Comienzo una nueva historia, espero que os guste.

He tenido que reducir un poco la imagen para que se vea bien de perfil, pero si queréis ver la imagen entera está en mi twitter ( berta_always)

Espero reviews :)


Introdujo dos monedas por la ranura de la máquina expendedora y pulsó uno de los botones, eligiendo un café con vainilla. Mientras esperaba a que su café estuviese listo, uno de sus compañeros se acercó a ella. Era Esposito, llevaba en la comisaría solamente dos semanas, de hecho, este había sido su primer caso.

-Yo! Beckett, vamos a ir a tomar algo, ¿te vienes? – le dijo amablemente.

-En realidad me encantaría, pero no puedo – se excusó ella, sinceramente.

-Lo entiendo. Otra vez será entonces – le dijo, mientras se alejaba.

Lo cierto era que sí le apetecía salir a celebrarlo, ir a tomar algo con sus compañeros, despejarse un poco, pero este caso les había llevado dos semanas resolverlo, lo cual había implicado más horas de trabajo. Más horas fuera de casa. Necesitaba volver y recuperar el tiempo perdido.


Giró la llave dentro de la cerradura y empujó la puerta, mientras volvía a guardarse las llaves en su bolso. La puerta hizo un ruido al abrirse que hizo que Beckett rodara los ojos. Llevaban ya un año viviendo en aquella vieja casa que había pertenecido a la abuela de Tom, pero entre los gastos de la niña, la luz, el agua… apenas les quedaban unos ahorros para ir tirando a final de mes, no podían permitirse una reforma que era lo que necesitaba aquella casa, de inmediato.

Dejó caer su bolso sobre una mesita que había en la entrada de la casa y se descalzó. Un fuerte olor que le resultaba un tanto familiar invadía la casa. Maldijo a Tom por lo bajo y pasó al salón, mientras la ira se apoderaba de ella.

-¡¿Me quieres explicar qué narices es esto?! – gritó cuando entró al salón y vio lo que tenía delante.

Tom estaba sentado en el sofá, a su lado había un yonki amigo suyo. Frente a ellos, sobre la vieja mesa del salón un montón de latas de cerveza vacías junto a unos cuantos restos de porros y otras sustancias de las que prefería no saber nada.

Tom se levantó y se acercó a ella.

-Ey – le dijo, acercándose para darle un beso.

Ella le apartó bruscamente de un empujón.

-¿Dónde está Emma?

-Está en su dormitorio, durmiendo.

-Limpia toda esa mierda – le dijo, antes de volver a darle un empujón para hacerse paso hasta el dormitorio de su hija.

Cuando entró en el dormitorio de su hija, ésta estaba incorporada en la cuna, agarrando fuertemente los barrotes de ésta. Sus grandes ojos color avellana estaban empapados en lágrimas. En cuanto vio a su madre entrar en el dormitorio comenzó a llorar, alzando sus cortitos bracitos hacia ella. Kate la cogió rápidamente en brazos, dándole un dulce beso.

-Ya está mi amor. Lo siento, lo siento – le dijo, mientras la presionaba contra su pecho. Aquello pareció calmar un poco a Emma.

Tom entró en el dormitorio, sin ni siquiera mirar a su hija.

-Estaba despierta – le reclamó Kate.

-¿Qué? – dijo él, aturdido.

-Emma estaba despierta en la cuna, agarrándose a los barrotes. Solo tiene seis meses Tom, ¿no te das cuenta de lo que le habría podido pasar si se da en la cabeza con los barrotes?

-No la he escuchado llorar – se excusó él, frotándose la cabeza.

-Ya. Ni siquiera tenías puesto el intercomunicador de bebés. ¿Y esa mierda? Te dije que no quiero eso en casa, me dijiste que se había acabado.

-Solo ha sido por esta vez, Mike me ha liado, ya sabes cómo es. Te prometo que esta será la última vez - le dijo, dándole un beso en la frente, beso que Kate rehuyó - Ahora tengo que irme.

Tom salió del dormitorio, dejando allí a Kate y Emma solas. Beckett recordó cuántas veces atrás había escuchado lo mismo: Esta será la última vez, te lo prometo.

La pequeña volvió a llorar en los brazos de su madre, mientras enredaba sus brazos en el pelo de ésta. Seguramente tenía hambre, ya que Tom no le habría dado de comer en toda la tarde. Kate se acercó a la cocina, con su hija en brazos, y le preparó un biberón de leche. Cuando estuvo listo se volvió hacia el sillón, donde normalmente se sentaba para darle el biberón, pero viendo que todo seguía igual de sucio que antes se fue al dormitorio.

Mientras Emma chupaba la chupeta del biberón, tragando la leche que salía de éste, Kate se trasladó a la oficina de su jefe, dos meses antes.

-Adelante, Beckett – dijo el Capitán Montgomery.

-¿Ha ocurrido algo Capitán, he hecho algo mal? – preguntó Kate, con miedo de haber cometido algún error en su primera semana en Homicidios.

