Casi Héroes

"I don't wanna be adored
Don't wanna be first in line
Or make myself heard
I'd like to bring a little light
To shine a light on your life
To make you feel loved"

"Hamburg Song", Keane


Capítulo 24: El comienzo del final

—Si me necesitas estaré justo enfrente, y los chicos están en la habitación de al lado.

—Vale, Katniss. Gracias —dijo Madge, sujetando la ropa y los productos de limpieza que Katniss le había facilitado.

Katniss asintió y salió para dejar que terminara de instalarse en la habitación. Como Prim no volvería sino hasta el día siguiente, habían decidido que Madge podía quedarse en su habitación esa noche.

Con un suspiro, entró en su habitación y cerró la puerta para cambiarse. Gale y Peeta compartirían la habitación de invitados. Aunque la habitación de Haymitch estaba desocupada, a nadie le había parecido correcto usarla.

Katniss se quitó el traje de Fire Girl lentamente, descubriendo algunos moretones bajo su piel. Se destrenzó el cabello, y cuando hubo quedado solo en ropa interior se quedó largo rato viéndose en el espejo, y tratando de reconocerse en él.

¿Quién eres? Le preguntó al reflejo en el cristal. ¿En qué te has convertido? Pero el reflejo no parecía tener más respuestas que ella misma.

Por un lado parecía la misma Katniss de siempre. Nada en su cuerpo había cambiado sustancialmente. Pero había algo en su mirada que definitivamente era distinto. Una especie de profundidad, de oscuridad, que no estaba allí antes.

Se volteó para no tener que seguir viendo su imagen en el espejo. La perturbaba enfrentarse a sí misma. Eso significaba enfrentarse a todo lo que más le temía, abrir una puerta que preferiría mantener cerrada.

Se vistió y se preparó para dormir, pero una vez en la cama no pudo conciliar el sueño. Dio vueltas y vueltas en la cama hasta que se convenció de que se trataba de una tarea imposible. Cerrar los ojos solo la hacía revivir todo lo que había pasado los últimos dos días, todos los horrores y tragedias. Se sucedían como imágenes de un rollo de película, una tras otra, sin posibilidad de detenerlas. Todo a su alrededor estaba oscuro y en silencio, pero la verdadera oscuridad estaba dentro de ella.

Sin saber muy bien cómo, se levantó y salió del cuarto con sigilo. La casa se hallaba sumida en un gran silencio. Con excepción de Katniss todos sus habitantes parecían estar profundamente dormidos. Acostumbrada a moverse como un felino, abrió la puerta del cuarto de invitados y guiada por una fuerza mucho mayor que la lógica, se arrodilló en el suelo justo al lado de la cama de Peeta. Al otro del cuarto Gale dormía profundamente, con una respiración lenta y acompasada.

Por un rato, Katniss solo se dedicó a observar a Peeta dormir. Su boca estaba ligeramente entreabierta y tenía los brazos cruzados bajo su cuerpo en una posición extraña, como si hubiera caído dormido de cualquier manera. Pero su rostro ofrecía un espectáculo tan pacifico que Katniss pensó que podría quedársele viendo para siempre.

Sin embargo, no había ido hasta allí para ver a Peeta dormir. Alargó una mano y la pasó con delicadeza por la frente de Peeta, apartando algunos mechones que caían rebeldes sobre su cara. Ante el contacto, Peeta reaccionó.

—¿Mph? —murmuró, aun con los ojos cerrados. Katniss lo golpeó un par de veces en el pómulo para que terminara de abrir los ojos y al hacerlo, Peeta se le quedó viendo con ojos entrecerrados, tratando de comprender lo que pasaba—. ¿Katniss? —preguntó con voz somnolienta.

—No puedo dormir —dijo ella como toda explicación.

Peeta se restregó los ojos con las manos para terminar de espabilarse. Cuando fue consciente de lo que pasaba y donde se encontraba, dijo:

—Vamos afuera antes de despertar a Gale.

Tratando de hacer el menor ruido posible salieron de la habitación y una vez en el pasillo, Peeta fue capaz de ver mejor a Katniss. Tenía los hombros caídos y aun a pesar de la oscuridad podía ver su mirada perdida, rehuyendo la suya. Al ver que los minutos pasaban y Katniss no decía nada, Peeta comprendió que una vez más le tocaba a él comenzar la conversación.

—¿Quieres hablar? —preguntó Peeta. Aunque preferiría mil veces seguir durmiendo sabía que Katniss había pasado por mucho recientemente y si lo había buscado era porque necesitaba alguna forma de apoyo. Y saber eso le impedía negarse a cualquier cosa que Katniss le pidiera.

