El mundo mágico y sus personajes pertenecen a JK Rowling, yo solo me divierto con ellos.

Este fic participa en el Amigo Invisible Navideño del foro "Amor de Tercera Generación". Mi amiwis invisible es *redoble de tambores* Ali M.D XD Espero lo disfrutes.

Ella pidió literalmente:

Un James y alguien. Slash, nada empalagoso, y ese alguien no puede ser: Ni Scopius Malfoy, ni nadie de la familia Weasley, ni de la familia Potter. ¡Incestos no, por favor!, Se aceptan Ocs. Y si se mete en el fic a Harry, que no es obligatorio, pero si se mete, tiene que ser un padre comprensivo y que acepte la sexualidad de su hijo. Indiferente longitud y Rating.

Juré ante la tumba de mi tortuga que iba a ser un fic corto, que no iba a enrollarme demasiado ni a armar demasiados videos hasta montar una telenovela que dejara a los guionistas de TV de mi país como unos pobres Noobs, pero pues bien… fracasé miserablemente. *hace una reverencia* es un no-tan-long-fic.

Por último debo avisar que es mi primer Slash, así que ya se imaginaran el susto por la primiparada y tal, además el género no es mi fuerte. El caso, dejo de hablar y desfruta con el primer capi mi querida/odiada AI ^^


El juego

Todo había comenzado como suelen comenzar las historias más emocionantes en ese colegio: Torneo de los Tres Magos, porque colegio es colegio, y pese a lo mágico, puede resultar muy aburrido. Las aventuras de su padre y tíos solo viven en las historias del pasado. Sí, Hogwarts con cuadros móviles y toda la maldita parafernalia resultaba jodidamente aburrido para James. En especial desde que Fred andaba con su novia, succionándose el uno al otro adheridos como lapas, Wood en su universo del que solamente saca la cabeza para lamentarse por la falta de Quidditch y Tyndall que parecía feliz regodeándose en su melancolía, y su dramático pesimismo natural.

Habría puesto su nombre en el cáliz, pero todavía seguía siendo menor de edad, y al pasar los años había comprendido que esa serie de irregularidades que le sucedieron a su padre no se repetirían con él. Así que se resignó a ver como una chica de Raveclaw se convertía en la campeona por Hogwarts. Sintió celos de ella. Maldita suertuda.

En cuanto a los visitantes, a quienes "debían hacerlos sentir como en casa" según McGonagall, eran unos pomposos idiotas y creídos. ¿Cómo esperaban que los hicieran sentir en casa si se la pasaban el día mirando todo por encima del hombro, quejándose de todo, recordándoles a sus anfitriones lo perfectos que son sus respectivos colegios? Pues bien podían tomar su perfecto orgullo y metérselo por aquel perfecto orificio. Que gente tan insoportable.

Harto de todo aquello se dedicaba largos ratos al paseo por el castillo, ya prácticamente se lo sabía de memoria. Incluso encontró un pasadizo que le acortaba gran camino, y que el mapa del merodeador no especificaba. Conocía a los personajes de los cuadros y hasta hablaba con ellos en ocasiones ¡Con los putos cuadros! Los Scamander lo miraban como un rarito y se apartaban de él, ¡Los Scamander, por Merlín! Iba a enloquecer en cualquier momento, si no había perdido ya el uso de la razón.

En uno de sus caminatas tropezó con otro alguien, murmuró una disculpa sin energía. Entonces escuchó, en un inglés bastante fluido pero con ligero acento, palabras como "mocoso", "ciego" e "Idiota". Muy bien, puede que estuviera distraído y un poco ido, pero se había disculpado ¿Qué mierda quería, una reverencia? Pues iba a tener su reverencia, la clásica reverencia que se suele hacer con todos los dedos de la mano, salvo el dedo corazón, así que se giró con brusquedad y la firme intención de darle a ese imbécil una muestra de la legendaria hospitalidad Inglesa.

