista de un mundo mayor que éste.

Kaoru frunció el ceño. Nunca había pensado que Sanosuke pudiera marcharse. Se había convertido en una constante en su vida y no podía imaginar que se fuera de la ciudad. Se dio cuenta de que ella daba por hecho que todos seguirían como hasta ahora. Ella era feliz en esa vida, ¿los demás acaso no?

—Megumi hará lo mismo —agregó—. Tarde o temprano volverá a Aizu a buscar a su familia. Además, con su talento como médico, pondrá sus conocimientos al servicio de la gente para salvar a todas las personas que pueda de las garras del dolor y la enfermedad. Y lo mismo pasará con los demás —concluyó—. Cada uno seguirá su propio camino y vivirá su propia vida. No será una despedida, sino el comienzo de un viaje. No es el fin, sino el principio. Es un poco triste —dijo para terminar con un suspiro—, pero es ley de vida.

Ese «los demás» no le gustó nada a Kaoru. Porque no había muchos «demás» a los que pudiera estar refiriéndose que no fueran él mismo. Su corazón se encogió al pensar que podría marcharse. Que se fuesen los demás le dolería muchísimo, pero no podría soportar que él lo hiciera. Le quería en su vida… para siempre.

—Pero… yo quiero estar para siempre contigo, Kenshin.

Antes de que pudiera darse cuenta, se vio a sí misma diciendo en alto algo que hasta ahora sólo guardaba dentro de su corazón. Kenshin se detuvo y las pocas esperanzas de que no lo hubiera oído se esfumaron. Se giró a mirarla desconcertado… y así estuvo un rato que a ella se le hizo interminable.

Lo único que podía oír eran los latidos de su corazón. Los escuchaba en su cabeza e iban a un ritmo frenético. Se puso muy nerviosa. Aunque sabía que Kenshin la quería como una amiga y la protegería incluso anteponiendo su vida, no estaba segura de que sus sentimientos pasaran de allí.

—Yo… —comenzó él, pero estaba claro que no sabía qué decir.

Kaoru sintió que le había arrinconado, y antes de que pudiera decir algo que significara poner distancia entre ellos —lo que incluía la posibilidad de poner distancia física de kilómetros al retornar Kenshin a su vida de vagabundo—, intentó arreglarlo.

—¡Per… perdón! —se disculpó—. ¡Olvida lo que he dicho! ¡Lo retiro! —dijo demasiado rápido. Cambió por completo su actitud a una desprendida para restar importancia a lo que había dicho—. Lo que tenemos que hacer ahora es darlo todo para salir vencedores en la batalla de mañana. —Pasó a gran velocidad por su lado sin siquiera mirarle, con la vista fija en el suelo—. Venga, vámonos a casa, que todos estarán preocupados…

Pero algo la detuvo en su avance. Kenshin la había agarrado de la muñeca al cruzar por su lado y la había hecho quedarse quieta en el sitio. Si había algo que podía ponerla más nerviosa de lo que ya estaba, era algo como eso. Kenshin no lo iba a dejar correr y había pasado por alto su intento de desviar la atención.

No sabía qué esperar, pero lo que deseaba era que no le entrara un ataque idealista sobre que no podía estar allí sabiendo que ella le quería porque la haría sufrir. Porque si se marchaba, entonces sí que sufriría.

Kenshin ni se movió ni soltó su muñeca. No iba a poder evitar la conversación para aclarar sus palabras. Con un suspiro, giró la cabeza para mirarle y ver el semblante que tenía. Suponía que en función de cuál tuviera, debería enfocar sus argumentos en una u otra dirección.

Pero no esperaba ver lo que vio. Kenshin la miraba con una ligera sonrisa y un brillo especial en sus preciosos ojos violáceos. No la acercó a él, sino que fue Kenshin el que se movió hasta ella y la cogió por el hombro. Y entonces la instó a seguir caminando de vuelta al dojo.

—¿Recuerdas… —empezó de pronto— que después de la batalla de Kioto, cuando volví al dojo, dije que ésta era mi casa? —Sí, lo recordaba perfectamente. Kenshin se había sorprendido por la naturalidad con la que había vuelto a Tokio como si fuese su hogar—. Fue la primera vez que dije esas palabras desde que me convertí en un vagabundo.