—No lo sé —respondió ella, aun sin mirarlo directamente a la cara.

—¿Preferirías ir a algún otro lugar? ¿Tal vez un sitio más cómodo que el pasillo?

Ante la propuesta Katniss asintió ligeramente y le indicó a Peeta que la siguiera. Entraron a su cuarto, y aunque al principio Peeta pensó que lo guiaría hasta su cama, Katniss solo se detuvo para coger una frazada. El verdadero destino era la ventana. Una vez allí Katniss se encaramó al borde y salió al tejado. Peeta la imitó sin decir palabra ni permitir asombrarse ante lo que estaba pasando. Aunque el espacio no era especialmente grande ambos cabían sin problema. Una vez acomodados uno al lado del otro, Katniss pasó la frazada por encima para cubrirlos del frio.

Afuera todo se sentía muy distinto. La fresca brisa nocturna y los suaves sonidos propios de la noche producían un efecto aislante. Estando allí podían imaginar fácilmente que eran los únicos seres humanos del planeta.

Por un rato ninguno dijo nada. Katniss dejó a su mente estar en blanco y por un rato se olvidó de todo lo que estaba más allá del tejado a su alrededor. Por un momento dejó que lo único que existiera fuera Peeta a su lado. Eso la hizo recordar que técnicamente aún no había arreglado las cosas con él, aunque en esos momentos ya ni siquiera recordaba porque habían peleado. Tomando en cuenta todo lo que había pasado en los últimos dos días, probablemente ya no importara.

De alguna manera, terminó recostando su cabeza sobre el hombro de Peeta, y el terminó envolviéndola con su brazo. Estar así le producía una sensación cálida y aletargadora, muy diferente a lo que había sido su vida últimamente. Y era muy, muy agradable.

—Mañana tendremos que decirle a Prim lo que pasó —dijo en un susurro—. ¿Crees que lo entienda? —preguntó, con un deje de preocupación en la voz.

—Lo entenderá, no te preocupes. Prim es una chica muy madura para su edad —la tranquilizó Peeta, pero la manera en que sentía los músculos de Katniss tensos bajo su agarre hizo encender sus sistemas de alerta—. Katniss, ¿ocurre algo? —inquirió, irguiéndose un poco para tratar de mirarla a la cara.

Pero Katniss seguía tratando de rehuirle la mirada y en cambio se acurrucó mejor sobre él de manera que su cara quedara totalmente hundida en su pecho.

Peeta suspiró.

—No hay nada malo en dejar fluir los sentimientos, ¿sabes? No pasará nada si te dejas llevar por ellos. Al menos, creo que es mejor que tratar de contenerlos todo el tiempo.

Katniss no estaba tan segura. Ya no creía poder soportar más dolor. Prefería dejar de sentir. Dejar de sentir tristeza, de sentir culpa, de sentir el peso del mundo sobre sus hombros. Porque si se dejaba llevar por todos los sentimientos que llevaba adentro en esos momentos, caería en un precipicio en el que no creía poder salir jamás.

¿Pero qué sentido tenia resistirse? Ya nada era lo mismo. Sentía que había perdido todo y el único objetivo que seguía en pie en su vida, el de capturar a Snow, parecía algo cada vez más peligroso e imposible.

Y además, allí en los brazos de Peeta se sentía muy cómoda y calentita. Tal vez no fuera un error dejarse llevar. Tal vez el error fuera no hacerlo. Prefería hundirse en el oscuro abismo de la nada y no salir más a ese terrible mundo lleno de desolación, miseria, decepción y dolor que era la vida. Y el pecho de Peeta era una almohada tan suave…

Se dio cuenta que había comenzado a llorar cuando sintió las lágrimas bajando por su mejilla.

Al principio eran solo lágrimas que se derramaban incontrolablemente desde sus ojos hasta la camisa de Peeta. Pero luego también comenzaron los sollozos, que pasaron rápidamente de suaves murmullos a profundos gemidos que parecían salir de lo más profundo de su pecho, desde allí donde parecía que se alojaba todo el dolor de la humanidad.

Y como una niebla negra, dejó que el dolor la envolviera desde adentro. Ya no había nada más que sentir, solo el dolor, y las lágrimas, y los lamentos, y allí, en el lejano punto en donde aún existía un atisbo de la realidad, las palabras de consuelo de Peeta junto a sus brazos sosteniéndola como a una niña.

De esa manera se quedó dormida.

