Disclaimer: Los personajes aquí utilizados no me pertenecen, son enteramente de Tadatoshi Fujimaki y sus ayudantes, patrocinadores, etc, etc... yo solo los tomo prestados un ratito cortito para escribir tonterías. Los personajes no han sufrido daño, trauma o lesión durante la realización de este relato y han sido devueltos a su respectivo propietario una vez finalizado el relato.

Kuroko se enamoró de Daiki, vivió la sensación del primer amor, bonito, agradable y a la vez terrible. Cuando vio que esa relación destruía su vida y quiso terminarla, comenzó el verdadero infierno.

Por que recuperar tu vida cuando la persona a la que amas te arranca cruelmente el corazón, no es precisamente sencillo.

Al menos hasta que aparece alguien que puede acunar un corazón roto entre sus dedos y amarlo tanto como para que nazca de nuevo la confianza en el amor mas puro y dulce que jamás ha existido.

Aokuro... Kaga Kuro...

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Uno mas en el equipo.

El origen de todo.

Capítulo 1: Despertar fuera del cuerpo.

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Kuroko despertó, si es que a eso se le puede llamar despertar.

Su cuerpo inerte, en mitad del salón, restos de loza rota, cristales. La silla volcada, la mesa arrastrada a un lado, apenas si se movía para alojar pequeños sorbos de aire que le habían mantenido con vida en su inconsciencia.

El dolor, brutal, le hizo gemir en respuesta.

Estaba oscuro, ¿Era de noche?...

Intentó sentarse, lo intentó, pero su cuerpo se negaba a responder. Al menos como él quería. Quiso abrir los ojos, pero solo uno de ellos obedeció. El otro, lo notó hinchado al tacto, tanto que los párpados se habían montado uno sobre el otro.

Gimió de nuevo.

Dolor, mucho dolor.

Notó entonces la sangre reseca en su rostro, en la sien, en la nariz. El labio estaba hinchado, partido en al menos dos sitios.

Un pinchazo brutal en las costillas le hizo encogerse sobre sí mismo en el suelo. Recorrió con la mirada su mano, la llevó al costado y palpó con ella por encima de la piel. Notó un bulto, que presionó hasta notar el hueso, puntiagudo, fuera de su piel.

Los jirones rotos de su ropa se movieron con él, cuando delante suya vio el móvil, al menos la carcasa.

Se arrastró, viendo con un solo ojo, todo borroso. Cada segundo que pasaba le hacía consciente de un nuevo y terrible dolor.

Consiguió rozar el plástico del teléfono y vio un poco mas adelante la batería. Necesitaba llamar a alguien, quien fuera.

Metió la batería dentro del teléfono y apretó el botón para encenderlo entre sollozos.

Sintió un nuevo dolor, que le devolvió los recuerdos. El movimiento había roto la costra de sangre reseca alrededor de su entrada, abriendo la herida y haciendo presente de nuevo la sensación de presión, de fuego en sus entrañas.

Se sentó, dándose cuenta de que no podría moverse. Contuvo el aliento mientras introducía los números en el teclado para desbloquearlo y esperó. No se escuchaba nada, ni siquiera en la calle.

Él tampoco estaba. O eso quiso creer. Bien podía haberse ido a dormir tan tranquilo y haberle dejado ahí tirado, sin importarle lo más mínimo si estaba con vida o no.

Vio su pequeña maleta, a un lado de la puerta, tirada.

Tenía que haberse ido cuando recogió sus cosas, pero no, quiso darle la oportunidad de hablarlo, de recuperar lo suyo antes de que fuera demasiado tarde.

Kuroko no pensó que ya era demasiado tarde, no quiso verlo.

La luz de la pantalla cargando la pantalla inicial le robó un suspiro de alivio.

Quiso levantarse de nuevo, pero solo consiguió caer de rodillas hacia delante y resbalar para terminar sobre un hombro.

Mas dolor. Un golpe sobre otro que ya estaba ahí.

Sollozó un rato. La sensación de pérdida le recorría por completo. Se sintió anulado, usado y tirado, invisible...

Dejó que las lágrimas le mancharan el trozo de camiseta que seguía colgado de su cuello y hombro y miró como pudo el móvil.

Abrió la agenda y pasó los contactos.

¿A quien llamar?... y ¿Qué iba a decirle?

Kise estaba fuera del país, Midorima en un campamento. Satsuki con su familia de veraneo... no tuvo que pensar mucho, en la "A" de la agenda encontró su respuesta.

Akashi.

Pulsó llamada y esperó pacientemente. Se arrepintió al darse cuenta de la hora, era de madrugada, seguramente estaría dormido y él no quería molestar.

– ¿Diga?. – La voz tranquila al otro lado le hizo dar un respingo. – ¿Tetsu?.

Quiso contestar, pero no le salía la voz. Lo intentó, pero los labios hinchados por los golpes no eran el único problema. La presión dolorosa en su garganta, le impedía emitir sonido mas alto que un gemido.