Con la más aristocrática displicencia levantó el mentón en un gesto altanero al más puro estilo Malfoy, gesto que tan bien logró copiar Albus, e hizo lo correspondiente.

Para una postal la cara del imbécil. Con las cejas enarcadas completamente incrédulo de que aquel "mocoso" le estuviera plantando cara. Mueca que duró muy poco, demasiado poco para saborearla como se debe. Recuperado de la sorpresa le lanzó a James una sonrisilla desdeñosa, y una mueca de "pobrecillo", con la frialdad característica de alguien que ha mirado así a muchos otros antes que a él.

Casi podía sentir el frio del ambiente y se guardó su dedo, porque temió que se congelara ahí mismo.

No pasó mucho tiempo después para enterarse de que ese sujeto era algo parecido a un Prefecto, un graduado que a su vez servía de medidor entre Durmstrang y Hogwarts. No era un estudiante, lo había sospechado por aquello de que no portaba el uniforme, nunca. Eso sí, le sorprendió saber que se llamaba algo-Rosier. ¿Qué no era ese un apellido de alguna familia mágica inglesa?

—Evan Rosier fue uno de los mortífagos más leales a Voldemort —Había dicho Fred durante los segundos en los que su boca se vio libre de la de su novia, por supuesto no duró mucho volviendo a ella como si una fuerza gravitatoria lo atrajera.

Por él podía ser un descendiente de mortífago o el mismísimo rey de Malasia. Era un imbécil con letras mayúsculas, un creído, en otras palabras un sujeto detestable. Pero con todo y eso se obsesionó con ese personaje. Lo perseguía con la mirada como halcón tras su presa, lo mantenía bajo vigilancia constante y se habría sentido un acosador, de no ser porque era el entretenimiento más interesante que se había conseguido en meses, a falta de Quidditch, una muy buena forma de luchar contra el tedio.

La primera prueba la ganó, con una diferencia abismal sobre sus contendientes, la chica de Ravenclaw. Motivo por el cual todo Hogwarts, como buenos y solidarios compañeros que eran, decidieron hacer una fiesta en sus respectivas salas comunes, en su honor, claro. Porque las cosas en la sala común de Ravenclaw seguro iban a otro ritmo, además los tejones y serpientes también se divertirían. Por muy honorables que fueran los Gryffindor, no se iban a quedar atrás, faltaba más.

Como delegado del grupo que iría a las cocinas por algo de comida y bebidas, desplego el mapa del merodeador y sin pensarlo, ya como si su mirada estuviera entrenada para buscar el cartelito con el nombre Maddox Rosier, lo encontró fácilmente. A esas alturas había pedido interés por el sujeto, pero ver su nombre sobrepuesto en el de un Mijaíl Algo, le hizo subir los colores a la cara de inmediato. No es que fuera un mal pensado, o bueno, sí que lo era, pero es que aquello era demasiado obvio.

Tendría que admitir más adelante y muy a su pesar que el morbo de la situación lo superaron, sí había estado con el ojo encima sobre Rosier, en principio por puro aburrimiento, estaba al tanto de sus periódicas salidas del colegio, pero nunca notó nada fuera de lo normal. De pronto ahí había aparecido, aunque ni el mismo podría explicar que era exactamente lo que había buscado persiguiéndolo todo el tiempo. Tal vez solo esperaba encontrarse con algo, cualquier cosa, lo que fuera, pero algo que mereciera la pena para poderse sentir resarcido por la afrenta.

Cuando llegó al lugar tras haber dejado a Chet con un "joder no me dejes tirado, Potter" que lo acompaño hasta doblar la esquina, ocultándose lo mejor posible para no ser pillado por Filch, Pirata, o algún profesor, logró llegar hasta el salón donde se ocultaba Rosier con quien parecía su amante. Afortunadamente al llegar no había ya nadie, se habría sentido frustrado de no ser porque se veía a sí mismo como un completo estúpido, persiguiendo como un fan acosador a ese, ¿por qué le importaba tanto?