Peeta se quedó con Katniss en el tejado hasta que estuvo seguro que ya estaba profundamente dormida, cuando ya eran alrededor de las dos de la mañana. Entonces, no sin cierta dificultad, la trasladó hasta su cama, donde la depositó suavemente y la cubrió con la frazada.

Había llorado hasta el cansancio, y la camisa de Peeta se había llevado la peor parte, pero lo consolaba saber que había logrado hacer salir todo lo que había estado conteniendo. Cuando su madre los había abandonado, en la escuela le recomendaron asistir al psicólogo. Y aunque en general las sesiones no habían sido especialmente productivas, Peeta nunca olvidaría la única frase que su psicólogo no se cansaba de repetir por lo menos veinte veces por sesión: "Es más fácil dejarlo salir que tratar de controlarlo".

Peeta volvió a la cama, donde durmió hasta que el sol comenzó a colarse por la ventana. Lo primero que notó al despertarse es que Gale no estaba en la habitación. Seguía algo cansado, pero supo que no podría volver a dormirse así que se levantó. Al pasar por el pasillo para bajar las escaleras vio a través de la puerta entreabierta de su cuarto que Katniss seguía dormida.

Se aseguró de cerrarla bien antes de dirigirse abajo.

En la mesa de la cocina estaban Gale y Madge Undersee. Los platos con sus desayunos estaban hechos una pila a un lado, y ambos parecían enfrascados en una conversación cuando Peeta llegó.

—Buenos días —saludó, haciendo que ambos voltearan a verlo.

—Buenos días, Peeta —sonrió Madge. Peeta le devolvió la sonrisa. Madge Undersee se trataba de una chica naturalmente encantadora, que aun a pesar de su aspecto dulce y delicado, había demostrado tener una personalidad de hierro. Aunque no la conocía tanto, Peeta podía decir que le agradaba.

—El cereal está en la alacena y la leche en el refri —le indicó Gale. Desde que había perdido el control con Seneca Crane frente a Peeta su relación había avanzado en algo bastante parecido a la amistad. Y en esos dos últimos días había aprendido más de Gale que en todos los meses que llevaba conociéndolo, así que no se le pasó por alto el ceño ligeramente fruncido que tenía, como si estuviera pensando profundamente en algo.

—Gale, ¿pasa algo? —le preguntó, mientras buscaba un bol para servirse.

—No es nada —respondió Gale sin levantar la mirada.

Peeta dejó estar el asunto. Terminó de servirse el cereal en silencio y sentándose a la mesa sintió que ya era momento de empezar una nueva conversación.

—¿Wiress y Beetee ya se levantaron? —preguntó, ya que en todo el rato que llevaba despierto no había visto a ninguno de los dos.

—Sí —respondió Gale primeramente, como si acabara de salir de una ensoñación—. Sí —repitió luego, un poco más concentrado—. Se fueron al hospital a visitar a Finnick y a buscar el… a buscar a Haymitch. Creo que también iban a arreglar todo para el funeral.

Peeta asintió, absorbiendo cada palabra que Gale decía. Haymitch, funeral. Esas eran las que más le resonaban. Hace dos días había hablado con Haymitch, había sentido su mano sobre su hombro. Y ahora estaba muerto. Pensar en eso le hizo perder por completo el apetito.

—¿Y qué haremos ahora? Como equipo, ¿cuál es nuestro siguiente movimiento?

Gale se pasó las manos por la nuca, como si así las respuestas lograran llegar más fácil.

—No estoy muy seguro —admitió—. Por hoy solo debemos encargarnos de regresar a Madge con su padre y hacerlos irse del país lo más pronto posible. Todo lo demás ha quedado en punto muerto. No hemos logrado conseguir más información sobre Snow de la que teníamos hace dos días y sin Haymitch y con Finnick como está no creo que avancemos mucho más.

—¿Qué hay del padre de Madge? Quizá sepa algo sobre Snow —Peeta no estaba dispuesto a tirar la toalla tan fácil, mucho menos despues de todo lo que había pasado, de todo lo que habían perdido.

—No creo que mi padre sea de mucha ayuda —repuso Madge, negando con la cabeza—. Snow nunca se comunicaba directamente con él.

Peeta se sentía como en una de esas habitaciones de terror en las que las paredes se iban estrechando y estrechando hasta que se convertían en un pequeño cubículo que impedía moverse o siquiera respirar.

