ÚLTIMO CAPÍTULO. Gracias a todos los que habéis leído/comentado la historia :)!
Espero que os guste también este capítulo.
A la mañana siguiente, Kate se levantó temprano para preparar el biberón de Amy. La pequeña había dormido de un tirón. Cuando volvió al dormitorio, ésta ya estaba despierta, chupándose la mano. Retiró los cojines que había colocado en el lado derecho de la cama para que el bebé no se cayese y la cogió en brazos.
-¿Qué tal has dormido preciosa? – le preguntó Kate, con una voz dulce.
Amy le contestó con una sonrisa, lo cual hizo sonreír también a Kate. En cuanto arrimó la chupeta del biberón a sus labios, la pequeña comenzó a beber la leche que la Detective le había preparado.
El escritor despertó minutos después, cuando Kate le terminaba de cambiar el pañal a Amy y se disponía a vestirla.
-Despierta, dormilón – le dijo ella.
-Ey, ¿se ha despertado esta noche?
-No. Ha dormido de un tirón, como tú – dijo ella, riendo.
-¿Y tú? – le preguntó él, observando a Kate. La Detective estaba de muy buen humor aquella mañana, sin embargo tenía ojeras de no haber dormido mucho.
Ella le miró y le dijo la verdad, sabía que no conseguiría engañarle.
-No he dormido mucho.
-¿El caso?
-Bueno, sí… Espero que lo resolvamos pronto.
-Lo haremos.
Castle se levantó y le dio un dulce beso en los labios, después saludó cariñosamente a Amy. Cuando el escritor ya estaba preparado, ayudó a Kate a recoger todas las cosas de Amy que habían cogido de su casa el día anterior.
-¿Lo has cogido todo? – preguntó Castle.
-Sí, esto es todo lo que tenía – dijo ella, terminando de cerrar el bolso, sujetando a Amy en su brazo izquierdo - ¿Vamos?
-Espera – dijo el escritor, acercándose a ellas y poniéndole a Amy un gorro de lana rosa – Todavía anda mucho aire, será mejor así para que no le duelan los oídos.
Kate sonrió por aquel pequeño gesto paternal.
Cuando llegaron a comisaría, la Capitana Gates les informó de que el vuelo de los tíos de Amy se iba a retrasar unas horas debido al fuerte viento y, por lo tanto, tendrían que hacerse cargo de la niña un rato más. Castle y Beckett aceptaron gustosos, aunque decidieron cuidar de ella en la comisaría ya que Kate no quería dejar de lado el caso.
Ryan y Esposito se estuvieron burlando de ellos por ser los 'nuevos papás' de la comisaría, pero ni a la Detective ni al escritor pareció molestarles.
Espo averiguó, gracias al listado de llamadas de Tom Sandler, que éste había estado trapicheando con un camello que solía frecuentar por Brooklyn. Al fin y al cabo, Tom no era tan honrado como les había contado Amanda. Seguramente había accedido a vender droga como última opción para llevar algo de dinero a casa y poder mantener a su hija, pero eso había acabado por costarles la vida a él y a su mujer y dejar, como consecuencia, huérfana a su hija de tan solo seis meses.
Lanie llamó a Beckett para informarle de que ni Tom ni Amanda tenían en sus cuerpos restos de cocaína ni de ningún otro tipo de drogas, lo que reafirmaba su teoría de que Tom solamente traficaba. La Detective envió a sus dos compañeros a detener al camello de Tom.
Mientras tanto, ella se quedó con Amy y Castle salió de la comisaría para comprar algún potito que darle de comer. Como no pensaban tener que quedarse con ella tanto tiempo, no le habían preparado comida. Kate cogió a Amy en brazos, que hasta ese momento había estado dormida la mayor parte del tiempo en su capazo, y caminó con ella en brazos por la comisaría, mientras la pequeña se agarraba a ella. Aunque el bebé era demasiado pequeña como para entender lo que Kate le estaba diciendo, Beckett le iba hablando de la sala de descanso, de la de interrogatorios, de los despachos… de una forma cariñosa.