— ¿Desilusionado, Potter? —Sería una exageración decir que al muchacho se le detuvo el corazón, cosa que para él no era exagerada, ni mucho menos.

Se giró lentamente, temiendo que Rosier encontrara con su cara, ahora completamente roja, una muestra de culpabilidad, cosa que no hubiera resultado difícil ya que su expresión de pánico claramente lo delataba. Podía intentar excusarse, decir una mentira, cubrirse de alguna manera para poder escapar de la embarazosa situación en la que se había metido, por culpa de su maldita curiosidad. Bien decían los muggles, que la curiosidad era la causante principal de la muerte del gato. O algo así.

—Yo…

—Lo siento—Continuó Rosier al ver el titubeo de James —. Parece que has llegado tarde.

Acto seguido esbozó una sonrisilla de superioridad que a James le supo a derrota.

— ¿Debería ser un buen y responsable miembro del comité de orden del torneo y entregarte a tu directora?, ya sabes, por aquello de deambular por el castillo a estas horas de la noche. Pero no te preocupes, no le mencionaré nada de tus gustos por el voyeurismo.

—Yo no soy ningún… —Se mordió el labio inferior, pues no sabía exactamente cómo terminar su oración. ¿Quién diría que a estas alturas de la vida tendría problemas para mentir?

— ¿Entonces eran celos? ¿Sientes envidia de Mijaíl?

— ¿Qué? —Chilló indignado. —Yo jamás…

Cuando se quiso dar cuenta su espalda estaba pegada a la pared de piedra mientras el otro apoyaba el peso de su cuerpo sobre su brazo izquierdo extendido y la mano posada sobre dicho muro, justo al lado del rostro de James. Lo miraba fijamente a los ojos. Estaban lo suficientemente cerca como para sentir su respiración tranquila, lo suficiente como para fijarse en sus mejillas sonrosadas, posiblemente producto de lo que vio en el mapa. Rosier poco a poco se acercó como un predador, con esos ojos claros, fijos en los suyos propios, provocando en James un cosquilleo en la entrepierna que no supo reconocer, o que sí supo, pero no quiso aceptar que fuera un hombre el que le provocara aquello.

Finalmente se desvió ligeramente hasta llegar a su oreja. Tuvo un estremecimiento que le recorrió la espina cuando el cálido aliento de él golpeó su oreja y parte de su nuca, en el momento en que le dijo:

—No eres más que un mocoso —Le sonrió nuevamente, con esa sonrisa glacial que logro bajar la temperatura del lugar y de él mismo. Finalmente se alejo hasta desaparecer completamente de su vista, dejándolo ahí.

Tardo unos diez minutos en reaccionar, ¿Qué mierda fue todo eso? ¿Pasó realmente o estaba tirado en la enfermería en medio de un coma etílico, producto de la fiesta? Cuando el lastimero maullido de Pirata, el gato tuerto de Filch, rasgó el silencio de la noche hasta perderse por el final del pasillo, decidió que ni en sueños quería que ese viejo lo atrapara y lo llevara con McGonagall para que lo castigaran. Se escabulló nuevamente en las sombras para regresar a la sala común.

La fiesta de Gryffindor le permitió acercarse a una chica del curso de Albus, gracias a Merlín Albus pertenecía a Slytherin y Lily a Ravenclaw, porque no creía ser capaz de comportarse con total soltura teniéndolos cerca. No se iba a embriagar a conciencia, y como Merlín manda, teniendo los acusadores ojos de sus hermanos menores. No podría soportarlo, por más espontaneo, tranquilo y bromista que fuera, no se sentía capaz de permitir que sus hermanos menores lo vieran en un momento de decadencia como el de aquella noche.

Por un lapsus de tiempo que estaba ubicado entre el cuarto vaso de whiskey de fuego que había bebido, y la resaca de la mañana siguiente, estuvo seguro de que lo sucedido con Rosier fue apenas un sueño extraño, y el dolor de cabeza, le ayudaba a no pensar en aquel bizarro episodio de su vida, pues le dolía hasta respirar, no digamos ya, pensar.

