Enfermizo
Personajes: Kagamine Len, Rin como principales, los demás son secundarios o sólo un tanto necesarios.
Advertencias: Twincest, nada que no se imaginen. Mundo hundido en Spice!
Rated: M +16
Disclaimer: Vocaloid (O Bōkaroido, en Japonés) no es de mi pertenencia ni sus personajes (Sino, tendría anime, manga y los videos Twincest de Len y Rin dominarían la tierra(?)), sino de Yamaha Corporation y otros, además de sus respectivos diseñadores.
Notas adicionales: La historia está prácticamente igual, al menos el %20 porciento de ella está igual pues el otro %80 es contenido que faltó y que era errado, pero era necesario que le corrigiera los errores que tenía. No tenía pensado hacer una segunda parte, pero un par de comentarios me han animado y lo continuaré con un POV Rin del mismo día y quizás de los superiores. Ese "Quizás" depende de la respuesta al segundo capítulo, por lo pronto seguirá en "Complete", si tiene futuro, lo cambiaré a "In-Progress", gracias por su valiosa atención y por leer~.
Aquel día de instituto había sido tan aburrido y monótono que apenas sonó el glorioso timbre que indicaba el descanso, un chico de melena rubia salió disparado con el objetivo de esconderse, siendo el lugar pensado para tal propósito la biblioteca, convencido de que nadie le molestaría allí.
Se había dormido en clase y ni siquiera había sacado los libros ni los instrumentos necesarios para tomar notas. El problema de todo terminaron siendo sus sueños, lo desequilibraron a tal magnitud que era una suerte que no se decidió a huir hasta su casa.
Por mucho que no soliese parecer así, no era del todo extraño que el símbolo sexual de toda la escuela, "La Especia Len" (Como traducción a como realmente le decían: "The Spice Len", en un incorrecto inglés por parte de la escuela sin que esto fuera de real importancia) pasara sus recesos escolares escondido en la biblioteca de la misma leyendo, intentando distraer los pensamientos que recorrían su cabeza, anhelantes de una realidad diferente en la que vivía día a día.
Suspiró relajado y tranquilo, había logrado su propósito de distracción personal. Deslizó con sus finos dedos el libro de tapa vino, el cual seguramente alguna vez en su vida fue un fuerte carmesí; por sus páginas amarillas a un paso del ocre de áspero contacto que al doblarse se quebraban, impresas de tinta negra para cada palabra; y un delicado grabado dorado en el exterior rezaba: Los Clásicos. Aun así su verdadero contenido, el verdadero nombre se encontraba en el lomo, con decoraciones romanas de espirales y líneas simulando pilares, se encontraba escrito las mismas palabras, en muy pequeño, en la parte de arriba se leía: "Dante - La Divina Comedia". Tan discreto y pequeño que era fácil pasarlo por alto.
Se sentía confortado, al estar sentado en una robusta y acolchada butaca rojiza dándole la espalda al resto de los libros en la parte más lejana de esta, el libro antiguo reposaba abierto en la página 24 apenas, pues lo había comenzado hace poco. Ya había alcanzado, sin embargo, el "Canto Quinto", su parte favorita. Si alguien lo conocía a él, y al libro también, no había que decir por qué.
"Al entrar Dante en el segundo círculo, encuentra a Minos, juez de los condenados, que le advierte con cuánta precaución debe internarse en aquel lugar. Ve que los que allí sufren tormento son los lujuriosos, cuya pena consiste en hallarse eternamente expuestos a horribles huracanes en medio del espacio borrascoso y lóbrego. Entre los que allí padecen, acierta a conocer a Francisca de Rimini, la lamentable historia de sus amores y desventuras." (1)
Sus ojos se deslizaron por las palabras, consumiéndolas, casi hasta saborearlas podía como indicaba la sonrisa que discretamente se había formado en sus labios finos y masculinos. Lo divertido del asunto era que probablemente al leer ese capítulo, el comienzo del verdadero infierno bien que podría estar leyendo su sentencia al final de su vida. Se suponía estaba bautizado como católico, pero muy en lo profundo de sí se había visto obligado a darle la espalda a la religión, de saberse de lo que estaba hecho, no sólo en el sentido carnal literal, sino sus fantasías y pensamientos sería repudiado sin derecho al perdón, condenado simplemente.