-No exactamente – le dijo Montgomery, señalándole con una mano la silla que había frente a su escritorio.

Beckett tomó asiento y esperó a que el Capitán le contase qué ocurría.

-Eres muy buena Beckett. Solamente llevas aquí una semana y ya vas camino de resolver tu segundo asesinato. Sin embargo me gustaría asegurarme de que no cometes ningún error.

-No entiendo señor – dijo ella, sin comprender a dónde quería llegar su Capitán con todo aquello.

-Tom Robbin, ¿es tú pareja? – preguntó Montgomery.

-Sí, él y yo… ¿le ha ocurrido algo? ¿Mi hija está bien? – comenzó a preguntar Kate, alterándose por momentos.

-Tranquila, tu hija está perfectamente – le tranquilizó él – Sin embargo Tom ha sido arrestado por posesión de drogas.

Kate dejó escapar un largo suspiro y se llevó una mano a la cabeza.

-Parece ser que no es nada importante, así que lo más posible es que pase una noche en el calabozo y mañana quede en libertad – le tranquilizó – Sin embargo, me gustaría asegurarme de que esto no vuelva a ocurrir Kate. Eres Detective, no puedes permitir que esto vuelva a ocurrir o la próxima vez tendrá consecuencias.

-Lo prometo señor. Me aseguraré de que no vuelva a ocurrir – dijo Beckett, intentando mostrar entereza.

-Eres buena Detective, Kate – le había dicho Montgomery – no dejes que alguien como él arruine tu vida.

Kate volvió a la realidad cuando su hija empujó el biberón con una mano, como muestra de que ya había terminado. Las lágrimas se escapaban de los ojos avellana de la Detective y corrían libremente por sus mejillas. Miró a su hija y se prometió que esto no iba a volver a ocurrir. No podía permitir que ocurriese otra vez, ya no se trataba solo de ella, ni de su carrera, se trataba de su hija.

Se dirigió al dormitorio de Emma y mientras le cambiaba el pañal, cogió su móvil estratégicamente y buscó en la agenda el móvil de su amiga. Todavía le resultaba extraño pensar en Lanie como su amiga, pero lo era. Hacía apenas dos meses que se conocían, desde que Kate había entrado en homicidios, pero ambas mujeres parecían haber congeniado rápidamente y Lanie le había hecho saber que podía confiar en ella.

En cuanto le contó lo qué ocurría, la forense no dudó en ayudarla. Le dijo que en un cuarto de ahora estaría allí y así fue. Quince minutos más tarde el timbre de la puerta sonó. Kate acostó a Emma en su cuna, ya bañada y vestida, lo que le había dado tiempo a hacer en poco tiempo, y corrió hacia la puerta a abrir a su amiga.

-¿Estás bien? – le dijo Lanie, dándole un abrazo.

Kate asintió y se separó de ella para dejarla pasar.

-Dios mío – dijo Lanie, al ver lo que había en el salón.

-Lo sé – dijo Kate, entrando tras ella.

-No sabes cuánto me alegro de la decisión que has tomado cariño.

Lanie ayudó a Kate a hacer las maletas y las metió en su coche, cuando estuvo todo listo, Lanie cogió a Emma en brazos mientras Kate echaba un último vistazo a la casa, preguntándose si olvidaba algo.

-¿Crees que debería dejarle una nota o algo?

-Kate, ese capullo no se merece ninguna nota.

-Ya, pero Lanie…

-No, Kate. Creo que deberías dejar las llaves encima de esa mesa y largarte de una vez. No le debes nada a ese tío, bastante mal te lo ha hecho pasar ya.

Kate suspiró. Lanie tenía razón, no le debía nada. Dejó las llaves encima de la mesita del salón y salió de aquella casa sin mirar atrás.


-¿Estás segura de esto? – le preguntó su amiga,

-Sí. Es mi padre, espero que quiera escucharme – dijo Beckett – y que me perdone.

-Bueno, en el caso de que eso no ocurra, te quedas en mi casa, ¿me has oído?

Kate asintió, alegrándose de tener una amiga como ella. Las lágrimas volvieron a escaparse de sus ojos.

-No seas tonta, has hecho lo correcto – le dijo su amiga, abrazándola con cuidado para no escachar a la pequeña Emma, que dormía en los brazos de su madre.

Lanie se despidió de su amiga, que se quedó frente a la puerta de aquel pequeño piso, con las maletas a los lados y su hija en brazos. Tomó aire antes de tocar el timbre. Una voz masculina que reconoció en el acto sonó desde el otro lado de la puerta.

-Ya voy, un momento.

Los labios de la Detective se curvaron hacia arriba mientras las lágrimas seguían resbalando por sus mejillas.

Un hombre, con el pelo lleno de canas, pero con aquel aspecto jovial que Kate tanto recordaba abrió la puerta, quedándose boquiabierto.

-Katie.


Gracias por leer!