-Y esta, es nuestra comida – dijo Castle, imitándola. En una mano llevaba un potito y en la otra una bolsa con dos sándwiches para ellos.
Fue Castle el que le dio esta vez de comer a Amy, bajo la atenta mirada de la Detective. Se notaba que el escritor tenía experiencia con niños y que, además, se le daba bastante bien. Trataba a Amy de una forma muy cariñosa, haciéndole reír y con mucha paciencia. Aquello hacía que Kate quisiese todavía más a Rick.
-Hemos traído al sospechoso – dijo Ryan, interrumpiendo aquel momento – está en la sala de interrogatorios.
-Gracias Ryan – dijo Beckett.
-También le hemos tomado las huellas, Esposito se las está enviando a Lanie ahora mismo para que compruebe si coinciden o no con las de las marcas en los cuellos de las dos víctimas.
Tras volver a darle las gracias de nuevo a su compañero, Beckett dio su último mordisco al sándwich que se estaba comiendo y salió directa a la sala de interrogatorios. El escritor fue tras ella, con Amy en brazos, para observar tras el cristal.
Beckett entró en silencio en la sala y se sentó al otro lado de la mesa, frente al sospechoso, Hugo Hernández. Fijo su mirada en la de Hugo durante varios minutos, demostrando quién mandaba allí. El tipo era fuerte, corpulento y sí, también alto, justo como el asesino que estaban buscando. La descripción encajaba, ahora le tocaba el turno a ella de hacerle confesar.
-Sabemos que le pasabas droga a Tom Sandler, ¿por qué decidiste matarlo después? – El sospechoso se mantuvo en silencio - ¿porqué mataste a su mujer? – Seguía sin hablar, pero esta vez agachó la cabeza – Te vamos a detener igualmente por tráfico de drogas y en cuanto reúna las pruebas que necesito te acusaré por doble homicidio. Tú decides si quieres colaborar o no.
Hugo levantó la cabeza y posó su mirada en la de la Detective.
-Ese tipo vino a mí suplicándome que le pasase algo para vender. Le dije que no era una buena idea, que él no tenía ni idea de este negocio y metería la pata – se quedó unos segundos en silencio, pero la Detective Beckett no dijo nada, así que él continuó – Me enseñó una foto de su hija, dijo que no tenía dinero para darle de comer, así que me ablandé.
-¿Le pasaste droga? – preguntó ella, manteniendo un tono de voz firme.
-Sí – confesó Hugo, con un tono de voz frío – Me arrepentí en el acto, sabía que no tendría que haberlo hecho.
-¿Y qué pasó después?
-Días después empezaron a llegarme rumores, mi mercancía estaba siendo distribuida de mala manera, a pesar de que le había dado las indicaciones que debía seguir a ese tipo. Las bandas comenzaron a enfadarse conmigo.
-¿Entonces lo mataste?
Hugo no contestó a la pregunta de la Detective. Cuando estaba a punto de preguntárselo de nuevo, en un tono más firme esta vez, unos nudillos golpearon la puerta. Era Esposito, que le entregó los informes del laboratorio. Tras revisarlos, Beckett se sentó sobre la mesa.
-Tenemos tus huellas en los cuerpos de Tom y Amanda Sandler, Hugo ¿Vas a colaborar o prefieres no hacerlo?
Hugo le mantuvo la mirada por unos momentos, antes de agachar la cabeza. Estaba derrotado, iba a confesar. Sin embargo Beckett le dio otro empujón.
-Los asfixiaste – le dijo, elevando el tono de voz.
-Era él o yo – dijo Hugo – las bandas rivales estaban comenzando a cabrearse y me amenazaron si no quitaba del medio a aquel tipo. Además, viendo cómo actuaba sin tener ni idea del negocio, habría acabado igual en uno o dos meses.
-¿Así que te reuniste con él y lo mataste?
-Sí – confesó él. Ya tenía la primera confesión, ahora necesitaba la segunda.
-¿Por qué mataste a su mujer?
-Esa mujer empezó a removerlo todo. El tipo ese se había dejado mi número de teléfono apuntado por algún sitio, ella lo encontró y quiso reunirse conmigo. Iba a delatarme así que no tuve más remedio que hacerlo.