Rompió a llorar, apretando el aparato contra el pecho. Lo deslizó hacia arriba y haciendo un esfuerzo sobre humano, consiguió susurrar una palabra. Solo una, que esperaba sirviera para algo.

– Ven. – jadeó por el dolor de decirla y se quedó tumbado sobre el hombro, de costado, con las piernas encogidas y las rodillas pegadas a la barbilla.

– ¿Estás en casa de Aomine?. – No obtuvo respuesta y Kuroko pulsó una tecla esperando que el sonido le respondiera por él. – Vale, no te muevas de ahí, voy para allá.

El tono de llamada finalizada llenó el silencio del comedor. Se quedó ahí tirado, con el cuerpo completamente roto, desmadejado, como una marioneta a la que un niño travieso ha cortado los hilos y le ha robado la voluntad.

Por un momento pensó en que no llegaría hasta la puerta para abrirla.

….

La siguiente vez que despertó, todo a su alrededor era blanco. Olía a limpio y no podía moverse.

Aunque ya no le dolía nada. Se sentía ajeno a su propio cuerpo. Levantó la mano y la vía unida a ella en el dorso de la mano hizo que el tubo de suero subiera con el movimiento.

Rozó su rostro, con la punta de los dedos. Sintió el vendaje que cubría el ojo derecho, y la cabeza. Bajó, hasta la mascarilla que cubría su nariz y boca y la bajó hasta dejarla descansando en el cuello, también vendado.

Acarició el hilo en su labio, apenas un par de puntos que no dejarían cicatriz.

Bajó por los vendajes, el brazo hasta la mitad, el torso, donde sentía mas tirantez que en ninguna otra parte. Un nuevo tubo saliendo de su costado, hasta perderse en el borde de la camilla. Vio el suero colgando y comprendió.

Estaba en el hospital. Un gemido a su lado le hizo mirar. La cabellera roja sobre las sábanas, Akashi dormido a su lado, sentado en la silla con solo la cabeza apoyada sobre el.

¿Cuanto tiempo había pasado desde que le llamó?, ¿Era de día?.

La persiana estaba bajada, sumiendo la habitación en un ambiente casi celestial.

Akashi notó el movimiento y se levantó, despacio para no asustarlo. Alargó la mano para tocarle, pero el simple roce de sus dedos en el antebrazo del peliceleste le hicieron apartarse de él como si quemara.

Jadeó, asustado por el contacto.

Akashi levantó las dos manos, para mostrarle que no le tocaría.

Kuroko gimió, dolorido. El brusco movimiento le había devuelto en parte la sensación de dolor, y los recuerdos.

Miró alrededor, aterrado, buscando con la visión de un solo ojo si había alguien mas ahí con ellos.

– Tranquilizate, por favor. – Akashi le habló tan bajito que casi no pudo escucharle por el ruido que su propia respiración acelerada le estaba provocando. – Todo está bien, Tetsu. Estamos en el hospital, te han operado hace un rato, pero ya terminó. Tienes que descansar, dormir. – la postura de defensa le hizo apartarse. – No voy a tocarte, tranquilo. Me quedaré aquí, ¿De acuerdo?. – Tetsu le miró, sospechando, como si realmente tratara de recordar quien era esa persona ahí con él, y asintió, despacio.

Quiso preguntarle mil cosas, pero de nuevo, la hinchazón en su garganta, donde los dedos de Daiki habían hecho presa se lo impidieron.

Si, lo mejor sería dormir. Dormir y no despertar...

Akashi le vio acomodarse de nuevo, colocar la mascarilla de oxígeno y ladear la cabeza, para evitar mirarle.

El pelirrojo le miró largo rato, pensando en lo que el médico y la policía le habían dicho.

Tendrían que tomarle declaración en cuanto despertara, pero él sabía que no contaría nada. Las muestras que le habían tomado se habían degradado y no servían. Kuroko había sido agredido un par de días atrás...

… y no quiso ni pensar en ello, en su amigo tirado en el salón, donde le había encontrado, dos días enteros.

Quiso creer que pasó todo ese tiempo inconsciente.

No necesitó que el médico le enumerase las lesiones de su amigo para saber que había pasado... y tampoco necesitaba que Kuroko le dijera nada para saber que le pediría que no hiciera nada, o se vengara de algún modo.

Kuroko volvió a dormirse y él salió al pasillo. Encendió el móvil y llamó a Atsushi.

Lo que menos le apetecía ahora mismo era salir de fiesta.

Kuroko le necesitaba ahí, a su lado. Le necesitaría durante mucho tiempo. Y por el momento era mejor que nadie supiera nada.

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Bueno, la sorpresa... si ya sé, empieza bastante mal, pero bueno, tiene que ser así para que la historia tenga sentido.

Hasta que no aparezca Kagami, la historia no será bonita del todo.

Como sea, gracias por pasaros y espero que os guste.

Besitos y mordiskitos

Shiga san