Por otro lado amaba leer a Dante, era gratificante, la parte de los círculos del infierno eran su parte favorita, al lado del desinterés a la decisión de repudiar la religión que lo había visto crecer, tenía una fantasiosa creencia a ese infierno que ese autor describía. ¿Por qué no? Una fantasía más entre las miles que le aportaban algo de calma a su alma inquieta, si profundizaba en aquellos pensamientos estaba seguro que tenía una vacante en el segundo círculo de tal magnitud que seguramente formaría parte de la guardia y Minos lo tendría bajo su cola, enroscada nueve veces.
—Eso si no me obliga antes a... —su voz volvió a bajar hasta ser un susurro mientras su mirada se tornaba seria, por aquellos deseos podría ser condenado más que por huracanes, y lo pensaba de verdad, su real infierno estaba en la tierra...
Su pensamiento se detuvo al igual prácticamente que su respiración y por poco no su pulso también al encontrarse con los ojos tapados de pronto, por un par de pequeñas manos suaves, acompañados de una baja risita que le había revuelto algo en sus entrañas, calmó la sensación cuando se convenció de que muchas personas podían oírse igual en una risa, sólo que esta sonaba muy familiar.
El tren de su pensamiento, ya descarriado, volvió a ponerse en marcha cuando el fastidio llegó, había perdido el hilo que le interesaba y aún más tendría que volver atrás para volver a concentrarse en el nudo de la historia. Se suponía que su momento en la biblioteca era algo privado, y aunque le complacía en demasía el rodearse de mujeres o llegar a un acuerdo de una noche, merecía su espacio de lectura a solas y en silencio, sin interrupciones.
—¿Quién soy~? —dijo la voz en un intento de susurro en la biblioteca, tal voz era fingida, así que terminó alzando una ceja y suspirando pesadamente sin poder ocultar la leve molestia, tenía el nombre "Miku" en la punta de la lengua, era la única que se atrevía a molestarlo en ese lugar, pero no lo dijo, en caso de que fuera ella sería descortés. Tomó sus manos con delicadeza y las bajó girando el rostro para enfrentar a la "desconocida", dispuesto a echar a la muchacha, sea quién fuese, o en todo caso, deslumbrarla de tal manera que ni siquiera se molestase cuando ella le diese su número y nunca la llamara luego, con promesas de una noche que no quería tener ese día.
No pudo llevar a cabo ninguno de sus planes, al detallar el rostro por una milésima de segundo sufrió algo parecido a una parálisis cerebral cuando se encontró dos gemas azules por ojos en un rostro inocente de porcelana enmarcado por dorados mechones de cabello corto cuan ángel, muy, DEMASIADO cerca de su rostro, al punto de sentir su aliento encima de sus labios. Se sintió un tanto a la deriva cuando esta terminó dejando un corto beso inocente en su nariz y se separaba de él entre risas.
—¡Deberías ver tu cara de tonto! —comentó la muchacha una vez se calmó, sacándole la lengua juguetona mientras se sentaba en el uno de los apoya-brazos de la butaca; al ser bastante baja acabó con los pies colgando a centímetros del suelo mientras le pegaba ligero en la frente para molestarle con el dedo índice, apenas sabía que ese gesto era muy poco para molestarlo, pero si era ignorante del porqué.
—Rin... ¿Qué haces aquí? —le preguntó curioso cerrando el libro cuidadoso, sacándose las gafas de lectura antes de dejarlo lejos en una mesita. La miró con atención desde su posición, sentada donde lo hacía se sacaba por lo menos cabeza y media—. Pensé que estarías en tu taller de pintura...
—Le hicimos una broma pesada a la profesora y esta se ha ido —confesó en voz baja, en parte por ser la biblioteca un ambiente de silencio, en parte porque combinaba perfecto con su tono conspirador y aire malvado, inclinándose un tanto hacia él con una mano a un lado de su rostro para que sólo él le oyera.