—Estamos jodidamente estancados —Gale profirió un alarido de frustración—. Y Snow mientras tanto no deja de salirse con la suya. —De un golpe, aplastó su puño sobre la mesa—. ¿Cómo pudimos dejar que se llevara a Finnick y a Haymitch? ¿Cómo dejamos que llegara a secuestrar a Madge? Desde que empezamos hemos estado haciendo todo mal. ¿Cómo es que no nos hemos dado cuenta? Snow es un maldito, pero nosotros somos unos idiotas —resopló, como un toro encerrado. El fuego en sus ojos parecía a punto de explotar, y por un segundo Peeta temió que volvería a darle otro de sus ataques. Entonces sucedió algo curioso:

Madge alargó su mano y con firmeza apretó la de Gale sobre la mesa, haciendo que lentamente relajara los puños que ya comenzaban a ponerle los nudillos blancos.

—Gale, lo hecho, hecho está —le dijo Madge, con esa dulzura que le salía tan natural—, no tiene caso seguir torturándose por ello. Lo único que queda es seguir adelante y tratar de ser mejor a partir de este momento. Y no necesitas guardarle rencor a nadie, especialmente no a ti. No te pierdas a ti mismo. Hay que aceptar que a veces hay cosas que no podemos controlar.

—"Es más fácil dejarlo salir que tratar de controlarlo" —recitó Peeta, recordando de nuevo la frase de su psicólogo.

—Así es —Madge sonrió por la contribución.

Peeta vio como Gale pasaba de ser un toro iracundo a un dócil ternero bajo el efecto de las palabras y las miradas de Madge. Definitivamente le agradaba esa chica.

—Además, aún tenemos a Crane —apuntó Peeta, pensando que incluso aunque todo lo demás fuera incierto, Crane seguía siendo un activo importante para llegar a Snow—. ¿Qué haremos con él?

Por la cara de Gale parecía haberse olvidado por completo de Crane. Suspiró pesadamente y se pasó la mano por el pelo.

—En realidad no lo sé. Me había olvidado por completo de él. Pero, ¿crees que realmente sea de ayuda a estas alturas?

Esa no era la respuesta que Peeta esperaba oír. A su pesar, tuvo que reconocer que tal vez estaba depositando en Gale muchas más responsabilidades de las que podía aguantar, pero antes de tener tiempo de disculparse, Madge intervino en la conversación.

—¿De qué Crane hablan? —preguntó. Como los dos chicos se le quedaron viendo sin entender, ella insistió—: Peeta ha dicho "tenemos a Crane". ¿Hablan de Seneca Crane? ¿Y qué quieren decir con que lo tienen?

Gale enarcó una ceja hacia Peeta, Peeta le devolvió una mirada de desconcierto. ¿Qué se supone que tenían que responder a esa pregunta? Sabían que Crane conocía a Madge, él mismo se los había dicho. Pero por la manera en que Madge se refería a él no parecía estar hablando de un hombre que había visto brevemente durante sus visitas al alcalde. Sonaba como si realmente lo conociera.

—Sí, es Seneca Crane. Lo tenemos en el sótano —explicó Gale, lentamente—. Nos ha ayudado a capturar a algunos hombres de Snow.

—Y fue gracias a él que supimos cómo rescatarte —agregó Peeta.

Madge se llevó la mano a la boca para ocultar su sorpresa. Si no fuera porque seguía sentada, se habría caído de pura impresión. Pero la sorpresa duró poco. Enseguida Madge se plantó muy erguida frente a ellos y con más determinación de la que había mostrado en el escaso tiempo que llevaban conociéndola les exigió que la llevaran a verlo.

—No puedo creerlo. Necesito verlo por mí misma.

—Espera un momento —dijo Peeta, levantando sus manos en el aire—. ¿Nos estamos perdiendo de algo? Seneca Crane trabajaba para Snow, Madge. Es un hombre peligroso, no creo que…

—No me hará daño —lo detuvo Madge—. Seneca Crane es mi padrino.

La historia era la siguiente:

Seneca Crane y el alcalde Undersee habían sido muy amigos desde la infancia, en una manera similar a la de Haymitch y el padre de Katniss. Eso es lo que había hecho que el señor Undersee nombrara padrino de su hija a Crane. Hasta allí todo había ido perfectamente.

Años más tarde, Undersee comenzó a involucrarse en la política, campo en el que parecía tener dones naturales. Incluso antes de lanzarse por primera vez a alcalde todo el mundo sabía que ganaría. Fue más o menos en esa época cuando Crane comenzó a trabajar para Snow.

Al principio lo hizo por el dinero, pero a medida que se involucraba más en el inframundo de la mafia de Snow, más difícil se le hacía salir, hasta que llegó un punto en el que entendió que era mejor trabajar para el enemigo que en contra de él.