Cuando Beckett salió de la sala de interrogatorios, Castle le ofreció un café, pero ella lo rechazó. Se llevó la cabeza a la frente, mientras mantenía los ojos fuertemente cerrados.
-¿Estás bien? – le dijo el escritor, todavía con Amy en brazos.
-Sí. Es solo que… ese tío mató a Amanda solamente para que no le delatase y ahora Amy...
-Lo sé – le dijo el escritor, acariciándole un hombro.
La pequeña Amy se giró hacia Beckett y le tendió los brazos para que la cogiese ella, lo que les hizo sonreír.
Durante el resto de la tarde, Castle y Beckett estuvieron jugando con la pequeña en la sala de descanso, disfrutando del poco tiempo que les quedaba con ella antes de que sus tíos llegasen para llevársela. Aquel momento no se hizo esperar cuando, a las seis de la tarde, Gates les informó de que los tíos de Amy acababan de llegar a la comisaría. Castle y Beckett cruzaron sus miradas.
-Ha llegado el momento – le dijo el escritor.
-Lo sé.
Kate se arrimó a Amy contra su pecho, dándole un largo abrazo, después acercó sus labios a su frente y le besó. El escritor, por su parte, se acercó y le dio un beso en la mejilla.
-Adiós pequeña – Amy agarró su mano, en un acto reflejo.
Castle y Beckett volvieron a cruzar sus miradas. Esta vez Kate tenía los ojos llenos de lágrimas.
-Ey, estará bien – le dijo Castle, frotándole la espalda.
-Sí, lo sé – cogió aire, se secó las lágrimas y salió con Amy en brazos de la sala. Castle le siguió con las pertenencias de la pequeña en la mano.
Fuera le esperaban los tíos de Amy. Gates ya les había informado sobre el caso, resuelto gracias a la inspectora Beckett, de Amanda y Tom, así que éstos se mostraron tremendamente agradecidos a Beckett.
-Y gracias por cuidar de Amy.
-No tienen por qué dármelas, ha sido todo un placer cuidar de ella – dijo Kate, siendo totalmente sincera.
-Aún así, no tenía por qué hacerlo y lo hizo..
Kate le dio un último beso a Amy, esta vez intentando evitar que las lágrimas inundasen de nuevo sus ojos, y le entregó la niña a aquella mujer.
Cuando éstos se hubieron marchado y la Capitana Gates hubo vuelto a su despacho, Kate se volvió hacia Castle y ambos se fundieron en un abrazo.
-¿Estás bien?
-Sí. Vámonos a casa.
-¿Castle, puedes venir un momento?
El escritor apagó el televisor y fue hasta el dormitorio, donde Kate le estaba esperando. Estaba sentada en la cama y sujetaba algo en sus manos.
-¿Qué ocurre? – preguntó Castle.
Ella, nerviosa, se mordió el labio, antes de entregarle la cajita que guardaba en sus manos.
-¿La abro? – preguntó él, sin saber muy bien qué hacer. Ella asintió, así que el escritor abrió la caja. Dentro había un chupete – Oh, ¿se lo ha dejado Amy?
-No. No es de Amy – dijo ella, riendo.
-¿Entonces? – Preguntó él, confuso – Oh, ¿es por lo de anoche? ¿Has decidido que sí quieres ser madre Kate? Porque si es así, yo…
-No, no es eso – le cortó ella.
-¿No? – la decepción era evidente en el rostro del escritor.
-Bueno, sí, pero eso no es lo que quería decir.
-¿Entonces… sí quieres ser madre?
-Sí – contestó ella, riendo – pero no hace falta que lo intentemos Castle, porque ya estoy embarazada.
-¿Estás… ¡Embarazada!? – preguntó el escritor, gritando y visiblemente emocionado por la noticia.
Se acercó mucho más a Kate, eliminando toda la distancia entre ellos, cogió su rostro entre sus manos y le dio un largo y dulce beso.
-Kate… Te quiero.
Gracias por leer :)