—¡Kagamine Rin! ¿Qué te he dicho de ese comportamiento tan inaceptable? —replicó en plan de hermano responsable, aunque su sonrisa lo echó todo por la borda, al igual que el movimiento negativo con su cabeza.
—¡Kagamine Len! No deberías hablar de halos cuando tienes una cola con punta de flecha muy larga~ —volvió a reír la rubia mientras jalaba una de sus orejas juguetona, sin darse cuenta de la mirada cálida que le dirigía su hermano—. En fin no venía a eso.
—Dime princesa, ¿Que deseas? —indagó este, no podría negarle nada a la muchacha si lo miraba de esa manera tan luminosa suya, recorrió lo más discreto que pudo su cuerpo cubierto con el uniforme escolar, la camisa blanca que no presionaba su cuerpo como a las demás sino que caía libre, en armonía inocente con su personalidad. El lazo carmesí que servía como corbata iba casi a la par con el lazo blanco que adornaba su peinado. Deseó por un momento en que dejara de llevar el lazo blanco y lo reemplazara por el rojo, así dejarían de torturarle la cabeza la idea de cuánto parecía una conejita.
—Venía a preguntarte si llegarás a casa esta noche —le respondió rápidamente la chica uniendo sus dedos índices como tímida mientras le miraba por el rabillo del ojo mordiendo su labio inferior suavemente, incendiando el cuerpo de Len en un nanosegundo. Este esperaba que con la respuesta se distrajera, no que le incentivaran a terminar por cumplir su peligroso deseo.
—No lo sé, quizás pueda llegar muy tarde hoy, ¿Por qué? ¿Tienes algún plan con Haku o Neru-chan? —ambas chicas mencionadas ya habían estado en su cama, sí, había estado bien, pero se había dado cuenta de que las chicas de su edad eran muy aburridas, y si iba a divertirse, las mujeres mayores lo hacían mucho mejor…
—Voy a salir con Kaito y quería saber si debía esperarte o– —comunicó sin problema alguno, hacía más de un mes había estado saliendo con su profesor de biología; era debido al tiempo juntos que ya no se sonrojaba como la colegiala que era ni lo llamaba "Shion-sensei", claro que en la intimidad era otra cosa muy distinta…
—No —la cortó este de forma dura, entonando la mirada y empezando a creer que veía rojo... Rojo de la sangre que ya quería ver correr y no de la fémina.
—¿Eh...? ¿No qué, no llegarás muy tarde hoy? Porque yo si tenía planeado llegar tarde y no quería que–
—No, No irás a ningún lado hoy —prosiguió fríamente de nuevo interrumpiéndola—. No voy a consentirlo —tensó su mano en un puño y conteniéndose a duras penas de ponerse a gruñir, por no decir las ganas de ir a buscar al sensei para molerlo a golpes.
—Oh sí, sí lo haré, no es una petición Onii-san —enfatizó su recordatorio de relación filial que ambos, era su hermano, pero no su padre para decirle que hacer— es un aviso, así que diviértete —se bajó del sillón de un salto, besó su mejilla y se fue campante, ignorando y dejando a su rubio hermano con tendencias psicópatas que iban desde cortadas al despellejamiento mientras le llamaba.
—Rin, ¡Rin, vuelve aquí! —no hizo más que seguirla con la mirada, delineando una vez más su figura mientras se iba, esta vez mirando la cortísima falda negra, las medias grises y los zapatos negros, era una figura demasiado tentadora si también pensaba en ese andar que un poco más y serían saltitos... Chasqueó la lengua molesto y golpeó con el puño cerrado el reposa brazos donde Rin había estado sentada con ira, no la seguiría, a saber que iba a hacerle si la seguía, sintiéndose tan cabreado y al mismo tiempo incentivado. Ese era su secreto, quería poseer a su hermana gemela, y ya que no podía... Tendría que desquitarse una vez más.