Y esa idea no hizo más que acentuarse durante las campañas electorales. Undersee competía con otro candidato, al que Snow consideraba mucho más manipulable. Pero era demasiado obvio que Undersee ganaría, así que la única manera de hacer que su candidato ganara era eliminando a Undersee. Fue allí cuando Crane intervino. Para ese entonces ya había escalado lo suficiente como para que Snow lo escuchara. Lo convenció de que Undersee valía más vivo que muerto. Y aunque nunca le reveló exactamente la verdad sobre su relación, le aseguró que si lo enviaba a hablar con él podría hacer que hiciera lo que quisiera.

Desde que había comenzado a trabajar con Snow, Seneca Crane se había distanciado del alcalde Undersee y su familia, que consideraban poco ortodoxas sus nuevas asociaciones. Pero luego de ganar las elecciones, Crane fue a hablar con el alcalde para explicarle como sería la dinámica con Snow durante los próximos años.

Al principio el alcalde se mostró reticente a confiar en Crane, pero con el pasar del tiempo quedó patente que a pesar de su afiliación con Snow, trataba siempre de actuar en su favor y el de su familia. Y aunque durante los últimos años solo se veían para tratar asuntos que tuvieran que ver con Snow, Seneca Crane siempre se mostraba muy atento.

Peeta y Gale escucharon toda la historia atentamente, pero incluso despues de eso no pudieron evitar sentirse sorprendidos al observar el reencuentro entre Madge y Crane.

—Tío —dijo la chica apenas lo vio.

—¿Madge? —preguntó Seneca Crane mientras ella se lanzaba a sus brazos.

Se encontraban en la misma salita del sótano que era a la vez habitación y sala de interrogatorios, en la que mantenían captivo a Crane. El escenario no podía ser menos adecuado para un reencuentro familiar.

—¡Me alegro tanto de verte! —exclamó Madge—. Pensamos que te había pasado algo.

—Bueno, no he estado precisamente disfrutando de unas vacaciones —adujo Crane, lanzándoles unas miradas significativas a Peeta y a Gale.

Peeta se adelantó un paso.

—Le dijimos a Madge que gracias a ti pudimos rescatarla. Ella quería agradecerte. Y nosotros también.

La expresión de Crane demudó por completo a una de tribulación.

—Cuando me dijeron que Snow te había secuestrado… nunca pensé que sería capaz de hacer tal cosa —le dijo a Madge—. Y me sentía tan inútil e impotente estando aquí, incapaz de ir yo mismo y sacarte de allí.

—No hay de qué preocuparse, tío —lo tranquilizó Madge—. Los muchachos lograron rescatarme a tiempo, y fue todo gracias a ti. Así que no fuiste tan inútil como piensas.

—Madge nos contó lo que has hecho por el alcalde y su familia todos estos años —dijo Gale—. No puedo menos que estar impresionado. Tienes agallas, Crane. Y un peculiar sentido de la preservación.

—Un hombre debe saber bien cómo jugar sus cartas —dijo Seneca Crane, encogiéndose de hombros.

—Lo que me hace preguntarme —continuó Gale—, ¿por qué incluso despues de lo que Snow le hizo a Madge, no decidiste simplemente delatarlo? Sabías que íbamos tras él.

Crane se vio acorralado por tres miradas inquisitorias pero más que sentirse presionado parecía apenado.

—Porque no sé dónde puede estar —admitió, bajando la mirada—. Snow tiene muchas casas en Los Ángeles, y nunca nos reuníamos dos veces seguidas en la misma. Para responder a sus preguntas soy tan útil como un pepino.

—Podrías habérnoslos dicho —dijo Peeta.

—¿Y arriesgarme a que se deshicieran de mi tan pronto dejara de serles útil? No se lo tomen a mal, pero nunca pude confiar completamente en ustedes y sus intenciones —respondió Crane, viendo de reojo a Gale—. Por lo menos no hasta ahora —agregó, posando una de sus manos en el hombro de Madge.

Gale veía a Crane parado junto a Madge sintiéndose repentinamente muy culpable. Estaba claro que todas las amenazas que le había hecho a Crane seguían muy frescas en su mente, pero ahora que sabía la historia detrás de ese hombre no podía menos que sentir que había sido un tirano con él y lo había tratado como un miserable, cuando todo lo que había hecho Crane durante ese tiempo había sido para protegerse a sí mismo. ¿Acaso no haría él lo mismo en una situación similar?

—Quiero pedirte disculpas por todos los malos momentos que te hicimos pasar —le dijo, tendiéndole la mano—. ¿Qué dices de empezar de nuevo?