Cuando por fin se animó a abrir los ojos, la cabeza la dio vueltas, estaba aclarando. Al pasar la mirada alrededor, se dio cuenta que no era el único que se había quedado dormido en la sala común. Pero el dolor en el cuerpo y el calambre que sintió en el cuello fueron estímulo suficiente para obligarlo a ponerse de pie e ir a dormir a su cama, como la gente decente. Un extraño peso de más en su cuerpo lo retuvo, fue cuando se percato de una chica que dormitaba sobre su pecho. Haciendo todas las peripecias posibles para no despertarla, se escurrió con cuidado hasta verse libre para retirarse a su habitación en el piso de los de sexto año.

Wood estuvo especulando todo el maldito tiempo sobre su relación con la chica cuyo nombre no recordaba, con quien se había besado "salvajemente" En la fiesta, según , por más que se esforzara ese beso tampoco estaba en el registro de su memoria. Su amigo le achacaba a ella el hecho de parecer, la mayor parte del tiempo, con la velocidad mental de un gusarajo. Según él, era amor, según James "Eres un cotilla, Wood. Métete en tus asuntos".

La sola idea de sentir atracción por Rosier era, por sí sola, bastante chocante para el chico, no digamos ya hablar de enamoramiento. No, eso definitivamente eran palabras mayores. Había tardado unas cuantas semanas en descubrir y otras tantas en aceptar que sentía esa maldita atracción sexual por Rosier. Por el maldito pedante "Soy mejor que todos ustedes" Rosier, ese mismo quien le había dicho mocoso, dos veces, una de ellas acorralándolo y haciéndole creer que lo besaría para luego reírse en su cara.

Peor fue cuando una mañana cualquiera, durante el desayuno, antes de partir a la clase de Herbología, se acercó muy pagado de sí mismo, se detuvo frente a James y lo saludó de una forma muy… extraña, casi podría decir cómplice. Un simple saludo, pero la forma como paladeó su nombre fue más que suficiente para que James se sonrojara hasta que su cara quedó compitiendo con el rojo de su cabello.

Cuando se alejo del comedor, dejándolo con el suspicaz de Andrew, frente a él quien enarcó una ceja en un gesto mudo de pregunta.

Fred sin embargo fue menos moderado.

— ¿Es eso lo que creo que es? —Acusó burlón. Cabe aclarar que hace poco rompió con su novia, "la lapa" y aquello era la excusa perfecta para desquitar su frustración con alguien.

James solo atinó a lanzarle una mirada furibunda a su primo, quien soltó una carcajada histérica. Maldito Rosier, lo hizo a propósito para ponerlo en evidencia frente a sus amigos.

Ese había sido un golpe bajo.

— Oh por Merlín ¿Te gusta? —Ante la pregunta de Harry se atragantó con el jugo de calabaza que casi le escupe a su amigo en la cara. Debió hacerlo, para que aprendiera a cerrar la boca, pero sólo fue capaz de toser con fuerza.

—Podrías… ponerte…—Tosió —. Sobre la mesa y gritarlo al comedor con un sonorus —tuvo otro ataque de tos—. Así te ahorrarías tiempo —Murmuró irritado, mirando a los lados para asegurarse que nadie los había escuchado.

—Entonces… ¿Lo admites? —Al menos Andrew conoce lo que significa la palabra discreción, y no gritó su pregunta como lo hicieron Fred y Harry.

James no pudo responder, no solo porque todavía sentía que el jugo de calabaza estaba en el lugar equivocado y se ahogaba de tanto en tanto, sino porque ni él mismo lo sabía ¿Rosier le gustaba?, es decir obviamente le atraía, por mucho que se negara al hecho. Pero hablar de algo más… fuerte ¿Era ese su caso?