Una vez volvió a clases intentó no ser masoquista y no mirar por la ventana, aunque estaba aburrido, el asiento a su lado donde usualmente se sentaba Rin estaba vacío y no quería saber cuándo o como se iría, pero fue inevitable percatarse del flamante Porsche azul claro aparcando en el estacionamiento un tanto alejando, dejando ver a un alto hombre apuesto de azul cabello. Para el instante en que su hermana salió corriendo a su encuentro con el bolso colgando en su hombro se imaginaba tiñendo el cabello de frío color de aquel bastardo con el rojo de su sangre.
—Te odio tanto Shion, como te atreves... —susurró Len hundiendo sus uñas en su puño con una ira apenas perceptible, siempre fue muy bueno ocultando sus sentimientos, pero esto lo estaba superando. Tenía sus propias razones para odiar al hombre y era el hecho de que él si podía rozar, tocar, morder... Marcar la frágil y adictiva piel de su hermanita, no soportaba la idea, era "normal que estuviese en ese momento destrozando entre sus manos una de las hojas de su cuaderno, la cual por el momento seguía unida al lomo, aunque no por mucho de seguir así.
—Kagamine, lee el capítulo seis —interrumpió sus pensamientos y sus acciones la docente, lo hizo devolver la vista al frente y la mente a la clase, recorrió la figura de la mujer vestida de rojo al igual que sus labios carnosos, el cabello corto y castaño, al igual que sus ojos.
—... Sí... Claro, enseguida Sakine-sensei, Gumi-chan, préstame tu libro un momento, ¿sí? Prometo que te lo devolveré —susurró el rubio con su voz suave y cautivadora levantándose de su asiento extendiendo una mano hacia su compañera detrás de él. La voz de Len terminó causando estragos en más de una fémina en el salón y causando algo de odio en muchos otros de sus compañeros e inclusive profesora fue otra que se vio afectada, pero al menos podía fingirlo mejor, mejor que la Megpoid al menos, pues la mencionada había tirado accidentalmente su cartuchera de lápices en su apuro de dárselo, recibiendo un guiño y un grave "Gracias" por parte del chico. Entre el sonrojo de la peliverde y el pequeño estremecimiento de su profesora su mente se iluminó en una idea cuan revelación tardía, ya sabía cómo consumaría su odio... Y tan sólo una llamada le haría falta.
"¿Bueno?"
—Luka-chan, ¿Estás disponible? —una vez el teléfono fue descolgado su pregunta llegó con apuro, sin tiempo para perder, acompañado de una tonalidad sedosa en la voz del atractivo joven de ojos azul mar; casi cálida en comparación con su interior, que se quemaba de enojo. Necesitaba Descargarse, y evidentemente que solo no iba a hacerlo. Meiko también hubiese sido una buena opción si no fuese porque era muy activa, necesitaba tener el control completamente o iba a explotar, por lo menos ese día.
"Len..." —sonaba sorprendida y a la vez embelesada, con razones, el que acudiera a su novia "oficial" era demasiado extraño teniendo más candidatas tan atractivas como las que poseía— "S-Sí... Claro. Para ti siempre. ¿Tu casa o la mía?"
—Len, ¿podemos hacerlo en la cama esta vez? —preguntó la desesperada, sumisa voz de la jadeante chica que había caído una vez más en sus redes con tan sólo unas palabras que ni había tenido que endulzar, había sido tan simple ello que casi se echaba a reír en su cara. En menos de dos horas iba a estar rogando su amor como tantas veces se había visto obligado a escuchar, aquel amor que no obtendría de él ni estando loco.
—Si es lo que quieres, la cama será —aceptó sin darle mayor importancia, disimulando ello mordiendo el lóbulo de su oreja sensualmente estrechando su cintura contra su cuerpo en un gesto dominante, posesivo y claramente excitante para la fémina entre sus brazos estando aún parados frente a la puerta de su departamento, con un "03" en bronce en lo alto de esta por encima de la mirilla—. Así podrás recordarme mejor: Con mi presencia entre tus sábanas hasta nuestra próxima vez —jugó con sus palabras malicioso, eso había sido cruel, le daba la indirecta de que no volvería a su lado sino hasta que su compañía (Una manera menos cruel de decir Servicios) fuesen requeridos. Pasó la mano por su espalda en caricias llenas de falso sentimiento, retorciéndose en su interior de la gracia que le provocaba observar cómo la hacía estremecer con tan poco.