—No lo sabía —murmuró sonrojada.

—Pues sí —confirmó—, es verdad.

* Fin del Flashback *

Habían vuelto abrazados al dojo y durante ese día, lo único que esperaba era que terminara aquel combate para poder seguir con sus vidas. Ella había dado el primer paso sin proponérselo, pero Kenshin había respondido.

Sin embargo, la batalla no fue una simple lucha con inicio y final. Al contrario, Enishi había simulado su muerte y habían estado separados durante semanas.

Aún no habían hablado de lo que eso suponía en su relación. Misao le había comentado que Kenshin se deprimió al saber de su muerte, yendo a dejarse morir en el barrio de los parias: Rakunin mura. Si con aquel regreso a casa el corazón de Kaoru se había tranquilizado sabiendo que Kenshin la veía como pareja, esto la terminó de convencer.

Pero también había creado dos posibles reacciones por parte de él: por un lado, podía ver esto como una oportunidad de ser feliz que no debía desaprovechar; pero por el otro, podía creer que él siempre sería un constante peligro para ella, algo que —sabía positivamente—, alteraba mucho a Kenshin.

Y en silencio, para rematar, se acercaban a la prueba inequívoca de esa peligrosidad. Ya no sólo era el pasado de Kenshin el que siempre regresaba para ponerles sobre las cuerdas flojas. Estaban visitando a Tomoe: la esposa que mató con sus propias manos, aunque fuese por accidente.

Quería hablarlo con él; dejar las cosas claras. Pero temía la reacción de Kenshin. Temía que se hubiera echado atrás después del paso que habían dado; temía que, sintiéndose una amenaza para ella, se marchara de allí y la abandonara…


— * —


Fin del Capítulo 1 - 19 Abril 2013

Revisión - Diciembre 2017


Notas finales:

Precisamente porque hay gente que no ha tenido oportunidad de leer la saga de Enishi, hay partes de la relación de Kenshin / Kaoru que desconocen. El flashback es la escena del manga que corresponde al acto titulado «La declaración (2ª parte)». Ocurre el día anterior al fijado por Enishi para el combate en el dojo Kamiya, y los diálogos prácticamente corresponden a la edición del manga Kanzenban. Le he añadido algún comentario aparte para hacer más fluida la escena ya que no es un manga, pero la escena es ésa. Y por supuesto, la narración de lo que sienten es cosecha mía para amoldarla al diálogo original.

Para mí, es el acto que muestra el inicio «oficial» de la relación de Kenshin y Kaoru. Por eso lo he puesto en el fanfic.

¡Saludos!


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Comentarios a los reviews:

Me alegra que os esté gustando el fic. Por los comentarios de Mapache, deduzco que el panorama de los fics sigue siendo parecido a cuando anduve por aquí. Como dije en el capítulo anterior, yo intentaré seguir una línea más por el manga, donde Kenshin no es un personaje «ultratorturado». Kenshin tiene remordimientos, obviamente, pero de ahí a considerarse poco menos que un despojo que no merece nada bueno… pues va a ser que no :s .

Mirita, te entiendo perfectamente: ¡ni un beso o declaración consistente! Es mi gran espina de este manga que para mí es una obra de arte. Nos cuenta toda la historia con Tomoe, pero no nos pone algo más definitivo entre Kenshin y Kaoru (vale, es cierto que el epílogo lo es, pero seguro que entendéis a lo que me refiero). ¡Qué rabia me dio!, y por eso, cada vez que releo el manga acabo con unas ganas insanas de querer hacerles un final.

Pero ya está... ya me estoy quitando la maldita espina.

Okashira: Quiero agradecerte tu comentario de «vaya narración más buena» que parece hecho a la ligera pero me ha dejado con una sonrisa un buen rato. Me alegra mucho que te guste. En cuanto al Kenshin depresivo, yo nunca entenderé de dónde ha salido. La mayor parte de la gente que escribía en mis tiempos no había leído el manga, sólo visto el anime. Y en el anime, Kenshin no es para nada depresivo. La parte más «oscura» de su personalidad surge en la saga de Enishi, pero si no has leído el manga, no lo puedes saber. A mí me llamó mucho la atención, también.