Crane vio a Gale un momento, aun receloso, pero solo le bastó ver a Madge a su lado para deshacerse de sus aprensiones y entrechocar la mano de Gale.

—Es lo justo —dijo.

—Me alegra saber que estas de nuestro lado ahora —Peeta sonrió mientras esperaba su turno para entrechocar la mano de Crane—. Pero, ¿si tú no sabes cómo encontrar a Snow, cómo lo encontraremos? —preguntó, preocupado. Seneca Crane era su última esperanza, sin él estaban igual de cerca de atrapar a Snow que al principio.

Pero Seneca Crane se encargó de disipar todas sus preocupaciones.

—Que no sepa dónde está no quiere decir que no sepa nada sobre él. De hecho, sé un par de cosas sobre él que podrían serles útiles. Y ahora el asunto es personal. Así que estaré más que encantado de ayudarlos.

Madge sonrió, con orgullo. Peeta sonrió, satisfecho con el giro que habían dado los acontecimientos. Y Gale sonrió, porque acababa de encontrar a un aliado muy valioso.

—No perdamos más tiempo entonces —dijo—. Dinos todo lo que sabes, Crane.

Katniss estaba despierta cuando Peeta entró en el cuarto. Sin embargo, no había tenido ni ánimos ni motivos para levantarse, así que Peeta la consiguió acostada, enrollada en las sabanas. Lo vio sentarse a los pies de la cama, pero no se movió, y esperó que él hablara.

—Me mandaron a buscarte —dijo Peeta. Al ver que no obtenía respuesta preguntó—: ¿Estas bien, Katniss?

Katniss torció el gesto. No podía decir que se sentía bien, pero tampoco se sentía mal. De hecho, no sentía nada. Se sentía como un limón al que hubieran exprimido hasta sacarle todo el jugo. Y ahora era solo una cascara vacía.

—Plutarch llamó —siguió diciendo Peeta, resignado a ser el único participante de esa conversación—. Todo está dispuesto para que llevemos a Madge con su padre hoy a la una, luego de la rueda de prensa que ofrecerá el alcalde. Llevaremos a Madge al aeropuerto, un avión privado estará allí esperando. Se supone que debemos protegerla hasta que llegue Plutarch con su padre. Será como coser y cantar, pero igual necesitamos que estés allí con nosotros.

Katniss no respondió nada. Cuando sintió que el silencio ya se había extendido lo suficiente Peeta se levantó para irse, pero antes de salir se volvió.

—Beetee y Wiress ya arreglaron todo para funeral. Será este sábado.

Peeta volvió a volverse hacia la puerta, pero cuando ya estaba atravesándola Katniss le respondió.

—Ya me visto —dijo, levantándose de la cama.

—Sí, ya estamos aquí. Revisé todo yo mismo. Vale —dijo Gale, respondiendo a lo que fuera que Beetee le estuviera diciendo a través del intercomunicador en su oreja—. Plutarch ya viene en camino con el alcalde —les dijo a los demás—. Hasta ahora no ha habido ningún inconveniente.

Katniss, Peeta y Madge asintieron a sus palabras. Se encontraban dentro del avión privado que llevaría a Madge y su padre lejos de allí, esperando a que Plutarch y el comando de policías que estaba protegiendo al alcalde llegaran. La única compañía que tenían era la del piloto que Plutarch en persona había contactado, un teniente de la aviación, ya retirado, que de vez en cuando hacia favores a viejos amigos.

El avión era lujoso, y contaba con televisión, lo que les permitió ver la transmisión en vivo de la rueda de prensa del alcalde. Había ido de maravilla. Sin sentirse ya amenazado, el alcalde podía llegar a ser muy mordaz. No dudó ni un segundo en contar toda su historia con Snow, todas las amenazas a lo largo de los años, incluyendo el reciente secuestro de su hija, y la ayuda que había recibido de los héroes para rescatarla. Para el final de su discurso, no podía haber nadie decente en Los Ángeles que no apoyara a los héroes y detestara a Snow con toda su alma.

—Creo que ya se acerca el momento de nuestra despedida —dijo Madge, de repente—. Y solo quería decir lo mucho que les agradezco todo lo que hicieron por mí y por mi padre.

—No fue nada, Madge —le sonrió Peeta.

—Pero significó mucho para mí. Sé que han perdido mucho últimamente, especialmente tú, Katniss, y lo siento de todo corazón. Pero han logrado cosas grandes, y han dado a la ciudad un importante regalo: la esperanza de que no todo está perdido. Y para eso no creo que mis palabras sean suficientes para agradecerles. —Madge no espero que dijeran nada más y uno a uno los envolvió en un fuerte abrazo.