Cuando menos ella se percató ambos ya estaban dentro de la casa de la alta joven de rosado cabello, teniéndola apoyada contra la puerta de entrada y besándola sin rastro de piedad alguna, no era cuidadoso, muchos menos delicado, ¿Por qué lo sería? No la amaba, sólo era placer. No era fiel, y no creía en el amor, pero si era un buen amante, y ni su estatura inferior a la de ella haría que demostrase lo contrario.
Pasó sus labios por su largo cuello con los ojos cerrados sin poder detener aquella costumbre de siempre, empezando el ritual de cada noche que iniciaba apenas sus labios entraban en contacto con algún trozo de piel femenino: imaginándola, imaginando que dicho cuello blanco rosáceo fuese del tono de la porcelana y lechosa, siendo también más corto que el de esa desarrollada muchacha que, ahora mismo, manejaba a su antojo cual cerámica. Pensando en la figura que lo volvía loco, succionó lento y provocativo sin dejar marcas, pero un gran hormigueo por donde pasaba. Si cumpliese con las características que anhelaba, nadie podría hacer vista gorda a las mordidas que dejaría.
La Megurine gemía, gemía y jadeaba gustosa mientras buscaba quitarle la ropa lo más rápido que le permitieran sus manos temblorosas. Como respuesta él afianzó su agarre en su cintura recordándole quién mandaba ahí, no podía hacer más que ceder ante el Spice, bajando la mirada mientras aquel rubio desabotonaba la camisa blanca manga larga. Así inadvertidamente coló una de sus manos dentro de la prenda como saludando una piel que ya reconocía.
Tuvo cuidado de no marcar su cuello al morder con suavidad, no era digna de sus marcas. Sólo era un instrumento para dar rienda suelta a sus fantasías más perversas, para alcanzar algo de satisfacción vacío que lo ayudaría a soportar otro día más.
—Len… Len por favor…. —la oyó suplicar, estaba ansiosa porque la poseyera con tal saña que quizás hubiese peligro de que los vecinos se enteraran de lo que hacía o se asustaran y llamaran a la policía.
Sólo sonrió con su psicodélica mirada de "Yo mando aquí, no tú", mientras que la camisa caía resbalando por sus hombros como por arte de magia, ya que ni había notado cuando le había quitado todos los botones de la camisa. Evadió el borde de encaje y uno de sus dedos entró dentro del brassiere jalándolo, una pequeña corriente de aire causada por el aire acondicionado de la sala erizó el pezón rosado de ella, causando que mordiese su labio inferior.
—Shhh —mordió el borde de tela desgarrándolo ligeramente al ser delicado, la despegó de la puerta y terminó con ella contra un mueble de la sala, ansioso, pero sin perder sus papeles. Entre la tela negra con diseño de flores notó una figura de la cabeza de un conejo que resaltaba por ser blanco, era la marca de la prenda, sin embargo su mente se inundó del recuerdo de una figura sin rostro que reconocía... Por tener un lazo blanco que simulaba las mismas orejas de conejo. A causa de ello el agarre se hizo dos veces más firme, por lo que Luka terminó gimiendo imperceptible.
Lo desabrochó hábilmente y pareció arrancárselo antes de bajar los labios por el pecho, empezaba a dejar salir su furia y dejando desbordar su imaginación, fantaseando con una piel más tersa y más apetecible mientras sus manos recorrían sus caderas invocando el recuerdo de una noche en la que había delineado la figura de su fantasía en necesidad. Atacó sus pechos con decididas, pero dulces mordidas pegando su cuerpo al de ella para frotarse aún por encima de la ropa y que notara su dureza.
—L-Len… Por favor… —rogó en un hilo de voz mientras se encargaba de colar sus dedos por debajo de la falda tocándola con cautela; sonrió bastante complacido, notando lo excitada que estaba al sentir su dedo humedecerse levemente tras rozar la tela de sus bragas.
