¿Qué pasaría si Castle no le hubiese pedido matrimonio a Beckett? Este fic está escrito desde esa perspectiva. Espero que os guste.
(Aunque haya comenzado éste, seguiré actualizando mi otro fic Nuevas Experiencias con normalidad)
Rick
Miraba fijamente a través de la ventana del taxi en el que iba, preguntándose si lo que estaba haciendo era lo correcto o no.
¿Por qué no iba a estar bien? - Se preguntó - No estoy haciendo nada malo, ella se marchó, decidió anteponer el trabajo a nuestra relación. Fue ella la que lo decidió, no yo.
Scarlett le pasó una mano por la pierna, lo que hizo que Castle abandonase los pensamientos en los que estaba sumido. Ella se acercó un poco más a él y le besó.
Después de pagar al taxi, subieron al loft del escritor.
-¿Quieres tomar algo?
-¿Por qué no me enseñas directamente tu dormitorio? – dijo ella con voz seductora mientras le desabotonaba la camisa.
-Me parece estupendo – dijo él, al mismo tiempo que le daba un beso.
Scarlett estaba a punto de desabotonarle el pantalón al escritor, pero él la frenó.
-¿Qué ocurre? – preguntó ella, confusa.
-Esto no está bien. No puedo hacerlo – Castle se llevó una mano a la frente. Estaba confuso consigo mismo. No podía sacarse a Kate de la cabeza por mucho que lo intentara. Ya no estaba con ella, sin embargo si intentaba algo con alguna otra mujer sentía que le estaba traicionando.
-¿Es por esa inspectora de policía de la que hablan las revistas?
Rick recordó el artículo del New York Ledger que decía que la Detective de homicidios, Katherine Beckett se había trasladado al FBI. Seguro que había sido idea de Gates, aquello haría buena prensa al departamento de policía.
-Sí, es por ella.
-Será mejor que me vaya – dijo Scarlett, recogiendo su bolso.
Una vez solo, Castle se sirvió una copa de vino. Sacarse a Beckett de la cabeza le estaba costando mucho más de lo que creía, más aún teniendo en cuenta que dentro de dos días era la presentación de Deadly Heat.
Kate
Descorrió las cortinas de su dormitorio para dejar entrar paso a la tenue luz del alba. Posó su mirada en el monumento a Washington. Aquello le recordaba dónde estaba. Bajo la mirada, entristecida y se rodeó con sus propios brazos, intentando sentirlo todavía con ella. Aspiró y encontró su olor en aquella camisa azul que se había llevado con ella y todavía no había lavado por miedo a no sentirlo más.
Cuando abandonó Nueva York, cuando lo abandonó a él, se prometió no dejarlo nunca de querer. Kate Beckett seguía amando al multimillonario escritor de éxito Richard Castle tanto como siempre lo había querido, aun cuando no lo sabía. O quizás ahora lo quería más.
Su mente volvió a aquel día de mayo. Ella todavía continuaba balanceándose despacio en el columpio.
-Lo siento, no debí haber guardado secretos – dijo, cuando por fin se decidió a hablar.
Él no dijo nada y se limitó a escuchar.
-He estado pensando en todo lo que hemos pasado juntos y sobretodo en estos últimos días. En nuestra relación. Y me he dado cuenta de que te mereces algo mejor – él fue a hablar, pero ella le cortó – déjame terminar – intentaba evitar el contacto visual con el escritor, porque aquello lo haría todavía más difícil – Te mereces a alguien mejor, a alguien que te de lo que tú quieres.
-Tú me das lo que quiero, Kate – le cortó él esta vez.
-No – dijo ella, con una sonrisa llena de melancolía – Castle, este trabajo en D.C. es lo que siempre he querido. Si renunciase a él por estar contigo, acabaría odiándote; y si lo acepto y continuamos con nuestra relación te estaría haciendo daño – hizo una pausa, intentando contener el nudo que se le estaba formando en la garganta - Te estaría haciendo daño porque nunca podría darte lo que tú quieres. Llegaría el día en que querrías formar una familia y yo no podría darte eso, ni siquiera podríamos pasar más de siete horas al día juntos.
-Kate, solo quiero estar contigo – dijo él, con lágrimas brotándole de los ojos.
-Castle, no hagas esto más difícil. Por favor. Te mereces más, siempre te has merecido más.
El nudo que se le había formado en la garganta le impidió continuar hablando. Se levantó del columpio y besó al único hombre que había amado e iba a amar de verdad. Un último beso que supo a lágrimas. Después se marchó, sin mirar atrás, porque no podía verlo roto de dolor.
Cerró los ojos fuertemente, mientras una lágrima caía sobre su mejilla al mismo tiempo que el fuerte sol de la mañana comenzaba a salir en Washington.
Espero comentarios tanto si os ha gustado como si no ya que siempre ayudan a mejorar. Gracias por leerlo :)