—Cuídate mucho, Madge —le dijo Gale, mientras le devolvía el abrazo.

—Tú también, Gale. Oh, y casi lo olvido —exclamó ella rebuscando algo en el pequeño bolso que le habían conseguido para meter las pocas cosas que se llevaría consigo—. Tú mascara —dijo, tendiéndosela a Gale.

Él la vio un segundo, desconcertado, pero enseguida negó con la cabeza, y cerrando bien la mano de Madge, la obligó a quedársela.

—Ahora es tuya. A veces solo necesitamos una máscara para recordarnos lo valientes que somos. Y tú has sido muy valiente, Madge. Nunca lo olvides.

Madge parecía a punto de echarse a llorar, pero no lo hizo. En cambio volvió a abrazarlos a todos, como un último gesto de despedida y agradecimiento.

—Espero que nos volvamos a ver pronto. En otras circunstancias.

—Cuenta con eso —respondió Peeta.

Las despedidas acabaron y a través del intercomunicador Beetee informó a Gale que ya estaban llegando.

—Bien, todos a sus puestos. Peeta, avisa al piloto que encienda los motores. Katniss acompáñame afuera. Hasta pronto, Madge.

Madge le hizo un breve gesto de despedida con la mano antes de que él y Katniss salieran por la puerta hacia la pista. Peeta no tardó en unírseles, justo en el momento en que veían tres autos de policía acercarse a ellos. De la primera patrulla se bajaron Plutarch, Johanna, y el mismísimo alcalde Undersee, en persona.

No hubo mucho tiempo para presentaciones o agradecimientos. Bajo las órdenes de Plutarch todo el mundo se movió rápidamente y muy pronto el alcalde ya estaba dentro del avión con Madge, y el avión comenzaba a tomar velocidad para el despegue.

—Debo felicitarlos —apuntó Plutarch mientras el avión comenzaba a alejarse a través del cielo—. A pesar de todo lo que pasó, llevaron a cabo esta misión hasta el final, y perfectamente. No he tenido noticias sobre Snow, pero pondría mis manos en fuego a que no está nada complacido con cómo resultaron las cosas.

—Y ahora tenemos a Seneca Crane de nuestro lado —le informó Gale—. Las cosas deberían comenzar a ser más fáciles ahora.

Katniss bufó.

—Nada será fácil hasta que Snow esté muerto. Eso es lo único que podemos dar por seguros.

Cuando Katniss llegó al funeral, lo primero que notó fue que Annie estaba sola. Los doctores no habían dado de alta a Finnick todavía. Eso le recordó lo grave que había resultado todo. Como si el funeral no fuera ya suficiente.

Habían decidido no colocar sillas, así que el pequeño hatajo de dolientes se encontraba de pie formando un círculo alrededor del hoyo en el que dos empleados del cementerio bajaban el ataúd. Era una ceremonia en extremo pequeña: además del ministro de la iglesia que Wiress había traído consigo, solo estaban allí Annie, Beetee, Plutarch, Johanna, Gale, Peeta, Prim y la propia Katniss. En total diez personas. Lejos de lo que Haymitch se hubiera merecido.

Katniss aún conservaba vagos recuerdos de los funerales de sus padres. A veces confundía lo que había ocurrido en cada uno, en su mente no eran más que uno solo. De todas maneras ambos habían sido muy similares: miles de adultos pasaban a su alrededor y se la quedaban viendo, a ella y a Prim, con lastima, o los ojos llenos de lágrimas. Algunos se acercaban a decirles cuanto lo sentían. Pero lo único que Katniss podía recordar con claridad era la cara de Haymitch, y su brazo protector cubriéndola de todas las miradas.

Definitivamente, este funeral era completamente diferente.

También fue mucho más corto. El ministro no dijo más que unas cuantas oraciones y los empleados del cementerio fueron más que eficientes para enterrar el ataúd. En todo el tiempo que pasó, Katniss no apartó la mirada del ataúd, incluso despues de que lo único que quedaba en su lugar era un cumulo de tierra rectangular en medio del césped.

—Katniss, ya todo ha terminado —Peeta había colocado una mano en su espalda baja y parecía tratar de guiarla lejos de ahí. Ella no se había dado cuenta, pero ya todos se habían alejado del lugar, como si la tierra les diera repelús. Como si lo que hubiera abajo del montón de tierra no hubiera sido una persona, un amigo, un mentor, un padre. Ella simplemente no podía apartarse. Era como si una parte de sí misma hubiera sido enterrada allí también.