—Parece que no llegaremos a la cama Luka, perdón —se disculpó falsa y oscuramente antes de sonreír y dejarse llevar.
Lo siguiente a ello fue inclusive un tanto borroso, pero muy obvio y hasta predecible. En cuestión de segundos la doblegó por encima del sofá y la mesa de café, internándose dentro de su cuerpo una y otra vez siendo aturdido por el calor y la imagen nítida de su musa en su mente, sus insinuaciones y acercamientos inocentes. En sus oídos resonaba la voz de Luka gritando su nombre terriblemente excitada y sólo podía oír la voz de Ella, viendo su rostro inundado con lágrimas de placer, esa fantasía era lo único que le proporcionaba el placer de verdad.
—Rin… Rinny…. —gruñó ronco, demasiado bajo para que su acompañante lo oyera, la imagen de su desafiante e inocente hermana estaban haciéndolo llegar al orgasmo más rápido de lo que había podido hacerlo nunca, pero el sabría controlarse para extender la dulce agonía de su acompañante de turno.
Luka era lo suficientemente sumisa para, aún si lo escuchara gemir por otra, no replicar nada, más no quería tentar la suerte y jugar como bien sabía hacerlo. Él era bueno en lo que hacía, no tenía nada que temer, pero se centró en seguir embistiéndola con fuerza contra la mesita de la sala, en lo que ella se aferraba a su espalda sollozando su nombre.
Deseaba que sus manos fueran más pequeñas, más suaves, que tuviesen uñas amarillas en vez de celestes y fueran más cortas, que fuera más estrecha como imaginaba a Rin al ser tan pequeña... No lo soportaba, quería que fuera Ella, ¡Que al menos fingiera ser ella!
—Luka… —susurró con voz teñida de placer para el deleite embriagador de la secretaria en su oreja, besando el lóbulo de su oreja y extendiendo todo tipo de sensaciones—. Grita mi nombre, dime onii-chan, hazlo, por favor…
Era un plan demasiado arriesgado, pero no pudo contra el deseo. Para su suerte, tan cegada de éxtasis la tenía que esta sólo asintió y buscó su voz, tratando de recordar cómo usar sus cuerdas vocales.
—Len o-onii… Len…. ¡Len onii-chan! —terminó en un grito mientras él mordía fuertemente su cuello, marcándolo por una vez, totalmente hundido en su mente, al punto de tener la real sensación de sentir la carne de Rin contra él, de sentir sus manos tratando de mantenerlo pegado a ella, de oír sus gritos agónicos de placer, fundiéndose en un acto incestuoso tan puro que ambos arderían en el infierno por toda la eternidad.
—¡Rin, finalmente... Rinny…! —gritó ahogadamente contra su cuello mientras el orgasmo arrollador destrozaba la consciencia de Luka y la dejaba viendo toda la galaxia de Andrómeda mientras Len llenaba el condón que había colocado con anticipación, corriéndose de tal forma que temió romperlo y por lo tanto salió apenas pudo tratando de recordar su nombre de nuevo, donde y, para su pesar, con quién estaba.
—Len-kun… ¿Q-Qué decías…..? —preguntó un hilo de voz proveniente de la pelirrosa, intentando ordenar sus pensamientos.
—Que sólo te necesito a ti Luka —mintió este con una sonrisa inocente intentando recuperar su respiración, notando como ella se quedaba dormida al instante y tendría que llevarla a su habitación apenas pudiese levantarse.
Entró silenciosamente a su casa colocando las llaves con cuidado en su lugar quitándose los zapatos en el recibidor y así caminar con más calma. Dejó el maletín en la mesa de la cocina y se dirigió a la nevera en busca de un necesitado vaso de agua.
De nuevo… De nuevo su orgasmo satisfactorio había sido a raíz de la alorgasmia, a ese paso las mujeres y sus actitudes sexuales lo aburrirían a muerte si no hacía algo…
—Soy un maldito enfermo… —apretó los dientes furioso consigo mismo, dejando el vaso en el lavaplatos antes de que estallara en su mano.
