Os tengo que dar las gracias a todos quienes hayáis seguido esta historia, en especial a quienes os habéis tomado unos segundos para dejarme una review, sin las cuales seguramente el fic se habría acabado mucho antes. Y no sabéis cuánto me alegra saber que odiáis a un personaje que yo misma he creado y que sintáis ternura por otro que también he creado yo, es muy gratificante escribir y recibir ciertos comentarios, así que muchas gracias.
Os dedico el epílogo a quienes habéis comentado, pero en especial a Lau. Espero que esto te anime un poquito el día ;)
Epílogo
Movía nerviosamente los pies, que colgaban del sofá, y entrelazaba las manos entre sí, mirando fijamente a la puerta. A su lado, dos pequeños osos de peluche, uno morado y otro azul.
Al otro lado del salón, Jim y Martha observaban dulcemente a Emma, sonriendo por la imagen de su nieta esperando un momento importante en su vida.
Durante estos últimos nueve meses, Emma había estado acudiendo a sesiones de terapia debido a algunos traumas que había sufrido al ser secuestrada por Tom. Las primeras semanas tras el secuestro, Emma era incapaz de dormir sola y no fue capaz de volver a ir al baño o a ninguna otra parte de la casa si no era acompañada por alguno de sus padres. Sin embargo hacía ya tres semanas que la psicóloga le había dado el visto bueno y les había dicho a sus padres que no tendría que volver a terapia, salvo que volviese a tener pesadillas o se volviese a ver invadida por alguno de esos miedos que le habían acechado al principio.
Apenas dos minutos más tarde, el ruido de una llave girar sobre la cerradura de la puerta de entrada, le hizo abrir los ojos por completo y correr hacia la puerta.
-¡Mami, papi! – gritó Emma, entusiasmada.
-Mi amor – le dijo Kate dulcemente, agachándose junto a ella y dándole un gran beso. Emma se agarró fuertemente a su cuello. Desde que se había tenido que marchar al hospital días antes no la había visto y, aunque habían hablado varias veces por teléfono, se habían echado de menos.
-Cuidado, vas a escachar a tu hermanito – le dijo susurrando y poniendo más cuidado sobre el bebé que tenía en brazos.
-¿Puedo verlo? – Preguntó Emma, inclinándose más sobre él, para conocer a su hermanito.
Kate destapó un poco más a su hijo, para que Emma lo pudiese ver.
-Emma, este es Alexander, tu hermanito.
La pequeña miraba expectante a su hermano, con la boca abierta. Era muy pequeño, más incluso que alguna de sus muñecas, estaba envuelto en una manta azul y llevaba un bonito traje blanco, junto a un gorro en la cabeza, también blanco. Sus manitas eran arrugadas y con unos largos dedos. Emma levantó su mano hacia su hermano, pero la bajó inmediatamente, temiendo hacerle daño.
-Puedes tocarlo – le animó su madre, mirándola con una sonrisa y con un poco de brillo en los ojos debido a la emoción.
La pequeña rápidamente volvió a alzar su mano, con el permiso de su madre, y cogió la pequeña mano de su hermano entre la suya. Alexander rápidamente reaccionó, agarrando uno de los dedos de Emma y sujetándolo fuertemente.
-¡Me ha agarrado la mano! – gritó Emma con emoción, mirando a sus padres.
Sus abuelos observaban la escena a un lado, dejando que sus hijos y sus nietos disfrutasen ese momento.
-¿Y mi hermanita? – preguntó Emma, esta vez mirando hacia su padre, que sostenía a la pequeña Johanna en brazos.
El escritor se agachó, al lado de su mujer y destapó un poco al bebé que sostenía en brazos, dejando que Emma conociese a su nueva hermanita.
-Emma, te presento a Johanna.
Emma sonrió, mostrando todos sus dientes de leche y remarcando sus pómulos al hacerlo y, sin soltar la mano de Alexander, se volvió hacia su derecha, para conocer a Johanna.
Era igual de pequeña que su hermanito y, sin duda, guardaba cierto parecido con él. Johanna estaba envuelta en una pequeña manta rosa, y su traje y gorro eran también blancos. Emma levantó un poco la manta que cubría a su hermana, para encontrar su manita, que descansaba apaciblemente sobre su pecho. La agarró y, al igual que Alexander, Johanna agarró fuertemente el dedo de su hermana mayor, haciendo que Emma mirase a sus padres, feliz.
Tanto Kate como Rick se miraron entre ellos. Sus rostros eran la imagen de la felicidad.
De pronto Emma soltó con cuidado las dos manos de sus hermanos y corrió hacia el sofá, donde descansaban sus dos ositos de peluche. Sus padres se acercaron hasta el sofá y se sentaron allí para estar más cómodos , adivinando lo que Emma iba a hacer con aquellos dos peluches.