—Katniss, vamos a casa —sintió que una mano suave la apretaba y trataba de halarla. Levantó un poco la cabeza y reconoció a Prim a su lado, con el cabello trenzado en un modesto moño y un vestido de punto negro. Sus grandes ojos azules la miraban con determinación, aun a pesar de los rastros de lágrimas que aun corrían por sus mejillas. No podía dejar de asombrarse con lo mucho que Prim cambiaba, maduraba y se convertía en una mujer frente a sus ojos. Atrás habían quedado los días en los que ella debía consolarla por sus pesadillas, por sus lágrimas, por sus padres. Parecía que los roles ahora se habían invertido—. Vamos a casa —repitió Prim, con dulzura.

—Lo siento tanto, Prim —sollozó Katniss—. Siento tanto tener que hacerte pasar por esto.

—Shh, no te preocupes por eso —la tranquilizó Prim con un abrazo—. Si algo he aprendido de ti es a ser fuerte, Kat. Tú y yo somos fuertes. Saldremos adelante.

Katniss no dijo nada más. Se dejó guiar por Peeta y Prim hasta el auto. No tenía ni idea de cómo saldrían adelante. Pero algo era cierto: ella era fuerte, lo había demostrado una y otra vez a lo largo de toda su vida. Solo debía seguir siéndolo un poco más. Solo un poco, y todo terminaría.


Pues una vez mas (como la millonesima, en realidad), disculpen por la demora. Pero estos ultimos meses fueron un torbellino de emociones, problemas familiares y trabajo. Pero creanme cuando les digo que no hubo una semana que pasara en que no pensara en publicar y en ustedes, mis queridos lectores, sobretodo a los que siguen manteniéndose fieles a la historia a pesar de lo irregular de las publicaciones. Un millón de gracias por todo su apoyo y mensajes.

Además, este capítulo fue muy díficil de escribir, especialmente por la carga emocional que conlleva, muy diferente a la acción de los capítulos anteriores. Espero sus comentarios al respecto (si los hace llorar, reír, o siemplemente ni les va ni les viene... todo eso pueden hacermelo saber a través de uno de sus lindos comentarios, que siempre son bien apreciados).

Ahora, contestando a sus reviews del capi anterior:

Sai: gracias como siempre por tu review :) pues sí, algo sale bien, pero a su debido precio… este capítulo fue básicamente sobre las consecuencias emocionales de todo lo que ha pasado, pero te prometo que en el siguiente pasará algo gordo, como el título dice, este es el comienzo del final ;)

gpe77: qué bueno que te haya alegrado :) aunque claro, no todo lo que brilla es oro, y para conseguir las cosas buenas hay que hacer sacrificios. Gracias por tu comment, bella ;)

X: Sí! Despues de mucho estrés, lograron rescatar a Madge, un punto menos para Snow, aunque lo de Haymitch los pone parejos. Sobre qué hará Snow, lo sabrás en el próximo capitulo;) pd: yo amo Paramore, y su música muchas veces se me viene a la cabeza como soundtrack de esta historia, así que era inevitable que los pusiera. Besos, y gracias por comentar.

Elizabeth Corvinus: Sí, rescatar a Madge ha sido como lo mejor que le ha pasado al equipo en mucho tiempo. Y como dices, Katniss se siente pésima. Este capitulo es básicamente sobre eso, y como debe trabajar para superarlo. Gracias por tu comentario, me da ánimos para seguir escribiendo :) un abrazo grande, lindaa

eli.j3: pues primeramente, bienvenida! Y gracias infinitas por tu comentario. Me alegra mucho que te hayas animado a leerlo y que encima te haya gustado. Sí, muchas veces comparo la manera en que escribía y manejaba los personajes al principio de la historia a como lo hago ahorita y hasta mentalmente el enfoque es súper diferente. Que lo hayas notado es un rasgo de buena lectora, eh ;) solo tengo que disculparme por haber tardado tanto en publicar este capi, pero tuve muchos problemas personales que simplemente no me dejaban despejar la mente lo suficiente :( así que espero que este capítulo te guste lo suficiente como para compensar la larga espera! Un besote.

ErzaRose: gracias por tu review, linda. Y aunque soy team antidrogas te permito ser 100 por ciento adicta a este fic jajaja me ha dado risa tu comentario, me alegra mucho que te guste tanto mi fic, para mi siempre será un halago que me lo digan, sobretodo porque es algo que disfruto hacer :) besos

Nos leemos (hopefully) pronto,

Mariauxi.