Salió de la cocina y el comedor pasando por el pasillo clavando la mirada en la puerta con nombre "Rin", acompañado de la figura de un conejo, antes de sumirse en una fuerte discusión mental que la hizo a la final entrar en la habitación de su hermana, notándola profundamente dormida sobre su cama. Había cumplido con su objetivo, ya no había peligro de acorralarla contra la cama y obligarla a amarle, mínimo eso...
«Está aquí... ¿Me mintió? pensé que no llegaría...», pensó mirando entonces el reloj con mucha sorpresa, era medianoche, no había reparado en la hora ni mucho menos. «No... Si llegó... Yo soy el que...», su mirada se tornó un tanto triste, él era el enfermo y el bastardo... Se acercó lento hasta el recinto, notando en el buro de noche las fotos familiares de ambos y una con su dichoso "Senpai" que puso boca abajo antes de tirarla por la ventana o quemarla en la estufa.
Se arrodilló a su lado y contempló su sueño largamente, no importa si amanecía, daría su vida, le vendería el alma al diablo con tal de estar con ella, abrazarla posesivamente en sueño y poder despertar a su lado besándola.
—L-Len…. —sonó la voz de su Rinny, haciéndolo levantar la vista húmeda, en unos de esos pequeños momentos de debilidad en que quería llorar por los lazos de sangre que la unían a él.
—Princesa… Perdona, sólo venía a darte las buenas noches… —se trató de explicar él levantándose preparado para irse antes de que ella le hiciera gesto restándole importancia, seguido de otro pidiendo se le acercara. Al cumplir su perezoso mandato la adormilada chica lo jaló de la corbata escolar y lo hizo acostarse a su lado, abrazando su cintura fuerte como si fuese su oso de peluche, embriagada por el aroma a jabón y la esencia natural de Len, el cual había tomado una ducha antes de dirigirse a su casa.
—Len… Quédate conmigo… —susurró mientras se quedaba dormida mientras le negaba toda incapacidad de volver a su cuarto.
Aún conmocionado por lo que pasaba, tembloroso echó la colcha sobre ambos abrazándola de vuelta, haciendo que apoyara la cabeza en su pecho donde residía su corazón que latía furiosamente, emocionado por la oportunidad de volver a dormir abrazados como cuando eran niños.
—Rin... Siempre, yo soy tuyo… —fue lo único que pudo susurrar con cierta tristeza aunque ya no lo escuchara más.
«Tengo que idear una manera de decírselo, ya no aguanto vivir así... O me amas o me odias Rin... Mañana lo pensaré, tendrás que ser mía o dejaré de llamarme Kagamine Len», pensó antes de cerrar sus ojos y sumirse al mundo de los sueños. Acabó por soñar a su hermana mayor esperándole con un traje de conejita Playboy blanco, usando el insoportable lazo blanco... Realmente era un enfermo de mierda…
Notas Originales: Primero que nada gracias de corazón por llegar acá, parece que no he perdido el toque del lemmon jeje, espero que les haya gustado, un saludo a Akire que soportó mis spoilers y sonrojos y que se sepa que a mí me gusta bastante Luka, así que si la he dejado mal, me disculpo en serio...
Un beso, cuídense, Larousse Lucy.
Notas de Corrección:
(1): Yo tengo un tomo de La Divina Comedia como el que describí y el fragmento que leyó Len es un prólogo del Canto Quinto que está en el libro antes de la lectura de dicho Canto. Es mi libro favorito, les recomiendo leerlo.
¡Perfecto! Ahora sí quedó mejor, espero que les haya gustado la verdad... Si lo corregí tanto era porque se lo merecía y aparte estudié mejor la historia de Spice!, era hora de una buena corrección... Si les gustó y pues eso... ¿Les gustaría el POV Rin de este día? Básicamente sería un poco lo mismo, pero dudo poner las costumbres de Len de practicar la alorgasmia~. ¡Díganlo en un comentario! Lo mismo si quieren que se haga más larga.
Hasta pronto~.
Atte.: LarousseLucy.