La pequeña se inclinó sobre Johanna y acostó a su lado, en los brazos de su padre, al osito morado.
-Es para ti, te lo regalo – susurró, seria, a su hermana pequeña. Se inclinó con cuidado sobre ella y le dio un beso. Johanna se removió en los brazos de su padre por un momento, para continuar durmiendo.
-Y este es para ti – susurró, ahora inclinándose sobre Alexander y dejando a su lado, en los brazos de Kate, el osito de color azul. Después se inclinó sobre él y lo besó, al igual que había hecho con su hermana.
Después de disfrutar una cena en familia, Jim y Martha se marcharon a sus casas, para dejar a sus hijos disfrutar de su familia con tranquilidad.
Los bebés seguían durmiendo plácidamente, ahora en sus cunas, aunque no tardarían en despertar ya que pronto sería la hora de darles la próxima toma.
-Voy a lavarme los dientes – dijo Emma, seria, dirigiéndose hacia el cuarto de baño.
Sus padres se miraron, sonrientes y orgullosos de su hija que ya no tenía miedo de ir sola al baño.
Kate se sentó un momento en el sofá, estirando sus piernas sobre la mesa, mientras Rick le acercaba una taza humeante.
-¿En serio, chocolate? – le preguntó ella, frustrada, alzando sus cejas - ¿Tampoco ahora me vas a dejar tomar café?
-¿Te recuerdo que Johanna y Alexander están en periodo de lactancia, y la cafeína todavía podría afectarles? – le dijo él, sentándose a su lado.
-En ese caso, estoy deseando que ese periodo se pase.
-No es cierto – dijo él, inclinándose sobre su cuello y dejándole una dulce caricia con su nariz – No quieras que crezcan tan rápido.
Ella sonrió, girándose su cabeza hacia el escritor. Sus narices quedaron rozándose mientras ambos se miraban a los ojos.
-No quiero que crezcan tan rápido, pero creo que no soy aquí la única que quiere que se pasen al menos seis semanas, ¿no es cierto, Rick? – ronroneó, acerando su boca a la de él.
-En eso tienes razón – dijo él.
Kate terminó de acortar las distancias con Castle e irrumpió con su lengua en la boca del escritor, saboreándola, deleitándose con el sabor a café que él había tomado minutos antes. Era delicioso, no solo por la necesidad de ese estupendo café que Castle preparaba, sino por la manera en que él la besaba, ese amor que sentía por ella, sin dejar a un lado la pasión y la necesidad que tenían el uno del otro.
El llanto de uno de los bebés los hizo volver a la realidad. Se separaron, recuperando el aliento y giraron la cabeza hacia el dormitorio.
-Será mejor que... – dijo Kate, señalando hacia el dormitorio.
-Sí, vamos – dijo él, recobrando la compostura y levantándose tras ella.
Cuando llegaron al dormitorio, se pararon en el marco de la puerta, ante la dulce escena que estaban presenciando. Emma había juntado las dos cunas, quedando ella en medio. Miraba a Alexander, para después fijar la mirada en Johanna mientras les cantaba una canción con su dulce voz.
-Estaban llorando – explicó a sus padres cuando se percató de su presencia – Pero les he cantado y ya no lloran.
-Sigue cantándoles – le dijo Rick, con una sonrisa – creo que les gusta.
Emma comenzó a cantarles de nuevo, mientras ellos se quedaban ahí, observando a sus tres hijos.
-¿Recuerdas el susto que nos dimos cuando supimos que serían dos? – preguntó Rick, susurrando, sobre el hombro de Kate – Creo que podré acostumbrarme a esto.
-Yo también – dijo ella, agarrando las manos del escritor, que las pasó sobre ella, rodeándole por la cintura – Además, ahora tú estás aquí, no tengo que hacer esto sola.
-Eso nunca Kate, estoy aquí, para ti, para vosotros. Estoy aquí para protegeros a los cuatro.
-Les protegeremos juntos – dijo ella – Ahora solo importan ellos.
-Te quiero Kate, os quiero.
Abrazó a Kate con más ganas, sintiendo su espalda sobre su pecho, mirando a su familia. La familia que juntos habían creado. Kate giró su cabeza sobre su cuello y vio una lágrima deslizarse sobre la mejilla del escritor, se la secó con delicadeza y besó sus labios, con ganas, con amor, demostrándole lo agradecida que estaba por todo lo que él hacía por ella, por todo lo que había hecho por Emma desde que llegó a sus vidas. Y por la familia que habían formado juntos.
Gracias por leer la historia!
PD. Os espero en la próxima ;)